
El actor Boris Karloff en una escena de Frankenstein, rodada en 1931, a la que seguiría una larga saga (El hijo de Frankenstein o La novia de Frankenstein, entre otros). Karloff, seudónimo del actor británico William H. Pratt, fue famoso en su momento por estos y otros papeles (como La momia) en películas de terror. En la vida real y pese a su cara un tanto siniestra, al parecer, fue una bellísima persona.
INTRODUCCIÓN. Un recuerdo para Frankenstein y el Gólem -Frankenstein -El Gólem FANTASMAS -supersticiones -viajes al más allá -la oui-ja o cómo convocar a los fantasmas -cómo defenderse de los fantasmas -la ciencia y los fantasmas -clasificación de los fantasmas -¿existen realmente los fantasmas?. Las psicofonías VAMPIROS -los orígenes del mito -características -cómo reconocer y destruir un vampiro -cómo protegerse de los vampiros -personajes históricos relacionados con el vampirismo: Elisabeth Báthory, Gilles de Rais y Vlad Tepes -Erzsébet Báthory, la Condesa Sangrienta -Gilles de Rais -Vlad III ZOMBIS -Haití: un país con una historia desgraciada –cómo se fabrica un zombi? -el alma dual: las dos almas
INTRODUCCIÓN. Un recuerdo para Frankenstein y el Gólem
A lo largo de la historia de la humanidad, la creencia en muertos vivientes siempre ha estado ahí. El miedo al retorno de los fallecidos provocó que, desde el Paleolítico, los enterramientos se realizasen a menudo cubiertos con grandes piedras e incluso con los cadáveres atados con fuertes ligaduras, «por si acaso» se les ocurría salir y molestar a los vivos…
Enterramiento en posición fetal y atado (se pueden observar todavía las ligaduras en los pies) del yacimiento neolítico de Begues, cerca de Barcelona. 6500 a.C.
Desde el más primitivo animismo se otorgaba vida a todo aquello dotado de movimiento y evolución, así como a las fuerzas de la naturaleza: el aire, el agua, el fuego, la vegetación o los astros. Muchas de estas categorías pueden formar criaturas mixtas personificándose y recibiendo nombres como los ángeles, duendes, demonios, genios, elfos o hadas, abundantes en cada cultura. Pero para la mentalidad moderna es más fácil creer en fantasmas que en otro tipo de criaturas, más extendidas en el mundo politeísta antiguo, como veremos más tarde. Pero, antes, dos «muertos vivientes» de ficción: Frankenstein y el Gólem.
-Frankenstein:
El 11 de Marzo de 1818 se publicó en Inglaterra un libro que se haría famoso, llamado Frankenstein o el Moderno Prometeo, de la escritora Mary Shelley. Todo surgió durante aquel extraño «verano boreal» de 1816, al que también se conoció como «el año sin verano», durante el que el hemisferio norte soportó un largo y frío invierno, que más tarde llamarían «volcánico». Nadie en Europa podía saberlo en aquel momento, pero el causante fue un desconocido volcán en la lejana Indonesia: el volcán Tambora.
El Tambora reventó en 1815, causando en las zonas aledañas unos 60.000 muertos, en parte debido a los tsunamis, pero sobre todo a consecuencia del hambre que desató la devastación. Sólo detallar que la fuerza de la explosión alcanzó el grado 7 de magnitud, según el Índice de Explosividad Volcánica (VEI). Años más tarde, en 1883 y por la misma región volcánica, entre las islas de Java y Sumatra, haría explosión otro volcán que, éste sí, fue más famoso: el Krakatoa, aunque en este caso «sólo» produjo 36.400 víctimas, debidas en su mayor parte a los tsunamis…La explosión del Tambora produjo anomalías climáticas globales. Los efectos en Europa y América del Norte se dejaron notar en bajísimas temperaturas durante aquel «año volcánico», lo que a su vez se reflejó en pérdida de cosechas y muerte del ganado, con la consecuencia de la peor hambruna del siglo XIX.
Pero volvamos a Mary Shelley y su Frankenstein. Aquel verano de 1816 Mary y su marido, el poeta Shelley, hicieron una visita a su amigo Lord Byron que por aquel entonces residía en Villa Diodati, a las orillas del lago Leman, en Suiza, junto a su médico y amigo John Polidori. Una noche se dedicaron a leer una antología alemana de tenebrosas historias de miedo. Lord Byron desafió al matrimonio Shelley y a Polidori para componer una historia de terror.
Y aprovechando el mal tiempo que les impedía hacer excursiones, Polidori compuso su Vampiro mientras que Mary Shelley compuso su Frankenstein, sentando ambos las bases para el género de las novelas de terror y que tantas versiones han generado, tanto en la novela como posteriormente en el cine…Por su parte Lord Byron tampoco desaprovechó la ocasión y compuso su poema Oscuridad en el que, como si hubiese podido adivinar los tenebrosos y nublados cielos sobre el volcán Tambora comenzaba:
…Tuve un sueño, que no era del todo un sueño. El brillante sol se apagaba…
El argumento de Frankenstein es bastante conocido y no creo que haga falta recordároslo, pero en esencia es la resurrección por medio de la electricidad de un cadáver. En aquellos tiempos, comienzos del siglo XIX, estaba comenzando a desarrollarse la era Industrial. Aunque hoy día forme parte de nuestra vida cotidiana y estemos totalmente familiarizados con ella, uno de los descubrimientos más llamativos fue el de la electricidad, y multitud de científicos «serios», mas otros menos «serios» como alquimistas, adivinadores o sencillamente charlatanes, experimentaban en público y en privado, ante un público atónito.
Mary Shelley pudo inspirarse en parte en los experimentos de un tal Andrew Crosse, científico «amateur», al que tuvo la oportunidad de conocer personalmente en una de sus conferencias. Crosse presumía de que podía reavivar cadáveres mediante la electricidad, por un efecto que él llamaba «electro-cristalización». En su mansión de Fyne Court, tenía un laboratorio con grandes pilas voltaicas y electrogeneradores. Estaba obsesionado con «capturar» la energía de los rayos.
Crosse mantuvo que consiguió generar de la nada pequeñas criaturas, tales como diminutos ácaros, aunque sus detractores sostenían que realmente crecían a partir de los huevecillos sobre materia orgánica donde aplicaba sus «chispas». Crosse fue muy debatido por propios y extraños, y en una sociedad tan puritana, tan dada al escándalo como la británica, el poderoso clero anglicano llegó a acusarle de estar endemoniado, hasta el extremo de exorcizarle. A tal punto le hicieron la vida imposible que acabó, alejado de todos y amargado, falleciendo en su mansión de Fyne Court .
–El Gólem:

Ilustración de Mikolás Ales, de 1899, con la imagen del Maharal de Praga creando al gólem.
El gólem es un ser animado hecho con barro, en un paralelo mitológico con la misma forma en que Adán fuese creado. En hebreo «gólem» significa sencillamente «materia», sin más, aunque posteriormente se le comenzó a representar como un coloso de piedra, para aumentar su sensación de fuerza.
El gólem es una personificación creada en el folklore medieval centroeuropeo, y en concreto por la mitología judía, de un ser protector contra las frecuentes y periódicas persecuciones que sufrían los hebreos en sus barrios. Todos tenemos presente el Holocausto sufrido por los judíos bajo el nazismo, por lo reciente y lo publicitado, pero los judíos han sido siempre «cabeza de turco», víctimas propiciatorias durante toda la Edad Media -y hasta la actualidad, de una forma u otra- en toda Europa, acusados por el resto de la población de toda una serie de «pecados», lo que conducía a asesinatos y vandalismos, desde los «progroms» que destruían sus aldeas en la Europa del Este hasta violencia y saqueos en la España medieval, instigados por curas bastante integristas que azuzaban con sus prédicas a las masas.
El caso más sangriento en España seguramente fue el que se desató en 1391, por las furibundas prédicas de Ferrán Martínez, el arcediano de Écija, que sólo en Sevilla fue el causante de la muerte de unos cuatro mil judíos a manos de los que se conoció como «matadores de judíos», aunque desde Sevilla se extendió a casi toda la península. Pese a la protección concedida, temporalmente, por algunos reyes europeos que sabían de la capacidad de los judíos para extender el comercio y por tanto acrecentar la riqueza de sus reinos, el miedo y la inseguridad estaban asegurados siempre. Sólo era cuestión de tiempo que se volviesen a desatar las persecuciones, los saqueos y las matanzas.
El retrato folclórico más famoso del gólem involucra al famoso rabino Judah Loew ben Bezalel, conocido como el Maharal de Praga, un conocido rabino del siglo XVI. Se atribuye al Maharal haber creado al gólem para defender el ghetto de Praga de ataques antisemitas, aunque anteriormente ya hubiese sido creado en varias ocasiones y por diversos rabinos ilustres a lo largo de toda la Edad Media. Uno de los «trucos» para hacerle funcionar era grabar sobre el barro de su frente la palabra hebrea EMET (=verdad), y para ponerle en marcha, introducir un papel con una orden en su boca.
La existencia del gólem presentaba ventajas y desventajas. El gólem es muy fuerte, pero no es inteligente y, según sostiene la leyenda, el gólem era incapaz de hablar. Si se le ordena llevar a cabo una tarea la hará de modo sistemático, sin cuestionarse nada, como una máquina. Pero hubo ocasiones en que, llevado por su fuerza inconsciente, llegaba al extremo de asesinar personas (al igual que el mito de Frankenstein). La solución en ese caso era borrar la primera letra escrita en su frente: la E, equivalente a «aleph», la primera letra del alfabeto hebreo, con lo que la palabra quedaba reducida a MET (=muerte, en hebreo), con lo que el gólem se desactivaba.
Según una leyenda checa, los restos del gólem están aún guardados en un ataúd, en el ático del Altneuschul de Praga, la «sinagoga Vieja-Nueva», donde se supone que el Maharal de Praga lo creó. Según la misma leyenda, el gólem podría ser reanimado de nuevo si la comunidad judía así lo necesitase…aunque, me atrevo a preguntar: ¿a nadie se le ocurrió despertarlo cuando los nazis invadieron Checoslovaquia?…

Espectro de Okiku, según Yoshitoshi Tsukioka. La historia de fantasmas Bancho Sarayashiki donde aparece Okiku es una de las más famosas del folklore Edo japonés.
–supersticiones
La ciencia considera el creer en fantasmas como un tipo de superstición muy asentado en la psicología del ser humano, porque se alimenta de la necesidad de vida eterna, como la religión, y sublima una muerte aborrecible e inaceptable por medio del acto apotropaico (del griego apotrépein = alejarse) de creer que la conciencia pervive más allá del fin de la vida. Estudios recientes indican que muchos occidentales creen en fantasmas. En sociedades modernas donde la religión tiene mucho predicamento, como por ejemplo en los Estados Unidos, una encuesta demostró que el 32% de sus habitantes creen en fantasmas y en la vida después de la muerte, siempre en forma paralela a la religión, lo que ha creado y se traduce en un sistema de estructuras económico-culturales de creencias. Afortunadamente no todo el mundo cree en fantasmas.
El padre Feijoo, un escéptico racionalista impulsor de muchas reformas en la España del siglo XVIII ya dijo, con su habitual tono socarrón (le salía la vena gallega)….no hay fantasma ni espectro que no desaparezca al conjuro de una buena tranca…
Pese a mentes tan claras como la de Feijoo, en el siglo XIX la creencia en fantasmas resurgió poderosamente merced a la tendencia irracionalista del Romanticismo, con el desarrollo de disciplinas como el Espiritismo, la Teosofía o pseudociencias como la Parapsicología, con un público siempre ávido de «nuevas» experiencias, fuera de lo corriente. Como fuente inevitable de curiosidad, la creencia en fantasmas es un tema que ha generado un enorme negocio editorial, teatral, cinematográfico, radiofónico, televisivo y periodístico, dado que se viste habitualmente como una leyenda urbana, lo que llega a suponer una atracción turística para determinados espacios históricos.
Todo ésto conduce a la aparición de distintos grados de fraude, de negocio o de ambos mezclados y, por consiguiente y como si de una cerrada secta religiosa se tratase, el rechazo interesado a toda explicación puramente racional y científica. Nada vende más que el miedo, el ambiente morboso o el lenguaje retorcido que lo rodea. Ante toda esta corte de programas televisivos como «Cuarto Milenio» de Iker Jiménez, «La Puerta del Misterio» de Jiménez del Oso, o escritores como el suizo Erich von Däniken (El oro de los dioses, Recuerdos del Futuro, etc), a nuestro amigo el padre Feijoo le hubiesen dado ganas de sacar…una buena tranca…
-viajes al más allá
La creencia en fantasmas se testimonia desde los primeros textos escritos sumerios y egipcios. Así, el fantasma de Enkidú se aparece al héroe sumerio Gilgamesh según se nos narra en la conocida como Epopeya de Gilgamesh, largo poema del año 1600 a.C., descubierto sobre tablillas de arcilla con la escritura cuneiforme. En la Odisea de Homero y en la Eneida de Virgilio se describen los viajes de ultratumba, las llamadas nekyias = el viaje al Hades, a los infiernos, al más allá…Así, Gilgamesh baja a los infiernos en busca de la inmortalidad, mientras que Orfeo lo hace para liberar a Eurídice o Heracles para vencer en uno de sus Doce Trabajos al Cancerbero, el monstruoso can de tres cabezas guardían del infierno.

