
Esta entrada del blog en realidad es un capítulo que, a su vez, forma parte de un trabajo aún pendiente de publicación sobre el mastín: El mastín español. Historia de un compañero, que presenté a un certamen convocado por la Real Sociedad Canina en 1998, y en la que tuve el honor de ganar el segundo premio, en su categoría de razas españolas.
El problema de clasificar
Como ya señaló el zoólogo y etólogo norteamericano John Paul Scott en su libro Genética y comportamiento social, la clasificación de las razas caninas refleja la cultura de los pueblos. Así, en Alemania, las primeras clasificaciones distinguían entre razas de trabajo y razas de guarda. En Gran Bretaña, entre deportivas y no deportivas. Clasificar, encontrar el lugar adecuado, no siempre ha sido fácil.
Cuentan las lenguas de doble filo que Karl von Linné, el gran naturalista sueco del S. XVIII, autor del libro Systema naturae (1798) e inventor de la nomenclatura binómica (¡no os asustéis, no tiene nada que ver con la bomba atómica!) para nombrar y clasificar a los seres vivos con dos palabras: la primera, el género -siempre con mayúscula-; la segunda, la especie -con minúscula-, ejemplo fácil: Homo (género) sapiens (especie)… Decía que Karl von Linné, que había clasificado y puesto nombre a miles de especies,
…cuando encontraba un nuevo insecto y no sabía dónde clasificarle exactamente, lo depositaba discretamente en el suelo y lo aplastaba con el pie... (Oskar Otto Heinroth, La clasificación según taxones, 1922).
El naturalista romano Plinio el Viejo, muerto en el año 79 d.C. en la erupción del Vesubio (donde acudió con sus barcos para rescatar a las gentes en la playa y se intoxicó por las emanaciones del volcán), nos habla en su libro Historia Natural de los perros de Italia. Describe los mastines napolitanos y los canis melitae, los antepasados del actual Maltés, perritos falderos muy del agrado de las damas romanas de la época…antes igual que ahora.
Pero aunque no se refiera a los perros y ya citando a Plinio, este autor debía tener una extraña fijación con los elefantes. En su ya citada Historia Natural y en el libro VIII nos cuenta que:
…los elefantes, en ciertas épocas, rinden un misterioso culto a los astros…para continuar más adelante…los dragones atacan en verano a los elefantes: lo hacen para beberles toda la sangre que, como nadie ignora (?) es muy fría….

Grabado del conocido como Bestiario de Oxford, del Manuscrito Ashmole (siglo X), de la Biblioteca Bodleiana (The «Bod», para los eruditos), en Oxford. En él se representa el mito del dragón bebiendo la sangre del elefante.
Como detalle pintoresco y ya metidos en el berenjenal, no puedo dejar de mencionar la clasificación más surrealista que he podido encontrar y que consta en la enciclopedia china Emporio celestial de conocimientos benévolos, recogida por el escritor argentino Jorge Luis Borges dentro de su libro Otras inquisiciones, en el ensayo El idioma analítico de John Wilkins (obispo y erudito inglés) y, dentro de este ensayo, atribuyendo su descubrimiento a Franz Kuhn, abogado alemán y un célebre traductor del chino. Según el inspirado clasificador, se dividen en:
a) pertenecientes al Emperador b) embalsamados c) amaestrados d) lechones e) sirenas f) fabulosos g) perros sueltos h) incluídos en esta clasificación i) que se agitan como locos j) innumerables k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello l) etcétera m) que acaban de romper el jarrón n) que de lejos, parecen moscas
¿Curioso, no?. Lo bueno es que Borges, muy aficionado a fabular, se lo inventó. Al igual que Cervantes en El Quijote, mezcla cosas inventadas junto a otras totalmente ciertas. Mientras que John Wilkins y Franz Kuhn fueron personajes que existieron de verdad, la «clasificación» antes citada no lo es. Borges mezcla datos reales para apoyar sus «ficciones», construyendo una estructura literaria más sólida y consigue que al final nos las creamos, que parezca «de verdad». Hablando de lo movedizo que es el terreno de las clasificaciones, Borges escribió una reflexión que nos viene como anillo al dedo:
…notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo…
Pero como nosotros no somos Borges y necesitamos poner un poquito de orden en este caos, vamos a ver cómo se fue organizando el tema de las razas. Me temo que vais a escuchar muy a menudo la temida palabra: «clasificación».
La clasificación de las razas caninas
Aparte de las menciones ya citadas a algunas razas hechas por Plinio el Viejo, el que sistematiza la clasificación y un poco anterior a él en el tiempo es Columela (nombre completo: Lucio Junio Moderato, lo de Columela era un sobrenombre), hispano-romano que vivió en Cádiz a comienzos de nuestra era. En su tratado de agricultura De re rustica («Los trabajos del campo», dividido en doce libros o capítulos), ordena a los perros en razas de pastor, de guarda y de caza. Su clasificación es la siguiente:
1.- venatrici o de caza, divididos a su vez en sagaces (rastreadores), celeres (perseguidores) y pugnaces (los que atacan y sujetan la presa. Evidentemente para la caza mayor).
2.- pastores (creo que no hace falta traducir).
3.- villatici (guardianes).
Y añade el interesante dato de la conveniencia de seleccionar los colores. Blanco para los pastores, y así poder distinguirlos de los lobos en los ataques nocturnos, o negro para los de guarda porque así dan más miedo, criterio que comparten los psicólogos actuales.
Juliana Berners, priora del convento de Sopwell, en Hertfordshire, Inglaterra, escribió el Libro de Saint Albans (1486) donde, en el segundo tomo dedicado a la caza, establece la primera clasificación moderna de razas caninas.
En 1576 el doctor John Keys, el médico de cámara de la reina Isabel I de Inglaterra, elabora una relación de las razas caninas de Gran Bretaña en su obra escrita en latín Canibus britannicus, y que firma como Ioannes Caius, latinizando su nombre como era la moda entonces entre los eruditos. Según cuenta él mismo, mantuvo correspondencia con un naturalista suizo, Conrad Gesner, autor de Historiae Animalium, que le animó a escribir su libro sobre las razas caninas británicas.
El clérigo naturalista inglés Edward Topsell no clasificó las razas pero sí incluyó láminas de perros en su bestiario The History of Fourfooted Beasts and Serpents (Historia de las bestias de cuatro patas y las serpientes), publicado en 1605. Topsell se cura en salud -por si acaso- diciendo que
…no haría que el lector imaginase que he contado todo lo nunca dicho de estas bestias, sino solo lo que han dicho muchos…
Así, Topsell, entre otras «perlas» dice, por ejemplo, que las comadrejas dan a luz por las orejas, que los elefantes adoran al Sol y a la Luna y quedan embarazados al masticar la mandrágora o que los ratones se reproducen no sólo copulando, sino que también la tierra los engendra…

