Balleneros vascos en la Antigüedad. Ballenas, bacalao y piratería

Balleneros chalupa 2
Traduciendo el texto: «Vizcaína, pequeña chalupa que va a la pesca de la ballena»
1.-La matanza de los balleneros vascos en Islandia. Glosario vasco-islandés
2.-Balleneros vascos en el Golfo de Vizcaya
3.- Un poco más lejos. La caza de la ballena en el Atlántico Norte
4.-Las ballenas, los cachalotes, Moby Dick y el Leviatán
5.-El bacalao: un pez que estuvo a punto de extinguirse. El skrei noruego
6.-Se acabaron las ballenas. Comienza el pirateo
7.-El Paso del Noroeste. Juan de Fuca: el timo del siglo
8.-Epílogo. Los últimos balleneros españoles en el siglo XX: Ceuta, Algeciras y Galicia…y dos arponeros vascos.
1.-La matanza de los balleneros vascos en Islandia. Glosario vasco-islandés
El 22 de Abril del 2015 se derogó -oficialmente- en Islandia la ley que permitía matar vascos: la Baskavigin, Spanverjavigin. A tal fin se hizo una celebración en la isla a la que acudieron miembros del gobierno vasco y autoridades islandesas, supongo que amenizado en amor y compañía con un banquete a base de salmón y cordero islandés (nada que ver con las paletillas castellanas), y regado con Brennivin, un aguardiente local elaborado con patata fermentada, también conocido como la «muerte negra».
En un viaje que hice hace pocos años a Islandia y entre otras muchas cosas preguntamos al guía local (hablaba un correcto castellano, aprendido en sus años de estudiante en Barcelona) que si en aquellos paisajes solitarios se producían crímenes a lo que, compungido, nos respondió que…bueno, un asesinato al año…o dos… De haber sabido que el Spanverjavigin aún seguía vigente quizá me hubiese planteado aquel viaje aunque, obviamente, hacía siglos que nadie la aplicaba. Pero, ¿de dónde salió semejante ley homicida?…
Ballenas mapa Islandia
Mapa de Islandia de la publicación Theatrum Orbis Terrarum, grabado por Abraham Ortellius en 1.585, dedicado por Andreas Velleius (Andreas Sorensen Vedel) a Federico II de Dinamarca. Es una colección de 70 mapas de todo el mundo, con un autor para cada país. El autor no es Andreas Velleius sino seguramente el islandés Gudbrandur Thorláksson, obispo de Hólar, por el gran detalle geográfico reflejado. En el centro se ve el volcán Hekla en erupción. A la derecha y sobre témpanos de hielo, osos polares. En el mar y según la tradición del momento se ven -con imaginación- varios monstruos marinos asimilables a ballenas, con sus chorros de vapor. Según el texto de su parte posterior en que se describe el mapa, el monstruo que se ve en la parte central del margen izquierdo, sería un cachalote. Los fiordos escenarios de la matanza son los del sector noroeste, correspondientes a los de la parte superior izquierda en el mapa.
A comienzos de los años 1.600 la presencia de los balleneros vascos era frecuente en Islandia. La primera mención registrada de acuerdos locales data de 1.610, entre los balleneros y los islandeses, que duraban lo que duraba la temporada de caza, con una estación ballenera en los remotos fiordos del noroeste y de los que ambos sacaban provecho. De hecho los islandeses se consideraban -y se consideran- granjeros, viviendo sobre todo de sus ovejas. El verano de 1615 fue especialmente frío y, para cuando quisieron irse, ya en el mes de Septiembre, unos fuertes temporales hicieron que de unos 20 barcos balleneros vascos, 3 de ellos resultaran dañados al estrellarse contra la costa y unos 80 marineros quedaran retenidos por el mal tiempo, dispersándose y buscando refugios en granjas abandonadas. Al frente de sus capitanes: Esteban de Tellaria, Pedro de Aguirre y Martín de Villafranca, al parecer cometieron abusos en algunas de las granjas, robando ganado para poder sobrevivir, lo que produjo la lógica tensión con sus habitantes.
El pastor luterano Jon Grimsson quiso mediar en el conflicto recibiendo amenazas -llegaron a ponerle en el cuello un dogal amenazando con ahorcarle-, con lo que en Octubre de 1615 y azuzados por el pastor y por Ari Magnusson, una especie de sheriff local, asesinaron por la noche a Martín de Villafranca y 30 marineros más de una forma cruel: a hachazos y a palos. El final de Martín de Villafranca fue poco menos que heroico. Herido, se tiró al mar siendo perseguido en una chalupa por los islandeses que al final le capturaron llevándole a la playa. Allí, con el vientre rajado y los intestinos fuera aún intentó escapar, siendo muerto a golpes. De los 31 balleneros vascos, sólo se libró de morir un grumete del que sólo sabemos que se llamaba García.
Los capitanes Pedro de Aguirre y Esteban de Tellaría pudieron resistir el invierno hasta el año siguiente. Junto a ellos los restantes 50 marineros pudieron escapar por los pelos gracias a una goleta inglesa que andaba por las cercanías. Conocemos los hechos gracias a una crónica escrita por Jón Guömundsson, llamado El Docto, en su obra Sönn frásaga af spanskra… («Un relato verdadero de los naufragios y luchas de los españoles»), en la que condena los crímenes. Baste decir que tras los hechos decidió irse al sur de la isla, para no verse mezclado con los asesinos.
En su defensa -la de los islandeses- hay que decir que un año antes, en 1614, un barco inglés había saqueado sus costas y para ellos un barco grande era casi sinónimo de piratería. La ausencia de bosques y de madera en la isla no les permitía disponer de barcos. La población en aquel entonces era de unos 50.000 habitantes -hoy son poco más de 350.000-, granjeros aislados, atrasados y muy pobres, desconfiados de todo lo que viniese de fuera. Dependientes de la corona danesa, una legislación de 1.281 les autorizaba a defenderse en caso de agresión…y éso fue lo que hicieron.
Afortunadamente, ya digo, y brindando sin duda con el Brennivin, en Abril del 2015 se derogó por fin la ley. Españoles y vascos ya podemos viajar con tranquilidad y disfrutar de los espectaculares paisajes de Islandia… y del Brennivin.
Glosario vasco-islandés, o cómo entenderse en el remoto Norte
Ballenas glosario 1
Uno de los glosarios. En su parte superior podemos leer (en latín): «Vocabulario vizcaíno, varios autores»
Pese al desgraciado -y afortunadamente aislado- incidente de la matanza de los vascos en 1.615, los contactos entre éstos y los islandeses hicieron necesaria alguna forma de comunicación. Si el euskera ya es difícil para los no hablantes, el islandés es una lengua enrevesada. A tal fin se creó lo que se conoce como un pidgin, una lengua mixta para facilitar el entendimiento, de la misma forma de la que se crearía más tarde entre vascos y los indios de Terranova.
En 1.937 se publicó una tesis doctoral sobre el glosario titulada Glossaria duo Vasco-Islandica, escrito en latín y publicado en Amsterdam, que dormía en los archivos de la universidad de Copenhage. El autor de la tesis fue el filólogo Nicolás Gerardus Hondricus Deen, al descubrir el manuscrito en la Biblioteca Arinnamela de Copenhage (recordemos: Islandia dependía de Dinamarca) donde constaba desde el siglo XVIII. La tesis fue descubierta gracias al trabajo de investigación por don Ángel  Irigay con la ayuda de la Diputación de Guipúzcoa. Se publicó en 1.991 por la misma Diputación.
El glosario fue recopilado en su momento por Jóns Ólafssonar úr Grunnavik, escrito en el siglo XVII, y se conserva en la actualidad en el Instituto Árni Magnússon, en Reikiavik. Dicho manuscrito consta de dos glosarios, el primero de ellos de 16 páginas con 517 palabras, y el segundo glosario cuenta con 10 páginas, con 228 palabras. En total, 745 palabras en ambos idiomas. Los glosarios tienen una intención básicamente comercial. En ellos se pueden encontrar términos de uso común, así como otros propios de la actividad ballenera. Por los términos en euskera, propios del dialecto labortano, podemos deducir que procedían de la zona vasco-francesa de San Juan de Luz, y que se asentaron en los fiordos del noroeste.
Se sabía que hubo un tercer glosario, dado por perdido. Hace pocos años el investigador Ricardo Etxepare encontró un cuarto glosario vasco-islandés en la Biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard. Cabe puntualizar que no se trata de copias, uno del otro, sino que son totalmente independientes.
2.- Balleneros vascos en el Golfo de Vizcaya
La supervivencia de los vascos ha dependido en gran parte del mar. Tierra accidentada, si acaso en Álava, más llana, hay extensas zonas cultivables. Pero en el norte se limitaba al aprovechamiento de los pastos para el ganado, huertas familiares en los valles, el uso de los bosques y poco más. La minería del hierro y del carbón vino más tarde. Es el Cantábrico el que ha permitido desde siempre a los arrantzales (a los pescadores) la obtención del necesario alimento cercano a la costa: sardina, boquerón, merluza, besugo y un largo etcétera de lo que hoy se llaman «recursos renovables»…siempre y cuando la pesca excesiva no los agote.
La tradición y la necesidad impulsaron a los vascos de las poblaciones marineras a fijarse en unos grandes seres que, desde la antigüedad, se acercaban periódicamente a la costa: las ballenas. Y, en concreto, a la que se conoció como la ballena vasca o ballena franca (en Euskadi conocida como «ballena sarda»), científicamente Eubalena glacialis. Entre Noviembre y Marzo hacían su aparición, época de sus partos (se detallan a menudo las capturas de adultos con sus ballenatos). Y en cuanto a su caza, la ballena vasca gozaba de varias ventajas: se aproximaba mucho a la costa, era lenta en sus desplazamientos e, ¡importante!, al morir arponeada flotaba, debido a su alto contenido en grasa que, tras la carne, era el principal aprovechamiento de la ballena. Desde atalayas situadas junto a la costa los vascos oteaban el mar, y cuando distinguían los chorros de vapor de las ballenas, encendían grandes hogueras como señal, a cuyo reclamo los marineros echaban al mar las chalupas para comenzar la persecución. Había prisas: aunque partían las chalupas de varios puertos (todos estaban «al loro»), los primeros en arponear al cetáceo tenían prioridad para el reparto, así como una prima para los vigías…
…con el arpón se logran aquellas grandes pesqueras de peces monstruosos, en que el atrevimiento humano hace alarde de sí mismo, aquellas cuyo principio será siempre un monumento glorioso para los países Bascongados… («Diccionario Histórico de los Artes de la pesca nacional». Sañez Reguart. Madrid, 1.791).
ballena franca
                                    Ballena franca con su ballenato
La caza de la ballena está documentada desde antiguo y, para lo que supone su captura, despiece y procesamiento, podemos imaginar cierta organización. La primera mención data del año 670, en la que se habla de un cargamento de diez toneladas de saín (la grasa purificada de la ballena, lo hablaré con más detalle al tratar de las ballenas) enviadas al monasterio francés de Jumieges, junto a la orilla del Sena, a unos 50 kilómetros de su desembocadura. Debido a los impuestos que las capturas acarrean contamos con numerosos testimonios: en 1.095 se otorga a Bayona la autorización para vender carne de ballena, así como en 1.181 a Donosti o en 1.190  a Santoña. El 13 de Diciembre de 1.200 Alfonso VIII (rey de Castilla, de cuya corona depende la zona que más adelante se llamará Euzkadi) expide a Motrico un documento por el que hace donación de una ballena al año a la Orden de Santiago. El 28 de Septiembre de 1.237 el rey Fernando III redacta una carta de confirmación a Zarauz, por la que se reservaba para sí una porción de carne de ballena de las que se cogiesen por arrantzales de la ciudad, cada año. A mediados del siglo XIII y por carta de confirmación del Fuero de Guetaria, se menciona que la primera ballena capturada, sería para el rey.
ballenas chalupa 3
Debido a la fuerte competencia entre los puertos vascos, los arrantzales se van desplazando por la costa hacia el oeste, estableciendo factorías hasta Galicia y Asturias. Así se mencionan arrendamiento de puertos como el de Uriambre, cerca de San Vicente de la Barquera. Pero asturianos y gallegos pronto aprenden, y hay documentos que lo demuestran: caza de ballenas en 1.232 en Asturias, y en 1.371 en Galicia, más abundantes en localidades como Caión y Malpica, en costas tan batidas por el mar como las de la Costa de la Muerte o las rías de Lugo:
…porque estos puertos son muy bravos a la contínua y comunmente las ballenas acuden donde las ondas y la mar anda siempre muy alta. Y así aquí, en ciertos tiempos del año, como que es en los meses de diciembre, enero y febrero, que es la mayor sazón, ay grande matanza de ellas… («Descripción del Reyno de Galicia y de las cosas notables del». Licenciado Molina, 1.550).
La competencia aumenta. Además de los gallegos que ya han visto trabajar a los vascos, por su parte franceses, ingleses y holandeses también aprenden a aprovechar la caza de la ballena, aunque en el caso de al menos estos últimos reconocen la maestría de los balleneros vascos:
los Holandeses aprendieron de los Bascongados, habitadores de una Provincia de España, el método de pescar las ballenas. Son buenos marinos por naturaleza. Y no solamente se aplican en el distrito de su Costa a la pesca de un cierto pescado grande muy semejante a ellas, sino que dirigiéndose al Norte, y pasando más allá de Irlanda, para entrar en los mares de Islandia y de Groenlandia, dan caza a las ballenas. Los Bascongados habían hecho ya varias pescas muy ventajosas, y de los diferentes puertos de Vizcaya iban todos los años a Groenlandia de cincuenta a sesenta embarcaciones, que frecuentemente volvían muy bien cargadas. Los progresos de los Holandeses hacia los principios del siglo XVII, estimularon a algunos para emprender la caza de ballenas. Sin el socorro de los Bascongados no era fácil que esta empresa pudiera tener muy buenos efectos: por tanto juzgándolos como necesarios, se dirigieron a ellos, que convinieron sin repugnancia de hacer tráfico de su industria y servicio para los Holandeses. Todos los años se juntaban en Holanda un crecido número de Harponeros Vyzcainos, y empeñados luego por comerciantes particulares, se embarcaban para los mares del Norte, y dirigían la pesca, mandando entonces indistintamente a toda la tripulación, sin exceptuar los Capitanes y Maestres de las embarcaciones… («La Riqueza de Holanda». Sañez Reguart. Madrid, 1.791)
A consecuencia de tanta caza, la Eubalena glacialis  se fue haciendo cada vez más y más escasa en el Golfo de Vizcaya, según consta en documentos, a partir de 1.424. Pese a todo, siguen capturándose: entre 1.517 y 1.662 hay constancia que los de Lequeitio cazan 45 ballenas, de las que 7 eran ballenatos que acompañaban a la madre. Entre 1.637 y 1.801 los de Zarauz capturaron 55 ejemplares. Entre 1.728 y 1.789 los de Guetaria cazaron 12 ballenas, aunque se nota la disminución: en los años previos la media era de 4 a 10 por año.
ballenero ría Urumea s XIX
Ballena franca y ballenato en la ría del Urumea, frente a San Sebastián. S. XIX  
Y, como acontecimiento especial, el 14 de Mayo de 1.901 se cazó la última ballena franca frente a Orio, aunque se mató con dinamita al haberse perdido todo vestigio de la técnica tradicional de los arponeros. El suceso fue tan celebrado que incluso compusieron una canción, en la que figuraban los nombres de los patronos de las cinco chalupas que salieron en su persecución. El «animalito», por cierto, midió 12 metros de largo y pesó 1.200 arrobas el cuerpo y 200 la lengua (muy apreciada). Como aclaración, una arroba (de la que nos ha quedado su abreviatura en forma del signo @), equivalía aproximadamente a 11’300 kg. Y digo aproximadamente porque variaba según la región o incluso en Hispanoamérica. Si no he hecho mal el cálculo, podemos estimar el peso de aquella última ballena en trece toneladas y media mas dos y pico la lengua…nada mal. Podían estar contentos los oriotarras…
balleneros la ballena de Orio, 1901
                 La última ballena franca, la de Orio, cazada con dinamita en 1.901
Entregados a semejante actividad, se calcula que hubo 47 puertos del Cantábrico con asentamientos balleneros y de ellos, la mayoría en Euzkadi, 14 lucen en sus escudos municipales la figura de una ballena, lo que nos da una idea de la importancia que supuso para su economía.
Escudo de Bermeo en ayuntamientoSeñal en LekeitioEscudo de Lekeitio
Ballenas, LequeitioBallenas, Castro Urdiales
Como ejemplo, de izquierda a derecha y de arriba abajo, escudo en la fachada del ayuntamiento de Bermeo, placa en una calle de Lekeitio, señal en Lekeitio, escudo municipal de Lekeitio y el de Castro Urdiales
3.- Un poco más lejos. La caza de la ballena en el Atlántico Norte
Según iban escaseando las ballenas francas en el Cantábrico, los arriesgados arrantzales fueron ampliando poco a poco su radio de acción. Y, navegando, navegando, llegaron hasta los lejanos mares del norte, a las costas de Noruega, de Islandia y sobre todo de los ricos bancos de Terranova. La primera cita «oficial» de vascos en Terranova se refiere a 1.531, pero por diversas vagas menciones y restos arqueológicos podemos sospechar que ya andaban por ahí en los años 1.375 y 1.412, unos cuantos años antes, por tanto, del descubrimiento oficial de América por Cristóbal Colón. Incluso se aventura que los vascos ya cazaban ballenas en las costas de la isla de Terranova y de la península del Labrador unos cien años antes. El motivo de ese «secretismo» es muy claro: los exploradores necesitan hacer públicos sus descubrimientos de cara a reclamar derechos de posesión de las tierras descubiertas. Los pescadores, por el contrario, y al igual que los que buscan setas, son muy reacios a contar dónde encuentran sus mejores presas, por aquello de evitar competencia.
ballena chalupa 4
Los barcos y los costes aumentan. Si cerca de los puertos la persecución se hacía con chalupas o traineras, siempre a la vista de la costa, la travesía del Atlántico es cosa seria y puede durar 60 días, saliendo a comienzos o a mediados de Junio, y se necesitan naos grandes, cuyo flete se paga o bien a través de sociedades, o bien a costa del dueño de la embarcación. Al tiempo deben cargar con suficiente comida, barriles para cargar el aceite, y una tripulación para el manejo del barco, en el que no pueden faltar los arponeros. Se calcula que partían a Terranova de 15 a 20 barcos cada verano, que volvían ya en otoño cargados con barriles llenos de saín en sus bodegas, en total unos 9.000 barriles del preciado aceite. Asimismo se calcula una cifra aproximada -ya se sabe, el «secretismo» de los pescadores- de entre 25.000 y 40.000 ballenas tan solo entre los años de 1.530 y 1.610.
La presencia de los vascos en Terranova y la península del Labrador está confirmada por restos arqueológicos de varios asentamientos permanentes en la costa, donde los arrantzales procesaban las ballenas capturadas y cocían en grandes hornos la grasa para extraer el saín, que a su vez guardaban en barriles para su transporte. El saín se usaba sobre todo para las lámparas, debido a que no producían humo ni mal olor. Del saín se consideraban tres categorías: el amarillo (el de mejor calidad), el blanco (algo inferior) y el rojo, que era el peor. Pero de las ballenas, como del cerdo, se aprovechaba todo. Cuando se cazaban en las costas del Cantábrico la carne era muy valorada, aunque en las lejanas factorías de Terranova no valía más que para el consumo local de los pescadores o para intercambio con los indios. La lengua, muy apreciada, si se podía se salaba para que aguantase más tiempo. Las barbas (con las que las ballenas filtran el plancton o los pescados pequeños de que se alimentan) eran utilizadas para corsés, vestidos o abanicos. Y los largos huesos de las mandíbulas se aprovechaban para hacer jambas, para las puertas.
Los asentamientos costeros han dejado testimonio de su origen vasco en el nombre de varias localizaciones de la actual Canadá: Port-aux-Basques, Miarritz, Placentia, Portutxa («pequeño puerto», hoy Port au Choix) u Opur Portu («puerto de descanso», hoy Port au Port), entre otras. Hace pocos años se localizó el pecio de la nao San Juan, construída en el puerto de Pasajes en 1.563 y que se hundió en Red Bay (península del Labrador, Canadá) en 1.565. Los científicos pudieron rescatar y estudiar el utillaje de un barco ballenero de la época, aunque después volvieron a depositarlo en el fondo, respetando los restos. Se calcula que se llegaron a reunir hasta nueve mil personas en algunas temporadas, estableciéndose relaciones amistosas con los nativos que trabajaban para los vascos a cambio de pan y sidra, que llevaban en gran cantidad en barriles y cuyo consumo les libraba del escorbuto (debido a la falta de vitamina C), enfermedad frecuente en los marineros de largas travesías. La vida de los arrantzales en semejantes climas sin duda debió ser de todo menos fácil. Además de la dura faena de los pescadores, eran muy frecuentes las bajísimas temperaturas, los vientos, las fuertes corrientes o la presencia de hielos, más abundantes -y peligrosos- cuando el otoño se presentaba muy frío, como les pasó a los desgraciados vascos en Islandia, cuando la matanza de 1.615. Así, el documento civil más antiguo de cuando Canadá todavía no era Canadá, es el testamento del pescador vasco Domingo de Luca, fechado el 15 de mayo de 1.563, y donde se expresa la voluntad del moribundo:
…de llevarme de esta enfermedad de la presente vida que mi cuerpo sea sepultado en este puerto de Placencia (por el antiguo nombre de la actual Plentzia) a un lugar donde los que mueren suelen enterrar…
Aunque los barcos con los que atravesaban el Atlántico eran grandes naos, una vez avistadas las ballenas el acercamiento era, al igual que en la costera del Cantábrico, a bordo de chalupas. Las medidas podían variar, pero solían ser barcas de unos 8 metros de eslora (de largo), 2 de manga (de ancho) y cerca de 1 metro de puntal (desde la borda hasta el fondo de la nave). A veces incorporaban un mástil de quita y pon, para una pequeña vela, aunque la maniobra se hacía a base de remos. Hay numerosos restos rescatados y asimismo varias reconstrucciones pero por lo general la dotación constaba de 5 o 7 marineros, uno de ellos a cargo del remo de popa con el que dirigía el rumbo de la chalupa y, a la proa, el arponero que también remaba hasta que con la suficiente aproximación a la ballena, a unos diez metros, se ponía en pie para lanzar su arpón.
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Reconstrucción idealizada de una chalupa, según restos documentales
El arpón iba fijado a un largo cabo, generalmente sujeto a la chalupa y otras veces a una boya, para fatigar a la ballena en su huída. Una vez cansada la remataban a lanzazos. Las diferentes partes de la embarcación (quilla, cuadernas, tablazón, bancos) estaban hechas de madera de roble, de árboles talados en invierno, según vieja costumbre en la carpintería de la construcción o de los carpinteros de ribera, y además en la fase de luna menguante. Ellos no podían saberlo, pero era justo el momento (invierno y con luna menguante) en que menor cantidad de savia circula por el árbol, con menos azúcares por tanto, y por esa misma razón menos putrescible.
4.- Las ballenas, los cachalotes, Moby Dick y el Leviatán
Balleneros chalupa 1
En los inicios y en el golfo de Vizcaya la presa favorita fue la ballena vasca, o ballena franca, Eubalena glacialis, gracias a su abundancia y a que se movía muy cerca de la costa. Pero, según aumentó la competencia y con ella la caza, se fueron haciendo más y más escasas, como reflejan los partes de capturas. A finales del siglo XV, la ballena franca comienza a escasear en el Cantábrico, aunque mientras hubo ballenas la caza continuó. Al expandirse los arrantzales hacia las costas de Terranova se encuentran con nuevas especies a las que aprovechan por su aceite, su carne, su lengua o sus barbas: la ballena de Groenlandia (para el que quiera ampliar información: Balaena mysticetus, parecida a la ballena franca en cuanto a carácter y que también flotaba tras morir por su abundancia de grasa) y otras como las ballenas grises, azules, rorcuales o una de las más apreciadas por los balleneros: el cachalote.
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Reproducción a tamaño natural de ballena de Groenlandia, en el Museo de las Ballenas de Reikiavik
Ballenas hay en todos los mares. En el mar Mediterráneo se han contabilizado hasta nueve especies de cetáceos. Además de los ubícuos delfines, algunas otras de gran tamaño, como rorcuales, calderones y cachalotes. En alguna de esas especies se ha comprobado hace tiempo la ruta que, tras atravesar el Estrecho de Gibraltar, realizan hasta el Golfo de Lyon, al sur de Francia, en su época de reproducción. Tanto en las costas del Estrecho como en el Golfo de Lyon se organizan hoy día salidas en barco para los turistas con el ecológico propósito de avistamiento de cetáceos. Durante mi estancia en Islandia salimos en un barco para el avistamiento de ballenas desde el puerto de Husavic, en el norte de la isla. En aquella ocasiones pudimos ver rorcuales. Por cierto: si tenéis ocasión de acercaros a Reikiavik os recomiendo no dejar de visitar el Museo de las Ballenas, en el puerto. En una gran nave se muestran reproducciones a tamaño natural  de unas 27 especies: desde delfines a orcas, pasando por cachalotes, ballenas grises y la más grande, la ballena azul. Impresiona verlas tan de cerca, realmente son animales enormes. Y aunque no viene al caso y hablando de museos en Reikiavik, otro museo «interesante» de visitar es el Museo Falológico (que no «falocrático», de connotaciones machistas). Con una completísima colección de falos de muchas especies, entre ellos algunos guardados en urnas con formol como, por ejemplo, falos de cachalote de dos metros de largo, que despiertan el lógico asombro. El ambiente de los visitantes, sobra decirlo, es festivo, y casi nadie puede evitar una sonrisa en su cara.
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             «Posando» junto a un pene de cachalote, en el museo falológico de Reikiavik
En mis travesías en velero cerca de las Baleares he podido ver, además de los amistosos delfines, calderones, creo que algún rorcual y, yo no lo ví, pero alguno de mis colegas de marinería me lo contaron, encontraron una vez un cachalote muerto, flotando, al sur de la isla de Ibiza. No es frecuente pero de vez en cuando ha aparecido alguna ballena muerta varada en las costas de levante. Pero hasta el siglo XIX  y en la isla de Ibiza hubo su «momento ballenero». Desde los acantilados de la costa sur de la isla había atalayas desde las que, al observar el paso de los cachalotes, daban aviso a los naturales que a bordo de barcas tipo chalupa o trainera perseguían a los cachalotes para, tras arponearlos, acercarlos a la costa.
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Navegantes antiguos y modernos no podían dejar de asombrarse ante lo que se encontraban. A la izquierda imagen medieval de ballena. A la derecha «hombre-pez», posiblemente manatís del Caribe o vacas marinas (parientes de éstos) de los mares del Norte.
Griegos y romanos ya mencionaban en sus navegaciones por el Mediterráneo avistamientos de monstruos que, no es de extrañar, avivaron la fértil imaginación de los siempre supersticiosos marineros, dando lugar a numerosas leyendas, aunque no hay constancia de que las cazasen; si acaso, el aprovechamiento de alguno de aquellos cetáceos varados en la playa por casualidad. De hecho la palabra «cetáceo» (que da nombre a toda la familia de las ballenas) proviene del griego ketos, con la que denominaban a un monstruo marino. En la tradición judía y en el Antiguo Testamento aparece otro mito, el del Leviatán: monstruo asociado a Satán, inicialmente descrito como una larga serpiente enrollada que vive en el mar, aunque pronto el mito se desplaza a otros seres que los antiguos pueden contemplar a menudo en sus navegaciones y que les infunden el mismo terror: las ballenas. Las citas son abundantes:
…Leviatán hace que brille una senda tras sí; se diría que el profundo mar es cano… (Job)
Allí andan navíos; allí está el Leviatán que hiciste para que jugase en ella…(Salmos)
Y, siguiendo a la Biblia, muchas otras citas:
Esa bestia marina, el Leviatán, que entre todas las obras de Dios es la más grande que nada en las corrientes oceánicas («El Paraíso perdido», Milton)
Allí el Leviatán, la más inmensa de las criaturas vivientes, en las profundidades extendida como un promontorio duerme o nada, y parece una tierra en movimiento; y por sus agallas aspira y al aspirar arroja todo un mar… (Ibid).
Llegado a este punto he de mencionaros una novela muy conocida -y recomendable-:
Moby Dick, del norteamericano Herman Melville. Escritor de vida aventurera, él mismo estuvo embarcado en barcos balleneros, y sabe muy bien de lo que habla cuando nos cuenta las aventuras del barco Pequod y las obsesiones de su capitán Ahab, en su búsqueda por todos los mares de la mítica ballena blanca, en este caso un cachalote. Y de la mano (mejor dicho: de la aleta) de Moby Dick, llegamos al puerto de Nantucket.
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                                          Vista del puerto de Nantucket en 1.881
Nantucket es una pequeña isla, al sureste de Boston, en la costa atlántica que, junto a New Bedford, constituyeron los dos principales puertos balleneros de los Estados Unidos. Fue famosa por su industria ballenera, que se extendió desde el año 1.712 hasta finales del siglo XIX. Sólo mencionar que entre ambos puertos y en el periodo entre 1.820 y 1.850 se cazaron unas 10.000 ballenas al año, con más de 700 barcos actuando en todos los mares y unas 70.000 personas asociadas a la caza y al comercio, lo que la convirtió en toda una potencia económica. Y cuando digo una potencia, es porque se trataba de una actividad con resultados millonarios. De una sola ballena, según tamaño, se podían conseguir de 40 a 90 barriles de aceite. Un barco pequeño podía cargar 800 barriles mientras que un barco grande tenía capacidad hasta 3.000 toneles. Y cada barril (los había de 35 o de 42 galones, cada galón equivalente a 3’8 litros en la medida americana, o 4,5 litros en la medida inglesa) venía a suponer entre 4.000 y 5.000 euros actuales. Sólo hay que hacer números.
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                                 Calderos para cocer la grasa y purificar el saín
El aceite se purificaba hirviendo la grasa en grandes calderos. Cuando se puede y tras trocear la ballena, el trabajo se hace en la misma costa, en grandes hornos donde en calderos se cuece la grasa.
Cuando comienza la época de las largas navegaciones, el proceso se hace en los mismos barcos. Tras arponearlas se las amarraba al costado del barco donde comenzaba la faena de trocearlas e ir procesando la grasa para obtener el aceite o saín, como se llamaba en España. Ya comenté que de la grasa se consideraban tres clases: la amarilla (de mejor calidad), la blanca (intermedia) y la roja, la de peor calidad. Pero cuando las ballenas de Groenlandia o las francas van escaseando, la actividad de los balleneros sin desdeñar la caza de las ballenas, acaba por especializarse en otro gran cetáceo común en todos los mares y con más posibilidades comerciales: el cachalote.
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Reproducción a tamaño natural de cachalote, en el Museo de Reikiavik
El cachalote (Phiseter macrocephalus), por su aspecto peculiar debido a su gran cabeza, seguramente sea el cetáceo más popular y reconocible por todos. No está del todo claro pero la palabra «cachalote» parece provenir del francés arcaico de la Gascuña: «cachau» (pronunciado «cachó») = «dentón», o del portugués «cachola» = «cabezón». En un documento de 1.710 aparece reflejado como «trompa», así como en documentos gallegos de los siglos XVI y XVII, seguramente por su enorme «cabezón». El cachalote  pertenece al grupo de las ballenas «con dientes» (como el delfín o los calderones), por oposición a las ballenas «con barbas» (como son la franca, la de Groenlandia, la ballena azul y otras especies). Los machos de cachalote llegan a alcanzar los 20 metros de largo y un peso de hasta 45 toneladas. Pero el cachalote, además de su grasa, contiene en su enorme cabeza gran cantidad de un producto que se vuelve muy apreciado, el espermaceti, y que el animal utiliza como control de flotación en sus largas inmersiones (a más de mil metros de profundidad) en su busca de su presa favorita: el calamar gigante.
Químicamente la grasa de la ballena no es exactamente una grasa, sino más bien una estearina, una cera muy blanda, muy apreciada para velas y lámparas por lo que ya comenté de que al arder no produce apenas humo ni mal olor. El espermaceti de la cabeza del cachalote es un palmitato (éster de alcohol cetílico y ácido palmítico), y muy similar al aceite de la yoyoba (Simmondsia chinensis)un arbusto del desierto de Sonora y del Mojave y, como el espermaceti muy utilizado en cosmética, como fijador para la industria de la perfumería. Una vez cazado el cachalote, el espermaceti se sacaba de la cabeza del animal a través de un agujero en la cabeza, con un cubo o incluso introduciéndose un hombre en la cavidad, y almacenado para su transporte posterior en barriles.
De un cachalote grande se podían sacar hasta tres toneladas de espermaceti, y sólo comentar que era aún más caro que el saín. Pero no acababa ahí el aprovechamiento del animal. En sus intestinos se buscaban pedazos de ámbar gris, un producto ceroso, de olor dulzón y terroso, parecido al del alcohol isopropílico formado a partir de la secreción biliar y que facilitaba el tránsito intestinal de objetos duros y afilados, como el pico de los calamares gigantes de que se alimenta. El ámbar gris se encuentra a veces en las playas, al ser expulsado por los cachalotes en sus heces, pero cuando los cazaban los balleneros lo buscaban en sus intestinos debido al alto precio que alcanzaban. Hoy día y, en bruto, se cotiza a unos 10 dólares el gramo. Los trozos que aparece en las playas puede pesar de pocos gramos hasta 45 kilos. El récord  lo consiguió un trozo encontrado en el intestino de un cachalote, cazado en 1.912, que alcanzó el respetable tamaño de 454 kilogramos. Todo un tesoro.
Pero, pese a su valor como presa, el cachalote presentaba un problema: su agresividad. Al contrario que las pacíficas ballenas francas o las de Groenlandia, cuya mayor defensa podía ser, en todo caso, un coletazo accidental (bueno, ¡un pedazo coletazo, en todo caso!), los cachalotes podían revolverse contra las chalupas, atacándolas al sentirse arponeadas o al verse rodeadas o incluso, en el caso de los grandes machos, para proteger a sus hembras y a sus ballenatos. Los balleneros refieren varios casos en los que partieron las chalupas a mordiscos de sus largas y fuertes mandíbulas. Un caso que se hizo muy famoso en su día fue el hundimiento del ballenero Essex.
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Imagen del ballenero Essex. A su derecha, Mocha Dick, con una anotación del día de su hundimiento
El Essex era un barco de los de la flota ballenera de Nantucket, de 27 metros de eslora (recordemos para los poco avezados en la marinería: de largo) y 238 toneladas de peso. Había sido construído en 1.799 y aunque reforzado, era ya un casco viejo. El barco partió de Nantucket el 12 de Agosto de 1.819 y tras largo periplo y teniendo ya sus bodegas casi llenas, el 20 de Noviembre de 1.820 fue embestido -dos veces, una tras otra- por un gran cachalote macho que defendía a sus hembras, con la consecuencia de destrozar el casco y provocar su hundimiento en el Pacífico Sur. Al parecer y según contaron las crónicas, el cachalote era un viejo conocido, experto en escapar de los arponeros y del que se contaba -no hay que descartar alguna exageración propia de pescadores- que había conseguido burlar más de cien veces a sus tenaces perseguidores. Según los supervivientes, le calcularon una longitud de 26 metros…y calculaban muy bien a ojo, estaban acostumbrados. En el mundillo de los balleneros donde todos se conocían hasta le pusieron un nombre: Mocha Dick…por la isla chilena de Mocha, donde se le solía ver. ¿No os recuerda a «alguien» el nombre?… Efectivamente: a Moby Dick, protagonista de la novela publicada en 1.851 (no mucho después) y a cuyo autor sirvió de inspiración. Para más «casualidad», Mocha Dick era un cachalote blanco (…¡era blanco como la lana!…, dejó escrito en sus memorias uno de los supervivientes).
La tragedia del Essex, «basada en hechos reales» como se suele decir en las películas, no fue sólo el hundimiento del barco, sino las desgracias de la tripulación. Los ventiún marineros consiguieron escapar en tres chalupas, tras rescatar del barco que se hundía agua dulce, bizcocho marinero, un par de grandes tortugas capturadas en las Galápagos, un par de cerdos vivos y algo de herramienta y armamento. Tras un mes de vagar, racionando comida y agua por el Pacífico, arribaron por fin a la pequeña isla deshabitada de Henderson, en el archipiélago de las Pitcairn (donde a otra de sus islas habían llegado años antes, huyendo de la justicia, los protagonistas del motín de la Bounty), un islote en medio del Pacífico y lejos de todo. Allí encontraron un pequeño hilo de agua dulce y subsistieron unos pocos días marisqueando o cazando aves marinas, pero los recursos se acabaron y, dejando tres hombres que prefirieron quedarse en la isla, los demás decidieron intentar la huída en dos de los botes.
Tras dos meses más vagando por el mar (en total fueron 93 días desde el hundimiento del Essex), muriendo de hambre y enfermedades y hasta que por fin pudieron ser rescatados, los náufragos acabaron recurriendo para sobrevivir y atenazados por el hambre, a comerse a los muertos, e incluso decidiendo a quien matar para poder comérselo. De los ventiún marineros, sólo ocho sobrevivieron. Dos de ellos, uno de los arponeros y un grumete de 14 años, escribieron sendos relatos de sus desgracias. Herman Melville, antes de escribir su novela Moby Dick, tuvo la ocasión de hablar en Nantucket con el hijo de uno de los supervivientes. De hecho Melville tenía en su poder un ejemplar del libro La narración del más extraordinario y desastroso naufragio del ballenero Essex, escrito por el arponero Owen Chase, en el que había hecho anotaciones de su puño y letra.
Está claro que la tragedia del Essex y la ballena Mocha Dick inspiraron a Melville para escribir su novela. Creo que no hace falta que os la cuente. Moby Dick, por su relato como libro de aventuras y, sobre todo, por la satánica amenaza de la ballena blanca, ha quedado en nuestro imaginario como una de las novelas más famosas de la literatura occidental. Algún crítico literario -hay gustos para todos los colores- ha dicho que no pudo pasar de las primeras páginas, pero el criterio general la sitúa como una de las obras cumbres de la novelística. Yo, en particular, la he leído dos veces: la primera, en mi lejana adolescencia (por su atracción como libro de aventuras). Y la segunda hace unos meses en la que, como muchos otros ejemplos, la captas, la «disfrutas» mucho mejor.
Tanto si alguna vez habéis navegado como si no, la descripción de las travesías y de las ballenas (es un completo tratado de cetología, se nota que Melville sabía del tema), como el duro trabajo de los balleneros a bordo y, sobre todo, esa obsesión patológica del capitán Ahab hasta que, por fin, se enfrenta con su Leviatán particular, con la ballena blanca, aún a sabiendas como todos nos «olemos» desde el principio, que va a arrastrar a todos los suyos al infierno. Con semejante y tremebundo «guión» se han hecho varias películas sobre Moby Dick, aunque al fin y al cabo sea sólo ficción. Sobre la tragedia del Essex también se hizo al menos que yo sepa una película: En el corazón del mar, estrenada en el 2.015. Yo no la he visto pero, y esta vez sí, como dicen en el cine: «basada en hechos reales».
La caza de la ballena se había extendido a todos los mares: desde el Ártico al Antártico y desde el Atlántico al Pacífico. Los barcos partían de Nantucket suficientemente provistos de agua y alimentos para travesías que se prolongaban uno, dos años o más, hasta cinco años las más dilatadas. Tan extensas expediciones se debieron al control que sobre la caza de las ballenas plantearon los británicos en el Atlántico Norte, plantando cara a los balleneros vascos a partir de 1.610, intentando monopolizar la costa noruega desde la isla de Spitzbergen (archipiélago de Svalbard, al norte del Círculo Polar Ártico). A partir de 1.612 les siguen los holandeses, y poco más tarde alemanes, daneses y los propios noruegos. Pero los siempre hábiles negociadores ingleses mediante el Tratado de Utrech (en 1.713) consiguen que los territorios de pesca de Terranova pasen oficialmente a manos británicas ascendiendo a Gran Bretaña como principal potencia ballenera.
Catedral San Bavón de Gante
Esqueleto de yubarta en la catedral de San Bavón de Gante (Bélgica). Foto tomada por mi amigo Luis Martínez Guerrero. En 2015 el animal, de 12 metros de longitud, entró en el puerto de Gante en el interior del bulbo de una embarcación procedente de Brasil. Había muerto en el mar y fue recogido por los bomberos. Fue entregado a la universidad donde le pusieron el nombre de Leo
Se buscaron nuevas zonas de caza libres de los límites territoriales, como el Pacífico Sur o los mares antárticos. Pero según iban mejorando los barcos surgieron avances técnicos que facilitaban las capturas. Así, con la aparición de los cañones arponeros patentados en Noruega y disparados desde el propio barco, con lo que la peligrosa aproximación de las chalupas ya no fue necesaria, arpones a los que se dotó además con explosivo en la punta (100 gramos de pentrita, un explosivo plástico), arpones que, frente a los aproximadamente 10 kilos de los «manuales», pesaban unos 80 kilogramos. Letal, para las ballenas. El punto álgido llegó en la temporada de caza entre los años 1.930 y 1.931 en la que, y tan sólo en aguas de la Antártida, se organizaron expediciones, a cargo de 232 barcos balleneros. En ese periodo se cazaron 40.000 ballenas…sí: cuarenta mil ballenas, a lo largo de un año…
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Ballenero japonés dotado de cañón lanza-arpones en la proa, y su presa colgando antes de remolcarla
Con semejantes matanzas algunas especies de ballenas  comenzaron a correr un serio peligro de extinción. Así, la gran ballena azul o rorcual azul, la ballena más grande que puede alcanzar los 30 metros de longitud (en 1909 se cazó un ejemplar de 33,85 metros en la isla Georgia del Sur), y ahora presa apetecible para los grandes barcos, vio descender su número desde los 150.000 ejemplares que se calculaban en 1.920 a los escasos 1.000 individuos de la actualidad. De las ballenas, como del cerdo, ahora se aprovechaba casi todo: además de su carne congelada para consumo humano, la harina de carne y de sus huesos para la alimentación animal y para abonos, la piel, la grasa y sus barbas. Aunque ya menos apreciadas, en 1.890 se pagaban 1.500 libras esterlinas por una tonelada de barbas, y una ballena grande producía más de esa cantidad…
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Barbas de ballena, de rorcual en este caso. En la fotografía de la derecha, rorcual en la factoría gallega de Caneliñas, donde se pueden ver las barbas. Más cortas que las de la ballena franca y la de Groenlandia
Para paliar el desastre, en 1.946 se creó la Comisión Ballenera Internacional. Ya en 1.935 la Liga de Naciones  auspició un primer borrador para regular la caza y el comercio aunque al comienzo sólo lo suscribieron Gran Bretaña y Noruega, los dos principales países cazadores: entre los dos cazaban más del 95% de las  30.000 ballenas capturadas
anualmente. Poco a poco se fueron adhiriendo más países. Inicialmente se decretó la prohibición o veda de nueve meses al año, así como la protección de hembras y crías, y zonas de reserva. En 1.972 se aprobó en Estocolmo una moratoria de 10 años para la caza comercial y que las poblaciones pudieran recuperarse. Con altibajos, con muchas reticencias por algunos países que han ido cediendo a causa de las presiones internacionales, por fin en 1.985 se decretó el fin de la caza comercial…aunque dejando una puerta abierta para la «caza científica», en su artículo VIII. Actualmente y por esa «puerta falsa», Japón reconoce la prohibición comercial, pero sigue cazando unas 400 ballenas cada año aduciendo que es con fines científicos (aunque, por supuesto, comercializan sus productos). Islandia y Noruega siguen también, de una forma o de otra, eludiendo la ley.
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                         Carne de ballena en un supermercado de Japón
Hoy la Comisión Ballenera Internacional tan solo concede permisos excepcionales para la caza comercial: un pequeño cupo de 260 ejemplares al año para los inuit (los esquimales) de Alaska y Groenlandia, y 20 ejemplares al año para los indígenas de Kamchatka, al norte de Siberia, y ello respetando su cultura de susbsistencia y su método tradicional de caza, a bordo de canoas y con arpones, como en los viejos tiempos…como cuando los vascos. Incluso en las islas Azores, donde los balleneros de Nantucket recalaban para reclutar a sus diestros arponeros, y donde se mantenía la caza tradicional a la vieja usanza con chalupas, se abolió definitivamente la caza. El último cachalote se arponeó desde la isla de Pico, en 1.987.
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Secuencia de la caza del cachalote en las islas Azores antes de la prohibición. El arponero lanza su arpón, el cachalote arroja sangre por el espiráculo al resultar herido, la lancha se aparta para evitar posibles ataques por el animal que, finalmente, flota muerto.
(Fotografías sueltas de un viejo ejemplar de la revista Aventura, no tengo datos del autor del reportaje ni de las fotos)
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Peculiar técnica de arponeo saltando desde una rampa en la proa de las canoas, en Lamalera, isla de Lembata (Indonesia). No he conseguido enterarme si la Comisión lo permite o no, pero desde luego demuestran valor.
5.- El bacalao, un pez que estuvo a punto de extinguirse. El skrei noruego
Un poco en paralelo a la caza de las ballenas y la exploración de las costas de Terranova, fue la pesca del bacalao. En 1.497 el genovés Giovanni Caboto, al servicio de la corona de Inglaterra bajo el nombre de John Cabot, emprendió viaje bajo el patrocinio del rey Enrique VII hacia el Nuevo Mundo recién descubierto por su (presunto) paisano Cristóbal Colón, descubriendo tierra firme a los 35 días de haber partido del puerto de Bristol. Ya junto a las costas de lo que aún no se llamaba Terranova, descubrió tales bancos de bacalao que a su regreso contó, literalmente, que…se podía andar sobre ellos…, o que con sólo lanzar una cesta al mar, se la podía sacar repleta de pescado… En 1.537, 37 años después de los informes de John Cabot, el francés Jacques Cartier se adjudicó el «honor» del descubrimiento de aquella «Terra Nova»: tierra nueva, aunque admitiendo en sus informes la presencia allí de «mil pescadores vascos»… Ya se sabe: los descubridores reivindican, los pescadores callan…
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                                           La pesca del bacalao en el siglo XVIII
Semejante abundancia tiene su explicación: el llamado Gran Banco de Terranova se extiende muchas millas hacia el sur de esta isla. La plataforma continental se extiende mar adentro, con una profundidad media de entre 25 y 100 metros, hasta un máximo de 200 metros. Ello, unido a que aquí se encuentran dos corrientes: la fría del Labrador, pegada a la costa, y la cálida del Golfo, más exterior, convierte a este banco en un lugar donde prolifera el fitoplancton y el zooplancton, constituídos por algas y por krill, respectivamente, alimento a su vez de bancos de pequeños peces que, a su vez, son el alimento de los grandes bacalaos, formando uno de los caladeros más ricos en pesca del mundo. Una situación parecida al del llamado Gran Sol (del francés «Grand Sole»: gran lenguado), entre los paralelos 48 y 60 al oeste de las Islas Británicas, tradicional caladero de merluza, otro pez de gran importancia económica y explotado hace siglos por vascos, franceses y británicos.
Desde 1.371 ya hay documentos que demuestran que los vascos traían bacalao a Europa, aunque desde el año 1.000 ya lo salaban y exportaban. Lo que no decían (secretismo de pescadores) era dónde lo pescaban. La importancia económica del bacalao (nombre científico: Gadus morhua) consistía primero, en su gran abundancia y tamaño. Los bacalaos viven hasta 20 años, pero ya a los 10 alcanzan una longitud de más de un metro y un peso de entre 15 y 25 kilogramos. El mayor ejemplar del que se tiene noticia fue pescado frente a las costas americanas y alcanzó un peso de 80 kilogramos. El segundo factor era la facilidad de su conservación en sal una vez limpio de cabeza y tripas, lo que a su vez produjo un comercio de la sal -sujeta a los inevitables impuestos- procedente sobre todo de España. La conservación se favorecía además al ser un pescado muy bajo en grasa, un 2% solamente. Y, por último, porque la Iglesia permitió su consumo los viernes, día de abstinencia para la carne, lo que multiplicó su demanda. El bacalao se convirtió en un alimento barato y muy popular que se consumía en toda Europa. En concreto en España, a mediados del siglo XX el consumo de bacalao se evaluaba en unas 40.000 toneladas al año, que se completaba (además de la pesca «nacional») mediante importaciones, que suponían un gasto de entre 25 y 30 millones de pesetas/oro. Los ingresos de la Hacienda Pública por aranceles de importación llegaron a suponer el tercer monto en cantidad tras el café y el petróleo.
En el siglo XVII el político y ensayista inglés Francis Bacon ya decía que:
estas pesquerías (las del bacalao) eran de más provecho que todas las minas del Perú…
Y el aristócrata y explorador francés, Nicolás Denys, nos ilustra sobre las condiciones de los pescadores:
son los vascos entre todos los que practican esta pesca los más hábiles, los de La Rochela ocupan el segundo lugar, después de éstos los insulares que están a los alrededores, luego los bordeleses y después los bretones. De todos estos lugares puede ser que vaya allí cien, ciento veinte o ciento cincuenta naves todos los años…En cuanto a las condiciones son diferentes. Los vascos se rigen según la carga del barco, éste se valora por la cantidad de quintales de pescado que pueden cargar. Los armadores acuerdan con la tripulación, que son dos o trescientas partes, y dan al capitán un cierto número de partes, según la reputación que tiene en su cargo, al maestre del secadero tanto, al piloto tanto, a los guardarropas tanto, a los maestres de chalupas tanto, a los armadores y aguadores tanto a cada uno y a los marineros tantas partes a cada uno. Al volver el navío si no traen el número de quintales convenido se rebaja a cada uno a prorrateo lo que falta de la parte que debía haber, pero si traen mayor cantidad se les aumenta de la misma manera… («Descripción Geográfica e Histórica de las costas de América Septentrional», Nicolás Denys, S.XVII).
 En Euskadi se hacían dos campañas al año: desde mediados de Enero, «hacia el día de San Sebastián» (20 de Enero, patrón de Donosti, que se continúa celebrando con la «tamborrada») hasta Julio, unos 4 o 6 meses, hasta completar la carga del barco, con las provisiones necesarias para seis meses. En el siglo XVI, inicialmente los barcos tenían capacidad para 100 toneladas; según aumentó el tamaño de los barcos también aumentó la capacidad de la bodega: entre 600 y 1.100 toneladas. Tras un descanso de veinte días en tierra, tras descargar y preparar el barco, volvían a partir hasta poco antes de las Navidades, en que se regresaba con lo que se hubiera podido pescar.
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Procesado del bacalao en Euskadi, en el que intervenían tanto hombres como mujeres
Una vez llegados a la zona de los bancos de bacalao, se replegaban las velas y se dejaba el barco al pairo, a merced de las corrientes. Se bajaban entonces las chalupas con capacidad para uno o dos marineros y para, desde ellas, lanzar las artes. Los bancos de pesca se encontraban en zonas de frecuentes temporales y de muy bajas temperaturas: a veces bajaban de los 20º bajo cero, con tanto hielo en cubierta que había que eliminarlo a hachazos para que el barco no se desestabilizase. Aunque no navegaban tan al norte como los balleneros, no era rara la presencia de témpanos de hielo ante los que había que guardar precauciones. Y al ser zonas de encuentro de dos corrientes (la fría de Groenlandia y la cálida del Golfo), las nieblas eran frecuentes y muy espesas. Para que las chalupas no se extraviasen entre la niebla, se sujetaban al barco con cabos, de una longitud de hasta cinco mil metros. Hasta que en los años 40 del pasado siglo no se estandarizaron los radares, los riesgos de colisión con otros barcos a causa de la niebla eran un peligro frecuente, avisando de su posición con toques de bocina, aunque hubo varios casos de barcos chocados y hundidos.
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Bacaladeros vascos en Terranova, en plena faena. Mediados siglo XX
La pesca originalmente era a mano, con anzuelo, con una captura media de entre 25 y 200 bacalaos por marinero al día, aunque hubo casos excepcionales de 400 ejemplares diarios. Desde las chalupas se soltaban hasta 24 palangres, largos cabos de más de 100 metros cada uno, desde donde colgaban las brazoladas a cuyo extremo iban los anzuelos, y de los que iban tirando periódicamente para liberar las capturas. Una modalidad que se utilizó al principio era sujetar, clavados a cada lado del barco, una serie de barriles cortados por la mitad, de aproximadamente un metro de alto, donde se metían los pescadores. Para estabilizarse y evitar la caída al mar con los bandazos del barco, se rellenaban hasta la mitad con serrín húmedo para sujetar mejor las piernas.
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                                     Factoría de procesado del bacalao