Eneas escapando de Troya,de Pompeo Batoni Girolamo (1750). Eneas carga con su moribundo padre, Anquises, seguido de su hijo Ascanio
En la Eneida de Virgilio, Eneas baja al inframundo para hablar con el espíritu de su padre, Anquises, con el que ha cargado (Anquises quedó paralítico castigado por los dioses) y junto al que ha podido escapar de una Troya ardiendo, definitivamente vencida por los griegos, aunque su padre al final muera en la huída. Pero Eneas necesita saber cómo realizar su nekyia, su bajada a los infiernos, y consulta a la afamada sibila de Cumas, un lugar ya famoso siglos atrás por sus profecías, muy próximo a lo que aún no existe pero donde siglos después se fundará Neápolis (=la «ciudad nueva», la futura Nápoles).
La sibila decide ayudarle:
…la Sibila entró en esta espantosa abertura, y Eneas la siguió con paso firme…
En la Eneida el protagonista describe el ambiente de tan lúgubre lugar repleto de espíritus que se lamentan, y hasta las turbias aguas del Aqueronte…lleno del barro del Estigio y la arena del Cocito…Sus esfuerzos tienen éxito, pues Eneas consigue hablar con su difunto padre que le vaticina que será el fundador de Roma…
En el canto X de la Odisea Ulises no desciende al mundo de ultratumba, sino que desde una roca junto al nacimiento del río Aqueronte, convoca a las sombras sutiles de los muertos con el fin de consultar particularmente al alma del adivino Tiresias para saber, en su desesperación y en su nostalgia, cómo regresar a Ítaca, aunque ya de paso aproveche para hablar con las almas de los héroes griegos muertos, algunos de los cuales han luchado junto a él en Troya.
Nostalgia…El 22 de Junio de 1688 un jovencísimo médico suizo de 19 años, Johannes Hofer, presentó su tesis preliminar en la Universidad de Basilea: Dissertatio Medica de Nostalgia, oder Heimweh. Hofer utilizó por primera vez este neologismo: «nostalgia», que muy rápidamente se haría popular, uniendo dos palabras del griego clásico: nostós (el regreso) y álgos (el dolor)…el dolor por el regreso, al comprobar cómo los soldados suizos en batalla padecían alteraciones del sueño, crisis de miedo y de llanto o recuerdos obsesivos que se esfumaban en cuanto volvían a casa…aunque ya Homero muchos siglos antes había descrito ese dolor por volver a casa en su héroe, Ulises, y que en el relato X de la Odisea le impulsa a visitar el río Aqueronte.

Odiseo consulta al adivino Tiresias, del pintor suizo Heinrich Füssli. En la Graphische Sammlung der Albertina, en Viena. Füssli, el autor, fue novio en su juventud de Mary Wollstonecraft, escritora y pionera del feminismo. Esta Mary sería, más adelante, la madre de otra Mary: Mary Shelley, la autora de Frankenstein
Esta creencia persistió en la Grecia clásica: al noroeste de Grecia, en la región de Epiro, se localizó un lugar arqueológico sobre una colina y junto a un lago, hoy desecado, desde la que se puede observar el río Aqueronte. El Aqueronte (del griego antiguo Achéron = el río del dolor) fluye todavía, oscuro y estrechamente encajonado entre altos paredones de caliza. El yacimiento arqueológico antes mencionado, en su momento templo de la nigromancia, se conoció en su día como el Nekromanteion, que podemos traducir como el «oráculo de los muertos».
Este mismo río es el que se suponía debían atravesar las almas de los muertos en una barca conducida por el barquero Caronte, previo pago de un óbolo, una moneda que los deudos introducían en la boca del difunto para que el barquero les llevase a la otra orilla y pudiesen tener descanso, costumbre que los romanos adoptaron. Otra costumbre «protectora» romana fue la de esparcir un puñado de tierra sobre el cadáver por que si no, pensaban, el alma del difunto erraría por toda la eternidad en la ribera de la laguna Estigia, uno de los brazos del río Aqueronte.
Incluso el descenso de Jesús a los infiernos descrito por la tradición cristiana, podría considerarse una nekyia de Cristo. Este descenso, durante los tres días que transcurren entre su muerte en la cruz hasta la resurrección es un concepto cristiano fundamentado en el discurso del apóstol Pedro, en los Hechos de los Apóstoles (2, 27), o el que se nos cuenta en la oración del Credo (en latín = «yo creo»), declaración de fe cristiana:
…padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos…(el subrayado es mío).

La anástasis de Cristo, resucitando a los hombres justos. Mosaico bizantino de Osios Loukás, siglo XI
En la cristiandad oriental, bajo la influencia helénica (el latín se adueñaría del idioma de la Iglesia años más tarde), el hecho de la nekyia cristiana recibe el nombre de anástasis, transliteración griega de la palabra «resurrección», aunque literalmente significaría «acción de levantar, o ponerse en pie». Santo Tomás de Aquino argumentó extensamente sobre la bajada de Cristo a los infiernos en su Summa Theologiae, comentando las opiniones previas de San Agustín de Hipona y San Gregorio Magno, distinguiendo los dos conceptos (evitando confusiones) de lo que sería el «infierno de los condenados» y del «seno de Abraham». La nekyia de Cristo iba dirigida más a este último, donde reposan los justos, a los que Jesús quiere dirigirse.
La expresión griega utilizada en los Hechos es «katelthonta eis ta katotata»…que se tradujo al latín como «descendit ad inferos». En ambos idiomas, tanto «ta katotata» como «inferos» puede traducirse como «lo que está debajo». Pero además del comentario que encontramos en los Hechos de los Apóstoles, podemos hallar otras menciones a la nekyia cristiana en otros dos textos, en este caso apócrifos.
Los evangelios Apócrifos (del griego: apo=lejos, y cripos, o criptos=oculto, o sea, los «ocultados lejos») fueron utilizados en los dos-tres primeros siglos del cristianismo y citados incluso por Padres de la Iglesia, pero a raiz del Concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino el Grande en el año 325, fueron declarados heréticos y por tanto prohibidos, manteniéndose sólo los Evangelios Canónicos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Aunque los expertos en la Biblia consideran por unanimidad que varios de los Apócrifos (hay más de 60) fueron redactados incluso con anterioridad a los Canónicos.
El Evangelio Apócrifo de Pedro estuvo perdido, aunque en 1887 se recuperó un ejemplar íntegro hallado en la tumba de un monje, en Akhmín, la antigua Panópolis, en Egipto. El original estuvo originalmente redactado en hebreo, pero la copia ya estaba traducida al griego, cuya redacción se calcula entre los siglos VIII-IX. La cita de la nekyia cristiana es breve, una pequeña mención en los versículos 41-42.
Una cita más extensa la encontramos en otro apócrifo, en este caso el Evangelio Apócrifo de Nicodemo, también conocido como las Actas de Pilatos, uno de los más precoces, datado según los expertos en el siglo II (se calcula entre los años 130-150 d.C.). El Apócrifo de Nicodemo está dividido en dos partes. En la segunda, titulado precisamente Descenso a los infiernos, se nos cuenta que, ante la llegada de Cristo:
…el príncipe del tártaro, la muerte y todas las legiones infernales sobrecogiéronse de espanto: «¿Quién eres tú?», gritaban a Jesús. Entonces el Rey de la Gloria aplastó a la muerte bajo sus pies, majestuosamente, y apoderándose de Satán, despojó al infierno de todo su poder…(Apócrifo de Nicodemo, XXIII, 1-4)
El objetivo, el esfuerzo de todas las nekyias era conseguir un propósito. En el caso de la nekyia cristiana el propósito de Cristo es llevar un mensaje de esperanza a las almas de los justos que, hasta aquel momento, siguen condenados en el infierno. Es a partir de la muerte en la cruz cuando Jesús consigue resucitar para llevar al Paraiso a estos «fantasmas» de hombres buenos:
…se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron…(Mateo, 27, 52-53).
Por no extenderme, en el Canto Tercero (correspondiente al Infierno) de la Divina Comedia de Dante él mismo nos cuenta por boca de Virgilio, su guía, su particular descenso a los infiernos en cuya entrada, en un gran cartel los desgraciados que entran pueden leer…
…lasciate ogni speranza, voi ch’entrate…»los que aquí entráis, dejad atrás toda esperanza»…
-la «oui-ja» o cómo convocar a los fantasmas

Tablero de oui-ja del siglo XIX
Pero sin el esfuerzo de tener que realizar una nekyia, una bajada a los mundos de ultratumba, para muchos creyentes en fantasmas existe una posibilidad más cómoda para contactar con ellos que podemos realizar desde casa, utilizando la oui-ja, la uija, o la güija (esta última según la grafía recomendada por la Real Academia de la Lengua), como prefiráis. Este «palabro» se formó uniendo «oui» (= sí, en francés) y «ja» (=sí, en alemán). Creo que casi todo el mundo lo conoce, pero en esencia consiste en un tablero de madera donde hay pintados un alfabeto, de la A a la Z, un «SI» y un «NO» y números: del 1 al Cero. Y sobre el tablero un puntero o, más comunmente, un vaso vacío invertido sobre el que se apoyarán las yemas de los dedos índices de los asistentes a las sesiones.
La oui-ja comenzó a extenderse allá por el siglo XIX en círculos espiritistas, en los Estados Unidos. Incluso llegó a patentarse el 28 de Mayo de 1890 por un tal Elijah J. Bond, con el número de registro 446.054, por cierto. La patente no se hizo como «objeto adivinatorio» sino como «juguete», sin más…supongo que los trámites serían más sencillos, sin riesgo de susceptibilidades por parte de los funcionarios…
Pero la oui-ja patentada funcionó, y funcionó muy bien…a nivel económico, me refiero. De hecho ha ido pasando por varias manos, hasta que en la actualidad su patente está en poder de la multinacional HASBRO, que comercializa exitosos juegos de mesa como el Monopoly y otros. Aunque para darle más «caché», más antigüedad, sus creadores le atribuyeron un origen lejano y misterioso que podía llegar hasta el antiguo Egipto…ya se sabe, es como los anticuarios: cuánto más viejo más valor tiene…Pero de hecho la oui-ja tiene muchas similitudes con la «zairagia», un antiguo sistema de adivinación árabe en el que se combinan las letras con los signos astrológicos y con números.
En esencia, el tablero oui-ja tiene como objetivo el contacto de las personas asistentes con espíritus o «almas en pena» de fallecidos, aunque rizando el rizo los partidarios de esta práctica dicen que se puede contactar incluso con extraterrestres…fe, ya se sabe, es creer en lo indemostrable…Pero no todo el mundo tiene esta fe, la proverbial e indestructible fe del carbonero, y pronto surgieron espíritus racionales que cuestionaron, científicamente, la inconsistencia de la oui-ja. Creo que hasta el bueno del padre Feijoo hubiese sacado su opinión…o su igual de proverbial «tranca»…
Hace pocos años en la productora National Geographic hicieron un experimento supervisado por el experto en fenómenos paranormales Mark Edward. En él, y en una primera parte, Mark hizo una sencilla pregunta a los asistentes que, con el dedo sobre el vaso, respondieron a la cuestión sin ningún problema. Pero los problemas surgieron cuando Mark vendó los ojos a los allí congregados, que ya no dieron ni una… Algo muy parecido a lo que años antes hizo un tal Larry Bayou (no he conseguido saber ni dónde ni cuándo), con una experiencia similar que lleva su nombre: en él los participantes no podían ver las letras que señalaban ni se formó una sóla palabra coherente. Ésto demostraría que son los participantes quienes realmente crean las palabras, incluso de manera inconsciente, y que por lo tanto necesitan ver el tablero dándole validez. En otras pruebas posteriores se ha demostrado que las «respuestas» de los asistentes, son respuestas que, al menos, uno de los presentes conoce aunque, insisto, a veces sea de manera inconsciente.
La Iglesia oficial, por otra parte, también tiene su opinión en la que, como es lógico, barre para casa defendiendo su postura ortodoxa y condena a esta «religión no oficial» (como suele pasar, por otra parte, con sectas y demás «desviaciones»). Según la Iglesia, jugar a la oui-ja equivale a dar paso a entidades sobrenaturales del más allá, lo que podría causar daño a los participantes… En el Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 2116 y refiriéndose a la oui-ja se nos dice:
…encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos…
Ya en 1852, anterior por tanto en 38 años a que patentasen oficialmente la oui-ja, el naturalista y fisiólogo inglés William Carpenter utilizó por primera vez el término «efecto ideomotor», para definir un efecto psicológico por el que un sujeto realiza movimientos inconscientemente, de manera automática. Erróneamente se les atribuye a alguna fuerza paranormal o sobrenatural. Este efecto se puede atribuir a fenómenos supuestamente inexplicados como la kinesiología aplicada, la psicografía, la radioestesia o la oui-ja. El autoengaño que genera es extremadamente poderoso, al punto que muchos sujetos no pueden ser convencidos de que los desplazamientos se originan en sus mentes.
Yo puedo contar que en mi juventud participé en alguna sesión de oui-ja, más por juego que por otra cosa, y sin mayor trascendencia. Otros me han contado que en sus sesiones de oui-.ja llegaban a volar los libros por los aires, que salían disparados de las estanterías…El griego Heródoto, considerado el padre de la historia, expuso en su obra Historias (valga la redundancia) justificando sus fuentes, relativas a sus muchos viajes, que él respondía directamente de lo que había visto personalmente. Si se lo habían contado personas fiables, también respondía. Pero si lo había oído de desconocidos él lo podía contar, pero sin garantizar nada. Creo que los que me contaron semejantes prodigios pertenecían a esta última categoría…
-cómo defenderse contra los fantasmas
Pero como sigue habiendo mucha gente que cree en fantasmas, de ahí surge la necesidad de protegerse ante ellos. Según los creyentes, los fantasmas suelen manifestarse a los vivos en sueños, reclamando atención, pero también en casas encantadas o en lugares donde murieron (generalmente asesinados) sin haber podido recibir las honras fúnebres acostumbradas, lo que les impide «descansar en paz», causa de que se les llame «almas en pena». No es cosa de ahora: en las nekyias descritas en la Odisea o en la Eneida, tanto Homero como Virgilio describen las multitudes de «almas en pena» que rondan el río Aqueronte, rogándole al barquero que les cruce el río, almas de hombres, mujeres y niños, que por muy diversas causas no pudieron ser debidamente enterrados y, por tanto, vagan lamentándose
sin poder «descansar en paz». Caronte, no obstante y pese a su aspecto siniestro, tras un limbo de cien o mil años, se apiada de aquellas «almas en pena» y acaba por cruzarles de orilla.

