Chapapote. Ayudando a las víctimas

 

chapapote 8

                                                      Mi sobrina Greta y yo

1.- ¿Qué hacer?…ejerciendo la solidaridad

2.- Lo primero, ¿dónde?

3.- El hundimiento del Prestige

4.- Precedentes. El caso del Exxon Valdez

5.- La última víctima del chapapote: Man, el artista de Camelle

¿Qué hacer?….ejerciendo la solidaridad

A finales del mes de Noviembre del año 2.002 un sentimiento de rabia se generalizó en toda España. A consecuencia del hundimiento del petrolero Prestige y de una serie de decisiones, si no irresponsables al menos mal enfocadas, gran parte de las costas de Galicia y Asturias quedaron ennegrecidas por un gran derrame de fuel procedente del barco. La mancha se extendió por un total de 2.000 km, llegando a afectar el litoral de Santander, País Vasco e incluso una pequeña parte de las costas francesas. En Galicia se creó la plataforma Nunca mais. En el resto del país, una ola de indignación y solidaridad movilizó a miles de personas que acudieron de todos lados, dispuestos a echar una mano en las tareas más sucias, como fue limpiar las playas empapadas por los vertidos.
 
Porque España, y pese a lo que nos guste pensar a nosotros mismos, muy dados a fustigarnos, es un país muy solidario. Me lo razonó hace años una amiga italiana: cuando lo de la bomba de Atocha, la ayuda de la gente se demostró en taxistas, voluntarios o sanitarios que se volcaron trabajando gratis o doblando turnos. Incluso tuvieron que pedir, por favor, que no se donase más sangre porque ya no tenían donde almacenarla. Me decía mi amiga que éso en Italia hubiera sido impensable. Pues con lo del chapapote pasó algo parecido. 
 
Sería un sábado por la noche, a éso de las diez y a mediados de Diciembre, cuando me encontré una larga fila de autobuses en Moncloa. Para aquellos que no conozcan Madrid, Moncloa está justo en la salida hacia la carretera de La Coruña, rumbo a Galicia. Subiendo a los autobuses, un montón de chavales con sus mochilas. Obviamente -pensé- son voluntarios dispuestos a limpiar playas… Aquello me dejó pensando durante varios días. A mí también me gustaría ayudar, hacer algo, ¿pero qué?…¿qué hacer?… Cuentan que a finales del Siglo XIX el conde y escritor León Tolstoi se desesperaba contemplando las terribles imágenes de la miseria en los suburbios de Moscú, ante las que no cesaba de preguntarse…¿qué hacer, qué hacer?… Así que decidí irme para allá.
 
Lo primero, ¿dónde?. 
 
Ya se conocía por bastantes testimonios que muchos voluntarios que habían ido por su cuenta a Galicia no sabían exactamente qué zonas precisaban ser limpiadas, y perdían los pocos días de los que disponían buscando playas sucias, o intentando coordinarse con los que ya estaban allí, eliminando el fuel. Coordinarse con otros grupos era importante puesto que se les suministraba el material necesario: desde los monos desechables de papel, mascarillas, guantes, palas, rastrillos, redes y bolsas de basura donde ir acumulando el fuel recogido, mas la mínima infraestructura de alojamientos y mantenimiento. Hablando con unos y con otros, biólogos sobre todo pero también con colegas veterinarios, y dado que ya había tenido experiencia tratando especies silvestres (de cetrería sobre
todo, pero también animales de zoo o fauna salvaje), me aconsejaron buscar alguno de los centros donde se trataba a las aves recogidas de la costa, recogidas bien por voluntarios, por pescadores o por los servicios de rescate. Animales que llegaban a estos centros empapados de fuel, con las plumas inutilizadas por el alquitrán, incapaces de volar e incluso de nadar y que, en muchos casos, al acicalarse habían ingerido el temido fuel, intoxicándose.
 
