Linda maestra, de Goya, Capricho nº 68. Serie de aguafuertes de las Pinturas Negras, 1799
AVISO: esta entrada puede resultar muy desagradable, por lo duro de algunos pasajes
Introducción. Los orígenes de las persecuciones
Dos ejemplos de persecuciones religiosas con trasfondo económico
-los Templarios
-Gilles de Rais
-la Chambre Ardente
Juana de Arco: una ejecución en la hoguera por causas políticas
Cálculo aproximado de víctimas acusadas de brujería
El protocolo de los procesos por brujería
-acusadores y delatores
-el interrogatorio. El Malleus Maleficarum
-la tortura
Las brujas de Salem y el sexo asociado a la brujería. Íncubos y súcubos
El millonario negocio de las expropiaciones a los procesados
Un remedio contra la brujería: los exorcismos
Inquisición en España
-el caso de las brujas de Zugarramurdi y el ecuánime inquisidor Alonso Salazar de Frías
Introducción. Los orígenes de las persecuciones
Durante trescientos largos años (aproximadamente entre 1450 y 1750), los procesos contra la brujería en Europa Occidental se convirtieron en una maquinaria organizada del horror, causa de cientos de miles de víctimas sometidas a las peores torturas, acabando casi siempre con la muerte en la hoguera. Pero aunque las acusaciones de los tribunales se fundamentaban en la herejía de los pactos con el Diablo, en la mayoría de los casos parecía que el motor principal consistió en una fuente de expropiaciones y de robos, expoliando a las víctimas, lo que convirtió en millonarios a muchos (jueces, príncipes, inquisidores, verdugos…) de los que se ocuparon de semejante «cruzada».
De hecho, según fueron prohibiéndose las expropiaciones, fueron desapareciendo los procesos por brujería. Es muy significativo que en los lugares donde no se permitía la confiscación de bienes, como era el caso del estado alemán de Jülichs-Berg, no hubo juicios por esta causa…No obstante, la oposición creciente por parte de los racionalistas hizo que en donde estos personajes dejaron su huella, inicialmente en países como Holanda o algunos principados alemanes, los procesos por brujería fueron perdiendo fuerza, aunque no fuese un proceso rápido ni fácil.
La brujería se mencionaba ya desde los tiempos de la Biblia, en la que hay numerosas menciones -y condenas- al respecto. De hecho, los inquisidores fundamentaron sus actuaciones sobre los testimonios bíblicos. Desde el episodio de «la bruja de Endor», (citada en el Primer Libro de Samuel -28, 13-14, que, convocada por el rey Saúl, hace aparecer al espectro del profeta Samuel), hasta una mención muy recurrida por ellos, la del versículo:…a la bruja no la dejarás con vida…(Éxodo, 22: 18-28)…aunque los expertos lingüistas aducen que, tras la palabra hebrea kaskagh, debería traducirse más correctamente como «envenenadora» que como bruja. Pero tras las «hechicerías» (que no «herejías») mencionadas por griegos y romanos, la acusación de pactar con el Diablo tomó forma y, más progresivamente a partir de las persecuciones contra las herejías en el sur de Francia contra los cátaros o albigenses, muy implantadas en esta área.
En el año 430 el derecho civil romano había establecido la pena de muerte para los herejes, secundando una disposición de la Iglesia cristiana del año 382 donde se decretaba que cualquier persona procesada por herejía debía ser ejecutada:
…ningún hereje es cristiano. Pero si no es cristiano, todo hereje es demonio: reses para el matadero del infierno… (San Jerónimo, Padre de la Iglesia. Siglo IV).
Hay que tener en cuenta que en los comienzos del cristianismo hubo más de 300 sectas diferentes, cada cual con su planteamiento teológico, enfrentadas -a veces a muerte- las unas con las otras, cruzándose acusaciones mutuas de herejía y repartidas en todo el orbe cristiano. Y contra todas ellas combate la Iglesia «oficial» en su intento por fijar una ortodoxia.
Las herejías, pese a la persecución oficial, se resistían a desaparecer, convencidas cada una de ellas de que eran las únicas depositarias de la «Verdad». A finales del siglo XII se crea el Tribunal de la Inquisición en Roma ante la creciente inseguridad y debilidad de la misma, circunstancias que favorecieron la apostasía en las zonas más civilizadas de Europa, sobre todo en el sur de Francia, en las ciudades ricas del centro de este país, y de la Renania alemana. Para controlarla, la Inquisición se implantó en primer lugar en el Languedoc, en 1184, centro del catarismo. Poco después en Toulouse en 1233 (donde fue inquisidor célebre Bernardo de Gui, un «cazador» de albigenses) y en el reino de Aragón en 1249. Cabe comentar que en el reino de Castilla se implantaría en 1478, bajo el control de los Reyes Católicos, independiente de Roma.
Las sectas heréticas son el blanco de la Inquisición, que inició los primeros procesos amparándose en una bula fechada el 22 de Agosto de 1320, por la que el papa Juan XXII concedía potestad al inquisidor de Carcasonne para procesar a quienes adorasen a los demonios o firmaran un pacto con ellos. La acusación era clara: rechazo voluntario de Dios y de la Iglesia. Antes de esa fecha las tropas reales habían preparado el terreno, combatiendo para eliminar a los albigenses, muy extendidos en la zona. Una vez conquistada la plaza de Béziers, en Julio de 1209, es célebre la frase con la que el legado papal, Arnaldo Amalric, aclaró las dudas del general sobre cómo distinguir a los prisioneros: ¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!…No podemos saber si los reconoció entre tanto muerto…las bajas en Béziers ascendieron a un total de 30.000 personas…
Así, una vez pacificada la región y apoyados en la bula papal, es a partir del año 1321 cuando se sucedieron los procesos eclesiásticos en el sur de Francia. Entre los años 1321 y 1350 doscientas personas acusadas de hechicería herética, es decir, de brujería, murieron sólo en Carcasonne, y unos cuatrocientos en Toulouse. Tras esos primeros pasos, en los que las purgas de la Inquisición habían erradicado a los cátaros y albigenses, no quedó un solo hereje en el sur de Francia.
Pero tras esos procesos y una vez creada la máquina, se desencadenó la primera oleada de ataques inquisitoriales. En 1350 la Inquisición juzgó por hechicería a unas mil personas entre Carcasonne y Toulouse, quemando en la hoguera a más de seiscientos. La caza de la bruja ya es imparable: los inquisidores le han cogido gusto a los procesos, que se extendieron por el Béarn (país vasco-francés, en la costa atlántica) y, desde el sur de Francia, hasta la Saboya francesa y el sur y el oeste de Suiza.
El norte de Italia tampoco se libró. En su tratado Questio de Strigibus (que podemos traducir del latín como «Dudas sobre las brujas») el inquisidor dominico Bartolommeo Spina, en 1523, dice que en la región de la ciudad de Como se quemaron al menos cien personas al año, y en ocasiones a más de mil… De ahí se extendió al resto de Europa occidental con sus debidas variantes, como veremos.
Fue a partir de 1390 y en especial en Alemania donde mayor proporción alcanzó la matanza de brujos, con la particularidad de que Alemania no existía como tal país unificado, sino que estaba formada por unos trescientos territorios autónomos en los que cada estado administraba la justicia a su capricho, aunque donde mayores proporciones alcanzó la matanza de brujas fue en las zonas dominadas por los príncipes-obispos, tales como Tréveris, Estrasburgo, Breslau y Fulda, y en especial en Würzburg y Bamberg, como luego detallaré.
Hubo varios factores que favorecieron el ambiente para la caza de brujas, como fue la pugna entre el catolicismo y el protestantismo al hilo de la Reforma de Lutero, en toda Europa Occidental, aunque en ambas zonas hubiese largas persecuciones. Por otro lado la Guerra de los 30 Años que dividió a Alemania y países cercanos en multitud de pequeños estados. Por éstas y otras circunstancias el apogeo se produjo sobre todo en la época del Renacimiento, en el momento de la transición del feudalismo al capitalismo. Todo ello produjo una inestabilidad social y crisis económicas (con la consecuencia de miserias en la población), lo que condujo a un sentimiento religioso exacerbado del que se aprovechó la Iglesia.
Y, siguiendo en Alemania, es muy significativo que en los lugares donde no se permitía la confiscación de bienes, como ya mencioné el ejemplo del estado alemán de Jülichs-Berg, no hubo procesos por brujería. Pero en este lugar tuvo mucho que ver la experiencia (beneficiosa) de Johan Weyer (1515-1588), médico personal del duque Guillermo al que además asesoraba y donde, gracias a su influencia moderada, el ducado fue un oasis de relativa tranquilidad en una Alemania estragada por las persecuciones de los inocentes. Como médico, Weyer comprendió que las historias de aquelarres y de posesión demoníaca eran frutos de mentes perturbadas:
…las disputas entre vecinos, las riñas entre campesinos, los conflictos entre ciudades y el frecuente sacrificio del inocente son, muchas veces, consecuencia de la más fructífera de las desgracias, la creencia en la brujería…
El enemigo principal era el Diablo. Los teólogos y jueces eclesiásticos rizaban el rizo con sus disquisiciones flosóficas, intentando clasificar el mundo de la demonología. A tal fin elaboraron algunas clasificaciones de los demonios que podríamos tachar de surrealistas, ordenadas al estilo de las descritas para los ángeles y arcángeles, pero en su versión «demonios», enfrentadas muchas veces tal demonio con tal arcángel o con tal santo. Todos dentro de una jerarquía, cada cual con su nombre particular y su especialidad. Para los teólogos tenían su importancia en los procesos: si sabían qué demonio en concreto era el que estaba dominando y atormentando a las personas, sería más fácil conjurarle y vencerle. Los exorcistas, de los que hablaré más adelante, interrogaban a los poseídos preguntándoles por el nombre de su demonio y a qué rango pertenecía.
El 16 de Noviembre de 1618 un grupo de dominicos, jesuítas y capuchinos, exorcizaron a una aristócrata en la capilla de Notre-Dame-de-Guérison, en la diócesis de Auch, en Francia, expulsando a un demonio llamado Magot. Cuatro días después reanudaron el exorcismo contra un segundo demonio:
…el espíritu comenzó a hablar con gran dificultad por boca de la paciente y nosotros iniciamos el interrogatorio de la siguiente manera: cómo se llamaba, de dónde era y de qué región. A esta orden que se le había dado en nombre de Dios contestó que se llamaba Mahonin, de la tercera jerarquía y el segundo orden de arcángeles, y que antes de entrar en el cuerpo del poseído, vivía en el agua…
…instado a que dijera qué santo del cielo era su adversario, respondió que San Marcos el Evangelista…
Una de las listas más completas de demonios y sus funciones aparece en Historia admirable (1612), del famoso exorcista padre Sebastien Michaëlis. En uno de los interrogatorios Balberith, un demonio que poseía a sor Madeleine, del convento de Aix-en-Provence, tuvo el detalle de contarle al sacerdote no sólo qué otros demonios poseían a la monja, sino el nombre de los santos cuya tarea consistía en luchar contra ellos…
Como los demonios eran ángeles que habían caído tras la rebelión celestial, mantenían su rango como tales. Sólo recordar que la Corte Angelical era un invento del evangelio apócrifo Seudo-Dionisio del siglo IV, basado en los escritos de Pablo (Efesios, I, 21; Colosenses, I, 16), y que constaba de nueve órdenes de ángeles, tres jerarquías cada tres órdenes. En la Historia admirable Michaëlis se extiende largamente hablando de jerarquías y responsabilidades demoníacas. Así, otro de los demonólogos más conocidos, Binsfield , confeccionó en 1589 la siguiente lista, responsabilizándoles de los siete pecados capitales:
-Lucifer: el orgullo
-Mammón: la avaricia
-Asmodeo: la lujuria
-Satanás: la ira
-Belcebú: la gula
-Leviatán: la envidia
-Belfegor: la pereza
Representación del demonio Buer, presidente de la 2ª orden de los infiernos y que manda sobre 50 legiones de demonios…según el escritor y ocultista Collin de Plancy, en su Dictionaire Infernal (1863). Una de las 67 ilustraciones, a cada cual más fantasiosa, por Louis le Breton
Listas como éstas eran muy corrientes en las obras de teólogos y demonólogos, sesudos varones sin duda, a los que semejante tema se ve que preocupaba sobremanera, llegando a conclusiones, como dije antes, bastante surrealistas. En 1459 Alfonso de Spina pensó que una tercera parte de los ángeles se habían transformado en demonios: concretamente 133, 306 y 668. Un «experto en cibernética» del siglo XVI dió la siguiente cifra: 66 príncipes al mando de 6.600.000 demonios. Otro precisó aún más el número: 7.409.127 demonios capitaneados por 79 príncipes infernales. A Johan Weyer no debió parecerle bien y corrigió tales cifras: 7.405.926 demonios y 72 príncipes del infierno…¿Acaso no eran surrealistas?…
Dos ejemplos de persecuciones religiosas con trasfondo económico: el proceso contra los Templarios, y Gilles de Rais
-los Templarios:
Hablaré después del expolio sistemático que se organizó en los procesos por brujería, pero un buen ejemplo de esa línea nos lo da el proceso contra los Caballeros de la Orden del Temple, más conocidos como los Templarios. Fundada en 1118 por 9 caballeros franceses tras la Primera Cruzada, su intención era proteger a los peregrinos que, desde la costa, marchaban a Jerusalén, asaltados a menudo por los bandidos. Tras dos siglos de actividad, la Orden se había convertido en una de las más poderosas órdenes militares cristianas de la Edad Media. Hacia el año 1220 se había extendido por toda Europa, contando con más de 9.000 encomiendas, unos 30.000 caballeros, más de 50 castillos y fortalezas, con una flota propia y, sobre todo, inmensas riquezas, gracias a una compleja estructura económica que incluyó un precursor de la banca.
En 1307, el rey Felipe IV el Hermoso de Francia estaba en bancarrota, fuertemente endeudado con la Orden (que le había financiado el fuerte rescate de su padre Luis IX, prisionero en Egipto durante la VIIª Cruzada), y temeroso además del gran poder que ésta había alcanzado. Convenció -o más bien amenazó- al papa Clemente V y, tras acusaciones de hechicería y secretas ceremonias de iniciación donde insinuaron todo lo inimaginable, detuvieron al Gran Maestre, Jacques de Molay junto a 140 caballeros que, bajo tortura, admitieron todas y cada una de las acusaciones que les presentaron.
Durante siete años les persiguieron por todos los rincones de Francia, haciendo prisioneros -y ejecutando- a 15.000 caballeros templarios, aunque muchos pudieron huir salvando su vida, estableciéndose como tal orden del Temple o bajo otro nombre en otras cortes europeas, como en España. Podemos imaginárnoslos como duros guerreros, habituados al dolor y a las privaciones, pero ante su capacidad de resistencia los métodos de los verdugos eran el mejor aliciente para confesar. Una vez obtenida tan «voluntaria» confesión, el 18 de Marzo de 1314 fueron quemados el Gran Maestre y dos caballeros más ante la catedral de Nôtre-Dame de París. Fue una jugada perfecta: el rey se libró de un competidor muy peligroso, y además se quedó con todas sus riquezas.
