El perro Paco. Un héroe y mártir castizo en el Madrid de 1882

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EL PERRO PACO

Corría el año de 1879, el día 4 de Octubre concretamente, festividad de San Francisco de Asís, cuando un caballero camina por la calle de Alcalá, rodeado de varios amigos. Este hombre era don Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya, grande de España, borbónico hasta las cachas y persona con gran futuro pues algunos años más tarde será alcalde de Madrid. Se dirigen hacia el Café de Fornos donde han decidido cenar. La Historia sin que él lo sepa ha decidido que sea el introductor de uno de los personajes más famoso de Madrid: el perro Paco.

Según las crónicas, un chucho de los muchos que deambulan por la calle, tirando a pequeño y de color negro con mancha blanca en el pecho. Se cuenta, aunque no está contrastado y quizá forme parte del mito, que Paco nació en Colmenar de Oreja. El perro se había acostumbrado, con ese don de gentes que le caracterizaba, a viajar en el pescante de los coches de posta que unían Colmenar de Oreja con Chinchón, hasta que un día le dio por ampliar sus horizontes y llegar hasta la capital. Aquella noche del 4 de Octubre de 1879 el perro se acercó a las perneras del señor marqués y, por esos azares de la vida, le cayó simpático. Sus destinos, para suerte del perro Paco, quedaron unidos.

El Café de Fornos

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El mencionado Café de Fornos se situaba donde actualmente hay un Starbuck, en el cruce de Alcalá con la calle de Nuestra Señora de los Peligros, antiguamente calle Angosta de los Peligros, para distinguirla de la calle Ancha de Peligros (para los madrileños, Peligros sin más).  Conviene señalar para jóvenes y viejos que Madrid, por aquel entonces, era un poco diferente a la actual. Para empezar, aún no existía la Gran Vía. Se construiría unas décadas después a costa de la demolición de más de dos mil viviendas, angostas y oscuras en un laberinto de callejas más oscuras y angostas todavía, en pleno fervor de saneamiento y modernización de la ciudad.

Las únicas calles amplias que mereciesen ese nombre eran las cuatro que confluyen en la Puerta del Sol: Arenal, Mayor, la Carrera de San Jerónimo y Alcalá, que acababa con tal nombre en lo que hoy es la Plaza de Cibeles y en aquellos tiempos cauce del arroyo de la Castellana, que discurría extramuros en dirección Norte-Sur, formando parte de la Cañada Real y en cuyos prados y descansaderos pacían los rebaños de merinas en su trashumancia. De su existencia quedan ecos, como el del Paseo de Recoletos, antiguamente Prado de los Recoletos Agustinos, o la Fuente Castellana que dio nombre al largo paseo bajo el que se soterra el arroyo y que se situaba en la actual Plaza de Emilio Castelar. Pero volvamos al Fornos y al perro Paco.

En la esquina entre Alcalá y Peligros, como decíamos, se encontraba el café de más postín del Madrid de entonces: el Fornos, llamado así por el apellido de su propietario, don Manuel. Que, por cierto, se pegaría un tiro en la cabeza en uno de sus reservados tal que en 1905. Pero aún faltaban algunos años. En el de 1879 con el que comenzaba esta crónica, se acababan de mudar desde su primitiva ubicación en la calle de Arlabán. El nuevo local se montó a todo lujo: muchas mesas de mármol, sillas de madera y divanes de terciopelo rojo. Grandes espejos, pinturas (de Plasencia, de Gomar y de Sala) por las paredes, reloj con dos esferas e incluso cubertería de plata que acabarían sustituyendo al ser ésta objeto de “coleccionismo” por parte de la selecta clientela.

Porque la clientela del Café de Fornos era de lo más selecto. Por la tarde iban a merendar los matrimonios burgueses. Según avanzaba la tarde, se instalaban en sus mesas políticos, militares, cómicos, intelectuales, toreros y demás gente de mal vivir. Se hicieron famosas las tertulias como la del escritor y comediógrafo Vital Aza y, sobre todo, la de don Felipe Ducazcal. Actor y empresario de teatro, fundador de El Heraldo de Madrid y amigo de don Amadeo de Saboya y de Alfonso XII. Con él se sentaban los cómicos Rafael Calvo y Antonio Vico, el tenor Julián Gayarre, los músicos Chueca y Chapí, el torero Frascuelo o el inventor Isaac Peral. Además del ya citado, el Marqués de Bogaraya, que comandaba el conocido como el Batallón del Aguardiente. El Café de Fornos no cerraba nunca. En los reservados del piso inferior se gestaron conspiraciones o, lo que era más habitual, citas galantes aprovechando la intimidad de los compartimentos.

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                                La tertulia de Vital Aza, en el Café de Fornos

El perro Paco entra en escena

Quiso la suerte que aquella noche el Marqués y aquel chucho se hiciesen amigos, y con semejante padrino entrase por pleno derecho al selecto Café de Fornos. El perro Paco (como fue bautizado por la festividad del día) dormía en las cocheras de los tranvías, por aquel entonces todavía tirados por mulas, sitas en la calle Fuencarral, que unían la Puerta del Sol con la glorieta de Cuatro Caminos. Cuando Paco se quería retirar rascaba la puerta de las cocheras que le eran franqueadas por el guarda. Paco era, nunca mejor dicho, un animal de costumbres, o todo un bohemio, como queráis llamarle. Ya famoso, nunca aceptó las muchísimas invitaciones para entrar en las casas de sus protectores.

Aquella noche en el Café de Fornos le arrimaron una silla y, como un comensal más, le pusieron un plato con carne asada que el perro, suponemos, engulló con delectación. Acabada la cena, pidió el Marqués una botella de champán. Y echándole unas gotas sobre su cabeza quedó bautizado como Paco, entrando en la leyenda. Para los parroquianos del Fornos invitar al perro Paco se convirtió en una costumbre. Paco se acercaba al Fornos, al que los camareros permitían pasar como personaje señalado que era. Siempre había alguien que le invitaba a un plato de carne que el perro, como había aprendido, comía subido en una silla. Como persona educada, esperaba a que su mecenas de turno se retirase acompañándole sin prisas hasta la puerta de su domicilio. Nos cuenta Natalio Rivas, por aquel entonces joven político y que asegura haberlo visto personalmente que, tras acompañarle, y rechazando toda invitación a entrar a la casa, se dirigía hasta su lugar de descanso, en las cocheras de la calle Fuencarral.

El perro Paco comenzó a frecuentar no sólo el Café de Fornos, sino el cercano teatro Apolo, nada que ver con el actual, y que estaba situado en el número 45 de la calle de Alcalá de Madrid, justo a la derecha de la iglesia de San José. Inaugurado el 23 de Marzo de 1873 tenía cabida para 1.200 espectadores, lo que le valió la popular denominación de la “catedral del género chico”. Y donde, por supuesto, le dejaban entrar. No había en Madrid portero o conserje que osase impedirle la entrada. Si había butaca libre, se sentaba. Y si el teatro estaba lleno siempre había espectadores que le hacían sitio. Una vez acabada la función y como costumbre adquirida por derecho, al Fornos, que ya habría algún amigo que le invitaría a cenar. Al poco otro de sus mecenas, don Felipe Ducazcal antes mencionado, le invitaba a desayunar a diario en el Café Suizo, situado en la acera de enfrente, en la esquina entre las calles de Alcalá y la de Sevilla. Con el bollo mañanero y su bistec nocturno del Fornos, Paco tenía la vida resuelta y bien resuelta. El can se había convertido en un icono de la época. Se escribieron canciones sobre él, los periodistas mencionaban su asistencia a los eventos como si se tratara de una celebrity más, e incluso se editó un periódico, El Perro Paco, donde se reflejaban las “opiniones” del chucho sobre política, arte, cultura, y todo lo debatible. Incluso se anunció una manzanilla de Sanlúcar bajo la denominación de El perro Paco, al precio de tres pesetas la botella.

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El perro Paco y los toros

 

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                                    La antigua plaza de toros. Al fondo, Madrid

Como madrileño de pro, Paco se aficionó a los toros. Por aquel entonces la plaza de Madrid se situaba entre lo que serían las calles Goya y Jorge Juan, de ahí la tradición actual de los toreros de vestirse en el Hotel Wellington, a un tiro de piedra de aquella localización. Los toros eran llevados a la plaza no en camión, que no los había, sino arreados a caballo desde las vegas de Aranjuez al mejor estilo campero cual auténticos cow-boys  del lejano Oeste y, ya en Madrid, por el paseo de las Delicias arriba, ganado bravo descendiente de la afamada ganadería sevillana de Veragua.

Los días de lidia los madrileños se acercaban a la plaza subiendo la calle Alcalá o, como se decía y se dice en el foro, por la “c’alcalá p’arriba”. Eran días de fiesta, ataviadas ellas con pañolón o mantillas, ellos con su mejor terno y claveles en la solapa. Los más pudientes en coches de caballos, algunos en tranvía, los más a pie. Y con ellos, el perro Paco. Ocupaba su localidad como uno más y, acabada la faena y muerto el toro, gustaba de saltar a la arena para pegar unos saltos, volviendo a la localidad cuando los clarines anunciaban el siguiente toro, lo cual era muy celebrado por los espectadores excepto algún purista, que siempre los hay, como don Mariano de Cavia, criticando en algunas de sus crónicas lo que consideraba indecoroso con la lidia.

La muerte del perro Paco

 Desde el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías lorquiano a la ¡Talavera, Talavera, qué triste suerte tu suerte!…por la muerte de Joselito El Gallo, el mundo taurino ha gustado lamentar con coplas y poemas la desgraciada muerte de sus héroes.  A toda una celebridad como el perro Paco, por desgracia, nadie supo cantarle.

La tarde del día 21 de Junio de 1882, festividad de San Luis Gonzaga, se celebraba en Madrid una becerrada “de las de convite”, del gremio de vinateros, en la que estaban anunciados Isidro Grané, Ernesto Jiménez, Enrique Gaire y José Rodríguez Miguel, más conocido en el mundillo taurino como Pepe el de los Galápagos, mote que debía al regentar una taberna en la calle de Hortaleza, frente a la fuente de los Galápagos. Todos ellos con la ayuda de Santos López, Pulguita, banderillero que formó parte de la cuadrilla de don Luis Mazzantini.

El último becerro de la tarde correspondió a Pepe el de los Galápagos, un ejemplar peligroso que demostró bravura y embestía con aviesas intenciones. El Pulguita no consiguió hacerse con él y menos aún El Galápagos. Como la faena se dilataba y el respetable se aburría, el perro Paco decidió saltar a la arena. Las crónicas se contradicen. No se aclaran si El Galápagos tropezó con él, o si Paco distraía en exceso al morlaco, pero el caso es que El Galápagos, nervioso,  lanzó un estocazo al chucho que le atravesó los ijares. Y allí se lió la marimorena. Mientras la plaza abucheaba al Galápagos por herir a uno de los personajes más queridos de Madrid, cerca de cien espectadores se arrojaron al ruedo, ignorando al becerro, con la intención de linchar al novillero, cosa que consiguió evitar la fuerza pública.

Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y a Paco no le faltaron amigos. El jefe de areneros, Pepe Chinchilla, tomándole en brazos lo condujo presto a la enfermería donde le hicieron unas curas de urgencia, aunque la cogida parecía grave. Se requirieron los servicios profesionales del veterinario don Ciriaco Baigorri que, viendo el mal estado del can, avisó a su colega don Francisco de Jaime y que a su vez convocó a un tercer veterinario, don Pedro Benito Aguado. Dice el refrán popular que…»un médico cura; dos, dudan; tres, muerte segura»… No dudamos de su competencia pero es cierto que Fleming tardaría aún sesenta años en inventar la penicilina, que el estoque del Galápagos había atravesado al pobre chucho de lado a lado y que posiblemente no había nada que hacer, pero el caso es que Paco falleció a los pocos días.

Otro amigo de los del Fornos de Paco, el torero Frascuelo, se hizo cargo del cuerpo y lo mandó disecar por el mejor taxidermista de Madrid, don Ángel Severini. Tras un breve periplo en un par de establecimientos, entre ellos una droguería sita en el 22 de la calle Desengaño (aunque las crónicas se contradicen si fue antes o después) el busto disecado del perro Paco acabó decorando una taberna taurina sita en el 89 de la calle de Alcalá, propiedad de aquel Pepe Chinchilla que lo condujo a la enfermería de la plaza. Podemos imaginarlo sin mucho esfuerzo, quizá flanqueado por sendas y serias cabezas de astados. No dudo de la buena intención del propietario, pero posiblemente también hubo en el lucimiento de los restos mortales del pobre Paco su poquito de lo que aún no se llamaba marketing, y podemos imaginar también los brindis que más de uno y más de dos, con los ojos húmedos no se sabe si por la emoción o por el vino, dedicaban a Paco levantando el vaso y recordando sus hazañas. Pero a Paco aún le faltaba un último viaje, y pasado el primer y lógico entusiasmo tampoco duró mucho tiempo en la taberna del Chinchilla. Acabó, anónimamente, enterrado en El Retiro.

Epílogo

La memoria de Paco entre los madrileños aún seguía viva pocos años después de su muerte. Hubo un personaje del que no he logrado encontrar el nombre aunque bien me hubiese gustado, que promovió una campaña para recaudar fondos y erigir una estatua al perro Paco. El caso es que, en muy poco tiempo y apelando al buen recuerdo del chucho, logró reunir la nada desdeñable cantidad de 2.900 pesetas de las de la época. Pero, si Paco era libre y bohemio, el recaudador demostró serlo todavía más. Según crónica de la época: …desapareció con el dinero y nunca más se supo de él…

Los molosos, antepasados de los mastines

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Esta entrada del blog en realidad es un capítulo que, a su vez, forma parte de un trabajo aún pendiente de publicación sobre el mastín: El mastín español. Historia de un compañero, que presenté a un certamen convocado por la Real Sociedad Canina en 1998, y en la que tuve el honor de ganar el segundo premio, en su categoría de razas españolas.

El problema de clasificar

Como ya señaló el zoólogo y etólogo norteamericano John Paul Scott en su libro Genética y comportamiento social, la clasificación de las razas caninas refleja la cultura de los pueblos. Así, en Alemania, las primeras clasificaciones distinguían entre razas de trabajo y razas de guarda. En Gran Bretaña, entre deportivas y no deportivas. Clasificar, encontrar el lugar adecuado, no siempre ha sido fácil.

Cuentan las lenguas de doble filo que Karl von Linné, el gran naturalista sueco del S. XVIII, autor del libro Systema naturae (1798) e inventor de la nomenclatura binómica  (¡no os asustéis, no tiene nada que ver con la bomba atómica!) para nombrar y clasificar a los seres vivos con dos palabras: la primera, el género -siempre con mayúscula-; la segunda, la especie -con minúscula-, ejemplo fácil: Homo  (género) sapiens (especie)… Decía que Karl von Linné, que había clasificado y puesto nombre a miles de especies,

cuando encontraba un nuevo insecto y no sabía dónde clasificarle exactamente, lo depositaba discretamente en el suelo y lo aplastaba con el pie... (Oskar Otto Heinroth, La clasificación según taxones, 1922).

El naturalista romano Plinio el Viejo, muerto en el año 79 d.C. en la erupción del Vesubio (donde acudió con sus barcos para rescatar a las gentes en la playa y se intoxicó por las emanaciones del volcán), nos habla en su libro Historia Natural de los perros de Italia. Describe los mastines napolitanos y los canis melitae, los antepasados del actual Maltés, perritos falderos muy del agrado de las damas romanas de la época…antes igual que ahora.

Pero aunque no se refiera a los perros y ya citando a Plinio, este autor debía tener una extraña fijación con los elefantes. En su ya citada Historia Natural y en el libro VIII nos  cuenta que:

los elefantes, en ciertas épocas, rinden un misterioso culto a los astros…para continuar más adelante…los dragones atacan en verano a los elefantes: lo hacen para beberles toda la sangre que, como nadie ignora (?) es muy fría….

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Grabado del conocido como Bestiario de Oxford, del Manuscrito Ashmole (siglo X),  de la Biblioteca Bodleiana (The «Bod», para los eruditos), en Oxford. En él se representa el mito del dragón bebiendo la sangre del elefante.

Como detalle pintoresco y ya metidos en el berenjenal, no puedo dejar de mencionar la clasificación más surrealista que he podido encontrar y que consta en la enciclopedia china Emporio celestial de conocimientos benévolos, recogida por el escritor argentino Jorge Luis Borges dentro de su libro Otras inquisiciones, en el ensayo El idioma analítico de John Wilkins (obispo y erudito inglés) y, dentro de este ensayo, atribuyendo su descubrimiento a Franz Kuhn, abogado alemán y un célebre traductor del chino. Según el inspirado clasificador, se dividen en:

a) pertenecientes al Emperador                                                                                                          b) embalsamados                                                                                                                                    c) amaestrados                                                                                                                                        d) lechones                                                                                                                                              e) sirenas                                                                                                                                                  f) fabulosos                                                                                                                                              g) perros sueltos                                                                                                                                      h) incluídos en esta clasificación                                                                                                        i) que se agitan como locos                                                                                                                  j) innumerables                                                                                                                                      k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello                                                                l) etcétera                                                                                                                                                  m) que acaban de romper el jarrón                                                                                                    n) que de lejos, parecen moscas

¿Curioso, no?. Lo bueno es que Borges, muy aficionado a fabular, se lo inventó. Al igual que Cervantes en El Quijote, mezcla cosas inventadas junto a otras totalmente ciertas. Mientras que John Wilkins y Franz Kuhn fueron personajes que existieron de verdad, la «clasificación» antes citada no lo es. Borges mezcla datos reales para apoyar sus «ficciones», construyendo una estructura literaria más sólida y consigue que al final nos las creamos, que parezca «de verdad». Hablando de lo movedizo que es el terreno de las clasificaciones, Borges escribió una reflexión que nos viene como anillo al dedo:

notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo…

Pero como nosotros no somos Borges y necesitamos poner un poquito de orden en este caos, vamos a ver cómo se fue organizando el tema de las razas. Me temo que vais a escuchar muy a menudo la temida palabra: «clasificación».

La clasificación de las razas caninas

Aparte de las menciones ya citadas a algunas razas hechas por Plinio el Viejo, el que sistematiza la clasificación y un poco anterior a él en el tiempo es Columela (nombre completo: Lucio Junio Moderato, lo de Columela era un sobrenombre), hispano-romano que vivió en Cádiz a comienzos de nuestra era. En su tratado de agricultura De re rustica («Los trabajos del campo», dividido en doce libros o capítulos), ordena a los perros en razas de pastor, de guarda y de caza. Su clasificación es la siguiente:

1.- venatrici o de caza, divididos a su vez en sagaces (rastreadores), celeres (perseguidores) y pugnaces (los que atacan y sujetan la presa. Evidentemente para la caza mayor).

2.- pastores (creo que no hace falta traducir).

3.- villatici (guardianes).

Y añade el interesante dato de la conveniencia de seleccionar los colores. Blanco para los pastores, y así poder distinguirlos de los lobos en los ataques nocturnos, o negro para los de guarda porque así dan más miedo, criterio que comparten los psicólogos actuales.

Juliana Berners, priora del convento de Sopwell, en Hertfordshire, Inglaterra, escribió el Libro de Saint Albans (1486) donde, en el segundo tomo dedicado a la caza, establece la primera clasificación moderna de razas caninas.

En 1576 el doctor John Keys, el médico de cámara de la reina Isabel I de Inglaterra, elabora una relación de las razas caninas de Gran Bretaña en su obra escrita en latín Canibus britannicus, y que firma como Ioannes Caius, latinizando su nombre como era la moda entonces entre los eruditos. Según cuenta él mismo, mantuvo correspondencia con un naturalista suizo, Conrad Gesner, autor de Historiae Animalium, que le animó a escribir su libro sobre las razas caninas británicas.

El clérigo naturalista inglés Edward Topsell no clasificó las razas pero sí incluyó láminas de perros en su bestiario The History of Fourfooted Beasts and Serpents (Historia de las bestias de cuatro patas y las serpientes), publicado en 1605. Topsell se cura en salud -por si acaso- diciendo que

no haría que el lector imaginase que he contado todo lo nunca dicho de estas bestias, sino solo lo que han dicho muchos… 

Así, Topsell, entre otras «perlas» dice, por ejemplo, que las comadrejas dan a luz por las orejas, que los elefantes adoran al Sol y a la Luna y quedan embarazados al masticar la mandrágora o que los ratones se reproducen no sólo copulando, sino que también la tierra los engendra…

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                                                 Ilustración del Bestiario de Edward Topsell

Pero los que marcan la pauta en la teoría clasificatoria son casi todos franceses. El naturalista Georges Louis Lecrerc, más conocido como el Conde de Buffon, en su Historia natural, general y particular (1775) clasificó unas treinta razas, atendiendo a la forma y porte de las orejas, según fuesen erguidas, caídas o parcialmente erguidas.

En 1790 el abate Pierre-Joseph de Bonnaterre publicó en varios volúmenes su Tableau Encyclopédique et Métodique des Trois Règnes de la Nature…aunque se conoce más resumido tan largo título como el Tableau  («la pizarra»). El Tableau contiene más de 400 ilustraciones de los animales conocidos y, dentro de ellos, ilustra y clasifica grupos de perros según razas o tamaños.

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                           Perros falderos y molosos, según Bonnaterre

Otro naturalista francés, Georges Cuvier, fue el primero en clasificar el reino animal desde el punto de vista estructural o morfológico que, no obstante, estaba completamente estructurado a su función. En su obra Reino animal distribuido a partir de su organización (cuatro tomos en su primera edición de 1817, que se ampliaron a cinco a partir de la segunda edición, ya en 1829), se basó en caracteres craneanos y en la relación cráneo-maxilar para establecer tres categorías: pastores procedentes del Perro de las Turberas, molosos y galgos.

En 1885 el veterinario militar Pierre Megnin estableció cinco tallas según la alzada: mayor de 65 cm., de 40 a 65, de 20 a 40, o menor de 20, y el pachón para las dos menores. Y establece según su estructura corporal, cuatro tipos o categorías: lupoides (pastores), bracoides (caza), molosoides (defensa) y graioides (galgos).

Poco más tarde otro veterinario, Charles Cornevin, profesor en la primera Facultad de Veterinaria de Europa, la de Lyon -fundada en 1763- y en su libro Tratado de Zootecnia Especial (1897), establece una clasificación basada en caracteres externos: talla, proporciones, pelaje y forma de las orejas. Como novedad añade a las cuatro razas de gatos descritas por Karl von Linné (Catus angorensis, C. hispanicus, C. domesticus y C. ceruleus) tres razas más.