Grabado de Gustavo Doré: Dante en la barca de Caronte, donde podemos observar al remero y, en medio, al Dante (al fondo) y a Virgilio (delante) observando a las almas de los condenados que intentan alcanzar la barca
En todas las religiones, tanto las muy primitivas de los cazadores-recolectores como las más elaboradas (Egipto, Asiria, Grecia, Roma o el propio cristianismo), se han buscado formas que «mantengan a raya» a los fantasmas, lo que se conoce como «apotropaico», del griego clásico apotrépein = alejarse. Bajo el término de «apotropaico» se engloba un mecanismo de defensa mágico o sobrenatural, en forma de actos, rituales, objetos o frases formularias (rezos, responsos) con el fin de alejar el mal y los malos espíritus. Lo «apotropaico», por tanto, se relaciona con la necesidad psicológica de hallar cierta seguridad ante lo incierto y desconocido, siempre relacionado con lo peligroso.
Desde la antigüedad clásica, tanto egipcios, griegos como romanos buscaron la manera de no ser acosados por estos fantasmas en los que creían ciegamente. No es sólo que fuesen supersticiosos, que lo eran. Es que el mundo antiguo se regía por unos aspectos que, incluso hoy día a nosotros como luego explicaré, les asustaban mucho. Así, los antiguos egipcios solían ceñirse al cuello unas bandas de marfil adornadas con dibujos de deidades solares protectoras y que encontramos más, asociadas a seres humanos más frágiles, como las mujeres embarazadas o los niños pequeños.
Los griegos solían pintar en sus escudos imágenes terribles como la cabeza de la Medusa, con el propósito de infundir miedo a sus enemigos. Pero es entre los romanos donde más respeto despertaron los fantasmas. Así, cortaban la mano de los suicidas, enterrándolas aparte para impedir que, si retornaban, las utilizasen contra los vivos. Y aparte de su complejo panteón, heredado de los griegos, con su mezcla de Júpiter, Mercurio, Apolo y demás figuras, hubo otro panteón de semidioses y fantasmas que regían su vida familiar y su calendario.
Los más conocidos de los fantasmas/dioses familiares romanos estaban constituídos por los manes, lares, larvas y lemures, aunque hubo más. Larvas y lemures, no siempre distinguibles con facilidad, eran los fantasmas de los muertos, almas de hombres malvados que vagan errantes y atormentan a los vivos…espectros infernales y maléficos, con forma de esqueletos siniestros que torturaban a los condenados al infierno, y a los que había que calmar con ofrendas de comida (especialmente habas) para que no molestasen a los vivos. El romano Mecenas nos cuenta…
…a la búsqueda de comida y bebida se aparecen en nuestras casas y durante toda la muerte esperan…
Por contra los manes eran los «fantasmas buenos», los muertos de la familia, a los que a veces se divinizó, conservando las familias ilustres en el hogar bustos que los representaban. Los lares, también llamados los lares penates, eran también los espíritus de los antepasados, pero junto con los manes eran personificaciones benéficas, protectores del hogar, a los que se dedicaban pequeños altarcitos, una suerte de capilla cerca de la cocina o en la despensa, siempre con una lamparita encendida.
Solían dedicarle una pequeña oración por la mañana, y era costumbre que el pater familias, justo antes de la comida familiar, les ofreciese una primicia de los alimentos, en forma de sal y de harina. Es una costumbre que me han contado amigos coreanos y que se hace en la actualidad: disponer en la mesa un plato extra con algo de comida para los antepasados…Al cabo de una media hora (los antepasados generalmente no van a aparecer) ya pueden comer los demás miembros de la familia, tranquilos tras haber presentado sus respetos a los ausentes…
Pero lo «apotropaico» no desapareció con el mundo clásico. Muchas costumbres actuales, tales como «tocar madera», cruzar los dedos, hacer brindis (las «queimadas» en los «conxuros» gallegos), hacer la «higa» (figura de mano cerrada con el pulgar asomando entre los dedos índice y corazón), la pata de conejo, el trébol de cuatro hojas, la mano de Fátima entre los musulmanes, el «nazar» (figura de ojo pintados en la proa de las barcas griegas y turcas), e incluso símbolos cristianos como cruces y medallas que luego contaré como protección contra los vampiros, son una pequeña muestra de todas esas cosas protectoras ante fantasmas o, lo que viene a ser lo mismo, el «mal de ojo». Recuerdo en viajes por el África negra cómo muchos niños pequeñitos llevaban un collar con una concha de caurí al cuello. Al preguntar a las madres la respuesta era la misma: para protegerles contra el «mal de ojo».
Muchos ilustrados como el padre Feijoo criticaron estas prácticas. No me resisto a mencionar, aunque sólo sea por su largo título, la obra de otro ilustrado, el doctor Gaspar Navarro que publicase en 1631 en Huesca el editor Pedro Blusón:
…Tribunal de superstición ladina, explorador del saber, astucia y poder del demonio: en que se condena lo que suele correr por bueno en hechizos, agüeros, ensalmos, vanos saludadores, maleficios, conjuros, arte notoria, cabalista y paulina y semejantes acciones vulgares…
-la ciencia y los fantasmas
Se ha intentado estudiar técnicamente la existencia o la presencia de los fantasmas mediante explicaciones, más o menos científicas sobre fenómenos tales como las alucinaciones, algunos tipos de esquizofrenia, determinados tipos de epilepsia o el uso de drogas y sustancias psicotrópicas. Algunos científicos «algo» mas serios como el físico Roger Penrose formularon la posibilidad de estos fenómenos mediante la transmisión nerviosa, mediante corrientes cuánticas a nivel subatómico que pueden ser amplificadas mediante los microtúbulos existentes en las neuronas…¡tal cual, a ver quién se lo discute!…
Pero de una forma más racional, más seria, se han planteado otras hipótesis. En el año 2003 el psicólogo británico Richard Wiseman y sus colaboradores investigaron casas encantadas con sujetos bajo condiciones controladas, y concluyeron que la reputación de esos lugares juega un papel relevante en la producción de las experiencias, y la existencia de ciertos tipos de campos electromagnéticos podía influir sobre algunas variables psicológicas, como también el paso de estancias bien iluminadas a otras oscuras puede provocar percepciones habituales en situaciones de privación sensorial.
El ojo humano está formando por humor vítreo que, como tal, puede ser sensible a las ondas del infrasonido, sonido éste que no podemos «oir» de forma consciente. Este líquido ocular con la vibración producida por los infrasonidos puede generar imágenes falsas. El ser humano puede oir sonidos entre 20 y 20.000 herzios (Hz). Los sonidos de menos de 20 Hz se denominan infrasonidos y pueden atravesar partes sólidas. Así, en 1998 Vic Tandy, de la Universidad de Coventry, en Inglaterra, explicó cómo los infrasonidos podrían producir la impresión concreta de «sitios embrujados», demostrando que los infrasonidos al resonar, provocaban una percepción de movimientos a los costados del campo visual, considerados por algunos como «fantasmas».
Victor Tandy fue profesor de tecnología de la información e ingeniero en Coventry pero comenzó a trabajar sobre todo con infrasonidos a raiz de que un día, a comienzos de los años 80, estando en su laboratorio notó, según él mismo cuenta…
…estaba sudando pero tenía frío y la sensación de depresión era notable, pero también había algo más. Era como si algo estuviese en la habitación conmigo…
Tandy afirmó haber visto surgir un «espíritu» en su visión periférica, pero cuando se volvió para a mirar a la figura directamente, desapareció. Al día siguiente, en el laboratorio, comprobó que su florete de esgrima vibraba incluso estando sujeto en su soporte. Cualquier otro se hubiese sentido «acojonado» con semejantes experiencias, pero puedo imaginarme a Tandy como lo que era, una personalidad científica y curiosa en la mente de un ingeniero. La experimentación posterior mostró que el infrasonido causante de estas anomalías, presente en el laboratorio, estaba en su punto más alto junto al escritorio de Tandy, justo donde había percibido al «fantasma». Se descubrió que el infrasonido provenía de un extractor recién instalado….
Continuando con sus investigaciones comprobó que este infrasonido, al que midió una frecuencia de 19 Hz, producía una gama de efectos fisiológicos, incluídos sentimientos de miedo y temblores. Con una reputación de «experto» con la relación entre infrasonidos y fenómenos fantasmales, en el año 2001 se le solicitó que investigara la bodega del Centro de Información Turística de Coventry donde, según testigos, habían observado apariciones espectrales. Y en el 2004 formó parte de un grupo de investigación que buscaba actividad paranormal en el un tanto lóbrego y muy añoso castillo de Warwick, edificado en 1068 por Guillermo el Conquistador. Murió joven, a los 50 años, pero su indudable prestigio le condujo a ser miembro de la también añosa Sociedad para la Investigación Psíquica (fundada en 1882) y de la Sociedad Mágica de Leamington y Warwick.
-clasificación de los fantasmas
Antes de los experimentos de Vic Tandy sobre los efectos de los infrasonidos con relación a las apariciones, en 1943 se publicó un libro que llegó a ser un clásico sobre el tema: Apparitions, de George N. M. Tyrrell. El curriculum de Tyrrell también era impresionante: fue matemático, físico, ingeniero y parapsicólogo. Miembro, como sería Vic Tandy, de la Sociedad para la Investigación Psíquica, de la que llegó a ser presidente.
Tyrrell intentó fusionar el campo de estudio de lo sobrenatural en una teoría psicológica, rechazando la idea de que un fantasma fuera la entidad sobrenatural de una persona fallecida, y en su lugar aceptaba que se trataba de la alucinación de la mente subconsciente de una persona, para explicar las alucinaciones colectivas, proponiéndolo como un mecanismo telepático. Ponía de ejemplo el caso de las sesiones oui-ja, en la que se comprobó que al menos uno de los asistentes conocía las respuestas.
Un colaborador suyo dijo que para Tyrrell
…los fantasmas eran entes «subjetivos» y «telepáticos» y que existían en regiones de la personalidad humana que estaban fuera de la conciencia normal…
Tyrrell obviamente no conoció los experimentos posteriores sobre los infrasonidos de Tandy. En su libro Apariciones acuñó el término «experiencia fuera del cuerpo», y merced a esa «subjetividad» y «telepatía» Tyrrell identificó cuatro grupos sobre la base de la conducta adoptada por los presuntos espíritus:
-apariciones que frecuentan habitualmente un lugar determinado: generalmente no suscitan miedo, son inofensivos y a veces son tratados como un miembro más de la familia.
-apariciones post-mortem: parecen ser como despedidas, y tienen lugar muy poco después del fallecimiento de la persona reaparecida.
-apariciones en casos críticos: el aparecido es alguien que está viviendo una experiencia traumática -como la propia muerte- y se muestra simultáneamente a esa experiencia.
-aparición inducida: en estos casos el fantasma es citado a aparecer. Alguien vivo, con poderes reales o supuestos, hace que su imagen o su voz se haga visible a otras personas. Sería el caso de las sesiones oui-ja
-¿pueden existir realmente los fantasmas?. Las psicofonías
Por más que la parapsicología intente demostrar la existencia de los fantasmas yo, personalmente, creo que no existen. Pero tampoco niego la capacidad de algunas personas con la capacidad, muchas veces inconsciente, de captar «cosas» que los demás, sencillamente, no podemos. O bien ellos solos, o con la ayuda de drogas, plantas (la Amanita muscaria, las Solanáceas, los hongos psicotopos como el peyote) u otros medios: adivinación, percepción extrasensorial, «presencias», escuchar sonidos, voces, psicofonías…cosas que constituyen el campo favorito de la parapsicología. Sin creer racionalmente en fantasmas, no puedo dejar de creer que haya otras «puertas» abiertas para algunas mentes especiales…
Las psicofonías son una de las cosas favoritas para los fervientes partidarios de la parapsicología, que mencionan de vez en cuando. En esencia se trata de captar voces o sonidos en aquellos lugares con gran carga psíquica, donde se haya producido gran sufrimiento (cárceles, cámaras de tortura, asesinatos, violencia extrema…) y donde las voces de los ausentes reclaman nuestra atención. He tenido ocasión de escuchar alguna de estas psicofonías, en programas tipo Cuarto Milenio, donde se pueden escuchar grabaciones recogidas por terceros de lejanos lamentos, llantos o peticiones de auxilio… Aunque en estos casos me volveré a ceñir a lo que decía el bueno de Heródoto: respondo de lo que yo ví y en todo caso de personas fiables…de personas que no conozco, lo pongo en duda…
Tuve la oportunidad de intentar grabar estas psicofonías en una ocasión. Hace años navegaba con un grupo de amigos en velero y, previa autorización de la Marina -es Parque Natural protegido desde 1991- fondeamos una noche en la ensenada de la isla de Cabrera, situada pocos kilómetros (millas marinas, sería lo más correcto) al sur de la costa de Mallorca. Cabrera era el sitio ideal para estas psicofonías.
Aparte de su belleza natural y sus aguas turquesas, Cabrera es un lugar con una historia desgraciada. Tras la victoria española en 1808 contra Napoleón en la batalla de Bailén, los prisioneros fueron repartidos. Los oficiales fueron llevados a Francia, soportando la ira de Napoléon que consideró la rendición como delito de cobardía. Otros cuatro mil fueron llevados a Canarias donde se acabaron integrando. El destino peor les esperaba a un grupo de nueve mil prisioneros franceses que fueron conducidos a Cabrera en Abril de 1809, en lo que fue el primer campo de concentración de la historia de Europa. Sin ningún tipo de edificios, con unos pocos pinos y una vegetación reseca, en una pequeña isla de aproximadamente 4’5 x 3 km, separada por un estrecho de unos 15km de la costa mallorquina con fuertes corrientes, no hicieron falta recintos: la prisión era la isla.
Al principio un barco llegaba desde Mallorca cada cuatro días con algunas vituallas. Con ocasión de una tormenta en el canal que separa ambas islas, el envío se retrasó ocho días, dando lugar por parte de los desesperados prisioneros del intento de hacerse con el barco, lo que motivó que se suspendieran los envíos durante tres largos meses…
Podemos imaginar la desesperación de aquellos nueve mil hombres abandonados a su suerte. La gente no tenía alimentos, en la isla no había fauna que cazar…si acaso al comienzo algunos conejos que pronto desaparecieron, alguna gaviota despistada (nunca las he probado pero me han dicho que están repugnantes, aunque al buen hambre no hay pan duro), algo de marisqueo en las playas… La vegetación es de tipo mediterráneo, reseca, con algunos arbustos que pronto se comieron también, dando lugar incluso a intoxicaciones al comerse las adelfas (Nerium oleander), una planta típicamente mediterránea sumamente tóxica y desconocida para muchos prisioneros.
Cuentan los supervivientes en sus memorias que llegaron a hervir sus ropas en agua para obtener un caldo con algo de «sabor». Contaron también que comían sus propios excrementos y, ésto ya no lo cuentan, se insinúa que llegaron al canibalismo, devorando los cadáveres de aquellos que ya no resistieron más y fallecían por inanición y diversas enfermedades como disentería. El ambiente entre ellos fue de gran violencia, con peleas, asesinatos y ajustes de cuentas, con tal de robarse lo poco de comida que conseguían obtener… Para cuando España y Francia firmaron la paz y repatriaron a los soldados allá por 1814, cinco años más tarde, de aquellos nueve mil prisioneros sólo sobrevivían 3600, uno de cada tres, en unas condiciones supongo que penosas.
Con semejantes «mimbres» está claro que la isla de Cabrera fue uno de aquellos lugares en los que, durante cinco largos años, miles de hombres soportaron un gran sufrimiento. El sitio ideal como para registrar sonidos del tipo gritos, quejidos y lamentos. Quise aplicar de nuevo los consejos de Heródoto: creer lo que yo y sólo yo haya visto u oído. Y como ya sabíamos (habíamos reservado el permiso con la Marina) que íbamos a fondear allí, me llevé un cassette con una cinta vírgen, de las largas, que dejé grabando toda la noche. A la mañana siguiente fuimos todos ansiosos a escuchar…¿y qué sonó?…absolutamente nada.
VAMPIROS