-Gilles de Rais:
El caso de Gilles de Rais (1404-1440) fue más o menos parecido. Se trataba del comandante supremo de las fuerzas francesas durante la Guerra de los Cien Años contra Inglaterra. En el punto culminante de su poder, llegó a ser el noble más acaudalado de Europa, sumando a su fortuna la que adquirió al casarse en 1420 con Catalina de Thouars, heredera de una inmensa riqueza. Tras la coronación de Carlos VII de Francia se retiró a sus posesiones, donde vivía como un emperador, con una guardia personal integrada por doscientos caballeros, una capilla privada con treinta canónigos y una enorme librería, llena de manuscritos raros donde abundaban los de alquimia. Pero semejante tren de vida y sus despilfarros le obligaron a vender tierras.
Gilles de Rais volvió sus ojos hacia la alquimia y se puso a buscar la piedra filosofal, que supuestamente transformaba los metales en oro. Entre estas «rarezas» y su gran soberbia, que le enemistó con el alto clero francés, le fueron cerrando el cerco. Le acusaron de 47 delitos diferentes, entre ellos malos tratos al clero (había apaleado y encarcelado a algún sacerdote bien emparentado) y, sobre todo, pactos con el demonio, magia negra y, ya metidos en danza, le acusaron de: …hereje, apóstata, invocador de demonios, crímenes y vicios contra natura, sodomía, sacrilegio y violación de la inmunidad de la Santa Iglesia… (seguramente por lo de las palizas a curas impertinentes). Añadiendo por si ésto fuera poco, perversiones sexuales con niños a los que torturaba, o invocación de espíritus con sacrificios humanos… no se dejaron nada…
El 13 de Septiembre de 1440 el obispo hizo comparecer ante su tribunal a Gilles, que no opuso resistencia. Al cabo de seis sesiones, el 19 de Octubre sometieron a tortura a Gilles de Rais, pero no sólo a él: para obtener las pruebas necesarias para su condena torturaron también a sus criados. El 21 de Octubre confesó -supongo que «convencido» por los tormentos- de todo lo que le acusaban. El 26 de Octubre fue ahorcado, pero hay a quien le salió el negocio redondo: todas sus numerosas riquezas, que eran muchas, fueron expoliadas y repartidas entre el obispo de Nantes Jean de Malestroit, el duque Juan V y el inquisidor Jean Blouyn.
-La Chambre Ardente:
Sin movernos de Francia, pero muy posterior a los procesos contra los templarios y Gilles de Rais, hubo un caso curioso en 1673, si no de brujería sí de misas negras por parte de aristócratas franceses, un poco al estilo retorcido del marqués de Sade. Ante el escándalo, Luis XIV creó en 1679 la Comission de l’Arsenal, tribunal especial a puerta cerrada y que no admitió apelaciones, y que recibió su nombre de la Chambre Ardente (la Cámara Ardiente) al celebrarse en un local tapizado de negro e iluminado por velas.
Todo comenzó a raíz de la investigación de una serie de envenenamientos, consumados sobre todo para deshacerse de rivales amorosos, frecuentes en el mundillo de adulterios, amantes y favoritas de la corte francesa, lo que a menudo suponían contactos de poder y privilegios. El comisario de policía de París, Nicholas de la Reynie, descubrió una red internacional de envenenadores con conexiones en Portugal, Italia e Inglaterra, dirigida por varios nobles, un abogado y un banquero, que distribuían los venenos por toda Francia.
Tirando del hilo fueron destapándose en el mundillo un tanto ¿decadente, degenerado? de la corte, una red de adivinos, celestinas, abortistas, alcahuetes y hechiceras que vendían tanto venenos como abortivos, afrodisíacos, filtros de amor o pociones hechas con ingredientes tan exóticos tales como arsénico, azufre y vitriolo mezclado con sapos y murciélagos secos, semen y sangre menstrual. Una de las adivinas, Marie Bosse exclamó en una ocasión:
…¡Qué profesión tan buena!. Todos mis clientes son de alta alcurnia. Nada por debajo de duquesas, marquesas, príncipes y señores. Tres envenenamientos más y me retiraré con una gran fortuna…
Tras un año de investigaciones fueron acusados innumerables cortesanos, todos miembros de la nobleza, encarcelados en Vincennes y en la Bastilla. La alta sociedad francesa se asustó y muchos huyeron del país. Comenzaron a acusar a varios sacerdotes de toda Francia de celebrar misas negras, con ceremonias reales o inventadas de degollar recién nacidos sobre muchachas desnudas tendidas sobre los altares, con las que después fornicaban. Lo dicho: Sade en estado puro.
La tortura y las hogueras hicieron su aparición, pero durante los cuatro años que duró el proceso, se torturó y quemó a muchos hombres y mujeres de las clases bajas acusados de vender veneno o colaborar en las hechicerías, pero no se ejecutó ni torturó a ningún noble, aunque una de las investigadas fuese Madame de Montespan, antigua amante de Luis XIV, de la que se encontraron pruebas inculpatorias de que había intentado envenenar al rey y a su joven amante, Mademoiselle Fontanges. Perder el favor real suponía perder muchísimas prebendas, pero en el resto de la corte la situación era parecida: sexo, si no por dinero (que también), por influencias.
En el transcurso de las investigaciones detuvieron a 319 personas, y se dictó sentencia contra 104: 36 condenadas a muerte, 4 a galeras, 34 al destierro y 30 fueron absueltas. En 1709, a la edad de setenta años, Luis XIV decidió destruir las actas y el 13 de Julio las quemaron, pero algunas copias de las actas oficiales y las notas del comisario de policía se libraron de la destrucción, y así fracasó el intento del rey de borrar una página de la historia.
Juana de Arco: una ejecución en la hoguera por causas políticas
Retractación de la confesión de Juana de Arco, causa final de su condena a la hoguera. Bibliothèque Nationale de París
Una opinión todavía muy extendida fue que a Juana de Arco, Jehanne D’arc o la «doncella de Orléans» como también se la conoció, es que la quemaron por bruja, pero oficialmente no fue así: fue condenada por hereje y quemada legalmente por hereje relapsa o, lo que es lo mismo, por insistir en sus opiniones sin arrepentirse (aunque creo que a la víctima le diese igual el matiz). Existe un texto con la retractación de Juana ante su confesión inicial, causa de su definitiva condena a muerte. El proceso fue largo, y en esta ocasión y por lo delicado del proceso al final no se utilizó la tortura (de éso se libró, al menos). En él intervinieron hasta sesenta jueces y la Universidad de París, pro-inglesa. Quedan actas de los interrogatorios donde los jueces sostienen que:
…existen vehementes sospechas contra ella… Ha sido denunciada por hechicera, bruja, adivina, seudoprofetisa, invocadora de espíritus malignos, conjuradora, supersticiosa, dedicada a las artes de la magia, que duda de la fe católica, cismática…que blasfema contra Dios y los santos, escandalosa y sediciosa, perturbadora de la paz, incitadora de la guerra…indecente y desvergonzada, seductora de príncipes y de pueblos…hereje o al menos con vehementes sospechas de herejía… ¡vamos, que no se dejaron nada en el tintero!…o aquellos en los que Juana habla de sus visiones y las conversaciones que dijo tener con los santos y arcángeles, testimonios que tampoco la ayudaron mucho.
Hay que considerar que el proceso tuvo lugar durante la Guerra de los Cien Años, entre Inglaterra y Francia, pero en la que ducados como el de Borgoña o ciudades como París se posicionaron junto a los ingleses. Jehanne, movida por su fervor, combate junto a las tropas francesas obteniendo victorias y para los ingleses es muy mala propaganda. Se pretendió dar la apariencia de un proceso justo, pero el objetivo final estaba claro: eliminar a Juana. Una vez capturada los soldados esperaban grandes rescates por parte del rey de Francia, Carlos VII, un rey supersticioso e indeciso que se inhibió, pero los ingleses pujaron por ella ante sus captores, no la podían dejar escapar. El 30 de Mayo de 1431 murió en la hoguera, a los veinte años de edad.
Cálculo aproximado de víctimas acusadas de brujería
Podemos conocer los detalles de numerosos procesos, gracias a la burocracia que en sus actas registraba nombres, acusaciones, confesiones, condenas o los detallados pasos de las torturas. Conocer el número exacto de los ajusticiados ya sería más complicado, primero por la gran cantidad de cientos de miles de condenados. Y segundo, porque en muchas ocasiones se los ajusticiaba en masa, sin más: gentes humildes o muy humildes del campo cuyo único delito podía haber sido estar en el lugar equivocado en el momento incorrecto. De los acaudalados ciudadanos a los que iban a robarles todo, solían guardar las actas. El resto, la mayoría, no merecían ni el recuerdo. Pero bajo su anonimato, bajo todos y cada uno de aquellos pobres desgraciados hubo una persona, aterrorizada, roto el cuerpo y el alma por las torturas, sabiendo que aunque confesasen todo lo que los verdugos le insinuasen, nada iba a librarles de una muerte espantosa.
En Agosto de 2017 apareció en la revista Economic Journal, un gráfico que adjunto titulado Witch Trials (procesos por brujería) sobre un artículo anterior de Peter Leeson y Jacob Russ. Ignoro de dónde sacaron sus datos, el trabajo parece muy elaborado pero, personalmente, creo que «suavizan» bastante las cifras si las comparamos con las que expondré más adelante, obtenidas por Rossell Hope tras investigar cientos o miles de actas. Por ejemplo, como cifra total, dicen que en 150 años fueron condenados y acabaron en la hoguera unos 43.000 brujos…Continúa diciendo que entre los años 1300 y 1850 se ejecutaron a 16.000 personas en Alemania o 10.000 en Suiza…siguen pareciendo cifras muy bajas al lado de las que van a continuación. Sí calcula, y me parece interesante, hacer las ratios (proporciones) entre juicios y población. Así, de los 10.000 ejecutados en Suiza el ratio de juicios según población calculaba 980 por cada 100.000 habitantes, mientras que en Escocia, de los 3000 acusados calcula una ratio de 509 por cada 100.000 habitantes.

Witch Trials (procesos por brujería). Cuadro con cálculos proporcionales de víctimas aparecido en Agosto de 2017, en el Economic Journal, según un trabajo anterior de los economistas norteamericanos Peter Leeson y Jacob Russ
Curiosamente, los porcentajes más bajos los calcula en Francia, España e Italia, con 22, 23 y 5 por cada 100.000 habitantes, respectivamente (aunque en Francia las ejecuciones fueron muy numerosas). La explicación la ofrece por los grandes traumas que supusieron durante los siglos XVI y XVII las luchas de religión. No por casualidad, cuenta, el grueso de las ejecuciones se produjeron durante la Reforma y Contrarreforma en aquellos siglos.
Efectivamente en España e Italia se produjeron muy pocos avances del protestantismo, pero en Francia no fue el caso. En España, y como veremos en el capítulo correspondiente a la Inquisición española, las persecuciones se dirigieron más al objetivo de la conversión de judíos, moriscos y protestantes, mientras que los inquisidores españoles dieron muy poco crédito a la «parafernalia brujeril» de los aquelarres, los vuelos nocturnos y demás, al contrario que en el resto de Europa, donde constituyeron la base de las acusaciones.
Contradiciendo las cifras anteriores, las siguientes las he obtenido principalmente del libro Enciclopedia de la brujería y demonología, del británico Rossell Hope Robbins, erudito que durante largos años investigó en las actas de los procesos conservadas en numerosos archivos y bibliotecas de toda Europa. Sólo como una pequeña muestra, entresaco ejemplos de las víctimas, según vamos viendo, en diferentes localidades:
-entre Francia y Alemania se calcula que en 200 años se quemaron a 200.000 brujos.
-según el inquisidor Ludovico Páramo, se quemaron 30.000 brujos en Francia a lo largo de 150 años, entre 1450 y 1598
-en Alemania se calcula que hubo en total al menos 100.000 ejecuciones
-en Neisse (Silesia), el verdugo construyó un horno en el que en un solo año (1651) quemó a 42 mujeres y muchachos sospechosos de brujería. Al cabo de 9 años había ejecutado a más de mil personas, incluyendo niños de dos y cuatro años.
-en Tréveris ejecutaron a 368 brujos entre 1587 y 1594, quedando dos pueblos barridos del mapa, mientras que en otros dos, sólo quedaron con vida dos mujeres.
-entre Toulouse y Carcassonne, en 1350, 600 ajusticiados
-en Estrasburgo quemaron a 5.000 entre 1615 y 1635
-en Quedlimburg (Sajonia) en un solo día quemaron a 133, de una población total de 12.000 personas…éso sí: el verdugo perdonó a cuatro muchachas muy guapas asegurando que el diablo las había hecho desaparecer…(tuvieron suerte, contra la imagen habitual no todas las brujas eran viejas feas y encorvadas)
-Nicolas Rémy, fiscal del Tribunal Supremo de Lorena, se jactaba de haber condenado personalmente a 900 brujas entre 1581 y 1591. Boguet, por testimonio personal dijo en 1600:
…Alemania se dedica casi exclusivamente a encender hogueras para brujas. En Suiza han desaparecido pueblos enteros por su culpa. Los viajeros que pasan por Lorena pueden ver miles y miles de estacas a los que atan a las brujas…
-el juez Pierre de Lancre, por encargo de Enrique IV en 1608, se enorgullecía de haber quemado a 600 brujas en cuatro meses, en el Béarn (vasco-francés), sacerdotes incluídos. Enrique IV le eligió para realizar una investigación en el Labourd. De Lancre descubrió que toda la población, unas 30.000 personas, estaba contaminada por la brujería. De hecho De Lancre llegó a decir que, en España, «eran demasiado benévolos», lo que condujo a que muchos desesperados cruzaron la frontera, por salvar su vida.
-Franz Buirmann, juez itinerante, de los peores entre los alemanes. Entre 1631 y 1636 quemó vivas a unas 150 personas de entre las 300 familias que vivían en tres pequeños pueblos. Llegó a quemar por brujo hasta el verdugo que trabajaba para él.
-Benedict Carpzov, al que se le atribuyeron más de 20.000 sentencias de muerte. Carpzov se quejaba de que la mayoría de los jueces de Sajonia eran medio analfabetos, aunque él nunca fue un intelectual ni aportó obras nuevas. Simplemente interpretó las crueles leyes que había impuesto en Sajonia el elector Augusto, en 1579.
-un cazador de brujas profesional (volveremos sobre estos personajes) que, procesado por estafa y ya en el patíbulo, confesó que había sido el responsable de la muerte de más de 220 mujeres en Inglaterra y Escocia, y que había ganado 20 chelines por cada una.
-el príncipe obispo Philipp Adolf von Ehremberg, de Wünzburg, que quemó a 900 personas entre 1623 y 1631
-su primo, el Hexenbischof Gottfried Johann Georg II Fuchs von Dorheim, de Bamberg, que quemó como mínimo a 600 entre los años 1623 y 1633
-su antecesor en Bamberg, el obispo Johann Gottfried von Aschhausen, quemó a unos 300. Según el mismo obispo, 1617 fue un mal año, «sólo» quemaron a 102
-en su libro Biblioteca mágica (1738) Hauber incluye una lista con fecha del 16 de Febrero de 1629, en la que cuenta que en Wünzburg se celebraron ese día 29 ejecuciones multitudinarias en las que murieron 157 personas, tanto hombres como mujeres, muchos de ellos adinerados y de alto rango, y entre ellos 13 niños de doce años de edad, e incluso menores (de 9 y de 10 años).