El catedrático de Zootecnia y Sanidad en la nueva Facultad de Veterinaria de Alfort (París), Raoul Baron, propuso en 1878 que en todas las especies existe un prototipo. En el caso del perro, estaría entre los 25 y 30 kg. de peso, de perfil recto y de proporciones medias, a lo que llamó eumétrico. Como ejemplo, sería el Pastor Alemán. Todos los animales podían ser definidos mediante tres cifras, cada una del -1 al +1, siendo el prototipo ideal el 000.

1ª cifra: heterometría, de peso y forma.

2ª cifra: aloidismo, perfiles generales.

3ª cifra: anamorfosis, proporciones totales.

El interés por los perros seguía aumentando. Ya en el año 1859 se celebró la primera exposición canina, en Newcastle-on-Tyne, aunque en aquella ocasión sólo participaron Setters y Pointers. Por cierto: la primera exposición felina se celebró en 1871 en el palacio de Cristal de Londres, donde participaron 170 gatos, aunque hubo un precedente «gatuno», una exposición que se celebró en Winchester, en 1598.

Este incremento de la popularidad y la necesidad de establecer unos parámetros fijos, lo que se llamó estándar para cada raza en concreto, motivó la fundación en 1911 de la F.C.I., la Fédération Cynologique International, con sede en Thuin,  Bélgica, donde se clasifican las razas reconocidas -337 según mis datos-  oficialmente en diez grupos, según su aptitud o afinidad, según la clasificación propuesta por Villemont en 1970.

Sin entrar en los otros grupos, a los molosos corresponde el Grupo 2º, de perros de guarda, defensa y utilidad. Dentro de este grupo se distingue entre los molosos de montaña (tipo mastín), de pelo largo, y los de tipo dogo, de pelo corto.

Descripción y fenotipo

Según Pierre Megnin el adjetivo «molosoide» define a perros de …cabeza maciza, esferoidea y cuboidea, con orejas pequeñas y caídas, hocico corto, belfos largos y gruesos, cuerpo proporcionado de gran talla, así como cinco dedos en los pies traseros igual que en los delanteros…

Aunque actualmente se reconozcan de forma oficial más de sesenta razas de guarda, muchos de ellos han sido conseguidos mediante cruces experimentales (Dobermann, Bull Terrier, Pit Bull, Dogo argentino, Leonberger, etc.) y otros, sencillamente, no se ajustan a la definición de molosoide. En animales de tan antiguo origen no se puede pretender una pureza total, pero sin duda los molosos de hechuras más clásicas los encontramos en razas originarias de zonas aisladas o montañosas donde, como veremos, han podido evolucionar libres de todo contacto: mastín español, del Pirineo, del Tíbet, del Caucaso (Ovtcharka), Tatra, San Bernardo, Karabash, etc.

¿Hay molosos miniatura?

No todos los molosos son grandes perrazos. Sorprendería saber que dos de ellos, de los considerados falderos, tales como el Pekinés y el Carlino, pertenecen a la misma categoría que los mastines. El cómo estas dos razas llegaron a reducir hasta tal punto su tamaño tiene su explicación en la intervención, otra vez de la mano femenina, y esta vez oriental al seleccionar los perros para compañía entre los más pequeños, y cuanto más pequeños mejor.

La enanificación de razas es un paso más en la neotenización y lo que se busca es un aspecto lo más infantil posible. Es lo que se conoce como maternidad vicariante, podríamos decir como un sucedáneo de la maternidad. Como dice una amiga mía criadora de Carlinos: …es lo más parecido a tener en brazos un bebé , con esa mirada…

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Cachorro de Carlino, el de la cara de niño. Otro moloso enanificado: el Bull Dog Francés

Los llamados popularmente «perros falderos» no son un invento moderno. Existían ya en la antigüedad en sociedades altamente civilizadas: chinos, persas, griegos, romanos… Como vemos en sus ilustraciones o nos cuentan las crónicas, tenían ya sus perrillos sentados en el regazo de los mandarines o de las grandes damas. Popea, la mujer del emperador romano Nerón, tenía un Maltés al que situaba en las ceremonias oficiales por delante de Lépida, tía del emperador, lo que ocasionó una vez una disputa tan violenta que Lépida murió del disgusto.

El geógrafo y viajero griego Estrabón los cita en su Geografía (año 29 a.C.), que ha llegado hasta nuestros días casi intacta, reunida en 17 «libros» o capítulos, y donde además de recopilar todos los conocimientos geográficos de la época, hace una mención a estos perros:

existe un promontorio en la isla de Sicilia llamado Melita de donde se transportan muchos y graciosos perritos llamados canis melitae, los cuales son apreciados por las patricias como si fuesen alhajas…

Pero si la enanificación de las razas no es invención moderna, el actual protagonismo o utilidad de los perros como animales de compañía, ha favorecido la reducción en el tamaño sacando variedades «enanas» de varias razas, hasta hace muy poco de utilidad: Teckel, Schnauzer, Pinscher, Caniche, Yorkshire Terrier, Pomerania, etc.

Testimonios arqueológicos e históricos de los molosos. La caza y la guerra

El nombre de «moloso» proviene de la antigua región de Molosia, en el montañoso interior de la región del Epiro – en la actual Albania-, lo que daba nombre a sus habitantes: los molosos. Alrededor del año 400 a.C. un escultor desconocido erigió una estatua a Molossus, el perro de Olympia, hija de Pirro, rey de los epirotas. Precisamente en el Epiro, actualmente zona fronteriza entre Albania y Grecia -y en algún otro punto de los Balcanes- y hasta los años 50 vivieron de forma totalmente nómada, sin cultivar la tierra, una raza de pastores, los sarakatsani, dedicados exclusivamente a la cría de ovejas y al comercio de los quesos y la lana.

Perros similares a Molossus fueron utilizados desde la antigüedad en Grecia, Egipto y Asia Menor como fuerzas auxiliares en los ejércitos. Su fiereza y acometividad les hicieron tanto o más apreciados por sus cualidades como guardianes de casas y rebaños que como perros de presa en las cacerías, o como auxiliar en la batalla. Resultarán ser los mejores soldados, sin conocer el miedo, sin rendirse jamás.

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                                             Molosos asirios, usados para la guerra

Guerra y caza gozan del más alto prestigio y van unidos en la mentalidad batalladora de aquellas épocas, mentalidad que se prolongará hasta más allá de la Edad Media. En la Conquista de América, heredera del espíritu de frontera de la Reconquista, los fieros perros alanos lucharán junto a los exploradores.

mañoso en la caza, arte e sabiduría de guerrear y de vencer… (Alfonso X, Código de las Siete Partidas, escrito dentro de la 2ª Partida, Título 5, Ley 20).

no hay cosa que más se allegue con las maneras del caballero que ser montero o cazador… (Infante Don Juan Manuel -sobrino de Alfonso X- , Libro de la Caza, 1325).

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     Libro de la Montería de Alfonso XI (1312-1350), donde aparecen los molosos

el caballero debe cabalgar, justar, correr lanzas, ir armado, tomar parte en torneos, esgrimir, cazar ciervos, osos, jabalíes, leones, y las demás cosas semejantes a éstas que son oficio de caballero; pues por todas estas cosas cosas se acostumbran los caballeros a los hechos de armas… (Ramón Llull, Libro de la Orden de caballería. 1275).

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Sepulcro con escenas de caza de la iglesia de Betanzos, soportado sobre dos figuras de piedra: un jabalí y un oso.

Hasta Cervantes nos deja su opinión: ….la caza es imagen de la guerra… (Don Quijote, 2ª parte, cap. XXXIIII …no, no me he equivocado: 4 como IIII.

Las más antiguas representaciones de molosos se encuentran en los frescos con que los egipcios decoraban casas y templos, con su habitual estilo realista, de gran naturalidad. La estela del faraón Intef II (2118-2069 a.C.) de la XIª dinastía es famosa al aparecer representados sus tres perros, cada uno con su nombre (en idioma no egipcio) y al lado, la traducción al egipcio.

Antef II

        Los perros de Intef II: Behekay (Gacela), Abaquer (Galgo) y Pehetes (Negro)

Abundan los bajorrelieves hititas, y asirios donde les vemos en la caza del león y del asno salvaje, o sujetos por traíllas a sus anchos collares y conducidos por los soldados: grandes perros de aspecto fiero, cabeza ancha, orejas caídas, cola enroscada y pelo corto.

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Palacio de Taklat-Palasar, 1150 a.C.

Molosos hititas

Relieve del periodo hitita de la caza del león, con perro

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Exvoto encontrado en Nísibis, Babilonia, con representación de un moloso, dedicado a «la diosa que atiende las oraciones»

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            En el palacio de Nínive son abundantes las representaciones de molosos

Los antiguos egipcios les pintaron en escenas de guerra: Tutankamon contra los nubios del Sudán (1.350 a.C.) o Ramsés II contra los hicsos en la batalla de Kadesh (1.300 a.C.), donde se ve a los molosos mordiendo a los enemigos y despejando el camino al faraón victorioso.

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Perros de guerra representados en la llamada Caja Pintada, bajo el carro de Tutankamon. Museo de Antigüedades Egipcias del Cairo. Parecen similares pero no lo son. En el de arriba, contra los hititas. En el de abajo, contra los nubios del Sudán.

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Teja de arcilla esmaltada con cobalto. No es un Gran Danés arlequín, es un moloso egipcio.

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Mango tallado de marfil con imágenes de molosos de un cuchillo de silex del Periodo Geerzense (o cultura Naqada II), predinástico egipcio (3.500-3.200 a.C.), zona de El Fayum.

Se cuenta una anécdota sobre Alejandro Magno que, en el año 330 a.C., barrió desde Egipto hasta La India con su ejército de macedonios. Llevaba con él a su perro Periles, al parecer un moloso que le regalaron cuando tenía once años y que le salvó la vida -aunque al perro le costase la suya- mordiendo en el labio a un elefante en la batalla de Hidaspes, contra el rey Poros de La India, en el año 326 a.C. Y otra anécdota cuenta que un rey de Albania le regaló un gran moloso con fama de invencible. Alejandro le enfrentó a un jabalí y a un oso, pero el perro ni siquiera se levantó. Decepcionado y creyéndole cobarde le mandó matar pero el rey, al saberlo, le regaló otro advirtiéndole que su valor era tan grande que despreciaría cualquier enemigo que no fueran leones o elefantes.

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Grabado del S. XVIII con la figuración del enfrentamiento del legendario moloso regalado a Alejandro luchando contra un león, tras vencer al elefante

Los romanos emplearon para el circo sus molosos, los canis pugnaces, enfrentándolos a las fieras para diversión de la plebe. Y Julio Cesar en sus crónicas La Guerra de las Galias nos cuenta que, cuando desembarcó con sus legiones en las costas británicas, encontró junto a sus adversarios unos grandes perros amastinados, similares al actual Mastiff inglés.

Los molosos conquistan Europa. El mito del mastín del Tíbet

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Hay muchas teorías acerca de la aparición de los molosos en Europa y, como sucede cuando las cosas no están muy claras, se tiende a mitificar. Se ha propuesto a los fenicios y, sobre todo, a los romanos como introductores de las razas por los países que formaron parte del Imperio Romano. Y ya, mitificando, se cita casi siempre al mastín del Tibet como supuesto antecesor de todos los molosos.

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Cartel en la entrada del monasterio budista de Kopán, cerca de Katmandú, en Nepal. No se leer sánscrito pero seguro que debía poner algo así como «cuidado con el perro». Imagen de moloso.

Los iniciadores de esta teoría fueron sobre todo cinólogos suizos. En 1897, el inspector forestal superior Max Siber, de Winterthur, escribió el libro Der Tibetanhund (El mastín del Tibet, 1897), en el que describió al mastín del Tibet junto a otros molosos como el Boyero suizo, sugiriendo su ascendente. El profesor Bernhard Studer y, más tarde, el doctor B. Siegmund admitieron, no obstante, que el tipo dogo (el molosoide descrito por Megnin) se desarrolló en diferentes épocas y lugares, de diferentes razas.

Según Albert Heim, geólogo e investigador suizo, en 1850 y hablando del San Bernardo consideró tres hipótesis respecto a su origen:

1-la de Studer, que lo consideraba descendiente del Canis familiaris inostranzewi.

2- la de Siegmund, que pensaba que era un agigantamiento del perro de las turberas.

3- la de C. Keller y H. Kramer, que lo hacían descender del mastín del Tíbet

Es frecuente encontrar en la bibliografía sobre molosos la cita, repetida por unos y otros autores por lo magnífica, del viajero veneciano Marco Polo, que se supone conoció a este perro en sus viajes, y lo describió de forma un tanto sobrecogedora: …grande como un asno y con la voz potente como un león…

Sin embargo, en el libro donde narra su largo viaje, Il millione, traducido al castellano como Viajes (Ed. Austral, 7ª edición) no aparece la famosa cita. Marco Polo cuando habla del Tibet y de sus perros dice:

los indígenas son idólatrasTienen malas costumbres, crían grandes mastines muy recios para la lucha y para pelear con las fieras. Tienen muchas clases de perros…(Cap. CXVII).

Más adelante menciona otros perros diferentes:

del rey Canci, que reina en tramontana (describe el norte de Mongolia, lindando con Siberia)… Y sabed que la Rusia Mayor confina en el norte con esta provincia… Este rey no tiene ciudades ni fortalezas. Sus gentes se nutren de leche y de carne… Por causa del frío intenso viven en casas subterráneas… Existen allí también grandes osos blancos… Y este rey posee una región donde no pueden vivir los caballos, el hielo y el cieno son tan considerables que los caballos no pueden andar, por esta razón han hecho trineos sin ruedas, que van sobre el hielo y no se hunden en él. En estos trineos ponen pieles de osos y tiran de ellos los perros de los que os he hablado… Hay mesones donde el viajero se puede albergar. En éstos hay por lo menos cuarenta perros mastines grandes como pollinos (el subrayado es mío, Marco Polo no dice nada de su mítica «voz de león»), y son estos perros los que transportan los correos de un sitio a otro…(Cap. CCXVIII).

Marco Polo está describiendo una región ya metida en Siberia con osos polares, mucho hielo y perros que tiran de trineos… posiblemente a los que se refirió fue a una raza de perros nórdicos, y no al mastín del Tibet.

Diseminación y llegada a España. Las migraciones de los pueblos indoeuropeos

Se ha pretendido explicar su llegada a Europa central de la mano de los invasores que, procedentes de las estepas de Asia (hunos, ávaros, alanos y ostrogodos) irrumpieron desde el año 100 hasta el 900 de nuestra era. Pero esta teoría no explicaría por qué se encontraron en Suiza restos de un moloso parecido al mastín, hasta en los espolones dobles, del año 4.000 a.C.

Otros afirman que entraron a España con los fenicios, en sus viajes comerciales por el Mediterráneo. Sin descartar esta posibilidad, el cinólogo español Luis Esquiró y coincidiendo con las teorías de Studer, sugiere el origen multicéntrico de los molosos en diferentes lugares de Europa y Asia. La península ibérica sería uno de estos focos por su geografía aislada y la utilidad local de estos perros.

Pero podemos plantearnos una hipótesis aún más atractiva, que reúna el origen oriental y la adaptación hace miles de años, si nos remontamos a la expansión de los pueblos indoeuropeos, es decir, a los antepasados de (casi) todos nosotros.

Aproximadamente y a partir del año 5.000-4.500 a.C. se suceden consecutivas oleadas de aguerridos pastores nómadas y de agricultores con nuevas técnicas que, desde sus estepas del sur de Rusia y de Asia central, se irán extendiendo hasta cubrir una zona que abarca la casi totalidad de Europa, y desde Turquía hasta la India.

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En su largo periplo de miles de años, los llamados indoeuropeos o pueblos arios se diversificarán, mezclandose en algunos casos con otras culturas, dando origen a numerosos pueblos: castas superiores de la India, suecos, afganos, ingleses, persas, alemanes, catalanes o castellanos, de lenguas muy diferentes pero con un origen común.

Su espíritu conquistador y sus técnicas avanzadas hacen desaparecer las primitivas culturas agrícolas de Europa y dejan numerosos testimonios en los mitos de los héroes griegos e hindúes, o en sus choques con otras culturas ya presentes. Indoeuropeos son los Pueblos del Mar y los hititas que amenazan Egipto y, a cambio, les enseñan unas armas que, para aquellos tiempos, fueron tan revolucionarias como más adelante serán la pólvora y los misiles: el caballo, el carro de guerra y las armas de hierro. Parte de aquellos Pueblos del Mar son los filisteos que menciona la Biblia y de los que procede el nombre de Palestina.

Aunque con el tiempo se establecen, desarrollando culturas tan avanzadas como la griega y la romana, las primeras oleadas de invasores de las varias que se irán sucediendo (y las últimas: aquellos hunos, alanos y ostrogodos que acaban con el Imperio Romano) se organizan en tribus de pastores, en busca de hierba fresca para sus rebaños de ovejas, vacas y caballos. En su nomadeo, durante siglos y siglos, utilizarán perros para defender los campamentos y el ganado, perros que se irán moldeando en el duro clima de la estepa y de las montañas, siempre en guardia contra las manadas de lobos que acechan los rebaños, atentos al menor descuido para hacerse con una presa tan indefensa y apetecible como las ovejas.

Allí donde se establezcan las tribus, sus molosos irán diferenciándose en razas locales aunque manteniendo unas características comunes: instinto agresivo y desconfiado, gran tamaño, pelaje espeso y protector y, en algunas razas, colores claros para distinguirse de los lobos en la confusión de los ataques nocturnos, como ya sabiamente aconsejaban Columela y Plinio en sus tratados.

Podríamos preguntarnos por qué los pastores indoeuropeos «inventan» los mastines mientras que otros pueblos de pastores nómadas como los beduinos árabes o los judíos de la Biblia no poseen estos perros. La respuesta puede estar en el clima. Las razas grandes se producen en climas fríos como las estepas y montañas, escenario habitual de los mastines. La segunda explicación, y también asociada al clima, puede estar en el enemigo contra el que se ha seleccionado: el lobo.

En los desiertos y resecos páramos de Asia Menor y África los lobos son escasos y de pequeño tamaño: ... los lobos de Egipto son apenas más grandes que zorros... (Aristóteles, Historia Natural, Lib.VIII, c.28), al contrario de los grandes lobos que abundan en las estepas y montañas de Europa y Asia Central. En las zonas cálidas abundan los chacales, poco más peligrosos que los zorros, y si había predadores grandes eran en todo caso leones o leopardos, contra los que ni el más fiero mastín tiene nada que hacer.

Los celtíberos, pueblos de pastores

Entre los años 1.000 y 500 a.C. llegan a España las primeras avanzadillas de pueblos indoeuropeos, como los celtas, estableciéndose inicialmente en la meseta norte, muy escasamente poblada, al contrario que las zonas pobladas por iberos, en el este de la península. Queda sin ocupar el País Vasco, único reducto pre-indoeuropeo en Europa, junto con Laponia.

Julio Cesar en su libro Guerra de las Galias (Lib. I, cap. 51) narra que, estando cerca de Lérida, se acercó a su campamento un nutrido grupo de arqueros y jinetes galos en número de 6.000 que, junto con sus hijos, mujeres y esclavos, alcanzarían tal vez la cifra de 20.000. Habían cruzado los Pirineos buscando tierras donde asentarse. Para cuando los romanos entran en escena, año 200 a.C., encuentran en la meseta central una amalgama de pueblos celtíberos en diferente grado de desarrollo, es decir, de evolución desde el nomadeo a la agricultura.

Algunos de ellos, como los vacceos, distribuídos por lo que será la provincia de Valladolid y limítrofes, practican lo que se ha dado en llamar el «comunismo agrario»:

entre los vacceos la propiedad de la tierra es comunal. Cada año reparten la tierra cultivable en lotes familiares. La cosecha total era para la comunidad que la repartía según las necesidades. Al que se quedaba con alguna parte se le ejecutaba…(Diodoro de Sicilia, Bibliotheca Historica, Lib.V, cap. 34).

Pero casi todas las tribus: lusones, pelendones, titos y arévacos (los que defendieron Numancia) siguen siendo ganaderos y la abundancia de sus rebaños de ovejas, vacas y caballos sorprende a los cronistas romanos: … en cuanto a su alimentación, se sirven de todo tipo de carnes, que abundan entre ellos…(Diodoro, obra citada, Lib. V, cap. 34). Curiosa o casualmente, Castilla-León (antiguamente Castilla La Vieja) sigue siendo la Comunidad Autónoma donde el consumo de carne es más alto.

El griego Polibio, amigo personal del general romano Escipión y testigo presencial de la caída de Numancia, en su Historia General se asombra de que entre los celtíberos … la caza no se aprecia en nada, se la dan gratis a quienes compran alguna otra cosa…. Y se asombra porque los romanos son casi vegetarianos, raramente consumen carne y sólo en ocasiones especiales, comprando la carne -cara- de los animales sacrificados a los dioses o criando algún cerdo, si acaso …comedores de hierba… les llama irónicamente Plauto, autor de comedias de la época.

Como indicio de su gran actividad ganadera hay varios testimonios: las ciudades arevacas de Numancia y Termancia en el año 139 a.C. (seis años antes de su cerco y destrucción por Escipión, en el 133 a.C.) entregaron a los romanos como impuesto tres mil pieles de buey y ochocientos caballos. Apiano de Alejandría en su amplia y detallada Historia Romana y en su sección Sobre Iberia nos cuenta que …cuando el general Lúculo sitió la ciudad de Intercatia les exigió, a cambio de su indulgencia, cincuenta rehenes y diez mil sagum (túnica confeccionada con lana de oveja)… El mismo Apiano y hablando de Lúculo dice que recibió de Cauca (la actual Coca) rehenes, plata y fuerzas a caballo, pero que Pallantia (la actual Palencia) le ofreció dura resistencia con su caballería.

…(los lusitanos) crían unos caballos tan veloces que las yeguas son fecundadas por el viento Zéphirus… (Plinio, Historia Natural, Lib.VIII, cap. 166…¡otra vez Plinio con sus historias!).