Ilustración del Bestiario de Edward Topsell
Pero los que marcan la pauta en la teoría clasificatoria son casi todos franceses. El naturalista Georges Louis Lecrerc, más conocido como el Conde de Buffon, en su Historia natural, general y particular (1775) clasificó unas treinta razas, atendiendo a la forma y porte de las orejas, según fuesen erguidas, caídas o parcialmente erguidas.
En 1790 el abate Pierre-Joseph de Bonnaterre publicó en varios volúmenes su Tableau Encyclopédique et Métodique des Trois Règnes de la Nature…aunque se conoce más resumido tan largo título como el Tableau («la pizarra»). El Tableau contiene más de 400 ilustraciones de los animales conocidos y, dentro de ellos, ilustra y clasifica grupos de perros según razas o tamaños.


Perros falderos y molosos, según Bonnaterre
Otro naturalista francés, Georges Cuvier, fue el primero en clasificar el reino animal desde el punto de vista estructural o morfológico que, no obstante, estaba completamente estructurado a su función. En su obra Reino animal distribuido a partir de su organización (cuatro tomos en su primera edición de 1817, que se ampliaron a cinco a partir de la segunda edición, ya en 1829), se basó en caracteres craneanos y en la relación cráneo-maxilar para establecer tres categorías: pastores procedentes del Perro de las Turberas, molosos y galgos.
En 1885 el veterinario militar Pierre Megnin estableció cinco tallas según la alzada: mayor de 65 cm., de 40 a 65, de 20 a 40, o menor de 20, y el pachón para las dos menores. Y establece según su estructura corporal, cuatro tipos o categorías: lupoides (pastores), bracoides (caza), molosoides (defensa) y graioides (galgos).
Poco más tarde otro veterinario, Charles Cornevin, profesor en la primera Facultad de Veterinaria de Europa, la de Lyon -fundada en 1763- y en su libro Tratado de Zootecnia Especial (1897), establece una clasificación basada en caracteres externos: talla, proporciones, pelaje y forma de las orejas. Como novedad añade a las cuatro razas de gatos descritas por Karl von Linné (Catus angorensis, C. hispanicus, C. domesticus y C. ceruleus) tres razas más.
El catedrático de Zootecnia y Sanidad en la nueva Facultad de Veterinaria de Alfort (París), Raoul Baron, propuso en 1878 que en todas las especies existe un prototipo. En el caso del perro, estaría entre los 25 y 30 kg. de peso, de perfil recto y de proporciones medias, a lo que llamó eumétrico. Como ejemplo, sería el Pastor Alemán. Todos los animales podían ser definidos mediante tres cifras, cada una del -1 al +1, siendo el prototipo ideal el 000.
1ª cifra: heterometría, de peso y forma.
2ª cifra: aloidismo, perfiles generales.
3ª cifra: anamorfosis, proporciones totales.
El interés por los perros seguía aumentando. Ya en el año 1859 se celebró la primera exposición canina, en Newcastle-on-Tyne, aunque en aquella ocasión sólo participaron Setters y Pointers. Por cierto: la primera exposición felina se celebró en 1871 en el palacio de Cristal de Londres, donde participaron 170 gatos, aunque hubo un precedente «gatuno», una exposición que se celebró en Winchester, en 1598.
Este incremento de la popularidad y la necesidad de establecer unos parámetros fijos, lo que se llamó estándar para cada raza en concreto, motivó la fundación en 1911 de la F.C.I., la Fédération Cynologique International, con sede en Thuin, Bélgica, donde se clasifican las razas reconocidas -337 según mis datos- oficialmente en diez grupos, según su aptitud o afinidad, según la clasificación propuesta por Villemont en 1970.
Sin entrar en los otros grupos, a los molosos corresponde el Grupo 2º, de perros de guarda, defensa y utilidad. Dentro de este grupo se distingue entre los molosos de montaña (tipo mastín), de pelo largo, y los de tipo dogo, de pelo corto.
Descripción y fenotipo
Según Pierre Megnin el adjetivo «molosoide» define a perros de …cabeza maciza, esferoidea y cuboidea, con orejas pequeñas y caídas, hocico corto, belfos largos y gruesos, cuerpo proporcionado de gran talla, así como cinco dedos en los pies traseros igual que en los delanteros…
Aunque actualmente se reconozcan de forma oficial más de sesenta razas de guarda, muchos de ellos han sido conseguidos mediante cruces experimentales (Dobermann, Bull Terrier, Pit Bull, Dogo argentino, Leonberger, etc.) y otros, sencillamente, no se ajustan a la definición de molosoide. En animales de tan antiguo origen no se puede pretender una pureza total, pero sin duda los molosos de hechuras más clásicas los encontramos en razas originarias de zonas aisladas o montañosas donde, como veremos, han podido evolucionar libres de todo contacto: mastín español, del Pirineo, del Tíbet, del Caucaso (Ovtcharka), Tatra, San Bernardo, Karabash, etc.
¿Hay molosos miniatura?
No todos los molosos son grandes perrazos. Sorprendería saber que dos de ellos, de los considerados falderos, tales como el Pekinés y el Carlino, pertenecen a la misma categoría que los mastines. El cómo estas dos razas llegaron a reducir hasta tal punto su tamaño tiene su explicación en la intervención, otra vez de la mano femenina, y esta vez oriental al seleccionar los perros para compañía entre los más pequeños, y cuanto más pequeños mejor.
La enanificación de razas es un paso más en la neotenización y lo que se busca es un aspecto lo más infantil posible. Es lo que se conoce como maternidad vicariante, podríamos decir como un sucedáneo de la maternidad. Como dice una amiga mía criadora de Carlinos: …es lo más parecido a tener en brazos un bebé , con esa mirada…