Un caso especial fue el de Inglaterra (Escocia era reino independiente y tuvo sus propias normas). Pese a episodios temporales, la cuestión no fue tan grave como en Francia o Alemania. En primer lugar el derecho común no permitía la tortura, y en los casos en que se aplicó nunca fue tan dura y violenta. En Inglaterra nunca se condenó a los brujos a la hoguera (morían en la horca, un procedimiento mucho menos cruel), que quedaba reservada para los delitos de traición. Se calcula que el número de brujos condenados en Inglaterra durante todo este periodo, llegó como máximo a 1000 personas.
El protocolo de los procesos por brujería: acusación, interrogatorio, tortura y muerte.
-acusadores y delatores:
Reginald Scot en su Demonología (1584) nos cuenta:
…se coloca un arcón en la iglesia, de modo que cualquiera pueda arrojar libremente un rollo de papel en el que esté escrito el nombre de la bruja, el momento, el lugar, etc…Y este arcón, que está cerrado con tres llaves, lo abren tres inquisidores o funcionarios designados para tal propósito cada quince días, y ellos guardan las tres llaves, y así no se sabe quién es el delator, que no tiene que sufrir la vergüenza de que le reprochen que calumnia o actúa de mala fe contra su pobre vecino…
El juez especial Balthasar Ross, nombrado en 1603 por el príncipe abad de Fulda, obtenía nuevas víctimas con el siguiente interrogatorio:
...¡Refresca tu memoria!. ¿Acaso no has visto en el aquelarre a tal y cual persona que viven en tal y tal calle?. No tengas miedo de decirlo: de tí no han tenido piedad. Y los ricos recibirán también su merecido, igual que los pobres…
En 1628, el burgomaestre de Bamberg, Johannes Junius, acusado de brujería, en el interrogatorio declaró que no sabía los nombres de los que habían asistido con él al aquelarre. Los jueces ordenaron que lo llevaran por las calles para reconocer a los hechiceros. En una sola calle le obligaron a acusar a ocho personas. El mismo Johannes Junius ya en el calabozo, entre tortura y tortura, consiguió hacer llegar una larga carta a su hija sobornando al carcelero, documento que ha llegado hasta nuestros días, en la que se despide de ella sabiendo que no volverá a verla, y excusándose «por su mala letra», consecuencia de la tortura en sus manos. En ella, le aconseja que reúna todo el dinero que pueda y se marche de la ciudad, alegando que se va a peregrinar. Transcribo parte del comienzo y del final, el testimonio es estremecedor:
Primera hoja de la carta de Johannes Junius a su hija, el 24 de Junio de 1628
…Buenas noches cientos de miles de veces, queridísima hija Verónica. Entré en prisión inocente, inocente he permanecido mientras me torturaban e inocente moriré. Pues quien entra en la prisión de los brujos, o se hace brujo o lo atormentan hasta que se inventa algo y -Dios tenga misericordia- se le ocurre cualquier cosa…
…Querida hija, mantén esta carta en secreto, con el fin de que nadie la descubra, pues en otro caso me atormentarán sin piedad y decapitarán a los carceleros, ya que está terminantemente prohibido… Querida hija, dale a este hombre un tálero… He tardado varios días en escribir ésto… Tengo las manos destrozadas. Me encuentro en un estado lamentable… Buenas noches, hija mía, pues tu padre, Johannes Junius, no volverá a verte jamás…
Empulgueras, instrumento para aplastar los dedos de los acusados, como los que se usaron (entre otros) con Johannes Junius
Por su parte George L. Burr (1886), tras consultar los manuscritos de las actas judiciales extrae los métodos más utilizados:
…la confesión no estaba completa ni se libraba al prisionero de la tortura hasta que decía el nombre de sus cómplices, y los jueces no se quedaban satisfechos con sólo uno o dos. He leído una lista de no menos de ciento cincuenta cómplices de una sola bruja; y sé de muchos otros casos en que un prisionero acusó a cien. En el archivo de un tribunal local en que se guardaban las confesiones de siete años…se encuentran unas seis mil acusaciones de trescientas brujas, es decir, una media de veinte por persona. En estas circunstancias es fácil comprender cómo se multiplicaban los procesos por brujería, como una bola de nieve…Pero en aquellos días bastaba con ser envidiado. La mala fe y la envidia eran los sentimientos que normalmente dictaban los nombres que se denunciaban en la cámara de tortura. Las condiciones para que se diera una acusación eran muchas veces la riqueza, la cultura, la belleza o la bondad…
Ésto es una pequeña muestra para conocer el mecanismo de la delación, que no podía ser más eficaz: o bien bajo el anonimato no se revelaba la identidad de los testigos que, por lo general, no se ponían en conocimiento de los acusados, al igual que los cargos presentados por aquellos, o bien bajo la amenaza (o directamente bajo ella) de tortura, el aterrorizado acusado acusaba a su vez a todo el que hiciera falta.
Por otra parte no se permitía que ningún testigo declarase a favor del acusado, ni se permitía a éste ningún tipo de asesoramiento legal, puesto que el abogado sería acusado a su vez de defender la herejía. La sospecha, el rumor o la denuncia eran indicio suficiente de culpabilidad para llevar a una persona hasta la Inquisición, y se consideraba culpable al acusado hasta que éste demostrase su inocencia, aunque en cuestión de creencias y dado que el Diablo no podía testificar (argumento éste mencionado en ocasiones por los propios inquisidores), la defensa era prácticamente imposible.
Unas de las pruebas incriminatorias más efectivas, era el encontrar en el cuerpo de los acusados la «Marca de la Bruja», o la «Marca del Diablo». A tal fin se rapaba todo el cuerpo (a veces quemando el pelo de la cabeza, axilas y el vello púbico con alcohol o azufre), y se buscaba incluso en las partes íntimas marcas, cicatrices, antojos, tatuajes o excrecencias, que podían ser simples verrugas sin más, pero consideradas como «pezones anormales», que podían aparecer en cualquier parte del cuerpo y con los que se supone que amamantaban a sus demonios. ¡Desgraciada de la que se le encontrase semejante «Marca del Diablo», porque su suerte estaba echada!….
Especialmente peligrosos eran los cazadores profesionales de brujas. Uno de éstos escribió a su mujer:
…Liza, deberías dar gracias a Dios por ser mi esposa, pues no podrías ocupar un puesto más elevado. Tengo plenos poderes sobre ricos y pobres, sobre jóvenes y viejos, hombres y mujeres, muchachos y muchachas, sirvientes y amos, campesinos y burgueses, caballeros y nobles, médicos, licenciados y bachilleres. Conozco todas las trampas y deberías dar gracias a Dios por ello…
Los cazadores de brujas fueron más activos sobre todo en Inglaterra y Escocia, aunque también actuaron en Francia, Alemania e Italia. Iban recorriendo los territorios, preguntando y recogiendo acusaciones por parte de unos y de otros, hasta detener a los sospechosos. Antes de entregarles a la Inquisición, buscaban las «Marcas de Bruja» y en esas marcas o bien en el resto del cuerpo les pinchaban: si no les dolía o no sangraban, ya era una prueba incriminatoria…aunque si les dolía, también. Para que sus pinchazos no hiciesen sangre ni doliesen utilizaban a menudo punzones falsos, de hoja retráctil, con lo que la prueba de la brujería quedaba demostrada. Más tarde les entregaban a la justicia, cobrando por ello. Mencioné el caso de un cazador de brujas que acabó procesado por estafa y ya en el patíbulo confesó haber sido el responsable de la muerte de más de 220 mujeres en Inglaterra y Escocia, y por las que había cobrado 20 chelines por cada una.
Uno de los cazadores de brujas más nombrado fue Matthew Hopkins. Entre 1645 y 1646 adquirió la mala reputación de ser un delator pagado por las autoridades para cometer perjurio. Junto a John Stearne, su colega
…en sólo catorce meses envió al patíbulo a más personas que todos los demás cazadores de brujas ingleses ahorcaron en los ciento sesenta años que duró la persecución en Inglaterra…
Retrato de Matthews Hopkins, 1646. En la Pepsyan Library, del Magdalene College, Cambridge
A Hopkins le favoreció la inestabilidad política que supuso en Inglaterra la lucha entre el catolicismo y el protestantismo, y como en todas las épocas de cambio, la población estaba desquiciada. Como muchos otros hombres sin escrúpulos logró poner el dedo en la llaga de la conciencia pública para su propio beneficio. Como ejemplo, Hopkins ganaba seis libras por hacer un viaje a Aldeburgh y ventitrés por ir a Stowmarket, cuando el sueldo medio de la época eran seis peniques diarios.
Incitaba a los vecinos a denunciar a otros, ideó métodos de tortura que no dejaban mutilaciones delatoras y comenzó a presentar víctimas. De la primera pasó a seis y, una vez asociado a John Stearne, los sospechosos llegaron en poco tiempo a treinta y dos. La mayoría de «sus» brujas confesaron, habida cuenta que había desarrollado una serie de técnicas para asegurarse de que dijeran lo que él quisiera. La más empleada era la «prueba del agua», arrojando a mujeres atadas a los estanques para ver si se hundían, lo que se consideraba una prueba de culpabilidad (si flotaban, se suponía que eran inocentes).
Pero utilizó otros métodos: confinarles en celdas de aislamiento, no darles de comer ni de beber, atarles mucho tiempo con las piernas ceñidas a un taburete, no dejarles dormir u obligarles a caminar durante tres días ininterrumpidamente, hasta que se les ulceraban los pies…Para las audiencias de 1645 de Bury St. Edmunds, Hopkins y sus ayudantes detuvieron a casi doscientas personas acusadas de brujería, entre ellas un pastor protestante de 70 años llamado John Lowes, al que…
… mantuvieron despierto varias noches seguidas y le hicieron correr por la habitación hasta que perdía el aliento y hasta que, agotado, apenas era consciente de lo que decía o hacía…
En estas circunstancias el pastor John Lowes confesó que había firmado un pacto con el Diablo, que había mantenido demonios familiares durante cinco años y que había hechizado reses. Además confesó que había provocado el hundimiento de un barco frente a las costas de Harwich en el que se habían ahogado catorce personas… Murió ahorcado. A ningún juez se le ocurrió comprobar si había naufragado algún barco en esa fecha… Matthew Hopkins no paraba de ir a ciudades y aldeas en su búsqueda de brujas.
Sólo en Suffolk fue responsable de la detención de 124 personas acusadas de brujería, de las cuales ahorcaron al menos a 68. Pero la gente y los jueces comenzaron a sospechar de su integridad. Llevado por su ambición había acusado a demasiadas personas, fue interrogado por los jueces sobre sus métodos de tortura y acabó retirándose a su casa. Se calcula que junto a su ayudante John Stearne, pudo ganar en un año y medio la fortuna, para la época, de más de mil libras.
La lista de acusaciones, indemostrables a la luz de la razón, entre las que se contaban asistir a aquelarres, el vuelo nocturno, la posesión demoníaca, perjudicar a personas o al ganado, el juramento al Diablo o relaciones sexuales con éste, podía ser infinita. Se buscaba en las casas de las condenadas botes o calderos conteniendo pócimas, usadas bien para envenenar, bien para transformarse en diversos seres (por ejemplo, los hombres-lobo) o, sobre todo, para volar a los aquelarres. Uno de los ingredientes más empleados era la grasa de recién nacido, ya bautizados o no, según «necesidades». Uno de los autores que mencionaba listas más completas de ungüentos fue Jéan de Nynauld, en su obra De la Lycantropie (1615): trozos de sapo, de serpiente, de erizo, lobo, zorro y sangre humana…Nynauld insiste que, cuando se empleaba para volar, era necesario frotar el cuerpo con intensidad…hasta enrojecer…

Ilustración de un aquelarre, según la 2ª edición del Tableau de l’inconstance des mauvais anges (París, 1613), de Pierre de Lancre
Pero había más. Jéan Lenormant de Chiremont, en su Exorcismes de trois filles possedées (1623) hace relaciones de ingredientes que parecen sacadas de la escena inicial de las brujas de Macbeth, de Shakespeare: hostias y vino consagrado, polvos de cabra, huesos humanos, calaveras de niño, pelos, uñas y semen de hechicero… Muchos de estos ingredientes dignos de una película gore, solían mezclarse además con numerosas plantas. El pensador inglés Francis Bacon, padre del empirismo filosófico y científico, en su Sylva Sylvarum (1626) ya nos adelanta que…
…las medicinas soporíferas pueden drogar a las brujas y hacerlas creer que vuelan…lo que produce tal alucinación no son los encantamientos, sino los ungüentos con que se embadurnan el cuerpo…
Bacon andaba acertado. Muchas de las plantas empleadas en estas pócimas pertenecen a la familia de las Solanáceas, muy frecuentes en la flora europea y en la farmacopea popular, tales como el acónito, el heléboro o la belladona. Plantas que contienen alcaloides cuyo efecto es el de producir sopor y alucinaciones. Su forma de uso era, o bien frotar zonas como axilas e ingles, donde la piel es más fina y donde se absorben con más facilidad (como recomendaba Nynauld, …hasta enrojecer…), o bien frotando el palo sobre el que supuestamente volaban las brujas, con lo que al colocar la escoba entre las piernas, el ungüento se frotaba sobre estas zonas y los alcaloides se absorbían por la piel.
Muchos testimonios en los procesos por brujería dicen que, tras frotarse, las mujeres quedaban adormecidas y sin moverse de casa, pero que bajo el efecto de los alcaloides «imaginaban» y testificaban que habían estado volando. El que los jueces pensasen que, efectivamente, habían volado, suponía la diferencia entre la vida y la muerte. Lo malo es que estas acusaciones, pese a su falta de demostración objetiva, solían conducir al acusado directamente a la tortura (donde la víctima las admitiría todas) y a la muerte en la hoguera. Sólo como ejemplo «surrealista» de lo que podía ser una acusación os pongo ésta, sacada del acta de uno de los procesos:
…conversar amistosamente con el demonio en forma de gato…
Me imagino a alguna buena mujer diciéndole cosas al gato apoyado en la ventana, y contemplada para su desgracia por algún vecino envidioso…sería hasta gracioso…si no consideramos que consta como parte de un interrogatorio real y que, casi seguro, «la que hablaba amistosamente con un gato» murió en la hoguera por bruja. Yo hablo «amistosamente» con mis gatos y, como yo, millones y millones de personas en el mundo. Afortunadamente los tiempos han cambiado, de lo más que nos podrían acusar hoy sería de «locos». Pero, visto lo visto, quizá en la Edad Media hubiésemos acabado en la pira…
Se admitió como testigos a personas a las que, de ordinario, no se permitía testificar en tribunales civiles, tales como convictos, perjuros, excomulgados, vagabundos o dementes. Y aunque la edad mínima legal para declarar era de 14 años, hubo numerosos casos en los que se reconoció como válido el testimonio de menores. Un ejemplo fue el de los procesos de Saint Osyth, celebrado en 1582: con siete años de edad la hija ilegítima de una mujer declaró contra su madre, Agnes Heard. Otro niño de ocho años acusó a su madre, Úrsula Kemp. Otro niño de siete años y otro de nueve acusaron a su madre, Cicely Celles. En el tercer proceso de Chelmsford (1589), dos muchachos declararon contra su abuela y su madre, que era soltera, y que fue ahorcada «gracias» al testimonio de sus hijos, quienes recibieron las felicitaciones del juez.