Porque ésa es otra cuestión. Apiano y Polibio destacaron el valor y la feroz resistencia que les opusieron aquellas tribus. Polibio cuenta a los romanos:

extraordinaria fue la naturaleza de esta guerra, así como la duración de los enfrentamientos. En verdad, si alguien quiere imaginarse una guerra de fuego, que piense sólo en ésta…No sólo quitan la vida a los hombres, sino que abren en canal a los perros y destrozan a los animales…

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A la izquierda, guerrero ibero de una estela de Osuna, en el Museo Arqueológico Nacional. Se observa perfectamente la empuñadura característica de una falcata, la espada típica hispánica, en su mano derecha. A la derecha, guerreros celtíberos. Dibujo a partir de la iconografía de una vasija de Numancia

Son las Guerras Celtibéricas, que llegan a producir crisis políticas en Roma por su larga duración, más de veinte años, y su alto coste en hombres y en medios. En el año 152 a.C. la leva para reclutar hombres con destino a Hispania fue tan impopular que hubo de suspenderse la operación.

los celtíberos suministran para la lucha no sólo excelentes jinetes, sino también infantes que destacan por su valor y su alta capacidad de sufrimiento… (Diodoro de Sicilia, obra citada, Lib. V, cap. 33).

El general cartaginés Aníbal encontró en estas tribus magníficos mercenarios para sus ejércitos: …los hispanos ocupaban la vanguardia de Aníbal, las mejores tropas de todo el ejército… (Tito Livio, Ab Urbe condita –La fundación de la ciudad-, año 10 d.C.).

vinieron también los celtíberos. Honor es para ellos caer en la batalla… Los lusitanos son tropa terrible, hábiles en emboscadas, ágiles, ligeros y capaces de salir de peligros… (Silio Itálico, Punica, 80 d.C.).

Cuando Aníbal se dirige a Italia para atacar Roma, a punto de cruzar los Alpes, cuenta entre sus tropas con 8.000 hispanos de a pie y dos o tres mil jinetes celtíberos, aparte de sus 37 elefantes. Tras quince días de dura travesía y con el río Po ya a la vista los supervivientes, según Polibio …parecían una manada de fieras…

Aníbal, en vísperas de la batalla de Tesino (año 218 a.C.) contra Roma, arenga a sus tropas para infundirles valor y dirige este mensaje a la caballería celtíbera, mercenarios que forman sus fuerzas de choque:

… bastante habéis tenido que soportar hasta ahora apacentando ovejas en los pelados montes de Lusitania y Celtiberia, sin ver el fruto de tantas fatigas. Ya es hora que recibáis vuestra recompensa y logréis el premio de vuestros esfuerzos…

El clima de la meseta es duro, y para mantener su ganado necesitan conducirlo de un lado a otro, según las estaciones, para aprovechar los mejores pastos. Nuestros aguerridos tatarabuelos están inventando la trashumancia.

El mastín español. Razas y variedades

hay otros perros que llamamos mastines, que son tan grandes de cuerpo como los dichos alanos, fieros a la guarda del ganado. Tienen gran cuello y fuertes pechos. De medio cuerpo atrás son cenceños (enjutos), tienen mucha fuerza y ligereza, son muy valientes, pues en los desiertos montes siguen a los lobos, defendiendo el ganado y mano a mano pelean con ellos y los matan, en que se conoce su mucha valentía, pues rinden tan fieros animales… (Alonso Martínez de Espinar, Arte de Ballestería o Montería, 1644).

Pastoreo mastin 3

Ya tenemos al mastín entre nosotros. Donde alcanzará un protagonismo destacado será en la trashumancia y de ella hablaré en el apartado sobre la Mesta. En la península aparecen cuatro razas reconocidas, que fueron separándose en sus diferentes zonas de trabajo. Los mastines de Portugal: el Rafeiro do Alentejo y el Cao da Serra Estrela, son bastante similares al español, del que con toda probabilidad descienden, en el avance de la Reconquista.

Nuestros dos mastines, el español y el del Pirineo, se fueron diferenciando desde los comienzos al vivir en zonas aisladas y al quedar separados por la cordillera Ibérica. El trasiego de ganado y perros que podía darse por los contactos entre La Rioja y Navarra, quedó interrumpido tempranamente, al establecerse de forma definitiva la frontera entre los reinos independientes de Aragón y de Castilla por el Tratado de Almizra en 1244, entre Jaime II de Aragón y el infante Alfonso de Castilla, futuro Alfonso X, y que fijaron los límites entre ambos reinos al estar los dos en pleno proceso reconquistador. Al quedar marcadas las fronteras los contactos entre los pastores de ambos reinos serán nulos.

La trashumancia o, como se suele denominar más adecuadamente, la trasterminancia en Aragón se establece en un corto recorrido de pocos días, entre el somontano aragonés y los pastos pirenaicos. La distribución del mastín del Pirineo se centra en los valles que, de norte a sur, cruzan el Alto Aragón: Hecho, Ansó, Tena, y los lindantes del Roncal navarro y del valle de Arán.

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Mastín del Pirineo a la derecha. A su izquierda su vecino francés, el Montaña del Pirineo

La vida en la alta montaña favoreció el espeso pelaje y su típico manto blanco con algunas manchas oscuras, color que además de aislarlos del frío, evitaba la confusión con los lobos en los ataques nocturnos. Aunque a veces se confunda con su vecino del lado francés, el Montaña de los Pirineos, en este último el color blanco es total, y la cabeza algo más cónica.

El mastín español sigue siendo abundante en un amplio territorio que se corresponde con su antigua zona de trabajo, desde León y La Rioja hasta Extremadura y Sierra Morena. En tan extensos dominios y además del pastoreo se dedicó a la guarda de fincas, principal actividad hoy día. Se ha pretendido y es común, buscar razas en lo que no son simples variaciones en tamaño y pelajes. Por razones de clima, los ejemplares más corpulentos se dan en las montañas de la zona leonesa, mientras que los meridionales suelen ser más ligeros y con menos pelo.

Para aumentar la confusión se habla del «mastín ligero» en tierra de monterías, que no es otra cosa que el resultado de su cruce con podencos, a fin de hacerlo más veloz para su empleo en las rehalas. No hay mastín manchego, ni leonés, ni andaluz ni extremeño. Son todos la misma raza, el mismo mastín que, años atrás compartió el pan con los pastores, compañeros (del latín cum panis: el que comparte el pan) en los largos caminos de la Mesta.

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El más popular de los molosos: el San Bernardo. Y el Terranova, rescate de naúfragos.

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Otro moloso: el Ovtcharka o pastor del Caucaso.  Uno, en un chalet. El otro, en su ambiente

Un recuerdo para el alano

En España, además de los mastines, hubo otros dos molosos: el dogo español y el alano. Mientras que el mastín siguió siendo necesario, con Mesta o sin Mesta, los otros dos fueron perros ligados a la aristocracia, utilizados en las grandes cacerías o en la guerra, y fueron perdiendo su razón de ser conforme iban menguando los privilegios de la nobleza.

La primera descripción del dogo se la debemos a un autor ya citado, Alonso Martinez de Espinar, ballestero de Felipe IV en su libro Arte de ballestería o montería y se lo compara, precisamente, con el alano:…los dogos tienen las mismas señales que el alano, pero son más cortos y membrudos, tienen la cola más corta y con más pelo….

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Una imagen vale más que dos palabras. Dos niños y un dogo, de Francisco de Goya

El dogo se utilizó también como «perro de carnicero», para manejar el ganado vacuno en el campo o para sujetarle en los mataderos, de la misma forma en que se utilizan hoy en las fincas de ganado bravo los Boxers o «chatos». En los festejos populares se utilizó, en las corridas, para azuzarles contra los toros mansos, costumbre que se suplió más tarde con el uso de las banderillas de fuego. Goya en su Tauromaquia o Antonio Carnicero, coetáneo de Goya, retratan tal costumbre en los grabados de la época.

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Aguafuerte de Antonio Carnicero en su Tauromaquia, Sexta suerte (año 1787)

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Detalle de Patio de caballos de la plaza de toros de Madrid (1.856), de Manuel Rodriguez de la Parra Castellano, más conocido como Manuel Castellano. Con dos dogos

En el mismo libro ya citado de Alonso Martinez de Espinar, nos encontramos una descripción del alano un tanto sobrecogedora: …el hocico romo, la frente ancha y levantada, los ojos hundidos y sangrientos, de un mirar espantoso, el cuello corto y ancho… La fiereza del alano tuvo sobrada aplicación como acompañante de los soldados en la Reconquista y, más tarde, en la Conquista de América.

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El alano español, una raza recuperada          Presa canario, sangre de alano

Los cronistas de Indias, semejantes a sus colegas romanos en su afán por registrarlo todo, nos hablaron de los más famosos de aquellos perros que, junto a los expedicionarios, sembraron el pánico entre los indios. En sus crónicas citan algunos como «Amadís», «Turco» o «Calisto». Más conocido fue «Bruto», de Hernando de Soto, explorador de La Florida y aficionado a la montería de cazar indios con sus perros. O «Leoncico» y «Becerrico», de Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Océano Pacífico.

Balboa soltó a los alanos y arremetió a los indios animosamente y a pocas vueltas los hizo huir…huían los indios de miedo a los perros por lo que dijeron… (López de Gómara, en El descubrimiento de las Indias). El mismo cronista añade también que «Becerrico» ganaba más que un arcabucero, por su valor innegable como soldado.

Pero más famoso fue su hijo «Leoncico», al que el cronista González Fernández de Oviedo que le conoció personalmente, describe en su Historia General y Natural de las Indias (Lib. XXIX, cap. III) como …alano bermejo (leonado), de hocico negro, recio y doblado (macizo), con muchas heridas y señales de la guerra con los indios… 

Hizo ganar a su dueño más de mil pesos en oro, ya que participaba como uno más en los repartos de botín y esclavos que conseguían en sus incursiones. Según el cronista,

era tan temido de los indios que iban más seguros diez cristianos con él que veinte solos… Y si algún prisionero se fugaba, a la voz de …¡Ido es, búscale!…lo encontraba y devolvía al campamento sujetándole firme, pero sin apretar de la muñeca, o destrozándole a dentelladas si al pobre desgraciado se le ocurría resistirse…

Semejante personaje no podía acabar bien: murió envenenado, y ninguno de sus hijos alcanzó su categoría. Su dueño, por cierto, murió degollado por orden de su suegro. Se ve que en aquellos tiempos revueltos pocos morían de viejos…

Los alanos también fueron utilizados en su negro papel de verdugos, para «aperrear» o ejecutar a indios rebeldes o esclavos fugitivos, y para castigar lo que se conocía como «pecado nefando», algo al parecer frecuente entre los indios y que no era otra cosa que la homosexualidad. De hecho, las referencias a esta tendencia sexual son numerosas:

ajusticiamiento con perro

Detalle del llamado Manuscrito del aperreamiento (Biblioteca Nacional de París, manuscrito número 374), donde se ve la ejecución de un sacerdote y seis nobles de Cholula, con glosas en nahuatl, bajo la supervisión de Hernán Cortés. Suceso acaecido en el año 1523, aunque el dibujo se realizó en 1560.

ajusticiamiento con perros

Grabado del holandés Johann Theodor de Bry en su serie Grandes viajes, o América. 1590

...en el tiempo que así estaba entre éstos vi una diablura, y es que vi un hombre casado con otro y éstos eran unos hombres amarionados (sic), impotentes y andaban tapados como mujeres, y hacen el oficio de mujeres… (Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en Naufragios y Comentarios, cap. XXVI).

El alano, aunque desaparecido de España, se ha vuelto a recuperar mediante cruces, por los escasos descendientes que se mantuvieron aislados en la Sierra de las Encartaciones, en Guipuzcoa. Pero el alano dejó en Sudamérica un descendiente, el Fila brasilero. El Fila, del portugués «filar»: agarrar, sujetar…, se ha mantenido hasta hoy en Brasil gracias a la estructura casi feudal de las grandes plantaciones de café y caña de azúcar. Utilizado para guardar las mansiones y, hasta hace escasos años, para la misma función que su aguerrido antecesor: la caza del indio o del esclavo fugitivo.

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El lobo: pesadilla de pastores. La Bestia de Gévaudan.

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                                      Estatua íbera: lobo devorando a un cordero

Esta entrada del blog en realidad es un capítulo que, a su vez, forma parte de un trabajo aún pendiente de publicación sobre el mastín: El mastín español. Historia de un compañero, que presenté a un certamen convocado por la Real Sociedad Canina en 1998, y en la que tuve el honor de ganar el segundo premio, en su categoría de razas españolas.

Para un predador especializado en un tipo de presas, como es el caso del conejo para el lince o el águila imperial, las alteraciones del medio son dramáticas. Cuando la densidad poblacional del conejo en el medio ambiente disminuye en exceso, sobre todo debido a epidemias como la mixomatosis o la enteritis vírica hemorrágica, las poblaciones de águilas y de linces se ven seriamente afectadas. Pueden cazar otras presas, y lo hacen, pero acusan siempre la escasez de su presa «tipo».

El lobo, por contra, es el depredador social más versátil, después del hombre y muy adaptable además a cambios de clima, vegetación y fauna. Sus fósiles aparecen en prácticamente todas las cuevas y yacimientos arqueológicos con regularidad, tanto en las fases glaciares (las dos últimas del Riss y la muy dura del Würm) como las interglaciares más templadas, sin mostrar las variaciones que otras especies más especializadas acusan, como el rinoceronte lanudo, mamut y el oso de las cavernas.

Se reconocen hoy 32 subespecies de lobo, del Canis lupus, distribuidos por todo el hemisferio norte, repartidos en cuatro grupos: lobos blancos, grises, pardos y rojos, de norte a sur. Y como corresponde a la adaptación al frío, de mayor a menor tamaño, respectivamente.

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Félix Rodríguez de la Fuente con sus lobos troquelados. Obsérvese la mancha oscura en las patas delanteras, típica de la subespecie española: el Canis lupus signatus

En España la subespecie presente en tiempos en toda la península aunque ahora mucho más restringida, es el Canis lupus signatus, por una mancha oscura visible en la parte delantera de su carpo. El peso medio de los machos españoles es de 50 kg. En Centroeuropa no es raro que alcancen los 75 kg, pero el récord lo ostenta un lobo cazado en los Cárpatos que alcanzó los 92 kg. de peso. Los lobos rojos, habitantes de zonas más cálidas (Arabia, La India, Norte de Africa), son los más pequeños, como suele acontecer con casi todas las especies y, como ya observaron los clásicos:

los lobos en Egipto apenas son más grandes que zorros... (Heródoto, «Historia», Lib. II, Logo 5. S.V. a.C.).

lobos, perros, zorros y liebres son más pequeños en Egipto que en Grecia... (Aristóteles, Historia Natural, lib. VIII, 28)

La alimentación del lobo. El índice de apetencia.

El lobo tiene un espectro alimentario muy grande: de cazador de grandes ungulados a pequeños roedores o carroñero, pero siempre guiado por el índice de apetencia: obtención de la mayor cantidad de biomasa (de «carne», para que se me entienda) con el menor gasto de energía. Y cuando sus presas naturales escasean o aún habiéndolas se presenta la tentación en forma de ganado, el lobo entra en conflicto con el hombre convirtiéndose entonces en pesadilla de pastores. …Criatura abominable y sanguinaria…, le llama la Biblia, escrita por un pueblo de nómadas y criadores de ovejas al fin y al cabo.

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             La eterna preocupación. Representaciones de lobos en la cerámica ibera

Es aquí donde el lobo aparece en escena, como segundo protagonista en nuestro «triángulo»: oveja-mastín-lobo, y es ahora cuando va a hacer falta un arma en forma de perro. Grande, fuerte y valiente, capaz de enfrentarse a un enemigo a su vez tan fuerte, valiente y peligroso y además desesperado por el hambre: el lobo.

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Pastor del Caucaso con su perro, un «ovtcharka», versión del Caucaso de nuestros mastines, imprescindible para la lucha contra el lobo. 

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            Protección de lanza de carro celtíbera con cabeza de lobo

Según los estudios de campo reflejados en el libro El lobo Ibérico, Biología y Mitología de Ramón Grande de Brío, la dieta del lobo en la Península Ibérica oscila según las zonas: desde un 100% de ungulados salvajes en Sierra Morena, a cerca de un 90% de ganado doméstico en Portugal, debido en este último caso a la elevada densidad de población humana y reducido número de especies salvajes. Entre los ungulados salvajes, el corzo llega en algunas zonas a constituir el 90% de su dieta.

Y volvemos a recordar lo del índice de apetencia: más carne con el menor esfuerzo. Un ciervo pesa dos o tres veces más que un corzo, pero es más “trabajoso” de cazar. Del muflón, antepasado salvaje de la oveja, hay restos fósiles en España, pero desapareció de nuestra fauna, y Félix  Rodriguez de la Fuente opinaba que el lobo influyó en su extinción viendo como en zonas donde se reintrodujo como pieza de caza, los lobos lo escogen como presa frente a otras especies.

En los años 70, se introdujeron un centenar de gamos para repoblar la Sierra de Sanabria y los lobos de la zona acabaron con ellos en pocos meses…posiblemente venían de alguna finca de cría donde adquieren pocos reflejos. Corzos, muflores, gamos…animales sin apenas defensas y que oscilan entre los 30 y los 70 kg. de peso, presas ideales para un carnívoro de 50 kg.

Algo similar sucede con el ganado doméstico. El lobo es muy capaz de atacar a los caballos y vacas que viven sueltos todo el año en las montañas del norte. Una manada de lobos podrá hacerse con un caballo o una vaca aislados, entorpecidos por la nieve pero, cuando se trata de un rebaño, éstos se defienden formando una rueda con las crías dentro y un círculo de cuernos o de patas coceando, capaces de disuadir al lobo más curtido.

Las ovejas son otra cosa: peso ideal (50-60 kg), no cocean, no cornean y si están en un redil ni siquiera podrán correr. La oveja, tercera protagonista de esta historia estaría totalmente desvalida si no fuera por el perro, pero para enfrentarse al lobo no vale cualquiera.

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Grabado de lobo en De varia commesuración para la Esculptura y Architectura de Juan de Arfe y Villafañe, orfebre y grabador, 1585

Los perros como alimento del lobo

Resulta que los perros también entran en la dieta del lobo en una proporción, según los estudios de Grande del Brío y analizando sus heces, superior al 10%, llegando a ser el 25% de su alimentación en ciertas épocas y zonas. Los lobos no dudan en hacerse con perros pastores (los “careas”) o perros sueltos que siempre vagabundean a las afueras de los pueblos. Y por observaciones de campo o por documentos grabados, mientras que los careas aún intentarán defender a sus ovejas, los callejeros huyen despavoridos en cuanto se “huelen” que hay lobos cerca. Y aquí interviene otra vez, el índice de apetencia: un perro de menos de 45 kg (tamaño de un pastor alemán grande) no es enemigo para un lobo, mientras que un mastín mediano, por encima de los 50-55 kg, ya es capaz de hacerle frente.

 …que en el mencionado pueblo los animales dañinos, sobre todo lobos, están haciendo grandes estragos en la ganadería mayor y menor, habiéndose llegado a ver hasta veinte lobos juntos; también hace ver que éstos han exterminado casi por completo los perros del ganado… (Ordenanzas de Corporales, en la Cabrera Alta de León. 1602)

La lucha contra el lobo

Es fácil entender la obsesión que para los pastores significó defenderse contra los ataques de los lobos, y la huella que ha dejado en el subconsciente colectivo en forma de tantos mitos y fobias, desde el cuento de Caperucita a la tradición del hombre-lobo, presente en toda Europa.

…El lobo podrá tal vez ser erradicado en su ambiente natural por el hombre, pero a éste le resultará mucho más difícil desterrarlo del mundo de la imaginación (R. Grande del Brío, obra citada).          

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                        Montañas de León. El mastín vigila a «sus» ovejas.

La lucha contra el lobo ha utilizado todos los recursos posibles, pero hasta la aparición de las armas de fuego o sobre todo, el uso devastador de la estricnina, principal causa del declive del lobo en este siglo, fue una lucha a la desesperada. En el Pirineo catalán, hasta comienzos del siglo XX

, era costumbre entre los pastores el rezo en común del parenostre del llop, invocando la protección divina contra el lobo. Incluso una enfermedad muy contagiosa entre las ovejas era conocida como el llop volant.

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Lobos cazados en Santander (1956) y en Abiac, Francia, 1954

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                                               Cacería de lobos en los Abruzzos, Italia. 1900

En un plano más material, la lucha contra el lobo se realiza en forma de batidas, monterías, recompensas y trampas de lobos. Las monterías se organizaban con regularidad. Así, el Concejo de Valdeón, en la provincia de León y zona lobera en la actualidad, tenían ordenanzas de montería, con juntas anuales para reparar los chorcos y decretar las fechas de montería. Se convocaba a los vecinos en un punto predeterminado a toque de campana, un rapidísimo repiqueteo, y estaban obligados a asistir, so pena de multa, todos los vecinos varones mayores de 16 años y menores de 65. Se permitía portar armas pero sólo podía ir a caballo el Montero Mayor. La fecha de las batidas solía ser en Mayo, mes en que han desaparecido las nieves y en que los lobos están recién paridos, ideal para capturar las camadas.

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                            Alimañero de Salamanca, años 40, con una camada de lobeznos

...Ytem hordenamos y mandamos que todo el mes de maio aia de ir el concejo tres días a lobos... (Ordenanzas de La Cuesta, Cabrera Alta de León. S.XVIII).

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         Vista parcial del exterior del cortello de lobos, en Lubián, Zamora

Los chorcos u hoyas, así como los fojos, cortellos, callejos y cousos eran trampas para atrapar los lobos, frecuentes en León, Galicia y Asturias… regiones muy castigadas por los lobos. Hechas en piedra, consistían en largos paredones que acababan conduciendo a una trampa o foso, de donde el lobo ya no podía salir. En los Ancares leoneses era costumbre enfrentar mastines a los lobos atrapados en el cortello, siendo motivo de diversión popular y cruzándose apuestas.

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Trampa para lobos cerca de Cares. Interior, final del corredor en embudo que conduce al pozo. En medio, escondites para los paisanos y evitar que el lobo retrocediera.

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 Trampa para lobos cerca de Cares. Boca del pozo donde acababan cayendo los lobos. 