Las condiciones de vida de los pescadores de bacalao eran incluso más duras que las de los cazadores de ballenas: turnos de 12 horas de trabajo y 6 de descanso. La tripulación constaba de 15 a 20 hombres, rotando para no parar el trabajo. Hacinados en bodega, la dieta era a base del propio bacalao, tres cuartos de litro de vino al día y algo de fruta, sobre todo manzanas. Un complemento habitual era una sopa elaborada a base de cocer las cabezas del pez. Los que no estaban pescando trabajaban en cubierta: descabezando, desventrando (guardando el hígado, muy valorado), desespinando y, ya en plano, salado en capas, renovando la sal cada tres días. El secado posterior se haría con los bacalaos colgados, en tierra.
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                                                    Secadero de bacalao
Tras el descubrimiento de Terranova, en la costa atlántica del Canadá, la pesca del bacalao pronto fue adoptada por todos los países de Europa Occidental: Francia, España, Portugal, Inglaterra y Holanda, principalmente. La pesca era intensiva: hasta comienzos del siglo XX la cantidad oscilaba en torno a 300.000 toneladas, en total. Pero fue a partir de los años 50 cuando con la ayuda de los barcos frigoríficos y dotados de redes de arrastre y sónar para detectar los bancos de peces, las capturas alcanzaron el máximo en el año 1.965, de 800.000 toneladas anuales. Pero ya nada volvió a ser igual. Si el bacalao es un pez muy prolífico y capaz de recuperarse de las pérdidas debidos a una extracción moderada (aunque fuera en esas cantidades), a partir de ese momento se superó lo que se conoce como la «tasa de regeneración» y las capturas comenzaron a caer en picado.
En 1.968 las capturas descendieron a 63.000 toneladas, que bajaron a 8.000 a principios de los 80, y a menos de 1.000 a comienzos de los 90. Varios países ribereños (Canadá, Noruega e Islandia) establecieron en 1.977 la inclusión territorial de 200 millas alrededor de sus costas, prohibiendo faenar a barcos de otras nacionalidades. Visto lo visto, el 2 de Julio de 1.992 se produjo una moratoria total de la pesca comercial, que dejó en el paro a 40.000 personas tan sólo considerando los que vivían de la pesca y el procesado del bacalao en las costas de Terranova. En el año 2.007 se pudo volver a pescar, pero sólo se consiguieron 2.700 toneladas. Se calcula que sus poblaciones no llegan en la actualidad al 1% de la que había en 1.977. De hecho, el bacalao ha sido catalogado como «especie amenazada de extinción». En el puerto vasco de Pasajes quedan unos pocos barcos que realizan las campañas de bacalao, aunque sólo de 2 o 3 meses, y previa licencia, en las islas noruegas de Svalbard.
Un «recurso renovable»: el bacalao skrei.
Ejemplos de agotamiento por sobreexplotación, que pueden llegar a la extinción, los tenemos a cientos. En el caso de los cetáceos, desde el caso de la ballena franca del Golfo de Vizcaya al gran rorcual azul. Pero no es un problema moderno: ya en tiempos de la Grecia clásica, la sobreexplotación de los bancos de sardina en el Mar Negro, abundantísima en su momento, hicieron que ya no fuese rentable su pesca. Ahora mismo se ha planteado en el Golfo de Vizcaya establecer una veda o moratoria prohibiendo la pesca de la sardina durante unos años, a la vista de la progresiva escasez de las capturas por una reducción en la población de sardina cántabra. La moratoria se ha reducido, por presiones de España y Portugal ante la Comisión Europea de la Pesca, a una veda limitada a un máximo de 14.600 toneladas al año, a partir del 1 de Mayo del 2018. Un ejemplo de lo que representa un «consumo sostenible» nos lo da el bacalao skrei, del noruego: el «nómada».
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Esta moneda de 1 corona no es noruega sino islandesa, pero también refleja uno de sus «tesoros»: el bacalao
Entre los meses de Febrero y Abril el bacalao baja desde el mar Ártico, bordeando la costa noruega hasta su lugar de desove, en las islas Lofoten, por encima del Círculo Polar Ártico. Pero los noruegos, con su mentalidad «escandinava» y para evitar sobrepesca lo tienen sometido a un rígido control, con ayuda del Skrei Patrol, una patrulla de barcos con vigilantes que supervisa todo el proceso de la pesca, de los tamaños de los peces y de su tratamiento posterior. Se controla desde el número de barcos a los que conceden licencias, hasta la cantidad máxima para cada barco y, por supuesto, en la época adecuada. El proceso de preparación es igualmente exquisito: una vez en tierra, lo descabezan y desventran, aunque no les quitan la espina. De hecho, el bacalao skrei ni se sala ni se congela, sólo se refrigera, y además el hielo se pone en las cajas por delante y por detrás del bacalao, nunca por encima, para evitar las alteraciones debidas a la congelación de la carne.
El descabezado y la extracción de las cocochas (parte de la carne bajo las agallas, algo así como la papada del atún) y de las lenguas, muy apreciadas, lo realizan chavales noruegos de entre 14 y 18 años de las localidades donde se faena. Nada que ver -con perdón- con los niños negros que vemos en los documentales de países exóticos ayudando a sus mayores. Estos chicos están contratados, son todos voluntarios, reciben un buen sueldo, y están contentos de ayudar en la faena a sus mayores, y además sacarse un buen dinerito. Todo un ejemplo, el de Noruega. ¡Ah!, y además el skrei está exquisito, con una carne blanca sin grasa que se deshace en la boca.
6.- Se acabaron las ballenas. Comienza el pirateo
Para los que queráis profundizar en el tema de los corsarios vascos os recomiendo ver la página «Bertrán-5-corsarios y piratas», muy completo y documentado, como a mí me gustan. Me ha servido para recabar documentación, y desde aquí se lo agradezco, aunque no sido el único consultado.
Se establece una distinción entre piratas y corsarios. Se llama pirata a todo aquel que en el mar y por su cuenta captura otros barcos para robarles, bien la carga, bien el propio barco, o incluso para tomar a la tripulación como rehén de cara a rescates o a venderles como esclavos. La piratería siempre fue perseguida y los piratas sabían que se arriesgaban caso de ser capturados, a pena de horca o de ser condenados a galeras. Por contra, navegar con «patente de corso» era muy parecido, salvo en que actuaban bajo la cobertura o por mandato directo de alguna corona. El límite entre uno u otro era una línea a veces un tanto confusa, y con frecuencia los corsarios eran tachados por las víctimas como simples piratas.
En un mar tan frecuentado como el Golfo de Vizcaya, y sujetos a la jurisdicción de las coronas española y francesa, más las apariciones de ingleses u holandeses, las acciones del corso/piratería fueron frecuentes desde los comienzos de la navegación. Si bien el objeto eran barcos con cualquier tipo de comercio, al hacerse frecuente la pesca del bacalao o la caza de la ballena, carga de mucho más valor, los pesqueros se convirtieron en presa favorita de los corsarios/piratas. Y a su vez, muchos de estos pesqueros desvalijados, comenzaron a atacar a otros barcos. Ya en una fecha tan temprana como el año 1.304 hay menciones a piratas vascos que se echaban a la mar para asaltar barcos mercantes. En el siglo XIV Eduardo III de Inglaterra se queja de tener que enfrentarse a los piratas y corsarios vascos:
tanta es su soberbia que habiendo reunido en las partes de Flandes una inmensa escuadra, tripulada de gente armada, no solamente se jactan de destruir del todo nuestros navíos y dominar el mar anglicano, sino también de invadir nuestro reino…(¡y aún faltaba tiempo para lo de la Armada Invencible!).
Así, Fernando el Católico concede cédulas de patente de corso en 1,497 y 1.498 a guipuzcoanos y vizcaínos. Los vascofranceses de San Juan de Luz, por su parte, reciben de la corona francesa una patente de corso en 1.528. En 1.555 un tal Martín Cardez, de San Sebastián, llegó a capturar 42 naves francesas cargadas con bacalao. A finales del siglo XV un tal Antón de Garay, vizcaíno, se inició en el corso del Atlántico, aunque no debió tener patente real como tal o bien se confundió de enemigo, ya que murió ajusticiado por la corona española bajo la acusación de piratería. Ya desde 1.480 el guipuzcoano Juan Martínez de Elduayen hacía lo mismo, pirateando a los suyos. Se apropió de tres pinazas de Fuenterrabía que llevaban mercaderías francesas, ya que la carga, si procedía de país enemigo, era susceptible de corso:
so color de ciertas cartas de marca y represarias que dis que teníades desde en tiempo de la guerra…
En el siglo XVII los dos principales puertos corsarios fueron San Sebastián y Fuenterrabía. Entre los siglos XVII y XVIII, sólo el señorío de Vizcaya contaba con 77 barcos corsarios. Cuando estalla la guerra con Holanda en 1.621, y hasta 1.635 en que comenzó la guerra hispano-francesa, estas dos localidades se convirtieron en las principales suministradoras de corsarios al servicio del rey. La «patente de corso» era todo un contrato establecido entre la corona y los armadores. Para hacer el corso ya no bastaban los barcos de pesca, más lentos y pensados para acumular carga, sino que se necesitaban barcos más ligeros, tipo fragata, tripulados por soldados o, lo que era más frecuente, gente armada, aunque el interés del corso no era destruir el barco enemigo -que valía para pedir rescates o integrarlo en su propia flota- sino sobre todo hacerse con la carga. Por ello más que «batallas navales» con el empleo de cañones, se intentaba siempre el abordaje, aunque los intercambios de disparos y sablazos fueron inevitables. Como ejemplo de lo que era una «patente de corso» valga este contrato, suscrito entre la Corona (¡ojo, firmado en Madrid!) y el armador de la fragata donostiarra Nuestra Señora del Rosario, en 1.690, donde se especifica muy claro a los barcos de qué potencias pueden atacar, o los límites geográficos de sus correrías:
en virtud de la presente, permito al dicho capitán, Pedro de Ezábal, que en conformidad de las Ordenanzas del Corso, de 29 de Diciembre de 1621 y 12 de Septiembre de 1624, puede salir a corso con la referida fragata gente de guerra, armas y municiones necesarias, y recorrer las costas de España, Berbería y las de Francia, pelear y apresar los bajeles que de la nación francesa encontrare, por la guerra declarada con aquella corona; y a los demás corsarios turcos y moros que pudiere; y a otras embarcaciones que fuesen de enemigos de mi Real Corona, con calidad y declaración que no puede ir ni pasar con la fragata a las costas del Brasil, islas de las Terceras, Madera y Canarias, ni a las costas de las Indias con ningún pretexto…Dado en Madrid, a 28 de Agosto de 1690. Yo, el Rey…
La proximidad de los puertos vascos, tanto españoles como franceses, hacen que el corso apenas conozca treguas. En 1.528 y con ocasión de la guerra declarada (¡otra vez!) contra Francia e Inglaterra, dan carta blanca desde el puerto francés de La Rochelle a tres capitanes, dos de ellos con apellidos vascos: Harismendi, Dolabarantz y Duconte. Otro corsario vascofrancés famoso fue Joanes de Suhigaraychipi, de Bayona, conocido como «Le Coursic»: «el corsarito» (debía ser bajito). Con su fragata La Légère, armada con 24 cañones, fue autorizado por el rey de Francia para practicar el corso contra España y Holanda. En seis años había capturado 100 navíos. En 1.692 y a la vista de la playa de la Concha, atacó y capturó dos navíos holandeses superiores en peso y armamento.
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                                Puerto de Bilbao (¿Guetxo?) en el siglo XVII
En 1.553 y por orden del todavía príncipe Felipe II, recomendó dar caza a navíos corsarios de Laburdi, con lo que los franceses dejaron de proveer a Guipúzcoa al interrumpirse la navegación normal. Ya antes, en 1.536, y tras haber apresado tantos barcos franceses, los de Laburdi firmaron un tratado de concordia en Hendaya con los vascos para volver a las antiguas relaciones de amistad, comprometiéndose para avisarse si sus reyes se declaraban la guerra…está claro que su comercio les preocupaba más que guerras decididas por las lejanas cortes de París o de Madrid. Pese a este tratado de concordia y por la orden del príncipe Felipe, al año siguiente (1.554) los capitanes Martín de Cardez capturó los ya citados 42 barcos franceses cargados de bacalao, Pablo de Aramburu (que capturó otros 47 bacaladeros), Domingo de Albistur y Domingo de Ituráin siguieron en lo suyo. Se ve que la paz duraba poco y menos.
Por resumir algo, la relación de piratas y/o corsarios vascos es larga: Miguel Etchegorría, alias «Michel le Basque», vasco-francés que actuaba en el Caribe. El bilbaíno Pedro de Larraondo, «reconvertido» al corso tras haber sido repetidamente objeto de saqueos por parte de catalanes durante su etapa de honrado comerciante por el Mediterráneo: capturado por los moros, le ofrecieron el perdón a él y a su tripulación si se convertía al Islam pero, al negarse, fue decapitado. Íñigo Artieta, de Lequeitio. Vicente Antonio de Icuza y Arbaiza, de Rentería. Sánchez de Arbolancha, asesinado por corsarios genoveses y vengado ocho años después por su hijo. Gaspar Antonio, de Fuenterrabía. Juan Arriola, de San Sebastián. Alonso de Idiaquez, de Pasajes, aunque nacido en Amberes. Pedro de Ezábal, de San Sebastián (el capitán de la Nuestra Señora del Rosario, construída por el comercio de Donosti para patrullar la costa). Pedro Aguirre, alias «El Campanario» (éste debía ser alto), de San Sebastián. Juan Bernardo Lizardi. Pedro Diústegui y su hijo, Agustín Diústegui, de San Sebastián. Francisco de Escorza. Cristián Echevarría, nacido en Roscoff, en la Bretaña francesa, aunque vivió toda su vida en San Sebastián. Francisco de Zárraga Breográn….podría seguir…
Con tanto ambiente corsario, no puedo evitar terminar con un apunte curioso sobre una mujer, Juana Lorando. Al parecer, Juana era viuda de un pescador (¿quién sabe si no corsario?) que regentaba una posada en San Sebastián. En su posada alojaba corsarios, a los que daba ….todo de fiado, hasta que volviesen con presa y cobrasen lo que procediese… (según Archivo del Corregimiento de Tolosa). Le debió ir tan bien este trato de honor con los corsarios que, sin duda, cumplían con la palabra dada, que al final se asoció con dos corsarios de Orio y de Donosti, para comprar un barco pequeño, el San Juan, capitaneado por Juan de Echániz, para «trabajar» en las costas de Francia y en el Canal de La Mancha. ¡Toda una empresaria, la tal Juana Lorando!…o una «emprendedora», como dicen ahora…
7.- El Estrecho de Anián o Paso del Noroeste. Juan de Fuca: el timo del siglo
En el capítulo 129 de su libro Il millione, más conocido como el de Las Maravillas del Mundo, el escritor veneciano Marco Polo nos habla de una provincia de China llamada Anián, ubicada hacia Levante, la cual fue incorporada a los antiguos mapas de Catay (como se denominaba China en aquellos tiempos) como el «Reino de Anián». Y con tal nombre, Anián, pasó a dar nombre a la costa pacífica de China y, andando el tiempo, a un mítico paso que conduciría hacia sus dominios: el Estrecho de Anián.
Una vez comenzada la exploración de la isla de Terranova y de la península del Labrador por parte de los balleneros vascos seguida por los franceses, a las potencias europeas (Francia, Inglaterra, Holanda…) se les planteó una delicada cuestión. Para el comercio desde Europa con China o las Molucas (o las «Islas de La Especiería», como se las conoció en su día) la travesía podía suponer un mínimo de 6-8 meses, con los problemas logísticos, de aprovisionamiento, etc. y las muy frecuentes tormentas del Cabo de Hornos, además del control por parte de los españoles. Si la opción era bordear África por el Cabo de Buena Esperanza, el viaje podía ser aún más largo, hasta un año. La opción, caso de encontrar un paso al norte de Norteamérica, reduciría la travesía a apenas tres meses, evitando a españoles y portugueses. La idea era buenísima…pero había que encontrarlo.
ballenas mapa antiguo atlántico norte
                         
                            Los mapas del siglo XVI eran todavía bastante inexactos
El llegar a las Molucas con sus ricas especias de gran demanda en Europa (canela, clavo, pimienta roja y negra, nuez moscada…) suponía acceder a una fabulosa fuente de ingresos. Hasta que los portugueses dieron con la ruta a Oriente doblando el cabo de Buena Esperanza, el comercio estaba en manos de los musulmanes, aunque los intentos de llegar a China y La India fueron constantes, como el ejemplo de Marco Polo. Pero un viaje por tierra era larguísimo, cuestión de varios años, y muy arriesgado. La opción era por mar. Aunque no dejaba de ser un viaje largo, los riesgos eran menores, borraban de un plumazo el control de los musulmanes y los beneficios compensaban el esfuerzo.
España y Portugal tuvieron su contencioso sobre a qué país correspondía el dominio sobre las Molucas. Una vez circunnavegado el globo por Magallanes y Elcano, demostrada de una vez por todas la esfericidad de la tierra, el Tratado de Tordesillas arbitrado por el papa Alejandro VI (conocido como Rodrigo Borgia antes de ser papa, español de nacimiento y pro-Castilla a tope), tras largas disputas y deliberaciones en las que intervinieron afamados peritos por ambas partes, estableció las respectivas áreas de demarcación en América a un lado y a otro de una línea que, de polo a polo, transcurría a 370 leguas al oeste de la isla más occidental del archipiélago de Cabo Verde. Hasta ahí quedaron más o menos de acuerdo pero, una vez descubierto el Pacífico y el acceso a través del Cabo de Buena Esperanza, tocó discutir sobre el reparto de las islas de las especias, al otro lado del globo.
ballenas tratado de tordesillas
Hoy día nos parecería fácil, con los adelantos técnicos de que disponemos en forma de satélites, GPS e instrumentos de medir exactísimos, delimitar la zona geográfica. Pero en aquellos tiempos dar continuidad, seguir trazando el «antimeridiano», la «raya» de Tordesillas más allá de los polos, condujo a otra serie de debates y discusiones que se prolongaron varios meses, en la primavera del año 1.524. Hoy podemos saber que las Molucas quedaban en zona bajo supuesto dominio portugués, pero en aquel momento peritos y pilotos prestigiosos dieron su opinión por ambos bandos sin terminar de ponerse de acuerdo hasta que, por fin, ambas coronas llegaron a un acuerdo mediante el Tratado de Zaragoza de 1.529, por el que España cedía sus derechos a Portugal a cambio de una sustanciosa compensación económica, mediante la cual Portugal de hecho compró los derechos castellanos (a su manera los estaban reconociendo) sobre las que se conocieron en la época como «las Islas de la Especiería». El precio pagado por las Molucas: 350.000 ducados de oro de 375 maravedís cada uno, el equivalente actual a 9.500.000 euros…nueve millones y medio de euros…
Aunque los holandeses, paradojas de la historia, fueron los que al final y sin pagar nada se quedaron con Las Molucas, durante aquellos años y como acabo de decir, la preocupación principal de Francia, Holanda e Inglaterra era encontrar un «atajo» por el norte que les facilitase el acceso hasta Asia. Hubo que esperar hasta 1.906 para que un noruego, Roald Amundsen (el mismo que en 1.911 llegó el primero hasta el Polo Sur), consiguiese franquear mares helados y corrientes, sobreviviendo en condiciones climatológicas pésimas  hasta llegar por fin a Alaska desde el Atlántico, proeza en la que invirtió tres años.
Todos creían en la existencia del Estrecho de Anián. Hernán Cortés, una vez conquistado México, encargó en 1.539 al capitán Francisco de Ulloa la exploración de la costa de California hacia el norte, hasta sobrepasar la isla de Vancouver, en la actual frontera con Canadá, encontrando hielos, tormentas, fuertes corrientes, y un enrevesado y laberíntico paisaje de islas, golfos y desembocadura de grandes ríos, pero sin localizar el estrecho.
Los cartógrafos italianos Giacomo Gastaldi (en 1.562) y Bolognini Zaltieri (en 1.567) publicaron mapas -inventados- que mostraban un angosto paso que separaba Asia del Atlántico. Hasta el famoso pirata/corsario inglés sir Francis Drake buscó la entrada desde 1.579, sin conseguir hallarlo en el laberinto de islas, penínsulas y grandes ríos. En su momento la Corona Británica ofreció 20.000 libras esterlinas a quien descubriese el paso, y ante tan golosa recompensa y, lo que era aún más importante, el honor del descubrimiento, llevó a unos cuantos valientes exploradores a internarse entre los hielos, pero a menudo perdiendo la vida en el intento.
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Según puede leerse al pie, se representa el reino de Quivira (reino legendario y, como corresponde en los reinos legendarios, lleno de riquezas al norte del actual Méjico) y, arriba a la izquierda, la supuesta entrada al estrecho de Anián.
Uno de los más conocidos fue el desastre de la expedición de sir John Franklin. Capitán de la Royal Navy, ya había participado en varias expediciones. En una de ellas sólo sobrevivieron 11 de sus 20 acompañantes que, para sobrevivir, llegaron a comerse sus propias botas de cuero. En Mayo de 1.845 partió con dos barcos, el Erebus y el Terror. Jamás volvieron, y durante doce años no se supo nada de ellos pese a las expediciones enviadas a encontrarles y en las que algunos también encontraron la muerte. Aunque llevaban provisiones para tres años, los pocos que más aguantaron no sobrevivieron ni tan siquiera dos.
En los restos que, poco a poco, fueron apareciendo, encontraron evidencias de canibalismo (algo inevitable en situaciones límite como las que sin duda debieron sufrir), pero se sospecha que murieron de escorbuto, e incluso de intoxicación por plomo, al estar las latas de conserva utilizadas en aquel tiempo y de las que se alimentaban exclusivamente, selladas con ese metal. Sea como sea, los barcos quedaron atrapados en el hielo y se vieron obligados a vagar con los trineos en la extensión infinita del Ártico.
Años más tarde algunos testigos, indígenas inuit, contaron a los que les buscaban que vieron pasar «gente enloquecida» (¿por el plomo, que afecta a la razón, o simple desesperación?) a los que prefirieron no acercarse, arrastrando trineos por la nieve. Sobre la expedición de Franklin también se acaba de estrenar una serie televisiva, El Terror -como uno de sus dos barcos- bajo la producción de Ridley Scott (el que dirigió Alien, el octavo pasajero), donde se cuentan las penalidades de aquellos desgraciados con el inevitable añadido por mor del éxito televisivo de un monstruo blanco…la sombra de Alien les acompaña, aun que en este caso no fuese en el espacio, sino en la nieve.
Y entre todos estos exploradores árticos, entre tanto cosmógrafo y tanto hielo, es cuando hace su aparición en escena un personaje digno de una película: Juan de Fuca. A veces citado como Apóstolos Valerianos, nació en 1.536 en Valerianos, localidad de la isla de Cefalonia, en Grecia. Aproximadamente en 1.555 entró al servicio de la marina española en Sicilia (en aquel entonces parte del reino de Aragón), desde donde acabó en Nueva España en 1.587, participando en las primeras expediciones de las costas del Pacífico mexicanas, llegando a la América septentrional, allá por 1.592. Tras varios años de exploración y ya de vuelta en España depositó en el Archivo de Indias en Sevilla unos mapas y portulanos en los que reflejaba sus supuestas navegaciones, señalando un paso misterioso:
balleneros el paso de Anián
…cuya entrada oriental marca un pináculo triangular y puntiagudo, por el que he podido comunicar desde el Mar del Sur -el Pacífico- con el océano Atlántico…
Se trataba del legendario Paso de Anián con el que soñaban los cartógrafos de toda Europa y que reduciría a menos de 90 días de navegación la travesía entre Europa, China, y las Islas de la Especiería en vez del casi un año que suponía el paso por el Estrecho de Magallanes o el cabo de Buena Esperanza, sin contar las frecuentes tormentas y el control del Estrecho por parte de los españoles.
La Corona Española no necesitaba para nada ese atajo, pero los cartógrafos del Archivo de Indias de Sevilla se alarmaron ante la posibilidad de que los ingleses lo descubriesen, con el agravante del peligro que suponía la pérdida del control del Mar del Sur, ese «lago español» como lo denominaban, y el riesgo para las poblaciones de sus orillas a todo lo largo de América. La información fue calificada como «preciosa» y Juan de Fuca bien pagado, aunque al parecer menos de lo que él pensaba que valía, dejándole sin duda cierto resquemor con la corona española, quedando planos e información puestos a buen recaudo, escondidos en lo más profundo de los archivos sevillanos.
Pero aquí entra en acción el espionaje que nunca cesa. Los ingleses al parecer tenían infiltrado algún «topo», algún informante dentro del Archivo y, ya en 1.596, recién entregados mapas e informes, se pusieron en contacto con Juan de Fuca. Éste se había jubilado en la marina española y de vuelta a su tierra, a comienzos de  1.602 un agente inglés, un tal Michael Yok, consiguió reunirse con él en Venecia, comprando a precio de oro una copia de los mapas y de los informes y del que recibió además 1.000 libras esterlinas en concepto de adelanto por sus futuros servicios como guía para una expedición inglesa. Los franceses a su vez tenían espías entre los británicos y, de una forma u otra, consiguieron contactar con Juan de Fuca pagándole una fortuna por otra copia más. Cuando poco tiempo después los ingleses fueron a reclamarle cuentas a su isla, un tanto cabreados por su desaparición, sólo pudieron encontrarle plácidamente enterrado en una apacible tumba, esta vez en la vecina isla de Zakynthos, con apacibles vistas a otra isla más, la de Ítaca, patria de otro navegante mítico: Ulises.