En Francia, el juez e inquisidor Boguet alentaba a niños muy pequeños a declarar como testigos pues, como decía:…se han descubierto y castigado justamente a muchas brujas gracias a un niño… También Bodin tenía en gran estima a los testigos infantiles porque, debido a sus pocos años, se les podía convencer fácilmente de que presentaran denuncias u obligarles a hacerlo. Pero no siempre los jueces eran tan benevolentes con los niños. En Würzburg, en Enero de 1628, condenaron a tres chavales (de 12, 11 y 8 años), por confesar que habían tenido relaciones sexuales con los demonios. A los dos mayores los condenaron a muerte.
Casos hubo de niños ajusticiados con su familia, de edades comprendidas entre los 2, 4 y 6 años, aunque en teoría la edad mínima para condenarles eran los 14 años, pero hubo otros casos de condena como el de una niña de 9 años procesada por «copular con el Diablo», en Rinteln, a la que condenaron a ser azotada mientras contemplaba cómo quemaban a su abuela. El implacable juez Remy se lamentaba en 1595 de haber sentenciado a los niños «sólo» a ser azotados mientras veían cómo quemaban a sus padres, en lugar de haberles quemado a ellos también….
-el interrogatorio. El Malleus Maleficarum:
…¿Quién se atrevería a acusar de error e injusticia a los jueces, que combaten a fuego y hierro la plaga de la brujería?…¿Acaso no ordena la Ley de Dios:…no permitiréis que una hechicera viva…?. Y ante el divino mandato, yo les grito a obispos, príncipes y reyes: ¡no permitireís que las brujas vivan. Exterminad esta plaga a fuego y hierro!… (Jeremías Drexel, jesuíta alemán. 1637). Pero antes, en 1580, el temible inquisidor Jean Bodin en su Démonomanie ya había recomendado: …castigar a las brujas con el máximo rigor…
A lo largo de este período de trescientos años hubo numerosos tratados (más de treinta) sobre como detectar a las brujas o conducir los interrogatorios, tales como el Tractatus de hereticis et sortilegiis (Tratado de herejes y brujas, 1536) de Paulo Grillandi, o el Compendium Maleficarum (Compendio de las brujas, 1608), de Francesco María Guazzo. Pero entre todos ellos destaca la «Biblia» de los perseguidores: el Malleus Maleficarum, que podemos traducir del latín como «Martillo de herejes», auténtico best-seller de la época y guía de inquisidores. Publicado en 1486, se reeditó una y otra vez: 13 ediciones en 1520 y 16 entre 1574 y 1669. Entre ellas, 16 ediciones en alemán, 11 en francés, dos en italiano y 6 en inglés. En el Malleus… se codificó la herejía de la brujería, incluyendo el pacto diabólico, el aquelarre y el vuelo nocturno.
Portada del Malleus Maleficarum. Edición de Lyon, 1669. Un best-seller de la época
El éxito del Malleus Maleficarum se debió a tres factores. Por un lado la gran erudición de sus autores: Jakob Sprengler, deán de la Universidad de Colonia, y el prior Heinrich Kramer. Por otro lado, Kramer logró del papa Inocencio VIII una bula para acallar la oposición a la caza de brujas. Y, por otro lado, un detallado procedimiento de los procesos
…con el fin de que tanto los jueces eclesiásticos como los civiles conozcan perfectamente los métodos para procesar, juzgar y sentenciar… Asímismo, aseguran…no creer en la brujería es una herejía, al contrario de lo que señala el Canon Episcopi...
La tercera parte del Malleus Maleficarum finaliza con el tema de los testigos y el arresto, encarcelamiento, interrogatorio y tortura de los supuestos brujos, y asuntos prácticos para lograr que confesaran. En este libro, manual más bien, se dan instrucciones detalladas para la tortura preparatoria:
…El método para iniciar un interrogatorio con tortura es el siguiente. En primer lugar, los carceleros preparan los instrumentos, desnudan al prisionero (si se trata de una mujer, ya la habrán desnudado otras mujeres decentes y de buena reputación). Se le desnuda con el fin de descubrir si lleva objetos de brujería cosidos a las ropas, pues muchas veces, siguiendo las instrucciones del demonio, los fabrican con los cadáveres de niños sin bautizar. Y una vez preparados los instrumentos de tortura, el juez, personalmente, o por mediación de otros hombres, celosos guardianes de la fe, intenta convencer al prisionero de que confiese la verdad libremente, pero si éste se niega a hacerlo, ordena a sus ayudantes que preparen al reo para la estrapada (colgarle con las manos atadas a la espalda) u otro tormento. Los ayudantes obedecen, pero con diligencia fingida. Después, mientras los allí presentes rezan, sueltan al prisionero y vuelven a intentar convencerlo de que confiese, haciéndole creer que en tal caso no lo condenarán a muerte… Pero si el brujo no se decide a decir la verdad ni con amenazas ni promesas, los carceleros deben ejecutar la sentencia y torturarlo según los métodos aceptados, con mayor o menor dureza, según corresponda al delito cometido. Y, mientras lo torturan, lo interrogarán acerca de las acusaciones, con frecuencia e insistencia, empezando por los cargos menos graves, pues mostrará más disposición a admitir éstos que los más graves…
Una vez detenido el acusado, una vez llevado ante el tribunal, sólo faltaba hacerle confesar. No había salida. El hecho de que el acusado no admitiera su culpa se consideraba prueba presuntiva de que el demonio lo dominaba, y se le sometía a tortura hasta que cedía y confesaba cuanto le pidieran. O bien confesaba casi inmediatamente ante el temor a la tortura y lo ejecutaban, o bien lo torturaban hasta que confesaba, y lo ejecutaban igualmente. Como demuestran los documentos de las actas era que, una vez acusado, el reo no tenía prácticamente ninguna posibilidad de librarse de la muerte.
Muy, muy raramente se produjo algún caso de absolución pura y simple. Donde sí se dieron, pese a la Leyenda Negra, fue precisamente en España, en los procesos de Logroño y Zugarramurdi, como veremos más adelante. El jesuíta alemán Friedrich von Spee, un hombre benevolente, no muy partidario (en la medida de lo que se podía) de los procesos, confesor de cientos de brujas antes de que murieran en la hoguera, nos ofrece una descripción detallada de cómo se extraían las declaraciones en la Alemania de la primera mitad del siglo XVII:
…confiese o no la acusada, el resultado es el mismo. Si confiesa, su culpabilidad es clara y la ejecutan. El arrepentimiento es vano. Si no confiesa, se repite la tortura, dos, tres, cuatro veces. Cuando de delitos «excepcionales» se trata, la tortura no tiene límites ni en la duración, ni en la severidad, ni en la frecuencia…Es imposible librarse. Los investigadores caerían en desgracia si absolvieran a una mujer, pues una vez detenida y encadenada, la prisionera tiene que ser culpable, por las buenas o por las malas…
Existían unos protocolos para los interrogatorios, con un cuestionario común de al menos 36 preguntas, con pocas variaciones según los países y donde se iba anotando junto a la pregunta, las respuestas obtenidas. Preguntas del tipo de dónde, cómo y cuándo habían acudido al aquelarre, a qué personas habían visto allí, cómo habían demostrado su fidelidad al Diablo, si preparaban hechizos y qué daños y a quienes habían perjudicado, o si habían tenido relaciones sexuales con los demonios, entre otras. En las actas se refleja que a menudo se asentía con un simple movimiento de cabeza ya que muchas veces, recordemos, las preguntas se les hacían mientras les estaban torturando…difícil no aceptar las acusaciones…
Pero frente a todos estos «forofos» de la caza de brujas, hubo algunas pocas mentes racionalistas que se oponían, al menos intelectualmente, a la barbarie. Fueron sobre todo católicos, aunque del lado protestante también hubo «mentes claras». Personajes como el monje franciscano Samuel de Cassini que, en 1505, condenó la creencia en el vuelo nocturno de las brujas. O Pedro Ciruelo, inquisidor (de los moderados) de Zaragoza durante 30 años y autor de Reprobación de las supersticiones y hechicerías, en 1538. O el escéptico Francisco de Vitoria (1540). O Martín Antoine del Río (1551-1608), nacido en Amberes de padres españoles, un gran erudito jesuíta conocedor de los clásicos, dominador del hebreo y el caldeo más cinco lenguas modernas y muy versado en leyes. O el ya citado jesuíta alemán Friedrich von Spee. Por supuesto fueron todos muy atacados en su momento por los antibrujas, llegando a plantearse contra algunos de ellos acusaciones de herejía. Aunque de entre todos habría que destacar al inquisidor Alonso Salazar de Frías, autor de Normas para la Inquisición española (1611), hombre superracionalista, justo y ecuánime y del que ya hablaré cuando toque en el proceso de las brujas de Zugarramurdi.
Mencioné hace unas pocas líneas la crítica que desde el Malleus Maleficarum lanzaron contra el Canon Episcopi. Se trata de un documento eclesiástico medieval, una guía pensada para orientación de los obispos y elaborada por Regino de Prüm, por encargo del arzobispo de Tréveris en el año 906, donde se niega la existencia de las brujas como realidades físicas existentes, considerando que se trata de imaginaciones impías:
…¿habrá alguien tan estúpido que piense que todas estas cosas que ocurren únicamente en el espíritu realmente suceden en el cuerpo?…
Los tiempos iban cambiando, y la tormenta que se adivinaba en ciernes, iba a peor, a mucho peor. En el año 1000 se prohibíó por la Iglesia la creencia de que los vuelos nocturnos de las brujas ocurrían en la realidad. Después de 1480, la cosa se invirtió: se prohibió la creencia de que NO ocurrían. Apoyando esta línea antibrujeril, el papa Inocencio VIII derogó el Canon Episcopi el 5 de Diciembre de 1484, eliminando de esa forma los argumentos de los que se atrevían a discutir la caza de las brujas. De hecho, uno de los argumentos para rebatir el Canon Episcopi es que en su tiempo valió, pero desde entonces las brujas habían «mutado» en unas categorías nuevas, que era necesario combatir.
-la tortura:
Hay una frase en la obra Ricardo III, de William Shakespeare, que define el cinismo y la crueldad del protagonista:
…puedo sonreír y asesinar mientras sonrío…puedo mojar mis mejillas con lágrimas hipócritas y arreglar mi cara según las circunstancias…
Me recuerda un poco a lo que Heinrich von Schultheis, secretario de varios obispos cazadores de brujas en la Renania alemana, decía a un acusado en 1650:
…el torturarte me inspira igual o mayor indiferencia que arrancar un hierbajo del camino con mi bastón. Mas, cuando te torturo, con los severos métodos que proporciona la ley, y te obligo a confesar, realizo una tarea que agrada a Dios y sí me beneficia…
Porque decir «interrogatorio» equivalía a decir «tortura». La confesión voluntaria no era suficiente: había que hacerlo bajo tormento, pues sólo entonces podía suponerse que era sincera y verdadera. La tortura, según los procedimientos «legales» podían continuarse hasta un total de tres veces, aunque hubo numerosos casos, como veremos, en que se repetían una y otra vez durante períodos de muchos días. El jesuíta Gregorio de Valentia afirmó en 1595 que la mejor prueba en los juicios por brujería era la confesión del reo sometido a tortura.
Horrores de la Inquisición, según Martirology, de Samuel Clark (1651)
Los reos a veces intentaban argucias que los jueces solventaban de forma expeditiva: si un prisionero decía que estaba demasiado enfermo para soportar la tortura, el método era verter agua hirviendo en las axilas, lo que devolvía la salud con tal rapidez que, según los jueces…parecía un milagro… Si a causa de los tormentos el prisionero se desmayaba, había que echarle agua fría en la cara o meterle vinagre por la nariz. De todas formas, se instaba a los jueces a que, en los interrogatorios, tendiesen trampas dialécticas a los acusados para evitar que mintiesen y que confesaran los delitos.
Hacía falta tener muchos arrestos y mucho valor, pero así y todo hubo quien supo mantener el tipo y negar las acusaciones. Las actas de los juicios nos muestran algunos ejemplos: en 1594 María Hollin, propietaria de una taberna en Nördlingen defendió su inocencia durante los 11 meses que estuvo enclaustrada en una mazmorra, siendo torturada no una, ni dos, ni tres…56 veces. Dentro de lo que cabe tuvo suerte: sobrevivió, no confesó, y quedó libre por la intervención de la ciudad de Ulm que abogó en su favor. En 1673 un juez de Gutemberg, en Austria, tuvo a una mujer de 57 años en el banco de tortura, dotado de púas afiladas durante 11 días con sus noches, quemándole los pies con azufre porque se negaba a admitir que hubiera firmado un pacto con el Diablo. Y, como último ejemplo, en 1630 una mujer llamada Bárbara Schwartz fue torturada 8 veces sin que confesara, y permaneció tres años en la cárcel de Bamberg.
Fueron excepciones a la regla porque prácticamente nadie podía resistir los tormentos y más bien temprano que tarde acababan por confesar. El teólogo Friedrich von Spee, experto en torturas y crítico con ellas, publicó en 1631 un opúsculo de forma anónima (más le valía no correr riesgos), el Cautio Criminalis, donde nos cuenta:
…personas muy fuertes que han sufrido estos tormentos me han asegurado que hubieran confesado cualquier crimen que pueda imaginarse con tal de recibir un poco de alivio, y que preferirían morir diez veces a repetir los tormentos…
La estancia en prisión también suponía un duro castigo. Muchos morían en las mazmorras, sin siquiera un poco de paja donde poder echarse y protegerse de la humedad y la frialdad de la piedra, con una dieta a base de un poco de pan y agua, con lo que las enfermedades eran frecuentes. Podemos suponer también las ínfimas condiciones higiénicas de suciedad, ratas, pulgas y chinches…Si a éso añadimos que eran arrojados allí entre sesión y sesión de tortura, podemos imaginar su mal estado. En Inglaterra se calcula que el 12% de los prisioneros acababan por morir en la cárcel, como ocurrió en el castillo de Guilford. Casi 100 prisioneros murieron por contagios diversos entre 1573 y 1579.
En los procesos de Würzburg, una de las zonas más «duras» de las cazas de brujas, en Octubre de 1628 un muchacho llamado Johann Philipp Schuck fue sometido a latigazos. Hasta el azote 44 siguió negando su culpabilidad. A partir del 45 ya fue admitiendo parte. Los latigazos siguieron hasta un total de 77 en que ya se derrumbó e hizo una confesión completa. Lo mataron el 9 de Noviembre. En el mismo proceso otro muchacho de 12 años hizo una confesión tras repetidas flagelaciones. Murió el 10 de Noviembre.