Cachorro de Carlino, el de la cara de niño. Otro moloso enanificado: el Bull Dog Francés
Los llamados popularmente «perros falderos» no son un invento moderno. Existían ya en la antigüedad en sociedades altamente civilizadas: chinos, persas, griegos, romanos… Como vemos en sus ilustraciones o nos cuentan las crónicas, tenían ya sus perrillos sentados en el regazo de los mandarines o de las grandes damas. Popea, la mujer del emperador romano Nerón, tenía un Maltés al que situaba en las ceremonias oficiales por delante de Lépida, tía del emperador, lo que ocasionó una vez una disputa tan violenta que Lépida murió del disgusto.
El geógrafo y viajero griego Estrabón los cita en su Geografía (año 29 a.C.), que ha llegado hasta nuestros días casi intacta, reunida en 17 «libros» o capítulos, y donde además de recopilar todos los conocimientos geográficos de la época, hace una mención a estos perros:
…existe un promontorio en la isla de Sicilia llamado Melita de donde se transportan muchos y graciosos perritos llamados canis melitae, los cuales son apreciados por las patricias como si fuesen alhajas…
Pero si la enanificación de las razas no es invención moderna, el actual protagonismo o utilidad de los perros como animales de compañía, ha favorecido la reducción en el tamaño sacando variedades «enanas» de varias razas, hasta hace muy poco de utilidad: Teckel, Schnauzer, Pinscher, Caniche, Yorkshire Terrier, Pomerania, etc.
Testimonios arqueológicos e históricos de los molosos. La caza y la guerra
El nombre de «moloso» proviene de la antigua región de Molosia, en el montañoso interior de la región del Epiro – en la actual Albania-, lo que daba nombre a sus habitantes: los molosos. Alrededor del año 400 a.C. un escultor desconocido erigió una estatua a Molossus, el perro de Olympia, hija de Pirro, rey de los epirotas. Precisamente en el Epiro, actualmente zona fronteriza entre Albania y Grecia -y en algún otro punto de los Balcanes- y hasta los años 50 vivieron de forma totalmente nómada, sin cultivar la tierra, una raza de pastores, los sarakatsani, dedicados exclusivamente a la cría de ovejas y al comercio de los quesos y la lana.
Perros similares a Molossus fueron utilizados desde la antigüedad en Grecia, Egipto y Asia Menor como fuerzas auxiliares en los ejércitos. Su fiereza y acometividad les hicieron tanto o más apreciados por sus cualidades como guardianes de casas y rebaños que como perros de presa en las cacerías, o como auxiliar en la batalla. Resultarán ser los mejores soldados, sin conocer el miedo, sin rendirse jamás.

Molosos asirios, usados para la guerra
Guerra y caza gozan del más alto prestigio y van unidos en la mentalidad batalladora de aquellas épocas, mentalidad que se prolongará hasta más allá de la Edad Media. En la Conquista de América, heredera del espíritu de frontera de la Reconquista, los fieros perros alanos lucharán junto a los exploradores.
…mañoso en la caza, arte e sabiduría de guerrear y de vencer… (Alfonso X, Código de las Siete Partidas, escrito dentro de la 2ª Partida, Título 5, Ley 20).
…no hay cosa que más se allegue con las maneras del caballero que ser montero o cazador… (Infante Don Juan Manuel -sobrino de Alfonso X- , Libro de la Caza, 1325).