Sobre este personaje no se ha hecho ninguna película y es que los españoles, al contrario de los británicos, no explotamos apenas semejante filón inagotable de historias e historietas además de que, en honor a la verdad Juan de Fuca, quizá por su condición de griego, sigue siendo un perfecto desconocido para nosotros. Pese a tanto timo y con la peculiar picaresca griega (su «vecino» de isla, Ulises, ya es reputado en La Iliada La Odisea como un auténtico «liante», el Gran Engañador: suya fue la invención del famoso Caballo de Troya), después de haber desplumado a las coronas española, inglesa y francesa, retornado millonario a su isla, Juan de Fuca no cayó en el olvido. En la actualidad y desde 1.788 un pequeño estrecho a la altura de la isla de Vancouver, en el Pacífico canadiense, lleva su nombre. E

so sí, no nos engañemos esta vez: os juro que no comunica con el Atlántico.

8.- Epílogo. Las últimas factorías balleneras españolas en el siglo XX: Ceuta, Algeciras, Galicia…y dos arponeros vascos.

Colgada ya en el blog esta entrada, me comentó mi amigo malagueño Manuel Navarro, compañero de aventuras en Mali y Tombuctú, productor de documentales en su La Nave de Tharsis y gran conocedor de la historia (antigua y moderna) de Andalucía, si no había mencionado las factorías balleneras del Estrecho de Gibraltar… ¡pues ni idea!… le contesté. E ipso facto me puse a buscar información, que os resumo, como añadido a la entrada.
El 24 de Junio de 1.947 se inauguró en Beliones (actual Belyounech, Marruecos) la factoría ballenera del mismo nombre, por la empresa Industrial Martinez S.A. Inicialmente la empresa dispuso de un solo buque, el Alcatraz (posteriormente rebautizado como el Benzú), de 500 toneladas y equipado con varios cañones arponeros. Posteriormente la empresa incorporó un segundo buque, el Hval IV, capitaneado por el noruego Hjlmar Paulsen. Los comienzos no pudieron ser más prometedores: durante la primera semana se capturaron seis rorcuales y tres cachalotes, todos en la zona del Estrecho, aunque fue un comienzo excepcional. Durante sus siete años de existencia la media de capturas anuales fue de 150 ejemplares. En total, 317 rorcuales y 337 cachalotes.
Las causas del cierre fueron varias. En 1.954 Marruecos alcanzó su independencia quedando la factoría en territorio marroquí. Por otra parte, el aceite de ballena fue perdiendo importancia al irse extendiendo los derivados del petróleo. Pero sobre todo, la población de ballenas del Estrecho había descendido considerablemente. El motivo, la intensa actividad de otra factoría ballenera al otro lado del Estrecho, la de Getares (muy cerca de Algeciras). Entre ambas y según testimonios de la época, se hizo una auténtica carnicería.
La factoría de Getares se creó en 1.914, comenzando su explotación en 1.921 con socios españoles e ingleses, aunque la mayoría del capital estaba en poder de accionistas noruegos, creando la Compañía Ballenera Española, más tarde ampliada como Compañía Ballenera Internacional, al extender su radio de acción al Atlántico Norte y sobre todo en la Antártida. Tras una pausa debida a la Guerra Civil y a la posguerra, la compañía reanudó su actividad a partir de los años 40 bajo el nombre de Sociedad Ballenera del Estrecho con una frenética actividad, siempre actuando en el Golfo de Cádiz y alrededores, llegando a cazar en seis años un total de 3.609 rorcuales y 345 cachalotes. Aunque estaba en territorio español y no le afectó, como a la de Beliones, la independencia de Marruecos, sí les afectó el descenso de cetáceos y el uso creciente de los derivados del petróleo en detrimento de la grasa de ballena, cesando su actividad en 1.963.
balleneros Beliones
                                          Factoría de Beliones, 1.940
Más al norte y ya en Galicia, como comenté en el capítulo de los balleneros vascos, hubo bastante actividad desde la Edad Media. La primera noticia data de 1.288, del puerto del Prioiro, cerca de El Ferrol. Sancho IV confirma carta de 1.286 salvaguardando el derecho del monasterio de Sobrado a percibir parte del «diezmo de ballenación» que corresponde a aquel puerto. La actividad ballenera en Galicia tuvo su momento de mayor esplendor en los siglos XVI, XVII y parte del XVIII hasta llegar, tras una pausa de dos siglos, a comienzos del siglo XX. Llegó a haber hasta 18 puertos gallegos dedicados al balleneo, como Camelle, Caión, Malpica, Nois, Rego de Foz, Bares, San Cibrao (con actividad ballenera registrada desde 1.291), Rinlo, Portocelo o Morás, que se amplían en el siglo XVIII a otros nuevos como Porto Vello, Foz y Cangas de Foz. Algunos de ellos comenzaron inicialmente sólo como puertos balleneros, tales como Suevos-Punta Langosteira y Burela… Seguro que entre tanto puerto, me dejo alguno…
Ante la evidente competencia, los balleneros gallegos intentan proteger y monopolizar su industria. En 1.521 y 1.531 sendos decretos del emperador Carlos V excluyen la actividad de barcos «extranjeros» (vascos y franceses) de la costa gallega. Y en 1.628 los del puerto de Bares prohíben a los «vizcaínos» hacer su centinela desde la isla de Coelleira, sin licencia -y supongo que previo pago- del deán y del cabildo de Mondoñedo.
Tras una pausa transcurrido el siglo XVIII, en el siglo XX se reanudaron las capturas en algunos puertos, principalmente el de Caneliñas (en Cee) y el de Punta Balea (en Cangas). En concreto y en el de Caneliñas se cazaron entre 1.924 y 1.927 entre 2.200 y 3.000 rorcuales y cachalotes. Tras la pausa debida a la Guerra Civil y posguerra se reanudó la actividad en 1.951. Hasta 1.975 el control ya es más cuidadoso y en ese periodo de 24 años se contabilizan las capturas de 6.337 cachalotes, 4.686 rorcuales comunes, 291 rorcuales norteños, 17 ballenas azules y 2 yubartas…un total de 11.333 animales… La misma empresa de mayoría noruega, la Compañía Ballenera Española, fue la que propulsó la caza de las ballenas desde los puertos gallegos. En sus inicios, 1.921 en el caso de Getones y 1.924 en el de Caneliñas, y hasta 1.929, casi todo el personal de los barcos era noruego: desde el capitán al cocinero pasando por los arponeros, aunque el personal de tierra encargado del procesamiento de las ballenas eran españoles y, en el caso de la de Beliones, en parte personal marroquí. Tras la reapertura y finalizada la Guerra Civil y el periodo de posguerra, se incorpora gradualmente tripulación española.
balleneros Factoría Balea en cangas, rorcual
                                    Rorcual en la factoría Balea, de Cangas
A diferencia de los balleneros del Estrecho, los gallegos no cazaban sólo en sus costas, sino que extendieron su actividad hasta Terranova y el Antártico. Son travesías más largas, pero obligados a ello al reducirse la población de ballenas en sus zonas costeras. Por esta razón e inicialmente, los barcos del Estrecho y Galicia, más pequeños, no faenaban lejos de la costa, sino que amarraban sus capturas al costado transportándolas a las factorías en tierra. Se consideraba un radio de 70 a 100 millas desde Finisterre. Hubo algún problema mencionado cuando, al cazar una ballena a 150 millas de la costa, el animal llegó ya en muy mal estado y no se pudo aprovechar ni un kilo de carne. Hay que considerar que con un cetáceo amarrado al barco, estorbando su hidrodinámica, la velocidad seguramente no alcanzase ni los 20 nudos, es posible que si acaso la mitad. Como información náutica, un nudo es una milla marina por hora. En el caso ideal de que alcanzase los 20 nudos, el recorrido serían 20 millas x 24 horas = 480 millas al día. Más de tres días (y posiblemente 4 o 5) con el animal a rastras y descomponiéndose…
ballenero de Getares Condesa Moral de calatravaballenero Temerario
Dos buques balleneros de la compañía: a la izquierda el Condesa Moral de Calatrava, y a la derecha el Temerario. En ambos se ve el cañón arponero en proa y en lo alto del mástil la cofa, para otear desde lo alto las ballenas. Barcos pequeños, lo justo para amarrar las capturas al lado y llevarlos a las factorías en tierra.
Cuando hayan de ampliar sus zonas de caza, utilizan barcos más grandes (y procesar en ellos las ballenas) o utilizar factorías flotantes, más próximas, a las que llevar los animales arponeados. En Terranova, precisamente, se produjo un accidente similar al ya relatado del barco Essex, de Nantucket. Al clausurarse -temporalmente- la actividad ballenera en Getones (1.926) y Caneliñas (1.927), parte del material y de los barcos fueron llevados a Terranova, a otra de las filiales noruegas, entre ellos el Caneliñas, el Condesa Moral de Calatrava y el Pepita Maura. En la campaña de 1.928 un cachalote embistió al Pepita Maura, destrozándole una sección de la popa, una pala del timón y la hélice, dejándole sin capacidad de maniobra con lo que embarrancó en la costa. No se hundió, y al menos no hubo víctimas. Como anécdota, en 1.925 y en la factoría de Caneliñas se encontró en los intestinos de un cachalote un trozo de ámbar gris de más de 100 kilos de peso, que se vendió por la estupenda cifra de medio millón de pesetas de la época.
Los buenos arponeros eran muy solicitados por su capacidad y experiencia. De su puntería y «sangre fría» dependía el éxito de las campañas. Incluso ya en la época de los cañones lanza-arpones los bandazos del barco no facilitaban la tarea de hacer puntería. Su salario era alto, sólo por detrás del capitán. En 1.929 se detallan sus sueldos: 300 pesetas (de las de la época) al mes, mas primas por capturas:
-100 por rorcual azul
-50 por rorcual común
-50 por cachalote grande (más de 12 metros)
-25 por cachalote pequeño.
Y al final de la campaña se añadía una prima complementaria según todo lo que se hubiese cazado:
-de 1 a 75 capturas, 50 por cetáceo (rorcual y cachalote grande) y 25 por cachalote pequeño
-de 76 a 100 capturas, 80 por cetáceo y 40 por cachalote pequeño
-a partir de 101 capturas, 100 por cetáceo y 50 por cachalote pequeño.
Dos arponeros vascos en Galicia
Hablamos de dos hombres: Jose Juan Zubiaur Irazábal y Ramón Inchausti Pujana. Naturales de Erandio, el primero, y de Elanchove el segundo, vascos de «pura cepa». Ambos comenzaron de arponeros casi por casualidad. Inchausti comenzó como telegrafista en el Ea, un barco carbonero. En el puerto de Gijón se enteró que estaban preparando dos balleneros, el Marsa y el Benzú, que iban a partir al Estrecho de Gibraltar. Avisó a su amigo Zubiaur, que fue contratado como maquinista en el Benzú y partieron juntos. Una vez en la factoría de Beliones, Zubiaur comenzó como arponero aprovechando un momento de urgencia de la compañía al causar baja por enfermedad el arponero noruego contratado al efecto. Una vez de arponero, recomendó a su amigo Inchausti.
Inchausti pasó del Marsa al Temerario, Zubiaur ejerció en el Caneliñas y un tercer arponero, asturiano, Juan Álvarez, ejerció en el Benzú. Pronto los dos vascos destacaron en su oficio siendo destinados a Galicia. Sólo en la campaña de 1.953 cazaron respectivamente 150 cetáceos (Inchausti) y, casi empatado, 149 Zubiaur, que hubieran sumado una más de no haber perdido otro ejemplar, ya arponeado, en medio de un temporal. Y sólo en 1.953 las primas acumuladas por capturas, sueldo aparte, superaron las 50.000 pesetas (un auténtico dineral para la época), pasando de 60.000 una de Zubiaur el mes que cazó -en un mes, insisto- 41 cetáceos.
En un primer momento la compañía decidió ponerles a prueba:
el vapor Caneliñas salió a pescar con orden de cazar una sola ballena y a las pocas horas de su salida entró en la factoría de Caneliñas con un ejemplar de 24 metros y 70 toneladas de peso… (Borrador de la memoria de IBSA, año 1.951, correspondiente a Mayo de 1.952).
Una vez en Galicia las campañas se extendían de 7 a 8 meses seguidos en el año, desde Abril o Mayo hasta Noviembre o Diciembre. Cuando el mar estaba muy revuelto los barcos atracaban un par de días en Caneliñas, en aquel momento puerto aislado y muy mal comunicado, incluso por tierra. Los marineros gallegos aún podían aprovechar para hacer una «escapadita» y ver a sus familias, pero para aquellos dos amigos vascos significaba una reclusión forzosa, lejos de casa, y encima sin poder cazar (ballenas). Para Inchausti, que se había casado con una gijonesa (su casa estaba en Gijón), eran separaciones demasiado largas. Fueron momentos sin duda para los dos únicos vascos en Caneliñas en que reforzaron su amistad, que demostraron con una lealtad mutua, lejos del individualismo de los arponeros. Como muestra de su cooperación:
este cachalote fue cazado conjuntamente por los dos barcos, habiendo arponeado primero el Caneliñas (Zubiaur) y rematado por el Temerario (Inchausti) de común acuerdo y para que les fuese posible hacer la captura… (parte de capturas correspondiente a Septiembre de 1.953, memoria de IBSA, año 1.954).
Ramón Inchausti decidió jubilarse de tanto mar y tanta ballena en 1.960, retornando con su familia a Gijón, viviendo en una casa estilo caserío vasco que había levantado con el dinero ganado, y pasando sus últimos años leyendo tranquilamente (no le gustaba que le molestaran), cuidando su huerto y sus gallinas sin echar de menos el mar. Debía ser muy bueno en lo suyo, porque José Docampo, presidente de IBSA, hizo un viaje en coche -lujoso coche negro con chófer- desde La Coruña hasta Gijón, presentándose impecablemente vestido para, con suerte, impresionar más y reforzar sus argumentos, ofreciendo a Inchausti que volviese al mar aumentando las primas por capturas, ofrecimiento que Inchausti, sin duda ya con suficientes ahorros y acomodado con su familia, rechazó.
Por su parte, Juan José Zubiaur aún aguantó tres temporadas más. Al contrario que Inchausti nunca se casó, era el típico «solterón» sin una familia a quien echar de menos, pero sin duda la jubilación de su amigo le dejó más solo, y en 1.963 volvió definitivamente a la casa familiar de Obieta kalea en  Erandio, su pueblo, donde además de las -suponemos frecuentes- partiditas de mus con la cuadrilla, se entretenía en cazar con sus amigos de la Sociedad de Caza y Pesca de Erandio, recorriendo Castilla en vez del mar, persiguiendo perdices y conejos. Sin duda agradeció el cambio: perdices en vez de  ballenas…un poco como acaban los cuentos:…y fueron felices y cazaron perdices…
balleneros Franco
Sin tanto mérito como Zubiaur e Inchausti, Franco también cazó algún cachalote. Tras preguntar a unos y otros, investigar y ver su «éxito» como ballenero, he decidido que se merece una entrada aparte en el blog que podréis consultar: Los cachalotes de Franco.
Establecida en 1.986 la prohibición de la pesca comercial para las ballenas por parte de la Comisión Ballenera Internacional, hubo acuerdos previos que fueron poco a poco restringiendo las capturas, aunque los balleneros gallegos las ignoraban, saltándoselas «a la torera» y fueron calificados, incluso por el gobierno español, como «piratas», continuando con la venta de la carne de ballena a un buen cliente como era el gobierno japonés. Ante este «mirar para otro lado» (que no fuesen las ballenas), el 27 de Abril de 1.980 sendas bombas estallaron en los barcos Isba 1 e Isba 2, de la compañía, anclados en el puerto de Marín, aunque uno de ellos aún se pudo reparar. Los causantes: el «brazo armado» de la Sea Sepherd Conservation Society, una escisión radical de los proteccionistas Greenpeace, más moderados en sus acciones, que se limitaban si acaso con sus lanchas a estorbar delante de los barcos arponeros.
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Definitivamente en 1.986, y por imposición de la moratoria de la Comisión Ballenera, las últimas factorías de Caneliñas y de Punta Balea (en Cangas) se vieron obligadas a cerrar, aunque bien a regañadientes, porque las capturas en aquel momento eran numerosas y la compañía, económicamente, marchaba muy bien.
                                  
Postdata
Una vez publicada esta entrada (y la siguiente, donde menciono «Los cachalotes de Franco»), tuve ocasión de conocer la existencia de un libro: Chimán. La pesca ballenera moderna en la península ibérica, de Àlex Aguilar, editado por la Universidad de Barcelona. Me hice con él en cuanto pude y sólo puedo decir que lo he disfrutado a tope: bien escrito, muy bien ilustrado y documentado. Según los datos reflejados, creo que algunos de los que yo he colgado en mi entrada seguramente tengan alguna inexactitud, pero ahí lo dejo. Sólo recomendar a los interesados en el tema la lectura de Chimán (como aclaración, nombre que daban los balleneros modernos a las ballenas más grandes). No os defraudará. Mi agradecimiento al autor.

El hambre. Canibalismo e infanticidio: dos estrategias de supervivencia

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Campesinos ucranianos acusados de canibalismo, detenidos durante las hambrunas de 1.921, retratados junto los restos de sus víctimas
1) La dura búsqueda del alimento. El perro como parte de la dieta humana
2) El hambre y el canibalismo
3) Canibalismo en México
4) El canibalismo en el Paleolítico
5) El infanticidio como control de población
6) El infanticidio para evitar la deshonra
7) La anticoncepción en el mundo clásico
8) El silfio o laserpicio, una planta que se extinguió por su eficacia
9) El «tofet». Sacrificio ritual infantil entre los fenicios y cartagineses
1) La dura búsqueda del alimento. El perro como parte de la dieta humana
 
…su mantenimiento principalmente es de raíces de dos o tres maneras, y búscanlas por toda la tierra; son muy malas, y hinchan a los hombres que las comen… Es tanta la hambre que aquellas gentes tienen, que no se pueden pasar sin ellas, y andan dos o tres leguas buscándolas. Algunas veces matan algunos venados, y a tiempo toman algún pescado, mas esto es tan poco y su hambre tan grande, que comen arañas y huevos de hormigas, y gusanos y lagartijas y salamanquesas y culebras y víboras, que matan a los hombres que muerden, y comen tierra y madera y todo lo que pueden haber, y estiércol de venado, y otras cosas que dejo de contar, y creo averiguadamente, que si en aquella tierra hubiese piedras las comerían…Naufragios y comentarios«, cap. XVIII. Alvar Núñez Cabeza de Vaca).
El autor de esta cita, el explorador jerezano Cabeza de Vaca, sabía muy bien de lo que hablaba. Tras un naufragio en las costas de la actual Florida (buscaban, ¡ahí es nada!, la Fuente de la Eterna Juventud) le tocó deambular durante seis  años por el sur de lo que serían los Estados Unidos (desde Florida y pasando por Alabama, Mississipí, Luisiana, Texas, Nuevo México y Arizona, donde al fin encontró un grupo de jinetes españoles), a ratos prisionero, y otras temporadas ejerciendo el oficio de curandero o de mercader entre los indios, comprobando en carne propia la extrema necesidad en la que todos vivían:
...fueron seis años el tiempo que yo estuve en esa tierra solo entre ellos y desnudo, como todos andaban...
 
Brigitte Bardot publicó una carta en la prensa en 1.983 protestando al gobierno francés porque, pese a la labor civilizadora de Francia, en la Polinesia se consumía todavía carne de perro… Con posterioridad la actriz francesa ha encabezado numerosas protestas contra la tauromaquia, los cazadores o los «galgueros». Amenazó con promover un boicoteo a los productos surcoreanos si este país no tomaba medidas «inmediatas e irrevocables» para acabar con el tráfico de perros para el consumo humano. De hecho, el consumo de carne de perro fue prohibido en Corea en 1.983, pero el Gobierno reconoce que la prohibición no es respetada por la población que, en su cultura gastronómica, acepta su consumo.
Por repugnante o escandalosa que en el mundo desarrollado (repleto de microondas, frigoríficos, abrelatas y grandes superficies donde llenar el carrito) nos resulte la idea de comernos a «Chispa» o a «Sultán», el consumo de carne de perro forma parte en la actualidad de la cultura de varios países de Extremo Oriente. Pero esa cultura viene de mucho antes…
Los primeros fósiles de perros hallados en yacimientos del Paleolítico, muestran huellas de dientes o de cuchillos, al haber sido rebañados, o los cráneos están abiertos, para extraer el cerebro. En la Roma clásica, Plinio el Viejo y Plutarco mencionan al perro como parte de los festines. Los indios de las praderas norteamericanas y sus parientes de la Pampa, se acompañaban de perros que sacrificaban cuando escaseaba la caza, o que ofrecían a sus huéspedes como manjar especial, en prueba de hospitalidad. Cabeza de Vaca, en su libro antes citado («Naufragios y Comentarios«), nos cuenta cómo en sus andanzas por lo que más adelante se conocería como Texas, los indios les canjearon dos perros para que se los pudiesen comer. Los chinos valoran tanto la carne de perro que crían especialmente al Chow-Chow (precisamente «chow» significa comida, en cantonés) para la cocina…y aunque sin alcanzar la categoría de «pata negra» de estos últimos, aprovechan en sus mercados cualquier chucho que se les ponga a tiro.
perros mercado en Yulin
Mercado de perros en el festival del solsticio de verano, en Yulin. Se calcula en unos 10.000 los que se consumen durante esos días. En  toda China se calcula en unos diez millones de perros los consumidos anualmente
Los esquimales valoran muchísimo a sus perros, pero no vacilan en comérselos cuando el Ártico les niega otro sustento. A imitación de ellos, muchos exploradores del Polo Norte y del Polo Sur utilizaron perros para arrastrar sus trineos, aunque hubo algún intento de utilizar ponis, pero los cascos de los caballos se hundían en la nieve y la necesidad de transportar heno les supuso un problema logístico que convirtió el uso de los ponis en un fracaso. En lo que se conoció como «la Carrera al Polo Sur», entre el noruego Roald Amundsen y el británico Robert Scott, el uso adecuado de los perros e inadecuado de los ponis determinó respectivamente el éxito de Amundsen y el fracaso de Scott.
Para empezar, Scott llevó veinte ponis siberianos que, como ya anticipé, se hundían en la nieve y para los que se necesitaba acarrear heno, aumentando la carga. Pese a que los animales fueron muriendo Scott, muy «británico», se negó a comérselos. Amundsen, por el contrario, curtido en su trato con los esquimales, llevó ropa adecuada (pieles, frente a la lana de Scott), todos los miembros de su grupo eran expertos esquiadores y, sobre todo, llevó un equipo de 52 perros (de los que regresaron 11), utilizados como alimento para los otros perros y sobre todo para los propios expedicionarios. El resultado final fue que Amundsen consiguió llegar al Polo Sur y volver para contarlo, mientras que Scott llegó 34 días más tarde al Polo Sur muriendo, agotado, durante el camino de vuelta.
En fin, como saben todos los que han conocido guerras y penurias, cuando la comida escasea, perros y gatos son los primeros en desaparecer. Ante esta situación, y yo creo que a estas alturas hasta Brigitte Bardot lo entendería, no es de extrañar que el primer animal doméstico no se escapara del menú.
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Caníbales filipinos, en 1.903, asando un perro sobre restos de un hombre troceado

2) El hambre y el canibalismo
 
…Un hambre rabiosa por los años de 1.032 a 1.034 hizo que los hombres llegasen a comer carne humana. Los viajeros eran atacados por gentes más fuertes que ellos, sus miembros cortados y devorados… Hubo en Austria, en Iliria y en Carintia un hambre tal, que los hombres comieron gatos, perros, caballos, y descolgaban los cadáveres de los ahorcados para devorarlos… (Raul Glaber, «Historiarum Libri Quinque», o «Crónicas», IV, 4, 10-13).
Raul Glaber (del latín glaber: «el calvo» o, más propiamente, «el lampiño»), monje benedictino que vivió entre los años 980 y 1.047, y al que tocó contemplar las grandes carestías que se extendieron por Europa en el año 1.033. Glaber seguramente pensó que era un castigo del cielo por los pecados de los hombres, pero la causa fue climatológica, debido a lo que se conoce hoy en día como la Pequeña Edad de Hielo, y que se alargó cerca de cuatro siglos.
Ya en 1.330 se había producido una bajada de temperaturas en todo el hemisferio norte, con la consecuencia de lluvias que duraban meses sin parar (y malograban las cosechas), y las secuelas de muerte por hambre y epidemias que se cebaban en una población muy debilitada: cólera, tifus, peste bubónica… Sólo en 1.351 se calculan en 30 millones de muertos por peste en toda Europa, aproximadamente un tercio de la población total.
Glaber describió también fenómenos que relacionó con el milenarismo (el supuesto fin del mundo en el año 1.000, aunque hay «catastrofistas» que amenazan en todas las épocas y con cualquier excusa) tales como la aparición de cometas, lluvias de meteoros y varios eclipses de luna y de sol. Personaje inquieto, fue de un convento para otro hasta que acabó en Cluny, el centro del saber en su época. Él mismo en su libro V se describió como un tanto rebelde en su juventud:
desobedecía a sus superiores, molestaba a sus compañeros y rechazaba cualquier sugerencia encaminada a su salvación espiritual… Todo un personaje…
La sola mención del canibalismo produce un sentimiento de horror en nosotros, habitantes de un mundo civilizado, y sólo podemos pensar en ello como algo propio de sociedades muy primitivas o en casos de grave tensión personal. De vez en cuando nos llegan casos de canibalismo pero en la sociedad occidental se trata siempre de desórdenes psíquicos. Aunque sea un personaje de ficción, el Anibal Lecter de la película «El silencio de los corderos» nos ejemplifica estas situaciones, nada que ver con la desesperación y la urgente necesidad física que produce el hambre. Un ejemplo de necesidad pura y dura de supervivencia fue el de los protagonistas de «Viven«, un grupo de uruguayos que sufrió un accidente de avión en plenos Andes y debieron recurrir a la carne de las víctimas para sobrevivir. Y, sin embargo, ha sido admitido en sociedades desarrolladas y se han dado casos hasta hace tiempos que nos sorprenderían por lo recientes. Aunque es cierto que en estos casos fue la necesidad de sobrevivir lo que motivó la antropofagia.
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Guerreros caníbales de Oceanía transportan a la aldea el cuerpo decapitado de un enemigo muerto durante un enfrentamiento tribal, en 1.910
Sólo en Europa y en el Siglo XX se conocieron varios casos: en Alemania, tras la derrota de la Iª Gran Guerra, o en la URSS, especialmente en Ucrania, durante las hambrunas de 1.921, tras la Revolución Rusa y la guerra civil que le siguió. Tras la Revolución vino un periodo aún peor, la conocida como Golodomor…en ucraniano:  «el hambre» o «matar de hambre», que se ha comparado en ocasiones a un genocidio..
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Grupo de campesinos ucranianos, detenidos y fotografiados junto a su «botín».
Entre los años 1.932 y 1.933 se calcula que murieron de hambre entre 5 y 6 millones de personas, en un territorio que afectó sobre todo a los ucranianos, pero también a kazajos, siberianos y rusos del sur. ¿La causa?: en parte una sequía con la consecuencia de malas cosechas, pero sobre todo por una política soviética decidida por el Comité Central del Partido Comunista en Diciembre de 1.929 de requisas del grano (hasta un 42% de la producción del cereal), entre otras cosas para forzar a los campesinos, hasta entonces libres, a la colectivización. La población se redujo a un 25% a causa del hambre y epidemias como el tifus o por las deportaciones masivas a Siberia ante las protestas del campesinado. Desde 1.934 la natalidad descendió hasta un 40%, y se calcula que se sacrificaron más de 18 millones de caballos, más de la mitad de los existentes en todo el país. Con este sombrío panorama no es de extrañar que se produjesen casos de canibalismo, por pura supervivencia.
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Portada de una revista francesa ilustrando un caso de canibalismo cometido en Rusia, a comienzos del siglo XX, titulado «Los comedores de niños»
Otro caso mencionado de canibalismo por pura necesidad se registró en China, entre los años 1.958 y 1.961, en el distrito de Gansu, región esteparia y montañosa al sur de Mongolia. China es un país que sigue siendo «oscuro» para los investigadores que intentan registrar su pasado. El académico chino Yang Jisheng, en su libro «La Gran Hambruna de China», calculó en ese periodo y sólo en Gansu una cantidad de «muertes no naturales» que oscilaron entre 600.000 y 1.000.000 víctimas.
Mencionó casos de canibalismo registrados: en la ciudad de Linxia se procesó a 558 personas por comerse a 337; en la de Hongtai, a 170 por comerse a 125, de los que 5 «fueron asesinados con ese propósito»… ¿podemos deducir, entonces, que se comían a los cadáveres?… Yang Jisheng habla de que los maridos se comían a sus esposas, las madres a sus hijos, o los hermanos a las hermanas… Casi nos parece estar escuchando al monje Raul Glaber…
Aunque no es éste el objetivo de esta entrada, sólo aclarar que la Gran Hambruna fue consecuencia del fracaso del plan conocido como el Gran Salto Adelante. Este fracaso condujo a partir de 1.960 a la Gran Revolución Cultural Proletaria (todo a lo «grande»), más abreviada en occidente como la Revolución Cultural. El presidente Mao Zedong, antes conocido como Mao Tse Tung, anunció que iba a acabar con «los cuatro viejos»: las viejas costumbres, los viejos hábitos, la vieja cultura y los viejos modos de pensar. Lo que no anunció es que, junto a «los cuatro viejos», iba a acabar con millones de campesinos.
En el distrito de Gansu antes mencionado, se internó en el campo de Jianbiangou a 3.000 presos políticos (intelectuales y antiguos funcionarios principalmente) para ser «reeducados». De esos 3.000, 2.500 murieron por inanición.
3) Canibalismo en México
Pero si hay que buscar un ejemplo de canibalismo masivo, organizado y sistemático, sin duda lo encontraremos en Tenoxtitlán, la antigua capital de los aztecas, en el México precolombino…aunque es un tema que cuando se menciona aún sigue «molestando» a los actuales mejicanos y, si no negado (imposible dada la avalancha de testimonios, incluso de los propios mexicas -como se llamaban a sí mismos-), sí matizado por historiadores de esa nacionalidad. Hay tres códices principales elaborados por los propios mexicas donde se reflejan, además de los sacrificios, el hecho innegable del canibalismo.
Así, los conocidos como el Códice Tudela (del Museo de América, radicado en Madrid), el Códice Magliabecchi (en la Biblioteca Nacional Central de Florencia), y el Códice Florentino (en la Biblioteca Medicea-Laurenciana de Florencia) muestran abundantes dibujos e imágenes de la antropofagia. De estos tres, el último, también conocido como la «Historia General de las cosas de la Nueva España», fue escrito por Fray Bernardino de Sahagún. Está redactado en latín, en castellano y en nahuatl, el idioma de los mexicas. Fray Bernardino se apoyó en los testimonios de sus estudiantes indígenas trilingües, pertenecientes a la élite mexicana, que le informaron de la cultura y costumbres aztecas, entre ellas el canibalismo.
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Canibalismo azteca. Códice Magliabecchi. Biblioteca nacional de Florencia
Los aztecas, pueblo con un alto desarrollo en el momento en que irrumpe en su historia Hernán Cortés, ocupaban Méjico central con su capital, Tenochtitlán, densamente poblada. Y pese a disfrutar de una avanzada agricultura que les permitía obtener 2, 3 cosechas y más cada año en sus «chinampas», huertos flotantes, padecen una acuciante escasez de proteína animal, puesto que la caza es muy escasa y no conocen animales domésticos mayores que el pavo, los patos o sus perritos, a los que crían para consumo.
se calcula un mínimo de 20.000 sacrificios al año, tan sólo en la capital… Bases ecológicas del Sacrificio Azteca«. Michael Harner)
Aunque hay quien eleva la cifra para todo el México Central (además de la capital), calculando que en el siglo XV se sacrificaban anualmente unas 250.000 personas, aproximadamente el 1% de la población. Otros, como el arqueólogo mejicano Marcos Antonio Cervera Obregón, rebaja la cifra a 15.000 para la capital, lo que de por sí ya es bastante impresionante. Pero hay que puntualizar que los mexicas no comían a su propio pueblo, sino tan sólo a los prisioneros de guerra, a los que siempre procuraban capturar vivos, manteniéndolos en grandes jaulones o corrales durante un tiempo, y a los que sacrificaban en lo alto de sus templos, repartiendo las partes del cuerpo. El propietario de la víctima lo entregaba al sacrificador que la repartía según un rígido protocolo: el corazón y la sangre (recogida en un recipiente) estaban destinadas al dios. Los muslos al palacio real. El tórax y las vísceras servían para alimentar a los animales del zoo del emperador (pumas, jaguares, zorros, aves de presa). Con el resto se organizaba un banquete, donde se consumía por los parientes e invitados del anfitrión, aunque éste no participaba de la carne de su prisionero (ya comería en otros banquetes):
cuando entre dos o tres cautivaban a uno de los enemigos, dividíanle de esta manera: el que más se había señalado en este negocio, tomaba el cuerpo del cautivo… después de haberles sacado el corazón echaban el muerto a rodar por las gradas abajo. Iba a parar a una placeta donde unos viejos le despedazaban y le repartían para comer… después de desollados, los viejos llevaban los cuerpos al calpulcoadonde el dueño del cautivo había hecho su voto o prometimiento; allí le dividían y enviaban a Moctezuma (el emperador) un muslo para que comiese, y lo demás lo repartían para los otros principales o parientes; íbanlo a comer a la casa del que cautivó al muerto. Cocían aquella carne con maiz, y daban a cada uno un pedazo de aquella carne en una escudilla, con su caldo y su maiz cocida. Y llamaban a aquella comida tlacatlaolli; después de haber comido andaba la borrachería… («Historia General de las cosas de la Nueva España». Fray Bernardino de Sahagún).
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                        Sacrificios aztecas, según el Códice Florentino
En su avance y tras la conquista de la capital, Cortés hizo un macabro descubrimiento en la localidad de Zultepec, llamada Tecoaque (en nahuatl: «el lugar donde los comieron»). Allí, una expedición de 550 personas, entre hombres, mujeres, niños e indígenas colaboradores, miembros de la segunda expedición y que iban a reunirse con Cortés, fueron capturados por los texcocos, aliados de los aztecas. Encerrados en cabañas y alimentados durante meses, fueron sacrificados gradualmente y devorados junto a sus caballos. Cortés descubrió los restos de los cadáveres, sobre todo los cráneos de los hombres y los caballos, empalados y expuestos frente a las viviendas de los texcocos.
Ni fueron los únicos ni tampoco los primeros en utilizar la carne humana como sustento en Centroamérica. En las islas del Caribe, recién descubiertas, los primeros exploradores tuvieron constancia de la existencia de muchas tribus hostiles que se comían a sus prisioneros, ya fuesen nativos de otras tribus o los propios españoles. Pero en el continente tuvieron ocasión de comprobar más casos. Así, los mayas:
…(tras naufragar en la costa de Yucatán) en el camino murieron de hambre siete de los nuestros, y viniendo los demás en poder de un cruel señor, sacrificó a Valdivia y a otros cuatro, y ofreciéndolos a sus ídolos, después se los comió, haciendo fiesta, según el uso de la tierra, e yo con otros seis quedamos en caponera, para que estando más gordos, para otra fiesta que venía, solemnizásemos con nuestras carnes sus banquetes… Crónica de la Nueva España«, Libro I, cap. XXII, de Francisco Cervantes de Salazar).
Quien ésto cuenta es Jerónimo de Aguilar, aunque tuvo suerte y vivió para contarlo junto a otro español: Gonzalo Guerrero. Tras vivir entre los indios ocho años, pudo ser rescatado por Hernán Cortes al que sirvió, como conocedor del maya que aprendió en sus años de cautiverio, lo que le habilitó como traductor durante sus conquistas, con la colaboración de la india Malinche, que hablaba maya y nahuatl (la lengua de los mexicas). Cabe comentar que el otro español superviviente, Gonzalo Guerrero, llegado el momento no quiso ser rescatado. Se había casado con una india con la que tenía al menos tres hijos, y estaba totalmente integrado entre los mayas, llegando a ser capitán de los soldados indios. De hecho, ayudó a éstos a combatir contra Cortés cuando, en su momento, intentó la conquista de su territorio.
Otros mejicanos, como los Chichimecas:
también sacrificaban más allá de Jalisco hombres a un ídolo como culebra enroscada, y quemándolos vivos, que es lo más cruel de todo, y se los comían medio asados…Historia de la conquista de México«. Francisco Lopez de Gómara).
O los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas y aliados de Cortés que, en su avance hacia la capital, Tenoxtitlán, mantuvieron estas costumbres incluso estando bajo sus órdenes. Hernán Cortés prefirió hacer la vista gorda ante la vital necesidad que tenía de asegurarse su ayuda y fidelidad:
(Cortés) proybió a los yndios que no tuviesen ydolos ni sacrificar pero quel comer de la carne umana muchos días se les permitió porque yban en ayuda de los españoles a las guerras e con codiscia de comerse aquella carne… Relación de méritos y servicios del conquistador Bernardino Vázquez de Tapia«, en la Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial).
Otros cronistas como Bernal Díaz del Castillo, acompañante de Cortés como soldado en la conquista de Tenochtitlán, dejó testimonio en su «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España«, en la que cuenta cómo los tlaxcaltecas cuando se comían a sus prisioneros, animaban a los españoles a participar en sus banquetes, asombrándose que rechazasen el festín.
Antropofagia
              Grabado sobre el canibalismo entre los indios caribes
4) El canibalismo en el Paleolítico
 
Es necesario atender a la definición que cada cultura hace de lo natural o biológico, ya que no tienen por qué coincidir con la nuestra. Muchas tribus de cazadores-recolectores, en Asia, África o Latinoamérica, pueden comerse a sus prisioneros. Generalmente con un ritual previo (como el de los pueblos de Mesoamérica de la época de la Conquista) más o menos elaborado, aunque el fin último es el de, sencillamente, nutrirse. Ya desde el Paleolítico tenemos numerosas evidencias.