Los métodos de tortura variaban de un lugar a otro, de un siglo a otro, o de un verdugo a otro. Alemania se llevó la palma, empleando los peores tormentos a principios del siglo XVII, cuando Bamberg era sinónimo de horror. Pero los procedimientos básicos se mantuvieron constantes durante más de tres siglos. En el Malleus Maleficarum se describen unas condiciones de tortura que, sobre el libro, podrían calificarse de ideales, porque en la práctica, y como demuestran claramente las actas judiciales, los procesos eran verdaderas válvulas de escape para el sadismo de los jueces, empezando por la preparación. El comentario que hace Philip Limbarch en su History of the Inquisition (1692) coincide más con los hechos que revelaban los manuscritos de las actas judiciales:
…los desnudan sin respetar la humanidad ni el honor, no sólo a los hombres, sino a las mujeres y a las vírgenes, pues ordenan que las desnuden hasta dejarlas en paños menores, que también acaban por quitarles…
Ilustración de los métodos de tortura empleados en Bamberg, según Bambergische Halsgerichtsordnung (1508)
Lo más probable es que los ayudantes del verdugo aprovechasen la ocasión para violar a la prisionera mientras la desnudaban, como le ocurrió a la señora Peller, esposa de un funcionario del tribunal durante su procesamiento, que tuvo lugar en Reinbach en 1631, a cargo del temido juez itinerante Franz Buirmann, designado por el príncipe arzobispo de Colonia. La señora Peller fue declarada culpable, acusada de brujería por asociación con su hermana, y el marido fue expulsado de la sala de juicios donde acudió a protestar. El «delito» de la hermana fue haberse negado a acostarse con el juez Buirmann. A la señora Peller la exorcizaron, afeitaron todas sus partes para buscar «marcas del diablo», la examinaron -momento que aprovechó el ayudante del verdugo para violarla- y la torturaron para obtener su confesión. Tras confesar, la condenaron de inmediato y la quemaron viva dentro de una choza de paja.
En 1657 la Inquisición dictó una serie de normas sobre el interrogatorio de las brujas con las que reconocía que en los últimos 200 años los jueces habían empleado la tortura con demasiada ligereza y precipitación, y habían dictado sentencias de muerte sin haber examinado y estudiado las pruebas cuidadosamente. Antes de esta declaración de «buenas intenciones»:
…la mera sospecha pasó a ser delito real, pues una vez que se aplicaba la tortura, se desvanecía la posibilidad de demostrar la inocencia. Ningún poder bajo el cielo podía salvar al prisionero: su destino estaba escrito…(Liberty and Persecution, 1931. Lois Oliphant Gibbons).
Quien dio el visto bueno a la tortura como medio para descubrir la brujería fue el papa Inocencio IV en 1527, en la bula As extirpanda, que no se abolió hasta 1816, bajo Pío VII. Aunque técnicamente sólo se permitía como último recurso, en la práctica se utilizaba y se podía aplicar a cualquier acusado. De la misma forma, legalmente no se podía repetir la tortura más de una vez, pero sí que podía «continuarse» hasta que el acusado confesara lo que le exigieran. Por lo general se aplicaban tres sesiones, en tres grados crecientes, con tormentos cada vez peores hasta obtener la confesión. Una vez obtenida ésta, se llevaba al acusado hasta la cámara donde tenía que repetir la confesión «libre y espontáneamente». De este modo se hacía constar en las actas judiciales que el procesado había admitido su culpa «sin tortura».
Instrumentos de tortura
La tortura constaba de varias fases: la primera etapa, llamada tortura preparatoria o también, como se solía denominar, la «question préparatoire», consistía en obligar a la víctima a confesar. A tal fin se llevaba al acusado a la cámara de tortura donde el verdugo le explicaba al reo las aplicaciones de cada instrumento y los dolores que le iban a causar. A menudo esta etapa concluía llevando al prisionero casi siempre al potro, donde le desnudaban y lo ataban con cuerdas que iban tensando progresivamente. Se concedía tan poca importancia a esta tortura preliminar que en muchas actas judiciales ni siquiera se la mencionaba, y simplemente se dejaba constancia de que…el prisionero confesó sin necesidad de torturarlo…
En 1635 el pastor protestante Johann Meyfarth contó, basándose en estas experiencias personales que:
…(el tiempo que están en prisión)…sólo dan a los prisioneros alimentos muy salados y todo lo que beben está mezclado con adobo de arenques, y no les permiten tomar ni una gota de agua…de modo que les hacen padecer una sed espantosa…
Prosigue Meyfarth:
…a Margaret, que ya había confesado bajo tortura, el verdugo le dijo: «Ya has confesado, ¿volverás a negarlo?. Dímelo mientras estoy aquí, pues de ser así , volveré a hacer lo mismo contigo. Si te desdices mañana o pasado mañana volverás a caer en mis manos y comprenderás que lo que he hecho hasta ahora ha sido jugar contigo»…al comparecer ante el tribunal, con el cuerpo cargado de cadenas, el verdugo lee en voz alta la declaración y pregunta a Margaret si lo confirma o no, para saber cómo ha de proceder. Margaret corrobora su declaración. ¿Es una confesión voluntaria, es un testimonio libre?…
Pero obligar a confesar no era el objetivo único ni primordial de la tortura. Los auténticos tormentos, los realmente duros, se reservaban para lo que se conocía como la «question définitive», la tortura final, destinada a que el reo denunciase a sus cómplices, muchas veces insinuados por el propio juez durante los tormentos, obteniendo de esta forma una sucesión de más y más víctimas. En 1597 a Clara Geissler, una viuda de 69 años de Gelnhausen…
…le aplastaron los dedos con las empulgueras, los pies con una prensa y la estiraron en el potro, para acabar diciendo que todo lo que le habían preguntado era cierto: bebía la sangre de los niños que robaba en sus vuelos nocturnos y que había asesinado a unas 60 criaturas. Denunció a otras 20 mujeres que habían estado con ella en los aquelarres…
Al soltarla del potro se retractó de sus confesiones. La volvieron a torturar, y volvió a confesar. Al soltarla por segunda vez, volvió a retractarse. Al torturarla por tercera vez durante varias horas, admitió todo lo que querían oir los jueces. Por último, se desmayó y murió. El 27 de Agosto de 1597 quemaron su cadáver.
La tortura final se dividía en dos fases: la tortura ordinaria o «question définitive», y la segunda o extraordinaria: la «question extraordinaire», y se hacía respectivamente con la estrapada (colgarle con las manos atadas a la espalda) o con la garrucha: igual que la estrapada pero atando grandes pesos en los pies, lo que producía un descoyuntamiento de todas las articulaciones. Un paso más en el sadismo consistía en atarle por los pulgares, tanto en la garrucha como en el potro, lo que a veces conducía a que resultasen arrancados.
Pero había otras variantes: hacer profundos cortes donde vertían aceite hirviendo, cortar la lengua y después quemar la boca con hierros al rojo, inmersión en agua hirviendo con cal, diversos tipos de potros, atar al reo en una silla de hierro con pinchos bajo la que se encendían hogueras (…confiesan a los quince minutos…), calzar al reo con grandes botas de cuero o metal en las que se vertía agua hirviendo o plomo fundido, o las empulgueras (pinzas con la que se aplastaba los dedos), así como arrancar trozos de carne con tenazas al rojo, o sacar los ojos…El sadismo (disfrazado de fe religiosa) no tenía límites…
El siguiente texto no lo pongo por morbo, sino sólo como ejemplo de la forma en que se procedía. Podemos suponer que era lo habitual. He aquí el informe del primer día de tortura a una mujer acusada de brujería en Prossneck, Alemania, en 1629, recogido según las actas por Wilhelm Pressel, en su Hexen und Hexenmeistert («Brujas y hechiceros», 1860):
1. El verdugo la maniató, le cortó el pelo y la colocó en el potro. Le vertió alcohol sobre la cabeza y le prendió fuego para quemar el pelo hasta la raíz.
2. Le puso tiras de azufre en las axilas y alrededor del cuello y les prendió fuego.
3. Le ató las manos a la espalda y tiró de ella hasta el techo.
4. La dejó colgando entre 3 y 4 horas mientras se iba a desayunar.
5. Al volver, le roció la espalda con alcohol y le prendió fuego.
6. Le ató grandes pesos en el cuerpo y volvió a tirar de ella hasta el techo. A continuación la llevó de nuevo al potro y le puso una plancha con púas afiladas pegada al cuerpo. Volvió a subirla hasta el techo.
7. Le apretó los pulgares y los dedos gordos de los pies con las empulgueras y le sujetó los brazos a un palo. La tuvo colgada en esta postura un cuarto de hora, hasta que se desmayó.
8. Le apretó las piernas con unos tornos, alternando el tormento con el interrogatorio.
9. La azotó con un látigo de cuero sin curtir hasta que quedó ensangrentada (previamente le habían quemado la espalda con alcohol)..
10. Volvió a colocarle las empulgueras y la dejó en el potro desde las 10 de la mañana hasta la una de la tarde, mientras él salía a comer algo con los funcionarios del tribunal.
Por la tarde llegó un funcionario que no aprobaba estos métodos, pero volvieron a azotarla despiadadamente. Así terminó el primer día de tortura.
Al día siguiente lo repitieron todo, pero con menor dureza…
Grabado de la Cornell University Library, fechado en 1527, sobre formas de tortura empleadas en Alemania
Antes de quemarles vivos en la hoguera el reo tenía una opción: si no se retractaban de su confesión los estrangulaban antes, pero si se retractaban se los quemaba vivos. Pero había aún una peor variante: quemarles con madera verde como recomendaba el juez Jean Bodin en Francia en su Démonomanie, para que ardiesen más lentamente y que la agonía durase más. Algo así le sucedió al español Miguel Servet, quemado en Ginebra por orden de Calvino el 27 de Octubre de 1553: ordenó que la pira tuviese solamente madera verde, con lo que el tormento duró unas dos horas, en vez de la media hora habitual como cuando se empleaba leña seca. A tal punto resultó desagradable para los asistentes (las ejecuciones siempre eran públicas) que, muchos de ellos, movidos por la compasión, empezaron a amontonar en la hoguera madera seca y que aquello acabase de una vez…
La acusación final y la condena, esta vez no fue por brujería sino por herejía, al haber combatido en sus libros el concepto de la (Santísima) Trinidad. Miguel Servet, médico (descubridor de la «circulación menor: la cardíaca-pulmonar), escritor, editor, filósofo y, sobre todo, un humanista. Tuvo una vida accidentada, y hubo de cambiar de residencia y de nombre varias veces para intentar pasar desapercibido, al pisarle los talones tanto la inquisición católica como la protestante, debido a sus opiniones heterodoxas. Con Calvino había intercambiado numerosa correspondencia y éste le había ido cogiendo bastante odio. Servet en su huída a Italia desde Francia, paró en Ginebra, y en un acto de ingenuidad (al fin y al cabo era un idealista) cometió la imprudencia de acudir a una iglesia donde sabía que Calvino predicaba para escucharle, con la mala suerte que éste le reconoció, mandándole detener. El final, ya lo sabemos.
Las brujas de Salem, y el sexo asociado a la brujería. Íncubos y súcubos
Situada en el estado de Massachusetts, en la costa Este de lo que después serían los Estados Unidos, el proceso de las brujas de Salem, que tuvo lugar en 1692, tuvo varios desencadenantes. Eran tiempos duros para la colonia, aún dependiente de Inglaterra. Había indios por todos lados en pie de guerra permanente. Combates frecuentes contra los franceses, a lo que se añadían impuestos exorbitantes por el gobierno colonial inglés. Fue un invierno muy frío, con epidemias de viruela y piratas amenazando por la costa. La mayoría de la población era de religión puritana, muy estricta, y Massachusetts no se podía considerar ni una monarquía ni una república, sino una teocracia con interpretaciones estrictas de la Biblia, y un control religioso por parte de un clero integrista y todopoderoso.
Todo comenzó con un grupo de muchachas aburridas y provincianas que empezaron a manifestar un cuadro de histerias, de ataques, sollozos y convulsiones. Tras la histeria, comenzaron a acusar a alguno de sus vecinos de haberlas hechizado. Rápidamente los jueces, fervientes puritanos, encontraron sospechosos responsables de la locura de las muchachas, de forma que lo que había empezado como una travesura de adolescentes se convirtió en un caso público con cruces de acusaciones y testimonios (falsos) de brujería.
Las muchachas testigo causaron muertes sin ningún motivo; una de ellas añadió poco después que…con algo tenían que entretenerse…Ann Putham, la más joven, declaró 14 años después que fueron todo invenciones…Otra testigo, Sarah Ingersoll, reconoció llorando que admitió haber puesto una mano en el Libro del Diablo bajo la amenaza del juez de encerrarla en una mazmorra. Y añadió que…si le contaba al juez una sola vez que había puesto la mano en ese libro, él la creería, pero si le decía la verdad, que no había puesto la mano en el libro incluso cien veces, no la creería… No obstante de los cerca de 150 acusados, confesaron 55, con el fin de obtener el perdón. No ahorcaron a los que admitieron que eran brujos, sino a los que lo negaron.
El caso de las brujas de Salem fue un episodio aislado en los Estados Unidos, en una comunidad puritana como era Massachusetts. Alguna denuncia similar en Nueva York no pasó de ahí, de denuncia, porque la importante colonia holandesa, mucho más racionalista, no concedió crédito a semejantes historias. Pero en la vieja Europa las denuncias por posesión diabólica que se desarrollaron en conventos de monjas fueron mucho más numerosos, y se les concedió credibilidad. Hay que considerar que las novicias, a menudo, eran ingresadas en los conventos de clausura por sus familias desde su más tierna niñez, sin conocer otro mundo mas que el que se encerraba entre aquellas venerables -y siniestras- paredes. Adolescentes que iban creciendo, aisladas, en comunidades muy pequeñas. Y donde no hay que descartar las «tormentas hormonales» y emocionales propias de la adolescencia, unido a una formación religiosa muy severa, con un mundo limitado a imágenes de santos, de mártires y de demonios.
Los síntomas manifestados en el caso de las novicias «poseídas» no tenían nada que envidiar a los de la película de «la niña del exorcista»: blasfemias, violentas convulsiones, rechazo a las reliquias, aullar ante la presencia de la cruz, vómitos, aspecto terrible o exhibicionismo lascivo…Burton en su Anatomía de la melancolía, escrito en 1621, ya sugirió que, a menudo, las pesadillas por posesión típicas de las muchachas desaparecían con el matrimonio… En un convento de clausura donde las monjas crecían, envejecían y morían sin salir de allí, tal remedio no era posible.
Imagen de posesión diabólica
Los procesos por posesión diabólica no fueron exclusivos de las mujeres. A lo largo de la historia, sobran ejemplos de muchachos, siempre muy jóvenes, que fingieron posesión con la habitual parafernalia de convulsiones, aullidos y demás. En muchos casos se sospecha del «efecto llamada», ya que las ejecuciones eran públicas con gran asistencia de espectadores, los verdugos leían las acusaciones-confesiones antes de la ejecución, y es de suponer que estos muchachos podían ser o bien, muy influenciables, o incluso que querían llamar la atención. Los jueces, que tampoco eran tontos, desenmascararon a algunos con sus interrogatorios. Nos han llegado unos cuantos ejemplos, como el de William Perry, en 1620, conocido como «el muchacho de Bilson», o el de Thomas Deling, en 1596, conocido como «el muchacho de Burton», los chicos de la familia Throckmorton, en el proceso de las brujas de Salem. O John Smith (1616), alias «el muchacho de Leicester», o John Darrell, alias «el muchacho de Nottingham».