Libro de la Montería de Alfonso XI (1312-1350), donde aparecen los molosos
…el caballero debe cabalgar, justar, correr lanzas, ir armado, tomar parte en torneos, esgrimir, cazar ciervos, osos, jabalíes, leones, y las demás cosas semejantes a éstas que son oficio de caballero; pues por todas estas cosas cosas se acostumbran los caballeros a los hechos de armas… (Ramón Llull, Libro de la Orden de caballería. 1275).
Sepulcro con escenas de caza de la iglesia de Betanzos, soportado sobre dos figuras de piedra: un jabalí y un oso.
Hasta Cervantes nos deja su opinión: ….la caza es imagen de la guerra… (Don Quijote, 2ª parte, cap. XXXIIII …no, no me he equivocado: 4 como IIII.
Las más antiguas representaciones de molosos se encuentran en los frescos con que los egipcios decoraban casas y templos, con su habitual estilo realista, de gran naturalidad. La estela del faraón Intef II (2118-2069 a.C.) de la XIª dinastía es famosa al aparecer representados sus tres perros, cada uno con su nombre (en idioma no egipcio) y al lado, la traducción al egipcio.

Los perros de Intef II: Behekay (Gacela), Abaquer (Galgo) y Pehetes (Negro)
Abundan los bajorrelieves hititas, y asirios donde les vemos en la caza del león y del asno salvaje, o sujetos por traíllas a sus anchos collares y conducidos por los soldados: grandes perros de aspecto fiero, cabeza ancha, orejas caídas, cola enroscada y pelo corto.

Palacio de Taklat-Palasar, 1150 a.C.

Relieve del periodo hitita de la caza del león, con perro

Exvoto encontrado en Nísibis, Babilonia, con representación de un moloso, dedicado a «la diosa que atiende las oraciones»


En el palacio de Nínive son abundantes las representaciones de molosos
Los antiguos egipcios les pintaron en escenas de guerra: Tutankamon contra los nubios del Sudán (1.350 a.C.) o Ramsés II contra los hicsos en la batalla de Kadesh (1.300 a.C.), donde se ve a los molosos mordiendo a los enemigos y despejando el camino al faraón victorioso.
Perros de guerra representados en la llamada Caja Pintada, bajo el carro de Tutankamon. Museo de Antigüedades Egipcias del Cairo. Parecen similares pero no lo son. En el de arriba, contra los hititas. En el de abajo, contra los nubios del Sudán.

Teja de arcilla esmaltada con cobalto. No es un Gran Danés arlequín, es un moloso egipcio.

Mango tallado de marfil con imágenes de molosos de un cuchillo de silex del Periodo Geerzense (o cultura Naqada II), predinástico egipcio (3.500-3.200 a.C.), zona de El Fayum.
Se cuenta una anécdota sobre Alejandro Magno que, en el año 330 a.C., barrió desde Egipto hasta La India con su ejército de macedonios. Llevaba con él a su perro Periles, al parecer un moloso que le regalaron cuando tenía once años y que le salvó la vida -aunque al perro le costase la suya- mordiendo en el labio a un elefante en la batalla de Hidaspes, contra el rey Poros de La India, en el año 326 a.C. Y otra anécdota cuenta que un rey de Albania le regaló un gran moloso con fama de invencible. Alejandro le enfrentó a un jabalí y a un oso, pero el perro ni siquiera se levantó. Decepcionado y creyéndole cobarde le mandó matar pero el rey, al saberlo, le regaló otro advirtiéndole que su valor era tan grande que despreciaría cualquier enemigo que no fueran leones o elefantes.

Grabado del S. XVIII con la figuración del enfrentamiento del legendario moloso regalado a Alejandro luchando contra un león, tras vencer al elefante
Los romanos emplearon para el circo sus molosos, los canis pugnaces, enfrentándolos a las fieras para diversión de la plebe. Y Julio Cesar en sus crónicas La Guerra de las Galias nos cuenta que, cuando desembarcó con sus legiones en las costas británicas, encontró junto a sus adversarios unos grandes perros amastinados, similares al actual Mastiff inglés.
Los molosos conquistan Europa. El mito del mastín del Tíbet

Hay muchas teorías acerca de la aparición de los molosos en Europa y, como sucede cuando las cosas no están muy claras, se tiende a mitificar. Se ha propuesto a los fenicios y, sobre todo, a los romanos como introductores de las razas por los países que formaron parte del Imperio Romano. Y ya, mitificando, se cita casi siempre al mastín del Tibet como supuesto antecesor de todos los molosos.