Según los trabajos de campo realizados por paleoantropólogos, nuestro remoto antepasado, el Homo habilis, habitante de la sabana africana (que vivió del año 2.500.000 al 1.500.000 a.C., aproximadamente), desarrolló técnicas de carroñeo más que de caza. Su sucesor, el Homo erectus (del año 1.900.000 al 100.000 a.C.) ya practica una caza organizada, domina el fuego y coloniza Europa. Su supuesto descendiente, el Homo antecessor, es el habitante del famoso yacimiento burgalés de Atapuerca, y entre sus restos fósiles aparecen evidencias de canibalismo: huesos rotos para extraer el tuétano o con huellas de raspado para rebañar la carne.

canibalismo Homo antecessor y cromagnon
1/ marcas de descarnación en hueso del pómulo, perteneciente a un Homo antecessor, del yacimiento de Atapuerca.
2/ marcas en el omóplato, esta vez de un Homo sapiens, en un yacimiento francés.
El Homo sapiens aparece hace unos 230.000 años, bajo su forma menos evolucionada de hombre de Neanderthal, procedente de la evolución del  Homo heidelbergensis, extinguiéndose en Europa hace unos 28.000 años. Hay un verdadero debate entre los especialistas que no terminan de ponerse de acuerdo sobre quienes le consideran una especie propia (el Homo neanderthalensis) o bien una subespecie del sapiens (en cuyo caso la denominación más adecuada sería Homo sapiens neanderthalensis). La cosa se inclina más -no sin alguna voz disidente- de que se trata de dos especies diferentes. En todo caso lo que está claro es que el Neanderthal no fue el antecesor del Cro-Magnon. Aunque tenían un aspecto diferente es cierto que durante el tiempo que duró su convivencia llegaron a cruzarse, y sus descendientes fueron fértiles.
Un ejemplo en la península es el conocido como «el niño de Lapedo», en Portugal, un niño de cuatro años encontrado en el yacimiento de Lagar Velho. Según el arqueólogo portugués Joao Zilhao (profesor en la Universidad de Barcelona), el niño presenta en el cráneo mezcla de rasgos tanto de Neanderthal como de Cro-Magnon. Mediante las pruebas genéticas hoy se considera que los hombres modernos, los Homo sapiens (Homo sapiens sapiens, si atendemos a subespecies) tenemos en nuestros cromosomas al menos un 2% de genes procedentes del Neanderthal. Zilhao, por otra parte, apoya la teoría de que los neanderthales eran capaces de pensamiento complejo y simbólico, muestra de su «modernidad».
Neanderthal
Os presento a Kinga, reconstrucción de una mujer neanderthal, realizada por la experta Élisabeth Daynès (y que luce un vestido de la diseñadora AgnesB). Kinga está en una sala del Museo del Hombre de París y de lejos da totalmente «el pego», te crees que es una azafata del Museo. De cerca impresiona por el extremo realismo que han conseguido. 
Hasta hace relativamente poco tiempo se consideró a los hombres de Neanderthal  como individuos muy «brutos», una forma de eslabón entre el hombre y el mono. Ciertamente eran más robustos que el Homo sapiens (sapiens), entre otras cosas por su adaptación al frío. Pero hoy día, por los hallazgos de sus yacimientos o estudios anatómicos sobre su laringe, se les considera capaces de hablar y no meramente gruñir, y asímismo capaces de elaborar formas de artesanía, lo que indica un desarrollo mental avanzado. La evidencia más antigua, apoyando las tesis de Zilhao, es una serie de dibujos rupestres que representan focas, en la cueva de Nerja (Málaga) datados en 43.000 años. Y dado que el hombre moderno no llegó al sur de Europa hasta hace 25.000 años, se considera sin discusión como un producto del Neanderthal.
Sea especie o subespecie, los estudios sobre su dieta nos muestran que consumían un alto porcentaje de carne al tocarles vivir bajo un periodo muy frío, con escasas oportunidades de obtener frutas o vegetales. Se especializan en ciertas presas, de tamaño mediano y grande, propias del periodo glacial en el que viven: rinoceronte lanudo, mamut, oso de las cavernas, bisonte…animales todos ellos de dificultosa caza. El estudio de los hábitats del Neanderthal sugieren grupos tribales de uno 15 individuos, 30 como máximo. La esperanza de vida era inferior a los 35 años y, según las inhumaciones, había una elevada tasa de mortalidad infantil. Porque con el Neanderthal aparecen los enterramientos (a veces con restos de abundantes flores) y, con ellos, las primeras evidencias de canibalismo.
El hombre moderno aparece ya como Homo sapiens (u Homo sapiens sapiens, si lo consideramos subespecie), también conocido como hombre de Cro-Magnon, en África, hace unos 200.000 años, emigrando a Eurasia hará unos 60.000 o 100.000 años, y sustituye al Neanderthal en un plazo aproximado de 5.000 años sin que se sepan todavía exactamente las causas, aunque hay muchas teorías: ¿competencia entre especies, al ser el Cro-Magnon más hábil?…¿influencia del cambio del clima?…¿enfermedades tropicales que los hombres modernos traen desde África y frente a las cuales el Neanderthal no tiene defensas?…¿la propia evidencia del canibalismo del Neanderthal?…
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Mandíbula de Neanderthal, con señales de haber sido «rebañada»
Hay una interesante teoría propuesta por Jesús Baena, arqueólogo de la UAM (Universidad Autónoma de Madrid), responsable de la investigación en el yacimiento de El Esquilleu, cueva en la cordillera cantábrica, con presencia de neanderthales durante decenas de miles de años. Según Baena los humanos modernos (el Cro-Magnon), mucho más efectivos en sus técnicas de caza, sí influyeron en la extinción de los neanderthales por la sobreexplotación de los cazaderos de donde estos últimos obtenían sus recursos.
Lo cierto es que, y según los restos encontrados, los últimos hábitats del Neanderthal se extendieron por el sur de la península ibérica, en yacimientos como los de la Cueva de la Araña (junto a la Cala del Moral, muy cerca de Málaga capital) o el de Zafarraya, también en Málaga. Originalmente y según la técnica del Carbono-14 tanto los restos de Jarama VI (en Madrid, estudiados por Jesús Jordá, geólogo de la UNED) como los de Zafarraya, tenían una antigüedad de 30-33.000 años. Esta datación se ha mejorado con la técnica de la ultrafiltración, lo que adelanta la datación en unos 10.000 años menos de lo anteriormente expuesto. Precisamente y contradiciendo la teoría de que los últimos neanderthales aguantaron más al sur, en la costa de Málaga, la datación por ultrafiltración arroja una antigüedad para los restos de El Esquilleu de tan sólo 23.000 años, una cifra realmente asombrosa por la modernidad que supone.
La llegada desde su África original a Europa del hombre «moderno», el Homo sapiens (sapiens) u hombre de Cro-Magnon, se produce hace aproximadamente hace 40.000 años. Europa se halla todavía bajo el efecto de las consecutivas glaciaciones, en un periodo frío y riguroso, pese a lo cual hay constancia de un aumento de la población: aumenta el número de yacimientos, aumenta el número de zonas hasta entonces no explotadas y aumenta el número de individuos en los grupos, unos treinta de media. La explicación a este crecimiento se debe, sin duda, al desarrollo de las técnicas de armamento. Se perfeccionan las puntas de las armas arrojadizas y aparecen dos inventos cruciales: el arco y el bastón propulsor, que multiplican el impulso en el lanzamiento de dardos y de lanzas, respectivamente.
Habría que valorar cuánto influyó en su éxito el tener sus perros al lado, como «despensa» y ayuda. Los primeros fósiles identificables como perros (y no lobos) aparecen en yacimientos de toda Eurasia y Norteamérica hace ya más de 13.000 años: Palegawra en Irak (12.000 años), Jaguar Cave en Idaho, USA (10.400), Star Carr en Inglaterra (9.500), Devil’s Law en Australia (8.000), Monteburr en Australia (8.000), Sian en China (6.800), Benton en Missouri, USA (5.500), Pont D’Ambon en Francia (9.700), etc. Pero es casi seguro que los proto-perros, indiferenciables anatómicamente de los lobos, acompañasen a los humanos modernos decenas de miles de años antes.
En 1.997 Robert Wayne dirigió a un equipo en la Universidad de California, en Los Ángeles, que revolucionó los conocimientos anteriores en lo que al origen del perro suponían. El estudio genético se realizó con muestras procedentes de 162 lobos (de Norteamérica, Europa y Asia), de 140 perros, de 5 coyotes y de 12 chacales. Por datación genética calculó la separación entre lobo y perro en un tiempo máximo de 135.000 años. Por supuesto, estalló la polémica, ya que las secuencias de mutación mitocondriales en las que se apoyó tienen una tasa de regularidad bastante accidentada, lo que les convierte en relojes muy poco exactos. Pero incluso con esa inexactitud, la fecha de la domesticación del lobo/perro se adelantó bastante a los 14.000 años aceptados hasta ahora por la aparición de los fósiles de perro.
Insisto: los restos fósiles de lobos son abundantes en muchos yacimientos, aunque la imposibilidad de distinguirlos de los proto-perros impidió saber si eran restos de lobos cazados y devorados o eran ya acompañantes fijos de los humanos modernos. Sólo cuando se diferencien anatómicamente del lobo por estudios de morfología dental (Olsen&Olsen, 1.977) y craneal (Clutton-Brock, 1.976; Robert Wayne, 1.986) podemos diferenciarlos. Pero hablando del papel del perro como parte de la despensa del Homo sapiens (sapiens), una característica a destacar es que casi todos estos restos presentan huellas inequívocas de haber sido devorados: aparecen, como mencioné más arriba, chamuscados o presentan raspaduras y señales de haber sido descarnados, o los cráneos aparecen abiertos, para extraer el cerebro.
Pero volviendo al tema de la antropofagia, y dejando a un lado el tema de la antigüedad del hombre de Neanderthal, lo que sí está claro es la evidencia de múltiples huellas de canibalismo, aunque deberíamos definirlo, utilizando la jerga de los arqueólogos, como un «canibalismo gastronómico» y no «canibalismo ritual»…aunque la consecuencia fuese la misma: comerse a los semejantes. Los hallazgos de huesos pertenecientes a
l Homo (sapiensneanderthaliensis con arañazos por haber sido descarnados con herramientas de piedra, o bien partidos para extraer el tuétano, o bien con las cabezas abiertas para extraer el cerebro son abundantes: los yacimientos de Moula-Guercy, Les Pradelles, Fontbrégoua y Combe Grénal, en Francia; Thalheim en Alemania (34 individuos con el cráneo hundido a hachazos); Vindija y Krapina, en Croacia; El Sidrón, en Asturias; o Goyet, en Belgica. En concreto y como ejemplo, en la cueva del Goyet en Bélgica se encontraron 99 restos óseos correspondientes a un mínimo de 5 individuos (cuatro adolescentes y un niño), datados entre 40.500 y 45.500 años.
Otro de los primeros yacimientos, un tanto discutido, fue el realizado en 1.939 en Grotta Guattari, en la ladera del monte Circeo, cerca de Roma, y a unos 100 metros de la línea costera, lo que supuso al menos una fase de inundación por las oscilaciones en el nivel del mar. Con evidencias de ocupación por los neanderthales desde al menos hace 75.000 años. El 24 de Febrero de 1.939 unos trabajadores junto al señor Guattari, despejando la entrada, encontraron en el interior entre muchos restos óseos de animales, un cráneo de neanderthal con el orificio occipital muy ampliado, para acceder al cerebro. El profesor Blanc opinó que se trataba de la obra de otros neanderthales aunque no tardaron en surgir voces discrepantes, que opinaron que hace 50.000 la gruta sirvió de madriguera para hienas, lo que justificaba los restos óseos de caballos y ciervos, y que la ampliación de la base del cráneo se debió a la acción de las hienas. El debate continúa.
El hombre de Cro-Magnon practicó una caza selectiva, según la zona que habitase. Así, en la cornisa cantábrica la presa más cazada fue el ciervo. En las estepas de Europa Central y del Este, fue el mamut, mientras que en Francia, cubierta por una tundra similar a la del Círculo Polar, fue el reno. Y siguiendo al reno en sus migraciones será como comience el proceso de domesticación de esta especie. Se ha calculado la fecha de domesticación de este pariente del ciervo hará unos 7.000 años. El primer documento donde se menciona está fechado en el año 892, del rey Ottar.
El pastoreo de renos se difundió por toda Eurasia septentrional, hasta llegar a los chukchis, junto al estrecho de Bering, pero no alcanzó a los esquimales, a pesar de que éstos cazan el caribú, un animal casi idéntico al reno euroasiático. Los lapones y los pastores de renos como los chukchis pueden haber aprendido algunas de sus técnicas de los pastores de bovinos y de los jinetes del sur, mientras que los antecesores de los lapones cruzaron el estrecho de Bering (así como los renos salvajes) hará al menos 20.000 años, mucho antes de la domesticación del ganado, cuando las glaciaciones hicieron bajar el nivel del mar, permitiendo el paso por un puente de tierra helada que comunicó Siberia con Alaska.
Volviendo al tema del canibalismo y ya en el mundo clásico, el filósofo Aristóteles nos retrata varios casos de los comentados en sus tiempos (casi clasificándolos, fiel a su estilo):
…considero, por ejemplo, brutales, disposiciones como la de la mujer de quien dicen que abre a las preñadas y se come a los niños, o aquellas en que dicen que se complacen algunos pueblos salvajes del Ponto (se refiere al Mar Negro) , que comen carne cruda, o carne humana, o se entregan los niños los unos a los otros para sus banquetes, o lo que se cuenta de Falaris (tirano de la ciudad de Agrigento, en Sicilia, del que se dice que comía bebés en su periodo de lactancia). Estas son, sin duda, disposiciones brutales. Otras se producen a consecuencia de enfermedades (y en algunos casos de locura, como la del que sacrificó y se comió a su madre, y la del esclavo que se comió el hígado de su compañero)… («Ética a Nicómaco«, VII, 5. Aristóteles, S.IV a.C.).
5) El infanticidio como control de población
El escritor irlandés Johnatan Swift, más conocido por ser el autor de «Los viajes de Gulliver«, publicó en 1.729 una obra titulada: «Una modesta proposición para impedir que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o para el país«. La solución sugerida era que los campesinos arruinados que no pudiesen alimentar a sus hijos se los vendiesen a los terratenientes ricos…para que le los comiesen… Está claro que la «Modesta proposición» era una obra satírica cargada de la más cruel ironía, aunque en su momento fue recibida con bastante escándalo por la puritana sociedad británica. Lo que también está claro es que en Europa y, concretamente en Gran Bretaña, el problema de la superpoblación existía, y preocupaba bastante.
 Pese a las mejoras en el armamento del hombre de Cro-Magnon y a la progresiva benignidad del clima, no hay que olvidar que el ser humano seguía (y sigue) dependiendo de los recursos naturales, y que el aumento de población redunda, según las teorías del economista británico del siglo XIX Malthus, en menos recursos para repartir:
cuando no lo impide ningún obstáculo la población se va doblando cada venticinco años, creciendo de periodo en periodo, en una progresión geométrica. Los medios de subsistencia, en las circunstancias más favorables, no se aumentan sino en una progresión aritmética…un hombre que nace en un mundo ya ocupado, si sus padres no pueden alimentarlo y si la sociedad no necesita su trabajo, no tiene ningún derecho a reclamar ni la más pequeña porción de alimento (de hecho, ese hombre sobra). En el gran banquete de la naturaleza no se le ha reservado ningún cubierto. La naturaleza le ordena irse y no tarda mucho tiempo en cumplir su amenaza Ensayo sobre el principio de la población«. Thomas Malthus)… Más claro, agua…
 Hay dos mecanismos sociales que alivian esta tensión en un mundo cada vez más poblado, con menos recursos por tanto. Del canibalismo ya hemos hablado. La otra es el infanticidio. Parafraseando a Malthus (al que admiraba), el antropólogo norteamericano Marvin Harris se refiere al infanticidio o, por ejemplo, al abandono de los viejos por los esquimales cuando escasea la comida, como:
...una de las estrategias culturales dirigidas a incrementar  o limitar el número de individuos, debidas a un cálculo entre los recursos disponibles y las necesidades de la población… Muerte, sexo y fecundidad: la regulación demográfica en las sociedades preindustriales y en desarrollo«. 1.987).
 
Marvin Harris fue el creador de lo que se llamó el «materialismo cultural», corriente teórica que trata de explicar las diferencias y similitudes socioculturales, dando prioridad a las condiciones materiales de la existencia, centrando el interés de los antropólogos en las relaciones entre cultura, ecología, tecnología y demografía. Teniendo en cuenta estas premisas, y aunque nos parezcan un tanto crueles, podemos entender el punto de vista de la sociedad grecolatina, reflejado en muchas de las obras de sus médicos y filósofos:
...para distinguir los hijos que es preciso abandonar de los que hay que educar, convendrá que la ley prohiba que se cuide de manera alguna a los que nazcan deformes; y en cuanto al número de hijos, si las costumbres resisten el abandono completo…será preciso provocar el aborto antes de que el embrión haya recibido la sensibilidad y la vida. El carácter criminal o inocente de este hecho depende absolutamente sólo de esta circunstancia relativa a la vida y a la sensibilidad… Política«, I-IV, c.14. Aristóteles).
 
Con el pragmatismo y la «frialdad» propia de la escuela estoica, el filósofo Séneca nos dice:
…matamos a los deformes; incluso ahogamos a los niños que nacen débiles y anormales. Pero no es la ira, sino la razón la que separa lo malo de lo bueno… De Ira«, I, 15, 2. Séneca).
El médico griego Hipócrates en el siglo IV a.C. se cuestiona:
…qué niños convendría criar…Corpus hippocraticum«, IV,  «Acerca del feto de ocho meses«. Hipócrates).
Y Sorano de Éfeso, médico griego al que volveré a mencionar más adelante y que ejerció en Alejandría y Roma en el siglo II, define la puericultura como:
…el arte de decidir cómo reconocer al recién nacido digno de ser criado… Gynakeia«, II, 9-10).
Ahora bien, es muy difícil diferenciar lo que fue infanticidio y lo que fue muerte natural. Una parte significativa de investigadores defienden la idea de que la alta mortalidad infantil obedece exclusivamente a causas naturales. Ciertamente, ésta era muy elevada. Se considera a la mortalidad infantil como el indicador demográfico que señala el número de defunciones de niños en una población de cada mil nacimientos vivos, durante el primer año de vida, el periodo más crítico. En la actualidad se dan diferencias notorias entre el mundo desarrollado y el Tercer Mundo, por razones obvias debidas a las diferencias de alimentación y de sanidad, principalmente. Así, los países con menor mortalidad infantil son Noruega e Islandia, con tres muertes de cada mil niños durante su primer año. Por contra, África registra las peores tasas, siendo de 154 por cada mil, como media para toda África, llevándose la triste palma Níger, con 262 fallecimientos por cada mil niños, durante el primer año de vida.
En cuanto a la mortalidad infantil en la antigua Roma, los diferentes estudios coinciden bastante: 300 por cada mil («Demografía y sociedad romana«. Tim Parkin). Entre un 30 y un 40% de muertes durante el primer año, y una tercera parte en sus diez primeros años («Nacimiento y muerte de los niños en la Roma Imperial«. Laura Montarini). O aún peor según Richard Saller, para el que cerca de la mitad de los niños romanos morían antes de los diez años («Patriarcado, propiedad y muerte en la familia romana«). Y ésto, para los niños no abandonados en la calle o expósitos, que mencionaré a continuación.
A lo largo de la historia, tribus, clanes, reinos, han obtenido su fuerza por el número de sus pobladores, bien para engrosar sus ejércitos, bien para la masa de sus trabajadores. La fecundidad se consideraba una bendición de los dioses. Pero cuando llegan los tiempos cíclicos, contra los que no se puede luchar, de las vacas flacas, esa bendición se convierte en un regalo envenenado y, en unas sociedades sin los medios anticonceptivos de los que disponemos ahora, el único control de natalidad era «eliminar excedentes».
Hay formas directas de infanticidio, como la asfixia, pero en la antigua Roma el método más usado era la «exposición»: los niños expósitos, literalmente «puestos fuera», o lo que es igual, el abandono en plena calle de los niños nacidos en casa bien de la propia esposa, de las hijas o de las esclavas, institución frecuente en el mundo grecolatino y potestad indiscutida del «pater familias», jefe absoluto de los bienes y las vidas dentro del hogar. La mayoría de los niños expósitos o abandonados en Roma eran depositados frente a la llamada Columna Lactaria, delante del templo de la Pietas romana. Una vez abandonados podían ser recogidos por cualquiera: familias que deseaban más hijos, o sin herederos, pero la mayoría eran criados por comerciantes para fines lucrativos, bien destinados a ser esclavos, prostitutas o gladiadores. Para regular éticamente la exposición y con el objetivo de aumentar la población en Roma, Dionisio de Halicarnaso menciona la «Ley de Rómulo» (aunque en origen estaba enfocada para castigar a las nueras que ofendiesen a sus suegras):
… en primer término estableció la obligación de que sus habitantes criaran a todo vástago varón y a las hijas primogénitas; que no mataran a ningún niño menor de tres años, a no ser que fuera lisiado o monstruoso desde su nacimiento. Sin embargo no impidió que sus padres los expusieran tras mostrarlos antes a cinco hombres, sus vecinos más cercanos, si también ellos estaban de acuerdo… Historia Antigua de Roma«, 2.15. 1-2).
El infanticidio, pese a todo, no era «bien visto», y había formas más solapadas como la desidia y la falta de cuidados, vitales en un recién nacido. Y, como ya hemos visto, el infanticidio femenino o su exposición debido a  su condición de «clase improductiva», era visto con más naturalidad en el mundo clásico:
si como puede suceder, das a luz a un hijo, consérvalo, si es mujer, abandónala… (carta de un marido a su esposa, «Papiro Oxyrrinco«, IV, 744. Siglo I).
un hijo siempre es criado, incluso si uno es pobre; una hija es expuesta, incluso si uno es rico… Hermaphroditus«, fr.11. Posidipo).
de 79 familias de Mileto, en Grecia, en el año 220 a.C., los hijos varones eran 118 y tan sólo 28 hembras. De 600 familias de Delfos, en el siglo II, sólo un 1% criaban dos hijas, aunque no era extraño la crianza de dos o más hijos varones… Historia de la Infancia«, pag.49. 1.982. Lloyd deMause).
Cabe preguntarse si el infanticidio selectivo es un recurso de sociedades desarrolladas. Volvamos otra vez al Paleolítico, de donde veníamos. En un cálculo hecho sobre los restos fósiles encontrados pertenecientes desde el Pithecantropus hasta el moderno Cro-Magnon, la proporción era de 148 varones por cada 100 hembras, algo que se contradice con el 50% aproximado para cada sexo en el momento del nacimiento («The social Life of Early Man«, pag. 255. Henry Vallois).
6) El infanticidio para evitar la deshonra
Añado este capítulo a posteriori, y gracias al comentario que un amigo abogado me hizo tras leer la entrada de que él, cuando estudió derecho, recordaba algo así como que en el Código Penal existía un atenuante para el infanticidio, a fin de evitar la deshonra de la madre. Obviamente no era un infanticidio por hambre, ni tan siquiera ritualizado, como el caso de los tofet que veremos más tarde. En este caso la necesidad era «social», por evitar algo que fue tan grave como el «deshonor» en la familia. Como me ha parecido interesante, os lo paso.
En el Código Penal de 1.822 (artículo 612) ya se redacta el delito de infanticidio, donde se exceptúa de la pena señalada a los parricidas a:
…las mujeres solteras o viudas que teniendo un hijo ilegítimo, y no habiendo podido darle a luz en una casa de refugio, ni pudiendo exponerle con reserva, se precipiten a matarle dentro de las venticuatro horas primeras al nacimiento, para encubrir su fragilidad; siempre que este sea a su juicio, de los jueces, de hecho, y según lo que resulte, el único o principal móvil de la acción y mujer no corrompida y de buena fama anterior a la delincuente… 
El Código Penal de 1.848 en su artículo 327, extendió este beneficio al abuelo materno y amplió a tres días el término de venticuatro horas del anterior texto penal.
La redacción del infanticidio que otorga el Código Penal de 1.973 procede del Código Penal de 1.932, acogiendo la misma, en el Libro II, Título VIII, Capítulo II, como un tipo delictivo independiente, según dispone así el artículo 410:
la madre que para ocultar su deshonra matare al hijo recién nacido será castigada con la pena de prisión menor, en la misma pena incurrirán los abuelos maternos que, para ocultar la deshonra de la madre, cometieren este delito…

Eran otros tiempos… En el Código Penal de 1.995 ya no se contemplan estos atenuantes, entre lo que era un «infanticidio por honor», y un infanticidio puro y duro. Lo que se aplicaban en estos casos no era exactamente ni un atenuante ni una eximente, sino que es lo que se viene a describir como un “tipo atenuado” de homicidio o asesinato. Esto es, el hecho típico penal, la muerte de un recién nacido para evitar la deshonra de la madre, tiene una pena muy inferior a la que correspondería al tipo básico de homicidio o de asesinato.

En el código penal del 73 las penas se correspondían a seis categorías; arresto menor, hasta un mes, arresto mayor, de un mes a seis, prisión menor, de seis meses a seis años, prisión mayor de 6 a 12 años, reclusión menor de 12 a 20 años y reclusión mayor de 20 a 30 años. Mientras que el homicidio estaba castigado de 12 a 20 años y el asesinato de 20 a 30, el mismo acto, realizado con un recién nacido para ocultar la deshonra tenía una pena muy inferior.

7) La anticoncepción en el mundo clásico

En este mundo moderno que nos ha tocado vivir, los avances de la ciencia han conseguido que las mujeres puedan decidir por sí mismas el control de la maternidad, tanto si quieren ser madres como si no. Hoy está al alcance de cualquiera disponer de fecundidad asistida, inseminación artificial o trasplantes de embriones, y en el caso de que quieran evitar o posponer los nacimientos, todo un surtido de DIUs (dispositivo intrauterino), píldoras anticonceptivas o incluso la «píldora del día después».
Un hito lo marcó en los años 50 del pasado siglo el descubrimiento de la píldora anticonceptiva, por el biólogo estadounidense Gregory Goodwin Pincus, aunque no se autorizó su comercialización en los Estados Unidos hasta el 18 de Agosto de 1,960. En España la autorización se retrasó hasta el 7 de Octubre de 1.978. Antes de esa fecha se consideraba en nuestro país como delito penado por la ley venderla, e incluso prescribirla. Pese a la autorización, muchas farmacias se negaron a venderla por considerarla «inmoral»…obviamente eran otros tiempos. No obstante muchos médicos más abiertos de mente la recetaban con la excusa de regularizar el ciclo menstrual, e incluso para combatir el acné.
Pero en el mundo clásico no se disponían de tantos avances, y en una época en que no existía la Seguridad Social, ni ayudas a la maternidad ni tan siquiera hospicios, era un hecho que muchas mujeres intentaban evitar quedarse embarazadas, ante las complicaciones de todo tipo que les podía suponer, tanto económicas como éticas, y que desembocaban en última instancia bien en el siempre peligroso aborto o, una vez producido el nacimiento, en el asesinato o el abandono de los recién nacidos, como ya vimos en el caso de los expósitos.
Los primeros preservativos se mencionan en Egipto, en el año 1.000 a.C., y se elaboraban con vejigas natatorias de peces, vejigas de cabra o intestinos de cordero. En Egipto también y un poco antes se mencionan anticonceptivos por el método del tapón vaginal, como los que describe el Papiro de Ebers (año 1.550 a.C.):
…tritúrese con una medida de miel, humedézcase la hilaza con ello y colóquese en la vulva de la mujer…  o bien el papiro de Kahum (año 1.850 a.C.), donde recomienda una mezcla de miel, hojas y pelusas de la flor de la acacia, dentro de la vagina. Un sistema parecido describe el Papiro de Petri (año 1.859 a.C.), donde aconsejan un pesario intravaginal mezcla de miel, tiza en polvo y estiércol de cocodrilo (…¡supongo que no sería difícil de conseguir en las riberas del Nilo!…).  El principio de todos ellos era producir un efecto espermicida, al formar en la vagina un pH alcalino.
algunos impiden la concepción untando la parte de la matriz en la que cae el semen con aceite de cedro o con un ungüento de plomo con incienso mezclado con aceite de olivo… Historia animalium«, 7,3, 583a. Aristóteles. Siglo III a.C.).
En la antigua Roma y preocupados por los bajos índices de natalidad (hacían falta soldados), se promulgaron leyes tales como la Ley Cornelia, bajo el dictador Lucio Cornelio Sila, en el año 81 a.C., por la que se prohibían las prácticas abortivas. Como el problema demográfico debió continuar, a comienzos del Siglo Iº el emperador Augusto promulgó edictos por los que se obligaba a los jóvenes a contraer matrimonio con el fin de procrear, así como la prohibición de los métodos anticonceptivos y del aborto. Pero contra la necesidad, poco hacen los edictos, por muy imperiales que fuesen.
En Roma un uso muy frecuente por lo barato y al parecer por lo efectivo, eran enjuagues vaginales con vinagre, pre o post-coital (podemos suponer como olían los burdeles), con la intención de crear un pH ácido en la vagina como medio espermicida, o bien con pesarios de bronce, colocados en el cuello del útero. Pero es nuestro viejo conocido, el médico griego Sorano de Éfeso, el que más remedios aconseja en su obra «Gynakeia«, tratado de pediatría pero también de anticoncepción o de consejos a las matronas. Así, recomienda colocar en la vagina bolas de lana o de cerúmen de mula (¡curioso remedio!) impregnadas en distintas hierbas, aceite, miel o resina de cedro.
Otros remedios de los aconsejados por Sorano son: mezcla intravaginal de aceite rancio de oliva, miel y resina de cedro. Y, como muy eficaz, siguiendo la tradición popular, una bola de lana empapada de vino o vinagre. Sorano critica por ineficaces otros remedios de la época, más bien amuletos, tales como trozos de matriz de mula, o una araña envuelta en piel de ciervo, que se colgaban del cuello antes de salir el sol, después del coito.
Y entre otros, Sorano da unos curiosos consejos para no quedarse embarazadas, después del coito: ponerse en cuclillas y estornudar fuertemente, o saltar siete veces seguidas…tan alto como pudieran…supongo que con la intención de expulsar el semen. Las romanas desconocían por aquel entonces el bidé, o bidet…del francés «bidet»: caballito, elemento sanitario hoy presente en los baños de todo el mundo. Ideado al parecer en Francia a finales del Siglo XVII con la intención de lavarse externa e internamente la vagina tras el coito, y de alta presencia en los burdeles y en los dormitorios (aún no se había desplazado al baño) de las damas de la alta sociedad francesa. Pude ver en el museo Carnavalet de París (el museo de la historia de la ciudad), un bidet de mármol, al parecer perteneciente a Napoleón. Aunque el Cardenal Richelieu le achacaba ser uno de los motivos de la frigidez femenina…¡cardenal tenía que ser!…Pero como anécdota divertida no puedo dejar de citar la del bidet de Nápoles.
En 1.768 se casó la princesa austríaca Maria Carolina Luisa Giuseppa Giovanna Antonia de Habsburgo-Lorena, para los conocidos más brevemente como María Carolina de Austria, hermana de aquella María Antonieta que perdió la cabeza en la guillotina en plena Revolución Francesa. Su marido fue el rey Fernando IV de Nápoles y III de Sicilia, hijo de nuestro Carlos III (anteriormente rey de Nápoles, a su vez), pasando a ser tras su matrimonio reina consorte de Nápoles. Debía ser la reina María Carolina todo un carácter, ya que Napoleón decía de ella que era…el único hombre del reino de Nápoles…, aunque cumpliendo con su deber marital, que era el de proporcionar herederos al trono, dio a su regio marido nada menos que 18 hijos. En su defensa, promovió Nápoles como centro cultural, siendo en su momento la tercera capital europea en población, tras Paris y Londres.
Cuando se fue a vivir a Nápoles, María Carolina se trasladó al palacio de Caserta, edificado por su suegro, magnífico edificio barroco construído a imitación del palacio de Versalles, con unos fastuosos jardines y con el passeggio:  el «paseo», de tres kilómetros de extensión, a lo largo de una serie de estanques, fuentes y cascadas. Digno de verse: si os acercáis a Nápoles no dejéis de hacer una visita. Y, como era costumbre entre la nobleza, María Carolina se llevó a su palacio de Caserta todas sus pertenencias personales: cuadros, porcelanas, joyas, vestidos, libros y mobiliario…entre ellos un bidet. Aunque austríaca de nacimiento, María Carolina tenía una gran influencia francesa en su educación, su marido era de la dinastía de los Borbones (de origen francés, por tanto) y el bidet formó parte de esa educación, aunque en este caso sólo como elemento higiénico y no anticonceptivo, como demostraron sus diez y ocho vástagos.
Bidet de Nápoles
El bidet napolitano de Maria Cristina de Austria…con su forma de guitarra
Pues bien, cuando tras la reunificación de Italia en 1.860 y ya bajo la dinastía de los Saboya se hizo un inventario de todos los objetos que encontraron en el palacio real borbónico, una de las cosas que más les intrigó fue catalogado como un …objeto desconocido en forma de guitarra… ni más ni menos que el bidet de María Carolina…
8) El silfio o laserpicio, una planta que se extinguió por su eficacia
 