Los fenómenos por posesión diabólica fueron una plaga sobre todo en Francia, aunque se dieron en conventos de toda Europa: Cambrai, 1491. Lyon, 1526. Wertet, 1550. Kentorp, 1522. Roma, 1554 y 1555. Gante, 1560. Colonia, 1565. Amsterdam, 1566. Oderheim, 1577. Mons, 1585. Milán, 1590. Aix-en-Provence, 1611. Lille, 1613. Madrid, 1628. Loudun, 1634. Chinon, 1640. Louviers, 1642. Paderborn, 1656. Auxonne, 1662. Mora, 1669. Hoorn, 1670. Toulouse, 1681. Salem, 1682. Las Landas, 1744. Unterzell, 1749…
En todos estos lugares se acusó a personas de la localidad de haber endemoniado a las monjas, pero en otros se acusó directamente a sacerdotes, padres confesores que podían entrar libremente en los conventos e «intimar» con las novicias, habiendo acusaciones de relaciones sexuales, consentidas o no, a veces con una parafernalia que, según las actas judiciales, incluían relaciones sado-masoquistas. Así, en 1611 murió en la hoguera (con madera verde, para mayor crueldad) el padre Gaufridi, confesor en Aix-en-Provence, tras largo proceso con las inevitables torturas incluídas, o el padre Urban Grandier, quemado tras el juicio en 1630, en Loudon. No hay que excluir un fenómeno de «contagio»: al fin y al cabo y aún siendo de clausura, había una fluída comunicación entre los diferentes conventos, y las noticias de las posesiones y de los escándalos corrían como la pólvora.
Grabado sobre las relaciones sadomasoquistas del padre Girard y Catherine Cadière. 1731
Los íncubos y súcubos eran las personificaciones de los demonios sexuales. «Íncubo»: del latín «ponerse sobre», también llamado «efialtes»: del griego «saltar encima». El «íncubo» era la personificación de un diablo masculino que se colocaba sobre las mujeres por las noches. En algunos casos las víctimas describen que el íncubo se sentaba sobre su pecho produciéndole ahogos…¿podía ser una explicación para ataques de asma, me pregunto?…
Muchas acusadas describieron sus relaciones sexuales con el Diablo, bien bajo la forma del íncubo, bien en los aquelarres, insistiendo casi todas ellas que eran relaciones muy dolorosas y que tanto el miembro como el semen eran «fríos como el hielo». No hay que negar cierta imaginación, posiblemente avivada por la tortura. De todas formas, el historiador norteamericano Henry C. Lea, especializado en la historia de la Iglesia en la Edad media, ya apuntó:
…la curiosidad de los jueces en los procesos por brujería era insaciable a la hora de conocer todos los detalles posibles de la relación sexual, y su diligencia y celo en los interrogatorios recibieron cumplida recompensa, la de las imaginaciones más sucias…
Imagen de un íncubo, según el cuadro del pintor suizo Johann Heinrich Füssli, «La pesadilla«, 1781
La mezcla de inquisidores lascivos y mujeres histéricas dio como fruto una gran parte de los relatos sobre el tema, todos ellos producto de fantasías eróticas y neuróticas. Otra cuestión que se planteó fue que más de una (y más de diez) gestaciones indeseadas por adulterio o en mujeres solteras (y en monjas), fueron muy oportunamente atribuídas por las mujeres a un íncubo en vez de a un amante, aunque en teoría las relaciones sexuales con el Diablo no eran fértiles. En contraposición a los íncubos, los demonios masculinos, teníamos los súcubos: los demonios femeninos.
Se los-las describe como mujeres de gran atractivo, que se aparecían por las noches seduciendo a los varones. Las visiones de santos, tentados por mujeres de gran belleza, como las famosas tentaciones de San Antonio, podrían asimilarse a súcubos, pero tampoco hay que descartar que muchos santos varones guardando castidad podían ser presa, en sueños o en la vigilia, de fantasias eróticas. Los súcubos solían personificarse bajo la apariencia de mujeres muy hermosas y atractivas. Y hubo múltiples testimonios en los procesos de la Inquisición en los que muchos hombres declararon que no les gustaría prescindir de sus súcubos, con los-las que, aseguraban, obtenían mucho más placer que con mujeres de carne y hueso.
El millonario negocio de las expropiaciones a los procesados, y los cazadores de brujas
Tanto si se ejecutaba al acusado como si no, la Inquisición confiscaba sus bienes. Todos los gastos de los procesos celebrados en Alemania, Francia y Escocia se cubrían con el patrimonio de los condenados o de sus familiares. Incluso de su aldea, si el acusado no tenía con qué pagar. En las raras ocasiones en que el acusado quedase absuelto, debía pagar los gastos de su estancia en la cárcel, y hubo casos en que alguno de ellos siguieron en prisión por falta de dinero, hasta que alguien se hiciese cargo del importe (que iba aumentando). La caza de brujas se autofinanciaba y llegó a ser una actividad comercial importante.
Sus propiedades se repartían entre clérigos, jueces, médicos, guardianes, escribanos, funcionarios, verdugos, recaderos e incluso entre los trabajadores que cortaban la leña para la hoguera y erigían el patíbulo. A veces el botín se repartía entre el tribunal episcopal y el gobierno civil. En otros casos el inquisidor local se apropiaba de todo. Ya mencioné en el proceso contra Gilles de Rais cómo se repartieron su inmensa fortuna entre el obispo de Nantes, el duque Juan V y el inquisidor jefe. Pero siempre había para repartir, y eran muchos los que participaban y sacaban beneficio, entre ellos los cazadores profesionales de brujas.
En los procesos por brujería se suele detallar a menudo y de forma muy burocrática, los costes que llevaba aparejada la tortura y la ejecución. Por poner un sólo ejemplo de los muchos que hay, en 1597 se detalló el coste de la quema en la hoguera de una tal Janet Wishart en Aberdeen, Escocia, una anciana acusada de haber hechizado a Alexander Thomson, produciéndole sudores y escalofríos. La quemaron junto a otra bruja, Isabel Crocker por once libras y diez chelines, importe de:
–20 cargas de turba para la hoguera. 40 chelines.
-6 medidas de carbón. 24 chelines.
–4 barriles de brea. 26 chelines y 8 peniques.
-por barriles de madera e hierro. 16 chelines y 8 peniques.
-por el patíbulo y su preparación. 16 chelines.
-por llevar la turba, el carbón y los barriles a la colina. 8 chelines y 4 peniques.
-a un juez por la ejecución. 13 chelines y 4 peniques.
más los honorarios del verdugo.
Y hablando de los costes del verdugo…como ha sucedido siempre a lo largo de la historia en cualquier relación contractual, los verdugos intentaban sacar más dinero. A tal fin el Arzobispado de Colonia hubo de redactar una detallada tabla de tarifas por tortura que adjunto, para dejar las cosas claras y evitar abusos:
…como son muchas las quejas que se han recibido sobre ciertas ejecuciones presididas por funcionarios de este Arzobispado, según las cuales el verdugo, además de aceptar su paga, o en lugar de ella, ha osado pedir ciertas cantidades de dinero, y como tales peticiones se consideran abusivas, quedan prohibidas de una vez por todas. Por consiguiente, ordenamos que de aquí en adelante todos los funcionarios cumplan las órdenes y paguen a los verdugos únicamente las cantidades estipuladas por cada ejecución realizada y les rogamos que entreguen posteriormente todas las cuentas y facturas al tesorero del Arzobispo. En Bonn, a 15 de Enero de 1575…
Y aquí va la lista. Si no fuera por lo que conlleva de terror, de dolor y de dramatismo, podríamos bromear diciendo que no tiene desperdicio:
… Resulta muy significativo que en los lugares en que no se permitía la confiscación de bienes, como ya vimos el caso del estado alemán de Jülichs-Berg, no hubo procesos por brujería. Todos los papas alabaron esta medida considerándola una de las armas más poderosas en la lucha contra la herejía. Inocencio IV decía que…pendía como una espada sobre las cabezas de los herejes y de los príncipes…
Fue en Alemania donde mayor proporción alcanzaron los procesos contra las brujas y, dentro de Alemania, destacaron por sus matanzas las zonas dominadas por los príncipes-obispos, como fueron Tréveris, Estrasburgo, Breslau y Fulda, y en especial en Wünzburg y Bamberg, como ya comenté en el capítulo donde expuse el cálculo aproximado de víctimas de la hoguera. Pero entre los acusados no hubo sólo pobres viejas o campesinos. Se puso especial cuidado en acusar a ciudadanos destacados y, por ende, ricos, entre ellos el caso del tesorero del obispo de Bamberg, Johann Gottfried von Aschausen. Las riquezas confiscadas ascendieron a 220.000 florines, y todo ese dinero fue a engrosar las nutridas arcas del obispo…
Pero con la persecución de las brujas y su correspondiente tortura se cumplía un objetivo: por un lado obtener confesiones de culpabilidad, para que la ejecución fuese legal (si no confesaba tampoco importaba, iba a morir de todas formas) y sobre todo conocer los nombres de sus cómplices, generalmente sugeridos por los propios jueces bajo el segundo y tercer grado de tortura, para que hubiese sospechosos de forma permanente y que los tribunales siguieran en funcionamiento…y ganando dinero…
En Agosto de 1629 el canciller del príncipe-obispo de Würzburg escribió una desoladora carta a un amigo, en la que, entre otras cosas, exponía:
…es cierto que serán ejecutados muchos de los hombres del príncipe obispo, de todos los oficios y estamentos: clérigos, consejeros electorales y médicos, funcionarios de la ciudad y asesores del tribunal…han detenido a varios estudiantes de derecho. Mi señor, el príncipe obispo, tiene más de cuarenta pupilos que pronto deberían ser sacerdotes. Se dice que trece o catorce de ellos son brujos. Hace unos días apresaron a un deán. Ayer detuvieron y torturaron a un notario del consistorio catedralicio, un hombre muy culto. En pocas palabras, está implicada la tercera parte de la ciudad. Ya han ejecutado a los clérigos más ricos y destacados. Hace una semana quemaron a una muchacha de diecinueve años, de la que todos dicen que era la más hermosa de la ciudad y a la que todos consideraban doncella de modestia y pureza excepcionales…y así queman a muchos por renunciar a Dios y asistir a aquelarres, algo contra lo que nadie ha dicho una palabra jamás…
…para acabar con este terrible asunto, hay trescientos niños de tres y cuatro años de edad de los que se dice que han copulado con el demonio. He visto morir a niños de siete años y a valientes estudiantes de diez, doce, catorce y quince años, entre los más nobles. Aún perecerán personas de más elevado rango, a las que vos conocéis y admiráis y no podréis creer que sea cierto…
Las listas de los ajusticiados tanto en Würzburg como en Bamberg incluyen tanto hombres como mujeres, muchos de ellos personas adineradas y de alto rango, y también niños (de los que sus familiares debían pagar las costas del proceso y ejecución). Uno de los procesados y ajusticiados, en Wünzburg, fue Ernest von Ehremberg, un joven con un futuro muy prometedor, pariente y único heredero del príncipe obispo Philipp Adolf von Ehremberg, al que se le torció la suerte al ser acusado por los jesuítas que actuaban de consejeros para el príncipe obispo de asistir a aquelarres. Nadie estaba a salvo, no se libraba nadie…
El ambiente de terror que se debió vivir en ambas ciudades en aquella época debió ser espantoso, y seguramente no tuvo nada que envidiar a los ghettos judíos en la época del Tercer Reich. Los nazis, es cierto, también expropiaban, detenían, fusilaban, mandaban a los campos y exterminaban gaseando a los judíos, pero en los procesos por brujería de Francia o Alemania se añadían ineludiblemente los tormentos más crueles, y la muerte en la hoguera. Personalmente, creo que si me hubiesen dado a escoger entre ser procesado por brujo o ser mandado a Auschwitz hubiese dicho: ¡Auschwitz, prefiero Auschwitz!…a los judíos les sonará a herejía pero, por lo menos, muchos sobrevivieron…
El lento avance del racionalismo y de personajes destacados opuestos a estos procesos, y el cambio del mapa político en Europa, fueron poco a poco arrinconando a los procesos por brujería. Así, uno de los factores fue el paso del feudalismo (con su difícil control de los territorios bajo un gobierno inestable) al Renacimiento y a los estados capitalistas, que no podían desarrollar un buen comercio con semejante inseguridad social. La Guerra de los 30 Años que sacudió a Europa Central desestabilizó mucho la estructura y los controles políticos. Las últimas ejecuciones por brujería que se produjeron en Holanda, donde hubo un ambiente y un gobierno bastante racional, fueron en el año 1610. En Inglaterra, el último fue en 1684. En los Estados Unidos, en 1692. En Escocia, 1720. En Francia en 1745, aunque Luis XIV decretó un edicto, pese a las protestas, por el que acabó con los procesos en 1682. En Alemania en 1775, en Suiza en 1782, o en Polonia en 1793.
No obstante la creencia en la brujería aún coleaba, sobre todo en zonas rurales, siempre más supersticiosas. En 1879, en el pueblo de Wratschewe, en la jurisdicción de Novgorod (Rusia), a una mujer de 50 años llamada Agrafena Ignatjewa, los vecinos la encerraron en su casa y le pegaron fuego, acusándola de hechizar al ganado. El jurado sólo les condenó a una leve penitencia eclesiástica. Más reciente fue un caso en Gran Bretaña: apareció una noticia en el News Chronicle de Londres, el 6 de Enero de 1947. Se acusó a un anciano de haber agredido a una anciana, acusándola de haberle estado hechizando: no me atrevo a contar todas las cosas terribles que me ha hecho. Me ha torturado durante cinco años…, dijo en su descargo.
Una variante de la posesión demoníaca: la licantropía
El fenómeno de hombres que se transformaban en lobos, atacando y devorando a la gente, lo que se conoce como la licantropía, ya se mencionaba desde la Antigüedad. Tenemos testimonios en obras de Platón, de Virgilio o, uno de los más famosos y repetido por los demonólogos medievales, el que cuenta Petronio en su Cena Trimalchionis. Pero en una época tan fanatizada y supersticiosa como la que estamos considerando, se produjo una verdadera epidemia de hombres-lobo en toda Europa aunque donde más casos se registraron fue en Francia y, sobre todo, en el sur. Está claro que la existencia de los hombres-lobo no era real. Algunos racionalistas como Reginal Scot, en 1584, sostenían que
…la licantropía es un transtorno mental y no una transformación…
En 1621 Robert Burton, en su Anatomía de la melancolía ya aseguraba que la licantropía era una enfermedad mental:
…algunos la llaman una especie de melancolía, pero yo prefiero denominarla locura, como la mayoría…
No obstante hubo los que sostuvieron que sí, que la licantropía era un fenómeno de posesión demoníaca, y una persona tan culta como el filósofo inglés Henry More, teósofo de la escuela de Cambridge, en 1670 escribió sobre este tema lo siguiente:
…pues yo opino que el diablo se introduce en su cuerpo…
Portada del tratado de Licantropía de Jean de Nynauld. Cornell University Library
Hubo numerosos procesos por licantropía, algunos de los cuales tuvieron bastante fama en su momento, como el de Jacques Roulet, llamado el Licántropo de Agners. Roulet era un mendigo retrasado mental y epiléptico del que se demostró que había matado y comido parte de un muchacho de 15 años llamado Cornier, en 1598. Fue condenado a muerte pero se conmutó la sentencia por internamiento en el manicomio de Saint Germain-des-Près, El 14 de Diciembre del mismo año se condenó a un sastre de Châlons por licantropía, acusado de llevar niños a su taller, asesinarlos y comerse su carne. A éste sí lo ajusticiaron.