Muy grave debía ser el problema para que en Francia, en el año 813, el Emperador Carlomagno creara el cuerpo de los lupardii (loberos) y uno de sus sucesores, Enrique III, en 1583, institucionaliza dentro del propio ejército el Corp de Louvetérie. Las monterías daban sus frutos; a guisa de ejemplo, en la zona de La Guardia, en Alava, desde 1570 a 1700 se capturan un total de 320 lobos adultos y 370 camadas. Resulta paradójico que hasta el año 1617, y por presiones obvias de la poderosa Mesta de pastores de Castilla, Felipe III no autorice a los pastores el uso de las armas de fuego. Hasta entonces la única defensa del ganado eran los mastines, los “perros loberos” y como tal, se los protege:

…si alguno matare can villano de ganado que lobo mate o tuelle a lobo, pague XV mencales... (Fuero de Cuenca, otorgado por Alfonso VIII en el año 1190)

…Tod aquel que can aldeano matare que lobo matare peche XX mencales… Et qui matare otro can, que non sagudiere carne a lobo, peche X mencales…(Fuero de Zorita de los Canes, S.XIII)

– Otro tanto se señala en el Fuero de Baeza (Jaen), otorgado por Fernando III en 1236, sobre un conjunto de disposiciones dictadas anteriormente por Alfonso VII, más tarde ampliado por Alfonso X.

– En el Fuero Viejo de Castilla ( en origen dentro de la colección de Alfonso VIII de 1212), se dispone la pena de 30 sueldos para todo aquel … que mate can que mate lobo...

Los mastines son grandes, fuertes y valientes, y se enfrentan a los lobos. Pero para proteger a los mastines de las dentelladas en el cuello propinadas por los lobos durante sus peleas, se les protege con carlancas: collares de hierro con grandes púas al exterior. Los pastores podrían decir que si el mastín no existiese habría que inventarlo…y eso es precisamente lo que hicieron sus antepasados.

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                                                Diferentes tipos de carlancas

En Francia también

Si en España los lobos fueron siempre una pesadilla para los pastores, posiblemente en Francia y hasta tiempos recientes, la situación pudo ser aún peor. Con grandes zonas semimontañosas, muy boscosas y escasamente pobladas, los lobos -más robustos que los españoles- eran abundantes y camparon por sus respetos. Sólo como ejemplo: en 1437  los lobos devoraron catorce personas entre Montmartre y la Puerta de San Antonio, en lo que eran los alrededores de París.

Ya he comentado más arriba la institución desde el reinado de Carlomagno, en el Siglo IX, del cuerpo de lupardii, que evolucionó pocos siglos más tarde al Corp de Louvetérie. Los tratados dedicados a la caza del lobo son numerosos:

– Jean de Clamargan, bajo el reinado de Carlos IX escribe su La chasse du loup en 1576.

-Monsieur de Andrezzi, en el año 1600 y bajo el reinado de Enrique IV, escribe su tratado sobre la cría y selección de perros loberos, y cuenta que con sus perros cazó un gran ejemplar de …esta especie de lobos negros que se come a los niños y a las mujeres gordas…

-En 1699 un miembro de la nobleza de la dinastía de Lorraine mató en un invierno 315 lobos en un radio de 12 kilómetros, en los alrededores de Nancy.

-Jean Emmanuel Hector Le Couteulx de Canteleu escribió varios tratados del arte venatorio, sobre la caza del jabalí o del ciervo. En su tratado La caza del lobo en 1861, explica además la selección y cría de perros necesarios para estar tarea. Este libro, por cierto, fue de los primeros en estar ilustrado con fotografías. Ocho, en concreto, por la antigua técnica sobre papel albúmina, descubierta en 1850 (la técnica, no la albúmina).

La Bestia de Gévaudan

lobo atacando

Si hay una figura de lobo monstruoso que aterrorizó a los campesinos, ésa fue la conocida como La Bestia de Gévaudan. Gévaudan es una comarca al sur de Francia, en la Auvernia. Hoy como entonces, sigue siendo una región fría, montañosa, mezcla de páramos, bosques frondosos y poco poblada. Entre 1764 y su supuesto fin, en 1767, asoló la zona provocando hasta 130 muertes, que fueron tan «sólo» 83 hasta su supuesta primera eliminación «oficial», en 1765, aunque después seguiría matando. Las víctimas fueron sobre todo niños y mujeres, aunque se contaron unos cuantos hombres entre los fallecidos. Aparecían a menudo decapìtados, abiertos en canal y con las vísceras devoradas. En algunos casos sólo se había comido el cuero cabelludo…

Cuando las muertes empezaron a ser más de lo normal el gobierno, bajo el reinado de Luis XV, enfocó la cuestión como un problema de estado, entre otras cosas por las burlas internacionales -y con mucha mala leche- inspiradas por la ineficacia de las medidas tomadas. El rey se implicó ofreciendo cuantiosas recompensas y mandando expediciones cada vez más numerosas con expertos tiradores que organizaban batidas, una detrás de otra…pero la Bestia seguía matando… Los monteros reales al mando se fueron sucediendo según fracasaban en su empeño y tarea de capturar a la Bestia.

En 1765 se puso al cargo el Marqués D’Enneval, aristócrata normando y experto cazador, que se jactaba de haber matado a lo largo de su vida 1.270 lobos. Cazaron muchos durante estas batidas, pero al parecer ninguno era ni por el tamaño ni por el aspecto la temible Bestia. D’Enneval fue destituído. Porque los escasos supervivientes y los monteros que, según ellos, lo habían visto y disparado -siempre huía dejando un rastro de sangre, desaparecía un tiempo pero volvía a aparecer-, lo iban describiendo cada vez con mayor detalle: un animal muy grande, oscuro, peludo, de largo hocico y muy rápido, que se levantaba sobre sus patas posteriores en el momento de abalanzarse sobre la víctima…

En Septiembre de 1765 Sieur Antoine de Beauterne con la ayuda de sus tiradores aseguró haberlo matado. En efecto se trataba de un lobo muy grande, de unos 55 kilos. Lo enviaron a la corte de Versalles donde lo embalsamaron, Beauterne recibió el premio y los honores y el asunto pareció haber quedado zanjado. Pero a los pocos días la Bestia reapareció con más muertes en goteo. Y como desde la corte el problema «oficialmente» se había resuelto, no enviaron más cuerpos especiales. Entró el invierno, y los campesinos no se atrevían ya ni a salir de casa, ni a vigilar sus vacas, ni a recoger leña…

Especulaciones hubo muchísimas. Además de creer que era el demonio en persona (misas y rogativas hubo a cientos), se barajó la posibilidad de que fuese un loup-garou: la versión francesa del hombre-lobo. O incluso una especie de fiera foránea que, en aquellos tiempos de expediciones y descubrimientos, alguien se hubiera traído de tierras lejanas y después hubiera escapado o hubiese sido soltado.

No era una idea tan descabellada. En Lizarza (entre Guipuzcoa y Navarra) fueron cazados tres leopardos: en 1777, 1781 y 1782. En Ordizia (no lejos de allí) se cazó un tigre en 1608, y en Idiazábal, más al norte, otro tigre en 1776. ¿Cómo llegaron allí?…a saber, pero los cazaron. En Gévaudan se habló de osos -frecuentes en la zona por aquel entonces- , de hienas, de extraños híbridos…incluso de algún gran dogo asilvestrado. A saber…

En Junio de 1767 un campesino de la zona y antiguo furtivo -recién salido de presidio- con gran conocimiento del lugar y larga experiencia, Jean Chastel, consiguió matar un lobo muy grande, de unos 65 kilos de peso. Presentaba antiguas heridas por arma de fuego, e incluso la cicatriz de una cuchillada en el pecho hecha por una lanza casera con la que se defendió una de las supervivientes, una valiente muchacha llamada Marie-Jeanne Valet, herida sin duda grave y que dejó a la Bestia fuera de combate durante tres meses. Pero para cuando lo enviaron a Versalles el calor había descompuesto el cuerpo, y el gran naturalista francés, el Conde de Buffon, rehusó practicarle la autopsia.

Para los campesinos se acabó la pesadilla, no volvió a producirse ningún ataque. Los supersticiosos paisanos -¡y quién no, en su lugar!- atribuyeron el éxito, entre otras cosas, porque decían que Jean Chastel había utilizado dos medallas de la Virgen para fundir dos balas de plata…el «viejo» truco para acabar con un hombre-lobo, como todos ellos sabían. Chastel, hombre piadoso, y aunque tenía su bala de plata preparada, había estado esperando a la Bestia con su biblia abierta y rezando sin parar. Y con un único tiro, aún no se habían inventado los rifles de repetición, le partió la columna.

Pero como Jean Chastel no era aristócrata, ni tan siquiera militar, sino sólo un pobre campesino, ni fue recibido por el rey cuando llegó con su lobo podrido a Versalles, ni se le otorgó recompensa alguna, ni se le reconoció mayor mérito. Años después un sencillo monumento agradece su memoria en la pequeña localidad de La Besseyre-Saint-Mary, en cuya iglesia está enterrado. Como hombre de extracción humilde, su tumba está situada a la izquierda de la iglesia. Carece de méritos y, en consecuencia, carece de lápida.

La domesticación del lobo y el origen del perro

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Nativo australiano con su dingo, un perro semidomesticado

Esta entrada del blog en realidad es un capítulo que, a su vez, forma parte de un trabajo aún pendiente de publicación sobre el mastín: El mastín español. Historia de un compañero, que presenté a un certamen convocado por la Real Sociedad Canina en 1998, y en la que tuve el honor de ganar el segundo premio, en su categoría de razas españolas.

De las muchas razas de perros, y del mastín en particular

Perro: (De or. inc.) m: mamífero doméstico, de la familia de los cánidos, de forma, tamaño y pelaje muy diversos, según las razas. Tiene olfato muy fino y es inteligente y muy leal al hombre (Diccionario de la Lengua, de la Real Academia Española).

De esta forma tan sencilla describe la Academia de la Lengua al que se define, por antonomasia, como el mejor amigo del hombre. Y, sin embargo, ignoramos muchas cosas de él…demasiadas, quizá…Para empezar, no está claro ni de dónde viene su nombre: perro. Y aunque se ha pretendido buscar en estas palabras resonancias prerromanas por aquello de que no es palabra de origen latino (en latín, perro es: can/canis) lo cierto es que no aparece en castellano hasta el Siglo XII, concretamente en un documento de 1136, la donación al monasterio de Sahagún de una tierras en el «Monte de la Perra». Ya a partir del Siglo XIII su uso se va extendiendo en castellano. Por ejemplo, en un testamento de 1211 se menciona a un difunto toledano: Diego Perro.

Como ya iremos viendo más adelante, perros y pastores aparecen unidos con frecuencia. Los filólogos modernos ven en la palabra «perro» una derivación de las voces pastoriles «urre» o «prrrr» con las que, todavía hoy, se les azuza en la conducción del ganado.

Vivimos tiempos materialistas y hasta nuestro viejo amigo el perro, corre el riesgo de convertirse en otro objeto de consumo más, como si de un coche o una colonia se tratase y, como tal, expuesto a modas y snobismos: todos quieren tener el perro más caro, o el más original, o el más exótico. El mercado de criadores y pajarerías ofrece a los que desean tener un perro y no se conforman con un «chucho» una extensa gama de razas antes desconocidas y para todos los gustos, de todos los tamaños, colores y pelajes.

Hoy se admiten por la Federación Canina Internacional más de cuatrocientas razas. Tal cantidad se debe a la considerable duración del periodo de selección racial, y el abundante número de generaciones transcurridas. Durante este periodo el perro se diseminó por todo el mundo y se supeditó a dos influencias ineludibles: el medio ambiente y el hombre, que inició su selección con el fin de adaptarlo a diferentes funciones. Y aunque hoy en día algunas de aquellas funciones hayan quedado obsoletas, la desaparición de muchas de estas razas se ha evitado por la asunción de una nueva función hoy más importante: cualquier perro de cualquier raza puede ser, simplemente, un animal de compañía.

El perro pasa a ser un símbolo de status social, y el deseo de poseer una raza original, diferente y, si es posible, única, favorece esas modas cíclicas de perros nórdicos, Pit-Bulls, Shar-Peis, Rottweilers, Westies, Labradores, etc, etc, etc, con los numerosísimos problemas para los dueños que, el desconocimiento y las necesidades concretas del manejo de ciertas razas, engendra en una clientela desorientada como, por desgracia, veterinarios y adiestradores estamos acostumbrados a ver.

Pero no se trata de buscar entre las razas exóticas cuando quizá, dando un paseo por el campo, podemos ver en fincas y prados, junto a un rebaño de ovejas, justo lo que quizá estamos necesitando: un perro fuerte e imponente, fiero cuando hay que defender o tierno y mimoso hasta extremos inimaginables en semejante «oso» cuando nos da su afecto. Y, por si fuera poco, adaptado desde hace miles de años al clima de nuestra tierra, a nosotros, en suma. Estoy hablando del mastín.

El triángulo: oveja, mastín y lobo

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                                             Figura ibera. Lobo devorando a una oveja

Hasta escasos años ha viajado con los rebaños trashumantes y aún sigue guardando, como siempre, fincas y ganados, pese a que su enemigo secular y del que paradójicamente desciende, el lobo, hace lustros comenzó a escasear de forma dramática de nuestras montañas. Porque si para algo fue «inventado» el mastín fue, precisamente, para estorbar entre los otros dos protagonistas de nuestra historia: la oveja y el lobo. Hasta tal punto que si no hubiesen existido éste y aquella, no hubiese hecho ninguna falta un perro como el mastín, con las condiciones de corpulencia e instinto agresivo necesarias para ser el estorbo perfecto entre un predador inteligente y antaño abundante, como el lobo, y la que éste definiría si supiese hablar como su presa ideal por tamaño, escasa agilidad y ausencia de defensas: la oveja. (si tenéis interés ved la entrada El mastín y la Mesta)

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Bien es verdad que como animal de compañía tiene sus limitaciones. Cuando se sube al sofá no hay forma de echarle. Con sus 60 u 80 kilos no se le puede coger en brazos como si fuera el Chihuahua de Paris Hilton, y los lacitos no le sientan nada, pero que nada bien. Si pretendemos que nos devuelva la pelota, vamos listos: agotará nuestra paciencia. Y si lo que queremos es un perro adiestrado para presumir ante los amigos y que se siente a la voz de ¡sen!, olvidémonos de monerías, es cabezón como él solo. Pero…¡cómo conmueve esa cara de pobre desgraciado que nos pone si le regañamos por algo!… Y, cuando al atardecer, desperezándose de su larga siesta, renace el instinto guardián y vigila atento sus dominios, te sentirás mucho más seguro si le tienes cerca. Quizá si os cuento su azarosa historia le apreciaréis aún más.

El origen del perro. El problema de la datación

Determinar con cierta aproximación cuando aparece el perro, es una cuestión indirectamente ligada con la aparición del Homo sapiens y, según el criterio subjetivo de la época o del datador, a veces interesa modernizar todo lo posible dicha aparición o, cual anticuarios, envejecer la especie para darle más valor.

Como dataciones pintorescas resulta casi obligado citar al arzobispo de Armagh, James Ussher que, en 1654, calculó la fecha de la Creación del mundo en el año 4004 a.C. basándose en el estudio de la Biblia. Mucho más fino fue John Lighfoot, director del St. Catherine’s College de Cambrigde que, mediante enrevesadas elucubraciones, la situó el 23 de Octubre del año 4004, a.C. a las nueve de la mañana, un domingo, para más exactitud. Por muy surrealistas que nos puedan parecer hoy estas fechas, fueron admitidas e irrebatibles durante dos siglos.

En 1760 Jean-Louis Lecrerc, más conocido como Conde de Buffon, y autor de una Historia Natural, trató de averiguar el tiempo que tardó la Tierra en consolidarse y, con ello, la edad de nuestro planeta. Estudió la rapidez con que se enfriaban unas bolas de hierro candente. La cifra que dedujo, 75.000 años, les pareció a sus coetáneos totalmente descabellada. Hoy día se admite universalmente la teoría darwinista de la evolución, y una cifra de antigüedad para la Tierra de miles de millones de años. Pero a Darwin -como en su época- no le faltan detractores: los «creacionistas», fieles partidarios de la Biblia, siguen dando a la Tierra una cifra de tan sólo 6.000 años,  y los seguidores del «creacionismo» están admitidos y sólidamente instalados en la enseñanza de los Estados Unidos, sobre todo en su zona más «carca», lo que llaman «El Cinturón de la Biblia», los estados situados al sureste, entre Texas y Florida.

Métodos físicos

Los fósiles pueden ser situados en el tiempo por tres métodos diferentes: por la geología (estudio de los estratos y substratos en que aparecen), por las secuencias establecidas con otros fósiles y, el más usado, por el estudio de elementos radioactivos que descargan energía a un ritmo constante y se transforman en otro elemento, lo que se conoce como envejecimiento, por ejemplo los isótopos Potasio/40, Carbono/14, etc.

Métodos genéticos. El lobo como antecesor del perro

La genética comenzó estudiando los rasgos externos, o fenotipo: color de los ojos, del pelo, etc. Los avances en la investigación y las técnicas de laboratorio permiten trabajar con proteínas de la sangre (hemoglobina, seroalbúmina, enzimas, grupos sanguíneos, etc.) aislando las cadenas de aminoácidos que las forman, replicándolos o mediante anticuerpos. Las semejanzas o diferencias de estas moléculas de aminoácidos entre especies similares (perro, lobo, chacal, coyote, zorro) nos sirven, a modo de reloj, midiendo el grado de separación que haya entre ellas.

La molécula de ADN responsable de la herencia y funcionamiento de todos nuestros mecanismos aparece en el núcleo de las células (ADNn) por recombinación de los núcleos del óvulo y del espermatozoide de nuestros padres. Hay otro ADN: el ADNm o mitocondrial (de la mitocondria, orgánulo presente en el citoplasma de las células), que heredamos directamente de nuestra madre, siempre vía matrilineal y que por tanto no se recombina como el ADNn, sino que se propaga. En el ADN hay unidades de evolución, fragmentos de sus largas cadenas , grupos de nucleótidos, que sufren pequeños cambios periódicamente, más frecuentes en el ADNm y no confundibles con los debidos a la recombinación que se produce en el ADNn, y que actúan como un reloj, al poder medir esos cambios. El problema es la inexactitud de este reloj:

…la dificultad básica que entraña el ejemplo del ADNm para interpretar la historia evolutiva reciente brota de la propia fuente de otra de sus ventajas: en la reproducción el ADNm se propaga, no se recombina. Se transmite además por exclusiva línea materna; en consecuencia, el potencial de deriva genética -pérdida accidental de líneas- es grande: algún ADNm desaparece cada vez que una generación no deja descendencia femenina… (Alan G. Thorme. «Evolución multiregional de los humanos»).

El ejemplo más ilustrativo sería un barrio poblado por inmigrantes que tuviesen todos el mismo apellido: no significaría que descendiesen todos de una sola persona, sino que todos estuviesen emparentados y se hubiesen perdido los otros apellidos al extinguirse ciertas ramas.

Los estudios genéticos comenzaron a principios de los 70 (Vriesendorp, 1972; Wong, 1974; Fisher, 1976; Richkind, 1978; Clark, 1975; Simonsen, 1976; Braend y Roed, 1987; etc, etc.), mediante electroforesis e inmunología de proteínas y enzimas sanguíneos, y por comparación de los diferentes enzimogramas de lobos, perros domésticos, zorros, coyotes y chacales, deduciendo en todos los estudios la afinidad genética entre perro y lobo, y la lejanía con las demás especies. Robert Wayne, biólogo evolucionista y Stephen O’Brien, geneticista, corroboraron en 1987 la hipótesis de que el perro desciende única y exclusivamente del lobo, estudiando las divergencias aloenzimáticas, relaciones filogenéticas y tiempos de divergencia entre doce grupos de la familia Canidae.

El estudio genético más completo hasta la fecha (en que presenté este trabajo, en 1998) fue realizado en 1997 por un equipo internacional de la Universidad de California, en Los Ángeles, dirigido por Robert Wayne, y en el que figuraba un español: Carles Vilá. Este estudio se hizo con muestras procedentes de 162 lobos (de Norteamérica, Europa y Asia), 5 coyotes, 12 chacales, 140 perros de diferentes razas y 5 cruces. En el ADNm obtuvo haplotipos: secuencias particulares de una zona conocida como región control, con altas tasas de mutación, relacionando los haplotipos para agrupar las secuencias caninas y lobunas en claves o grupos.

Este estudio es homologable a los que se han hecho recientemente para comprobar los teóricos y posibles cruzamientos entre el Homo sapiens (Hombre de Cromagnon, u hombre actual) y el Homo neanderthalensis (Hombre de Neanderthal, extinto), y de donde han podido deducir que sí, que hubo «mestizos» resultados de algunos cruzamientos y que en nuestros cromosomas de hombres modernos, hay aproximadamente un 2% de genes del Neanderthal. En cuanto al perro-lobo y resumiendo las conclusiones de tan compleja investigación:

1.- El lobo es el único antecesor del perro. Quedan descartados, por diferencias genéticas marcadas, coyotes y chacales.

2.-Aparecen dos líneas maternas visibles (no se pueden contar, obviamente, las líneas extintas). En dos ocasiones posteriores, al menos, se registra en los genes un cruce de lobo y perra, pero contra lo que cabría pensar es excepcional: los proto-perros sólo se cruzan entre sí.

3.-Las tres cuartas partes de todos los perros actuales tienen un linaje originario de una única hembra.

4.- No hay razas caninas puras: en las razas estudiadas, 67 en total, no se presenta uniformidad de haplotipos, están todas recombinadas.

5.- Por datación genética y comparando las diferencias lobo/coyote, lobo/chacal, lobo/zorro, etc., se calcula la separación entre lobo y perro en un tiempo máximo de 135.000 años, un plazo muchísimo mayor que los 14.000 años aceptados hasta ahora por la aparición de fósiles de perro, distinguibles anatómicamente de los de lobo.

Aquí es donde ha estallado la polémica entre los distintos investigadores, ya que las secuencias de mutación mitocondriales tienen una tasa de regularidad bastante accidentada, lo que les convierte en relojes poco exactos.

…la fecha es bastante dudosa, son 135.000 años, 300% arriba o abajo… (O`Brien)

Los que se dedican a investigar los hallazgos arqueológicos son todavía más escépticos:

…No hay huesos que sugieran perros ni ningún otro animal doméstico, ni remotamente próximo a esa fecha. Si así fuera, el mejor amigo del hombre estaría a su lado royendo huesos cuando los humanos modernos aparecieron en África, lo cual es altamente improbable (Richard Klein, paleoantropólogo de la Universidad de Stanford).