Contacté al final con uno de los centros, concretamente el de Avilés, en Asturias. A mi no me hubiese importado en absoluto el haberme dedicado con una pala a recoger el chapapote de las playas, estaba decidido a ayudar en lo que fuese, pero me aconsejaron que dada mi experiencia, quizá podía ser más útil tratando las aves afectadas, y tras los oportunos contactos y para finales de Diciembre a Avilés que me fui. Como había comentado mi decisión a los allegados, me vi rodeado de un grupo de acólitos entusiastas, dispuestos a ayudar, como yo: mi hija Maya, mi sobrina Greta (en aquel momento estudiante de Ciencias del Mar), mi amigo Gabriel y un sobrino suyo, Pepe. Para Avilés que nos fuimos los cinco una fría mañana de invierno.
chapapote 5
 
Los Cinco de la Fama: Gabriel, su sobrino Pepe, mi hija Maya y yo. En primera fila mi sobrina Greta
En Avilés casi todo fueron gratas sorpresas. En primer lugar nos facilitaron alojamiento gratuito en la Casa del Mar. Las Casas del Mar son edificios dependientes del Instituto Social de la Marina, y facilitan alojamiento a marineros en tierra en periodos de corta duración, o en situaciones de naufragios, independientemente de su nacionalidad. En aquel momento la Casa del Mar estaba vacía, la teníamos para nosotros solos. Nos facilitaron tres habitaciones dobles: en una, las chicas: Greta y Maya. En otra mi amigo Gabriel y yo, y en la tercera Pepe, el sobrino de Gabriel. El centro de recuperación de aves se localizaba en San Juan de Nieva, junto al puerto, con varias dependencias donde se atendía a las aves afectadas: en primer lugar limpieza exhaustiva del plumaje, disolviendo el fuel con aceite de girasol. Si había evidencias de que el animal en cuestión hubiese tragado fuel, se les purgaba con aceite de girasol para que lo eliminasen de su aparato digestivo y evitar intoxicaciones. Aceite de girasol había más que de sobra, así como otros detergentes necesarios procedentes, nos dijeron, de donaciones. También había más que suficientes monos blancos de papel desechables (lo que dio nombre en las playas a la «Marea Blanca») para no mancharnos al contacto con las aves petroleadas, guantes de goma, gafas protectoras, y todo lo necesario. 
chapapote 9
                                                         
                                                            La «Marea Blanca»
Una vez limpios, los animales se mantenían en pequeños parques para controlar su evolución. Al principio se les alimentaba forzadamente aunque en cuestión de un par de días estaban lo bastante recuperados como para comer por sí solos. De hecho y a los pocos días, y como se puede ver en las fotos, nos rodeaban como gallinas al ver las bandejas del pescado. La alimentación se realizaba con pescado crudo, facilitado o comprado (supongo que a muy bajo precio) por los pescadores. Las aves atendidas en Avilés, o al menos los días que estuvimos allí, eran principalmente el arao común (Uria aalge), en un porcentaje estimado del 51%, más un 17% de alca común (Alca torda) y otro 17% de frailecillo (Fratercula arctica). Y ya en menor cantidad, cormorán (Phalacrocorax carbo) y alcatraz (Morus bassanus). No llegamos a verlos en Avilés, pero en aquellos días hubo varamientos en las playas de cetáceos: delfines y marsopas principalmente, alguna foca, algunas nutrias e incluso alguna tortuga marina, todas ellas enfangadas por el fuel. Me gustaría comentar que el porcentaje de «curados» era muy alto, más del 95% de las aves que llegaban a Avilés quedaban perfectamente restablecidas. Y el 5% restante morían intoxicadas al haberse petroleado en exceso y haber ingerido el fuel, en sus intentos de limpiarse el plumaje.
chapapote 2
 