–los orígenes del mito
Según el floklore de muchos países, el vampiro es una criatura que se alimenta de la esencia vital (generalmente sangre) de otros seres vivos para mantenerse activo. Hay testimonios en prácticamente todas las culturas del mundo, con leves diferencias. En la cultura europea y occidental, el prototipo de vampiro más popular es el de origen eslavo, es decir, un ser humano convertido después de morir en un cadáver activo, un depredador chupador de sangre. Será del que hable en esta entrada, el inspirador del mito de Drácula.
Es probable que el mito del vampiro provenga inicialmente de la necesidad de personificar los instintos más reprimidos. Así, sería la encarnación del mal como entidad y una representación del lado salvaje del hombre, en conflicto permanente con las normas sociales y religiosas. El mito representa por otra parte la fascinación temerosa por la inmortalidad. Incluso algunos estudiosos sugieren que el origen del mito del vampiro se debe en parte a la necesidad de explicar las epidemias reales que asolaron Europa, o enfermedades muy frecuentes entonces como la rabia o la porfiria. La rabia, en su fase nerviosa produce una gran agresividad que puede llegar al extremo de atacar a mordiscos a los demás. La porfiria produce un enrojecimiento general y unos ojos inyectados en sangre…un aspecto bastante inquietante… De la misma forma, el vampiro llega a ser una personificación del canibalismo (al igual que en otro mito: el del hombre-lobo) ya que no siempre, o no solo, se alimenta de sangre, sino también de la carne de sus víctimas.
El primer uso registrado de la forma antigua upir:«vampiro», procedente del antiguo eslavo, está en un documento del año 655 del calendario bizantino, año 1047 de la era cristiana. Se trata de un colofón en un manuscrito del Libro de los Salmos escrito por un sacerdote que transcribió el libro del alfabeto glagolítico al cirílico por encargo del príncipe de Novgorod, Vladimir Yaroslavovich, Vladimir Iº. Como aclaración de tan raros nombres, el alfabeto glagolítico (del eslavo «glagolitsa» = palabra, dicho) es el más antiguo de los alfabetos eslavos que se conocen. Fue creado alrededor del año 862-863 por los hermanos San Cirilo y San Metodio, de padre griego y madre búlgara (conocedores por tanto de primera mano de las lenguas eslavas) con la intención de cristianizar los países del Este de Europa y traducir la Biblia y otros textos religiosos al antiguo eslavo eclesiástico. Uno de los más famosos y antiguos códices en escritura glagolítica es el Codex Zographensis, que contiene los Cuatro Evangelios, fechado a finales del siglo X.

Codex Zographensis, siglo X, conocido por su abreviatura académica como Zo. Compuesto por 304 folios en pergamino de los cuales los primeros 288 están escritos en glagolítico. Perteneció al monasterio búlgaro de Zograf (de donde viene su nombre), en el Monte Athos, donde lo descubrió en 1843 el escritor croata Antun Mihainovic. Actualmente en la Biblioteca Pública Imperial de San Petersburgo
Ya en el siglo X se «inventó» el alfabeto cirílico en Preslav por Kliment Ohridsky, o San Clemente de Orid, uno de los pupilos búlgaros de los hermanos Cirilo y Metodio. Clemente mezcló escritura griega con glagolítico y sonidos exclusivamente eslavos, con la intención de unificar la escritura entre los pueblos del Este que se comenzaban a cristianizar y poder llegar mejor a todos, una especie de «lingua franca» de la zona. El cirílico es la forma de escritura utilizada actualmente por gran parte de los pueblos eslavos, aunque hoy día tiendan a adoptar la escritura latina. Pues bien, y volviendo a los vampiros, el sacerdote que transcribió el Libro de los Salmos afirma en él que su nombre es «Upir Likhyi», lo que significa algo así como «vampiro perverso». Se considera como un ejemplo de supervivencia del paganismo, en aquel entonces todavía muy extendido en los países eslavos.
Poco a poco fueron apareciendo referencias. A partir de los siglos XVI, XVII y XVIII se van recopilando casos concretos, o investigaciones por parte de médicos. Así, a comienzos de 1700 un grupo de médicos militares austríacos desenterraron y examinaron cadáveres «sospechosos» en Serbia, por aquel entonces bajo el Imperio Austrohúngaro. En el ambiente de la Ilustración, tanto en L’Encyclopédie de d’Alembert y Diderot, como en España el Padre Feijoo, rebatieron aquellas supersticiones, pero lo cierto es que las creencias ya eran imparables en un mito tan extendido, que se había vuelto tan popular y sugerente, y que se acabó convirtiendo en un icono universal de la literatura de ficción.
Al hablar del origen de la novela Frankenstein, en aquel «año sin verano» de 1816, mencioné a un tal doctor John William Polidori. En aquel concurso de novelas de terror convocado por su amigo Lord Byron en Villa Diodati, Polidori escribió su novela El vampiro, novela que quedó ensombrecida inicialmente ante el éxito que pronto alcanzó el Frankenstein de Mary Shelley (Polidori tampoco tuvo buen final: se suicidó tomando ácido prúsico con apenas 26 años). No obstante El vampiro de Polidori fue la que puso de moda desde entonces el tema del vampirismo en la literatura. Aunque ya hubo algún antecedente, como el poema Lenore, del alemán Gottfried August Bürger, compuesto en 1773, cuarenta y tres años por tanto anterior a la novela de Polidori. Cabe destacar que Lenore tuvo su fama. De hecho uno de los versos del poema:
...Die Toten reiten schnell… («los muertos cabalgan deprisa») figura ya en los primeros párrafos de la novela Drácula, del escritor Bram Stocker, del que hablaré más adelante.
-características

Escena de la película Drácula, del director Ted Browning, de 1931. El actor que interpreta al vampiro es Bela Lugosi (nombre real: Béla Ferenc Dezso Blaské), actor austrohúngaro. Su aspecto aristocrático (venía de muy buena familia), 1’85m de estatura y un acento que nunca llegó a pulir, le hicieron el protagonista ideal para estos personajes. En la leyenda tejida a su alrededor se cuenta que se obsesionó con su personaje llegando a dormir en un ataud. Fue enterrado con su capa de vampiro, pero la idea no fue suya sino de su hijo Georges. Un Drácula aristocrático y seductor.
Hoy día la mayoría de los atributos de un vampiro, según nuestra cultura contemporánea, provienen de la literatura, sobre todo a partir de la novela Drácula, a la que han seguido cientos de películas y series de televisión. Personajes de aire aristocrático como el actor Bela Lugosi, vestidos de negro, de tez pálida y con largos colmillos, jugando incluso a la seducción. No se reflejan en los espejos ni proyectan sombra, tal vez como una manifestación de la carencia de alma. Se alimenta de la sangre y, a veces, de la carne de sus víctimas. Por su naturaleza demoníaca no soportan los símbolos cristianos y por ello pueden ser alejados utilizando una cruz o agua bendita, y se supone que eran vulnerables a la luz del sol.

Una imagen de vampiro muy diferente a la de «vampiro aristocrático» de la novela Drácula, aunque se inspirase en ella, es el vampiro siniestro y encorvado de la película Nosferatu, una sinfonía del horror, grabada en 1922 por el director alemán Friedrich Wilhelm Murnau, y la primera película relacionada con la historia original de Drácula. Grabada con muy poco presupuesto, no pagaron derechos de autor sobre la novela, pero aunque cambiaron los nombres de todos los protagonistas, la viuda del autor Bram Stoker, Florence Balcombe, demandó a la productora: Prana Films, que tuvo que declararse en quiebra tras la querella y no volvió a producir ninguna película más. Según la sentencia del tribunal obligaron a destruir las copias de Nosferatu. Afortunadamente algunas se salvaron de la quema y hoy es una película de culto.
Éso, en nuestra cultura. En otras culturas del mundo el vampiro adopta formas más o menos siniestras, unas veces con forma de mujer como la Lilith judía, que se reencarna en gato negro y sorbe la sangre de los recién nacidos. Con forma de mujer seductora también los encontramos en la mitología japonesa, mientras que en la misma cultura japonesa a veces se manifiestan como una forma oscura, sin rostro. En otras ocasiones, como sucede en muchas culturas africanas o de los nativos de Hispanoamérica, toman forma de monstruos, parecidos a las fieras de la selva. Pero sea cual sea su forma, siempre nocturnos, siempre peligrosos, siempre inquietantes, siempre sedientos de sangre…
-cómo reconocer y destruir a un vampiro
Hay varias explicaciones según sea en los países eslavos, en la antigua Grecia o incluso en La India. Así, en Rumanía, tenía más posibilidades de acabar siendo vampiro el séptimo hijo de una familia, todos varones, o los nacidos en Sábado Santo. En Grecia tenían más «papeletas» aquellos que hubiesen fallecido de muerte violenta. O en las actuales Grecia, Bulgaria y Rumanía, aquellos fallecidos que no hubiesen tenido los rituales post-mortem adecuados. Y había otra consideración: la de aquellos que hubiesen vendido en vida su alma al diablo. Y teniendo en cuenta que a los suicidas y excomulgados no se les enterraba en sagrado (en un cementerio consagrado) sino aparte, tenían muchas posibilidades de acabar siendo convertidos en vampiros, al no reposar en suelo protegido por la Iglesia. Pero en todas las tradiciones se torna vampiro aquella persona que moriría después de haber sido mordida por otro vampiro. En la actual literatura de ficción es casi la única forma descrita, añadiendo además una connotación sexual que antes no existía, pero que ha despertado mucho éxito en la literatura y el cine.