De cualquier manera, la fecha de la domesticación se adelanta bastante más de los 14.000 años que se pensaba en razón de los hallazgos fósiles de perros como tal. Wayne argumenta que no hay fósiles de perro anteriores a esa fecha porque los proto-perros eran, anatómicamente, lobos, y por tanto indiferenciables de los fósiles de lobo que sí aparecen con frecuencia en todos los yacimientos arqueológicos del paleolítico. Se produce una diferencia genética precoz por el aislamiento y los cruces entre los proto-perros. Los cambios anatómicos surgirán con el tiempo.

Existe una explicación etológica al razonamiento de Wayne: los lobos, por contacto muy temprano, constante y prolongado con los humanos, y por el fenómeno de la impregnación, no aprenden la conducta social de los lobos adultos, se «olvidan» que son lobos, y los que quedan en los núcleos humanos irán creciendo aislados de sus parientes salvajes, sin mezclarse, formando una línea genética propia, cual emigrantes que se separaron de su tierra original.

Primeros restos fósiles de perro

Los primeros restos fósiles de perros aparecen en el paleolítico, pudiéndose calcular su antigüedad con un método tan preciso como el Carbono-14, y encontrándose en lugares tan distantes unos de otros como la cueva de Palegawra en Irak (12.000 años), Jaguar Cave en Idaho, USA (10.400 años), Star Carr en Inglaterra (9.500 años), Devil`s Law en Australia (8.000 años), Monteburr en Australia (8.000 años), Xian en China (6.800 años), Benton en Missouri, USA (5.500 años), Pont D`Ambon en Francia (9.700 años), Senckemberg en Alemania, Siberia, etc.

Todos estos restos de Canis familiaris presentan marcadas diferencias anatómicas con el lobo, Canis lupus: estudios de morfología dental (Olsen&Olsen, 1977) y craneal (Clutton-Brock, 1976; Robert Wayne, 1986) así lo demuestran. Otra característica a destacar es que casi todos estos restos presentan huellas inequívocas de haber sido devorados: aparecen chamuscados o presentan raspaduras y señales de haber sido descarnados, o los cráneos aparecen abiertos, para extraer el cerebro. El primer resto de convivencia «cariñosa» fue el hallazgo en una tumba de la cultura natufiense del esqueleto intacto de un perro joven junto a un esqueleto humano, en el oasis de Ain Mallaha, al norte de Israel, de una antigüedad aproximada entre 10.000 y 12.000 años.

En España, los primeros restos fósiles hallados se localizan en cuevas del País Vasco. Antropólogos de reconocido prestigio como Barandiarán y Jesús Altuna han excavado yacimientos en Euskadi, como los de Lezetxiki en Mondragón, Marizulo en Urmieta o Urtiaga en Deva, en las que se han hallado restos de perros, con una antigüedad máxima de 8.700 años. En la cueva de Lezetxiki aparecen restos de perro en diferentes niveles. El más reciente es el enterramiento de un varón joven junto a un perro, de hace aproximadamente 5.000 años. En la cueva de Marizulo, el fósil más antiguo se calcula en 6.500 años, pero hay un hallazgo posterior muy interesante: el enterramiento de un hombre junto a un perro (sin cráneo) y junto a un cordero intacto de tres meses, datado hace 5.500 años. El resto de perro más antiguo es un colmillo inferior, aparecido en la cueva de Arenaza (en 1979), datado en algo más de 8.000 años, aunque en un principio y llevados por el inevitable entusiasmo se dató (en Madrid) regalándole 2.000 años de más…ya lo decía al comienzo refiriéndome a los anticuarios: cuanto más viejo, mejor.

Pero no todos los restos arqueológicos van a ser fósiles. Un animal que, más tarde, será tan retratado como el perro, aparece fugazmente en la pintura rupestre. En España aparece en una representación en la Cueva de la Vieja de Alpera, Albacete, donde podemos ver algo parecido a un perro ayudando a unos arqueros en la caza del ciervo. En el sur de Argelia tuve la oportunidad de ver la figura de un perro en escenas de caza, dentro de la extensa zona de pinturas rupestres de Tassili N’Adyer       

Argelia-2007 113

                        Pintura rupestre en el Tassili N’Adyer, al sur de Argelia

Perro cueva de alpera0002

                                                       Cueva de La Vieja, en Alpera.   

Ued Tebobarén, en Tassili Ti-N-Eggoleh Las Las dos anteriores (Tassili N’Adyer y Cueva de la Vieja) son más o menos conocidas y han sido más representadas. Esta última es casi desconocida, por hallarse en el desierto al sur de Argelia, en una zona muy alejada de zonas pobladas y de los circuitos habituales. Representa una escena de caza: un grupo de perros cercando un antílope, y se halla en el Ued Tebobaren, en el Tassili Tin Eggoleh

La domesticación del lobo. Teorías sobre el origen del perro: los antepasados

El eslabón perdido: Studer, en 1901, propuso el origen del perro a partir de un antecesor salvaje y desaparecido, el Canis ferus. La principal objeción a esta teoría es que, mientras hay numerosísimos restos fósiles de todos los cánidos salvajes, no se ha encontrado ninguno de perro con anterioridad al año 13.000 a.C. Además, en todas las especies domesticas existe o existió su agriotipo o antepasado salvaje: de la oveja, el muflón; del caballo, el tarpán; de la gallina, el gallo bankiva; de la vaca, el uro, etc. ¿Dónde estarían los antepasados salvajes del perro que no se domesticaron?. Respuesta: el lobo. De todas formas, esta teoría fue defendida en fecha tan relativamente reciente y en un sitio tan «serio» como el Primer Coloquio de las Ciencias en París, en 1976.

El chacal: teoría defendida por Geoffroy Saint-Hilaire y apoyado por los estigmas morfológicos por Hubbler y Keller en el mismo Coloquio de París, en 1976. Fue rebatido por Francis Peters mediante estudios odontológicos: en el chacal, los dientes son más estrechos que en el perro, cuando la domesticación tiende, precisamente, a la reducción dental.

Cruces de chacal y lobo: el principal valedor de esta teoría fue el Premio Nobel de Medicina en 1973, Konrad Lorenz, padre de la etología, y precisamente por el enorme prestigio que confiere ser merecedor del Nobel, ha sido una teoría universalmente aceptada hasta prácticamente hoy. Segun Lorenz, en su libro: Cuando el hombre encontró al perro, éste proviene de cruces en diferente proporción de lobos y chacales, dando razas más «lupoides», más agresivas, con más sangre de lobo, entre las que Lorenz incluyó las razas tipo Spitz como los nórdicos o los terriers, o bien más «chacaloides», menos agresivas, con más sangre de chacal, entre los que Lorenz incluyó a los bracoides o perros de caza, según el diferente porcentaje de uno o de otro.

Sorprendentemente Konrad Lorenz se rebatió a sí mismo en otro libro posterior: Mis pecados entusiastas, descartando que el lobo hubiese intervenido en el origen del perro, influído esta vez por Charles Darwin, el impulsor de la teoría de la evolución que, en su obra clave, El origen de las especies, dijo: …el antecesor y el sucesor no pueden coexistir; o uno, u otro… Darwin lo aseveró por lo que pensó que tiene de cierto en las especies salvajes…pero una cosa es la evolución, y otra la domesticación. En los animales domésticos y como acabamos de ver, coexisten con su «agriotipo», con su antepasado salvaje.  

La aproximación al hombre

Adopción como mascotas: se ha propuesto que el lobo se domesticó al cuidar los niños como mascotas cachorros que, una vez crecidos, se quedaban en casa. Es cierto que los niños de las tribus actuales de cazadores/recolectores, cogen animalitos con los que se entretienen: monitos, loros, lagartos, etc. También es cierto que estas mascotas suelen acabar en la cazuela. No cabe la menor duda de que los lobeznos serían bien recibidos con los niños y que el estrecho contacto con éstos sería un buen estímulo para la interacción social con los seres humanos.

Pero no hay que confundir causa-efecto, y ver en los cachorros un regalo, como si el Paleolítico fuese una sociedad de tipo consumista, como la presente. Como ejemplo parecido, también en los pueblos los niños se encariñan con un corderito, un conejo, un lechón o una ternera a los que miman y con los que juegan…y se llevan un buen berrinche el día que a la presunta mascota les toca cumplir con el triste papel al que, desde un principio, estaba destinada.

Colaboración en la caza: es la tesis más extendida en cuanto a cómo el hombre y el lobo comenzaron a ayudarse, a ser mutuamente necesarios. Con unas mínimas nociones de etología cualquiera podrá entender que el lobo tiene un periodo clave de adaptación, hasta las seis u ocho semanas de edad. En el perro el período es un poco más largo, hasta los tres meses, y un perro que no haya tenido un contacto estrecho con seres humanos, a partir de esa edad será un animal tímido y arisco. Un lobezno a partir de los dos meses será, como mucho, «domable», pero no doméstico. Y un lobo adulto, con una conducta adquirida en condiciones normales lo tiene clarísimo: podrá seguir a los cazadores para después carroñear cuando éstos se hayan alejado, pero jamás permitirá que se le acerquen y, mucho menos, a sus cachorros.

El lobo como alimento para el hombre: las teorías más recientes explican la aparición del perro merced a la selección que las mujeres de las tribus nómadas del Paleolítico realizaron con los cachorros de lobo, capturados en su búsqueda constante de alimento, bien por haber matado a la madre, bien por localizar las camadas en las madrigueras.

En los cachorros menores de un mes, en vez de comérselos directamente como era lo habitual, las madres que habían perdido a sus hijos (la mortalidad infantil era elevadísima) aliviaban la congestión de sus pechos amamantando los lobeznos y, de paso, los engordaban para su consumo más adelante. Esta crianza que hoy nos puede parecer tan extraña la siguen realizando hoy día tribus cazadoras de Asia, África y Sudamérica con lechones y perritos, y es casi seguro que en el Paleolítico se produjese de forma paralela en diferentes regiones geográficas, como el hallazgo de los fósiles nos sugiere.

Como dato curioso me refirieron que allá en los años cincuenta, aún era costumbre en la provincia de Salamanca, cuando alguna mujer por cualquier motivo debía quitarse la leche, criar amamantando un perrito y, de esa forma, ir retirándose la leche poco a poco sin el riesgo de las dolorosas y peligrosas mastitis. Y para cuando el perrito ya no era necesario, por haberse resuelto el problema, se le sacrificaba: no se le permitía vivir, quizá por evitar el «mal rollo» de ver por el pueblo un perro criado por una mujer, o que un perro resultase «hermano de leche» de otros niños que viviesen en la misma localidad.

Lobeznos llevados a una tribu con mes o mes y medio se integrarán con facilidad, y si encima han sido amamantados, aún mejor, porque el contacto físico directo favorece extraordinariamente los vínculos con el resto de su nueva «manada». El número de lobeznos en una camada oscila de 4 a 9. En una camada completa el cachorro más grande suele ser el más agresivo (el futuro lobo líder de la manada suele haber sido el mayor de la camada), mientras que el más pequeño está acostumbrado a la sumisión al ser molestado por sus hermanos o, lo que es igual, cuando crezca será el menos «problemático» a la hora de tenerlo entre la gente. Y, a su vez, los niños y las mujeres muestran una atracción especial por los cachorros más pequeños de las camadas.

Los lobeznos nacen con los pabellones auditivos y los ojos cerrados, y las orejas pegadas a la cabeza. Durante 21 días son amamantados por la madre. Al cabo de esas tres semanas los cachorros comienzan a enderezar las orejas y a explorar el mundo exterior, fuera del cubil. A los 30 días vocalizan los primeros aullidos. Hasta entonces emiten sólo pequeños ladridos y gazñidos.

La impregnación y la neotenización

El fenómeno de la impregnación fue descrito por primera vez por el austriaco Konrad Lorenz, al que se considera el padre de la etología y del que ya hemos hablado por su teoría del origen del perro como consecuencia de cruces entre lobos y chacales. Konrad Lorenz fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1973 por sus estudios sobre etología, junto al zoólogo holandés Nikolaas Timbergen.

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                                                        Konrad Lorenz con sus ocas

Lorenz descubrió este fenómeno cuando al empollar unos huevos de oca, los pollitos comenzaron a seguirle a él como si fuera su madre, al ser lo primero que vieron moverse nada más romper el cascarón. Las ocas son especies precociales, o lo que es lo mismo: capaces de moverse y de alimentarse nada más nacer. Lo lógico es que lo primero que vean en su vida sea a su madre, a la que seguirán para su protección, pero pueden seguir a perros, vacas e incluso tractores, y son famosos los documentales sobre Konrad Lorenz caminando o nadando por el Danubio, con los pollos siguiéndole.

La palabra neotenia comenzó a utilizarse aplicándola a animales como el ajolote, una especie de salamandra mexicana capaz de reproducirse de manera precoz, aún en estado larvario y sin completar el desarrollo, como una adaptación a sequías que dejaban sin agua los charcos donde viven. Más tarde se aplicó la palabra neotenización a la persistencia, más allá del periodo infantil, de caracteres físicos infantiles.

Todos los mamíferos cuando son cachorros (focas, monos, lobos, ciervos, ratones, el hombre…) presentan unos caracteres externos neoténicos: frente abombada, ojos grandes y de mirada fija, hocico chato, boca pequeña, formas redondeadas, lo que confiere un aspecto indefenso, como de osito de peluche, con la doble misión de provocar en los adultos una actitud protectora y de evitar en éstos una conducta agresiva.

En el caso de los lobos y por neotenización psíquica entendemos la propensión a buscar el contacto físico, la docilidad o conductas apaciguadoras propias de un lobezno  y que podemos ver perpetuadas en muchos perros, tales como tumbarse panza arriba y dejar escapar gotitas de orina, o como el lamer la cara de los adultos, conducta que en la naturaleza provoca la regurgitación de la carne semidigerida con la que los padres van destetando a sus crías. Por neotenización física en los cachorros menos desarrollados entendemos el retraso en el crecimiento, la persistencia de las orejas caídas, ladrar en vez de aullar, etc., lo que favorece precisamente mantener los caracteres protectores.

Lo de la neotenización psíquica nos alcanza a todos, no sólo a los lobos. Basta ver la típica escena de una pareja de enamorados para entenderlo. Ese «portarse como críos» de las parejitas, ese «pichurrín», «cosita», «cielín»…acompañado de gestos, morritos y arrumacos en el fondo no es más que una estrategia biológica. Al «portarse como un niño» lo que se pretende es apaciguar los posibles rechazos o actitudes agresivas del otro.

Los lobeznos criados entre seres humanos van a sufrir un doble proceso de neotenización, física y psíquica. Cuando más adelante haga falta echar mano a cualquiera de los lobeznos ya más gorditos, más crecidos para preparar el menú, la elección entre el más grande, con más genio, posiblemente mordedor, y el más «canijo» de la camada, más tranquilo, más dulce, se decantará con toda seguridad por preservar la vida de este último. Y si la temporada fue buena, no hace falta comerse a todos y los cachorros viven lo suficiente para alcanzar la madurez sexual, a éso de los 6 o 7 meses de edad, no resulta difícil pensar que los caracteres neoténicos se irán fijando, poco a poco, generación tras generación, heredándose aquellos caracteres ya más perrunos que lobunos.

Queda una duda. ¿Cómo se podrían ir manteniendo aquellos caracteres neoténicos en los proto-perros sin mezclarse con los lobos que abundaban por todos lados?. Es muy posible que algunos proto-perros se escaparan de la tribu al alcanzar la madurez sexual llevados por su instinto, pero en los que se quedaron junto a nosotros y según los estudios genéticos realizados por Robert Wayne de los que hablé anteriormente, se mantuvieron unas líneas puras durante decenas de miles de años, con algún esporádico cruce con lobos. La explicación podemos encontrarla en que, tras criarse con seres humanos, los lobos sometidos a impregnación no «saben» relacionarse con los lobos salvajes, ya que sus pautas de conducta no coinciden.

En el caso de los lobos el periodo crucial para la socialización alcanza hasta los 20 ó 30 días como máximo. En los perros, hasta las diez o doce semanas, fase en la que el cachorro aprende, se «impregna» de los hábitos sociales de sus progenitores. Decíamos al comienzo que un perro que no haya tenido trato directo con seres humanos será para toda su vida un animal arisco y asustadizo. Un lobezno capturado a partir de los dos meses ya no se integrará y tendrá instintos huidizos y agresivos.

lobo juan de arphe 1585

Grabado de lobo en De varia commesuracion para la Esculptura y Architectura, De Juan de Arfe y Villafañe, orfebre y grabador. 1585

En los perros la falta de socialización afecta al trato con sus propios congéneres. Los veterinarios vemos con mucha frecuencia problemas por falta de socialización en perros criados desde muy cachorros sólo con personas y que a la hora de pasear por los parques se asustan muchísimo si ven que otro perro se acerca a olfatearles. Y a la hora de pretender cruzarles el instinto no lo es todo, los problemas son aún mayores: perros y perras que no «saben» lo que tienen que hacer, que no reconocen al otro como potencial pareja, que se rechazan a mordiscos aún estando en celo, asustados… Como muy agudamente señala el título de un libro del que lamento no recordar el nombre de la autora (actriz o presentadora, creo): Duquesa no sabe que es una perra.

La agresividad en el perro

perro agresivo0002

cuadro de perro rabioso

                                          Cuadro de ataque de un perro rabioso

Los veterinarios estamos acostumbrados, por desgracia, a ver numerosos casos de alteraciones de conducta, favorecidos a menudo por el desconocimiento que bastantes propietarios tienen acerca de cómo educar o, lo que es igual, como interrelacionarse con su animal, supuestamente de compañía. Este problema se ve incrementado, como decía en la introducción, por la tendencia consumista de tener la raza de moda, razas que a veces nos deparan desagradables sorpresas como un carácter fuerte, no apto para todos los públicos, o un temperamento que dificulta una educación y una convivencia normales.

Sólo por poner un ejemplo: la tendencia a la fuga en las razas nórdicas, tan de moda hace unos años. Y aunque está claro que dentro de cada raza, incluso dentro de cada camada aparecen diferentes personalidades, un factor determinante para el carácter sociable de un perro está relacionado con sus caracteres neoténicos, aquellos que heredaron de aquellos lobitos más reposados. Pero una cosa es un perro «escapista», y otra muy diferente y mucho más preocupante es un perro agresivo. Es un asunto como para tomárselo muy en serio. Unos pocos datos:

-En Francia, un estudio hecho en 1988 sobre los 10 últimos años: 12 casos de muertes en personas atacadas por perros.

-En Alemania, sólo en el año 1985, 5 muertes, y de 1985 al 88, 35 ataques graves (sin víctimas mortales).

-En los Estados Unidos, del año 1979 al 1996, 183 muertes.

-Y para finalizar, en España, del año 91 al 2005, 17 muertes por agresión de perros.

Sólo como ejemplo, y aunque son datos ya un tanto antiguos, en la década comprendida entre los años 1968 y 1978, en los Estados Unidos se registraron un millón de casos de personas atacadas por perros, algunas con desenlace fatal. El 60% de los perros que se sacrificaban allí fue por problemas de agresividad o conductas conflictivas, aunque hoy afortunadamente haya terapias eficaces y se calcula que sólo se sacrifican por esa razón el 1%. Pero no hay que olvidar que un porcentaje de las agresiones no son sólo por problemas emocionales. Se calcula que entre un 15 y un 20% de los casos el origen era una causa orgánica: cuadros de dolor que vuelven al perro más irritable, o por casos de disfunción cognitiva, lo que a veces le impide reconocer a su propio dueño.

En 1985, Benjamin L. Hart y Lynette A. Hart, etólogos de la escuela de veterinaria en la Universidad de California, en Davis, publicaron un artículo en el boletín veterinario J.A.V.M.A. titulado (traduzco): “Selección de los perros sobre la base de análisis de agrupamiento de perfiles de comportamiento de la raza”. Analizando 30 razas caninas, vieron más porcentajes de agresividad en aquellas menos neotenizadas (con orejas tiesas y cola enroscada, como los Nórdicos, los Terrier o los Chow-Chow), y menor porcentaje de agresividad en las razas más neotenizadas (de orejas y cola caídas, como los de caza, por ejemplo).

Los especialistas en etología canina establecen una lista de nueve parámetros para evaluar la sociabilidad de un perro:

-excitabilidad

-morder a los niños (los niños inquietan mucho a los perros por su tamaño y sus correteos)

-ladridos excesivos

-naturaleza juguetona

-obediencia

-ladridos de perro guardián

-agresividad hacia otros perros

-dominancia sobre el dueño

-territorialidad

Sobre esta lista y añadiendo dos más, los autores anteriormente citados, Benjamin L. Hart y Lynette A. Hart, publicaron el libro: “El perfecto cachorro. Cómo escoger un perro por su conducta”, donde reflejaron la evaluación hecha sobre 56 razas caninas, hecha por 48 veterinarios y 48 adiestradores. Comparándolas todas establecieron los dos extremos, las dos razas radicalmente opuestas:

-el “mejor”, el más tranquilo, doméstico y menos problemático, el Golden retriever.

-el “peor”, el más conflictivo, el Scottish terrier.

Los machos, debido a su hormona, la testosterona, tienen más tendencia a la dominancia y a las agresiones. Aunque las hembras suelen ser mejores guardianas de su territorio, los machos dan más problemas: tendencia a la fuga (instinto de diseminar sus genes), agresividad con otros perros, intentos de dominancia dentro de la familia (para escalar a la posición de “macho alfa”), más ladradores… Sencillamente, necesitan más control. En cualquiera de las razas se puede aplicar el Test de Campbell a las siete semanas de edad, para observar el grado de respuesta y predecir su comportamiento futuro, basado en cinco estímulos: atracción social, seguir al adulto, obligación, dominancia y dignidad.

Está claro que, en muchas ocasiones, lo que uno necesita precisamente es un perro fiero, que ladre y que defienda como es el caso del mastín cuando guarda sus propiedades. Pero como se ve en estos estudios, si lo que uno quiere es un perro de compañía para la casa habrá que pensar otras opciones…independientemente del espacio que se le pueda ofrecer. La reciente moda por los Retrievers o ,últimamente, por el Border Collie parece que, esta vez, está bien encaminada.

¿Por qué los lobos?

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                                                     Camada de lobeznos

Si tuviésemos que amamantar un animal -es un caso- tendríamos que considerar varios factores. Los lobeznos tienen una boca «blandita» y no echan los dientes hasta los quince días. Los rumiantes (cervatillos, cabritos), por contra, nacen ya con los dientes inferiores, chupan con fuerza y dan topetazos en las ubres, con lo que su crianza para una mujer sería molesta, incluso dolorosa. Las patas de los lobeznos son suaves y almohadilladas, mientras que las de los rumiantes tienen duras pezuñas con las que patalean al menor susto. Pero además de las indudables ventajas a la hora de ser amamantados, los lobos presentan otras ventajas cruciales para la convivencia con las tribus del Paleolítico.