Tanto las alcas como los araos eran unos animalitos que resultaban bastante simpáticos. Con un aspecto que recordaba a los pingüinos, aunque a diferencia de éstos son perfectamente capaces de volar: blancos y negros y muy «tiesecillos», y además bastante pacíficos, lo más que hacían los pobres era intentar debatirse cuando, recién llegados, había que limpiarles a conciencia el plumaje, o los primeros días de la alimentación forzada. Por el contrario, cormoranes y alcatraces tendían a defenderse a picotazos cuando les manipulabas. Estaban en recintos aparte y para su manejo estaban destinadas las gafas protectoras, porque tendían a dirigir los picotazos justo a los ojos. En el caso de los alcatraces, más grandes y con fuertes picos, había que tener especial cuidado. Así y todo un cormorán me pellizcó un día en plena nuez, con su pico ganchudo y ese cuello en forma de «S», tan eficaz a la hora de pescar…o de dirigir el pico, como un resorte.
chapapote 3chapapote 4
 
                                                Alimentando a los alcatraces
Decía que en Avilés casi todo fueron gratas sorpresas…excepto algún detalle, que siempre los hay. Yo había intercambiado previamente correos electrónicos con los responsables del centro de Avilés avisando de nuestra llegada y los días que podíamos estar allí, todo el mundo gente muy amable y agradecida por la colaboración. En el centro y coordinando al grupo de voluntarios había un par de veterinarios de la zona. No recuerdo su nombre ni a qué se dedicaban exactamente antes de lo del chapapote. Cuando me presenté a ellos como veterinario y con experiencia en manejo de aves silvestres uno de ellos puso una mirada un tanto «rara» y desconfiada que pude interpretar como…¿a qué vendrá este tío, y a ver si nos va a quitar protagonismo…o el trabajo? … Para su tranquilidad y evitar suspicacias les aclaré que nosotros veníamos a limpiar mierda, sin más. No obstante y de vez en cuando veía de reojo sus miradas inquisidoras o me hacían alguna corrección en cuanto a cómo debía cortar los papeles, o a mandarnos a algún lado si nos veía parados un momento…comparándolo en plan castrense, algo así como un sargento con los reclutas.
 
Porque durante unos días nuestro trabajo se limitó a éso: a limpiar mierda. Junto con el resto de voluntarios, cortábamos papel de periódico para revestir el suelo de los jaulones, y dos veces al día recogíamos esos papeles sucios con las abundantes deyecciones, llenando bolsas y más bolsas, procurando tenerlo todo lo más limpio posible. De limpiar las aves recién llegadas se encargaban otros voluntarios con más experiencia, lo mismo que a la hora de darles de comer. No era complicado: uno sujetaba al ave en posición vertical y otro entreabría ligeramente el pico, por donde se introducían boquerones o sardinitas, que se escurrían por el gaznate. 
chapapote 6
 
                                        Con un pequeño grupo de voluntarios
Pero el destino me brindó mi pequeña revancha, y en honor a la verdad no puedo negar que sentí cierta íntima satisfacción. Era sábado y llegó desde Madrid nada más y nada menos que todo un personaje en el mundillo de los animales exóticos: Alfredo Bengoa. Me explico. Alfredo y yo nos conocimos durante la carrera, fuimos compañeros de promoción, y nos unió bastante nuestra afición a los «bichos raros»: aparecíamos por clase de vez en cuando con un lagarto en un bolsillo y cosas por el estilo. Una vez licenciados, fuimos socios durante un tiempo en una clínica veterinaria que llevábamos a medias, pero incluso trabajando cada uno por nuestra cuenta, solía acompañarle -y ayudarle- cuando hacía trabajos con animales de zoo, tales como tigres, leones, cocodrilos, bisontes y demás fauna. Alfredo consiguió pronto trabajo en la Facultad de Veterinaria donde desde hace años dirige el Departamento de Animales Exóticos. Aparte de las consultas que pasa en la facultad, da charlas, cursos, publica en revistas especializadas o coordina libros sobre los N.A.C. (Nuevos Animales de Compañía). Y como es un tema siempre muy atrayente para los estudiantes, Alfredo era y es toda una celebridad. De hecho en Avilés gran parte de los voluntarios eran estudiantes de la Facultad de Veterinaria de Madrid. No es de extrañar, pues, que cuando Alfredo Bengoa apareció por allí se montase un gran revuelo:… ¡ha venido Alfredo, está aquí, está aquí Alfredo!…como si su sola presencia bastase para «bendecir» lo que allí se estaba haciendo…
chapapote-10
 