Otros casos conocidos fueron el de los Hombres-Lobo de Poligny, en 1522, el de Peter Stubb en 1589, los Hombres-Lobo de Saint Claude, en 1598, el de Jéan Grenier, en 1603, o el de Gilles Garnier, en 1573.
El caso de Gilles Garnier también refleja la influencia de la marginalidad en estos casos. Garnier vivía en una casucha aislada con su mujer, donde no se relacionaban con nadie, pobres e insociables. Tras un par de casos de niños aparecidos muertos y semidevorados cerca de su vivienda, fue detenido e interrogado. No sabemos si por efectos de la más que posible tortura, acabó reconociendo que había matado a cuatro niños. El 18 de Enero de 1574 fue quemado vivo, sin concederle la gracia de ser estrangulado previamente.
La brujería como tal herejía en sí, preocupaba relativamente poco a la pobre gente del campo, gente humilde, más preocupados en todo caso de que les hubiesen hechizado a la vaca, agriado la leche o hecho caer granizo en sus cosechas. Lo normal en el mundo rural, atrasado, inculto y supersticioso, era que siguiesen acudiendo a curanderas o personajes que les resolviesen sus problemas de salud, mujeres que conocían el uso de las hierbas sin pensar si eran herejes o no. Los realmente «preocupados» por las brujas fueron los inquisidores, cuya tarea era definir y vigilar las herejías, aunque el aumento del número de procesos por brujería influyó en el número de procesos por licantropía. Pero estos casos de hombres-lobo, a los que se conocía en Francia como loup-garou, sí produjeron gran alarma en las zonas rurales.
Un caso que demuestra la pervivencia de estos miedos fue conocido como el de la Bestia de Gévaudan, en la Occitania francesa. Entre 1764 y 1767 se produjeron numerosos ataques a mujeres y niños en el campo por «algo» que describían como un enorme lobo o algo parecido, negro y peludo, capaz de sostenerse sobre las patas de atrás y que atacaba a veces en pleno día, con un total de entre 60 y 100 muertes descritas, hasta 113 según otras fuentes, y más de 30 heridos. La zona de Gévaudan es una comarca aislada, semimontañosa, de bosques espesos y población muy dispersa. A tal punto fue creciendo la alarma, reflejada en periódicos de toda Francia, que hasta el rey Luis XV creó un cuerpo especial de monteros prometiendo una gran recompensa al que lo matara, organizándose batidas que cazaron muchos lobos en la región, pero las muertes seguían en goteo.
Dado el fracaso en la operación, el rey fue nombrando diferentes comandantes al cuerpo de loberos: el capitán Duhemel, el Señor D’Enneval (un noble normando con gran experiencia en la caza de lobos) y por fin a Sieur François Antoine de Beauterre que, oficialmente, lo mató en una de las batidas. El animal, un lobo de gran tamaño, de 50 kg (el peso de un lobo macho en España alcanza si acaso los 40kg), fue disecado y llevado a Versalles para regocijo y asombro de la corte, cobrando Beauterre la recompensa…pero poco después, la Bestia de Gévaudan prosiguió matando con sus métodos habituales: degollando a las víctimas, devorando sus vísceras e incluso, en el caso de los niños, arrancándoles la cabeza. Los campesinos estaban aterrorizados, nadie se atrevía a salir de noche ni casi a pastorear sus vacas, pero como «oficialmente» la Bestia había sido cazada, el rey se desinteresó del tema y no volvió a enviar nadie más.
Como es normal, y aparte de las numerosas misas que se celebraban por toda la comarca, se desataron muchísimas teorías sobre la naturaleza de la Bestia: desde sádicos (humanos) que mataban gente en el campo a los que después devoraban los lobos, a personificaciones del demonio o a animales del infierno, aunque la más frecuente fue la de un hombre-lobo, un loup-garou: por su tamaño, por su crueldad, por su osadía, por la forma de destrozar a sus víctimas o por la capacidad descrita por los testigos de mantenerse en pie… Al final tuvo que ser un cazador furtivo de la zona, Jean Chastel (recién salido de presidio) el que esperó rezando una noche a la Bestia a la que mató disparando dos balas de plata, que había obtenido fundiendo tres medallas de la Vírgen…
El animal, un lobo, era muy grande, de 65 kg, y presentaba cicatrices de bala y otras que habían descrito algunas víctimas al defenderse. La Bestia murió el 19 de Junio de 1767, y aunque Chastel la llevó a Versalles el calor y el largo trayecto provocó que se pudriese durante el camino, y al no ser Chastel ni aristócrata ni militar sino un triste campesino, en la corte se desentendieron de tan maloliente carroña, nadie le quiso recibir y hubo de marcharse sin merecer la menor recompensa. Lo cierto es que a partir de entonces no volvió a reportarse ningún ataque.
A su muerte, Jean Chastel fue enterrado en la modesta iglesia de la modestísima población de La Besseyre-Saint-Mary. Al ser un personaje de ninguna relevancia le dieron sepultura en el lado izquierdo de la nave. Por supuesto, sin lápida.
Un remedio contra la brujería: los exorcismos.
…Señor, hasta los demonios se nos someten a tu nombre…(Evangelio de Lucas, 10, 17)
En los países protestantes no se utilizaba el exorcismo. Fue y es un remedio utilizado solo en los países católicos. En los evangelios se citan ya maniobras y técnicas de expulsión de los demonios que realizó Jesucristo en varias ocasiones. Esta práctica se introdujo en la Iglesia cristiana en época muy temprana, siendo los exorcistas una de las cuatro órdenes menores de la Iglesia, y su reputación ayudó a la propagación de la nueva fe. Poco a poco se fue ritualizando el procedimiento y, de esta manera, el primer «manual» con fórmulas de exorcismo se recoge en la obra Statua Ecclesiae Latinae, redactada a finales de los años 500.
En los siglos que estamos considerando y en medio de la época culminante de la brujomanía, se publicaron numerosas antologías de ritos para exorcismos. La más conocida es la de Girolamo Menghi: Flagellum Demonum: Exorcismos Terribeles, Potentissimos et Efficaces (creo que no es necesario traducir), publicada en 1582, donde explicaba siete exorcismos diferentes. Más adelante se incorporaría en un solo volumen junto a las obras de otros cuatro expertos (Valderio Polidoro, Zacarías Vicecomes, Pietro Antonio Stampa y Maximilian von Eynatten) en el Thesaurus Exorcismorum, publicado en 1626. Libro de 1232 páginas que, curiosamente, durante una breve temporada estuvo incluído en el Index de libros prohibidos por Roma.

Exorcismo de una monja posesa en Hainaut, expulsando los demonios por la boca. 1583
El Thesaurus Exorcismorum valía para todo: además de expulsar demonios, hasta que las vacas siguieran dando leche o contra las plagas de langostas, pasando por devolver las «ganas» a matrimonios desganados o proporcionar hijos a los estériles. En obras de otros especialistas, tales como el Enchiridium quadripartitum, completo manual de exorcismos del franciscano Vincentius van Berg, en 1748, incluía…remedio espiritual contra los íncubos y los súcubos…(recordemos: los demonios sexuales). Otros, para no extenderme, fueron el ritual de Maximilian von Eynetter, en 1619, y que la Iglesia católica mantuvo con pocos cambios hasta la actualidad, bajo el nombre de Rituale Romanum…
Tal y como lo presentan los manuales, el rito para exorcizar a una persona poseída por el espíritu del mal era largo e impresionante, no podía tomarse a la ligera y se recomendaban ciertas precauciones… al fin y al cabo se estaba luchando contra el mismísimo Diablo… El ritual incluía la repetición constante de oraciones y órdenes de expulsión, y el uso de objetos tales como crucifijos, agua bendita o reliquias sagradas. El uso que se impuso desde la Edad Media y que aún pervive de portar un crucifijo, en lugar visible y cuanto más grande mejor, no dejaba de ser un escudo ante Satanás.
Parecería que lo de los exorcismos es una cosa de la antigüedad, ya obsoleta, pero lo cierto es que todavía se utiliza. Mencioné hace pocas líneas que desde 1614 la Iglesia Católica ha seguido utilizando el Rituale Romanum como guía para realizar exorcismos. El Rituale Romanum se elaboró como compendio de todos los ritos de la Iglesia Católica (excepto la celebración de la Eucaristía, que se encuentra en el Misal Romano). En concreto y para el tema que estamos tratando, el enunciado de su capítulo o Titulus XII dice: De exorcizandis Obsessis a Daemonio. Su última edición fue en 1952, aunque en 1999 se publicó uno nuevo, renovado, a instancias de Juan Pablo II. No obstante esta última edición fue duramente criticada por algunos exorcistas de renombre, como el sacerdote Gabriele Amorth o monseñor Carlos Alberto Mancuso debido a sus supuesta ineficacia. El argumento, decían, es que si ha funcionado tan bien durante tantos siglos, ¿para qué cambiarlo?…
Se planteó un debate a comienzos del siglo XX con el nacimiento de la psiquiatría en contra del exorcismo «clásico», y el debate continúa. Los psiquiatras sostienen que todo aquel cuadro tan alarmante en los endemoniados de convulsiones, gritos y reacciones violentas, bien puede encuadrarse dentro de las enfermedades de la mente, como la esquizofrenia. Hubo numerosas denuncias de psiquiatras contra exorcistas ante casos concretos, que mantuvieron un exorcismo durante meses o años. Hay que tener en cuenta que, cuando se solicitaba la ayuda de un exorcista, el problema ya venía de lejos, y tanto el poseído como la familia estaban, como mínimo, angustiados.
A la luz de los avances de la psiquiatría y sobre todo de la neurofisiología, se han barajado incluso enfermedades como la encefalitis autoinmune por anticuerpos antireceptor NMDA, como causa de todos esos cuadros. Los exorcistas alegan que no todas las enfermedades de índole psiquiátrica se resuelven con los tratamientos convencionales, mientras que por su parte los psiquiatras sostienen que no todos los exorcismos funcionaban. No obstante hoy día muchas veces, tanto exorcistas como psiquiatras (muchos exorcistas lo son) trabajan a la par.
En España sigue habiendo exorcistas: el 26% de las 69 diócesis tienen uno, según el sacerdote Antonio Doñoro, citando su libro Exorcismos. Fuentes y Teología del Ritual de 1952, editado en fecha tan reciente como el año 2011. En concreto en Madrid hay ocho, uno por cada vicaría. Hoy día 15 sacerdotes en toda España cuentan con la autorización eclesiástica. Y aunque nos pueda parecer que ya no, siguen enfrentándose a «posesiones diabólicas».
Inquisición en España.
El tribunal de la Inquisición fue creado en Roma a finales del siglo XII por el papa Lucio III mediante la bula Ad abolendam, con el fin de combatir a la herejía albigense, extendida en el sur de Francia. En el Reino de Castilla no se implantó hasta el 1 de Noviembre de 1478, ya bajo el mandato de los Reyes Católicos (siendo abolida en las Cortes de Cádiz en 1812), manteniéndose independiente de la de Roma. Si el propósito de la Inquisición en Europa siempre fue el de velar por la fe y exterminar las herejías, en España, aunque estuviese camuflado bajo el barniz de mantener la ortodoxia católica, tuvo un propósito claramente político y, por tanto, unificar el poder real en sus reinos, sin permitir desviaciones. Siempre se enfocó contra las disensiones políticas: en un comienzo contra las prácticas judaizantes que los judeoconversos podían seguir manteniendo, lo que se llamó el criptojudaísmo. Más adelante y en la misma línea, contra los moriscos obligados a convertirse al cristianismo que en la intimidad mantenían sus ritos musulmanes, y más adelante contra los «alumbrados», núcleos de proto-protestantes.
Los «alumbrados», personas cultas de inspiración intelectual y erasmista, surgieron en varias ciudades de España (Sevilla, Guadalajara, Valladolid…), al hilo de la Reforma de Lutero, pero que en aquel periodo convulso no se podían tolerar y que, como las otras dos anteriormente citadas, se consideraba que podían atentar contra la unidad del poder real. Entre los «alumbrados» hubo muchos judíos conversos, pero cabe añadir que tanto Carlos V como su hijo Felipe II fueron admiradores reconocidos de las ideas progresistas de Erasmo de Rotterdam. En el primer proceso contra los «alumbrados» celebrado en Guadalajara y Valladolid se dictaron penas de prisión, pero ninguno fue ejecutado. Sería más tarde, entre 1558 y 1562, cuando se celebraron autos de fe en Valladolid y Sevilla donde sí se ejecutaron a cerca de cien condenados.
Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, de Francisco Rizi. 1683. Museo del Prado
La famosa «Leyenda Negra», que todavía continúa, nació inicialmente con los procesos contra los «alumbrados», y en la que se exageró la actuación de la Inquisición española con fines propagandísticos. El primero en escribir sobre el tema fue el inglés John Foxe (1516-1587) que le dedicó un capítulo entero de su libro The Book of Martyrs. Pero el que más difusión tuvo fue otro libro cuyo título traduzco: Algunas artes de la Santa Inquisición española, publicado en Heidelberg en 1567 bajo el seudónimo de Reginaldus Gonsalvius Montanus, y probablemente escrito por dos protestantes españoles exilados: Casiodoro de la Reina y Antonio del Corro. Este libro fue otro best-seller (como el Malleus Maleficarum), y fue traducido al inglés, francés, holandés, alemán y húngaro, contribuyendo a cimentar la imagen negativa que en Europa se tenía de la Inquisición española.
El primero de ellos, Casiodoro de la Reina (1520-1594), fue uno de esos personajes de la época de vida atribulada. Religioso de la orden de los Jerónimos, vivió gran parte de su vida en el convento de San Isidoro del Campo, en Santiponce, Sevilla, muy cerca de las ruinas de Itálica. En San Isidoro se formó un grupo de «alumbrados» en los que rápidamente se fijó la Inquisición. De la Reina anduvo listo y en 1557 huyó a Ginebra como se suele decir «a uña de caballo», junto a Cipriano de Valera, otro «alumbrado». Del resto de monjes, no tan rápidos, prácticamente todos acabaron en la hoguera, en un auto de fe celebrado en Sevilla en Abril de 1562 y en la que Casiodoro fue quemado «en imagen».