Cartel en la entrada del monasterio budista de Kopán, cerca de Katmandú, en Nepal. No se leer sánscrito pero seguro que debía poner algo así como «cuidado con el perro». Imagen de moloso.
Los iniciadores de esta teoría fueron sobre todo cinólogos suizos. En 1897, el inspector forestal superior Max Siber, de Winterthur, escribió el libro Der Tibetanhund (El mastín del Tibet, 1897), en el que describió al mastín del Tibet junto a otros molosos como el Boyero suizo, sugiriendo su ascendente. El profesor Bernhard Studer y, más tarde, el doctor B. Siegmund admitieron, no obstante, que el tipo dogo (el molosoide descrito por Megnin) se desarrolló en diferentes épocas y lugares, de diferentes razas.
Según Albert Heim, geólogo e investigador suizo, en 1850 y hablando del San Bernardo consideró tres hipótesis respecto a su origen:
1-la de Studer, que lo consideraba descendiente del Canis familiaris inostranzewi.
2- la de Siegmund, que pensaba que era un agigantamiento del perro de las turberas.
3- la de C. Keller y H. Kramer, que lo hacían descender del mastín del Tíbet
Es frecuente encontrar en la bibliografía sobre molosos la cita, repetida por unos y otros autores por lo magnífica, del viajero veneciano Marco Polo, que se supone conoció a este perro en sus viajes, y lo describió de forma un tanto sobrecogedora: …grande como un asno y con la voz potente como un león…
Sin embargo, en el libro donde narra su largo viaje, Il millione, traducido al castellano como Viajes (Ed. Austral, 7ª edición) no aparece la famosa cita. Marco Polo cuando habla del Tibet y de sus perros dice:
…los indígenas son idólatras…Tienen malas costumbres, crían grandes mastines muy recios para la lucha y para pelear con las fieras. Tienen muchas clases de perros…(Cap. CXVII).
Más adelante menciona otros perros diferentes:
…del rey Canci, que reina en tramontana (describe el norte de Mongolia, lindando con Siberia)… Y sabed que la Rusia Mayor confina en el norte con esta provincia… Este rey no tiene ciudades ni fortalezas. Sus gentes se nutren de leche y de carne… Por causa del frío intenso viven en casas subterráneas… Existen allí también grandes osos blancos… Y este rey posee una región donde no pueden vivir los caballos, el hielo y el cieno son tan considerables que los caballos no pueden andar, por esta razón han hecho trineos sin ruedas, que van sobre el hielo y no se hunden en él. En estos trineos ponen pieles de osos y tiran de ellos los perros de los que os he hablado… Hay mesones donde el viajero se puede albergar. En éstos hay por lo menos cuarenta perros mastines grandes como pollinos (el subrayado es mío, Marco Polo no dice nada de su mítica «voz de león»), y son estos perros los que transportan los correos de un sitio a otro…(Cap. CCXVIII).
Marco Polo está describiendo una región ya metida en Siberia con osos polares, mucho hielo y perros que tiran de trineos… posiblemente a los que se refirió fue a una raza de perros nórdicos, y no al mastín del Tibet.
Diseminación y llegada a España. Las migraciones de los pueblos indoeuropeos
Se ha pretendido explicar su llegada a Europa central de la mano de los invasores que, procedentes de las estepas de Asia (hunos, ávaros, alanos y ostrogodos) irrumpieron desde el año 100 hasta el 900 de nuestra era. Pero esta teoría no explicaría por qué se encontraron en Suiza restos de un moloso parecido al mastín, hasta en los espolones dobles, del año 4.000 a.C.
Otros afirman que entraron a España con los fenicios, en sus viajes comerciales por el Mediterráneo. Sin descartar esta posibilidad, el cinólogo español Luis Esquiró y coincidiendo con las teorías de Studer, sugiere el origen multicéntrico de los molosos en diferentes lugares de Europa y Asia. La península ibérica sería uno de estos focos por su geografía aislada y la utilidad local de estos perros.
Pero podemos plantearnos una hipótesis aún más atractiva, que reúna el origen oriental y la adaptación hace miles de años, si nos remontamos a la expansión de los pueblos indoeuropeos, es decir, a los antepasados de (casi) todos nosotros.
Aproximadamente y a partir del año 5.000-4.500 a.C. se suceden consecutivas oleadas de aguerridos pastores nómadas y de agricultores con nuevas técnicas que, desde sus estepas del sur de Rusia y de Asia central, se irán extendiendo hasta cubrir una zona que abarca la casi totalidad de Europa, y desde Turquía hasta la India.