Las imágenes son muy malas, pido disculpas por ello, pero me las ha pasado un amigo por el móvil (ya con mala calidad) y valgan como ejemplo de la difusión popular. Se trata de una colección de cromos llamada Monstruos, que se vendió en España en el año 1986. Era una serie de cromos, a cada cual más fantástico, sobre monstruos de todo tipo, y que excitaban el morbo y la imaginación de los niños y los no tan niños. Eran otros tiempos, libres de la censura de lo «políticamente correcto», y aparecían ahorcados, decapitados, troceados y hasta chicas desnudas. Hoy, hubiera sido imposible
Pues ya sabemos cómo se origina un vampiro, pero lo que más nos interesa es que sepamos reconocerlos. Es «fácil» distinguir un zombi, con sus aspecto de cadaver casi en descomposición lleno de harapos, y es «fácil» identificar a un fantasma, seres incorpóreos con su ritual de sudarios, arrastrar de cadenas y lamentos, pero a veces no es tan fácil reconocer a un vampiro, con el fin de protegerse ante él.
Desde la Edad Media la comprobación más socorrida en caso de duda, sobre todo si había habido víctimas en los alrededores, era la de exhumar a un cadáver para verificar si presentaba las características tradicionales de un vampiro: por lo general, cuerpo incorrupto, muchas veces hinchado (lo que podríamos achacar a la fermentación post-mortem), babas o sangre escurriendo de la boca (también una posible alteración post-mortem)… comprobación importante, porque el vampiro podía volver a salir de la tumba por las noches para atacar a los vivos…
También se procedía a desenterrar los cadáveres si a los días siguientes a la muerte y enterramiento del sospechoso se producían tormentas o granizo inesperado, así como enfermedad y muerte de familiares, conocidos o del ganado. En caso de duda y, una vez abierta la tumba era siempre, se destruía al cadáver: además de con la famosa estaca clavada en el pecho, lo habitual era quemarlo. Creo que no hace falta añadir que la búsqueda de vampiros debido a la superstición y al miedo acarreó numerosas profanaciones de tumbas.
En las tierras «vampíricas» del este de Europa y hasta fechas relativamente recientes siguió habiendo mucha inquietud ante la que ellos creían existencia cierta de los vampiros. Así, en 1801, en pleno siglo de los grandes inventos de la humanidad (el telégrafo, la electricidad o la locomotora de vapor, entre otras moderneces), húngaros y rumanos seguían temiendo a los «muertos masticadores», como se les llamaba, porque muchas veces al desenterrarles observaron con pavor que habían desgarrado con los dientes el sudario (¿evidencia de catalepsia, de enterrados en vida?). En ese año de 1801 el cabildo de Giurgiu pidió al príncipe Moruzi de Valaquia meter en prisión a los exhumadores de supuestos vampiros.
Hubo más: en 1869 el obispo católico de rito bizantino de Brasov denunció que en tres de los camposantos de su diócesis habían desenterrado cadáveres para someterles a ritos antivampíricos. Y todavía hubo más ejemplos: en 1895, dos años antes de que Bram Stoker escribiera su novela Drácula, el obispo de Bucarest, Genadio, cabeza de la Iglesia Ortodoxa de Rumanía, envió un visitador especial a Transilvania con el encargo de averiguar si en las parroquias de aquel país seguían los popes, contraviniendo las órdenes eclesiásticas y civiles, permitiendo a los aldeanos desenterrar los cuerpos de personas que creían convertidas en vampiros.
-cómo protegerse de los vampiros
Entre los antiguos celtas enterraban al muerto cabeza abajo, o con hoces y guadañas junto al cuerpo, para evitar que los demonios poseyeran al cuerpo. Los tracios (habitantes de la antigua Bulgaria) solían cortar las piernas al difunto con la misma intención. En la Europa Oriental era frecuente introducir un diente de ajo en la boca, o incluso en cada orificio del cuerpo, para más seguridad. Y en muchas zonas, sobre todo en la Europa del Este, tierra tradicional de vampiros, se clavaban agujas de hierro en el corazón y se colocaban fragmentos de acero en boca, ojos, orejas y entre los dedos durante el entierro. En Bulgaria los arqueólogos han encontrado varios esqueletos de origen medieval cuyo torax había sido traspasado con estacas de hierro, una práctica habitual hasta principios del siglo XX, para evitar que los cadáveres de aquellos considerados como malvados regresaran convertidos en vampiros.
Aquí entrarían los talismanes utilizados para mantener alejados a los vampiros por su efecto apotropaico (del griego apotrépein: alejarse): desde el popular ajo al azufre, u objetos sagrados como crucifijos, rosarios o el agua bendita. Muchos «talismanes» utilizados actualmente tienen esa intención, la de alejar a los demonios: desde las cruces sobre las tumbas, a la «higa» gallega, las gárgolas de las iglesias, conjuros y ensalmos, la pata de conejo o el ojo que los griegos y turcos pintan en la proa de sus barcas.
En Europa Occidental, durante el siglo XIX y hasta comienzos del XX no fue raro que los viajeros (ingleses, alemanes o americanos) que se atreviesen a visitar aquellas tierras extrañas de la Europa del Este, alejados de sus civilizados países y de donde les habían llegado historias de seres sobrenaturales, tan terribles, llevasen con ellos (se vendían, ya preparados, como kits «antivampiro») unos estuches muy bien surtidos provistos de crucifijos, velas, agua bendita, rosarios, biblias, estacas -con su mazo- punzones y demás parafernalia supuestamente protectora.

Maletín del siglo XIX, con su kit de estampas, biblia, pistola, punzones, maza, crucifijos y frascos con agua bendita…lo más eficaz contra los vampiros. ¡Que no se te olvidase si ibas a Rumanía!…Actualmente muy buscados y cotizados
En los Balcanes (seguimos en tierra de vampiros) existía el cazador de vampiros, que solía -aunque no siempre- ser un religioso, una especie de exorcista que, ¡ojo!, ni son cosa del pasado ni de películas: siguen funcionando en la actualidad en la Iglesia Católica. En España en concreto hay 15 sacerdotes que cuentan con la autorización eclesiástica. Sólo en Madrid hay 8, uno por cada vicaría. Pero, volviendo a los Balcanes, otra opción que no fuese un sacerdote era el «dhampiro»: según la tradición zíngara era el hijo o el descendiente de un vampiro, con el poder de detectarles y de destruirles.
Se suponía que debido a su estado ni vivo ni muerto, los vampiros era estériles. Pero en la tradición eslava del sur, el mito señala que los vampiros podían volver con su mujer -u otras- y dejarlas embarazadas. De hecho, también señalaban que un vampiro podía viajar a alguna localidad donde no le conociesen, casarse y tener hijos. En casa se portaría como un hombre normal, aunque cometería sus fechorías disimuladamente, lejos de allí. El fruto de esas relaciones entre un vampiro y una mujer normal, sería el «dhampiro», y su facultad para detectar y destruir vampiros se transmitía a sus descendientes.
Una vez detectado el vampiro había que destruirlo, lo que no siempre era fácil. El método clásico y más conocido era el de clavarle una estaca en el corazón, pero incluso en la madera había sus «gustos». En Rusia se consideraba al fresno como la madera más adecuada para tal propósito, mientras que en Bulgaria lo era la madera de espino blanco. Por contra, en Silesia la preferían de dura madera de roble. Y en una cuestión tan seria como el vampirismo, la forma de clavarla también era importante: mientras que en Rusia y Alemania solía clavarse apuntando hacia la boca, en Serbia se dirigía hacia abajo, hacia el estómago.
Hubo otros métodos: en Alemania y Polonia se decapitaba al cadáver del vampiro colocando la cabeza junto a los pies, aunque otra práctica expeditiva que mencioné antes era el de incinerarlo, o también repetir el funeral cambiando de tumba tras tomar las medidas anteriores, sin olvidarse de los rituales de magia, rezos y responsos. Una práctica curiosa que utilizaron en Bulgaria era «embotellar» al vampiro: en una botella introducían un icono religioso y algo del alimento preferido de éste. Había que estar muy atento porque una vez que el espíritu del vampiro se introducía en la botella, atraído por su comida favorita, el hechicero se apresuraba a cerrarla con un corcho y, acto seguido, arrojarla al fuego.
-personajes históricos relacionados con el vampìrismo: Elisabeth Báthory, Gilles de Rais y Vlad Tepes
Los vampiros se reportan desde la más remota antigüedad, desde la lejana Sumeria y Egipto a China y en casi todo el mundo, la relación sería muy larga. Como ejemplo, la Ley Sálica promulgada en el siglo V por Clodoveo entre los francos (aunque se la conocería más tarde sobre todo por la regulación de la sucesión monárquica a favor de los varones), ya preveía multas:
…la mujer vampiro que devore a un hombre, comprobándose su culpabilidad, deberá pagar una multa de 8000 deniers, o sea, 200 sous…
Posteriormente aparecen menciones en Islandia, Rusia, Grecia o Inglaterra. Pero, sin olvidarnos de España, os contaré la leyenda casi olvidada del Conde Estruch, que al parecer hizo de las suyas en el Alto Ampurdán. En 1991 apareció una novela: Estruch, escrita por Salvador Sáinz, aunque el mismo autor asegura que sólo se limitó a darle forma literaria a una oscura leyenda que forma parte, erróneamente, del folklore catalán. Espurgando en la leyenda (que no en la Historia), se cuenta que un tal Guifred Estruc, caballero del otro lado de los Pirineos, combatió como cruzado junto al rey de Aragón, Alfonso II, con éxito contra los almohades, en aquel tiempo verdadero castigo para los reinos cristianos. Alfonso premió por su apoyo y valor a Guifred con el título de Conde y con la posesión del término de Llers, en el Alto Ampurdán. Zona al parecer donde el paganismo aún no se había eliminado y tierra de brujas desde siempre, a las que Guifred persiguió como antes había combatido a los almohades.
Las distintas versiones de la leyenda se entretejen y se hacen confusas, pero al parecer Guifred, ya Conde de Estruc, murió asesinado en 1173 en su castillo de Llers. Pero tras morir y por sus muchos pecados, su vida disoluta (y por haber sido abandonado en el castillo sin enterramiento cristiano tras el asesinato), el conde se convirtió al morir en vampiro que sembró el terror en el lugar, hasta que una anciana monja (según otros, un ermitaño judío, y según otros ambos juntos en comandita) consiguió acabar con él.
La leyenda, como suele suceder, se enrevesa: algunos dicen que Estruc era apellido judío, por esa razón sólo el ermitaño judío, con ayuda de la Cábala, consiguió darle descanso, acabando con la maldición. Sólo añadir que no hay testimonios escritos (aparte de la novela de Salvador Sáinz) sobre el Conde, tan sólo testimonios orales sobre este caso aislado de vampiro español…bueno, en España, porque ni siquiera era natural de aquí. Además del legendario Conde Estruch, hay tres personajes históricos de los cuales dos, si bien no inspiraron leyendas vampíricas bien pudieran haberlo hecho, como la condesa Elisabeth Báthory o Gilles de Rais, el aristócrata francés. Y un tercero que sí inspiró: Vlad Tepes
-Erzsébet Báthory o la Condesa Sangrienta
Erzsébet, o Isabel en castellano, o Elisabeth Báthory fue una aristócrata perteneciente a una de las más rancias y poderosas familias de la nobleza de Hungría, con conexiones con otras familias de la aristocracia europea central, e incluso relacionada con algunas casas reales. Uno de sus antepasados fue Vlad Tepes, el inspirador de Drácula, e incluso sus antepasados directos tuvieron amplias posesiones en Transilvania, tierra de vampiros, con un importante condado.
Según los retratos que le hicieron Elisabeth fue una mujer de una gran belleza, belleza que quiso conservar al acercarse a la madurez. Ya viuda y a los 44 años «inventó» un método consistente en secuestrar, torturar y desangrar a numerosas doncellas en sus numerosas posesiones, con cuya sangre se bañaba, para conservar su tersura y su lozanía. Aunque la leyenda de los baños en sangre no aparece hasta un siglo después de su muerte, y de hecho no aparece en las acusaciones ni en los documentos procesales de su causa. En 1817 se reavivó la leyenda al publicarse los relatos de los testigos, aparecidos décadas antes, en 1765.