Los lobos poseen un instinto social y jerárquico que les ayudaría a integrarse en un grupo también social, y con una escala jerárquica. Son menos tímidos que los rumiantes, permanecerán cerca de las personas en vez de tender a la huída. Los lobeznos poseen unos hábitos higiénicos innatos por lo que tienden a salir fuera de los cubiles para hacer sus necesidades a partir de los tres o cuatro meses de edad ( por increíble que les parezca a muchos desesperados dueños de perros con un transtorno de conducta, de eliminación en este caso), al contrario que los rumiantes, que defecan donde les apetece y muchas veces al día.

Los cánidos aprovecharían para su alimentación cualquier resto de la comida de los humanos, mientras que alimentar un herbívoro con la cantidad de forraje que necesita, en plena época glacial y con todo cubierto de nieve, sería un auténtico problema logístico. Otra ventaja es la ayuda que sus ladridos supondrían como advertencia de posibles peligros, de la presencia de fieras o tribus enemigas. Y otra ventaja, no menos importante para considerar, es el tamaño. Un lobo-perro se acurruca en cualquier rincón, sin estorbar. Los ainus, población de origen caucásico que habitaban la isla de Hokkaido, al norte del archipiélago del Japón, capturaban un osezno al que amamantaban y criaban en familia hasta que tenía un año, cuando el tamaño del animal le volvía incómodo para la convivencia, incluso peligroso, momento en el que se le sacrificaba ritualmente para después comer su carne.

Subespecies de lobo y origen de las razas caninas

El lobo es un animal sumamente adaptable a diferentes climas y temperaturas, habiendo colonizado toda clase de biotopos, desde los hielos árticos hasta los desiertos de Arabia. Se reconocen 32 subespecies de lobo repartidas por todo el Hemisferio Norte. De algunas de estas subespecies van a surgir los troncos básicos de donde proceden todas las razas caninas.

En el Mesolítico y en el Neolítico el hombre ya ocupa asentamientos estables y ha comenzado a domesticar ganado y a cultivar plantas. Los fósiles de perro presentan ahora diferencias notables de tamaño y constitución física. Los suizos fueron los pioneros en describir estos grupos de perros primitivos, al estudiar la cultura de los palafitos que se desarrolló a la orilla de los lagos alpinos. En el Museo de Historia Natural de Berna existe un departamento: la Fundación Canina Albert Heim, en honor al doctor Heim, veterinario y cinólogo, donde se trata de la anatomía comparada, con un importante fondo de restos fósiles caninos.

-en 1862 Karl Luwdig Rütimeyer describió el Canis lacustris, más tarde rebautizado como Canis familiaris palustris, al que se conoció como el «perro de las turberas», por hallarse sus restos en los lagos suizos y turberas de Dinamarca.

en 1878 Woldrich describió el Canis familiaris intermedius, de la Edad del Bronce, en Austria. 

-en 1901 Studer hizo una clasificación y describió al Canis familiaris intermedius y al canis familiaris inostranzewi, de yacimientos de la Edad del Bronce en Checoslovaquia (2.000-3.000 a.C.).

Aparecen restos por toda Europa: Dimitri Anuschin describe C.f. inostranzewi  en 1915, en Rusia;  Alois Jeitteles describe C.f. metris-optimae en 1958, en Austria; Joachim Boessneck en 1962 describe restos de ocho perros en el yacimiento de Seeberg-Burgäschisse-Süd, en Suiza. En España Jesús Altuna, en 1972, describe restos de C.f. inostranzewi y de C.f. intermedius en Marizulo…

En 1963 Frederik Zeuner, en su libro A History of Domesticated Animals estableció una primera clasificación con los diferentes tipos de perros prehistóricos. Mas tarde el japonés Soichi Tanabe, tomando como base la de Zeuner y con una base mucho más científica propuso una nueva clasificación a partir de las diferencias que encontró al investigar, mediante electroforesis, dos enzimas de la sangre: LAP (Leucín-aminopeptidasa) y GPI (Glucosa-fosfatoisomerasa), y variantes de la Hemoglobina (el pigmento de los glóbulos rojos), a lo largo de los años 1974, 1977 y 1978. Sus conclusiones fueron las siguientes:

-hay un grupo de razas, en el eje Norte de China-Corea-Sur del Japón, con diferencias genéticas marcadas respecto a los perros europeos…excepto el Dálmata, raza por otra parte con un metabolismo un tanto peculiar: es el único perro que puede padecer «gota».

Perros akita inu

           Akita Inu (o perro de Akita), la variedad americana, con hocico negro

-que los perros del Norte de Japón (islas Hokkaido y Kuriles) tienen similitudes genéticas con los del Sur de China (Taiwan), Este de La India (Bangladesh) y algunos europeos. Curiosamente esta «isla» de perros diferenciados a los del resto de Japón coincide con la distribución de los ainus (a los que mencioné por su captura y cría de cachorros de oso), población de rasgos caucásicos similares a los europeos: piel blanca, ojos claros, muy velludos, ausencia de rasgos mongoloides como el pliegue epicántico y de origen incierto, que vivían aislados en Hokkaido y Kuriles, rodeados de pueblos mongoloides y separados por miles de kilómetros de las poblaciones caucasoides más próximas.

Tanabe, como buen japonés, añadió a la clasificación de Zeuner el grupo de los perros japoneses y tomando como punto de partida las subespecies de lobo diseñó el árbol genealógico del perro:

-lobos del norte: o Canis lupus lycaon, que daría origen al «perro de las turberas», antepasado de las razas tipo Spitz: de orejas tiesas y colas enroscadas (nórdicos, Chow-Chow, terriers, etc), los «lupoides» que decía Konrad Lorenz.

lobo chino:Canis lupus chanco, que daría origen a los perros del Norte de China, Corea y japón.

lobo de Arabia:Canis lupus arabs, que daría origen a los cuatro troncos básicos de las razas europeas y asiáticas:

*Canis familiaris metris-optimae, antecesor de los perros ovejeros.

*Canis familiaris intermedius, antecesor de los perros «bracoides»: Spaniels, sabuesos, etc

*Canis familiaris leinieri, antecesor de los «graioides»: galgos, lebreles, etc

*Canis familiaris inostranzewi, antecesor de los molosos y de nuestro mastín.

Ahora bien, según el índice total de subespecies del lobo citadas por el historiador y naturalista Ramón Grande del Brío en su obra El lobo ibérico, las citadas por Tanabe no serían las correctas. El Canis lupus lycaon, supuesto antepasado del «perro de las turberas», es una subespecie que habita tan sólo la costa atlántica de Norteamérica. La subespecie presente en el norte de Europa y Asia es el Canis lupus lupus. En cuanto al lobo chino, Canis lupus chanco, Grande del Brío no menciona a esta subespecie, sino al Canis lupus laniger, presente en el norte de China y Mongolia.

Y en cuanto al lobo de Arabia, la distribución del Canis lupus arabs se limita a una pequeña zona montañosa en el sur de la península arábiga, en los países de Yemen y Omán. La subespecie de lobo presente en todo Asia Menor, desde el Mediterráneo hasta La India, es el Canis lupus pallipes.

El lobo de La India como antepasado de los perros europeos

Posiblemente el supuesto origen de los perros tipo Spitz a partir de lobos nórdicos no sería verdad si tomamos como referencia las investigaciones sobre genética de Robert Wayne. Tanabe, siguiendo a Zeuner, pone a los Spitz en un grupo aparte, descendiente de los lobos del norte pero, si bien es cierto que halló diferencias genéticas entre los perros japoneses que demuestran un origen distinto, no las encontró, porque no las hay, entre los Spitz y el resto de las razas europeas. Según Robert Wayne, de haber una cierta lejanía en el origen las diferencias genéticas serían evidentes y, volvemos a insistir, el caso es que no existen tales diferencias.

Ahora es cuando parece que todo va encajando: tenemos una subespecie, una zona y una época.

-Una subespecie, el Canis lupus pallipes o lobo de La India, del grupo de los lobos rojos, de menor tamaño que los europeos al vivir en regiones más cálidas. Más «interactivo» con el hombre: existen varios casos reales y bien documentados, de niños adoptados y criados por lobos salvajes en La India, al estilo de Mowgly, el protagonista de El Libro de la Selva. Y ningún caso documentado en Europa, quitando mitos como el de Rómulo y Remo. Para colmo, no aúlla sino que emite ladridos cortos…el candidato idóneo para la impregnación.

-Una zona, Oriente Próximo, cruce de caminos y punto de partida desde donde se difunden hacia Asia y Europa los Homo sapiens procedentes de África. Zona con abundante presencia humana y de Canis lupus pallipes desde los tiempos más remotos.

-Una época, finales del Neanderthal y comienzos del Cro-Magnon, hace unos 40 ó 50.000 años, lo que está ya más cerca de los cálculos de Robert Wayne.

Tenemos todos los ingredientes para que la mayonesa salga buena: pudo adaptarse a nosotros una subespecie de lobo más susceptible para la domesticación que otras, en una zona crucial y en un momento en que el hombre de Cro-Magnon comienza a expandirse adoptando y llevando con ellos sus proto-perros por toda Europa…lagos suizos incluídos, dando origen entre otros al famoso «perro de las turberas» y, entre otros muchos más, a nuestro querido mastín.

Pero el cómo van surgiendo las razas caninas…ése es un tema para otra entrada.

El mastín y la Mesta de Castilla

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Esta entrada del blog en realidad es un capítulo que, a su vez, forma parte de un trabajo aún pendiente de publicación sobre el mastín: El mastín español. Historia de un compañero, que presenté a un certamen convocado por la Real Sociedad Canina en 1998, y en la que tuve el honor de ganar el segundo premio, en su categoría de razas españolas.

La Mesta es un capítulo tan importante en la historia de Castilla, tanto por la riqueza generada como por la pujanza dentro de Europa, que numerosos autores han profundizado en el estudio de sus múltiples facetas, tales como el origen, desarrollo, economía, etc. De entre ellos destaca el norteamericano Julius Klein cuya obra: La Mesta. Un estudio de la historia de la economía española, 1273-1836, en la que empleó varios años de ardua investigación en diversos archivos, obra rica en información y lúcida en exposición, sigue siendo la «biblia» para todos los que han querido acercarse a lo que significó, para Castilla,  la cría de ovino y el comercio de la lana durante seis siglos.

Un apunte sobre Julius Klein, el pionero

La figura de Julius Klein es una rara avis, en el sentido que tuvo que ser un norteamericano y hace más de un siglo, el que se interesase por un tema, supuestamente tan importante para nosotros y que aquí nadie había tocado, o en todo caso muy de pasada. Licenciado en Historia y Literatura por Berkeley, fue becado por la Universidad de Harvard entre los años 1912 y 1914 para investigar en Europa. Y aunque consultó esporádicamente archivos de Francia, Gran Bretaña y Alemania, fue en España donde más tiempo permaneció… en una España todavía muy atrasada. Durante esos años se dedicó afanosamente a consultar legajos polvorientos en varios archivos, tales como los de Simancas o el de la Asociación de Ganaderos del Reino, que absorbió los de la Mesta de Castilla tras su disolución.

Su obra La Mesta…fue presentada como tesis en Harvard aunque no se publicó hasta 1920. Pero hubo de esperar a 1936 para ser traducida y publicada en castellano gracias a la Revista de Occidente, fundada y dirigida por Ortega y Gasset. Julius Klein aún hizo algún trabajo de investigación sobre Latinoamérica, aunque lo que pudo haber sido una gran carrera como investigador y docente quedó a un lado ante su nueva actividad, ésta vez como asesor político experto en temas económicos y latinoamericanos, en puestos cada vez de mayor responsabilidad.

Los conflictivos comienzos del pastoreo. Los antecedentes de la Mesta

Podemos resumir, en esencia, la importancia que tuvo la ganadería en la España medieval si tenemos en cuenta dos factores: el avance de la Reconquista y la escasez de población. Según avanzan las fronteras hacia el sur, la ganadería se impone como medio de explotación de unas tierras extensas y asoladas por la guerra, con constantes incursiones por uno u otro bando, por las frecuentes epidemias de peste y por largos periodos de sequía con la secuela de la hambruna:

-…la continuidad de guerras y alborotos impedía la labranza de los campos (Colmenares, «Historia de Segovia», tomo I, pg. 445)

-…en este año (1301) fue en toda la tierra muy bien grand fambre, e los omes moríanse por las plazas e por las calles de fambre, e fue tan grande la mortandad en la gente, que bien cuidaran (calcularan) que muriera el cuarto de toda la gente de la tierra… (Crónica de Fernando IV, pg. 119)

…en el año de 1350 murió el mismo rey Don Alfonso (de la peste negra, en Algeciras). En esta peste que arrasó toda Europa y parte de Asia, España padeció infinito; tanto, que después del diluvio no hay noticia de semejante calamidad; de tres partes de la gente perecieron las dos; entonces se despobló España, y las tierras quedaron yermas, sin dueños y sin colonos…(Fernando Cos-Gayón, «La Mesta», 1869).

-…en 1348 hace su aparición la peste negra; en tres años se lleva a un tercio de la población europea mientras que el clima sufre un descenso de la temperatura: los inviernos se prolongan, los ríos se hielan durante meses y los lobos entran en París…(Georges Minois, «Historia de los infiernos«).

-…Et quando el Rey ovo a salir de la tutoria, falló el regno mui despoblado, et muchos lugares yermos: ca con estas maneras muchas de las gentes del regno desamparaban heredades… («Crónica de Don Alfonso el Onceno», en 1325)

La agricultura precisa para su aprovechamiento de una población estable, cierta seguridad y el tiempo necesario para esperar las cosechas, y estas tres cosas en la Castilla medieval, de momento, son impensables. La ganadería ofrece la ventaja de que necesita menos mano de obra y, sobre todo, ofrece más movilidad. El pastoreo ya era practicado por los celtíberos, herencia de la cultura pastoril nómada de sus antepasados arios. Se limita en un principio a los mismos recorridos que hacían los celtíberos en lo que aún no se llamaba Castilla: en la cuenca del Duero, de la montaña a la llanura y de la llanura a la montaña, siguiendo el ritmo de las estaciones. Recorridos de pocos días, al estilo de la transterminancia que siguen practicando los pastores en los valles del Pirineo.

Pastoreo Pirineos

                                  Pastoreo estival en los valles del Pirineo

Pero, poco a poco, y superando sus crisis motivadas por las guerras o la peste, la población va aumentando, lo que conduce a que se van colonizando cada vez más tierras que comienzan a ser cultivadas. Esta corta trashumancia en los reinos de Castilla y León fue motivo de conflictos desde sus comienzos -y antes, como veremos- , al chocar los movimientos del ganado con el uso de las tierras por parte de los agricultores, conflictos harto frecuentes si consideramos las muchas veces que se intenta regular:

– en el año 504 se redacta el Código de Eurico, de unos 400 capítulos donde se recopilan las «mores» o costumbres, entre otras las del pastoreo. Su sucesor, el rey godo Sisenando lo amplía en el 603.

-Recesvinto aprovecha el VIII Concilio de Toledo, en el año 654, para redactar el Liber Iudiciorum (o Libro de los Jueces), más conocido como el Fuero Juzgo al ser traducido al castellano años después, y donde podemos leer: «autoriza el acceso, sin restricciones, del ganado a las tierras abiertas y su paso por carreteras públicas («Fuero Juzgo», Lib.VIII, tit.IV, ley 27).

-el Fuero de 974 autoriza a proceder contra quien se apodere del ganado.

Villas y ciudades, a partir del año 1000, redactan sus propios fueros bajo la aquiescencia de los reyes, en un intento de expansión de sus áreas de influencia y apacentar sus ganados:

-Alfonso I de Castilla, en 1088: …tomando debaxo su protección y amparo todos los ganados de Segovia y mandando que pudiesen pastar libremente sin que nadie se atreviere a oponerse a los pastores, prenderlos, montazgarlos (cobrarles impuestos) ni impedírselo…(Colmenares, «Historia de Segovia«).

-Salamanca redacta sus propios fueros para controlar los derechos de paso y pasto de los ganados foráneos. En los Fueros de Sepúlveda y Fresno, otorgados por Alfonso VIII en 1207, se prohibe labrar y poblar los lugares más alejados del término, los «extremos» (palabra que vamos a oir a menudo) reservándolos para sus pastos.

-El Fuero de Cuenca castiga con fuertes multas y la expulsión a los que se atrevan a arar dichos extremos: …»Qui exido de conceio laurrare, assí de uilla como de aldeas, peche LX marauedís al juez y a los alcaides y a los caualleros y dexe la heredat»…

Las tierras, a menudo, están en poder de la nobleza feudal y los monasterios, y contra estos dos poderosos estamentos chocan los concejos de los pueblos. El propio Cid Campeador actuó una vez de juez, en el año 1073, en un pleito entre el monasterio de Cardeña y el concejo de Orbaneja. Caballeros y modestos propietarios se reúnen varias veces al año para dirimir sus problemas. Son el germen de las «mestas» (uniones) locales de ganaderos y pastores. En estas mestas ya tenían derecho a voto cualquier propietario de 50 o más ovejas, fuesen estantes o trashumantes, tanto hombres como mujeres. Este democrático derecho al voto se mantuvo igual años después, ya bajo la protección de la poderosa Hermandad de la Mesta de Castilla, donde valía lo mismo el voto de una mujer con cincuenta ovejas que los conventos de Guadalupe o El Escorial, propietarios de rebaños con miles de cabezas.

La palabra «mesta» se utilizó en un principio con más exactitud para designar al ganado mesteño o descarriado, «mixto» o mezclado con otros rebaños. Los pastores se reunían en lugar y fecha prefijados para reconocer cada cual las suyas. Para evitar tentaciones, Alfonso XI de León, en 1229 dispone: …«guardar las mestas, no ocultarlas, venderlas ni mudarlas la marca»…

Pero son inevitables los conflictos entre los concejos con intereses pastoriles por el aprovechamiento de los pastos. Apenas conocido fue el enfrentamiento acaecido entre los concejos de Madrid y de Segovia, que no tuvo nada que envidiar a una película del Oeste. Durante casi cien años, entre los años 1200 y 1300 se sucedieron a ambos lados de la Sierra saqueos, destrucción de aldeas, robo de ganado y muertes, todo por unas hierbas fronterizas.

El caso más llamativo es el de Segovia, protegida en sus pretensiones por Alfonso VIII, por el Documento de las Cañadas, de 1208. Segovia avanza sobre las tierras de otros concejos, y el más perjudicado es el de Madrid, quedando ésta reducida casi a las tierras que rodean la villa (Elías Tormo, El estrecho cerco de Madrid, de la Edad Media, por la admirable colonización segoviana, en el Boletín de la Academia de la Historia, 1946).

Alfonso X intentó poner orden fundando en 1268 la villa de Guadarrama, poblada por segovianos, para arbitrar las competencias entre éstos y los madrileños (Diccionario geográfico, histórico y estadístico de España, de Don Pascual Madoz, S.XIX). Y ya que, pongamos que hablo de Madrid, el famoso emblema del Oso y el Madroño también tiene que ver con el tema: representa la solución salomónica que se encontró al litigio que se mantuvo durante veinte años entre el concejo y el cabildo. Los vecinos pudieron aprovechar los árboles y la caza, representados por la osa (es una osa y no un oso) y el árbol (un manzano, más que un madroño), mientras que el cabildo pudo aprovechar los pastos para sus ovejas (la hierba del suelo).

Las tensiones entre concejos de campesinos y pastores se iban haciendo tan frecuentes que, a ruegos de éstos y con el fin principal de regular los derechos de paso, los montazgos y portazgos (impuestos locales por derechos de paso), Alfonso X El Sabio funda el Honrado Concejo de la Mesta de Castilla, por los Privilegios de Gualda, el sábado 2 de Septiembre del año 1311 de la Era Hispánica, según consta en los documentos (año 1273 de la Era Cristiana).

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               Carta de confirmación de los privilegios de la Mesta por Enrique II

La Mesta

En esencia, la Mesta es un sindicato de ganaderos que se unen para protegerse, homologar el precio de la lana, evitar competencias en el arriendo de los pastos (y evitar que suban los precios), eludir los múltiples impuestos que debían pagar allí por donde pasaban sus ovejas y, muy importante, proteger la integridad de las «servidumbres de paso», tupida red de caminos pecuarios, estimados en un total de 125.000 kilómetros, formados por:

-cañadas: vías principales, con una anchura fija de 90 varas castellanas, unos 76 metros.

-cordeles: enlaces entre cañadas, de 45 varas, unos 39 metros de anchura.

-veredas: caminos locales, de 23 varas, unos 19 metros

y que van a permitir la marcha de los ganados a «extremos» desde las sierras de origen.

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            Mapa de las principales cañadas de la Mesta y sus áreas de invernada

No es éste el lugar para extenderse hablando de la Mesta de Castilla. Sólo decir que durante sus seis siglos de existencia fue un estado dentro del estado, con leyes, autoridades y parlamento propios, con un sistema democrático como decíamos más arriba con votaciones a mano alzada en los que valía lo mismo el voto de un humilde propietario de cien ovejas que el del Monasterio de El Escorial, con 30.000, y un escrupuloso respeto a las decisiones tomadas en sus juntas semestrales.

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                           Burgos, sede del Consulado de la Lana

Bajo el reinado de su fundador, Alfonso X El Sabio, Castilla disfruta de la economía más próspera de la península y es una de las potencias más pujantes de Europa, gracias a la repoblación de las ricas comarcas andaluzas, recién conquistadas, y al desarrollo de la ganadería y la exportación de lana, que compite con tal éxito con la lana inglesa que copa los mercados y la industria pañera de Flandes, Génova y la propia Inglaterra; fomenta el desarrollo de ciudades feriales como Medina del Campo o Burgos (sede del Consulado de la Lana, donde se regula todo el comercio exterior), y de los puertos del Cantábrico, tales como Santander, Bilbao o Castro Urdiales, donde se embarca el preciado género con destino al norte de Europa.

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                                            Embarcando los fardos de lana

Para el trasiego de las miles de arrobas (en Castilla, equivalente a 11’500 kg; en Aragón, a 12’500 kg) de lana desde los lugares de esquileo hasta los mercados y puertos, se crea en 1497 la Cabaña Real de Carreteros, equivalentes a los camioneros de hoy en día -aunque algo más lentos-, y que en sus carretas hacían unas rutas circulares transportando además de la lana, sal, cerámicas, carbón, madera y otros géneros, de un punto a otro. En invierno descansa la fuerza motriz, los bueyes, en las dehesas de Talavera y comarcas cercanas, recuperándose con los ricos pastos que crecen en la ladera sur de la Sierra de Gredos.