En su largo periplo de miles de años, los llamados indoeuropeos o pueblos arios se diversificarán, mezclandose en algunos casos con otras culturas, dando origen a numerosos pueblos: castas superiores de la India, suecos, afganos, ingleses, persas, alemanes, catalanes o castellanos, de lenguas muy diferentes pero con un origen común.
Su espíritu conquistador y sus técnicas avanzadas hacen desaparecer las primitivas culturas agrícolas de Europa y dejan numerosos testimonios en los mitos de los héroes griegos e hindúes, o en sus choques con otras culturas ya presentes. Indoeuropeos son los Pueblos del Mar y los hititas que amenazan Egipto y, a cambio, les enseñan unas armas que, para aquellos tiempos, fueron tan revolucionarias como más adelante serán la pólvora y los misiles: el caballo, el carro de guerra y las armas de hierro. Parte de aquellos Pueblos del Mar son los filisteos que menciona la Biblia y de los que procede el nombre de Palestina.
Aunque con el tiempo se establecen, desarrollando culturas tan avanzadas como la griega y la romana, las primeras oleadas de invasores de las varias que se irán sucediendo (y las últimas: aquellos hunos, alanos y ostrogodos que acaban con el Imperio Romano) se organizan en tribus de pastores, en busca de hierba fresca para sus rebaños de ovejas, vacas y caballos. En su nomadeo, durante siglos y siglos, utilizarán perros para defender los campamentos y el ganado, perros que se irán moldeando en el duro clima de la estepa y de las montañas, siempre en guardia contra las manadas de lobos que acechan los rebaños, atentos al menor descuido para hacerse con una presa tan indefensa y apetecible como las ovejas.
Allí donde se establezcan las tribus, sus molosos irán diferenciándose en razas locales aunque manteniendo unas características comunes: instinto agresivo y desconfiado, gran tamaño, pelaje espeso y protector y, en algunas razas, colores claros para distinguirse de los lobos en la confusión de los ataques nocturnos, como ya sabiamente aconsejaban Columela y Plinio en sus tratados.
Podríamos preguntarnos por qué los pastores indoeuropeos «inventan» los mastines mientras que otros pueblos de pastores nómadas como los beduinos árabes o los judíos de la Biblia no poseen estos perros. La respuesta puede estar en el clima. Las razas grandes se producen en climas fríos como las estepas y montañas, escenario habitual de los mastines. La segunda explicación, y también asociada al clima, puede estar en el enemigo contra el que se ha seleccionado: el lobo.
En los desiertos y resecos páramos de Asia Menor y África los lobos son escasos y de pequeño tamaño: ... los lobos de Egipto son apenas más grandes que zorros... (Aristóteles, Historia Natural, Lib.VIII, c.28), al contrario de los grandes lobos que abundan en las estepas y montañas de Europa y Asia Central. En las zonas cálidas abundan los chacales, poco más peligrosos que los zorros, y si había predadores grandes eran en todo caso leones o leopardos, contra los que ni el más fiero mastín tiene nada que hacer.
Los celtíberos, pueblos de pastores
Entre los años 1.000 y 500 a.C. llegan a España las primeras avanzadillas de pueblos indoeuropeos, como los celtas, estableciéndose inicialmente en la meseta norte, muy escasamente poblada, al contrario que las zonas pobladas por iberos, en el este de la península. Queda sin ocupar el País Vasco, único reducto pre-indoeuropeo en Europa, junto con Laponia.
Julio Cesar en su libro Guerra de las Galias (Lib. I, cap. 51) narra que, estando cerca de Lérida, se acercó a su campamento un nutrido grupo de arqueros y jinetes galos en número de 6.000 que, junto con sus hijos, mujeres y esclavos, alcanzarían tal vez la cifra de 20.000. Habían cruzado los Pirineos buscando tierras donde asentarse. Para cuando los romanos entran en escena, año 200 a.C., encuentran en la meseta central una amalgama de pueblos celtíberos en diferente grado de desarrollo, es decir, de evolución desde el nomadeo a la agricultura.
Algunos de ellos, como los vacceos, distribuídos por lo que será la provincia de Valladolid y limítrofes, practican lo que se ha dado en llamar el «comunismo agrario»:
…entre los vacceos la propiedad de la tierra es comunal. Cada año reparten la tierra cultivable en lotes familiares. La cosecha total era para la comunidad que la repartía según las necesidades. Al que se quedaba con alguna parte se le ejecutaba…(Diodoro de Sicilia, Bibliotheca Historica, Lib.V, cap. 34).
Pero casi todas las tribus: lusones, pelendones, titos y arévacos (los que defendieron Numancia) siguen siendo ganaderos y la abundancia de sus rebaños de ovejas, vacas y caballos sorprende a los cronistas romanos: … en cuanto a su alimentación, se sirven de todo tipo de carnes, que abundan entre ellos…(Diodoro, obra citada, Lib. V, cap. 34). Curiosa o casualmente, Castilla-León (antiguamente Castilla La Vieja) sigue siendo la Comunidad Autónoma donde el consumo de carne es más alto.
El griego Polibio, amigo personal del general romano Escipión y testigo presencial de la caída de Numancia, en su Historia General se asombra de que entre los celtíberos … la caza no se aprecia en nada, se la dan gratis a quienes compran alguna otra cosa…. Y se asombra porque los romanos son casi vegetarianos, raramente consumen carne y sólo en ocasiones especiales, comprando la carne -cara- de los animales sacrificados a los dioses o criando algún cerdo, si acaso …comedores de hierba… les llama irónicamente Plauto, autor de comedias de la época.
Como indicio de su gran actividad ganadera hay varios testimonios: las ciudades arevacas de Numancia y Termancia en el año 139 a.C. (seis años antes de su cerco y destrucción por Escipión, en el 133 a.C.) entregaron a los romanos como impuesto tres mil pieles de buey y ochocientos caballos. Apiano de Alejandría en su amplia y detallada Historia Romana y en su sección Sobre Iberia nos cuenta que …cuando el general Lúculo sitió la ciudad de Intercatia les exigió, a cambio de su indulgencia, cincuenta rehenes y diez mil sagum (túnica confeccionada con lana de oveja)… El mismo Apiano y hablando de Lúculo dice que recibió de Cauca (la actual Coca) rehenes, plata y fuerzas a caballo, pero que Pallantia (la actual Palencia) le ofreció dura resistencia con su caballería.
…(los lusitanos) crían unos caballos tan veloces que las yeguas son fecundadas por el viento Zéphirus… (Plinio, Historia Natural, Lib.VIII, cap. 166…¡otra vez Plinio con sus historias!).
Porque ésa es otra cuestión. Apiano y Polibio destacaron el valor y la feroz resistencia que les opusieron aquellas tribus. Polibio cuenta a los romanos:
…extraordinaria fue la naturaleza de esta guerra, así como la duración de los enfrentamientos. En verdad, si alguien quiere imaginarse una guerra de fuego, que piense sólo en ésta…No sólo quitan la vida a los hombres, sino que abren en canal a los perros y destrozan a los animales…