Representación imaginaria de los ficticios «baños de sangre» de Elisabeth Báthory, según un grabado del siglo XIX. Lo de los baños apareció por primera vez en 1729, en un grabado del libro Trágica historia, escrito por el jesuíta Laszlo Turóczi, la primera narración escrita sobre la Báthory. Más tarde, en 1767 el historiador húngaro Matthias Bel lo desmintió en su libro de historia (Notitia Hungariae…), pero paradójicamente contribuyó a propagar la leyenda
Se calcula que Elisabeth pudo asesinar por estos métodos durante seis largos años un total de 612 muchachas, entre los 9 y los 16 años, ayudada por un par de criados de confianza y algunas brujas. Pero mientras fueron jóvenes campesinas no hubo problemas. Lo malo es que, al escasear las campesinas, Elisabeth pudo haber secuestrado a jóvenes de la nobleza rural y ahí no, ¡hasta ahí podíamos llegar!…con la nobleza no se juega.
Ya se sospechaba por la gente de la zona que veía desaparecer a tanta muchacha, e incluso algún clérigo informó al rey Matías II de Hungría de que «algo» raro estaba pasando en el castillo de Catchice, donde residía habitualmente. Matías nombró como investigador general a Jorge Thurzó, primo y rival de Elisabeth, que entró con sus soldados en el castillo (la condesa carecía de guardia armada) encontrando de todo: mujeres agonizantes con los huesos rotos, doncellas desangradas, mutiladas, llenas de cortes y heridas, y cadáveres por todos lados. Un espectáculo, como se suele decir, dantesco.
Jorge Thurzó encontró el diario de Elisabeth (actualmente en paradero desconocido) donde narraba pormenorizadamente, día a día, lo que les pasaba a sus víctimas con todo lujo de detalles. No hablaba de los «baños de sangre», pero sí que bebía la sangre de sus víctimas a las que mordía en las mejillas, los hombros o los pechos. El proceso fue rápido y acabó el 7 de Enero de 1611 con la condena de la «condesa sangrienta». Pero gracias a su condición aristocrática a Elisabeth «solo» la condenaron a vivir emparedada en uno de los aposentos de su castillo de Catchice, de donde no volvería a salir. El aposento en cuestión quedó totalmente tapiado, excepto por un pequeño hueco por donde le introducían la comida, hasta que un día, el 21 de Agosto de 1614, la encontraron muerta. Tenía 54 años.
Por contra, a sus cómplices, aquellos que le proporcionaron toda esa multitud de víctimas, plebeyos al fin y al cabo, se les aplicó la tortura para que confesasen (ya se sabe: con una buena tortura se confiesa todo lo que haga falta) y, tras la confesión, la muerte en la hoguera o decapitados, acusados de brujería y asesinato. No se descarta que las ambiciones políticas de Elisabeth la estuviesen volviendo un tanto «peligrosa» para la nobleza húngara. Como solía suceder, a su muerte Matías II de Hungría se apropió de las numerosas posesiones de Elisabeth Báthory.
–Gilles de Rais
Gilles de Rais fue el poderoso mariscal de campo, el comandante supremo de las tropas francesas durante la Guerra de los Cien Años contra Inglaterra, guerra que se extendió desde el año 1337 hasta 1453 (116 años más exactamente, duró la tal guerra). Pero además fue el hombre más rico de Europa, riqueza que ya le venía de familia. Y riqueza que acrecentó más todavía tras su boda con una rica heredera: Catherine de Thouars, prima suya a la que «raptó», aunque al parecer había consentimiento por parte de la secuestrada. Gilles tenía 16 años por aquel entonces, y ya apuntaba maneras su impetuosidad.
En aquella larga Guerra de los Cien Años en la que fue comandante supremo, Gilles conoció a Juana de Arco, llegando incluso a combatir juntos en el asedio y la conquista de Orléans. Se especula si pudo intentar rescatarla, una vez hecha prisionera, en la ciudad de Rouan donde la «doncella de Orléans» al final moriría en la hoguera, ya que Gilles tuvo campamento y tropas a tan sólo 25 kilómetros de allí. Al parecer Gilles y Juana se llevaron bien, pero aquellos eran tiempos muy movidos y al final tan sólo son especulaciones.
Tras la coronación de Carlos VII como rey de Francia, el 21 de Octubre del año 1422, Gilles de Rais continuó a sus órdenes como mariscal de campo hasta 1432, pero fué desligándose de sus responsabilidades hasta acabar retirándose a sus dominios donde vivía como un príncipe, rotando por sus castillos de Champtocé, el de Machecoul o su favorito, el de Tiffauges, rodeado por su guardia personal de 200 soldados de caballería y de 50 clérigos. Pero, pese a su enorme fortuna, Gilles era un despilfarrador.
Gastó grandes sumas organizando fiestas y obras teatrales. Muy culto y amante de la música, se extasiaba escuchando cantos gregorianos y música de órgano, del que llegó a encargar alguno portátil que le acompañaba en sus desplazamientos. Para intentar recuperar fortuna, Gilles de Rais comenzó a recurrir a la alquimia, buscando la piedra filosofal que le permitiese fabricar oro.
Su biblioteca al parecer era fantástica y muy bien provista de todo tipo de obras científicas, de alquimia (que era la química de su época), de astrología y de magia negra, pero entre su corte se movieron brujos y alquimistas que le fueron convenciendo de intentar unos u otros experimentos, e incluso de hacer pactos con el demonio a cuyas sesiones, Gilles de Rais, muy supersticioso y temeroso del diablo, prefería no asistir, con lo que los brujos tenían carta blanca para contarle todo aquello que se les ocurriese, con tal de sacarle el dinero…
Lo de la magia negra, por supuesto, venía de antes. Un investigador del tema, José Rodriguez Guerrero, en su obra Un repaso a la Alquimia del Midi Francés en el S. XIV, nos cuenta:
…está documentado que durante el año 1326 un clérigo de Toulouse llamado Pere Ramón Esparnieri, junto a un tal Pere Gilbert, fundieron en plomo tres cabezas parlantes o «caput phitonicum», con la esperanza de que pudieran relatar las claves para fabricar oro o, en su defecto, el emplazamiento exacto de algún tesoro oculto…
Los dos hombres pensaban que las imágenes podían encerrar a espíritus reveladores si se confeccionaban en una fecha determinada, bajo una constelación concreta, marcándolas con el signo de un escorpión y grabando en ellas una serie de letras. Su experiencia no funcionó y fueron sentenciados a prisión por emplear magia con fines maléficos y no por practicar alquimia.

Grabado de la imagen de Tomás de Aquino destruyendo la cabeza parlante de San Alberto Magno ante la sospecha de estar endemoniada
Esparneri y Gilbert confesaron haber caído en tales conjuros tras muchos años perdidos en su laboratorio alquímico. Hubo prácticas nigrománticas similares en el entorno occitano aragonés y catalán. Se conserva un breve cuestionario en el que cierto canónico ilerdense lanza a un espíritu diabólico todo tipo de preguntas sobre la piedra filosofal:
…¿por qué la llaman La Piedra?…¿cómo se confecciona?…¿cuánto tiempo se necesita para fabricarla?…¿qué virtud y poder tiene?…
No obstante, la condena contra los alquimistas no era tanto por actos de magia en sí, sino por falsificación de moneda (costumbre muy extendida, incluso por la monarquía) así como la venta de falsos sellos oficiales, pecado ya condenado por el Papa Juan XXII en 1317 en su bula De crimine falsi y, más posteriormente, por el inquisidor catalán Nicolás Eymerich, en su Tractatus contra alchimistas, de 1396. La Iglesia se ha sentido muy amenazada por las herejías de cátaros y albigenses que prosperaron en el sur de Francia y a los que ya ha vencido, pero ve enemigos por todos lados.
Al otro lado de los Pirineos, en Francia, comienzan los primeros procesos para perseguir herejes, amparándose en una bula fechada el 22 de Agosto de 1320, y en la que el Papa Juan XXII (volvemos a encontrárnoslo) concedió potestad al inquisidor de Carcasonne para procesar a quienes adorasen a los demonios o firmaran un pacto con ellos. A partir de esa fecha se desató la carnicería, que se extendió por toda Europa durante tres siglos muriendo decenas, cuando no cientos de miles de condenados.
Curiosamente en España y pese a tanta Leyenda Negra los procesos contra brujas fueron casi inexistentes. Pero como lo de la brujería sobrepasa el tema de esta entrada, si tenéis interés sobre las persecuciones en Europa y el caso concreto de la Inquisición española os aconsejo que leáis en este blog, la entrada: Brujería e Inquisición. Tres siglos de torturas en Europa.
Pero volvamos a Gilles de Rais. De unas cosas fue pasando a las otras. De la astrología y de buscar la piedra filosofal, a matar niños, como le habían aconsejado sus «asesores». Todavía existen los detallados textos del juicio a Gilles de Rais, donde él mismo atestigua que bebía la sangre de los niños, aún vivos, o que…
…había actuado según la naturaleza que le habían impuesto los astros, y que no podía controlar…
Durante 8 años y en su castillo de Tiffauges pudo matar al menos a 300 niños y jóvenes, con una edades comprendidas entre los 7 y los 20 años. Jóvenes que degollaba o apuñalaba lentamente, a los que gustaba ver desangrándose, sobre cuyos cadáveres eyaculaba y cuyas cabezas cortaba para exponerlas en fila, y decidir cual era el más bello o el más hermoso… Muchas veces tras el crímen lloraba y se arrepentía amargamente, pidiendo perdón a Dios y jurando no repetirlo…pero le duraba poco el arrepentimiento y volvía una y otra vez…
Pudiendo haberse rebelado, Gilles de Rais aceptó presentarse mansamente ante el obispo de Nantes, Jéan de Malestroit, acusado de necromancia y alquimia. Una vez en los calabozos y sometido a tortura, fue confesando sus crímenes siendo acusado de sodomía, de herejía, de asesinatos, de pactos con el diablo y una larga lista de «diabluras»… Porque bajo el tormento difícil es no aceptar los crímenes insinuados por el inquisidor.
De entre ellos los más horrorosos, los de haber torturado y asesinado a más de 300 niños durante aquellos 8 años. Con él, por supuesto y como suele pasar, fueron interrogados y torturados sus criados, aquellos que le ayudaban a conseguir víctimas y que, como corresponde a los herejes, murieron en la hoguera. Gilles de Rais, como aristócrata, se libró del fuego al menos, muriendo en la horca. Hubo quien sacó provecho del proceso: los restos de su fortuna que aún debía ser numerosa se repartió entre el obispo de Nantes Jéan de Malestroit, entre el inquisidor Jéan Blouyn y el duque Juan V.
-Vlad III