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      Carretas de bueyes por el Puente de Segovia de Madrid, finales S.XIX.

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…la mejor sustancia destos reynos…

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Staalmeesters: el Gremio de Pañeros de Amsterdam, por Rembrandt. Los que                                                                           compraban la lana merina

de nuestras lanas y caballos se hacía el mejor aprecio, como en tiempos de los godos y romanos, pues consta que los reyes de África enviaron a Carlomagno entre otros regalos exquisitos, una porción de lana de nuestras ovejas (pag. 117)… nuestros tejidos de lana, algodón, lino y seda eran muy estimados en toda Europa, como se echa de ver por los muchos velos y telas que iban de España a Roma en el siglo nono, y por el paño que envió a regalar el rey Mahomad Abu-Abdalla en el año de 865 a Carlos el Calvo, rey de Francia (pag. 131)…(Masdeu, «España Árabe, en Historia Crítica», Tomo XIII, pag.117, 1781).

La lana española tenía ya fama en la antigüedad. Autores clásicos como Varrón, Columela, Plinio y Estrabón mencionan la calidad de la lana de las ovejas de la Bética, o los sagum, túnicas de lana de los celtíberos, requeridas como impuesto por los romanos, aunque es cierto que la lana de las ovejas iberas era de fibra larga y suave y color pardo rojizo, y no crespa y corta y de color blanco, como la lana merina.

cuando el general Lúculo sitió la ciudad de Intercatia (aún sin localización precisa: se barajan, entre otras, Villalpando, Aguilar de Campos o San Pedro de Latarce) les exigió, a cambio de su indulgencia, cincuenta rehenes y diez mil «sagum»… ((Appiano de Alejandría, «De rebus hispaniensibus»).

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                       Figura ibera representando un lobo devorando una oveja

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Pastoreo exvoto ibérico

A la izquierda, pequeño exvoto ibérico de bronce hallado en Despeñaperros.                A la derecha, parece la figura de un belén, pero es un exvoto romano de terracota

Pero el auge de la Mesta se produjo al finalizar la Reconquista, con la obtención de la oveja merina, de finísima lana, y la conquista de los vastos territorios de La Mancha, Andalucía y Extremadura, ideales como pastos de invierno. La primera mención a la lana merina consta en un documento notarial redactado en 1307, por el clan de comerciantes genoveses Usodimare, en la que se alude a la compra en Túnez de unos sacos de «lana qui apellatur merinus»  («lana que llaman merina». Robert Salatino López, «The Origins of the Merino Sheep»). En España la primera mención se halla en los inventarios de tarifas expendidas por Juan II, en 1442, en los que fijan las tasas para el paño confeccionado con «lana merina» (Julius Klein, «La Mesta…»).

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Pastoreo la lana merina

  Carnero y oveja merina. Obsérvese el espesor de la capa de lana

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Ilustración de un facsímil del libro De Materia Médica, del médico griego Discórides (Siglo I), traducido por el médico segoviano Andrés de Laguna, con ampliaciones, comentarios  e ilustrado por él mismo (1554), y donde se puede ver unas tijeras como las del Museo Arqueológico.

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Tijeras de esquilar celtíberas, Museo de Arqueología de Madrid. Iguales a las usadas de siempre, hasta que aparecieron las esquiladoras eléctricas

Aunque para variar, hay teorías de lo más pintoresco para explicar la aparición de la apreciada oveja merina, parece ser un proceso de cruzamiento del ganado autóctono con moruecos importados procedentes de la región de Al-Gharb, de Marruecos. Se protege celosamente a estas ovejas, fuente de la principal riqueza de Castilla (…la mejor sustancia destos reynos…), prohibiendo su exportación y controlándolas, una a una, las pocas veces que atraviesan las fronteras hacia Navarra, Aragón o Portugal.

De la misma forma que monasterios como El Paular, Guadalupe o El Escorial, pertenecientes a la orden de los Jerónimos, poseen mediante donaciones gran parte de los pastizales de verano en el norte, la «invernada» se realiza en los extensos territorios del sur, arrebatados a los moros por las órdenes militares (Santiago, Calatrava, Montesa) que han contribuído a su conquista. Estas tierras de secano, incapaces de mantener grandes rebaños en verano al quedar agostadas y resecas, obtienen excelentes rentas como pastos invernales, lo que se llamó «maravedís de yerba». Unos y otros obtienen parte importante de sus ingresos gracias al comercio de la lana merina.

Es ahora cuando la trashumancia alcanza sus máximos recorridos, moviendo cada año entre dos y tres millones de ovejas -llegaron a ser cinco millones en 1780- en un doble viaje de hasta 600 kilómetros, 20 días como mínimo, a razón de 4 ó 5 leguas diarias (unos 20-30 kilómetros), desde las montañas del norte de Castilla hasta los «extremos», cada vez más alejados, de Extremadura, La Mancha o Andalucía.

Extremadura, pastores y perros

Y hablando de Extremadura, y pese a lo que se ha propuesto a menudo, el nombre de la región extremeña no le viene de ser «extrema» y «dura», sino que es, sencillamente un término pastoril. Cuando los pastores, sorianos y segovianos en su mayoría (lo que se conocía como «serranos») se despedían de sus familias por San Miguel, 29 de Septiembre, decían que se iban «a la extremadura», es decir, comenzaban su viaje «a extremos»…unos extremos que ya no estaban en las afueras de su pueblo, sino cada vez más alejados.

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Una imagen que ya no se ve, salvo «festejos reivindicativos». Cabras junto a la Puerta de Alcalá. Fotografía de 1.910

 El paso de las merinas por el Puente de Alcántara, Cáceres. Construído por los romanos entre los años 104 y 106, su nombre actual deriva precisamente del árabe: al-qantara = «el puente».

Se habla en los contratos de «lana extremada» y de «lana extremeña», como sinónimo de lanas u ovejas trashumantes que, al igual que los pastores, «hacen los extremos», así como se menciona al hablar del ganado estante como «que no extremeña». Al igual que «andadura» es el hecho de andar, y «metedura» el hecho de meter, la «extremadura» era el hecho de viajar a los extremos, el viaje en sí, aunque acabase por dar nombre a aquellas tierras lejanas donde terminaba el recorrido, y a donde se referían las familias de los pastores cuando se les recordaba: «están en la extremadura». Aún suena por las sierras, melancólico, el romance de despedida:

ya se van los pastores a la extremadura (con minúscula), ya se queda la sierra triste y oscura…

La dura vida de los pastores goza al menos de una fuerte tutela por parte de la Mesta: los pastores están exentos de servir en el ejército, por tanto no se les puede movilizar en caso de guerras. No se les puede encarcelar por deudas de sus amos ni de la Mesta. Están exentos de aparecer ante la justicia como testigos y no necesitaban abandonar los rebaños ante el requerimiento de ningún funcionario…a no ser que fueran expresamente autorizados por la Mesta. Sólo pagan impuestos en su lugar de origen.

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Pastores castellanos.     

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Figura de plata de pastor romano (Siglo I), con cordero a la espalda

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    La anunciación de los pastores. Fresco del techo en San Isidoro de León.                    

…otrosí, mando que ningún pastor non sea prendado por razón ninguna, si non fuere por su debida propia o por fiadura que el mesmo haya fecho… (Alfonso X, «Privilegios de Gualda», 1311 de la Era Hispánica).

-… y que pagasen segun fuero (no «fuera», sino por los Fueros de protección) el daño que hiciesen los ganados en las mieses, viñas, huertos, prados o dehesas, reconocidas por tales… (Disposiciones de Alfonso de Castilla en el año 1200 según Colmenares en su ya citada «Historia de Segovia», 1637)

Como vemos la casi única obligación de los pastores era permanecer con el rebaño impidiendo el acceso de las ovejas a las «cinco cosas vedadas»: trigales y panes, viñas, huertas y prados de guadaña. Y protegerlos contra los lobos y los forajidos. Esta necesidad de protección se consigue con dos cosas: armas y perros.

La escasez de armas de fuego en épocas pasadas dificultaba la caza del lobo. En el año 1527 el Emperador Carlos V prohibía el ejercicio de la caza con armas de fuego, así como la tenencia de arcabuces por los particulares, reservando su uso para el ejército. Las quejas formuladas por los pastores, quienes se sentían desvalidos ante las frecuentes depredaciones de los lobos, motivó que en el año 1617, Felipe III promulgara una pragmática autorizándoles el uso de las armas de fuego.

La Mesta reconoce a los pastores castellanos el derecho a ir armados por los frecuentes ataques de que los rebaños eran objeto, no sólo por parte de los lobos, sino también por «merodeadores y gitanos». Los gitanos fueron causa de un sinfín de quejas por parte de la Mesta, lo cual influyó en el Decreto de 1499, que los expulsaba del territorio. Pero no parece que tuviera este edicto una gran eficacia -como está claro, los gitanos siguen entre nosotros- , ya que reaparece el problema repetidamente en años sucesivos. A los alcaldes entregadores de La Mesta se les concedió una licencia especial de armas para defenderse de los gitanos.

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                                                           Manuales para pastores

En cuanto a los perros, para el cuidado de las ovejas se necesitaban de dos clases: los careas y los mastines. El carea: pequeño, ágil, listo, atentos a las órdenes de los pastores para conducir las ovejas. No tenía un estándar definido, se seleccionaban los que por herencia materna o temperamento parecían ofrecer las cualidades necesarias. Hoy día sí hay un carea castellano, pero razas estandarizadas similares las vemos por otras zonas ganaderas: el Gos d’atura catalán, su versión francesa allende el Pirineo o Berger des Pyrenées, o el Euskal Artzain Txacurra vasco.

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         Gos d’atura catalán. En castellano se traduciría como «perro de parada»

La palabra: «carea», para designar a este tipo de perros vendría del hecho de la conducción de las ovejas hacia el «careo»: hierba que pastan las ovejas, de donde proviene «carear»: pastar, o la frase «salir al careo».La aparición del carea en la Mesta es tardía ya que el papel de conducir el rebaño estaba encomendado en un principio a los zagales, chavales de doce o catorce años que estaban todo el día corriendo alrededor del rebaño para que no se metiesen en los «vedados».

El mastín

moloso mastin español

Y el mastín, resistente para aguantar las caminatas, duro para soportar fríos y calores, valiente y fuerte para enfrentarse a los lobos… Antes de la aparición de las armas de fuego y aún con éstas, ante el ataque nocturno de una manada de lobos, un rebaño de ovejas sin mastines está indefenso, sin más. Si en las montañas y los páramos de Castilla los mastines eran la mejor arma contra el lobo, en los largos desplazamientos de la Mesta, el mastín se hizo imprescindible, y se le da la categoría que merece. En el salario de los pastores, junto al «cundido»: sal, pimentón, ajos, sebo, manteca y pan, que dará lugar a platos pastoriles tan sabrosos y  energéticos como las migas y la caldereta, se incluye la comida de los perros: el «canil», pan negro de centeno especial para los perros y el «chicharro», mezcla de harina de centeno, restos de carne y huesos triturados. En Burgos, en los siglos de la Mesta, se obligaba a las gentes a dar de comer antes a los perros pastores que a las propias personas, e idéntica ración.

…La cabaña de merinas estaba compuesta por lo menos un rebaño, no inferior a 1.000 cabezas, el cual se dividía en dos o tres hatajos de parir (hembras de vientre), otro de borras (corderas primales de reposición) y la carnerada (sementales), mas los mansos (también llamados encencerrados), carneros castrados jóvenes, siempre cornudos, de buena marcha y debidamente adiestrados, usados como guías y auxiliares de la conducción de las distintas piezas enumeradas… («Razas ovinas españolas», de los veterinarios Antonio Sánchez Belda y María C. Sánchez Trujillano).

El rebaño estaba a cargo de un pastor con cuatro ayudadores y cinco mastines. Julius Klein en su libro La Mesta…nos cuenta:

los perros eran cuidados con especial esmero, asignándoles la misma cantidad de comida que a los pastores. Todo daño inferido a los perros se multaba con una pena de cinco ovejas en adelante. La posesión de un mastín extraviado era ilegal, sin previa autorización de La Mesta otorgada en sus juntas anuales…

Se protegía a los perros loberos con fuertes multas:

-…si alguno matare can villano de ganado que lobo mate o tuelle a lobo, pague XV mencales… (Fuero de Cuenca, otorgado por Alfonso VIII en 1190).

-…todo aquel que can aldeano matare que lobo matare peche XX mencales…e qui matare otro can que non sagudiere carne a lobo, peche X mencales… (Fuero de Zorita de los Canes, S. XIII)

-Otro tanto se señala en el Fuero de Baeza, otorgado por Fernando III en 1236, sobre un conjunto de disposiciones dictadas anteriormente por Alfonso VII, más tarde ampliado por Alfonso X.

est es Fuero antiguo del precio de los canes…e por can que mata al lobo, treinta sueldos, e el otro tres sueldos… (Fuero Viejo de Castiella, Libro Segundo, Titol V, en 1378, en origen dentro de la colección de Alfonso VIII de 1212).

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Las carlancas: una herramienta imprescindible para proteger el cuello de los mastines de la dentellada mortal del lobo

Con relación a la función de los perros «matalobos» me veo obligado a mencionar el libro: Perros: una nueva interpretación sobre su origen, comportamiento y evolución, del biólogo estadounidense Raymond Coppinger. Aparte de sus teoría sobre el origen y de algunas otras más que no comparto, hace mención varias veces a que los perros realmente no mataban lobos en Europa. Sólo con las cuatro citas anteriores donde ya, desde la Edad Media, se mencionan perros que mataban lobos en la España medieval, más otros testimonios que podría añadir, creo que quedaría bien demostrado. El autor, como ya mencioné es norteamericano y allí no hubo generaciones de ganaderos con necesidad de plantear estas estrategias. Si hubiese investigado en España quizá hubiera cambiado su opinión.

Pero por si esos testimonios medievales le pareciesen dudosos al autor, hay otro testimonio gráfico incontestable: un documental en blanco y negro, sobre el ataque de dos lobos a las ovejas en una granja aislada en la montaña nevada. No se menciona el país ni la época pero calculo años 30-40.  El comentarista del documental creo que habla en ruso y posiblemente se trata de un país del Este. Los lobos atacan y matan un par de ovejas. El pastor llama a sus perros y aparece corriendo un «ovtcharka», el tremendo Pastor del Caucaso, un moloso de montaña parecido a nuestro mastín, que ataca a los lobos mordiéndolos en el cuello y matándolos en menos de un minuto. El documental acaba con el pastor recorriendo las aldeas de la zona, con los lobos muertos encima de una mula, el perro caminando delante y los agradecidos campesinos recompensando al pastor con comida y especies. Señor Coppinger: los perros SÍ matan lobos. Podéis buscarlo en Youtube: en las páginas vídeos de Pastor del Caucaso, o en «perro vs. lobo» o, directamente como: Rare footage: caucasian sepherd defending the flock of sheep.

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La trashumancia se rige por un calendario natural, que a su vez condiciona los contratos con los pastores: de San Juan a San Juan, 24 de Junio; el arriendo de los pastos: San Marcos, 24 de Mayo; la partida a extremos: San Miguel, 29 de Septiembre; la llegada a extremos: San Lucas, 18 de Octubre; el esquileo: por San Juan, para que a las ovejas no les afecte un frío o lluvias tardías (son muy delicadas, se acatarran con facilidad); las juntas generales y, hasta por condicionar, el nacimiento de los pastores -hijos- en Marzo al ser Junio el mes que más tiempo pasaban los pastores -padres- en casa, cuando el esquileo.

Pese a todo su poder y la influencia que sobre los reyes ejercían los grandes beneficios del comercio de la lana, la historia de la Mesta es un continuo choque por el uso de unos pastos que los habitantes de villas y aldeas consideran suyos, por derecho. En el Siglo XVIII coinciden, curiosamente, el apogeo en cuanto al número de animales trashumantes, que llegaron a cinco millones en 1780, y las críticas más feroces, impulsadas por hombres de la Ilustración como Jovellanos y Campomanes, partidarios del desarrollo de la agricultura y que achacaron a la Mesta y a sus rancias instituciones todas las culpas del atraso de España.

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La trashumancia no se limitó sólo a las ovejas. Hoy día se sigue manteniendo la costumbre, el día de San Juan, de subir los rebaños de miles de vacas avileñas que van confluyendo desde los pastos del sur de Gredos hasta los del norte, siguiendo el milenario trazado del Puerto del Pico.

Campomanes en 1782 obliga a redifinir las cañadas y elimina viejos privilegios como el Derecho de Posesión, una especie de monopolio atávico de los pastos arrendados a terceros y de los que éstos no podían desligarse, ya que estaban obligados a continuar mientras la Mesta quisiese hacer uso de ellos. Campomanes también actualiza un censo del ganado y ganaderos para comprobar quién disfruta en realidad de las ventajas mesteñas. Un año después, en 1783, se redacta el Memorial Ajustado del Expediente de Concordia, entre la Mesta  y los extremeños por el largo pleito en que estuvieron envueltos muchos años, al sentirse estos últimos perjudicados al no poder aprovechar los pastos que la Mesta acapara por el atávico Derecho de Posesión, y que se falla a favor de ellos.

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Hoy, a la luz de la historia, podemos ver que ni asfixió la agricultura, ni abortó la industria pañera de Castilla, ni desertizó el paisaje, argumentos que, en su momento, se esgrimieron en su contra. La economía, motor del mundo, acabó con la Mesta de muerte natural: la cotización de la lana cayó en picado, cesaron las exportaciones y, pese a la protección sobre las merinas, se produjo un goteo en forma de salidas toleradas a diversos países de Europa.

…desde 1715 hasta las guerras napoleónicas, en 1808, fueron saliendo lotes de cuarenta, trescientas, seis, doscientas o mil ovejas a York, Suecia, Dinamarca, Silesia, Austria, Bayreuth, Ucrania, Sajonia, Piamonte, etc... (Charles-Philibert de Lasteyrie, «Historia de la introducción del ganado merino en diferentes partes de Europa», 1820).

Las merinas se aclimataron bien, y algunas demasiado bien. Las de Sajonia, de un rebaño de 1.000 en 1767, cuarenta años después estaban vendiendo 50.000 arrobas de lana a Inglaterra. En Alemania se fundan «Escuelas de pastores» para enseñarles a manejar a las merinas. La puntilla llegó en 1808 con la invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia. El movimiento de ejércitos y el desorden propios de toda guerra, dificultaron enormemente la trashumancia y los grandes rebaños de merinas desaparecieron, o bien comidos, o bien por abigeato.

Los privilegios de la Mesta ya no tenían razón de ser en una Castilla mucho más poblada y necesitada de tierras para cultivar. El 31 de Enero de 1836 quedó disuelta por Real Decreto.

Declive de La Mesta y recuperación del mastín

Las cañadas, indefensas y cada vez menos transitadas fueron invadidas, poco a poco, por tierras de labor, cortadas por los cercados o en regiones urbanizadas como la Sierra de Guadarrama, ocupadas por zonas residenciales. Y aunque de vez en cuando surjan intentos románticos de recuperar el uso de las cañadas, la realidad social y económica del país las han vuelto obsoletas para su uso original, que era el de llevar las ovejas caminando desde los pastos de verano a los de invierno.

Hoy se sigue haciendo el viaje a «extremos», aunque sea a mucha menor escala. Pero lo que suponía un viaje duro e incómodo, sujeto a las inclemencias del tiempo, en lo que se tardaba veinte o treinta días, en cuyo recorrido se perdía, por enfermedad, agotamiento y muerte hasta un 15% del ganado, y donde no era nada raro que los pastores también pudiesen enfermar y fallecer, hoy se hace de forma mucho más rápida y cómoda en tren o en camión, y si no que se lo pregunten a los pastores que son los que lo sufren, y no a los «urbanitas», nostálgicos de bucólicas tradiciones, que quizá no aguantarían ni un día a pie controlando minuto a minuto los rebaños, bajo el sol y la lluvia.

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Un viejo testimonio de la Mesta en el que ya casi nadie repara: un mojón señalizador de las antiguas cañadas en plena Puerta de Alcalá de Madrid, por donde antaño cruzaban las ovejas.

El fin de la Mesta no significó que el mastín perdiese su utilidad. Desaparecieron muchos puestos de trabajo en aquella «reconversión», pero frente a los tres millones de ovejas merinas mesteñas quedaron otros quince millones de ovejas más, entre razas locales, estables o de cortos recorridos, que siguieron necesitando de la atenta vigilancia del mastín frente al lobo o los ladrones de dos patas. Tras la desaparición de la Mesta el número de trashumantes bajó a quinientas mil, pero fue aumentando según mejoraba la economía en España. En 1910 ascendieron ya a 1.500.000.

Más importancia tuvo la crisis que supuso el estallido de la Guerra Civil, unido a las penurias de la posguerra lo que, unido a la desaparición de los lobos en muchas regiones, debido a las batidas o al veneno, limitaron su número en muchas zonas, quedando arrinconados en fincas o en sus viejas montañas de la meseta, donde todavía había ganado que cuidar y lobos de los que defenderlo.

La posguerra marcó también una etapa, la de aquellos primeros aficionados que, frente a la llegada cada vez mayor de razas extranjeras por afán innovador, rescataron al mastín del ámbito rural con el objetivo de seleccionar y proteger la raza. En 1946 se redactó el primer estándar y el 4 de Marzo de 1981 se funda la Asociación Nacional del Perro Mastín Español (la del Mastín del Pirineo se había fundado en 1977).

Quizá a partir de ahora nos fijaremos mejor en ellos cuando los encontremos dando un paseo por el campo. Tumbados desde donde puedan vigilar los rebaños, manifiestan esa tranquilidad, esa confianza en sí mismos que sólo tienen los fuertes. Ni saben ni les importa si el pastor al que acompañan es indoeuropeo, celtíbero o de la Mesta. Saben que han andado mucho junto a él, y que se sienten con fuerzas para andar mucho más todavía. Pero sobre todo saben que mientras él, el mastín, esté a su lado, no va a permitirle a nadie que le toque un sólo pelo de la lana a «sus» ovejas.

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El rapto de Inocencia

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Ésta es una historia absolutamente verídica. Os pongo en antecedentes.