De izquierda a derecha: Pilar Femenia, yo y mi amigo Alfredo Bengoa, atendiendo a un cervatillo enfermo. Año 90 ó 91… ¡Qué jovenes estábamos!
Le vi venir. Alfredo es un «tío grande» en todos los sentidos, pero no me apresuré, ya le saludaría, yo andaba embutido en mi mono blanco, con unas bolsas negras repletas de basura en cada mano. Estaba rodeado por sus alumnos -le idolatraban- e inmediatamente nuestros dos «sargentos» acudieron a rendir honores a semejante celebridad. Pero en un momento dado miró hacia donde yo me encontraba y, en su mejor estilo y con su vozarrón pegó un grito: …¡¡¡coño, Santiago, pero si está aquí Santiago!!!… Ignorando a sus fans y ninguneando a nuestros dos «sargentos», dejándoles con la palabra en la boca, en dos zancadas se acercó donde yo estaba dándome un abrazo como un oso, de ésos que te dejan sin respiración… ¡¡¡coño, pero qué estás haciendo aquí!!!….¿¿¿y qué haces con esas bolsas que no estás curando aves???… E inmediatamente se dirigió a los «sargentos» hablándole de mis maravillas como especialista en loros, halcones, patos y en todo lo que tuviese plumas, pelo, o se arrastrase por el suelo… Por dentro me retorcía de satisfacción, he de reconocerlo, aunque por fuera ponía mi mejor cara de buenín diciendo, …bueno, yo sólo quiero ayudar en lo que sea más necesario… El «sargento» no hacía más que balbucear excusas… (¡hay que joderse! -estoy seguro que pensó-  ¡mira por donde resulta que el veterinario éste de Madrid, ¡es amigo del Gran Jefe!)… Aparte de mi satisfacción moral (todos somos humanos y tenemos nuestro orgullo) el único cambio fue que, a partir de aquel día, me «permitieron» alimentar a las aves. Mis cuatro colegas, como no eran «amigos del jefe» siguieron limpiando los jaulones, sin ningún tipo de trauma, éso sí. Los pocos días que estuvimos allí pasaron muy rápido y, tal y como llegamos, un día nos volvimos a Madrid. Contentos, con una experiencia muy bonita para recordar y sobre todo con la satisfacción de haber hecho algo útil.
 
Pero, ¿cómo empezó todo aquello del chapapote?… Y, por cierto, ¿de dónde procedía tan extraña palabra, que acabaría siendo tan popular?… Pues de una palabra nahuatl, la lengua indígena de Méjico, con la que llamaban al alquitrán.
 

El hundimiento del Prestige

El 13 de Noviembre del año 2.002 un petrolero navegaba frente a las costas gallegas bajo un fuerte temporal en el Atlántico. El barco, de registro griego, bajo bandera de las Bahamas, de compañía liberiana, explotado por una naviera griega, con carga de una empresa rusa con sede en Suiza, construído en Japón y con una tripulación de filipinos y rumanos, se hallaba bajo el mando de un capitán griego: Apóstolos Mangouras, de 67 años y una experiencia marinera de 44 años, los últimos 30 de ellos como capitán.
 
El petrolero, un monocasco de nombre Prestige, transportaba una carga de 76.972,95 toneladas de fuel de alta viscosidad. El barco tenía ya 26 años y se encontraba en muy mal estado, con problemas de corrosión y deformidades en el casco. De hecho su destino era el de ser desguazado en el puerto de San Petersburgo. No obstante se le asignó un último viaje con su carga de fuel desde San Petersburgo hasta Singapur. Mal debería de estar porque el capitán en origen, el griego Efstrapios A. Kostazos, denunció el pésimo estado del barco al armador y a la aseguradora y renunció a realizar el viaje, tras lo que se decidió contratar al capitán Mangouras.
 