Retrato de Vlad III, de 1560, copia de un original realizado en vida del príncipe. Actualmente en la Cámara de Arte y Curiosidades del Palacio de Ambras, en Innsbruck
Si ha habido un personaje histórico inspirador de vampiros, éste ha sido sin duda el príncipe valaco Vlad III, más conocido como Vlad Tepes («el empalador») o Vlad Draculea, considerado hoy día como héroe nacional en Rumanía. Vlad III nació aproximadamente en 1430, en una época de contínuas guerras y sangrientos conflictos, y en un lugar fronterizo e inestable como era Valaquia, un «far-west» de la época, donde en vez de indios había turcos. Un extenso principado situado al sur de la actual Rumanía, y limitado entre el río Danubio por el sur (fronterizo con Bulgaria, territorio otomano), y los montes Cárpatos por el norte.
Cruzando los Cárpatos ya estaba Transilvania, Moldavia y Hungria, de la que dependía Valaquia indirectamente. Pero si los musulmanes otomanos eran un enemigo constante y peligroso, los vecinos del norte no por cristianos dejaban de ser muy molestos: los sajones de Transilvania o los propios húngaros plantearon conflictos territoriales a menudo. En semejante lugar tuvieron lugar los hechos de Vlad que, como si de la serie Juego de Tronos se tratase, incluyeron alianzas temporales con húngaros y otomanos, estancias en calidad de rehén a los doce años de edad entre los turcos, o prisión durante largos catorce años en Visegrado, por parte de los húngaros.
El sobrenombre de «Draculea» fue una herencia por parte de su padre, conocido como Vlad Dracul = el Dragón, que a su vez recibió este nombre tras ser admitido en la Orden del Dragón, creada por Segismundo, rey de Hungria, y que era la encargada como guardia fronteriza de contener los avances otomanos que venían del sur. Lo de «Tepes» = el empalador, lo recibió por el expeditivo método de ensartarles en un poste que aplicó con generosidad a sus enemigos, sin importarle si eran turcos o sajones. Los empalados de Vlad fueron cientos, y seguramente miles, incluso muchos miles, aunque la historiografía posterior elaborada por sus rivales pudo haber aumentado el número y lo de «Tepes» fue un sobrenombre que comenzaron a aplicarle en el orbe cristiano ya en 1550.
No obstante muchos de los testimonios que nos han llegado sobre sus «métodos» están basados en testimonios oculares directos. Los otomanos hablaban, imagino con aprensión, de los «bosques de empalados». En los alrededores de Targoviste, reconquistada por los turcos tras haber sido inicialmente dominada por Vlad, encontraron unos 20.000 cadáveres, entre hombres, mujeres y niños, todos ensartados en postes. De hecho los otomanos se referían a él bajo el nombre de «Khazikli Bey» = el Señor Empalador.
Del cronista griego Laonico Calcocóndilas, que conoció aquellos territorios, nos ha llegado una única obra: Exposición de la historia en diez libros, aunque fue más conocida posteriormente como Historia de los turcos. Calcocóndilas escribió una carta el 11 de Febrero de 1462 a Matías Corvino, rey de Hungría y rival de Vlad, en la que comentaba que…
…más de 23.884 turcos y búlgaros habían sido asesinados por orden suya durante la campaña (de 1462)…
Sin duda Vlad III debió ser todo un personaje de armas tomar, nunca mejor dicho. Las historias sobre Vlad le convirtieron en el gobernante medieval más conocido de las tierras rumanas de Europa. Su fama llegó hasta Roma, donde el Papa Pío II ya incluyó una lista de las crueldades de Vlad, en sus Comentarios, escritos en 1462 e inspirados en lo que Nicolás de Modrus contó al Papa.
Debemos una descripción personal de Vlad al ya mencionado Nicolás de Modrus, legado papal de Pío II, que le conoció en Buda:
…no era muy alto, pero sí corpulento y musculoso. Su apariencia era fría e inspiraba cierto espanto. Tenía la nariz aguileña, fosas nasales dilatadas, un rostro rojizo y delgado y unas pestañas muy largas que daban sombra a unos grandes ojos grises y bien abiertos; las cejas negras y tupidas le daban aspecto amenazador. Llevaba bigote, y sus pómulos sobresalientes hacían que su rostro pareciera aún más enérgico. Una cerviz de toro le ceñía la cabeza, de la que colgaba sobre unas anchas espaldas una ensortijada melena negra…
Descripción que se ajusta bastante al único retrato que se conserva de Vlad, una copia de un retrato realizado en vida y que se conserva en la «Galería de retratos de monstruos», dentro de la Cámara de Arte y Curiosidades del Palacio de Ambras, en Innsbruck. Hasta Alemania también llegó su fama. El Maestro cantor Miguel Beheim escribió un extenso poema en 1463 titulado Historia de un loco sanguinario llamado Drácula de Valaquia, y que fue representado en la corte de Federico III de Habsburgo. La imprenta no tardaría en hacer su aparición, y los relatos que ya circulaban sobre el «loco sanguinario» se hicieron superventas.
Aunque hoy día y según los criterios modernos Vlad hubiese sido juzgado y condenado como genocida, sólo se puede considerar que le tocó bregar entre guerras e insurrecciones constantes y que la tónica del momento era reprimir y castigar con mano dura no…¡durísima!, para ganarse, si no el respeto de súbditos y enemigos, sí una obediencia ciega…el reinado del terror, en suma. Pero Vlad, en esencia, era un guerrero.
Tras su largo encarcelamiento de 14 años en Visegrado por orden de Matías Corvino, hubo presiones «internacionales» para ser liberado ante los avances de los turcos, porque todos sabían que, si no el único, si era de los primeros en saber plantarles cara y en poder detenerles, y los turcos seguían representando un peligro real. No en vano en 1529, cincuenta y dos años después, los otomanos llegaron hasta las cercanías de Viena, a la que pusieron cerco aunque afortunadamente no llegaron a tomarla.
Los otomanos habían conquistado Valaquia de nuevo y una coalición entre Vlad, una vez liberado, y Esteban de Moldavia reconquistaron la región, coronando a este último como Esteban III, y expulsando a Basarab Laiota, aliado de los turcos. Pero la vida da muchas vueltas, y más en aquellos tiempos tan conflictivos. Basarab contraatacó de nuevo, apoyado esta vez con refuerzos otomanos y derrotó a Vlad, que fue muerto en el campo de batalla a comienzos de Enero de 1477 (otros investigadores sostienen que fué unos días antes, pero qué mas da) junto a toda su guardia moldava, según relató en una carta posterior Esteban III de Moldavia y Valaquia. Según los cronistas el cadáver fue troceado y la cabeza enviada a Mehmed II, su gran enemigo. Mehmed sin duda respiró aliviado al ver la cabeza de «Khazikli Bey»…bien separada del cuerpo…
Se desconoce el lugar de su entierro. Según la tradición popular, que se registró por primera vez a finales del siglo XIX, Vlad fue enterrado en el monasterio de Snagov, fundado por Mircea el Viejo, abuelo de Vlad Tepes. Sin embargo las excavaciones realizadas en 1933 por el historiador y arqueólogo rumano Dinu V. Rosetti no encontraron bajo la supuesta lápida ninguna tumba. Rosetti informó:
...debajo de la lápida atribuída a Vlad no había una tumba. Sólo muchos huesos y fauces de caballos…
Vlad el Empalador sirvió de inspiración al escritor irlandés Abraham, «Bram» Stoker, el tercero de siete hermanos (como yo, me hizo gracia cuando me enteré). Bram fue todo un «cerebrín» (esta vez no como yo): licenciado con matrícula de honor en Matemáticas y Ciencias por el Trinity College de Cambridge, y más tarde licenciado en Derecho. Trabajó también como crítico literario y de teatro, que compaginó con su trabajo como funcionario y escritor… Pero por lo que ha pasado a la posteridad ha sido por ser el autor de la novela Drácula, publicada en 1897.
Ya hemos visto la difusión que tuvo en Europa a raiz del descubrimiento de la imprenta la figura de Vlad III, algunas de cuyas narraciones sin duda pudieron
despertar la curiosidad de un intelectual como Bram Stoker. Aunque también sabemos que para escribir Drácula, Stoker recurrió a los conocimientos de un erudito orientalista húngaro llamado Arminius Vámbèry, así como al Informe sobre los principados de Valaquia, de Emily Gerard. Para definir el aspecto del ya conocido como Conde Drácula, Bram se inspiró en el actor británico Henry Irving y en el compositor Franz Liszt, austrohúngaro (ciertamente más «vampiresco» Liszt que Irving). Todas estas influencias pergeñaron la historia sobre la lucha entre el bien y el mal, y que se haría famosa a través de los tiempos del Conde Drácula.
Zombis

«Cualquier persona que intente privar de su voluntad a otro ser humano, por medio de envenenamientos o cualquier otro método, será condenado a prisión con la pena de intento de asesinato, y si en ese intento se llega al enterramiento de la víctima, esta persona será acusada de homicidio»… Artículo 249 del Código Penal de Haití…
…Creo que no hace falta añadir mucho más… La presencia de este artículo en el Código Penal de Haití indica la pervivencia del fenómeno zombi, un fenómeno casi exclusivo de la sociedad y la mentalidad haitiana. Lo único es que -creo, no he podido confirmarlo todavía- este artículo se derogó en sucesivas reformas, como la de 1987 o la última, en el 2012. El primer Código Penal haitiano, tras su independencia (en un proceso que se prolongó desde 1791 hasta 1803) se redactó en el año 1835, modificado poco después, en 1864. En el artículo 241, 246 y siguientes del 27 de Octubre de 1864 se refleja, como se indica:
(punto 1º):…también se califica como atentado a la vida de una persona por envenenamiento, el uso que se haya hecho contra ella de sustancias que, sin producir la muerte, hayan producido un estado letárgico más o menos prolongado…
(punto 2º)…si a consecuencia de este estado letárgico, la persona ha sido enterrada, el atentado será considerado como asesinato…
Pero el fenómeno ya era anterior a la independencia. En fecha tan temprana como 1697 se dió la primera aparición del concepto y de la palabra «zombi» dentro de la novela autobiográfica de Pierre Corneille de Blessebois: Le Zombi du Grand-Perou, ou la contesse de Cocagne. Sólo añadir que el autor, Blessebois, fue un personaje digno de película: de vida azarosa y aventurera, sufrió destierros, prisión e incluso fue condenado a remar en galeras. En alguno de esos destierros tuvo la ocasión de conocer Haití, en aquellas fechas todavía colonia francesa, donde muy posiblemente debió oir hablar de los zombis.
Un tema tan sugerente a la par que «exótico» como el de los zombis despertó atracción por parte de etnólogos y antropólogos. Mencionaré dos de ellos:
En 1937 la folklorista estadounidense Zora Neare Hurston, miembro activo del movimiento «Renacimiento de Harlem», tuvo ocasión de vivir en Haití durante dos años, transcurridos los cuales escribió varios relatos donde contaba que los zombis eran personas sometidas a drogas psicoactivas que los privaban de voluntad. Lo malo es que esos relatos estaban basados nada más que en meros rumores, en confidencias o en «cotilleos», nada contrastado científicamente. Aunque Zora afirmó haber oído hablar del caso de Felicia Félix-Mentor, fallecida y enterrada en 1907 y a quien muchos lugareños aseguraron haber visto viva, treinta años después, convertida en zombi.
Otro caso un tanto diferente fue el del antropólogo y etno-botánico canadiense Wade Davis, que viajó a Haití para investigar el tema. En uno de sus libros: La serpiente y el arco-iris, convertida incluso en película, aventuró la teoría de que se podía convertir a una persona en zombi mediante el uso de dos sustancias en polvo: el «coup de foudre» y el «cocombre zombi». Hablaré luego de estos productos, utilizados por los brujos bokor, los «especialistas» en zombificar.
Davis obtuvo información (aunque no tuvo ocasión de conocerle ni por tanto de hablar con él) del caso de un tal Clairvius Narcisse. Al parecer Clairvius se enemistó con su hermano por un problema de herencias, siendo «eliminado», zombificado por un bokor y enterrado en vida, el 2 de Mayo de 1962. Aquella misma noche fue desenterrado y Clairvius trabajó como esclavo durante dos años en una plantación propiedad del brujo. Para su fortuna, el bokor para el que trabajaba fue asesinado dos años más tarde con lo que, al no suministrarle los productos que le mantenían zombi, Clairvius fue recuperando -nunca del todo- su consciencia, hasta que le encontraron semidesnudo y atontado, vagando por las calles.
Davis había estado varias veces en Colombia investigando el uso de plantas entre los nativos, pero en el caso concreto de Haití sus teorías fueron ampliamente refutadas por otros investigadores. Le achacan que, al parecer estuvo muy poco tiempo en la isla como para profundizar en el tema. Por otra parte desconocía el «créole»: el «criollo», la lengua usada por la mayoría de los haitianos, una mezcla de francés (muy modificado), de español y de términos africanos, y cuando necesitas un traductor la información obtenida puede llegar alterada. Se le achacaron también muy escasos conocimientos en cuanto a la historia y a la particular religión vudú de la isla. Y, para colmo, era blanco.
En Haití, ser blanco podía ser un handicap. En nuestro mundo desarrollado nos podrá parecer ilógico, pero entre la población negra, paupérrima y analfabeta del interior profundo (donde es más creíble el fenómeno zombi), a los blancos se les ve con la natural desconfianza porque, cuando aparecen, siempre es para llevarse algo. Podrás contactar con ellos, siempre con un intermediario (negro), y aún así e incluso ofreciéndoles dinero, es difícil que se confíen. En mi opinión, Wade Davies es el típico investigador occidental prestigioso (es explorador en «plantilla» de la National Geographic) que ha reunido material sobre un tema tan morbosamente interesante para nuestra cultura occidental como es el de los zombis, y que ha conseguido el éxito comercial con sus libros…pero sin profundizar en su cultura.
Por contra, la otra investigadora antes mencionada, Zora Neare Hurston, además de vivir dos años en Haití tuvo dos cosas a sus favor: era negra, y era mujer. Permitidme que os explique. Hace pocas semanas (escribo ésto en Mayo del 2020, en plena pandemia) se ha emitido un documental de la cadena Netflix sobre Michelle Obama, la mujer del 44avo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. En el documental, titulado Becoming (aunque en castellano se le haya titulado Mi historia), Michelle reivindica con orgullo su condición de mujer, y de negra. Y para colmo, procedente de un hogar humilde.