A la izquierda, guerrero ibero de una estela de Osuna, en el Museo Arqueológico Nacional. Se observa perfectamente la empuñadura característica de una falcata, la espada típica hispánica, en su mano derecha. A la derecha, guerreros celtíberos. Dibujo a partir de la iconografía de una vasija de Numancia
Son las Guerras Celtibéricas, que llegan a producir crisis políticas en Roma por su larga duración, más de veinte años, y su alto coste en hombres y en medios. En el año 152 a.C. la leva para reclutar hombres con destino a Hispania fue tan impopular que hubo de suspenderse la operación.
…los celtíberos suministran para la lucha no sólo excelentes jinetes, sino también infantes que destacan por su valor y su alta capacidad de sufrimiento… (Diodoro de Sicilia, obra citada, Lib. V, cap. 33).
El general cartaginés Aníbal encontró en estas tribus magníficos mercenarios para sus ejércitos: …los hispanos ocupaban la vanguardia de Aníbal, las mejores tropas de todo el ejército… (Tito Livio, Ab Urbe condita –La fundación de la ciudad-, año 10 d.C.).
…vinieron también los celtíberos. Honor es para ellos caer en la batalla… Los lusitanos son tropa terrible, hábiles en emboscadas, ágiles, ligeros y capaces de salir de peligros… (Silio Itálico, Punica, 80 d.C.).
Cuando Aníbal se dirige a Italia para atacar Roma, a punto de cruzar los Alpes, cuenta entre sus tropas con 8.000 hispanos de a pie y dos o tres mil jinetes celtíberos, aparte de sus 37 elefantes. Tras quince días de dura travesía y con el río Po ya a la vista los supervivientes, según Polibio …parecían una manada de fieras…
Aníbal, en vísperas de la batalla de Tesino (año 218 a.C.) contra Roma, arenga a sus tropas para infundirles valor y dirige este mensaje a la caballería celtíbera, mercenarios que forman sus fuerzas de choque:
… bastante habéis tenido que soportar hasta ahora apacentando ovejas en los pelados montes de Lusitania y Celtiberia, sin ver el fruto de tantas fatigas. Ya es hora que recibáis vuestra recompensa y logréis el premio de vuestros esfuerzos…
El clima de la meseta es duro, y para mantener su ganado necesitan conducirlo de un lado a otro, según las estaciones, para aprovechar los mejores pastos. Nuestros aguerridos tatarabuelos están inventando la trashumancia.
El mastín español. Razas y variedades
…hay otros perros que llamamos mastines, que son tan grandes de cuerpo como los dichos alanos, fieros a la guarda del ganado. Tienen gran cuello y fuertes pechos. De medio cuerpo atrás son cenceños (enjutos), tienen mucha fuerza y ligereza, son muy valientes, pues en los desiertos montes siguen a los lobos, defendiendo el ganado y mano a mano pelean con ellos y los matan, en que se conoce su mucha valentía, pues rinden tan fieros animales… (Alonso Martínez de Espinar, Arte de Ballestería o Montería, 1644).

Ya tenemos al mastín entre nosotros. Donde alcanzará un protagonismo destacado será en la trashumancia y de ella hablaré en el apartado sobre la Mesta. En la península aparecen cuatro razas reconocidas, que fueron separándose en sus diferentes zonas de trabajo. Los mastines de Portugal: el Rafeiro do Alentejo y el Cao da Serra Estrela, son bastante similares al español, del que con toda probabilidad descienden, en el avance de la Reconquista.
Nuestros dos mastines, el español y el del Pirineo, se fueron diferenciando desde los comienzos al vivir en zonas aisladas y al quedar separados por la cordillera Ibérica. El trasiego de ganado y perros que podía darse por los contactos entre La Rioja y Navarra, quedó interrumpido tempranamente, al establecerse de forma definitiva la frontera entre los reinos independientes de Aragón y de Castilla por el Tratado de Almizra en 1244, entre Jaime II de Aragón y el infante Alfonso de Castilla, futuro Alfonso X, y que fijaron los límites entre ambos reinos al estar los dos en pleno proceso reconquistador. Al quedar marcadas las fronteras los contactos entre los pastores de ambos reinos serán nulos.
La trashumancia o, como se suele denominar más adecuadamente, la trasterminancia en Aragón se establece en un corto recorrido de pocos días, entre el somontano aragonés y los pastos pirenaicos. La distribución del mastín del Pirineo se centra en los valles que, de norte a sur, cruzan el Alto Aragón: Hecho, Ansó, Tena, y los lindantes del Roncal navarro y del valle de Arán.


Mastín del Pirineo a la derecha. A su izquierda su vecino francés, el Montaña del Pirineo
La vida en la alta montaña favoreció el espeso pelaje y su típico manto blanco con algunas manchas oscuras, color que además de aislarlos del frío, evitaba la confusión con los lobos en los ataques nocturnos. Aunque a veces se confunda con su vecino del lado francés, el Montaña de los Pirineos, en este último el color blanco es total, y la cabeza algo más cónica.
El mastín español sigue siendo abundante en un amplio territorio que se corresponde con su antigua zona de trabajo, desde León y La Rioja hasta Extremadura y Sierra Morena. En tan extensos dominios y además del pastoreo se dedicó a la guarda de fincas, principal actividad hoy día. Se ha pretendido y es común, buscar razas en lo que no son simples variaciones en tamaño y pelajes. Por razones de clima, los ejemplares más corpulentos se dan en las montañas de la zona leonesa, mientras que los meridionales suelen ser más ligeros y con menos pelo.
Para aumentar la confusión se habla del «mastín ligero» en tierra de monterías, que no es otra cosa que el resultado de su cruce con podencos, a fin de hacerlo más veloz para su empleo en las rehalas. No hay mastín manchego, ni leonés, ni andaluz ni extremeño. Son todos la misma raza, el mismo mastín que, años atrás compartió el pan con los pastores, compañeros (del latín cum panis: el que comparte el pan) en los largos caminos de la Mesta.


El más popular de los molosos: el San Bernardo. Y el Terranova, rescate de naúfragos.