…podemos hacer el amor siempre que tengamos silfio… Carmina Catulli«. Cayo Valerio Catulo. 84-54 a.C.).
En este poema, Catulo ya indica una de las virtudes del silfio como potente afrodisíaco. De familia aristocrática, y breve pero agitada vida (murió a los 30 años), Catulo fue uno de los poetas romanos más conocidos desde la Edad Media por el tono jocoso, irónico y sensual de sus poemas. El compositor alemán Carl Orff incluyó parte de las Carmina Catulli (poemas o cantos de Catulo) en su popular obra «Carmina Burana«, junto con otros textos del cancionero estudiantil medieval.
El fragmento citado, en el que hace mención al silfio, fue uno de los muchos dedicados a su amante Lesbia, seudónimo de Clodia, otra rica aristócrata con la que mantuvo una apasionada y tormentosa relación, aunque estuviese casada con Quinto Cecilio Metelo Celer, gobernador de la Galia Cisalpina… Ya se sabe que entre los ricos, hoy como ayer, la moral siempre es más relajada… Sólo como ejemplo y para ilustrar el «estilo» mordaz de Catulo ahí van los dos primeros versos del Poema XVI, cuya traducción estuvo severamente censurada durante 20 siglos:
paedicabo ego vos et irrumabo /  Aureli pathice et cinaede Furi… 
¡No os preocupéis, que os lo traduzco!: «…yo os daré por el culo y por la boca, / Aurelio pederasta y capón Furio…» (traducción de Rubén Bonifac Nuño, de entre las muchas versiones que hay)… A mí me recuerda a menudo a Quevedo, otro poeta de vivo ingenio y mucha mala leche, con el que más valía no enemistarse…
Además del uso del silfio como afrodisíaco que menciona el irreverente Catulo, uno de sus principales usos fue como abortivo, usando una infusión de raiz de lirio, hojas de ruda y silfio. Volvemos a nuestro viejo conocido el médico griego Sorano de Éfeso,  y que hablando del uso de esta planta como abortivo aconseja beber extracto de silfio mezclado con agua una vez al mes:
no sólo impide un embarazo, sino que también destruye cualquier cosa existente… Gynakeia«).
Silfio 4
Representación frecuente del silfio junto a una mujer desnuda, siempre tocando la planta con una mano y con la otra en el regazo, o incluso en la entrepierna. 
Pero, ¿qué era el silfio?… Al parecer fue una planta de la familia de las umbelíferas (como la cicuta, el hinojo, la férula o el perejil -otro abortivo popular-) que crecía silvestre en la húmeda franja costera de lo que se conoció como la Cirenaica, provincia romana que incluía parte de la actual Libia y en cuya costa se establecieron inicialmente colonias griegas procedentes de la isla de Thera (actual Santorini). Sin duda Sorano que, antes de Roma ejerció en Alejandría, la conoció allí, zona más próxima a su hábitat original. Los griegos de Cirene y hasta su conquista por parte de los romanos, mantuvieron un activo y próspero comercio con el silfio, hasta tal punto que la planta aparece en numerosas monedas de oro y de plata, índice de la importancia económica que supuso en aquel tiempo. Se cuenta que Julio Cesar llegó a almacenar 680 kg de la planta, como un tesoro.
Silfio 5
Silfio 3
Silfio 2Silfio 1
Como vemos, el silfio fue una planta ampliamente representada en las monedas. 
Silfio en varios dracmas
Silfio 1942
Silfio, reconstrucción
Representación idealizada de la planta del silfio. Y un sello de correos representando al silfio, según imágenes de una moneda, emitido en Libia en 1.942, aún bajo dominio italiano (Libia alcanzaría su independencia el 24 de Diciembre de 1.951)
El silfio era una planta apreciadísima y muy cara, que se intentó cultivar sin éxito, y que a menudo se adulteró con otras plantas parecidas y sin tantas virtudes. Se la describió y así la vemos en las monedas, como de tallo y raíces robustas y largas, hojas chatas y pequeñas flores amarillas. Sus tallos se cocinaban al estilo de las verduras y sus raíces se comían frescas, mojadas en vinagre. Pero lo más apreciado era el «laser» (nada que ver con la luz que conocemos hoy), lo que le valió el nombre más frecuente entre los latinos de «laserpicio», y que llegó a intercambiarse por su peso en oro, al alcance de muy pocos. El laser como tal era el producto obtenido de dejar secar la savia que, después, se consumía rallado, bien para su uso afrodisíaco y abortivo, o bien para condimentar los sofisticados platos de la alta cocina romana, tales como sesos de flamenco, o la carne de flamenco estofada…recetas «sencillitas» y populares, como se ve…
El problema para el silfio es que, por una parte y como adelanté, no hubo manera de cultivarlo, ni mediante semillas ni plantando esquejes. El botánico Teofrasto que la describió nos cuenta:
...rehuye el terreno cultivado… (para añadir que, a las ovejas)… las engorda mucho y comunica a su carne un gusto admirablemente exquisito… Historia de las plantas«, VI, III, 3. Teofrasto).
Lo que nos da una segunda pista: el pastoreo excesivo. Pese a los controles sobre su recolección, sin duda y debido a su alto precio, hubo un «furtiveo» importante. Sumado a que sólo crecía en una franja relativamente reducida (40 x 400 kms), el silfio fue escaseando cada vez más hasta desaparecer completamente por más del interés con que sin duda se le buscó, allá por los años 50 del siglo Iº:
un único tallo enviado a Nerón es todo lo que ha sido hallado…desde entonces no ha sido importado otro laser que aquel de Persia, Media y Armenia, donde crece en abundancia aunque muy inferior al de Cirenaica y además es adulterado con goma, sarcopenia o alubias molidas… Naturalis Historia«, XIX, 15. Plinio el Viejo).
Silfio Ferula assafoetida
 
La Ferula assafoetida, de la misma familia (Umbelíferas) que el silfio, parecida a otras especies de la misma familia y frecuentes en nuestras latitudes, como la cañaheja
Plinio se refería seguramente a la asafétida (Ferula assafoetida), planta abundante, con un aspecto similar al descrito para el silfio y que, como su nombre indica, tiene un fuerte olor, y que comunicaba a la comida un intenso sabor entre ajo y cebolla. Como dato curioso que las relaciona con el poder abortivo del silfio, y según estudios farmacéuticos sobre el embarazo en ratas, la Ferula assafoetida tiene hasta un 50% de eficacia en la interrupción del embarazo. Otra especie próxima de nombre imposible, la Ferula jaeschkeana, tiene un índice cercano al 100% de interrupción.
9) El «tofet», el sacrificio ritual infantil entre los fenicios y cartagineses
Tofet de Motia, Sicilia
                El tofet de la isla de Motia, colonia fenicia en Sicilia
En el mundo púnico (Fenicia, Cartago y sus colonias) el infanticidio es frecuente y está sacralizado. Lo descubrimos en los «tofet», cementerios infantiles separados de los adultos. La palabra «tofet» es de origen cananeo, y viene a significar algo así como «el altar», de la raiz aramea «arder» o «quemar», lo que ya nos va dando una idea. Parece un caso de infanticidio forzado ya no por la presión demográfica, sino por una ritualización que, posiblemente, formalizó los sacrificios humanos preexistentes. Sus primeros antecedentes lo encontramos en la antigua Judea, y lo menciona la Biblia refiriéndose a los lejanos tiempos que llamaron de la idolatría. En los alrededores de Jerusalén, en lo que en los tiempos biblicos se llamó el valle de Ben Hinnóm, se encuentra un valle estrecho y profundo, conocido hoy como Wadi er-Rababi. Según la Biblia, en tiempos de Acaz y Manasés, sacrificaban allí sus hijos al dios Moloch. Varios profetas («Crónicas«, 28: 1-3; 33:1-6; «Jeremías«, 7:30-33; 19: 6-7) condenan en la Biblia a aquellos hebreos:
y han edificado los lugares altos del Tofet, que está en el valle del hijo de Hinón, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo (Yahvé) no les mandé, ni subió a mi corazón… Jeremías«, 7, 31-32).
De los hebreos la costumbre pasó a sus vecinos fenicios (ciudades de Tiro y Sidón, principalmente), y desde Fenicia, a su colonia de Cartago. Aún unidos por el origen y la lengua, cada colonia era independiente. Con la expansión comercial de los fenicios, colonizan parte del mediterráneo occidental, y en casi todas esas colonias (Motia en Sicilia, Tharros en Cerdeña, Hadrumeto en Tunez) podemos hallar los «tofet», aunque donde más numerosos los encontramos es en Cartago, sobre todo en Salambó, a las afueras de la ciudad.
Tofet de Salambó, Cartago
Yacimientos múltiples de tofet, en Salambó, junto a Cartago
En principio los «tofet» son tumbas de incineración con restos infantiles carbonizados, depositados en urnas. Como en todo, las opiniones de los investigadores discrepan. Para algunos son simples cementerios infantiles con cuerpos cremados post-mortem, una simple incineración de los cadáveres. También se apoyan en que casi todos los testimonios de que disponemos sobre los «tofet» y los sacrificios son de autores grecolatinos, competidores de los púnicos por el control comercial en el Mediterráneo, competición que fue in crescendo hasta acabar con la aniquilación de Cartago, tras las Guerras Púnicas con Roma, aquellas que la enfrentaron con Anibal. Es lógico que los grecolatinos intentasen difamar a los púnicos, pero también es cierto que los testimonios que nos han llegado hablan muy claramente de sacrificios en vivo, sacrificio que para mayor crueldad consistía en ser quemados vivos. La forma más usual era depositar a los niños sobre los brazos inclinados de la estatua del dios Baal Hamón (identificado por los autores griegos y romanos como Cronos o Saturno, respectivamente), de donde rodaban para caer en la pira.
es en plena consciencia y conocimiento que los cartagineses ofrecían a sus hijos, y quienes no los tenían los compraban de los pobres, como a los corderos y aves, mientras que la madre estaba de pié sin lágrimas ni lamentos…todo el espacio delante de la estatua era llenado del sonido de las flautas y de los tambores a fin de que no se pudieran escuchar los gritos… De la superstición«, XIII. Plutarco).
los niños eran sacrificados públicamente a Saturno, en África, hasta el proconsulado de Tiberio, quien hizo exponer a los propios sacerdotes de ese dios, atados vivos a los árboles de su templo, que cubrían los crímenes de su sombra. Juro por mi padre que, como soldado, ejecutó esa orden del procónsul. Pero, aún hoy en día, ese sacrificio criminal sigue en secreto… Apologética«, IX, 2-3. Tertuliano).
los fenicios, en caso de grandes calamidades como las guerras, las epidemias o las sequías, sacrificaban a una víctima tomada de entre los seres que más apreciaban y que designaban por votación como víctima ofrecida a Cronos… De la abstinencia«, II, 56,1. Porfirio de Tiro).
…(a propósito del ataque a Cartago por Agatocles, tirano de Siracusa) los cartagineses estimaron que Cronos también les era hostil, por lo que quienes previamente habían sacrificado a ese dios a los mejores de sus hijos, habían comenzado a comprar en secreto niños que alimentaban para enviarlos después al sacrificio… Ardiendo de deseos por reparar sus errores, eligieron doscientos niños de los más queridos y los sacrificaron en nombre del Estado. Otros se entregaron voluntariamente, no eran menos de trescientos… Historia«, IV. Diodoro Sículo).
se dice que los antiguos sacrificaron a Cronos en Cartago tanto como duró la ciudad… Historia Antigua de Roma«, I, 38, 2. Dionisio de Halicarnaso).
Tofet de Salambó, Cartago, 2

El Holocausto y el horror nazi en Polonia (3ª parte)

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1ª parte:
-Introducción. Orígenes del antijudaísmo
-El guía: Mario Sinay
-Comienza el viaje. Varsovia
-Primera parada: el cementerio judío de Varsovia
-Los antecedentes. La invasión nazi
-Comienza la caza del judío
-El ghetto de Varsovia
2ª parte:
Comienza el exterminio. Treblinka
La revuelta judía del ghetto de Varsovia
La aldea de Tykutin y el bosque de Lubojova
Lublin, cuna de la ortodoxia
El campo de Majdanek
Cracovia
3ª parte:
Schindler, el de la lista
Auschwitz-Birkenau
Los experimentos de Auschwitz
La vida cotidiana en los campos
El fin de Auschwitz
3ª parte:
 
Schindler, el de la lista
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      Los 1.200 judíos de la Lista de Schindler, junto a su oficina, en Cracovia
Hay un cargo honorífico creado en Israel en el año 1.963 por el Yad Vashem (institución creada para honrar a las víctimas del Holocausto), para honrar a su vez a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, prestaron ayuda de manera altruista a las víctimas -generalmente en situación de muy grave riesgo- por su condición de judíos durante la persecución nazi. Añadiendo, además, que eran conscientes de estar poniendo en peligro su propia vida al estar penada la ayuda por las autoridades alemanas. Es el de Justo entre las Naciones. Entre otras prebendas económicas y sociales por parte del estado de Israel, se les concede una medalla: la Medalla de los Justos con una inscripción tomada del Talmud que reza así: Quien salva una vida salva al Universo entero.
Hasta el año 2.010 el número alcanzó la cifra de 28.000 «Justos». El porcentaje mayor por nacionalidades está encabezado, en más de un 75%, por ciudadanos polacos, ucranianos, franceses, holandeses y belgas, pero en la lista de «Justos» hay personas de 48 países. Entre ellos algunos españoles como Ángel Sanz Briz, embajador en Hungría (el «ángel de Budapest»), o José Rojas Moreno, embajador en Bucarest. De los que ya hemos mencionado, el polaco Tadeusz Pankiewicz (el farmacéutico del ghetto de Cracovia). Y un alemán: Oskar Schindler.
Auschwitz Sanz Briz
                                       Ángel Sanz Briz, un Justo entre las Naciones
Schindler fue uno de tantos que aprovechó las circunstancias del expolio de los judíos para amasar una gran fortuna. Pero antes de éso, ya había colaborado con los nazis. Nacido en Moravia (en la actual Chequia) de familia alemana y antes de la ocupación nazi de Checoeslovaquia en 1.938, aprovechó su nacionalidad checa y sus movimientos como comerciante para pasar información al gobierno alemán desde el año 1.936, en lo relacionado con vías férreas y movimiento de tropas, muy útiles de cara a la ya prevista anexión. De hecho el gobierno checo lo arrestó y encarceló bajo la acusación de espionaje, aunque hubieron de liberarlo debido a las presiones del gobierno alemán. En 1.939 solicitó la afiliación al partido nazi, que le fue concedida al poco tiempo, entre otras cosas por sus méritos como espía. 
 
En 1.939 le encontramos en Cracovia donde, utilizando sus contactos, compró (iba a alquilarla pero un amigo le convenció para adquirirla) una fábrica de menajes esmaltados incautada a los judíos, la llamada Rekord Ltd., situada en la otra orilla del Vístula, junto al ghetto judío de Podgorze. Gracias a las invitaciones y regalos con los que agasajaba a menudo a la oficialidad de las SS y de la Wehrmatch, consiguió numerosos contratos como proveedor al ejército, con lo que la fábrica, ahora rebautizada como Deutsche Emarlewaren-Fabrik (Fábrica Alemana de Esmaltes), familiarmente conocida como Emalia, comenzó a funcionar muy bien desde el principio. Llegó a contratar hasta 1.750 trabajadores, de los cuales unos 1.000 eran judíos. Procedentes todos del ghetto de Cracovia, con lo que la mano de obra le resultaba muy barata. Recordemos: si un alemán cobraba 20 marcos, un polaco cobraba 10, mientras que un judío cobraba sólo 5. Cantidad que el empresario, en este caso Schindler, no entregaba a los judíos, sino directamente al gobierno nazi.
 
En Julio de 1.944 los nazis fueron evacuando los campos situados más al Este ante el avance de las tropas soviéticas. Por la razón que fuese, Schindler había dejado de ver a los judíos no ya como mano de obra anónima, sino como personas, y personas con un futuro muy negro, además. En la película La lista de Schlinder, el punto de inflexión es el momento en que, paseando a caballo ve, caminando escoltados por las SS, a un grupo de judíos, entre ellos una niña, «la niña del vestido rojo», dirección a la plaza Bohaterov, para ser embarcados al campo de Plaszow. Sea como sea, allí empezó la transformación de un especulador como era Schindler a un «Justo». Consiguió para sus judíos medidas beneficiosas, entre otras, como que durmiesen junto a la fábrica, en naves habilitadas al efecto, y evitarles los para ellos peligrosos desplazamientos.
 
Schindler convenció (sobornando) al capitán de las SS, Amon Göth, comandante del campo de Plaszow, para trasladar su factoría a la región de los Sudetes (en la actual Checoeslovaquia) con el argumento de fabricar munición y material de guerra en zona segura, librando de esta manera a sus trabajadores de la peligrosa vecindad de los campos. Y no sólo a sus mil judíos. Consiguió añadir, haciendo trampas, a unos doscientos más. De acuerdo con el secretario judío del ghetto que le confeccionó una lista con 1.200 nombres, el secretario de Göth mecanografió una lista con los 1.200 nombres, la famosa «lista de Schindler», que pudieron viajar en trenes hasta Brünnlitz, a costa de ir sobornando todo el tiempo desde Amon Götz a todos los oficiales de las SS con los que se cruzaba. Schindler tuvo un momento de grave riesgo cuando intervino para rescatar a 300 trabajadoras de su fábrica que, por un despiste, fueron llevadas en los trenes al campo de Auschwitz. Consiguió, por fin, sacarlas de allí al precio, como siempre, de sobornar a unos cuantos oficiales alemanes. Para cuando acabó la guerra, en Mayo del 1.945, había logrado salvar la vida de los 1.200, pero él había quedado arruinado.
 
Tras la paz aún intento algunos negocios, como una cementera en Alemania o la cría de ganado en Argentina, pero ya no tenía las «facilidades» que la guerra y el expolio judío le habían proporcionado, y no levantó cabeza. Tras varias quiebras, de hecho en Alemania fue ayudado para subsistir gracias al apoyo financiero de los conocidos como Schindlerjuden: los judíos de Schindler. No sin alguna voz en contra, fue nombrado «Justo entre las Naciones». Hoy reposa en el cementerio de Monte Sión, en Jerusalén.
 
El Museo de Schindler es posiblemente el más visitado sobre el tema judío. A ello contribuye su vecindad a Cracovia, ciudad turística per se, pero sin duda ha contribuído mucho la ya mencionada película de Spielberg. Pero además, el museo tiene un planteamiento expositivo muy bueno. El museo como tal ocupa la planta superior, lo que fueron las oficinas, ya que la fábrica -en la planta inferior- aloja actualmente a un museo de arte contemporáneo. Vamos haciendo un recorrido con abundancia de objetos y, sobre todo, de fotografías, donde podemos ir viendo desde reconstrucciones de las escenas del ghetto a imágenes de los campos. Mario, como experto documentalista, nos iba explicando algunas en concreto porque, y gracias al testimonio de los supervivientes, se ha conseguido poner nombre a muchos de aquellos judíos. Así, escenas de familias enteras junto al tren o por las calles del ghetto dejan de ser personas anónimas para convertirse en padres e hijos o parientes con nombre y apellidos. 
 
Hubo, hay y habrá numerosos genocidios en la historia de la humanidad. De algunos conocemos detalles arqueológicos. De otros del Siglo XX como el de los armenios por parte de Turquía, nos llegaron algunas fotografías. Pero el Holocausto judío fue el primero del Siglo XX en ser abundantemente documentado. La industria óptica se había desarrollado y puesto a disposición de todo aquel interesado muchas cámaras fotográficas con las que retratar todo lo retratable. Los alemanes hicieron no sé si millones, pero sí miles y miles de fotografías como propaganda, tanto para eternizar los triunfos nazis, como para reflejar lo que fueron campos de batalla y, entre otras cosas, la vida diaria en los ghettos y en los campos de concentración. Dentro de los campos se hicieron algunas fotos clandestinas con la intención de sacarlas fuera y mostrar al mundo lo que allí estaba pasando. Pero fueron las propias fotos de los alemanes las que muchas veces sirvieron de prueba en los procesos posteriores al fin de la guerra.
 
El único testigo español en los Juicios de Nuremberg fue un ex-prisionero republicano del campo de Mauthausen, el catalán Francisco Boix, ayudante del laboratorio fotográfico del campo para positivar los negativos de las abundantes fotos que se hacían. Con riesgo de su vida logró esconder muchos de aquellos negativos. Fue gracias a aquellas fotografías como se pudo demostrar la presencia en el campo del «arquitecto del Reich» y hombre de confianza de Hitler, Albert Speer, que siempre había negado el conocimiento de la existencia de los campos, y que le valió la condena a prisión.
El caso de Lilly Jacob merece mención especial. El 26 de Mayo de 1.944 fue deportada con 18 años desde Hungría a Auschwitz con su familia. Sólo sobrevivió ella, y podríamos decir que milagrosamente. Liberada al final de la guerra, se encontraba en un hospital alemán y estaba enferma de tifus. Pesaba 32 kg. En el cajón de la mesilla junto a su cama encontró un montón de fotografías. En una de ellas pudo ver a su familia subiendo la rampa de Auschwitz, camino de las cámaras de gas. Tiempo después donó las fotos al ya citado Yad Vashem de Jerusalén, con las que muchos judíos han podido identificar a parientes y conocidos, presentes en Auschwitz.
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                       Reproducciones de dibujos hechos por los niños de los campos.
El museo estaba lleno de gente. La inmensa mayoría y como es lógico, judíos. Y muchos grupos de militares israelíes de los que luego veríamos en abundancia en los campos. En una de las salas me impresionó ver, reproducidas en la pared, pequeños graffitis pintados por los niños en los campos, con lo que era su cotidianeidad en aquellos días: escenas de ahorcamientos, de fusilamientos, soldados armados, prisioneros en filas…uno de ellos representaba un árbol tronchado (¿recordáis, el símbolo de la madre muerta en el cementerio de Varsovia?) con una inscripción en yiddish: querida mamaíta
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En lo que fue el despacho de Schindler está su mesa con un par de teléfonos (de los antiguos, de bakelita), algunos portafotos, tinteros y un flexo. La sala es grande. Justo enfrente, y contenidos por una tela metálica, una instalación hasta el techo de los cacharros que se fabricaban allí: perolos, jarras, bandejas… Si lo rodeamos por detrás, un gran panel con la lista de los 1.200 Schindlerjuden: aquellos 1.200 afortunados a los que consiguió salvar la vida. Pero ya en el museo de Auschwitz nos esperaba otro listado de nombres: los de 4 millones de judíos de los 6 millones que murieron, y de los que al menos ha quedado la memoria. El resto, los otros dos millones, me dijo Mario que ya será muy difícil recuperar ni siquiera el nombre, quedan pocos supervivientes, no más de 15.000 en todo el mundo, ya muy mayores, casi cada día muere alguno y de los que quedan su memoria flaquea cada vez más, aunque las investigaciones continúan a otro nivel y, en goteo, se consigue identificar a muchos. 
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           Buscando apellidos de antepasados entre los cuatro millones del listado
El listado de las víctimas del Holocausto en cuestión eran dos enormes libros, a guisa de guía telefónica pero a lo bestia. Con páginas de aproximadamente un metro de alto por cuarenta o cincuenta centímetros de ancho, a doble cara, y a lo largo de cuatro o cinco metros, quizá más, por cada lado. Allí estaban registrados por orden alfabético de apellidos y, en cada apellido, los nombres. Si había datos, constaba lugar y fecha de nacimiento, y lugar y fecha de la muerte. Obviamente en la mayoría eran registros incompletos. Muchas personas, civiles y militares, hojeaban los registros, en busca de algún antepasado o algún pariente. Venían de muy lejos, de Israel y de otros sitios, y podías ver a muchos que, cuando encontraban algo, fotografiaban con sus móviles las páginas. Nuestros dos compañeros argentinos de viaje: «Bobby» y Adriana, encontraron sus apellidos. Yo, por mi parte y por curiosidad busqué mi apellido materno: Caraballo. Siempre hemos tenido la idea en la familia de que, siendo un apellido de la zona de Génova, podríamos tener judíos en la familia. Busqué «Caraballo», «Caravallo», «Caravaggio», por apurar posibilidades, pero lo cierto es que no encontré nada, creo que me hubiera hecho ilusión este rastreo familiar. Pero sí que vi apellidos claramente de origen castellano, seguramente de los sefardíes -de origen español- que también cayeron en los campos.
 
Auschwitz-Birkenau
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La tristemente famosa puerta de entrada a Auschwitz con su lema Artbeit macht Frei: «El trabajo os hará libres», y con la no menos famosa letra «B», de Arbeit, puesta al revés, posible ironía del herrero (prisionero en el campo) pero que nunca se corrigió.
Posiblemente sea el nombre, el símbolo más conocido a nivel mundial de lo que fue el Holocausto. Cada año lo visitan 1.200.000 personas. A ello contribuyen su proximidad a Carcovia (está a 43 kilómetros, suele formar parte de los «tour» turísticos organizados), su buen estado de conservación (los nazis huyeron ante el avance soviético y no les dio tiempo a destruirlo), y al ser los últimos en construirse y los más grandes, su perfeccionamiento y eficacia en lo que se llamó eufemísticamente la Endlösung = la solución final. Sólo por dar algunos datos: desde que se abrió el 20 de Mayo de 1.940 hasta que entraron los soviéticos, el 27 de Enero de 1.945, allí murieron entre 1.100.000 y 1.500.000 personas, el 90% de ellos judíos.
 
Auschwitz tuvo tres sectores:
-Auschwitz-I, el original. Lo mencionaré por mayor sencillez sólo como Auschwitz. Se utilizó aprovechando un acuartelamiento de ladrillo del cuerpo de caballería del ejército polaco, construído durante la 1ª Guerra Mundial. Su primer uso fue el de campo de concentración y exterminio donde perdieron su vida unas 70.000 personas, entre intelectuales polacos y prisioneros de guerra soviéticos. Los primeros internos, el 14 de Junio de 1.940, fueron 30 criminales comunes alemanes, utilizados como kapos, y 728 prisioneros políticos polacos. Según aumentaba el número de prisioneros, ya en Septiembre de 1.940 los alemanes decidieron levantar en los bloques un segundo piso.
-Auschwitz-II-Birkenau. Por mayor sencillez, como Birkenau a secas. Sobre todo utilizado como campo de exterminio. Llegaron a instalarse 4 crematorios que funcionaban noche y día. Con capacidad para eliminar hasta 2.500 cuerpos cada día, lo que arrojaba la cifra de 10.000 judíos incinerados diariamente. Birkenau está a 3 kilómetros de Auschwitz-I y era el más grande: 2,5 x 2 kilómetros, dividido en secciones por doble alambrada electrificada, así como la perimetral.
-Auschwitz-III, utilizado como campo de trabajo con diferentes subcampos (unos 40) con fábricas, de armamento u otros productos como caucho sintético, tales como la I.G. Farben.
 
Según las normas de la organización de visitantes debíamos ir acompañados con un guía oficial del lugar. Así, en el museo de Schindler de Cracovia nos acompañó durante toda la visita una chica joven que hablaba un castellano muy bueno. En Auschwitz y Birkenau Mario no iba acreditado como guía oficial pero, hombre curtido en acompañar grupos, ya en Birkenau le dijo a la guía si podríamos hacer la visita los cinco solos, para ir con más soltura. Desde el gran portón de entrada por donde entraban los trenes hasta el andén, una gran torreta de madera ofrece una visión panorámica del campo. Pero al intentar acceder a la escalera, un torno nos impedía la entrada. El vigilante nos preguntó por la guía, y como íbamos sin ella desistimos de subir. Ya dentro del recinto de Birkenau y nada más entrar Mario se encontró con un guía amigo, israelí (¡este hombre no hacía más que saludar amigos por toda Polonia!) que, con una sonrisa y diciendo…¡para Mario, lo que necesite!… nos facilitó el acceso al torno con lo que pudimos subir la escalera y contemplar la panorámica desde lo alto de la torreta… ¡Hay que tener amigos hasta en Birkenau!…  
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Vista desde la torreta, gracias a los «buenos oficios» de Mario. Al fondo, las cámaras.
Cerca de 6.500 miembros de las SS sirvieron en estos tres campos durante los casi cinco años de existencia. El número habitual solía ser de 1.000 hombres y 200 mujeres, todos de las SS. El número de prisioneros oscilaba entre 13.000 y 16.000, llegando a 20.000 en 1.942. A los que no se eliminaba directamente se les destinaba a trabajar: en las canteras y graveras cercanas, en el mantenimiento del campo, en las fábricas cercanas o como Sonderkommando, para ocuparse de los cuerpos de los gaseados y del crematorio. En Birkenau se prolongaron las vías del tren hasta el interior, hasta un apeadero donde actualmente se ha dejado un vagón como muestra: vagones de carga, sin ventilación, cerrados por fuera, donde se transportaba una media de 100 prisioneros por vagón y generalmente sin agua, en un trayecto que en los desplazamientos más largos (Grecia, Hungría, Holanda, incluso Francia) podía suponer más de una semana. No era raro que por el calor y la deshidratación llegasen muertos la mitad de los deportados. En el andén se les clasificaba, según el criterio de los médicos del campo: a un lado los útiles para trabajar, hombres generalmente, y a otro lado viejos, enfermos, mujeres y niños. 
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Según avanzaba la guerra había novedades en el campo. En Marzo de 1.944 los alemanes ocuparon Hungría, aunque tenía un régimen filonazi. Entre Mayo y Junio de 1.944 llegaron a Birkenau 438.000 judíos húngaros. Un 90% acabaron en las cámaras de gas. Otros recién llegados fueron los gitanos, aunque también se les había perseguido y eliminado con anterioridad por Alemania y los territorios conquistados. El trato dispensado a los gitanos no dejaba de ser curioso. En Birkenau llegaron la mayoría procedentes de Alemania, Austria y Hungría desde 1.942. Vivían en barracones aparte, el llamado campo de las familias gitanas, con toda la familia, mujeres y niños incluídos, aproximadamente unos 6.000.
El hecho de que fuesen tan «tribales» no hubiese supuesto ningún escrúpulo para los nazis, que de todas formas les consideraban antisociales. Entre ellos hubo una familia de siete hermanos enanos (la familia Ovitz), que se dedicaban al circo. A Mengele les hizo gracia e hizo algunos experimentos con ellos pero tuvieron suerte y sobrevivieron todos. Pero la compasión brillaba por su ausencia. Desde la subida de Hitler al poder comenzó su persecución por todos lados aunque para los nazis los gitanos constituían una paradoja. Claramente su lengua, el romaní, procedente del norte de La India, era una lengua aria. Al final los «expertos» y tras investigarles decidieron que sí, que eran de origen ario, pero durante siglos de deambular por su vida nómada se habían mezclado con razas inferiores y constituían un riesgo para la pureza aria buscada. 
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                                                    Expulsión de gitanos
El 16 de Diciembre de 1.942 Heinrich Himmler ordenó que los gitanos de Alemania y Austria fueran llevados a Polonia, la mayoría a Auschwitz, donde se les identificaba mediante un triángulo marrón invertido cosido sobre sus ropas. En el campo de las familias gitanas se declararon epidemias de tifus y de difteria por lo que las autoridades del campo decidieron acabar con ellos, aunque se llevaron una sorpresa: los gitanos les esperaban y decidieron resistir. El 16 de mayo de 1.944 unos 50 ó 60 miembros de las SS rodearon el campo encontrándose con los hombres armados con barras de hierro y otras armas improvisadas. No les faltaban arrestos ni experiencia: entre los gitanos había muchos veteranos del ejércitoPor no correr riesgos y evitar otros motines en Auschwitz, los SS decidieron retirarse aunque, más tarde y poco a poco, fueron llevándose los que salían a trabajar, hasta un total de 3.000. 
Los 3.000 restantes (exactamente 2.897), mujeres y niños sobre todo, fueron sacados pese a su débil resistencia la noche del 2 al 3 de Agosto de 1.944, la llamada Zigeunermatch, «la noche de los gitanos», y llevados directamente a las cámaras de gas. El Holocausto más conocido y difundido fue el de los judíos. En el caso de los gitanos y por el hecho de estar menos organizados, es muy difícil calcular el número de los asesinados. Del aproximadamente un millón de gitanos que vivían en toda Europa, se calcula que murieron entre un 25 y un 50% o, lo que es igual: entre 220.000 y 500.000.  
 
Hubo otros grupos. Tras anexionarse Grecia, los nazis deportaron a unos 55.000 judíos de la numerosa comunidad de Salónica. Sólo considerar que el viaje en tren desde Atenas hasta Auschwitz solía tardar hasta 8 días, con el sufrimiento y el porcentaje de muertos que las durísimas condiciones del transporte en los vagones de carga suponían. Lo curioso y lo que, entre los propios judíos, suponía paradójicamente de racismo es que, al ser judíos sefarditas, procedentes de la expulsión de España a comienzos del Siglo XVI bajo los Reyes Católicos, su lengua era el «ladino», directamente derivado del castellano.
Para la mayoría de los judíos centroeuropeos de origen askenazi y que hablaban yiddish, aquellos «judíos del sur» eran como judíos de 2ª, al no hablar yiddish. Una de las placas de homenaje junto a las cámaras de gas en Birkenau está escrita, precisamente, en ladino, que pudimos leer perfectamente. Ya nos comentaba nuestro guía Mario con su socarronería habitual las divisiones que enseguida se plantean entre los propios judíos:… Cuando se juntan dos judíos, edifican no dos, sino tres sinagogas…
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               La placa en ladino, el idioma de los sefardíes expulsados de Grecia
Sea como sea a los que iban a ser eliminados se les conducía a la zona de las cámaras de gas. Eran estancias subterráneas donde a los recién llegados se les decía que iban a recibir una ducha y donde previamente debían desnudarse en un plazo de 10 minutos como máximo. Para evitar reacciones de pánico y dar imagen de verosimilitud, en las salas había numerosas perchas numeradas donde, les decían, debían colgar su ropa y dejar los zapatos en el suelo atados por los cordones. Y les insistían en recordar el número de cada percha para recoger sus ropas después de la «ducha» y no perder tiempo. Acompañados de los Sonderkommando y de los SS les conducían a las cámaras de gas donde, para figurar, hasta había plafones en el techo (por supuesto sin servicio de agua). En un momento dado daban un aviso para que Sonderkommando y SS salieran de las cámaras, y cerraban las puertas. Y una vez encerrados, introducían por unos conductos el gas Zyklón-B con lo que, en unos 25 minutos, habían muerto todos.
 
Una vez comprobado que estaban todos muertos, un equipo de Sonderkommando cortaban el pelo a las mujeres si no lo habían hecho previamente con la excusa de eliminar los piojos. Les quitaban los anillos de los dedos y los pendientes, con tenazas les arrancaban los dientes de oro y registraban sus orificios por si habían ocultado joyas o dinero. En un montacargas que había más adelante les subían a nivel de calle y allí, en camillas y carros, les llevaban hasta los hornos, donde según el volumen de «trabajo» debían esperar los cadáveres horas, incluso días, para ir siendo incinerados.
Previamente habían recogido la ropa y los zapatos y, de sus fardos, cualquier objeto útil: perolos de cocina, peines, cepillos del pelo, cepillos de dientes…incluso las muletas. Todo ello era desinfectado con el Zyklon-B (por si los piojos), lavado y enviado a Alemania para revenderlo. Los zapatos se remendaban si hacía falta, así como la ropa. Hoy día no compraríamos un cepillo de dientes usado, nos daría asco pensar en qué bocas no habrá estado, y tenemos la facilidad de que en cualquier supermercado los hay a docenas y bien baratos, pero en aquellos tiempos hasta los alemanes eran pobres y todas esas cosas encontraban fácil acomodo.
 
Al extremo de Birkenau uno de los barracones servía de almacén de todo lo que le quitaban a los prisioneros: desde los dientes de oro hasta las gafas, pasando por las joyas, el dinero, la ropa o los cepillos, todo. Los alemanes le pusieron el mote de Kanada, porque en su imaginario la lejana Canadá era un país rico donde sobraba de todo aquello. Pero como se suele decir, donde está la tentación está el peligro. Entre soldados y oficiales de las SS no era raro el robo de algunos de los objetos más valiosos (supongo que precisamente los cepillo de dientes no), hubo una red de corrupción y contrabando, e incluso el primer comandante del campo, Rudolf Höss del que hablaré más tarde, fue destituído por esta causa.
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Peines por un lado; a la izquierda brochas de afeitar, cepillos y cepillos de dientes.
 