En el juicio que siguió al hundimiento el capitán Mangouras declaró haber escuchado un fuerte choque «como una explosión», tras lo que el Prestige comenzó rápidamente, en no más de diez minutos, a escorarse. Se barajaron dos causas. La primera, el choque con un contenedor o con unos troncos flotantes caídos de tres barcos presentes en la zona y sujetos al fuerte oleaje. Uno de ellos perdió 200 troncos de unos 17 metros de largo por 30-50 cm de diámetro, parte de los cuales fueron apareciendo en la costa días después. La otra causa y más probable es que el viejo casco del Prestige sufriese una rotura por fatiga de materiales ante los embates del mar. Se especula con el desprendimiento de un mamparo del tanque de lastre de estribor. Sea como sea y por el costado de estribor se abrió una grieta de unos 15 metros, que iría ampliándose hasta los 35 metros. Para estabilizar el barco y corregir la escora, el capitán ordenó inundar los tanques de lastre de babor.
 
En un primer momento el capitán quiso acercarse a puerto para salvar el buque y proceder al vaciado del fuel que, desde el principio, ya comenzaba a salir por las escotillas de cubierta. Y aquí se inicia un arduo proceso entre negociar el rescate legal del barco y la carga al que tienen derecho según las leyes internacionales los remolcadores, y la negativa de las autoridades portuarias a que el Prestige entre en puerto, ante el peligro de una marea negra. Se niegan a que el barco entre al puerto de La Coruña. Las autoridades sólo proponen alejar el barco de la costa para evitar que quede varado. El Consejero de Pesca, Lopez-Veiga, declara:
 …Hay que sacar ese barco de ahí de una puta vez
 
Según van pasando los días y la grieta de estribor se ensancha, el pánico sumado al desconcierto crece. Las autoridades portuguesas se niegan a que el Prestige entre en sus aguas territoriales. El capitán Mangouras se negó a poner los motores en marcha y dirigirse mar adentro esperando todavía ser remolcado (lo que le valió en el juicio la acusación de no colaborar con las autoridades), aunque al final y escoltado incluso por la fragata Cataluña para comprobar que se separase de la costa, decide encender los motores y alejarse a una distancia mínima de 61 millas. A las 18’53 horas del 14 de Noviembre se puede escuchar en una grabación que vio la luz días después la siguiente conversación entre el Ministerio de Fomento (regido entonces por Álvarez-Cascos) y la Subdelegación del Gobierno en Galicia:
 
-Subdelegado de Gobierno (La Coruña): ¿El barco va muy lejos?
-Fomento: ¡Uy, ya está, madre de dios, estará a treinta y tantas millas!
-Subdelegado: ¿Treinta y tantas? …
-Fomento: No, como siga así, éste llega a Groenlandia
Subdelegado: Bueno, pues que llegue allá
-Fomento: ¡Sí, joder!
-Subdelegado: Vale, muy bien
 
Hubo más declaraciones, a cada cual más pintoresca. El día 16 de Noviembre, sabiendo la que se avecinaba, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, don Miguel Arias Cañete dijo:
la rápida actuación de las autoridades españolas han evitado una verdadera catástrofe pesquera y ecológica… 
 
O la del entonces Vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy que, una vez hundido el Prestige y en pleno escape de fuel dijo que no había tal fuga, que se trataba
 …de unos filos hilillos como de plastilina… 
 
Obviamente se trataba de algo más abundante y grave que unos «finos hilillos de plastilina»… El 23 de Noviembre se prohibe la pesca y el marisqueo, quedando amarrados en puerto 2.500 barcos. Ya el 6 de Diciembre y aprovechando el puente de la Constitución entre 10.000 y 20.000 voluntarios llegan a Galicia ayudando a limpiar playas, junto a vecinos, pescadores y mariscadores. Se calcula que alcanzarían la cifra total de 115.000 personas a lo largo de aquellas semanas.
 