Cabe añadir que, ya en Ginebra, donde Calvino acababa de quemar a Miguel Servet (esta vez no «en imagen» sino en carne y hueso) cuatro años antes, Casiodoro expuso su disconformidad al no estar de acuerdo, por razones de conciencia, con las ejecuciones. Su vida fue un ir y venir por toda Europa pasando todo tipo de necesidades y donde sus ideas a veces chocaban con el espíritu de los gobernantes, muy dados a quemar brujas a diestro y siniestro. De su seudónimo (Reginaldus Gonsalvius Montanus) sólo imaginar que fue un pequeño homenaje a su amigo y paisano Benito Arias Montano, con el que compartió estudios en Sevilla y que, pese a sus tendencias heterodoxas, lo que le situaron en el siempre peligroso punto de mira de la Inquisición, le salvó siempre la íntima colaboración que le unió a Felipe II, al que sirvió de traductor del árabe y de consejero, lo que sin duda le evitó la hoguera.
La Inquisición española contó con un organismo, el Consejo de la Suprema y General Inquisición, más conocido como «la Suprema», creado en 1488, y que tenía bajo su supervisión los diferentes tribunales locales. Formado generalmente por seis miembros nombrados directamente por el rey (nunca fueron más de diez), y cuya máxima autoridad fue siempre el Inquisidor General. La Suprema, contra lo que cabe pensar, muchas veces actuó como un árbitro justo, solventando procesos que tendían al extremismo. El historiador hispanista Henry Kamen, basándose en la documentación de los autos de fe, calcula un total de entre 2.000 y 3.000 personas ejecutadas, desde 1478 hasta 1812, en que supuestamente se disolvió, aunque el último ejecutado por la Inquisición lo fue el 31 de Julio de 1826, un maestro de escuela catalán llamado Cayetano Ripoll, ahorcado en Valencia acusado de hereje.
El pobre hombre tan sólo era liberal y deísta, y uno de los argumentos en su contra fue el de no llevar sus alumnos a misa. Lo cito aquí porque la sede del Colegio de Veterinarios de Madrid, al que pertenezco, está ubicado en una calle dedicada a su nombre (la de «Maestro Ripoll»). Los procesos contra las brujas como tal fueron muy pocos y bastante tolerantes, como veremos pese a la Leyenda Negra, y aunque aquí se cometiera la infamia de matar a 2.000 personas…incluso aunque sólo hubiera sido uno como el pobre maestro Ripoll, comparados con los cientos de miles de ejecutados por brujería en el resto de Europa, no fueron más que una gota de agua en el océano…
Como muestra del racionalismo y la tolerancia practicada en España contra el tema de la brujería, y antes de la implantación de la Inquisición oficialmente en el año 1478, ya en 1436 el obispo de Ávila, el erudito Alfonso Tostado, decía que el aquelarre era una ilusión producida por las drogas, mientras que ya en Francia y Alemania se quemaba sin miramientos a las mujeres acusadas de asistir a los aquelarres. En 1526 los tribunales seculares celebraron procesos multitudinarios en Navarra, a raíz de los cuales la Suprema examinó las acusaciones. La actitud escéptica y racionalista de los diez miembros de la Suprema explica que en España no apareciera el oscurantismo de la brujomanía.
Como muestra de su objetividad, para erradicar aquellos casos juzgados en Navarra, 7 de los 10 integrantes recomendaron tan sólo los sermones de los sacerdotes. Valdés, futuro inquisidor general, dijo que (al contrario de lo que sucedía en el resto de Europa) no debían aceptarse las acusaciones de unas brujas contra otras. Asímismo, Valdés sostenía que la autoacusación sólo era prueba suficiente para castigos menores. En 1530, de hecho, la Suprema logró detener una persecución que se preparaba en Navarra y en otras ocasiones detuvo a sus propios inquisidores en Barcelona (1537), Navarra (1538) y Galicia (1551).
-El caso español de las brujas de Zugarramurdi y el ecuánime inquisidor Alonso Salazar de Frías
Los días 7 y 8 de Noviembre de 1610 se celebró un auto de fe en la ciudad de Logroño. Diez y ocho mujeres fueron reconciliadas porque confesaron sus culpas, apelando a la misericordia del tribunal. Seis que se resistieron fueron quemadas vivas, y cinco lo fueron en efigie, porque habían muerto antes de la sentencia. El desencadenante fue la masiva caza de brujas en las comarcas de Labort, o Labourd, situado al sudoeste de Francia, justo al otro lado de la frontera. El rey francés Enrique IV y a petición de los señores D’Amou y D’Uturbie, comisionó al juez del parlamento de Burdeos Pierre de Lancre para investigar, ante la «plaga» de brujas que, según ellos, asolaba el país.
Lancre actuó con tanto celo que obtuvo declaraciones de niños, viejos y adultos sometidos a tortura (necesitando traductores al no entender el euskera), procesando y quemando incluso a sacerdotes sospechosos. Lancre a lo largo de sus inquisiciones (nunca mejor dicho) dedujo que en el país de Labort había más de 3000 brujos, quemando en la hoguera en una primera fase más de 80, que serían 600 en una segunda fase que duró cuatro meses. Según Pierre de Lancre, en el Labort la brujería estaba tan extendida que los aquelarres, en contra de lo que se creía en el resto de Europa, se celebraban cualquier día de la semana, e incluso de día… Ante los excesos de Lancre y llevados por el pánico de una más que probable muerte, muchas familias escaparon de la quema (y otra vez nunca mejor dicho) cruzando la frontera y poniéndose a salvo en Navarra.
A principios del siglo XVII Zugarramurdi era una pequeña aldea de 200 habitantes dedicados a la agricultura y a la ganadería. Situada al extremo norte de Navarra, en las estribaciones de los Pirineos y a poco más de dos kilómetros de la frontera con Francia. Zona montañosa, muy escasamente poblada y con una población dispersa. Hoy día la población apenas ha crecido: 230 habitantes según el censo de 2017. En las faldas de la montaña y a unos 500 metros escasos del pueblo, unas grandes cuevas donde se figura que las brujas celebraban los aquelarres… lo que les ha venido muy bien en estos tiempos de turismo masivo para aprovechar el renombre que le proporcionó el proceso y celebrar en las cuevas festivales folklóricos y romerías «brujeriles», donde los asistentes se disfrazan con sombreros puntiagudos y hacen queimadas mientras recitan conjuros (totalmente inofensivos, por otra parte, más allá del abuso del aguardiente), un poco en la línea de la fiesta de Halloween.
El norte de Navarra, al igual que sus vecinos franceses del Labort son vascoparlantes y, por tanto, una comunidad más cerrada que sus vecinos al norte y al sur, y con una cultura ancestral mantenida desde los tiempos precristianos. Incluso la cristianización llegó tarde y mal a tan remotas localidades. Pamplona es ciudad de fundación romana, la antigua «Pompaelo» (fundada por Pompeyo), y se cita en el Tercer Concilio de Toledo (año 589) a Liliolo como primer obispo de Pamplona.
Pero los territorios pirenaicos, más lejanos y «salvajes» (como ya mencionan los romanos a los habitantes de los Alpes o los Cárpatos), comenzaron a cristianizarse según las fuentes más optimistas en el siglo X, en un proceso que supongo fue lento y paulatino. Hay citas que cuentan que en el año 653, tribus de vascones ayudaron al rebelde visigodo Froya a hacer incursiones por el valle del Ebro, donde destruyeron iglesias, altares y objetos religiosos…de lo que podemos deducir que aún no estaban cristianizados (Hispania Sacra, del obispo Tajón, de Zaragoza. O la Chronica, de Isidoro de Beja, llamado el Pacense).
Con estos mimbres podemos imaginar el atraso cultural respecto a los territorios más evangelizados de Francia, Navarra, Castilla o Aragón. Todo comenzó tras la denuncia a una vecina, a la que aseguraban habían visto dirigirse a un akelarre. Siete mujeres y tres hombres fueron detenidos pero, tras hacer confesión pública y arrepentirse ante el vicario, fueron perdonados. Pero lo de Zugarramurdi llegó a oídos del tribunal de la Inquisición de Logroño, bajo cuya jurisdicción estaba Navarra, y a comienzos de Enero de 1609 mandó un comisario para informarse, deteniendo a cuatro de aquellas brujas que habían confesado.
El 9 de Febrero de 1609 se presentaron voluntariamente ante el tribunal de Logroño una mujer y sus dos hijos de aquel primer grupo de detenidos, con un guía-traductor (sólo hablaban euskera) para exponer ante el tribunal lo que realmente había sucedido. El guía tradujo que acudían a pedir justicia porque no eran brujos, y si lo habían confesado al vicario de Zugarramurdi era…porque los apretaron y amenazaron mucho si no los dezían… El problema vino cuando el propio guía testifico diciendo que sí, que eran brujos, y la Inquisición decidió encarcelarles. Tras cinco meses de interrogatorios acabaron por confesar, delatando además a otras personas, incluyendo listas de niños menores de catorce años como participantes de los aquelarres.
Ante el problema planteado, la Inquisición designó a un miembro del tribunal, Juan Valle Alvarado que, acompañado de un traductor, recorrió durante varios meses diversas localidades como Zugarramurdi, Vera, Lesaca, Tolosa y San Sebastián, inculpando hasta 300 personas (excluyendo a los niños). De estos 300, los 40 que le parecieron más culpables fueron conducidos a Logroño. Incluso el obispo de Pamplona visitó la zona asegurando que allí nunca había habido secta de brujas, hasta que comenzaron a llegar noticias de Francia. No podemos descartar el «efecto llamada»: muchos cruzaban la frontera para presenciar la quema de brujas en el Labourd, donde se leían públicamente las acusaciones.
En Junio de 1610 los inquisidores del tribunal de Logroño acordaron la sentencia de culpabilidad de 29 de los acusados, y el 7 de Noviembre se celebró un multitudinario acto de fe, al que se calcula que acudieron 30.000 personas, más todo el cortejo de la Inquisición y los penitentes. Como comenté al principio, 18 de los acusados fueron reconciliados al admitir sus culpas apelando a la misericordia del Tribunal. Los seis que se resistieron, fueron quemados vivos. Debido a la dureza de las penas, el proceso de Zugarramurdi se convirtió en el proceso más grave de la Inquisición española contra la brujería.
Según el hispanista Henry Kamen, esta excepción a la relativamente benigna trayectoria de la Inquisición en relación con el tema de la brujería, se explica por la influencia que tuvo la caza de brujas llevada a cabo en 1609 al otro lado de la frontera por el riguroso juez Pierre de Lancre. La sentencia fue bastante benigna comparada con los cientos y miles de condenados que por las mismas fechas morían en Europa occidental: «sólo» seis condenados a la hoguera, y ello por su obstinación al mantenerse en su herejía.
Pero aquí aparece en escena el inquisidor Alonso de Salazar y Frías, incorporado al tribunal en Julio del año anterior (no había participado en los interrogatorios), y que votó en contra de la condena a la hoguera de María de Arburu por falta de pruebas. Tras la celebración del ya citado auto de fe de Noviembre de 1610, el mismo inquisidor dudó también de la culpabilidad del resto, y tras una revisión a fondo del caso ordenada por el Consejo de la Suprema Inquisición (la «Suprema»), que incluyó una investigación exhaustiva en Zugarramurdi y alrededores, Salazar de Frías manifestó su arrepentimiento diciendo que se había cometido…una tremenda injusticia…
Unos meses más tarde, en Abril de 1611, el humanista Pedro de Valencia presentó un informe que le había pedido el Inquisidor General, adelantándose a la psiquiatría del siglo XX y afirmando entre otras cosas que había un fuerte componente de enfermedad mental, aconsejando buscar…en los hechos cuerpo manifiesto de delito conforme a derecho y no se vaya a probar caso de muerte ni daño que no ha acontecido…
Las dudas que manifestó el inquisidor Salazar de Frías eran compartidas al menos por otros tres eclesiásticos que habían manifestado que…era cosa de risa la materia de brujos… El Consejo de la Suprema Inquisición encargó a Alonso de Salazar y Frías que visitara las comarcas del norte de Navarra. Iba acompañado de un edicto de gracia en el que se invitaba a los supuestos brujos a arrepentirse de sus errores sin que fueran castigados…
Con el edicto de gracia en la mano y acompañado de dos intérpretes para entenderse con los vascoparlantes, Salazar recorrió en ocho meses (de Mayo a Diciembre de 1611) el norte de Navarra, de Guipuzcoa y de Vizcaya. El escritor y etnólogo vasco Julio Caro Baroja, en su libro Las brujas y su mundo (1961), escribió acerca de Salazar:
…a medida que fue observando los casos, interrogando a los acusados y haciendo hablar a la gente de modo liso y llano, su criterio fue perfilándose más, hasta que llegó a dar como falsas la mayoría de las actuaciones atribuídas a los brujos, en aquel caso concreto…
En Marzo de 1612 Salazar redactó un primer memorial, al que siguió un segundo. En esos informes Salazar afirma haber absuelto ad cautelam a 1384 niños y niñas de entre 6 y 14 años de edad y a 41 adultos, y reconciliado a 290. De estas personas, 81 revocaron sus confesiones anteriores. Salazar prestó atención especial a los testigos, muchos de ellos testificando por…sobornos, enemistades o respetos indebidos…, como fue el caso de muchos niños que confesaron haber mentido.
La conclusión del informe de Salazar es que los fenómenos de brujería investigados son historias inverosímiles y ridículas. De todos los casos investigados, citando su informe…no sale dello cosa comprovada… Estudió además el contenido de ollas con brebajes, los…potages, ungüentos o polvos…con que supuestamente se frotaban las brujas para volar a los aquelarres, o que utilizaban en sus maleficios, pidiendo con método científico a médicos y hombres peritos que comprobaran su eficacia sobre animales, a los que no pasó nada. Demostró también a los supuestos brujos y brujas que las cosas que decían no habían ocurrido en realidad, como el caso de mujeres jóvenes que afirmaban que habían sido amantes del Diablo, pero que al ser examinadas por matronas comprobaron que seguían siendo vírgenes…sueño o flaqueza de corazón…, escribe.
Salazar asegura que son los libros y los sermones sobre la brujería lo que hacía que ésta se extendiera, por lo que recomendaba que no se le diera publicidad, convencido de que la brujería acabaría por desaparecer si se dejaba de hablar de ella: …no hubo brujas ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y escribir de ellas… Como ejemplo de racionalidad valga uno de sus escritos:
…volar a cada paso una persona por el aire, andar cien leguas en una hora, salir una mujer por donde no cabe una mosca, hacerse invisible a los presentes, no mojarse en el río ni en el mar, estar al tiempo en la cama y en el aquelarre, luchar las imágenes como personas sensibles, las apariciones contínuas y que cada bruja vuelva en la figura que se le antoja y alguna vez en cuerpo o en mosca con lo demás referido, es superior a cualquier discurso…
Mientras en la «civilizada» Europa seguían muriendo a miles en la hoguera, el 29 de Agosto de 1614 la Suprema asumió las tesis del informe de Salazar. Un resultado concreto fue que se revisaron los procesos y se intentó reparar a las víctimas del auto de fe de Logroño.
Aunque he buscado en Google no he encontrado referencias a ninguna calle en España que lleve su nombre, ni siquiera en su Burgos natal. Y no sé si lo tiene, pero este hombre se merece un monumento.
Alonso Salazar de Frías