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 Zapatos de todos los tipos. A la izquierda un zapato de niño con su calcetín dentro, seguramente tal y como lo dejó una madre tras descalzar a su hijo, tras entrar en las cámaras
Auschwitz pelo humano 2
Auschwitz pelo humano 1
Montones de pelo en la foto superior. En la inferior, fieltro tejido con pelo humano
Una de las cosas más espectaculares y difundidas de Auschwitz son las inmensas montañas de pelo que ocupan todo un lateral hasta el techo, en forma de trenzas, coletas, melenas…, pelo que se rapaba en vida o post mortem, sobre todo a las mujeres. Había oído hace tiempo que se usaba como aislante en los submarinos. Mario me corrigió: se usó como relleno para almohadillar los sillones y sofás. Otros grandes montones son los zapatos: ves de todo tipo, muchos de tacón, otros infantiles…los judíos encargados de remendarlos los ponían a punto. En otros grandes montones las gafas, los cepillos, las muletas… Lo que podemos hoy día ver allí es lo que los soviéticos hallaron al llegar a Auschwitz: cientos de miles de trajes de hombres, 800.000 vestidos de mujeres, 8.000 kilos de pelo… Si consideramos que lo que vemos es lo último que quedó, podemos imaginar las toneladas que fueron enviadas a Alemania durante los años que el campo estuvo a plena «producción»…
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                                           Las latas del Zyklon-B
En Auschwitz y Birkenau ya no se usó anhidrido carbónico de los motores, sino sólo el Zyklon-B. En su composición interviene el ácido cianhídrico, también conocido como ácido prúsico, empapado en fibra o tierra caliza de diatomeas como estabilizante. Su efecto es el de provocar la muerte celular al impedir la captación de oxígeno, por inhibición enzimática de la respiración celular. Se usó en sus principios como raticida e insecticida, y en los campos para despiojar el pelo rapado o la ropa de los prisioneros antes de mandarla a Alemania. Por sus características, cuando absorbe humedad ambiental (basta la eliminada por cuerpos sudorosos) se vaporiza como cianuro de hidrógeno, siendo letal por inhalación, aunque no es una muerte instantánea: se producía sofocación, anoxia con pérdida del control de esfínteres (los prisioneros se orinaban y defecaban encima), inconsciencia y muerte cerebral en un plazo de 15 a 20 minutos. Se supone que bastaban 4 gramos por persona.
En los campos utilizaban unos 2.700 kilos al mes, suministrados por la empresa química IG Forben (fusión de la Bayer y otras dos). La primera prueba en humanos se realizó en Enero de 1.940, con 250 niños gitanos procedentes de Brno, en el campo de Buchenwald. En Majdanek también se usó al final, sustituyendo al CO2 de los motores. Ya en Auschwitz la primera prueba se realizó el 3 de Septiembre de 1.941, con un grupo de 850 polacos y rusos, en el Bloque 11 de Auschwitz.
 
El Bloque 11 era conocido como el de las torturas, para aquellos prisioneros que se habían atrevido a mostrar algún signo de insumisión, incluso de agresión a miembros de las SS. En su planta baja se pueden recorrer pasillos donde, a un lado y a otro, mínimas mazmorras alojaban a los desgraciados prisioneros. Muertes por hambre y sed, por latigazos, a bastonazos, o encerrados en estrechos cubículos de un metro por un metro en los que no podían ni tumbarse. En algunos de estos cubículos llegaron a encerrar hasta cinco presos juntos…sin sitio ni para respirar. Cuando el castigo se quería hacer público se les ahorcaba a la vista de todos, en unos raíles de tren colocados especialmente. Si el castigo quería ser más cruel, a veces se les dejaba colgados por el cuello con los pies apoyados en una silla durante uno, dos, tres días…hasta que no conseguían mantenerse más en pie y morían. Pero la imaginación de los carceleros siempre encontraba maneras aún más dolorosas: se les colgaba de las manos atadas a la espalda, en un tormento que podía durar hasta un par de días…
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      Rail de tren colocado en Auschwitz para los ahorcamientos. Siempre estaba lleno
Un pequeño patio separa el Bloque 11 (el de las torturas) del Bloque 10 (el de los experimentos). Cuando entramos al patio a través de un portón vemos un muro de ladrillo rojo al fondo con un revestimiento parcial de oscuros bloques de hormigón. En su momento se le conoció como «el paredón negro». El actual es una reconstrucción, ya que los nazis lo destruyeron al evacuar el campo ante el avance de los soviéticos. Aquel paredón era el sitio escogido por los alemanes para fusilar a los prisioneros, principalmente a los polacos. Aunque echaban arena en el suelo para empapar la sangre, a menudo ésta acababa corriendo por dos canalones a cada lado del patio. Al pie del «paredón negro» ramos de flores y velas encendidas sirven de homenaje a los fusilados. Se calcula que unos 60.000 fueron aquí ejecutados.
Auschwitz, el muro negro
 
                                                             El Paredón negro
Los experimentos de Auschwitz
 
El Bloque 10 era el de los tristemente célebres experimentos. Es de los pocos que permanecen cerrados al público, para evitar visitas. El médico más famoso fue el doctor Méngele, pero no era el único. En Auschwitz y Birkenau trabajaron unos 20, ayudados en algunas tareas por médicos prisioneros, aunque Méngele llegó a ser ascendido a «primer médico» de Birkenau. Entre otras funciones, los médicos eran los encargados de seleccionar a simple vista, de entre los que bajaban de los vagones, a los útiles para el trabajo físico o a los inútiles. Simplemente señalando con el dedo les mandaban a la derecha o a la izquierda, lo que significaba o bien una muerte inmediata en las cámaras de gas, o bien una muerte lenta a costa del trabajo y las privaciones. Aunque la selección no era competencia directa de Méngele, supervisaba a los recién llegados buscando «objetos de investigación»: parejas de gemelos, personas con heterocromía (ojos de diferente color), enanos u otras anomalías físicas.
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Selección de los prisioneros en Birkenau. En la de abajo y a la derecha, con uniforme de oficial, Méngele
Josep Méngele, capitán médico de las SS, fue conocido como Todesengel = el «ángel de la muerte». Su afición era la genética, investigando sobre todo en gemelos y en embarazadas para intentar aplicar sus conocimientos a fin de aumentar la natalidad de la raza aria. Uno de los barracones estaba destinado a los niños, a los que protegía y alimentaba mejor, pero no por humanidad sino para que sus «conejillos de indias» aguantasen mejor los experimentos. Creó incluso una guardería con zona de juegos y cuando les visitaba repartía caramelos y se hacía llamar el «tío Méngele». Pero llegó al extremo de coser, espalda con espalda, a parejas de gemelos (lo que conducía a infecciones y muerte), a trasplantes de miembros y transfusiones entre gemelos (con idéntico resultado) o en inyecciones de productos químicos en los ojos para cambiar el color del iris (con consecuencia de ceguera). Sólo en gemelos Méngele investigó en más de 1.500 pares de ellos, de los que sólo sobrevivieron 200… Méngele abandonó Auschwitz el 17 de Enero de 1.945, pocos días antes de la llegada de los soviéticos. Ayudado por organizaciones de las SS consiguió huir a Sudamérica, cambiando de nombre y eludiendo la persecución de los «cazanazis», muriendo en Brasil.
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                                                    El barracón de los niños
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              Arriba, ficha con la firma de Méngele. Abajo, recibo por un envío de Zyklon B
Los experimentos que realizaron los nazis aprovechando los prisioneros que tenían a su disposición perseguían un fin científico: casi todos ellos, aunque no todos, estuvieron enfocados a los problemas de los soldados en plena guerra. Para ello utilizaron judíos, gitanos, soldados soviéticos, disidentes políticos polacos… La lista de los diferentes experimentos es larga: heridas en la cabeza a base de golpes para ver lesiones cerebrales abriendo el cráneo (a veces en vivo), trasplantes (y regeneración) de huesos, músculos y nervios…secciones que se hacían sin anestesia.
Inoculación de malaria, tifus, fiebre amarilla, viruela, cólera y difteria, haciendo lotes con prisioneros vacunados y no vacunados, o para ver el efecto de medicamentos. Diferentes tipos de venenos administrados en la comida. Quemaduras en la piel con fósforo y gas mostaza para ver el efecto de las bombas incendiarias. Consecuencias de altitud elevada (el equivalente a 20.000 metros de altura) en cámaras de baja presión. El uso de sulfamidas en heridas provocadas donde se introducían astillas de madera o trozos de cristal para que se infectasen. Efecto de ingestión tan sólo de agua de mar, lo que producía deshidratación y desequilibrios electrolíticos con consecuencia de muerte en un par de días… 
 
El doctor Carl Vaernet inyectó productos químicos en homosexuales para «curar» su homosexualidad. O el doctor Sigmund Rascher, que diseñó una tabla llamada Exitus donde anotaba metódicamente temperaturas del agua, temperatura rectal del cuerpo, tiempo en el agua y tiempo de supervivencia para calcular cuanto aguantaba un ser humano en agua a 4º centígrados. Rascher pudo comprobar que con una temperatura corporal de 25º ya se producía la muerte, aguantando los que más un máximo de 3 horas. A veces a los comatosos intentaban reanimarles con agua caliente, bajo focos infrarrojos o incluso rodeándoles de cuerpos humanos, de mujeres principalmente. Otra prueba de resistencia al frío la hacían con prisioneros desnudos a los que empapaban una y otra vez con agua helada, por aquello del frío siberiano que soportaban los del ejército alemán en la campaña de Rusia (aunque los de la Wehrmatch iban con uniforme, también se helaron).
 
Otro de los experimentos más conocidos era el de la esterilización, efectuados por Carl Clauberg. Con exposiciones de radiación mediante rayos X y en sesiones de 2 ó de 3 minutos (una radiografía normal tiene una exposición de sólo décimas de segundo) buscaban sobre las gónadas: testículos y ovarios, el cese de la actividad hormonal. El otro método era mediante inyecciones endovenosas con sustancias tales como Yodo y nitrato de plata. Los efectos secundarios oscilaban desde grandes hemorragias vaginales, aparición de cáncer de cuello de útero o dolor abdominal severo.
En todos estos conejillos de indias, si es que no morían durante los experimentos, se les eliminaba mediante inyecciones de fenol en vena o, a los niños, inyecciones de cloroformo intracardiacas. Y a los hornos. No obstante y como nos contaba Mario, los programas de esterilización no estaban pensados tanto para los judíos (que eran «pocos» y cuyo destino era la eliminación inmediata) sino a los 300 millones de eslavos (Rusia, Ucrania, Bielorusia, Polonia, etc) que «estorbaban» de cara al programa del Lebensraum, del «espacio vital», de la colonización por parte de alemanes de tan amplios territorios, destinados según el ideario nazi a ser La Gran Germania
 
Carl Clauberg no llegó a extender sus experimentos como a él sin duda le hubiera gustado. No pudo escapar, como Méngele. Fue capturado, juzgado y murió en prisión el 9 de Agosto de 1.957. Otro de los médicos, esta vez del campo de Mauthausen,  fue el doctor Eduard Krebsbach (juzgado y ejecutado en 1.947) al que haciendo un juego de palabras fue llamado irónicamente por los prisioneros doctor Spritzbach = doctor «inyección», por su afición a ejecutar con inyecciones de gasolina intracardiacas. Entre sus hazañas hay una que nos tocan más de cerca: mató a 732 prisioneros republicanos españoles con una inyección de fenol intravenosa. No fueron los únicos: en Auschwitz se calcula que murieron otros 1.200 republicanos españoles.
 
La vida cotidiana en los campos
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En el extremo de Auschwitz, al lado opuesto al de la entrada y pegado a los barracones, había una piscina que todavía podemos ver: larga aunque no muy ancha, con césped a su alrededor y hasta con su trampolín y todo… Claro que, no estaba destinada a los presos, sino para el disfrute exclusivo del comandante del campo. Aunque desde sus barracones o camino del trabajo, los prisioneros podían verla. Para los prisioneros había otras «distracciones»…
 
Gracias a los testimonios de los supervivientes sabemos que, al igual que en otros campos de exterminio, nada más llegar a Auschwitz se les dividía en «inútiles» (que iban directamente a las cámaras de gas) y en «útiles» para el trabajo, lo que no garantizaba supervivencia: la vida media era unos pocos meses, un año como sumo. No obstante al llegar se les ordenaba dejar la ropa y los objetos personales, se les proveía del uniforme oficial: pantalón, camisola y gorra a rayas, y zuecos de madera, y se les tatuaba un número en el brazo para su control. Para ello utilizaron un sistema de tipos móviles, como los de la imprenta, tipos con agujas que formaban números, sujetos sobre una placa que se presionaba sobre el brazo, aplicando la tinta. Número que debían aprenderse en alemán para repetirlo cada vez que se lo exigieran y al que los prisioneros, con un sentido de humor muy negro, pero sentido de humor al fin y al cabo, llamaban el Himmlische Telefonnummer: «el número de teléfono celestial».
 
La jornada empezaba antes del amanecer, toque de diana a las 4 o las 5 de la mañana. Unos escasos 10 minutos para recolocar la paja de las literas, para asearse (a veces sin agua y en todo caso agua fría, sin jabón ni toallas) y el desayuno: un tazón de «café», o lo que es lo mismo, agua caliente con un toque de color marrón que, al menos, les servía para calentarse. Entre Auschwitz y Birkenau dormían hasta 20.000 prisioneros, a razón de 600 o más por cada barracón. Literas de madera de tres pìsos con algo de paja a guisa de colchón. Las literas podían ser corridas o simples. En las simples y en cada piso o nivel llegaban a apretujarse hasta 8 prisioneros. Para caber, se colocaban intercalados: los pies de uno en la cara del siguiente. Complicado hasta para darse la vuelta. A cada lado de la puerta de cada barracón una pequeña dependencia para los vigilantes, los temidos kapos. Por supuesto y aunque en invierno la temperatura en Polonia puede bajar a 20º bajo cero, nada de calefacción. En Auschwitz sí había instalaciones en forma de «glorias» para calentar los barracones…pero de cuando allí, en tiempo de los polacos, estabulaban los caballos del ejército. Para los prisioneros, nada.
 
Al amanecer, primer control, el Appel, formados en posición de firmes al exterior mientras pasaban lista. A veces un cuarto de hora, otras veces un par de ellas… Nos contaba Mario que la vida en el campo te obligaba a agudizar los sentidos. Durante el Appel convenía no ponerse en primera fila (corrían el riesgo de ser más visibles) ni tampoco en la última (los SS o los kapos podían pasar por detrás de ti sin poderles controlar). Siempre estarías más seguro en las filas intermedias. Si alguno necesitaba orinar por la noche, había unos grandes baldes en cada barracón, con la obligación de que el que lo llenaba debía salir fuera a vaciarlo en las letrinas exteriores…lo que les exponía estar a la vista de los SS o los vigilantes que, aburridos, quizá le daban un tiro al paseante. Moraleja: por el sonido de los que meaban sabías si el balde estaba a punto de llenarse o todavía no, todavía era seguro vaciar la vejiga sin jugarse la vida.
 
La jornada de trabajo (en las carreteras, en las canteras, en la construcción, en las fábricas) duraba 11 ó 12 horas, hasta el atardecer, en que de nuevo formados en filas se repetía el control. A eso de las 12 de mediodía y luego por la noche, tocaba el rancho: un plato de sopa de patatas o repollo y las «porciones»: un trozo de 300 gramos de pan, amasado con salvado o incluso mezclado con serrín. Para los que hacían trabajos más duros, alcanzaba 1.300 calorías al día. Para los trabajos más «suaves», sólo 1.200. Totalmente insuficiente para un adulto. Recordemos que en el ghetto de Varsovia la ración oficial era de 184 calorías. Y, como en el ghetto, el hambre era tanta que los prisioneros comían hierba, mondas de patata o cualquier cosa que se pudiesen echar a la boca.
Y aquí nos volvía a repetir Mario aquello de que la vida en el campo obligaba a agudizar los sentidos. Por el olor sabías si la sopa era de patatas o de repollo. Las patatas se hunden: conviene ponerse al final de la cola por si hay suerte y te toca un trozo. Por el contrario, si es de repollo, flota: convenía ponerse de los primeros para pillar algo más que caldo. La dieta insuficiente y el trabajo duro iba consumiendo a los prisioneros.
En la jerga del campo se conocía como Muselmann (plural, Muselmänner: musulmanes) a aquellos pobres desgraciados extenuados, débiles, sin capacidad de reacción que acababan inútiles para el trabajo. Lo de «musulmanes» se lo pusieron, evidentemente, no por su religión, sino porque solían caer al suelo, agotados y encogidos en una postura como la de los musulmanes cuando rezan en las mezquitas. No duraban mucho: los SS los eliminaban con rapidez.
 
Pero no hacía falta llegar al grado de Muselmann para ser eliminado. En Plaszow, junto a Cracovia, el comandante de campo Amon Göth (aquel con quien Oskar Schlinder negoció llevarse a sus judíos a territorio seguro) gustaba de disparar con su rifle, a capricho, a cualquier prisionero que se cruzase por delante, sin más motivo que por puro placer. Su pulcritud llegaba al extremo de pedir la ficha del ejecutado para, si tenía familiares en el campo, ejecutarles también con  el argumento de que no quería «gente insatisfecha» en su campo. Por esta diversión, se calcula que pudo eliminar a 8.000 prisioneros. En el caso de Amon Göth se hizo justicia: juzgado tras la guerra por un tribunal polaco, se le condenó a ser ahorcado en «su» campo de Plaszow. En Auschwitz y sin llegar a los graves castigos reservados para rebeldes, cualquier falta, cualquier lentitud, cualquier mirada, cualquier desacato o cualquier lo que fuese, suponía como mínimo una tanda de latigazos, tanda que el prisionero debía ir contando -en alemán- y que, caso de equivocarse, volvía a repetirse desde el principio, las veces que hiciera falta.
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Según las reglas del campo, los domingos no se trabajaba: se dedicaban a limpiar los barracones y se duchaban (esta vez de verdad, con agua y no con Zyklón B) aunque, por supuesto, con agua fría, sin jabón y sin toallas: con quitarse la mugre ya era suficiente. Afeitarse, se afeitaban. Lo que no he conseguido por más que he mirado y he leído es saber cómo. No había maquinillas en aquel tiempo y era imposible que tuviesen navajas en su poder. En un prurito de higiene los SS les inspeccionaban tras la ducha, desnudos. A los Muselman o a aquellos con pinta de enfermos les mandaban a las cámaras de gas. Les rapaban el pelo y controlaban las uñas de los prisioneros: si no se gastaban con el duro trabajo manual y a falta de tijeras, las de las manos se las roían con los dientes. Las de los pies solían desgastarse por el roce con los zuecos. 
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Para hacer sus necesidades los llevaban al menos una vez al día a las letrinas donde, en unas largas planchas de cemento, se abrían alternativamente a un lado y a otro en zig-zag (para caber más, todos apretados) unos agujeros de aproximadamente 30 centímetros de diámetro sobre los que se sentaban para evacuar. Cabían al tiempo según el tamaño de las planchas unos 200 o más. El tiempo concedido eran 7 minutos para cada grupo de 100 o 200 prisioneros, transcurrido el cual debían levantarse y ceder el sitio a los siguientes, y éstos a los siguientes, y así todo el campo. Podemos imaginar con facilidad la peste y la suciedad de aquellos servicios. Por supuesto sin papel higiénico ni nada que se le pareciese. Y aquí hacen su aparición los niños que, como todos en el campo, tenían su utilidad. Su pequeño tamaño unido a su delgadez les convertían en idóneos para meterse en los sumideros del campo o, en el caso de los servicios, en los agujeros por donde los presos defecaban. Tras acabar todos los hombres de hacer sus necesidades los niños entraban por las letrinas para acabar de arrastrar -o sacar- los excrementos. 
 
El cine nos llega siempre mucho mejor que lo escrito, ilustrando por su obvia fuerza de lo que entra por los ojos. Bien lo sabe nuestro guía Mario, experto en comunicación audiovisual que nos enseñaba tantas fotos, o nos puso durante los trayectos en coche fragmentos de películas (y no de las de Walt Disney, precisamente). Hay unas cuantas películas que se han hecho sobre el tema del Holocausto y basadas en historias reales, que ilustran tanto la vida en el ghetto como en los campos. Como se suele decir, «parece que estuvieras ahí»… Algunas como El pianista de Polanski, La lista de Schlinder de Spielberg o El triunfo del espíritu de Robert M. Young (por cierto, sobre un boxeador judío griego, Salamo Aruch, uno de aquellos sefardítas sureños despreciados por los askenazis del norte), están bien consideradas por los judíos, tanto por la exposición correcta de los hechos como por el trato respetuoso de lo que fue el drama del Holocausto. Hay otras en cambio, muy bien acogidas por el público pero que dan una visión edulcorada de la vida en un campo de exterminio, muy poco realista, huyendo de exponer lo que fue: una desagradable verdad, tales como El niño del pijama de rayas La vida es bella. A los judíos no les gustan nada, aunque para gustos se hicieron los colores. Mi opinión me la reservo, aunque creo que se me nota.
 
El fin de Auschwitz
 
El 7 de Octubre de 1.944 el Sonderkommando consiguió destruir el crematorio número IV de Birkenau. Cuatro prisioneras que trabajaban en las fábricas de explosivos: Ella Gartner, Regina Safir, Estera Wajsblum y Roza Robota, fueron poquito a poco robando pólvora y por medios inverosímiles puesto que no tenían contacto con los hombres, pasárselo a ellos. Cuando tuvieron suficiente explosivo, demolieron el horno y en la confusión intentaron huir,  aunque fueron todos capturados y ejecutados.
Murieron tres de los SS y unos 450 Sonderkommando. Aquellas cuatro mujeres fueron públicamente ahorcadas el 6 de Enero de 1.945. Como es de suponer hubo numerosos interrogatorios a los sospechosos, entre ellos al ya citado boxeador sefardita Salamo Aruch. Pero aunque realmente estuvo implicado consiguió resistir los tormentos y no confesó nada. Había perdido a toda su familia en Auschwitz: su hermano se negó a trabajar en los Sonderkommando lo que le supuso la ejecución inmediata. La mujer de su hermano fue seleccionada nada más llegar para las cámaras de gas. Y su padre, aunque robusto cargador de muelle se fue agotando hasta que, convertido en un Muselmann y pese a los esfuerzos de Salamo, también fue ejecutado.
 
Salamo sobrevivió y, con el tiempo, se casó con el amor de su juventud de Salónica y se establecieron en Israel, donde se integró en el ejército. Tuvieron varios hijos, y después nietos, con los que se le puede ver, sonriente, en las fotos. En el museo de Schindler de Cracovia y en el de Auschwitz podemos ver numerosas fotos de supervivientes, ya ancianos, sonrientes y rodeados de su familia. Mario nos contaba que para estos hombres que tan cerca estuvieron del final y a los que no lograron exterminar, el hecho de engendrar hijos y nietos supone el triunfo sobre la muerte, y la perpetuación de su familia y de su raza. Miles de SS consiguieron escapar, como Méngele, aunque otros miles fueron capturados por los soviéticos o por las fuerzas aliadas. Algunos fueron juzgados y condenados en Nuremberg. Otros pocos fueron localizados por los «cazanazis», como Simon Wiesenthal, superviviente de Mauthausen. Para la mayoría, sin embargo, tras cortas condenas o amnistías, recobraron la libertad e incluso continuaron ocupando cargos en la política y la administración alemanas.
 
El destino de los comandantes de campo de Auschwitz afortunadamente no fue tan bueno. El primero de ellos, Rudolf Höss, fue famoso por su crueldad con los prisioneros. Investigado y destituído por sus superiores, acusado de haber robado riquezas del barracón Kanada, e incluso por haber mantenido relaciones sexuales con una prisionera judía austríaca (cargo que no pudo probarse o que al menos se sobreseyó). Debido a sus buenas relaciones con Himmler y con Méngele, volvía a menudo por Auschwitz. Rudolf Höss había ingresado en las SS en Junio de 1.934. Destinado en Noviembre de 1.934 en Dachau, donde adoptó por primera vez el famoso lema Arbeit mach Frei: «el trabajo os hará libres», que lucía en la entrada de varios campos de trabajo. Cuando el avance soviético se hizo inminente se disfrazó de suboficial de la marina alemana cambiando su nombre. Pese a éso fue localizado y entregado a las autoridades polacas. Procesado y condenado a muerte, fue ahorcado el 16 de Abril de 1.947 en un patíbulo levantado en «su» Auschwitz, para mayor humillación, donde la ejecución fue abundantemente fotografiada. El patíbulo es también una de las cosas más retratadas por los visitantes.
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Tras la destitución de Höss vino Arthur Liebehenschel, que tampoco le iba a la zaga. También fue condenado por un tribunal polaco, y ejecutado en 1.948. A Liebehenschel le sucedió Richard Baer. Baer consiguió escapar de los soviéticos aunque no pudo salir de Alemania. Las redes de las SS le consiguieron identidad falsa y con ella vivió varios años, pacíficamente, en Hamburgo. Pero tuvo mala suerte: fue reconocido y arrestado. Se suicidó en prisión en 1.963.
 
Pero decíamos que el avance soviético seguía imparable desde el Este, recuperando el territorio de lo que estaba destinado a ser La Gran Germania. Hasta los más furibundos SS veían que la guerra estaba perdida. El 17 de Enero de 1.945 los nazis deciden evacuar Auschwitz y Birkenau y replegarse a Alemania, volando antes las cámaras de gas para no dejar demasiadas evidencias así como destruyendo numerosa documentación. Pero no se van solos: en lo que se llamó La Marcha de la Muerte se llevaron consigo 30.000 prisioneros, dejando en el campo unos 7.600, demasiado débiles ni para andar. Mario se preguntaba: ¿para qué se los llevan, si sólo les entorpecían en su marcha?. Mi hija Maya y yo pensábamos que, quizá, como salvoconducto, o quizá como escudo humano.
Aquella Marcha de la Muerte fue la última prueba que les quedaba por resistir a los prisioneros. Desde Auschwitz hasta su destino, el campo de Buchenwald, cerca de la ciudad de Weimar, la distancia es de 720 kilómetros. Durante casi un mes de marcha, debilitados, agotados, algunos no podían ni caminar. Las SS iban liquidando a tiros directamente a los demasiado débiles. Para cuando llegaron a Alemania, de los 30.000 sólo quedaban 20.000. Diez mil se quedaron por los caminos.
 
Los que aguantaron desde Auschwitz fueron realojados en Buchenwald. El caos imperaba en el ejército alemán, cada cual pensaba en salvarse como podía. Aún así en su rabia y desesperación, las ejecuciones continuaban. En algunos casos, los nazis incendiaron en su retirada barracones cerrados con todos los prisioneros dentro. En Büchenwald los deportados sabían que la guerra estaba a punto de acabar pero temían la venganza nazi. Organizaron un servicio de vigilancia dentro del campo pero un día, como si nunca hubiesen estado allí, los alemanes habían desaparecido. En pocos días, el 11 de Abril de 1.945, aparecieron los primeros destacamentos del ejército norteamericano, alucinando con el aspecto de muertos vivientes de los prisioneros. Aún alcanzada la ansiada liberación y tras aguantar tantas desgracias, cientos de ellos no pudieron recuperarse, muriendo de las secuelas de la desnutrición crónica y las enfermedades.
Para cuando los soviéticos entraron en Auschwitz, el 27 de Enero de 1.945, les esperaba una escena parecida. Los 7.600 prisioneros dejados allí precisamente por su debilidad aún protestaron cuando los soviéticos se proclamaron, muy en su línea soviética, «liberadores de Auschwitz». De éso nada – dijeron, o algo parecido- , nosotros ya éramos libres cuando llegásteis…
 
Nos decía Mario que, en Europa, antes de la guerra, había 18 millones de judíos. Quitando los seis millones del Holocausto, quedaron doce. Actualmente, dice, hay 14 millones de judíos en todo el mundo… Aún no nos hemos recuperado… 
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El Holocausto y el horror nazi en Polonia (2ª parte)

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1ª parte:
-Introducción. Orígenes del antijudaísmo
-El guía: Mario Sinay
-Comienza el viaje. Varsovia
-Primera parada: el cementerio judío de Varsovia
-Los antecedentes. La invasión nazi
-Comienza la caza del judío
-El ghetto de Varsovia
2ª parte:
Comienza el exterminio. Treblinka
La revuelta judía del ghetto de Varsovia
La aldea de Tykutin y el bosque de Lubojova
Lublin, cuna de la ortodoxia
El campo de Majdanek
Cracovia
3ª parte:
Schindler, el de la lista
Auschwitz-Birkenau
Los experimentos de Auschwitz
La vida cotidiana en los campos
El fin de Auschwitz
2ª parte:
 
Comienza el exterminio. Treblinka
 
Una vez construído el campo, comenzó la Gran Acción de Realojamiento. Se ordenó al Presidente del Consejo Judío del ghetto, Adam Czerniakow, que a partir del 22 de Julio de 1.942 comenzase a sacar judíos en número de 6.000 diarios (al día siguiente le ordenaron que debían ser 7.000). El argumento por parte de los nazis era que iban a ser conducidos «al Este», a trabajar en fincas agrícolas. Pese a esa intención manifestada, el hecho de ser sacados del ghetto y conducidos a los trenes produjo gran inquietud en los deportados. De hecho Adam Czerniakow, desesperado al intuir el final que les esperaba a todos, se suicidó al día siguiente. La intención real de los nazis era terminar la «limpieza» del ghetto para el 31 de Diciembre de ese mismo año. 
 
El método era el siguiente: los policías judíos del ghetto acordonaban una calle, e iban sacando de las casas a todos los judíos. Los que se resistían eran ejecutados allí mismo. Tras revisar su documentación, sólo permitían quedarse a aquellos que trabajaban en fábricas o talleres de alemanes, así como a la policía judía y sus familias. Los demás: hombres, mujeres, jóvenes, viejos y niños, sanos y enfermos, con un hatillo como única posesión y escoltados por guardias letones y ucranianos bajo el uniforme de las SS, eran conducidos a pie desde el ghetto hasta un lugar conocido como el Umschlagplatz (=lugar de transferencia), un recinto junto a las vías del tren. Allí permanecían por lo general unas pocas horas aunque en ocasiones debieron esperar días. Los que tenían dinero, intentaban sobornar a los guardianes para escapar. Al principio algunos lo consiguieron por mil o dos mil zlotys. Días más tarde el soborno ascendió a diez mil.
 
Eran encerrados en vagones de carga en grupos de 100 por cada vagón, 60 vagones por cada convoy, un total de 6.000 judíos (llegaron a ser 10.000) en cada tren. El trayecto hasta Treblinka, poco más de 100 kilómetros, con suerte duraba pocas horas pero, debido a que estaban categorizados como trenes de carga, debían esperar en las estaciones intermedias a que pasaran otros trenes, bien de pasajeros normales o los más preferentes, con tropas destinadas al frente del Este, con lo que el trayecto podía dilatarse hasta dos días. Vagones cerrados, con candados en las puertas, sin apenas ventilación, con suerte con un cubo de agua, la mayoría de las veces ni éso.
El ambiente dentro de los vagones era dantesco. Sin apenas sitio para moverse, los supervivientes nos narran que se deshidrataban en los vagones bajo el sol, llegando a beber su propia orina. Obligados a hacer sus necesidades en un rincón, que se iban mezclando en el suelo con los vómitos y los cuerpos de aquellos que morían al no poder resistir más la sed, el calor y el agotamiento… Cuando consideramos los hechos, pensamos que no podía haber nada peor…pero siempre lo hay. De Varsovia a Treblinka el trayecto era relativamente corto. Cuando más tarde comenzaron a llegar los trenes a Auschwitz, a Majdanek o a Birkenau, con su carga humana desde Francia, Hungría o desde Grecia, el viaje podía prolongarse una semana o más, en idénticas y pésimas condiciones. No era raro que muriese en el trayecto la mitad del pasaje.
 
Hasta el 21 de Septiembre de 1.942, 263.000 judíos del ghetto de Varsovia fueron conducidos a Treblinka, Para cuando acabaron las deportaciones quedaban en el ghetto menos de 50.000, de los 400.000 que lo habitaban. Uno de los «héroes» de la deportación, si es que puede llamarse así, y recordado en varios monumentos, fue Janus Korczak: médico y pedagogo innovador. Fundó en 1.912 en Varsovia el Dom Sierot = el Hogar de los Huérfanos. Tras la creación del ghetto lo siguió dirigiendo desde dentro, con los numerosos huérfanos que se fueron acumulando. El 5 de Agosto de 1.942 le ordenaron que los niños fueran al Umschlaplatz pero no quiso abandonarlos y con más de doscientos huérfanos junto a una decena de educadores, ordenadamente, marcharon a los trenes con él al frente. Fueron eliminados todos en Treblinka. 
Los hubo con más suerte. Unos 20.000 consiguieron esconderse por sótanos y escondrijos, dentro del ghetto, evitando la deportación. Fuera de él, unos 8.000 judíos por el resto de Varsovia, protegidos por polacos. Cabe decir que en toda situación de horror a veces brilla la caridad humana. Hubo pueblos protestantes de Holanda que escondieron a todos sus judíos. No se puede negar que en plena Alemania nazi miles de judíos fueron escondidos por «arios». Sobra decir que todos ellos: arios, holandeses, polacos y judíos, se jugaban -y a veces perdían- literalmente sus vidas.
 
Treblinka no fue un campo grande. Cuando las «necesidades» de la Solución Final fueron aumentando, se crearon otros campos de exterminio en Polonia como Majdanek, Auschwitz o Birkenau, donde llegaron a alojarse hasta 50.000 personas, entre judíos y guardianes. Treblinka se extendía en un área de 600 x 400 metros.  Su objetivo inicial fue el exterminio de los judíos del ghetto de Varsovia, pero no fueron solamente varsovianos. Desde el 22 de Julio de 1.942 hasta el 2 de Agosto de 1,943 en que se clausuró, fueron eliminados 870.000 judíos de toda Europa mas unos 2.000 gitanos.
El personal de vigilancia consistia en doce oficiales alemanes ayudados por unos 120 o 150 ucranianos, que patrullaban el campo y controlaban a los deportados. Los que se encargaban del trabajo sucio eran los Sonderkommando, unos 500 judíos utilizados tanto para gasear los prisioneros como para ir quemando los cuerpos, aunque formar parte de los Sonderkommando no suponía garantía de supervivencia: eran simple mano de obra que cada 3 ó 5 días eran ejecutados y sustituídos por otros. El gaseamiento se hacía en Treblinka con CO2 (anhidrido carbónico), dentro de cámaras donde motores de tanques T-34 en funcionamiento vaciaban los gases tóxicos. Se estima en unos 15 a 20 minutos el tiempo que tardaban en morir. El «famoso» gas Zyklon-B se utilizó más tarde, cuando las necesidades del exterminio se fueron haciendo más y más numerosas.
 
Se prolongaron las vías férreas desde la estación próxima para llegar al campo aunque debido a las escasas dimensiones, en la terminal no cabían más de veinte vagones. Se fraccionaban los convoys de sesenta vagones en grupos de veinte. Una vez allí, eran desembarcados los judíos y conducidos a través de un camino en curva, cerrada la visión con árboles y cercado con alambre de espino electrificado, directamente hasta las cámaras de gas. El camino era denominado eufemísticamente por los alemanes como el Himmelstrasse = el camino al cielo, aunque más coloquialmente como «el embudo».
Los deportados a Treblinka lo fueron no para trabajar, sino para ser asesinados directamente. La media de vida de los que bajaban del tren no pasaba de una hora, aunque en repetidas ocasiones en los que el «trabajo» se acumulaba, los judíos debieron esperar en los andenes hasta un par de días. El problema logístico era que a veces se amontonaban los cuerpos de los gaseados sin darles tiempo a ser quemados. Hubo veces en que los cuerpos quedaban allí, apilados durante una semana, pudriéndose al sol. Para evitar que se deshiciesen en trozos al cogerlos, la dirección del campo hubo de disponer largas correas de cuero con las que ceñirles y poder arrastrarles hasta las piras donde iban a ser quemados.
 
Los hornos crematorios se dispusieron más tarde, en otros campos. En Treblinka el método de eliminación consistió en quemar los cuerpos. Para ello fue dispuesto un foso de un metro de profundidad por 20 metros de largo. Inicialmente utilizaron gasolina, pero como les salía muy costoso uno de los encargados, Herbert Floss y tras controlar las cremaciones, anotó en sus informes de forma meticulosa y germánica, que los cuerpos viejos (más deshidratados) ardían mejor que los recién muertos, que los gordos (los pocos que había, supongo, y por tener más grasa) mejor que los flacos, que las mujeres mejor que los hombres y que los niños peor que las mujeres pero mejor que los hombres… Científico, sin duda. Animados por estas observaciones hicieron pilas de unos mil cuerpos en el foso poniendo debajo los más «combustibles» y encima los menos. Arrimaron haces de leña y, de forma oficial, como en una ceremonia, Herbert Foss encendió la hoguera. Aquel método funcionó tan bien que los alemanes dispusieron mesas con cervezas y aguardiente, haciendo brindis con entusiasmo durante casi toda la noche mientras duró la pira, por el Führer y por Alemania.
 