Y entre unas cosas y otras, entre el desamparo y las negativas, rescatados sus tripulantes con helicópteros, amarrado a dos remolcadores (a proa y popa), dejando ya una gran estela del fuel que se escapa por las vías, el viejo casco del Prestige se fue rajando más y más hasta partirse por la mitad y hundirse a unos 250 km de la costa de Finisterre, quedando sumergido a una profundidad de más de 3.500 metros. Era el 19 de Noviembre del año 2.002. Comenzaban las tareas de intentar extraer el fuel, o de sellar el casco para evitar más fugas.
 
Precedentes. El caso del Exxon Valdez
 
Es sólo un ejemplo de que, como dice el refrán, en todas partes cuecen habas. El 24 de Marzo de 1.989 el petrolero Exxon Valdez rozó su casco contra las rocas encallando en los arrecifes de la costa, los Bligh Reef, situados en Prince William Sound, un ancho brazo de mar situado en Alaska. Los prácticos del puerto petrolero Valdez condujeron al barco a través de los Valdez Narrows, unos estrechos a la salida del puerto, hasta que, una vez superados, pasaron el control al capitán Hazelwood.  Debido a la presencia de icebergs el barco sorteó la ruta habitual.
A las tres horas el capitán dejó el control del barco al tercer oficial de cubierta y al oficial del timón. El barco estaba programado en aquel momento con el piloto automático. Una vez superados los icebergs dieron orden de enderezar a estribor, sin darse cuenta que el barco seguía la orden del piloto automático, sin desconectar. Para cuando se dieron cuenta no pudieron corregir la derrota que llevaba el Exxon Valdez y el barco encalló. En los juicios posteriores ambos, el tercer oficial y el oficial de timón, alegaron que no habían descansado las seis horas obligatorias antes de comenzar un turno de doce horas…
chapapote 7
Imagen procedente del desastre del Exxon Valdez. Un zampullín muerto por el petróleo, casi indistinguible entre el fuel
Las consecuencias: derrame de 200.000 barriles de crudo, unos 41 millones de litros, que se extendieron por más de 2.000 kilómetros de costa. Los trabajos de limpieza fueron laboriosos, y aún hoy se estiman importantes daños en la costa. Se calcula que murieron aproximadamente 36.000 aves, además de nutrias marinas, focas y cetáceos de varias especies.
 
La última víctima del chapapote: Man, el artista de Camelle
Man el artista de Camelle
Allá por Mayo del año 1.962 y en plenas fiestas patronales del Espíritu Santo del pueblo de Camelle, en la Costa da Morte gallega, se dejó caer un personaje un tanto peculiar. El sitio debió gustarle porque se instaló para siempre en el pueblo, y ya no se volvió a marchar. Enseguida supieron que era alemán, y los que le trataron le describen como un hombre educado y de buen aspecto, aunque muy dado a la soledad. Instalado en el espigón, se apañó con una pequeña casa allí mismo. Hombre parco, andaba generalmente semidesnudo. Gustaba de nadar y, cuando el mar no estaba revuelto, se daba largos baños recorriendo la costa. Se hizo famoso como «el alemán de Camelle» o, como «el artista de Camelle», porque hacía instalaciones artísticas apilando en columnas piedras que cogía de las orillas, a veces pintándolas de blanco. Supongo que vivía de la beneficiencia y de la caridad de los vecinos. No sabría definirle si como un hippy, un anacoreta, o alguien que quería, sencillamente, vivir tranquilo. O todo junto.
 
De él sabemos que nació en 1.936 en Alemania, en una familia de siete hermanos. Que estudió arte en Italia, y que él mismo impartió clases de arte en Suiza. Que se llamaba Manfred Gnädiger, aunque todo el mundo le conocía como Man. Que era un gran amante de la naturaleza, y que la desgracia del chapapote, que ensució sus amadas costas e incluso parte de su casa le hundió en tal depresión que murió precisamente el Día de Los Inocentes, el 28 de Diciembre del 2.002. Como dicen los de Camelle: morreu de pena, mientras que nosotros, sin saberlo, ese mismo día seguíamos en Avilés limpiando y cuidando a las otras víctimas. La desgracia le siguió después de muerto. Un temporal en el 2.010 destrozó lo que el vandalismo había respetado, arrasando lo poco que todavía quedaba de su obra.