Otro moloso: el Ovtcharka o pastor del Caucaso. Uno, en un chalet. El otro, en su ambiente
Un recuerdo para el alano
En España, además de los mastines, hubo otros dos molosos: el dogo español y el alano. Mientras que el mastín siguió siendo necesario, con Mesta o sin Mesta, los otros dos fueron perros ligados a la aristocracia, utilizados en las grandes cacerías o en la guerra, y fueron perdiendo su razón de ser conforme iban menguando los privilegios de la nobleza.
La primera descripción del dogo se la debemos a un autor ya citado, Alonso Martinez de Espinar, ballestero de Felipe IV en su libro Arte de ballestería o montería y se lo compara, precisamente, con el alano:…los dogos tienen las mismas señales que el alano, pero son más cortos y membrudos, tienen la cola más corta y con más pelo….

Una imagen vale más que dos palabras. Dos niños y un dogo, de Francisco de Goya
El dogo se utilizó también como «perro de carnicero», para manejar el ganado vacuno en el campo o para sujetarle en los mataderos, de la misma forma en que se utilizan hoy en las fincas de ganado bravo los Boxers o «chatos». En los festejos populares se utilizó, en las corridas, para azuzarles contra los toros mansos, costumbre que se suplió más tarde con el uso de las banderillas de fuego. Goya en su Tauromaquia o Antonio Carnicero, coetáneo de Goya, retratan tal costumbre en los grabados de la época.

Aguafuerte de Antonio Carnicero en su Tauromaquia, Sexta suerte (año 1787)

Detalle de Patio de caballos de la plaza de toros de Madrid (1.856), de Manuel Rodriguez de la Parra Castellano, más conocido como Manuel Castellano. Con dos dogos
En el mismo libro ya citado de Alonso Martinez de Espinar, nos encontramos una descripción del alano un tanto sobrecogedora: …el hocico romo, la frente ancha y levantada, los ojos hundidos y sangrientos, de un mirar espantoso, el cuello corto y ancho… La fiereza del alano tuvo sobrada aplicación como acompañante de los soldados en la Reconquista y, más tarde, en la Conquista de América.


El alano español, una raza recuperada Presa canario, sangre de alano
Los cronistas de Indias, semejantes a sus colegas romanos en su afán por registrarlo todo, nos hablaron de los más famosos de aquellos perros que, junto a los expedicionarios, sembraron el pánico entre los indios. En sus crónicas citan algunos como «Amadís», «Turco» o «Calisto». Más conocido fue «Bruto», de Hernando de Soto, explorador de La Florida y aficionado a la montería de cazar indios con sus perros. O «Leoncico» y «Becerrico», de Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Océano Pacífico.
…Balboa soltó a los alanos y arremetió a los indios animosamente y a pocas vueltas los hizo huir…huían los indios de miedo a los perros por lo que dijeron… (López de Gómara, en El descubrimiento de las Indias). El mismo cronista añade también que «Becerrico» ganaba más que un arcabucero, por su valor innegable como soldado.
Pero más famoso fue su hijo «Leoncico», al que el cronista González Fernández de Oviedo que le conoció personalmente, describe en su Historia General y Natural de las Indias (Lib. XXIX, cap. III) como …alano bermejo (leonado), de hocico negro, recio y doblado (macizo), con muchas heridas y señales de la guerra con los indios…
Hizo ganar a su dueño más de mil pesos en oro, ya que participaba como uno más en los repartos de botín y esclavos que conseguían en sus incursiones. Según el cronista,
…era tan temido de los indios que iban más seguros diez cristianos con él que veinte solos… Y si algún prisionero se fugaba, a la voz de …¡Ido es, búscale!…lo encontraba y devolvía al campamento sujetándole firme, pero sin apretar de la muñeca, o destrozándole a dentelladas si al pobre desgraciado se le ocurría resistirse…
Semejante personaje no podía acabar bien: murió envenenado, y ninguno de sus hijos alcanzó su categoría. Su dueño, por cierto, murió degollado por orden de su suegro. Se ve que en aquellos tiempos revueltos pocos morían de viejos…
Los alanos también fueron utilizados en su negro papel de verdugos, para «aperrear» o ejecutar a indios rebeldes o esclavos fugitivos, y para castigar lo que se conocía como «pecado nefando», algo al parecer frecuente entre los indios y que no era otra cosa que la homosexualidad. De hecho, las referencias a esta tendencia sexual son numerosas:

Detalle del llamado Manuscrito del aperreamiento (Biblioteca Nacional de París, manuscrito número 374), donde se ve la ejecución de un sacerdote y seis nobles de Cholula, con glosas en nahuatl, bajo la supervisión de Hernán Cortés. Suceso acaecido en el año 1523, aunque el dibujo se realizó en 1560.

Grabado del holandés Johann Theodor de Bry en su serie Grandes viajes, o América. 1590
...en el tiempo que así estaba entre éstos vi una diablura, y es que vi un hombre casado con otro y éstos eran unos hombres amarionados (sic), impotentes y andaban tapados como mujeres, y hacen el oficio de mujeres… (Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en Naufragios y Comentarios, cap. XXVI).
El alano, aunque desaparecido de España, se ha vuelto a recuperar mediante cruces, por los escasos descendientes que se mantuvieron aislados en la Sierra de las Encartaciones, en Guipuzcoa. Pero el alano dejó en Sudamérica un descendiente, el Fila brasilero. El Fila, del portugués «filar»: agarrar, sujetar…, se ha mantenido hasta hoy en Brasil gracias a la estructura casi feudal de las grandes plantaciones de café y caña de azúcar. Utilizado para guardar las mansiones y, hasta hace escasos años, para la misma función que su aguerrido antecesor: la caza del indio o del esclavo fugitivo.