Treblinka se cerró en parte porque en Varsovia quedaban ya pocos judíos, pero sobre todo por una revuelta organizada por los Sonderkommando, la noche del 2 de Agosto de 1.943. Con queroseno que habían ido reuniendo poco a poco, y alguna pistola distraída a los guardas ucranianos, rociaron varios edificios incendiándolos, matando algunos alemanes y ucranianos y sembrando una gran confusión. La mayoría de los Sonderkommando consiguieron salir del campo, aunque se organizó su caza sin piedad por los SS y la guardia ucraniana. Así y todo, 40 lograron escapar y sobrevivir para contarlo.
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                               El «bosque de piedras» de Treblinka. Al fondo, el memorial
Durante su funcionamiento Treblinka fue un campo clandestino, muy escondido de la población en medio de los espesos bosques polacos. Cuando lo construyeron, los alemanes desalojaron a los granjeros de la zona. Cuando se clausuró, los alemanes destruyeron todas las instalaciones, incluyendo las vías del tren, y asentaron allí algunos de los ucranianos, en granjas destinadas inocentemente al cultivo del altramuz. Todo lo que vemos allí hoy día es una utópica reconstrucción de lo que fueron las vías, un gran monumento en hormigón, y unas doscientas rocas formando un bosque de piedras donde podemos leer el nombre tallado del lugar de procedencia de los judíos, junto a varias placas escritas en yiddish, en alemán, en polaco o en francés. En una de las piedras, el nombre del que fue director del Orfanato del ghetto, Janus Korczak, y que decidió acompañar hasta aquí a doscientos niños y no dejarles solos. Junto al memorial, una fosa con negras piedras de basalto simulando el carbón, señala el lugar donde se quemaban los cuerpos. 
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                  Memorial en el ghetto de Varsovia a Janus Korczak, director del Orfanato
La revuelta judía del ghetto de Varsovia
 
Además de la revuelta de los Sonderkommando, hubo algún superviviente en Treblinka. Algún fugitivo aislado, e incluso alguno que consiguió tirarse de los trenes en marcha arrancando tablones del suelo de los vagones. Los primeros que regresaron al ghetto -no tenían dónde ir- y contaron lo que habían visto, fueron recibidos con escepticismo por los que allí seguían. Les parecía imposible que algo así se estuviese produciendo. Al fin y al cabo, pensaban, los alemanes les pretendían convencer de que su destino eran campos de trabajo agrícolas en el Este… de que podían seguir viviendo… Poco a poco se fueron rindiendo a la evidencia. Entre los abusos, los malos tratos y los testimonios de los supervivientes, se organizó la insurrección del ghetto. La primera medida que tomaron fue asesinar a los judíos colaboradores con los nazis, incluyendo a la policía judía.
 
Se achaca a menudo a los judíos que se dejaran encerrar en los ghettos o ser llevados a los campos, como ovejas al matadero, sin ninguna resistencia. Es cierto que la mayoría eran mujeres, viejos y niños, o que no había evidencias al principio de propósitos de exterminio. Quizá que con una última esperanza (lo último que se pierde) confiaban en que la situación no fuese a peor. Pero los testimonios que iban llegando de los escapados de los campos y las pésimas condiciones de vida en los ghettos disiparon toda esperanza. El detonante fue la orden De Heinrich Himmler en Enero de 1.943 para organizar la reanudación de las deportaciones de los judíos del ghetto hacia el campo de exterminio de Treblinka.
 
Entre los judíos que continuaban malviviendo en el ghetto menos de mil tenían alguna experiencia militar. Mordechai Anielewicz, un joven de 24 años (conocido entre los suyos como «el abuelo» al ser el de mayor edad) organizó un grupo de unos 200 jóvenes para la resistencia, escondidos en una red de búnkeres que comunicaban los sótanos entre sí. Contaban con algunos revólveres y pistolas, algunas decenas de rifles viejos y granadas de mano que habían conseguido de la resistencia polaca, a través de las alcantarillas. El resto del armamento eran cócteles molotov.
La insurrección duró menos de un mes -28 días- pero con la desesperación de los que no tenían ya nada que perder, salvo la vida. Para cuando los alemanes entraron en el ghetto, en Enero de 1.943, consiguieron repelerles desde ventanas y azoteas, lanzándoles granadas de mano y cócteles molotov, y haciéndoles retroceder. El general Jürgen Stroop se hizo cargo del asalto al frente de unos 2.000 soldados y oficiales acantonados alrededor del ghetto, más unos 800 granaderos de las Waffen-SS. El día 19 de Abril de 1.943 comenzaron los ataques por parte de los alemanes. La táctica era quemar casa por casa, dirigir los lanzallamas a los sótanos y alcantarillas, y asesinar a todos los judíos que capturasen. Jürgen Stroop relata en sus diarios cómo… familias enteras se arrojan por las ventanas de edificios incendiados… 
 
El 6 de Mayo en un golpe de mano capturaron 1.500 judíos y asesinaron directamente a 365 combatientes, calificados por loa alemanes como bandidos. El 8 de Mayo los alemanes descubren los búnkeres, arrasando con el fuego de sus lanzallamas todo lo que estuviese dentro. Anielewicz y sus compañeros prefirieron suicidarse dentro del bunker a caer en sus manos. Se calcula que 51 resistentes quedaron allí, enterrados en el bunker, que no se ha tocado desde entonces. Un sencillo túmulo guarda su memoria. Tras la represión de la revuelta el ghetto quedó arrasado casi en su totalidad. Unos 7.000 judíos murieron en los ataques, otros 6.000 perecieron asfixiados o quemados en los búnkeres. Los restantes 40.000 supervivientes fueron enviados a Treblinka.
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         Sobre el memorial del túmulo del bunker, bajo el que yacen los resistentes
La aldea de Tykutín y el bosque de Lubojova
 
Polonia es un país muy verde, lleno de bosques salpicados por frescas praderas. Me sorprendía por todos lados la abundancia de flores amarillas de la plantita llamada en España «diente de león». En España la flor dura poco y enseguida forma sus frutos, los llamados popularmente «paracaidas», por cuando los soplas y se reparten por el aire. En Polonia, por el contrario, de clima mucho más húmedo, la planta parecía eternamente fresca y las flores llenaban los prados. Desde los desplazamientos en coche casi todo el tiempo atravesábamos extensos bosques que yo identificaba como de pinos, abetos, robles, arces, hayas y olmos. Enclavado en uno de esos bosques se encuentra la aldea de Tykutín o Tykocín en polaco, según la grafía. En yiddish, Tykuchin.
 
Hoy día Tykutín es una pequeña aldea agrícola de casitas bajas, casi todas de madera, de una sola planta, al lado del río Narew. Tiene un par de calles principales y en medio una gran plaza donde se celebra el mercado semanal y en uno de cuyos extremos se levanta la iglesia cristiana. Adornando la plaza, una figura a tamaño natural de bisonte europeo, que todavía vive en libertad -protegido- en las cercanas selvas de Bialowieza. 
 
En 1.941 vivían 2.500 judíos, además de otros 2.500 polacos. Los judíos comenzaron a llegar en el año 1.522, traídos por el rey Segismundo, inicialmente diez familias procedentes de Grozno para desarrollar el comercio. Ya en 1.548 era una ciudad próspera, con numerosos comerciantes y artesanos, al ser una encrucijada de caminos hacia Cracovia. De hecho, la actual frontera con Bielorusia se encuentra a unos escasos 60 kilómetros. Protegidos por los nobles, en el año 1.642 edificaron la sinagoga, esta vez de ladrillo en vez de la anterior, levantada en madera.
Reconstruída, en la actualidad es la segunda más grande de Polonia, decorada en su interior con pinturas simbólicas y cabalísticas y numerosos textos de la Toráh, que los fieles podían leer en la pared para seguir los rezos, al no tener entonces la mayoría, campesinos pobres, los libros. Hoy día en todas las sinagogas hay libros que los judíos pueden tomar prestados, al igual que en las iglesias católicas disponen de libros de salmos para los fieles. 
 
En 1.941 se desató la tragedia. El 24 de Agosto por la tarde fueron avisados los judíos de que a las seis de la mañana del día siguiente deberían reunirse todos en la plaza. A las 8 del día 25 y ya concentrados los judíos, aparecieron siete camiones de la Gestapo armados con ametralladoras, del Kommando Bialystok, dirigido por Wolfang Birkner. Los alemanes separaron a los judíos por grupos: a un lado las mujeres y los niños, al otro lado, los hombres. Mujeres y niños fueron llevados en camiones hasta el cercano bosque de Lubojova. Los hombres fueron obligados, escoltados, a caminar los 8 kilómetros que les separaban de un claro en el bosque, cercado con alambre de espino en donde les fueron concentrando a todos. Ellos aún no lo sabían pero a un kilómetro escaso habían abierto días antes tres fosas: dos de ellas de 12 metros de largo por 4 de ancho y 5 de profundidad, más otra un poco menor. 
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El método fue el siguiente: conducidos en grupos de diez, las primeras fueron las mujeres, sujetas del brazo por los soldados hasta las fosas, donde les arrojaban y después les disparaban. Seguramente los que esperaban su turno en el claro podían oir los disparos, y en todo caso podían darse cuenta de que no volvía nadie de aquel «paseo», pero les era imposible escapar. Cuando acabaron las ejecuciones, habían eliminado a 1.700 judíos. Al día siguiente registraron concienzudamente las casas, sacando a unos 700 judíos más que se habían escondido y a los que ejecutaron en el bosque. La mayoría de ellos delatados por sus vecinos polacos, que aprovecharon para saquear las casas de los judíos, o para robar su ganado. Fue una ocasión magnífica para vengarse de afrentas, hacerse con sus cosas o librarse de deudas, por parte de los vecinos de los judíos. 
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El camino que conduce desde el claro, donde actualmente se aparcan los coches, serpentea por el bosque hasta donde estuvieron las fosas. Es un camino casi sagrado, por lo que supuso en su día de camino hasta la muerte. No costaba mucho esfuerzo imaginar el sufrimiento de aquella gente conducidos a la fuerza por el camino, entre el bosque, intuyendo que iban a morir. Al final del camino unos cercados delimitan el lugar de las fosas. En medio, una gran roca con inscripciones y unos cuantos ramos de flores, junto a banderas israelíes y sobre la cerca numerosas piedrecitas con la estrella de David pintada en azul. Varios grupos de judíos -los hombres tocados con la kipá, algunos con la bandera de Israel sobre los hombros- rezaban. Mario nos puso un kadish en su pequeño altavoz que sonó en el silencio del bosque.
El lugar, sobra decir, impone como si fuera un templo. Pero me sorprendió que incluso entre los judíos no todos guardaran el debido respeto a semejante lugar. Observé una mujer que allí mismo se encendió un cigarrillo, con despreocupación. Creo que a mí no se me hubiese ocurrido por mucho «mono» que tuviese. Se lo hice notar a Mario que fue hacia ella y le pidió que lo apagase, cosa que hizo pidiendo disculpas. Pero hubo otro detalle más. Ya cerca del claro, de un autobús salieron dos jóvenes que a un lado del camino, de aquel camino «sagrado», se pusieron a orinar. Cuando se lo comenté a Mario puso cara de desesperación y me comentó que bien podían haberse ido a aliviar al otro lado de la carretera -a escasos diez metros- y no allí, pero prefirió no decirles nada, y nos marchamos.
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Visitamos la sinagoga -yo respetuosamente cubierta la cabeza con mi gorra- y después recorrimos la apacible aldea de Tykutin.  Mario nos iba enseñando fotografías de la época. Frente a una de las casas de madera, que pudimos reconocer, posaba una sonriente madre con seis niños, el menor de ellos en brazos. La mujer se llamaba Regina Taube y, según nos contó Mario, fue degollada junto a sus hijos la noche anterior, siendo la casa saqueada. De los 2.500 judíos de Tykutin tan sólo consiguieron escapar 160, la mayoría niños. Según los testimonios de alguno de los supervivientes, se escaparon al mismo bosque de Lubojova que conocían bien y, donde escondidos, vieron las ejecuciones de sus familiares o vecinos. Cuando, sin saber dónde ir, volvieron a la aldea, alguno pudo ver en su casa cómo una vecina polaca ordeñaba a la vaca que fue de su familia. Al ver al niño, la vecina se limitó a encoger los hombros. Hoy viven en Tykutin 2.000 personas, ninguna de los cuales es judía.
 
Lublin, la cuna de la ortodoxia
Lublin es actualmente una de las mayores ciudades de Polonia, con un censo total de unas 600.000 personas. Declarada Monumento Histórico por su riqueza en monumentos y arquitectura, está considerada como ciudad universitaria contando con dos centros: la Universidad Católica, y la tecnológica de Marie Curie-Sklodowska, en homenaje a la investigadora polaca nacionalizada francesa, premio Nobel de Física en 1.903 y de Química en 1.911, por sus descubrimientos en el campo de la radioactividad, y la primera mujer que impartió clases en la Universidad de La Sorbona.
En su casco antiguo podemos ver la gran Plaza del Mercado, donde las casas que la rodean aparecen con sus fachadas decoradas con policromías, figuras y emblemas de sus propietarios alusivos a su actividad: músicos, panaderos, etc. En lo que fue la antigua muralla se abren dos grandes puertas: la de Cracovia por un extremo, y la Grodzka, frente al castillo, separando esta última lo que fue el barrio judío del cristiano. Ya en 1.553 se había legislado prohibiendo que viviesen en el casco antiguo, junto a los cristianos.
Saliendo por la puerta Grodzka y a su izquierda hay una pequeña plaza abierta cuyas fachadas, en curva, se orientan hacia el castillo, allá en lo alto. A la derecha de la puerta un pequeño parque y, en el parque, una farola siempre encendida, tanto de noche como de día. Así lo dispuso el obispo (cristiano, obviamente) de Lublin al finalizar la Segunda Guerra Mundial con la intención, según declaró, que los judíos que quisiesen regresar a la ciudad no se perdiesen y encontrasen el camino.
 
En 1.939 vivían 42.830 judíos en Lublin, de un total de casi 130.000 habitantes. En las comarcas de los alrededores, vivían unos 300.000 judíos más. Lublin siempre fue un importante centro judío de educación, de cultura y de religión, con dos periódicos en yiddish. Contaba con doce sinagogas y unas cien casas particulares de oración. Los judíos eran propietarios de más del 50% de los talleres de la ciudad y del 30% de las factorías: principalmente textil, piel y joyería. Y aunque la comunidad judía era sólida había un nivel alto de asimilación con sus vecinos polacos. La mayoría y sobre todo los jóvenes hablaban fluidamente en polaco.
 
Hay dos cementerios judíos en Lublin. El de Kirkuk, el más viejo, data según su lápida más antigua al menos desde 1.541. Mario nos dijo que la reja de hierro que da acceso suele estar cerrada (hay que pedir la llave a una vecina, como en algunas ermitas románicas de Castilla) pero tuvimos suerte: la encontramos abierta, y pasamos. El cementerio se halla sobre una pequeña colina boscosa donde en el Siglo X hubo un castillo. En este viejo cementerio sólo están enterrados los que fueron grandes rabinos. Y las lápidas (o macevas) están casi ilegibles, escritas en hebreo, la lengua sagrada de los judíos, cubiertas por el musgo que los siglos han acumulado sobre ellas. Quedan unas sesenta macevas, algunas aisladas, otras en pequeños grupos.
Había muy pocas personas paseando por el cementerio, entre ellas dos chicas hacían fotografías con trípode y buenas cámaras a las macevas. Sin duda, pensé, para hacer algún trabajo de investigación… Mario -como siempre, en su papel de buen guía- nos llamó la atención hacia dos árboles que habían crecidos pegados el uno al otro. ¿Véis la lápida?… Y al fijarnos ya con detenimiento pudimos verla: una pequeña lápida, totalmente ilegible por el tiempo y por el musgo, a la que los árboles en su crecimiento casi habían engullido, tapándola por ambos lados, dejando ver menos de la mitad. Todo un símbolo.
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El cementerio nuevo es mucho más grande, a un lado de una avenida donde en la otra acera se levanta el cementerio cristiano, cuyas cruces asoman por encima de la tapia. Subimos unos peldaños para asomarnos al interior del cementerio judío pero, ¡oh, asombro!, allí sólo había una pradera despejada. En el muro del cementerio y adosadas por su parte interior sí había algunas lápidas, con pinta de ser nuevas. Pero en el recinto, no había ninguna. Cuando miramos a Mario con la interrogación en nuestras miradas nos explicó. Allí hubo, y seguramente siguen enterrados los cuerpos, 130.000 tumbas. ¿Y las lápidas?… Se las llevaron todas los alemanes. Les vino muy bien para pavimentar los caminos embarrados cuando levantaron el cercano campo de Majdanek.
 
La ocupación nazi comenzó el 18 de Septiembre de 1.939. Gradualmente comenzaron los abusos y las extorsiones. El 14 de Octubre fueron conminados a entregar 300.000 zlotys al ejército alemán como «compensación» de gastos de guerra. El 25 del mismo mes se hace un censo, arrojando un total de 37.054 judíos. La diferencia de 5.000 fue debida sobre todo a jóvenes y activistas políticos que, viendo el peligro, se habían marchado tras la ocupación para intentar alcanzar el territorio polaco bajo dominio soviético. El 9 de Noviembre de 1.936 es nombrado Odilo Globocnik como SSPF Lublin: jefe de las SS y de la policía en el distrito de Lublin. Una vez efectuado el censo y designado Globocnik, comenzó el proceso de confiscación de propiedades, echándoles de sus casas, y el asentamiento en la zona judía del casco antiguo. 
 
Los nazis deciden que el distrito de Lublin debía transformarse en Judenreservat = reserva judía, donde judíos del Reich (Alemania y Austria) y de los territorios incorporados (Checoslovaquia, Polonia) serían reasentados. Desde Diciembre de 1.939 hasta Febrero de 1.940, decenas de miles de judíos fueron deportados a Lublinland. Acantonados allí, los nazis podían disponer de ellos como de mano de obra esclava. Ya en 1.940 miles de ellos fueron enviados a campos de trabajo cerca de la frontera soviética para construir la «Muralla Oriental», fortificaciones pensadas para reforzar la próxima ofensiva de la Operación Barbarroja.
 
Para la primavera de 1.941 se había creado el ghetto, alojando allí a 40.000 judíos procedentes de Lublin y alrededores, deportando a 14.000 desempleados y pobres al campo de exterminio de Belzec. A finales de ese año, fueron llevados muchos jóvenes para construir el campo de Majdanek, en las afueras de Lublin. Dentro del ghetto pronto fueron delimitadas dos partes: el ghetto A (donde alojaban a los desempleados) y el ghetto B (donde se alojaban los ocupados en trabajos para los alemanes). Con esta división disponer de los judíos fue todavía más fácil. El 16 de Marzo de 1.942 los desempleados, los habitantes del ghetto A, fueron conducidos a Belzec. Cada día 1.500 judíos debían presentarse para ir «al Este, a trabajar». Podían llevar consigo 15 kg de equipaje con los objetos de valor y las joyas. Hasta el 14 de Abril de 1.942, 26.000 judíos fueron deportados a Belzec. Pero algunos no llegaron tan lejos: muchos eran directamente fusilados en los suburbios. Varios cientos de ancianos y enfermos fueron sacados de los hospitales y fusilados junto con sus médicos y enfermeras. Y 200 niños del orfanato judío junto a sus profesores fueron también ejecutados en los suburbios, en un anticipo casi calcado de cuando un poco más tarde, el 5 de Agosto, Janus Korczak quiso acompañar a sus 200 huérfanos desde el ghetto de Varsovia hasta Treblinka. 
 
Los nazis sólo autorizaron inicialmente a 2.500 judíos que trabajaban para ellos permanecer en el ghetto, debidamente acreditados e identificados, pero no les duró mucho la calma: el 30 de Marzo de 1.942 se llevaron a los miembros del Judenrat (el consejo judío de la ciudad) así como a la policía judía, junto a sus familias. Cada vez quedaban menos. El 3 de Noviembre de 1.943 y como respuesta a la revuelta que el 2 de Agosto los Sonderkommando habían organizado en Treblinka,  el SSPF Lublin sucesor de Globocnik, Jacob Sporrenberg, organizó a su vez lo que llamaron pomposamente como la Aktion Erntefest = la Fiesta de la Cosecha, eufemismo para designar el fin de la Operación Reinhard: fueron fusilados 18.000 judíos entre los pocos que quedaban de Lublin y alrededores, prisioneros en Majdanek y arrojados a las fosas. Para cuando acabó la pesadilla, de los 42.000 judíos de Lublin sólo habían sobrevivido 200 o 300, escondidos o supervivientes de los campos. Ignoro si a alguno le apeteció regresar, pero ahí sigue, encendida, la farola.
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Majdanek
 
A tan sólo 4 kilómetros del centro de Lublin y literalmente pegado a las casas de las afueras se levantó el campo de exterminio de Majdanek. Del polaco, «el pequeño Majdan», al llamarse Majdan el suburbio junto al que se construyó. Si Treblinka fue un campo casi clandestino, Majdanek quedó bien a la vista de todo el que quisiera verlo, como aviso de lo que les esperaba a los que se resistiesen a los nazis. Una cerca de alambre de púas, no electrificada, rodea todo el perímetro, pero a ningún polaco se le ocurrió ni siquiera acercarse a ella: había orden de disparar a todos los que se arrimasen, orden escrupulosamente cumplida. Porque el primer destino de Majdanek fue el de alojar a prisioneros políticos polacos, funcionando como fábrica y como almacén. Lo del exterminio vendría más tarde. 
 
Himmler ordenó su construcción el 21 de Julio de 1.941 dentro de la Operación Reinhard, efectuada por jóvenes judíos del ghetto como trabajos forzados. En un principio se denominó como Campo de prisioneros de guerra de las Waffen SS en Lublín, y estaba destinado a formar parte de la red de complejos agrícolas militarizados e industrializados. Majdanek, en concreto, para la producción de munición y como fábrica de armamento. La idea era ir expandiendo asentamientos alemanes en la Europa Oriental, tras exterminar a los judíos y a las élites polacas y soviéticas e incluso posteriormente a los eslavos en general, una vez que la Operación Barbarroja hubiese limpiado de Untermenschen, de «infrahombres» toda Rusia y Ucrania, para crear lo que en el ideario nazi se llamó con antelación La Gran Germania bajo la idea del Lebensraum = el espacio vital. Afortunadamente para nosotros, los soviéticos no sólo les contuvieron sino que, al final y para su asombro, les derrotaron. Sólo hay que imaginar qué hubiese pasado de haber tenido éxito su plan: el dominio del mundo bajo el ideario nazi. En aquel momento la situación era más que posible. Sólo por ese miedo se suicidaron muchos. Como ejemplo el que ya mencioné, el del escritor judío austríaco Stefen Zweig, aunque estuviese tan lejos del escenario como en Brasil.
 
De los seis campos de exterminio que hubo, todos ellos en Polonia, Belzec, Sobibor, Treblinka y Chelmno fueron campos pequeños, no llegaban a un kilómetro cuadrado. No necesitaban mucho más: los presos no iban allí para trabajar ni, por tanto, se alojaban allí sino que, recién llegados, eran directamente conducidos a las cámaras de gas. Los posteriores, como Auschwitz-Birkenau y Majdanek, y llevados por sus necesidades de servicio, eran mucho más grandes, aproximadamente de 4 x 5 kilómetros. El número de eliminados es difícil de evaluar exactamente por motivos obvios pero, y según las diferentes fuentes, oscilaron dentro de las siguientes cifras:
 
-Auschwitz-Birkenau: entre 980.000 y 1.500.000
-Treblinka: entre 700.000 y 870.000
-Belzec: entre 434.000 y 600.000
-Majdanek: entre 78.000 y 350.000
-Chelmno: entre 152.000 y 340.000
-Sobibor: entre 167.000 y 250.000
Y, ya fuera de Polonia, podemos añadir el de Maly Trostinek, en Bielorrusia, con una cifra entre 160.000 y 500.000.  Sólo como añadido, en Julio de 1.941 vivían unos 400.000 judíos en Bielorrusia. El 80% fueron eliminados por el método de fusilamiento y las fosas en bosques como el de Blagovschina. El resto, en campos como el de Maly Trostinek.
 
Pero, y como objetivamente nos lo señalaba Mario, las víctimas no fueron solamente judíos, aunque el Holocausto haya sido lo más conocido. Por poblaciones, la cifra de muertos aproximada fue:
-judíos: 6.100.000
-civiles eslavos: 6.000.000
-prisioneros de guerra, sobre todo soviéticos: 4.000.000
-prisioneros políticos (disidentes y comunistas): 1.500.000
-gitanos: 500.000
-discapacitados (físicos y mentales): 400.000
-religiosos «molestos» (Testigos de Jehová principalmente pero también jesuítas): 2.500
 
En Majdanek llegaron a alojarse al tiempo hasta 50.000 personas, entre vigilantes y prisioneros, llegando a pasar por el campo durante su existencia hasta casi 500.000, y de 52 nacionalidades diferentes. Ya en Octubre de 1.941 comenzaron a llegar los prisioneros. Los primeros y como ya adelanté, disidentes polacos. Los segundos, judíos del ghetto y alrededores de Lublin. En todos los campos han levantado grandes monumentos de hormigón con iconografías, símbolos del horror que alojaron. El de Majdanek me pareció singularmente impresionante: para acceder a la base debes bajar una pequeña rampa flanqueada por muros de piedra para, inmediatamente después, subir una escalera, con lo que el monumento te recibe allá en lo alto, imponente, una gran mole sujeta sobre dos peanas. Ya en la base y bajo la mole puedes ver el campo y un poco más allá de la alambrada exterior, las casas de Lublin, del barrio de Majdan.
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Majdanek se extiende ahora por una verde pradera donde aún se pueden ver los barracones y, al fondo, las chimeneas de los crematorios. Antes de los barracones estaban las viviendas de los SS que controlaban el campo y, antes de las viviendas, una casita blanca, aislada, en la que vivía el comandante del campo. El primero y desde Septiembre de 1.941 fue Karl Otto Koch al que, por cierto, arrestaron por corrupción un año más tarde, en Julio de 1.942. Koch, durante el año que estuvo en Majdanek, vivió en la casita con sus tres hijas y con su mujer, Ilse Koch. Al parecer formaban una familia feliz. Las niñas estudiaban piano (con un profesor, judío, prisionero en el campo), latín (con otro profesor, judío, también prisionero) y hasta daban clases de hípica (ya no sé si con profesores alemanes o judíos). Pero Ilse tenía una pequeña «manía»: le gustaba forrar los libros (incluso los de sus hijas) o hacer pantallas para las lámparas con piel humana, especialmente las que tenían tatuajes. Para escoger las que más le gustaban, inspeccionaba a los recién llegados a Majdanek, seleccionaba los más apropiados y ya estaba. Los SS se encargaban de darles un tiro en la cabeza. Supongo que eran prisioneros los que les desollaban y curtían las pieles para que Ilse pudiese desarrollar su afición favorita. 
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       El hogar de los Koch, e Ilse juzgada tras la guerra ante un tribunal militar
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                                            Parte de la colección de Ilse Koch
Pero la afición de Ilse venía de atrás. Antes de mudarse a Majdanek, la familia Koch estuvo viviendo en Buchenwald, al estar allí destinado Karl en calidad de comandante del campo. En la «colección» de Ilse figuran, enmarcados, numerosos trozos de piel tatuada procedentes de Buchenwald. En el cuarto de los oficiales del campo varias «piezas» decoraban las paredes, se ve que a los de las SS les hacía gracia. Lo que ya no se quién le contagió la afición a quién. La felicidad de Ilse Koch duró hasta el final de la guerra. Fue capturada, juzgada y condenada a cadena perpetua. Pero no pudo soportarlo: el 1 de Septiembre de 1.967 se ahorcó anudando las sábanas de la cama y colgándose del techo, a la edad de 60 años. Que se sepa, nunca dio señales de arrepentimiento.
 
Mujeres como Ilse Koch hubo varias en los campos. Ilse era comandante-consorte, pero dentro de las SS también hubo mujeres famosas por su crueldad con los y, sobre todo, con las prisioneras. De Majdanek nos han llegado testimonios de algunas como Hermine Braunsteiner, Rosy Suess o Elsa Erich. En Auschwitz fueron tristemente famosas otras como Irma Grese, conocida en su momento por el eufemismo de «el Ángel de Auschwitz», a cargo de 30.000 reclusas a las que gustaba de azotar, sobre todo a las más atractivas, destrozándole los senos a latigazos, y que seleccionaba cada día un mínimo de 150 prisioneras con destino a las cámaras de gas. Irma se adhirió al partido nazi con sólo 18 años y pronto hizo carrera en las SS. Por éstas y otras bestialidades, fue juzgada en Nüremberg y condenada a la horca. Aunque no fue la única en actuar en los campos de exterminio: Herta Oberheuser, Alice Orlowski, Herta Ehlert… ¡para qué seguir!…
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Majdanek está en una zona de prados bastante húmedos. Y en un clima como el polaco, de frecuentes lluvias, los caminos se embarraban con facilidad. Como ya conté, trajeron unas 100.000 lápidas del cementerio de Lublin para pavimentar los caminos. Eso sí: con las inscripciones hacia abajo, creo que más por estética que por no verlas. Para asentar mejor los suelos y como especial forma de castigo, unos pesados rulos de piedra, de hasta una tonelada de peso, eran rodados por todo el campo arrastrados por grupos de prisioneros a los que se hacía tirar de ellos hasta el agotamiento. Cuando ya no podían más y caían al suelo, los compañeros debían seguir tirando de los rodillos, machacando al pobre desgraciado, que sería reemplazado con rapidez. Mario nos contó que nuestra vieja conocida Ilse Koch prestaba especial atención en que el camino que discurría frente a su casa estuviese siempre «bien planchado»… posiblemente para no manchar sus botas con barro… aunque seguro que tenía a su servicio un tropel de zapateros para dejárselas siempre impecables.
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La alambrada exterior que perimetraba el campo era sencilla y sin electrificar. Dentro del campo y dividiéndolo en secciones, la alambrada era alta, de unos tres metros, doble y electrificada con cables de alta tensión. En las esquinas y en algunos puntos intermedios, torretas de vigilancia desde donde vigilaban los SS. Majdanek se organizó en seis recintos separados uno del otro por doble alambrada:
-recinto I: para alojar a las mujeres
-recinto II: hospital de campo para colaboradores rusos integrados en el ejército alemán
-recinto III: prisioneros políticos polacos y judíos de Varsovia
-recinto IV: prisioneros de guerra soviéticos
-recinto V: hospital de campo para hombres
-recinto VI: crematorios, cámaras de gas y fábricas, que no dio
tiempo a construir. 
Sólo cabe añadir que como el ser humano es así, tras la liberación de Majdanek por parte del ejército soviético, éstos utilizaron los barracones como campos de concentración para la resistencia polaca y los miembros del Armia Krajowa, el ejército popular polaco.
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                Las cámaras de gas. La ventana lateral es nueva, para darle claridad.
Visitamos -y nos metimos- en lo que fueron las cámaras de gas. Decir que impresiona, suena casi a necedad. Acojona, sería una mejor definición de lo que se siente cuando entramos -mejor si es solos- en esos cubículos cuadrados, reducidos, vacíos de todo, de techos bajos (menos volumen de aire, mayor concentración del gas), oscuros, cuya única ventilación es la puerta (que obviamente, se cerraba) y unos huecos por el techo por donde, una vez dentro, no cuesta trabajo imaginarlo, apretados y desnudos comenzaba a entrar el gas, hasta que empezabas a marearte, a toser, a vomitar, viendo -si no eras el primero- como a tu alrededor los demás comenzaban a caer al suelo… Hay mucha gente con los que he hablado cuando les contaba el destino de mi viaje, cuya respuesta invariablemente era: …¡Uy, no, qué horror, no quiero ir allá para sufrir!… Pero incluso los que iban con nosotros u otras personas desconocidas con las que coincidíamos en la visita a los campos, algunos lloraban prefiriendo ni entrar siquiera…y puedo entenderlo.
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                                                                    Los hornos
Al principio los judíos de los Sonderkommando vaciaban de las cámaras los cuerpos y en unas depresiones, decenas de metros más allá, los quemaban. Según nos contaba Mario muy gráficamente y con un sentido de humor irónico, muy argentino  (¿he dicho ya que es un magnífico guía?) las mujeres de los oficiales de las SS que vivían cerca de la entrada, la propia Ilse Koch, quizá, se quejaron a sus maridos por las humaredas y la peste de las piras, con lo que para que no les diesen la tabarra y agilizar la eliminación de los cuerpos, instalaron en la parte posterior, al final del campo, los hornos crematorios. Actualmente y para protegerlos de las inclemencias del tiempo están protegidos por un pequeño edificio, aunque en su momento estaban al descubierto (que lloviese sobre los Sonderkommando les daba igual), para ventilar mejor. Cuando había muchos cuerpos, funcionaban día y noche. Las cenizas y los pequeños restos óseos que quedaban se iban acumulando en unos patios posteriores. De hecho, se vendían como abono para los campesinos (se aprovechaban hasta las cenizas).
Hoy día se ha levantado un mausoleo, un recinto redondo de más de diez metros de diámetro donde se acumulan en un enorme montón las cenizas que quedaron tras quemar miles de cadáveres. Dado que a veces el fuerte viento las repartía, añadieron más tarde una cúpula, una especie de gran boina de hormigón, para protegerlas y que el aire no se las llevase. Como en todos estos lugares, ramos de flores y pequeñas piedrecitas con la estrella de David pintada en azul. Mario nos puso en su pequeño altavoz un kadish, que escuchamos con respeto.
 
Cracovia
 
El centro de Cracovia fue declarado hace pocos años como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. De hecho, está considerada como una de las ciudades más bonitas del mundo, centro muy importante de turismo local e internacional. Se calcula en unos ocho millones la cifra de turistas que la visitan cada año. La mayor parte de los atractivos turísticos se concentran en los barrios del centro: el Stare Miasto (la ciudad medieval) y el Kazimirz (el centro histórico de los judíos). Es una ciudad vieja y las primeras menciones que se hacen de ella constan del S. VII. Ya en el año 966 se la describe como un activo centro comercial. Su nombre en polaco: Krakow, significaría «la ciudad de Krak», legendario héroe fundador de la ciudad. 
 
En el año 1.370 Casimiro el Grande facilitó el asentamiento de judíos en Cracovia, conocedor de su capacidad para el comercio y la industria. En aquella época habían sufrido persecuciones por varios países de Europa Occidental y muchos acudieron, aunque poniéndole al rey tres condiciones:
 
-mantener su autonomía religiosa, cultural y su educación. 
-prerrogativas para el comercio, como el intercambio de mercancías a lo largo del Vístula (que recorre Polonia de sur a norte).
-seguridad, a cuyo fin se redactó una carta real de protección.
Aceptadas las condiciones por Casimiro, la comunidad judía fue prosperando. Fue en Cracovia donde se levantó la primera sinagoga de Polonia, en el año 1.570 (la de Tikuchin fue en 1.620).
 
Cracovia fue la capital de Polonia hasta 1.596, año en que la capitalidad se desplazó a Varsovia, pero sigue siendo la segunda ciudad en población, tras ésta. Actualmente viven en el centro unas 760.000 personas, que aumentan hasta los 3 millones si consideramos todo el área metropolitana. Pasear por su parte vieja es un placer para los sentidos, con su castillo, la Barbacana, la catedral, su gran plaza, docenas de viejas iglesias a cada cual más bonitas o los 28 museos de la ciudad.
Numerosas tiendas, lujosos restaurantes o cafeterías, con clubes de jazz por doquier, hacen el paseo aún más ameno. En la plaza varios coches de caballos, ricamente engalanados y conducidos por señoritas en traje de época, que invitan con una sonrisa a los visitantes a dar un paseo. Mi hija Maya y yo nos fijamos que bajo las herraduras llevaban  unos calzos de goma, seguramente para evitar resbalones sobre el suelo empedrado.
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Rodeada en parte por el río Vístula, tradicionalmente Cracovia ha sido el centro económico, científico, cultural y artístico de Polonia. Ocupada por los alemanes tras la invasión, fue nombrada la capital de la administración nazi a partir del 4 de Noviembre de 1.939, con Hans Frank al frente, que instaló sus dependencias en el castillo de Wawel. Aunque fue saqueada en parte de sus tesoros artísticos, la ciudad se mantuvo intacta, no disparándose ni un tiro por designio personal de Hans Frank, salvándose su legado arquitectónico. Los oficiales alemanes, las cosas como son, solían ser cultos y amantes de las artes, lo que ayudo a que Hans Frank la protegiese.
 