Inocencia y el Parque del Retiro
Inocencia era mi perra Fox Terrier. Debía su nombre a que nació justo el Día de los Inocentes: el 28 de Diciembre de 1992. Murió a los catorce años y pico de edad, pero para cuando se produjo su secuestro yo llevaba trabajando ya varios años, desde 1995, en una clínica veterinaria:  la Clínica Gattos, que abrí junto a mi entonces socia Marisa Palmero en aquella fecha, y que estaba situada en la Avenida de Menéndez y Pelayo de Madrid, justo enfrente del Parque del Retiro. 
Acostumbraba a dar a Inocencia («Ino», para los amigos) largos paseos, al menos una vez al día, por el Retiro. Como prácticamente vivía en la clínica y tenía muy buen carácter ya la conocían todos los clientes. Pero algunas veces, a mediodía, y si no tenía tiempo para acercarla al parque y la veía con ganas de salir, simplemente le abría la puerta para que se diese un paseíto por la acera, con la intención de que hiciese un pis y poco más; enseguida estaba de vuelta rascando tras el cristal. Yo estaba al tanto y la dejaba pasar.
El 24 de Julio de 2002
Aquel día (es así como comienzan las grandes historias) la dejé salir pero, liado con el trabajo, no me dí cuenta hasta el cabo de un rato que Ino no había vuelto. Me asomé a la calle…Salí a buscarla, recorrí toda la acera. Generalmente sus paseos se limitaban a la manzana, pero seguí sin encontrarla. Crucé un par de calles, y nada…¿dónde podría estar la jodía perra?, pensé… ¿No se habrá atrevido a cruzar Menéndez Pelayo (tres carriles en cada sentido) para irse al Retiro?… Crucé hasta el parque y busqué por nuestra zona de paseos habituales, hacia el estanque, pero no hubo éxito.
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Fue ya al cabo de un par de horas desesperantes cuando unos clientes que la conocían bien me dijeron que les había parecido verla, en el Retiro, pero mucho más para allá, enfrente del Hospital Infantil del Niño Jesús, a unos 200 ó 300 metros, junto a una pareja, joven, que estaban comiendo en la hierba y, al parecer, picoteando de lo que le daban… Ino vendería su alma a Satanás por un trozo de lo que fuese, éso bien lo sabía yo. El hombre, me contaron, llevaba un mono blanco. Sin duda uno de los obreros que estaban trabajando en las reformas que, por aquellos días, estaban haciendo enfrente, en el Hospital. Me acerqué para allá pero no vi ni a la perra ni a ningún obrero. A esas horas seguramente había acabado el turno de trabajo y ya se habían ido. Si se trataba de aquella pareja, posiblemente se la hubiesen llevado…
Comienza la búsqueda
Aquella misma noche sembré de carteles la zona del Retiro, tanto dentro del parque como en las aceras de las calles y, como es lógico, en la puerta de la clínica. Incluso pegué varios en el Hospital: en la cafetería y por la entrada: Extraviada perra Fox Terrier. Tiene microchip. Responde al nombre de Inocencia. Se gratificará. Por otra parte envié un correo electrónico a todos los colegas de Madrid a través del Colegio de Veterinarios informándoles del suceso y rogándoles que me informasen si se enteraban de algo relativo a Ino (todavía años después me preguntaban por ella).
La noticia corrió como la pólvora entre vecinos y clientes, casi todos gente del barrio, que se acercaron a preguntar, muy preocupados. Algunos se lo tomaron tan a pecho que patrullaban el Retiro todos los días, buscando a Ino. Pero las mejores pistas me las dio el matrimonio que me había informado en primer lugar. Me dieron una descripción de la chica. De su pareja, sólo que llevaba un mono blanco.
Al día siguiente, 25 de Julio, era aquel año fiesta nacional (el Día de Santiago, patrón de España) y los obreros no trabajaron. De todas formas me acerqué al Hospital del Niño Jesús donde me informaron del horario de los obreros, de su pausa para comer y cuando acababan su turno: a las 6. Mi cartel seguía allí pegado, en la cafetería. Al día siguiente, viernes 26 de Julio, me acerqué a la hora en que comían los obreros y, disimulando, fui mirando de lejos a los que llevaban un mono blanco. Estábamos a finales de Julio y hacía calor, y sobre la hierba se estaba muy bien como para comer. Había tres parejas de «mono blanco». Dos de ellos eran ya hombres maduros. El otro, más joven, estaba acompañado de una chica como la que me habían descrito: morena, bajita y con una melena corta. Ambos, con cierta pinta como… «macarrilla», por describirles de una forma fácil. El dilema era que si les preguntaba directamente por la perra y, efectivamente, se la habían llevado, podrían negarlo sin ningún problema, y luego sería muy difícil, si no imposible, recuperarla. En ésto acabaron de comer. Cruzaron la verja del Retiro. Él se fue para el Hospital y ella se subió a un autobús, no pude ver el número…
La red de espionaje
Era viernes y al día siguiente, sábado, ya no trabajarían. Antes de las seis, su hora de salida, estaba ya vigilando desde la acera del Retiro. La chica también estaba esperando por allí cerca. Me coloqué cerca de la parada del bus con la intención de que si, lo cogían, subirme detrás para enterarme por dónde vivían. Pero para mi sorpresa cuando él salió se dirigieron a un coche aparcado enfrente, y se largaron rápidamente… La parada del bus quedaba lo bastante lejos como para no ver el modelo (era un utilitario oscuro) ni, por supuesto la matrícula… ¡Maldita sea!… Tenía que esperar hasta el lunes.
El lunes era ya 29 de Julio y, en dos días más, sería 31, se acababa el mes y quizá, no lo sé, se acabaría la obra del Hospital (estaba muy avanzada) y se irían por ahí. Yo daba los pasos que podía sin saber nada a ciencia cierta: no podía saber si la pareja a la que espiaba en El Retiro se habían llevado la perra o no, y en todo caso no sabía dónde vivían. En la clínica vecinos y clientes seguían preguntando por Ino. Los «voluntarios» seguían patrullando el Retiro. Pero nada. La mañana del lunes me acerqué a inspeccionar los coches aparcados frente al Niño Jesús, a ver si alguno se me parecía en el que les vi marcharse. De entre la fila de diez o doce, varios coches de gama alta, otros de colores claros y unos pocos, tipo «utilitario», podían responder a lo que yo buscaba. De entre ellos, uno bastante descuidado, chapa con roces y, sobre el asiento del copiloto, un par de cintas de cassette de grupos tales como Camela, Los Chichos y demás. Podía ser éste. Apunté la matrícula.
Teníamos un cliente y amigo en la clínica, un tio supermajo aunque con pinta de delincuente, el típico chaval al que ninguna mujer le gustaría que saliese con su hija…pero era guardia civil para más señas, de los que se infiltran en grupos de camellos y traficantes (el chaval tenía muy mala pinta pero es lo que se necesita para esos trabajos), que me había dicho, visto el resultado de mis investigaciones que, si conseguía una matrícula, él, de forma absolutamente extraoficial, me podría dar el nombre del dueño y la dirección… Que quede claro que ésto es ilegal, y si me preguntase algo un juez o la policía lo negaré todo y diré que ésto es pura ficción…
(Continúo con la ficción). Llamé a mi amigo guardia civil y le pasé la matrícula…me dijo, muy bajito: te llamo en un rato…me llamó, y me dio un nombre y una dirección, una calle en Carabanchel Alto. ¡Bingo!. ya tenía por lo menos algún dato.
Martes, 30 de Julio
Una «voluntaria» se empeñó en vigilar mientras comían a la pareja presuntamente sospechosa, y de una forma tan entusiasta como poco discreta: pasaba una y otra vez delante de ellos, casi pisándoles, quitándose y poniéndose a cada rato unas gafas de sol o una gorrita para «disimular»…le tuve que pedir por favor (agradeciéndole el detalle) que no les vigilase más, no fuesen a acabar mosqueándose. Afortunadamente en El Retiro hay mucha gente, y bastante rara. Los presuntos sospechosos no parecieron darse cuenta.
A las cinco y media de la tarde había aparcado mi coche en un hueco, cinco o seis coches más para atrás, y yo estaba dentro, esperándoles. Mi intención era seguirles. Pero para cuando se subieron (efectivamente, el utilitario de las cassettes de Camela y Los Chichos era el suyo) y arrancaron, justo en ese momento venía un río de coches por Menéndez Pelayo que me impidieron salir de mi sitio. Para cuando arranqué, los había perdido de vista. ¡Desolación!. 
Yo estaba un tanto desesperado. Había pasado casi una semana desde la desaparición de Ino, sin ninguna pista sobre ella más que las especulaciones, totalmente especulativas (valga la redundancia) de que aquella pareja pudieran ser los autores del secuestro. Al día siguiente era 31 de Julio, se acababa el mes, mucha gente se iba de vacaciones, quizá la pareja de marras también… Se me acababa el tiempo…
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En Carabanchel
Al día siguiente, volví a aparcar mi coche tras el suyo, esta vez tan sólo dejando otro entre medias. A las cinco y media estaba allí, como un reloj. Agradezco a mi entonces socia, Marisa Palmero, todo el apoyo que me dió, entre otras cosas para mis escapadas al Retiro. A las seis arrancaron, y yo detrás. Les fui siguiendo, a veces dejando uno en medio, a veces directamente pegado. Por su ventanilla bajada se dejaban oir las rumbitas gitanas. Fuimos tirando por María Cristina, Atocha, Santa María de la Cabeza…íbamos bien, dirección Carabanchel. Había mucho tráfico: víspera de vacaciones, sin duda mucha gente se había puesto en camino. El coche de los presuntos a veces se alejaba un poco más, el del mono blanco conducía rápido, y yo adelantaba a los intermedios de forma poco ortodoxa, pero procurando siempre mantenerme cerca, no podía despistarme. En un par de ocasiones se saltaron algún semáforo en ámbar, y ahí estaba yo, saltándomelo en rojo…si me hubiesen estado vigilando los municipales, me hubiese merecido un par de multas. Afortunadamente no me vieron.
Enfilamos la calle General Ricardos. ¡Bien!, íbamos subiendo en dirección a Carabanchel según lo previsto pero, en una de éstas, entre el tráfico y su rápida forma de conducir, inevitablemente les perdí de vista. No importaba: tenía la dirección y seguí hasta la calle en cuestión. Llegué allí y aparqué en un sitio libre con el portal bien a la vista. No se veía el coche, pero estaba dispuesto a esperar toda la noche si hacía falta, hasta que la sacasen a pasear.
Padre Coraje se infiltra
¿Recordáis la historia de Padre Coraje?. Fue la historia real de un hombre (hicieron hasta una película) , a cuyo hijo habían asesinado (22 cuchilladas) en el atraco a una gasolinera de Jerez de la Frontera en 1995 y que, pacientemente consiguió localizar e infiltrarse en el grupo de delincuentes autores del crimen. Su drama fue que, aunque grabó una conversación con el autor donde reconocía el asesinato, los jueces lo invalidaron como prueba y no hubo condena.
Pues, sin llegar a éso, algo así me pasó a mi aquella tarde el 31 de Julio del 2002. Dentro del coche observé el panorama: asomados a las ventanas (y algunos mirándome a mí, al desconocido) gente mayor y no tan mayor. De vez en cuando pasaban por la calle coches de cristales tintados desde donde asomaban brazos morenos de gitanos con mucho «colorao»: relojes y pulseras de oro, y de donde salían, con el volumen bien alto, rumbitas y flamenco. 
Al cabo de una hora vi salir del portal a una chiquilla, 12 ó 13 años, gorda, paseando un perrito que no era Ino, pero que si vivía en la misma casa, debía conocerla. Salí del coche (atentamente vigilado por los vecinos desde sus ventanas) y me puse a hablar con ella. La conversación fue un tanto surealista:
Hola, ¿que tal?, es tuyo el perrito, ¡qué mono!.
-Si, es mío.
-Oye, perdí hace poco a mi perra por aquí y no sé si la habrás visto.
-Pues no sé.
-Es un Fox Terrier.
-No sé cómo son.
-Como el Milú, de Tintín.
-No sé cómo es ese perro (¿sabría leer?).
-Mira, es así. Le dibujé en un papel una figura de Fox Terrier, me salía muy bien.
¡Ay, es como la de mi padre! (¡Bingo, vamos bien!)
¿Y no puedes decirle a tu papá que me la enseñe?
-Es que ya no vive aquí (¡Vaya por dios!)
A todo ésto, una mujer desde dos ventanas más arriba empezó a gritarle a la niña:
-¡Niña, qué pasa!
-Este señor, que se le ha perdío la perra…
-Es que la estoy buscando, se me perdió hace una semana por aquí…
Diálogo a voces, desde la calle hasta el segundo. Todos los vecinos superatentos.
-Yo es que vivo por General Ricardos (mentira cochina), se me escapó hace unos días, y me han dicho que la vieron por aquí, y me ha dicho la niña que su padre tiene una igual.
-Ejque nos hemos separao, ya no vive aquí.
-¿Y no me puede decir dónde vive?
-Pues no. (La Ley del Silencio)
-¿Y no tendrá usted un teléfono o algo?.
-Creo que sí que tengo argo, voy a mirar.
La mujer bajó a la calle, mirándome desconfiada de arriba abajo. A todo ésto un niño con un monopatín se nos arrimó también, dándonos de vez en cuando en las piernas. Ni caso.
Le volví a enseñar el dibujo. La mujer lo miró atentamente. Creo que la estaba reconociendo, a Ino. El niño nos seguía dando en las piernas con el monopatín. La mujer traía un trozo de papel donde habían garabateado tres números de móvil.
-Me lo dejó mi marío
-¡Ah, muy bien, pues muchas gracias, voy a probar!
A todo ésto, desde una de las ventanas de los edificios colindantes, uno de los numerosos espectadores, un hombre más o menos joven en camiseta de tirantes, tomó parte en la conversación con la clara intención de tomar las riendas:
-¿Qué pasa?…
-¡Ná, el señor, que está buscando a su perra!
-Ahora bajo…
El de la camiseta desapareció de la ventana y, mientras bajaba y temiendo complicaciones, aproveché rápidamente para teclear en mi móvil los tres números garabateados en aquel trozo de papel. Marqué el primero:
-Éste número no se encuentra disponible… El segundo: misma respuesta. El tercero: dio señal de llamada… colgué el teléfono. ¡Bien!, pensé, el número quedó registrado en mi móvil.
El de la camiseta acababa de aparecer, con más cara de desconfianza aún que la madre de la niña gorda con la que, obviamente tenía algún nexo. El del patinete seguía dándonos en las piernas. Los vecinos, encantados con aquella distracción en sus vidas. Yo, poniendo mi mejor cara de inocente, volví a repetir la cantinela enseñándole el retrato robot de Inocencia.
-No, yo le decía a….a…
-Mi cuñá (bien, bien éste era el hermano del del mono blanco).
-Pues le decía a tu cuñá que yo vivo aquí cerquita, por General Ricardos, se me escapó la perra hace unos días y me han dicho que la vieron por aquí…
El de la camiseta me miraba cada vez con más cara de mosqueo y más nervioso. Seguro que estaba pensando: «Y éste, ¿cómo coño nos habrá localizado?»… Yo estaba ya totalmente convencido de que andaba sobre la pista correcta. En un momento dado les pegó un grito a su cuñá, a la niña gorda y al crío del patinete:
-¡Hala, largaos! (obedecieron la orden sin rechistar, con gran alivio para mis piernas).
Había un bar allí cerca y le propuse tomarnos una cervecita.
Confidencias en el bar
El bar era un resumen del barrio. Totalmente «auténtico», como el bar de Maki Navaja. Un mostrador un tanto sucio. La parroquia, unos viejos, un par de moros, algún tipo raro y, tras la barra, un menda más sucio que el mostrador, con barba de cuatro días y una camiseta con la hoja de la marihuana, llena de lamparones (la camiseta, no la marihuana). Ni tapas, ni raciones. Si acaso, unos cacahuetes. Pedí primero un par de botellines (pagaba yo, por supuesto) a los que siguieron otros dos, y otros dos…y nos pusimos a hablar. Me pidió otra vez ver el retrato robot.
-No, no es la perra de mi hermano. La de mi hermano es más salpicá… (se debía referir a las manchas).
-No, si seguro que no es…
-Amás mi hermano la tié hace un mes
-No, si seguro que no es…
Saqué el tema personal, para ir intimando:
-Yo es que me he separao, que mi mujer era una hija de puta (¡si me escuchase mi ex, pensé!), y mi hija tiene un disgusto con lo de la perra que no veas, ya sabes cómo son los críos…
Más cervezas… Al de la camiseta ya le iban haciendo efecto. En una de éstas me suelta:
-¡Oye, que yo no he robao ná! (¡Aaaaaah, cabrón!, pensé, tu no, pero tu hermano sí. Debía pensarse que era policía. Aún me lo repitió alguna vez más a lo largo de las confidencias. A lo mejor el hermano hasta tenía antecedentes y se jugaba el puesto si había alguna denuncia).
-¡Oye, que yo no soy policía, eh! (Todo digno, con la dignidad de los sinvergüenzas). Que yo soy veterinario ná más. Yo trabajo por El Retiro. Oye, y tú, ¿a qué te dedicas?…
-Yo soy arbañil…pero micieron un contrato ful y mecharon a los tres meses y ahora estoy en el paro…
-¡Qué hijos de puta, los cabrones de los empresarios, cómo abusan de la gente!…
-¡Ya lo creo, qué hijos de puta!…Oye, y me dijiste que tabías separao…Yo también estoy separao…
-¡Vaya!, ¿y éso?.
-Pues ná. Miban a dar la custodia de los hijos porque mi mujer se puso a trabajar de puta (así, con esa naturalidad, como si me hubiese contado que se había metido al Carrefour), pero un día me tocó los cojones y estuve a punto de darle una buena paliza, la mu puta…
Ahí me puse en plan coleguilla-coleguilla, le puse la mano en el hombro, vehemente:
-¡No lo hagas, Ricardo (ya nos habíamos presentado, se llamaba Ricardo), no lo hagas, quesque te provocan y luego te buscan la ruina, las muy hijas de puta!…
-Sí ques verdá, que te buscan la ruina, unas hijas de puta, quéso es lo que son…
Más cervezas. Volvimos a hablar de la perra.
-¿Y cuanto hace que se te perdió?…
-Una semana.
-No es la de mi hermano, que la tié hace un mes…
-No, si seguro que no es…pero, ¿no podrías llamar a tu hermano y verla, pa quedarme tranquilo?.
Se quedó pensando un rato. Yo creo que ya se iba fiando de mi, pero aún debía pensar cómo coño les había localizado. 
-Mira, vamos a hacer una cosa. Tu vete a casa. Dame tu número. Voy a llamar a mi hermano y si es la tuya, quedáis pa que te la devuelva y en paz. (¡Ya estaba casi hecho!).
Oye, Ricardo, muchísimas gracias, de verdad, tío, eres cojonudo, un verdadero colega…
Pagué las cervezas, por supuesto, y muy bien pagadas estaban. Nos dimos un fuerte abrazo aparentando emoción como si nos quisiésemos de toda la vida. Quedé en pasarme otro día «pa tomarnos unas birritas» (jamás he vuelto a verle ni falta que hace), cogí el coche (había suerte, no le faltaba ni una rueda) y me fui contentísimo para la clínica, a esperar. Porque sabía que me iban a llamar. Pero había que ser cauto: aún no la tenía.
Rescatando a Ino
Serían casi las once de la noche. Sonó el móvil. Una voz de mujer (la novia del del mono blanco), quejumbrosa, medio lloriqueando:
-¡Oyeee, que la hemos tratao mu bien, que la hemos dao de comer tós los días, que hasta la hemos lavao!…
-Oye, qué bien, muchas gracias por cuidármela, muchas gracias. Dime dónde vivís y me acerco a recogerla…
-No, mira, no vengas a casa, quedamos enfrente del canódromo…pero ven tú sólo (me puntualizó. Obviamente tenían miedo de que apareciese con alguien en plan violento, o con la policía).
Se refería al antiguo canódromo de Madrid, en la Vía Carpetana, al otro lado de General Ricardos. Por éso me despisté al seguirlos, porque debieron torcer para la derecha en un momento dado.
-Vale, vale, voy solo, estoy ahí en un cuarto de hora…
Aún tuve la mala suerte de que un amigo y vecino de la clínica, al tanto del secuestro de Ino y que en ese momento estaba a mi lado, se enterase de que iba al punto de encuentro, en un semidescampado con unas chabolas cerca y punto de venta de droga.
-¡Pero…estás loco…cómo vas a ir tu solo para allá, que igual te matan!…
-Que no, tío, que están acojonados.
-Yo me voy contigo (no hubo manera de disuadirle).
Vale, pero te bajas antes del coche…
Nos fuimos para allá, le hice bajarse en una esquina, como a cien metros, se escabulló como jugando a la guerra, sólo bastaba que le vieran, se asustasen y no me diesen a la perra. Al poco vi acercarse a la chica del del mono: era ella, la que había visto en El Retiro… A su lado, venía Ino tan contenta. No os creáis que se alegró de verme, la muy perra. En cuanto llegó a mi altura la cogí en brazos. La chica olía a vino o algo parecido… Gimoteaba…
-Oye, que la hemos cuidao mu bien…que la hemos dao de comer…que la hemos lavao…
-Gracias, muchas gracias por cuidármela, mi hija se va a poner muy contenta…
-Ques mu cariñosa, como no tenemos hijos que la hemos cogío mucho cariño…
Yo, con la perra en brazos. La verdad es que la chica me daba hasta pena.
-Claro, claro…oye, muchas gracias por cuidármela tan bien…
Y sin más, me volví al coche. Recogí a mi «guardaespaldas» y nos volvimos a la clínica. Era tarde, pero aún me tocó llamar por teléfono a mi socia (que estaba acojonada por mí y que no sabía nada desde que me fui siguiendo a la pareja de marras con el propósito de ir hasta Carabanchel), a mi ex y a mi hija, preocupadísimas, acababa de volver de Dublín y se había enterado de casualidad al ver los carteles que pegué por todos lados…
Epílogo
Al día siguiente, en la clínica, y como se había corrido la voz con el rescate, hubo una auténtica romería de gente para saludarla y felicitarnos. Yo lo que sé es que, posiblemente, jamás la hubiesen llevado a ningún veterinario con lo que el chip no hubiera servido para nada. En todo caso, y con la ayuda de algunos colaboradores, voluntad y paciencia, Ino volvió con su dueño.
No volví a dejarla salir sola.
barbacoa Paco y barco Jóse 004