La activista y folklorista Zora Neare Hurston
El hecho de ser negra, en una población negra como la haitiana, ya predispuso a Zora Neare Hurston a ser aceptada con más facilidad (en este caso, como un racismo pero a la inversa) que si hubiese sido blanca, la imagen -allí- del explotador. Os recuerdo que fue una activa militante del grupo «Renacimiento de Harlem» y Zora conoció sin duda alguna el fuerte racismo desde niña en su propio país. Al parecer nació a finales del siglo XIX en Eatonville, Florida, aunque otros barajan que pudo ser en Notasulga, Alabama; en todo caso el Sur profundo y racista de los Estados Unidos. Y el hecho de ser mujer era doblemente importante.
En los países subdesarrollados la sociedad es hostil y violenta, y las mujeres tienden a protegerse entre ellas (algo así como pasó con las sociedades secretas haitianas). Y era mucho más fácil que Zora se ganase la confianza y obtuviese información de otras mujeres que si hubiese sido un hombre, ante los que las mujeres muchas veces prefieren estar calladitas, por una mezcla entre desconfianza y miedo. Mujer y negra: doble ventaja en este caso.
-Haití: un país con una historia desgraciada
Para entender el «fenómeno zombi» habría que remontarse a la peculiar y dramática historia de Haití que intentaré resumir lo más posible. Colonia francesa, se convirtió en el principal productor de azúcar, con más de 800 ingenios que procesaban la caña de azúcar. Azúcar que exportaban en su mayoría a su principal cliente, a las recién independizadas colonias que formarían los Estados Unidos, para sus destilerías de ron y licores.
Deidad vudú, con sendos cráneos de caimán. Exposición en el Field Museum de Chicago en el año 2015, dedicada a Haití.
El cultivo y explotación de la caña se sostenía por una abundante mano de obra esclava: aproximadamente 300.000 negros de origen africano frente a doce mil blancos europeos y mulatos libres. Explotó una sangrienta revuelta que, tras grandes matanzas de los antiguos amos, cristalizó en su independencia. A partir de entonces se sucedieron una serie de reyezuelos y dictadores (negros) que siguieron sometiendo a la población, pese a las grandilocuentes proclamas de libertad e igualdad.
El origen étnico de todos estos esclavos era una amalgama de negros procedentes de Angola, de Congo o de los países del Golfo de Guinea, cada cual con los restos de su cultura que trasplantaron a América. Aportaron sus creencias en dioses diversos y una estructura religiosa donde todo cabía: desde una jerarquía de brujos, magos y encantadores a un panteón donde tenían sitio desde sus primitivos dioses africanos a figuras de la iglesia cristiana, en un sincretismo sin igual. De hecho y aunque haya un 45% de cristianos, el vudú haitiano es la religión estatal oficial, practicada por más de un 50% de la población.

Ceremonia de iniciación vudú
Haití sigue siendo el país más pobre de América (y casi del mundo). El 80% de su población vive bajo el umbral de la pobreza, lo que acarrea su gran atraso. Con una economía agraria de susbsistencia, con una alta tasa de analfabetismo y una población dispersa en un país montañoso donde para desplazarse es necesario recorrer caminos de tierra y pistas entre la selva y las plantaciones, con alguna carretera a lo sumo. Un país pobre, atrasado y aislado, sumido en creencias primitivas.
Desde los tiempos de la esclavitud los negros se organizaron a su manera para protegerse formando sociedades secretas, que se mantuvieron tras la independencia. Grupos que formaban feudos que dominaban en sus remotas regiones, tales como los Zobop, le Grand Drop, los Bizango, los Ulibindingue, los San Poel, los Mandingue, los Cochons Gris o los Chanterelle, entre otros…Del poder político y militar no se podía esperar mucho, más allá de su corrupción y su violencia, Se les veía poco y como a extraños. En las aisladas zonas rurales tenían más predicamento las sociedades secretas, y por encima de ellas, las grandes figuras religiosas del vudú, de la antigua religión: el bokor y el oungam.
Mezcla de caciques, de guía espiritual y de sheriff de la zona, las diferencias entre bokor y oungam suelen ser difusas, pero importantes. Mientras que el oungam es un sacerdote vudú que hace generalmente el bien y bendice a las «loas» (=dioses) siempre con la mano derecha (la mano «santa», la mano «buena»), el bokor es un sacerdote vudú más peligroso. En sus ceremonias utiliza tanto la mano derecha, la «buena», como la izquierda: la «mala». Y es precisamente el bokor el encargado de «fabricar» zombis.
-¿cómo se «fabrica» un zombi?
En cierta ocasión el bokor Max Boubard dijo:
…es mejor zombificar a alguien condenado por la sociedad, que una vez esclavizado al menos trabajará, que meterlo en la cárcel o matarlo, ya que de esta forma no aporta nada a la comunidad…
En la primitiva y particular religión vudú, cuando algún miembro de la comunidad había cometido un delito, como podía ser un robo, una violación o incluso asesinato se le juzgaba, por supuesto lejos y sin contar con el poder político y militar, en algún lugar apartado por parte de un «tribunal popular» formado por una sociedad secreta, y en el que se le comunicaba la pena que le podía ser aplicada, tal como latigazos, bastonazos, mutilación, la muerte…o la zombificación. Pero esta sentencia no era más que un primer aviso y, una vez avisado, se le dejaba marchar. El condenado podía compensar a su víctima con dinero u otros bienes pero estaba avisado que, en caso de reincidir, el castigo sería inevitable…y la cosa iba muy en serio, como bien sabía el aterrorizado condenado.

Deidad (o demonio) de la religión vudú. En la esquina inferior izquierda se puede leer: Wangol…de Angola, uno de los lugares de procedencia de aquellos esclavos, que seguían manteniendo en su memoria
No sólo se zombificaba (permitidme utilizar la expresión) por estos delitos sociales, juzgados por tribunal popular, y aceptados por la comunidad como una justicia «natural». Había otros casos en que se procuró la zombificación: rencillas matrimoniales, conflictos familiares, problemas de herencias o de lindes en los campos, o la típica sospecha de que el vecino había hecho (por malas artes brujeriles) enfermar la vaca, producido un mal parto o estropeado la cosecha…aunque en estos casos, paradójicamente, no estaba bien visto y como vimos al repasar el Código Penal haitiano, sujeto a castigo. Había que recurrir tanbién al bokor, en estos casos más de tapadillo, para que proporcionasen todo lo necesario. Y, ¿qué era lo necesario?…
Las drogas psicoactivas que mencionó Zora Nearle, o los productos de los que hablaba Wade Davies tenían una base bioquímica y farmacológica. Por una parte el «cocombre zombi», que podemos traducir como el «pepino zombi», más conocido entre nosotros como el estramonio, del género Datura. El estramonio pertenece a la familia de las Solanáceas, donde se agrupan especies como el beleño o la belladona, entre otras. Usadas de siempre en la medicina popular por su alto contenido en alcaloides, sustancias capaces de alterar la consciencia de las personas.
Sólo como ejemplo: en los procesos por brujería en la Europa de la Edad Media se comprobó que las brujas se frotaban ingles y axilas (donde la piel es más fina y la absorción más rápida), o la escoba donde se subían para «volar» (con lo que se rozaban las ingles) con estos productos, lo que les provocaba alucinaciones de vuelos y desplazamientos a los akelarres, donde aseguraban haber estado aunque no se hubiesen movido de la cama. En los procesos, las pobres mujeres que solían acabar condenadas a la hoguera, confesaban bajo las torturas que había que frotarse «…hasta enrojecer la piel…»
Por otra parte, el «coup de foudre» , que podemos traducir literalmente como «golpe de polvo» o «golpe de pólvora», aunque su traducción más correcta en castellano sería el «polvazo»…Pero como «polvazo» tiene otra acepción más sicalíptica, casi mejor que lo dejamos en su francés original… El ingrediente principal del «coup de foudre» era una sustancia conocida como la TTX: la Tetradotoxina, 60.000 (sesenta mil) veces más potente que la cocaína, o 500 veces más potente que el cianuro…Tremendo, ¿no?…La TTX se encuentra en unos peces de la familia Tetraodontidae, la de los peces conocidos como pez-erizo y pez-globo. Hay varios géneros, para el que quiera profundizar, como el Diodon (especies histrix y holocanthus) o el Spheroides testudineus, que es el nombre científico del «fugu» japonés, pez sumamente venenoso pero bocado de lujo en Japón y al que muy pocos cocineros saben preparar para no intoxicar a sus selectos comensales.

Pez globo tigre, el fugu o torafugu japonés. En el año 1958 murieron por envenenamiento al consumirlo 176 personas en Japón. A partir de esa fecha el gobierno reguló su preparación y consumo. El principal productor de TTX
Se concede al pez-globo el triste honor de ser el tercer vertebrado más venenoso, por detrás de la rana dorada (o rana dardo): Phyllobates terribilis, y del pez-piedra: Synancea horrida (con esos nombres de especie ya nos podemos ir haciendo una idea). La TTX es más abundante en la piel y sobre todo en vísceras como el hígado y las glándulas sexuales (ovarios y testículos). Había que ser muy hábil para saber preparar estas sustancias pero sin duda los bokor lo eran, depositarios de una tradición de herboristas y conocedores de las propiedades de las plantas.
La TTX (en dosis no mortales) produce la «anexia», o encefalopatía letárgica hipertensiva. La TTX interfiere en la conectividad neuromuscular. Más concretamente bloquea los canales de sodio en la membrana de las neuronas (las células nerviosas), lo que en última instancia bloquea la transmisión nerviosa. De esta forma, en presencia de TTX las neuronas no son capaces de producir impulsos que permitan a los músculos contraerse.
La víctima permanecía viva aunque paralizada, con un ritmo cardiaco y respiratorio apenas perceptible, pero con un componente extra más terrible si cabe: manteniendo la consciencia, aunque no se pudiese mover. Cabe imaginar el terror que para una víctima de zombificación supondría el darse cuenta de cómo, una vez paralizado, le metían en una caja, le bajaban a un foso e incluso cómo podía escuchar las paletadas de tierra sobre él…
Había varios trucos para que la víctima ingiriese el «coup de foudre»: cuentan que incluso espolvoreándolo por el camino por donde iba a pasar, pero es más dudoso el efecto. Generalmente por vía oral, aunque era más arriesgado. A veces y sin que se diese cuenta, sobre la piel. Unido a sustancias irritantes como el veneno de sapo, la víctima se rascaba (como decían las brujas: «hasta enrojecer la piel») con lo que el producto se absorbía.
Una vez enterrado, tocaba desenterrarle. Esa misma noche o a más tardar a la siguiente, el bokor le sacaba de la caja y le hacía ingerir, ésta vez, el «cocombre zombi», la Datura stramonium, que revertía el efecto de la TTX con lo que le reanimaba físicamente. Había que darle masajes y flexionar sus extremidades para eliminar la rigidez, pero le dejaba emocionalmente destruído. Una vez esclavizado le hacían ingerir diariamente el «cocombre zombi» mezclado con otras plantas, con lo que se quedaba, esta vez y coloquialmente, zombi. Resultaba el trabajador perfecto: no sólo un esclavo, sino además un esclavo sin voluntad, soportando las duras horas de trabajo en la plantación sin ninguna queja.
-el alma dual: las dos almas
Es importante destacar que el concepto de zombi en Haití está fuertemente anclado a la creencia del «alma dual», ya que esta forma de concebir el alma ya estaba presente en algunas religiones africanas presentes en la Costa de los Esclavos (Benín, Camerún, Ghana, Nigeria, Togo, etc). Según esta creencia, existen por lo menos dos tipos de alma: en el dialecto «créole», el «Gros Bon Ange» (o «Gran Buen Ángel») y el «Ti Bon Ange» (o «Pequeño Buen Ángel»). El primero, el «Gros Bon Ange», es un concepto espiritual al que se atribuye la memoria, los sentimientos y la personalidad. Esta alma está en relación directa con el cuerpo. Perder el «Gros Bon Ange» equivalía a perder la vida. El segundo tipo de alma, el «Ti Bon Ange», está ligado al cerebro, a la cabeza y a la conciencia del hombre. Se ha llegado a aceptar que el «Ti Bon Ange» es el que está directamente relacionado con lo que los creyentes llaman el proceso de zombificación.
Esta división del alma en la religión vudú es importante para comprender el proceso del zombi, pues es a partir de esta forma de alma (el «Ti Bon Ange») que se desenvuelven los dos tipos de zombi que han sido estudiados: el zombi corpóreo o el incorpóreo o, como los llaman en Haití: el «cuerpo sin alma» y el «alma sin cuerpo», aunque en la creencia popular haitiana la distinción no es definitiva ni total. Aunque las «almas sin cuerpo» tienen mucha importancia en el folklore popular haitiano, quizá estamos más acostumbrados a la figuración del «cuerpo sin alma».
Responde a la idea de una criatura que ha sido «regresada» de la muerte por el hechicero bokor a través de distintos medios y con el propósito de esclavizarle. Desde la tradición oral haitiana, se dice que una vez enterrada la persona en cuestión, ésta es exhumada y llamada tres veces por su nombre por el bokor.
¿Existen todavía zombis en Haití?….¡quién sabe!. En un país castigado por terremotos, pobreza extrema, atraso, hambre, corrupción y supersticiones, cualquier cosa es posible. Nos gustaría pensar que ya no, pero los haitianos siguen fieles a su vudú y los brujos siguen proporcionando ayuda o consuelo a la gente…o castigos, cuando hace falta. Mucha miseria, en suma…


Los zombis han invadido hasta el mundo del merchandising. A la izquierda muñeco vudú «ex lover», y a la derecha muñeca «ex wife», con sus agujitas y todo. En el del «ex lover» se pueden leer textos como : «deja de llamarme», o «espero que tengas un mal acné»…
En nuestro cómodo y «fácil» mundo desarrollado nos ha gustado más la visión comercial y cinematográfica del vídeo Thriller de Michael Jackson, o serie exitosas como The Walking Dead, o la película que abrió camino en 1968: La noche de los muertos vivientes. Todas con su parafernalia de seres demacrados, cuando no semipodridos y llenos de llagas, vestidos de harapos, ansiosos por comerse a los vivos. Y de ahí a disfraces tipo Halloween sólo hay un paso…Sustitos, pero sin pasarse.
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