Los judíos vivían tradicionalmente en el distrito de Kazimirz (nombre en polaco del rey Casimiro, que los acogió). En Noviembre de 1.939 se legisló obligando a todos los judíos de más de 12 años a ir identificados con brazaletes donde debía figurar la estrella de David. Las sinagogas fueron todas cerradas, y los alemanes confiscaron las reliquias y los objetos de valor. Ya en Mayo de 1.940, la autoridad central nazi decidió que Cracovia debía convertirse en la ciudad «más limpia» de Polonia, comenzando la deportación en masa. De los más de 68.000 judíos que vivían en Kazimirz, sólo permitieron permanecer allí a 15.000 trabajadores de los alemanes, con sus familias. El resto fueron expulsados de Cracovia y asentados en las comunidades circundantes.
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Paseamos por el barrio de Kazimirz, viendo las diferentes sinagogas. Las más interesantes, la Vieja y la Remuh, única que en la actualidad presta servicios religiosos. A su lado, un viejo cementerio del S.XVI. La sinagoga Remuh se encuentra en la calle Ancha, donde se abren varios bares y restaurantes. Mario nos iba guiando y señalando lugares destacados. Así, en uno de los restaurantes se podía ver el rótulo: Rubinstein. Nos aclaró: de la familia de la empresaria Helena Rubinstein, emigrada a los Estados Unidos donde se convirtió en una de las mujeres más ricas del mundo gracias a su actividad en el mundo de la cosmética. En otro de ellos, el Ariel, se filmó la primera escena de la película La lista de Schindler (del director Steven Spielberg, otro judío, en este caso norteamericano), cuya acción se desarrolló en Cracovia. Mario iba enseñándonos sus imprescindibles y didácticas fotos. A mi hija Maya y a mí nos llamó la atención que fue sólo en Cracovia donde vimos varios grupos de judíos ortodoxos, típicamente ataviados con bombín, largas levitas negras y medias -también negras- en vez de pantalones. Bajo el bombín asomaban los característicos tirabuzones que los hombres se dejan crecer desde las sienes, además de la barba. 
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Otro detalle que me sorprendió mucho fue la presencia de un restaurante en apariencia árabe, muy cerca de la sinagoga Remuh (en pleno barrio judío, por tanto) llamada Hamsa y con el símbolo de la mano de Fátima. «Hamsa», en árabe, significa «cinco», y la mano de Fátima (hija de Mahoma) simboliza con sus cinco dedos ese «cinco», por los cinco pilares o preceptos del Islam (declaración de fe, los rezos diarios, la limosna, la peregrinación a La Meca y el ayuno durante el Ramadán). Se lo comenté a Mario pero me dijo que en israelí «hamsa» también es cinco, y que el símbolo de la mano de Fátima es también un amuleto de buena suerte en Israel. El restaurante en cuestión no era árabe, sino judío. Sólo pude responderle que no les faltan puntos en común, entre árabes y judíos.
 
El 3 de Marzo de 1.941 se crea el ghetto. Desde Kazimirz son llevados al distrito (pobre) de Podgorze, en la otra orilla del Vístula. Antes de cerrar el ghetto vivían allí 3.000 polacos no judíos, que fueron obligados a realojarse al barrio de Kazimirz, donde se les adjudicaron las mucho mejores casas de los judíos, ahora vacías. Con la llegada de los judíos, el censo ascendió a 15.000 habitantes, hacinados en tres calles, con 320 edificios y 3.167 habitaciones en total. Haciendo una sencilla cuenta, en cada apartamento vivían cuatro familias. Así y todo, los más desafortunados y por falta de espacio se vieron obligados a dormir al raso.
 
El ghetto estaba rodeado por un muro. Quedan algunos restos donde podemos ver que simulaba, irónicamente, grandes lápidas. Las ventanas que desde las casas de los judíos daban a las calles de los polacos fueron tapiadas. El día 30 de Mayo de 1.942 comenzó la salida de los judíos desde el ghetto hacia los campos. Algunos fueron llevados al de Plaszow, creado el 28 de Octubre de 1.942, muy próximo a la ciudad, en principio sólo campo de trabajo y no de exterminio, aunque la mayoría fueron conducidos al cercano de Auschwitz. 
 
El 13 y 14 de Marzo del año 1.943 el Sturmbannführer de las SS, Willi Hasse, comenzó lo que llamaron la liquidación final. Unos 8.000 judíos capaces de trabajar fueron llevados al campo de Plaszow. Otros 2.000 enfermos y débiles fueron asesinados directamente en las calles. Los demás, a Auschwitz. El método, similar al utilizado en el ghetto de Varsovia, era el siguiente: desde sus casas y custodiados por las SS los concentraban en la Plac Zgody, actualmente rebautizada como Plac Bohaterow Getta (= Plaza de los Héroes del Ghetto) donde los iban seleccionando y metiéndoles en los vagones de carga, con destino a los campos. 
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     Placa en la Farmacia del Águila, homenaje a su propietario, salvador de judíos
Visitamos la Plaza Bohaterow, en el antiguo ghetto. Es una plaza grande y cuadrada. Mario nos enseñó fotos donde se veían algunos edificios circundantes, de la época. En una de las esquinas hay una farmacia: la Apteka pod Orlem o Farmacia del Águila. Su propietario Tadeusz Pankiewicz, al que los nazis ofrecieron locales fuera del ghetto, solicitó (y obtuvo) permiso del gobierno alemán para seguir allí al frente de su negocio. Durante aquellos años fue el único habitante no judío del ghetto, con permiso para entrar y salir libremente. Lo que los alemanes no sabían era que, por su parte trasera y camuflado, un estrecho corredor daba salida a la parte exterior, a la zona «libre». Además de suministrar medicamentos a los judíos, consiguió sacar a muchos de ellos. Pankiewicz les conseguía comida, hacía de correo con el exterior, contactos con el ejército de resistencia polaco o cosas tan útiles en aquel momento como tintes para el pelo, con lo que los viejos podían pasar como más jóvenes (y no ser eliminados), o sedantes para los niños que sacaban ilegalmente del ghetto y que no les delatasen, llorando, en el último momento.
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En medio de la plaza Bohaterow hay plantadas unas veinte sillas de bronce. Se trata del Monumento a Las Sillas, como homenaje a los judíos que esperaban allí a ser deportados. El monumento fue costeado por el director de cine Roman Polansky, director entre otras de la película El pianista, sobre una historia real sucedida en el ghetto de Varsovia. Polansky nació en París en 1.933 pero en 1.936 sus padres decidieron regresar a Cracovia. ¿Nostalgia de la tierra, búsqueda de nuevas oportunidades?… ¡Cuántas veces no lamentarían la decisión!… Durante su infancia no se le educó en el judaísmo, pero los acontecimientos posteriores y el destino le obligaron a vivir siendo un niño en el ghetto de Cracovia. Los padres fueron deportados, muriendo la madre en Auschwitz (aunque sólo su padre era judío las leyes nazis la consideraron como tal). El padre fue de los escasos supervivientes del campo de Birkenau. Por su parte, Polansky sobrevivió como un huérfano mendigo en el ghetto logrando escapar y, fingiéndose cristiano, fue dando tumbos por Polonia, de un lado a otro, consiguiendo sobrevivir hasta el final de la guerra.

El Holocausto y el horror nazi en Polonia (1ª parte)

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1ª parte:
-Introducción. Orígenes del antijudaísmo
-El guía: Mario Sinay
-Comienza el viaje. Varsovia
-Primera parada: el cementerio judío de Varsovia
-Los antecedentes. La invasión nazi
-Comienza la caza del judío
-El ghetto de Varsovia
2ª parte:
Comienza el exterminio. Treblinka
La revuelta judía del ghetto de Varsovia
La aldea de Tykutin y el bosque de Lubojova
Lublin, cuna de la ortodoxia
El campo de Majdanek
Cracovia
3ª parte:
Schindler, el de la lista
Auschwitz-Birkenau
Los experimentos de Auschwitz
La vida cotidiana en los campos
El fin de Auschwitz
1ª parte:
Introducción. Orígenes del antijudaísmo

No sé ni por dónde empezar. He necesitado de las abundantes notas que tomé durante el recorrido, de las casi 900 fotos que hice por todos lados, de hojear libritos y folletos que reuní durante el viaje y muchos datos gracias a la inestimable ayuda de la Wikipedia para conseguir ordenar mis ideas. No obstante me quedaré corto. Para los interesados hay innumerables testimonios en forma de libros escritos por los supervivientes y cuya lista sería interminable.

Todos tenemos en la cabeza la idea del Holocausto, y nombres como Auschwitz, Treblinka o el doctor Méngele nos resultan familiares. Pero, por más que hayamos visto fotografías y reportajes, por más que hayamos leído sobre los ghettos y los campos, lo cierto es que hay que verlo con nuestros propios ojos, hay que estar allí para entender la magnitud de lo que fue una auténtica industria sistematizada y organizada por los nazis del expolio y de la muerte, y que se extiende mucho más allá de lo que fue el Holocausto judío. Pero vayamos por partes.
Mi hija Maya me convenció para apuntarme a un tour por Polonia, donde el motivo del viaje era un recorrido por varias ciudades en las que los judíos fueron encerrados en ghettos para, más adelante, ser confinados en campos de trabajo o, directamente, ser conducidos a los campos de exterminio. El nombre del tour era «Un viaje de la memoria», totalmente acertado, pienso yo. El viaje en sí estaba organizado por una agencia israelí, especializada en estos temas, y orientado para judíos. Pero no es necesario ser judío -aclaro que ni mi hija ni yo lo somos- para «disfrutar» (entre comillas) de semejante experiencia, cuando las ganas de conocer en directo son más fuertes que los prejuicios o que el rechazo.
Porque en España y por lo general, lo «judío» nos suele generar, como mínimo, cierta desconfianza. Viene de atrás. Ante persecuciones y represiones dictatoriales de toda índole y tendencia siempre habrá quien diga el comentario de…¡algo habrán hecho!... Por motivos históricos o de afinidad con los musulmanes, en España despiertan más simpatía el pueblo saharaui o los palestinos, por ejemplo. Y a los judíos en general se les ha considerado siempre como ejemplo de avaros, ricos y anticristianos. Un argumento antiguo era el de que fueron los responsables de la muerte de Cristo. Además, solían ser los asesores económicos y los prestamistas de los reyes europeos, o los recaudadores de impuestos, tarea siempre impopular… pero sea por estas u otras razones, la historia del pueblo judío ha sido desde la Diáspora (desde la expulsión por parte de los romanos de su patria original), en la Edad Media y en todo el mundo antiguo la historia de un pueblo acosado, castigado, masacrado, marginado…
Diásporas hubo varias, no sólo la del emperador Tito, tras el asedio y destrucción de Jerusalén. En diferentes periodos se los expulsa de Bizancio o de algunos países conquistados por el Islam en sus comienzos. Durante la Edad Media en Europa sufrieron persecuciones, tenían prohibido poseer esclavos (algo legal en aquellos tiempos) ni tierras, pertenecer a los gremios que regulaban los trabajos, así como ingresar en el ejército o trabajar en profesiones liberales.
A partir de la Ilustración del Siglo XVIII las relaciones se suavizaron pero aún así durante mucho tiempo tuvieron prohibida toda participación en la administración pública o excluídos de las universidades. Sólo hizo falta con el auge del nazismo que se convirtieran en cabeza de turco, en los supuestos responsables de la miseria de la población alemana, e incluso los causantes de la pérdida de Alemania en la conocida en su momento como la Gran Guerra: la 1ª Guerra Mundial. Adolf Hitler en el Mein Kampf se refiere a ellos como …el bacilo disolvente de la sociedad humana…Seis millones de muertos fue el precio que debieron de pagar los judíos ante estos prejuicios.
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El guía: Mario Sinay
En principio el grupo iba a ser mayor pero, por motivos que no vienen al caso, a última hora se borraron varios, con lo que el grupo quedó reducido a cuatro viajeros: mi hija Maya y yo, más una pareja de judíos argentinos de la ciudad (argentina) de Córdoba, Bobby y Adriana. Para nosotros fue la situación ideal: más fácil guiar a cuatro que a diez o a cuarenta, y con el guía casi para nosotros solos.
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El grupo, cenando en Cracovia. De izquierda a derecha: Bobby, Adriana, Maya, yo y Mario.
Porque, aparte de lo que vimos, lo mejor del viaje fue el guía: Mario Sinay. Nacido en Argentina, a los quince años se fue a Israel donde vive desde entonces. Estuvo en el ejército hasta los cuarenta y cinco años. Estudió comunicación, especializado en documentación gráfica. Y se dedica a guiar grupos, principalmente aunque no sólo por Israel y Polonia. No llegamos a hacernos amigos, una semana no da para tanto, pero nos cogimos mucho afecto.
 
Mi hija Maya y yo hemos viajado juntos a muchos destinos (Grecia, Islandia, Italia, Austria, Francia…) y cuando es posible valoramos el ir acompañados con buenos guías: te ilustran el recorrido y hacen disfrutar mucho más el viaje. Pero por encima de todos ellos, el ejemplo de Mario fue, con mucho, el mejor. Nos contó que lleva de guía unos 12 años, 188 viajes hasta ahora. Y se nota  la experiencia. Hombre muy informado, sumamente documentado y, sobre todo, un magnífico comunicador: cada día aparecía con una carpeta, repleta de fotos del Holocausto y numerosos textos: desde poemas a testimonios de testigos y supervivientes de lo que fue la experiencia de los ghettos y de los campos. Algunas de las fotos que acompañan esta entrada están tomadas directamente de las que Mario nos iba enseñando. Llevaba asimismo un pequeño altavoz conectado por wifi con el móvil y en algunos lugares especiales como en los cementerios, en los ghettos, en los campos de exterminio o en las sinagogas, nos hacía escuchar kadish. En la tradición judía es importantísimo. Para aquellos ajenos a su tradición, los kadish son unos cantos religiosos, siempre recitados en público y redactados en arameo, el idioma del pueblo judío en la época (talmúdica) en que fueron compuestos. En ellos se hace un panegírico a Yahvé al que se pide que acelere la venida del Mesías. Hay varias clases de kadish, según la ocasión y el contexto, aunque el más utilizado es el kadish del Duelo, o el kadish yatom = la plegaría de los huérfanos, como una señal de respeto que uno puede dar a aquellos que han fallecido.
 
Mario «jugaba» mucho con los efectos, nos manejaba muy bien. A menudo nos hacía mirar algún edificio con cualquier excusa y cuando estábamos en ello nos decía: Ahora vuélvanse y miren acá… y el objetivo real era otro edificio, algún trozo del muro del ghetto o alguna placa en concreto. Muchas veces nos enseñaba una foto de la época donde nos hacía reconocer algún detalle actual pero que, en la foto, se veía acompañado de los judíos o de los SS. Constantemente, fotos de la época, con la gente concentrada en los ghettos, recién desembarcados con sus petates del tren en los campos, conducidos a las cámaras de gas o trabajando como lo que eran, como esclavos, en los barracones. Y en los trayectos en coche (a Lublin, a Cracovia, a los campos de exterminio…) nos ponía en el ordenador largas secuencias de películas, tales como El pianista, La lista de Schindler, El triunfo del espíritu, centradas en el Holocausto, donde se escenificaba muy bien el ambiente de los ghettos y de los campos, y donde algunas de sus localizaciones Mario nos enseñaba después en la visita al ghetto o al campo en cuestión. Sumamente ilustrativo. Aunque ya las había visto, daban ganas de volver a verlas, para apreciarlas mejor.
 
Comienza el viaje. Varsovia
 
Polonia me sorprendió por su nivel de crecimiento. Varsovia estaba llena de grúas (indicio de construcción) y, sobre todo, en las autovías que recorrimos. En prácticamente todas, se estaban desdoblando los carriles, evidentemente se les estaban quedando insuficientes. Gran tráfico de camiones. Nos fijábamos en las matrículas: además de polacas, numerosas matrículas rusas, alemanas, bielorusas, lituanas, ucranianas… Polonia está en una encrucijada estratégica (lo cual ha sido causa de las constantes invasiones) para el transporte de mercancías, lo que evidenciaba tanto camión.
 
En Varsovia nos alojamos en uno de los hoteles situados en el centro comercial y empresarial por excelencia, con numerosos centros comerciales y altos edificios modernos de cristal, rodeando al edificio más emblemático: el Palacio de la Cultura y de la Ciencia, un regalo de Stalin a los polacos en los años 50, enorme edificio de más de treinta plantas y con una arquitectura de inspiración soviética. Nada más verlo me recordó mucho al hotel Rossía (en ruso: Rusia) situado en un meandro del río Moscova, en Moscú. Por cierto, los varsovianos lo odian, como símbolo que es del dominio soviético durante la guerra fría, y hasta se propuso tras la democratización de Polonia en 1.989, su demolición. Eso de demoler es tendencia común tras cambios de gobierno. En España se propone por algunos grupos políticos demoler el Valle de Los Caídos, símbolo del franquismo, por ejemplo, pero Mario, mi hija y yo estábamos de acuerdo en que no hay por qué derribar nada que al fin y al cabo forma parte de la historia. Escudados en esa tendencia purificadora se han quemado muchas bibliotecas a lo largo de la historia. Y por esa regla de tres hasta se podrían demoler las pirámides de Egipto, levantadas por esclavos. Y nada mejor que Polonia como ejemplo, que han preservado lo que queda de los campos, pese a ser la representación del horror, como memoria de lo que pasó. 
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Actualmente el Palacio de Cultura alberga teatros, salas de exposiciones, centros culturales, sede de congresos e incluso dos universidades privadas. Y es el centro desde donde se miden las distancias a toda Polonia, algo así como nuestro «kilómetro Cero», de la Puerta del Sol. Por cierto: con semejante pasado, polémica y visibilidad, pregunté a nuestro chofer polaco si a tan notorio edificio no le habían rebautizado los varsovianos con algún nombre coloquial, tales como el «Pirulí» de Madrid o el puente «El Paquito» de Sevilla… Se quedó pensativo un rato y al final respondió: No, el Palace le llaman… Obviamente los varsovianos no tienen el sentido del humor que gastamos por aquí…
 
Comenzamos el tour por Varsovia. Para empezar, poco queda de la ciudad de antes de la guerra. Sufrió tres episodios de bombardeos masivos: los dos peores la conquista alemana a partir de Septiembre de 1.939 con el uso intensivo de la aviación y la artillería y, ya en 1.944, el castigo nazi por la revuelta polaca, animada ésta por la cercanía del ejército ruso. Aún sufrirían otro gran bombardeo por parte del avance soviético para desalojar al ejército alemán. Como consecuencia, al acabar la guerra Varsovia quedó destruída en un 85%. Algún edificio resistió, lo milagroso es que tras tan severo castigo alguno se mantuviera en pie.
 
Primera parada: el cementerio judío de Varsovia
 
El primer punto al que nos llevó Mario fue al cementerio judío. Muy extenso, unos de los mayores de Europa, ocupa más de 33 hectáreas. Fundado en 1.806, y sólo interrumpido durante la Segunda Guerra Mundial. El húmedo clima de Varsovia ha favorecido el crecimiento de los árboles, altos y tupidos, los grandes helechos o el musgo que cubre las abundantes lápidas (o, para ser más exacto, macevas, como se nombran por los judíos), dándole un aspecto sombrío, semiabandonado. Más de 200.000 tumbas identificadas, aunque en razón del tiempo transcurrido desde su creación, o bien debido a la muerte o el exilio de muchos varsovianos durante el Holocausto, la inmensa mayoría yacen en un estado de total abandono. Los caminos principales están pavimentados, y los monumentos más importantes están cerca de la entrada: homenaje a los niños muertos en el ghetto. Al lado, un monumento al doctor Janus Korczak, director de la Casa de los Huérfanos de Varsovia, que no quiso dejarles solos cuando ordenaron llevarles al campo de exterminio de Treblinka. Cerca de allí y en la calle principal, otros monumentos: a los héroes del levantamiento judío en el ghetto, a comunistas judíos, a destacados rabinos o a protagonistas de la cultura polaca, tales como escritores, filósofos, intelectuales (como el doctor Zamenhof, creador del esperanto), o la gran actriz de teatro Esther Kaminska. Pero si te apartas un poco o miras a los lados de la calle principal, numerosos caminos embarrados se abre paso por doquier entre los árboles, mostrando a través de la penumbra verde mausoleos y lápidas deterioradas, medio ocultas bajo el musgo.
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                          Memorial a los niños muertos en el Holocausto
Muy cerca de la entrada, dos espacios cercados, uno al lado del otro, del tamaño aproximado de una pista de tenis, están curiosamente libres de lápidas. Mario nos fue contando, ilustrando sus palabras como siempre con numerosas fotos de la época: aquí despejaron el terreno y se abrieron fosas comunes para enterrar a los cada vez más abundantes fallecidos dentro del ghetto. De unos 100.000 que allí murieron, se calcula que unos 20.000 acabaron en estas fosas. En las fotos que nos enseñaba Mario se podía ver esa imagen que se ha hecho icónica de cadáveres desnudos y esqueléticos, traídos en carretas y arrojados a los fosos, de cuatro o cinco metros de profundidad. Cuando los cuerpos formaban una capa, se les echaba cal por encima y volvían a arrojar más cadáveres. Creo recordar, no estoy seguro, que aquellos miles de muertos siguen ahí enterrados, anónimos, sin identificar.
 
Aunque la mayoría de las más antiguas eran lápidas grabadas verticales, había bastante variedad. Algunas eran una simple lápida vertical o bien colocadas sobre el suelo, mientras que otras eran mausoleos familiares, más o menos ostentosos. El estilo era muy variado, según el gusto familiar o la filosofía de los allí enterrados. Eran todos judíos, pero había -y hay- muchas tendencias, como las hay en el cristianismo. Por ejemplo: el texto solía estar en yiddish (la lengua de los judíos polacos) o en hebreo (la lengua sagrada), pero las había escritas en polaco, incluso algunas pocas en inglés. Decoraciones con estilo Art Nouveau, monolitos de imitación egipcia, templetes, bóvedas, bajorrelieves figurando puertos con barcos (familias de comerciantes)… En las más clásicas Mario nos explicaba a mi hija Maya y a mí la para nosotros desconocida iconografía judía: águilas (que representaban al reino polaco) junto a leones (símbolo del reino de Judá). Candelabros, que creo recordar representaban a los rabinos, recipientes con agua o llamas. O una figura repetida que me llamó la atención y que más tarde ví en un graffiti infantil en Auschwitz: la imagen de un árbol tronchado, representación de la figura de una madre muerta. Si en el árbol roto había un nido con dos o tres polluelos, la imagen nos contaba que la mujer murió dejando dos o tres huérfanos… Y en muchas de ellas, las señales dejadas por el impacto de las balas, dirigidas a los judíos que, huyendo de los nazis, se escondieron en la espesura del cementerio.
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                                      A una madre muerta que dejó dos «polluelos»
Visitando el cementerio había numerosos grupos de judíos, igual que nos los iríamos encontrando durante todo nuestro recorrido. Algunos, con la bandera de Israel por encima de los hombros. En los ghettos así como en Cracovia o en los campos de Majdanek, Auschwitz y Birkenau, grupos de militares israelíes. Mario, ex-militar, me contó que al menos una vez vienen desde Israel para visitar estos lugares tan importantes para ellos. Él los ha guiado en numerosas ocasiones y nos contaba que siempre traen consigo en la visita a los campos algún superviviente de los pocos miles que van quedando. Tuvimos ocasión de verlo en Birkenau: en uno de los barracones un numeroso grupo de militares guardaba un respetuoso silencio escuchando a un anciano que hablaba. Mario me explicó que no sueltan ningún tipo de mitin. Simplemente, recuerdan lo que hacían, lo que comían, cómo trabajaban y cómo vivían. Ese simple testimonio para ellos ya es muy importante. 
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                Militares israelíes escuchando el testimonio de un superviviente
En espacios de respeto para los judíos (sinagogas, cementerios, monumentos, memoriales…) los hombres se cubren la cabeza con la kipá, esa pequeña gorrita que apenas les tapa, en señal de respeto a Yahvé, simbolizando que no son lo más alto, sino que sobre su cabeza hay algo siempre superior (y que me perdonen los judíos si no es la explicación correcta). Yo, insisto, no soy judío -y lo aclaro ni por excusarme ni por justificarme- y como tal no estaba obligado a cubrirme, pero comenté con Mario que por respeto me podría poner una pequeña gorra de visera que llevaba por si la lluvia. Le pareció perfecto: cualquier cosa puede valer. Y yo creo, por su mirada, que ese pequeño signo de respeto le pareció bien.  
 
Los antecedentes. La invasión nazi.
ataud de los judíos… De esta forma tan gráfica llamó Heinrich Himmler al ghetto de Varsovia. Himmler fue el hombre de confianza de Adolf Hitler. Ministro de Interior, Jefe Supremo de las temidas SS (Schutzstaffel = escuadrón de protección), responsable de la planificación y construcción de los campos de exterminio. Si Hitler fué el ideólogo del Holocausto, Himmler fue el ejecutor.
 
No sólo los nazis mataron judíos (ni sus víctimas fueron sólo judíos, como veremos). Tras el ascenso al poder de Hitler se planificó la llamada Política de Higiene Racial destinado a esterilizaciones forzosas, así como el programa Aktion-4, para la eutanasia activa. Sin que sirva de descargo podemos comentar que, en países tan «desarrollados» como los Estados Unidos y de Europa occidental, ya a finales del S.XIX y comienzos del S.XX se implementaron políticas de esterilización forzada y masiva. Aunque el caso de Alemania bajo los nazis fue especial. Desde la subida de Hitler al poder en 1.933 hasta el año 1.939 se calcula que 400.000 alemanes «arios» fueron esterilizados, y unos 275.000 directamente asesinados en cámaras de gas, como un ensayo de lo que vino después.
Los esterilizados (con radiación o inyecciones de productos químicos)) y eliminados: delincuentes comunes y juveniles, enfermos mentales, discapacitados físicos (ciegos, sordos, impedidos), enfermos crónicos, disidentes políticos, alcohólicos, pedófilos, homosexuales o vagabundos. Entre ellos, 70.000 niños. Catalogados todos bajo la categoría de Lebensunwertes Leben = «vida indigna de ser vivida». Aún esos arios «indignos de vivir» eran superiores a los europeos, tales como franceses, ingleses u holandeses. Pero por debajo de ellos estaban los eslavos, considerados como Untermenschen = infrahombres. No había más escalones humanos por debajo de los eslavos, ni siquiera los judíos. Para los nazis, no se les consideraba tan siquiera como seres humanos.
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Batallón compuesto por judíos en la Iª Guerra Mundial, alemanes de pleno derecho, algunos de ellos merecedores de la Cruz de Hierro por su valor (y que no les valió de nada cuando el Holocausto)
En Alemania se conocen al menos seis centros donde se realizaron las campañas de esterilización y exterminio, en origen simples hospitales, a los que se adaptaron cámaras de gas (utilizando el anhidrido carbónico producto de la combustión de motores de camiones). De algunos hay registros bastante detallados, como el de Graefeneck, donde podemos saber que murieron 9.839 alemanes, o el castillo/hospital de Hartheim donde, entre Enero de 1.940 y Diciembre de 1.944 se eliminaron a 18.269 «enfermos». De entre ellos, 436 españoles procedentes del campo de Mauthausen. Tras la experiencia adquirida con el manejo de las cámaras de gas, muchos de los médicos que trabajaron en estos centros fueron posteriormente destinados a los campos de exterminio en territorio polaco.
 
Tras la partición de Polonia entre Alemania y la Unión Soviética, ambos países se dedicaron a masacrar polacos. El 23 de Agosto de 1.939 los ministros de Asuntos Exteriores alemán y soviético, von Ribbentrop y Molótov firmaron en Moscú el Tratado de No Agresión, con el que Alemania se daba un tiempo antes de atacar a los rusos y se concentró para atacar el frente occidental. Confiado Stalin en la palabra dada y, pese a los recelos que el despliegue alemán en la frontera ruso-alemana iba despertando, la ofensiva alemana conocida como la Operación Barbarroja barrió en un principio a las fuerzas soviéticas, el 22 de Junio de 1.941. 
 
Pero antes de eso y respaldados mutuamente por su Tratado de No Agresión, se repartieron Polonia. El 1 de Septiembre de 1.939 Alemania invadió su parte acordada, pese a la desesperada resistencia del ejército polaco, en inferioridad de condiciones frente a la moderna Wehrmacht (en alemán: fuerza de defensa, nombre dado al ejército del Tercer Reich). El 17 de Septiembre, lo hicieron los soviéticos. Ambos países descabezaron la oposición polaca, encarcelando, fusilando o mandando a campos de trabajo a intelectuales, profesores, sindicalistas y oficiales del ejército. 
 
Un episodio, esta vez por parte de los rusos, fue la conocida como la matanza del Bosque de Katyn, a 15km de la ciudad de Smolensk. Allí fueron enterrados en fosas comunes unos 22.000 (un mínimo de 21.768) polacos: 8.000 oficiales del ejército, 6.000 policías y el resto intelectuales, profesores y sindicalistas. Tras el descubrimiento fue relativamente fácil identificar a las víctimas: habían sido arrojado a las fosas con sus uniformes y sus pertenencias. Ejecutados por el efectivo método del tiro en la nuca, entre Abril y Mayo de 1.940, por órdenes directas del siniestro Beria, jefe de la policía y el servicio secreto soviético, mano derecha de su paisano (georgiano) Stalin. Lo «bueno» fue que fueron los nazis los que descubrieron las fosas en su avance por Rusia tras el comienzo de la Operación Barbarroja, atribuyendo la matanza a los soviéticos. Aunque durante muchos años los soviéticos lo negaron, echándole la culpa a los nazis. Varios monumentos guardan su memoria en Polonia. En Cracovia pudimos ver una larga cruz en el suelo formada por velas encendidas.
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Aparte de las masacres de Polonia, los nazis aún fueron responsables de otras en territorio soviético conquistado tras la Operación Barbarroja. En los barrancos de Babi Yar, próximos a la ciudad ucraniana de Kiev, se calcula un total de entre 100.000 y 150.000 ejecuciones durante la ocupación alemana: soldados rusos prisioneros, militantes comunistas, gitanos, partisanos ucranianos y ¡cómo no!, judios. Entre el 29 y el 30 de Octubre de 1.941 y durante 36 horas ininterrumpidas, fueron fusilados 33.771 judíos. La masacre alcanzó tal nivel que los soldados ejecutores se acabaron quejando a sus superiores de que los uniformes acababan empapados de sangre por las salpicaduras de los disparos. Los oficiales nazis, con la pragmática mentalidad alemana, decidieron en sus instrucciones para la tropa mantener una distancia mínima «higiénica» de 10 metros entre soldados y fusilados, aunque dado el «volumen de trabajo» comenzó la planificación de los campos de exterminio a cargo del no menos pragmático Heinrich Himmler. Y ya puestos con el pragmatismo, dentro de las SS se creó un cuerpo especial: los Einstazgrüppen, especializados en fusilamientos masivos, que se desplazaban de un lugar a otro para su «trabajo», desde los estados bálticos hasta Ucrania aunque más tarde, para evitar los gastos en desplazamientos y en balas, los encargados de la eliminación fueron las cámaras de gas dentro de los campos.
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     Instrucciones para la tropa, para una «correcta» ejecución de los condenados
Comienza la caza del judío
 
Se calcula que en Polonia un 10% de la población era judía. Tan sólo en Varsovia y de una población total de cerca de un millón y medio, unos 450.000 eran judíos, de los que aproximadamente 100.000 murieron en el ghetto, de hambre, de frío y de enfermedades, sobre todo a causa del tifus, transmitido por los piojos y las chinches. A la semana de la invasión, el 9 de Septiembre de 1.939, los nazis declaran una orden general para confinar a los judíos en los ghettos, perfectamente identificables con la estrella de David: una estrella de seis puntas en color azul sobre una banda blanca, cosida en sitio visible sobre sus ropas.
 
En Polonia les pilló de nuevas, tras la invasión alemana del 1 de Septiembre. En Alemania y en Austria (anexionada oficialmente en la Anschluss = «la reunión», el 12 de Marzo de 1.938) tras la subida al poder de Adolf Hitler, el 30 de Enero de 1.933, comenzó una serie de leyes restrictivas contra los judíos. La primera excusa fue el incendio del Reichstag en Berlín la noche del 27 de Febrero de 1.933. Aunque se detuvo allí mismo, se juzgó y se condeno a muerte a un joven albañil desempleado, comunista holandés, Van der Lubbe (lo que les dió la excusa perfecta para detener en toda Alemania a sus viejos enemigos, comunistas y socialistas), el clima tenso y enrarecido favorecía cada vez menos la presencia judía. Es a partir de 1.933 cuando mediante sucesivos decretos se les prohibe trabajar en la administración pública, los matrimonios mixtos e incluso las relaciones sexuales entre judíos y arios, se les priva de la ciudadanía alemana declarándoles apátridas y, por tanto, del derecho a voto, y se les excluye de ciertas profesiones como la medicina o la educación. Los 600.000 judíos de Alemania son señalados como enemigos.
 
El punto álgido llegó con la conocida como la Kristallnacht = la Noche de los Cristales Rotos, del 9 al 10 de Noviembre de 1.938. Como detonante, el asesinato a tiros un día antes del secretario de la embajada alemana en París a manos de un joven judío polaco de 17 años, Herschel Grynszpan. Herschel actuó desesperado ante las noticias que le hicieron llegar sus padres, judíos polacos emigrados a Hannover en 1.911. Por una orden del gobierno nazi cancelaron los permisos de residencia para extranjeros y, entre otros, los judíos polacos fueron obligados a regresar a Polonia, transportados en camiones y trenes, permitiéndoles llevar con ellos tan sólo una maleta. El resto de sus propiedades (casas, muebles, negocios…) fueron requisados por los nazis. 17.000 judíos fueron transportados a la frontera el 27 de Octubre de 1.938, y dejados allí a su suerte, al negarse los polacos a dejarles entrar en su territorio. Durante días o semanas, los judíos permanecieron abandonados en tierra de nadie, sin cobijo ni comida. De los 17.000 sólo 4.000 fueron al final admitidos. El resto (13.000) fueron llevados a campos de concentración.
 
Con la Noche de los Cristales Rotos comenzaron las masacres, como venganza y bajo la excusa del asesinato de von Rath, el secretario de la embajada alemana en París. Organizada por el lugarteniente de Hitler, Joseph Goebbels, fue ejecutada por los SA (Sturmabteilung = sección de asalto, compañía paramilitar), por los SS y por la Juventudes Hitlerianas, apoyadas por la Gestapo (policía secreta del estado). 91 judíos alemanes fueron asesinados y 30.000 detenidos y enviados a campos de concentración en Alemania, como Dachau (inaugurado precisamente para confinarles) y Buchenwald, principalmente. En Alemania fueron quemadas 1.574 sinagogas más las 94 de Viena. Alrededor de 7.000 comercios propiedad de judíos fueron destruidos, la mayoría en Munich y Berlín, pero también en otras ciudades con fuerte presencia judía, como Viena. Recordemos que pocos meses antes Austria ha sido anexionada e incluída en el programa nazi.
 
Es a partir de 1.938 cuando las medidas antijudías se endurecen. Se confiscan sus pasaportes, son obligados a declarar todos sus bienes y queda prohibida toda la prensa judía: diarios, revistas, libros… Antes de ese año los judíos alemanes y austríacos aún tuvieron la oportunidad de salvar sus vidas, saliendo del país. Dos tercios de la población judía de Austria y Alemania consiguieron escapar, marchando a Holanda, Bélgica, Francia o Italia (donde tras la conquista alemana serían capturados) o aún más lejos: América del Norte y del Sur… Entre otros la madre de Bobby, nuestro compañero de viaje, nacida en Viena y que acabó en Córdoba, Argentina. El tercio restante se quedó, bien por falta de medios materiales para pagar su viaje, o con la ilusoria esperanza de que, aún estando mal, las cosas no podían ser peores. El tiempo se encargaría de demostrarles que sí, que siempre las cosas pueden ser mucho peores.
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                         Un miembro de las SS rapando las barbas a los judíos
Aunque los que se fueron a tiempo consiguieron al menos salvar la vida, el sentimiento de desarraigo y de frustración, y el pensar en la suerte de los que allí quedaban, produjeron un gran sentimiento de depresión. Muchos de los supervivientes de los campos manifestaron un complejo de culpa pensando que por qué ellos habían tenido que salvar la vida, frente no ya a los millones que murieron, sino quizá su familia entera, sus amigos…. Un sólo ejemplo muy revelador es el del escritor austríaco de origen judío Stephen Zweig, el escritor más traducido en alemán después de Goethe. De familia acomodada, tuvo ocasión de viajar en su juventud, cultivando la amistad de numerosos intelectuales. Prolífico autor de novelas y biografías y traductor del francés, sus obras fueron prohibidas en Alemania en 1.936. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial consiguió escapar junto a su segunda mujer, iniciando un periplo que le llevó a París y Londres, y más tarde a los Estados Unidos y varios países de Hispanoamérica. Pero el sentimiento, ante un Hitler victorioso en todos los frentes, de que el nazismo acabaría conquistando el mundo, le condujo a suicidarse junto a su mujer en Brasil, el 22 de Febrero de 1.942, antes incluso de que llegase a conocer el desarrollo de la Solución Final.
 
El «negocio» de ilegalizar a los judios le salió redondo al gobierno nazi. Los trabajos que les fueron prohibidos (en la administración, profesorado, medicina y otros) fue cubierto por los no-judíos, reduciendo el número de los parados. Daba igual si no eran tan buenos profesionales: no eran judíos. El expolio de casas proporcionó viviendas a los que no las tenían, o la posibilidad de mejorar la propia… y como los judíos generalmente eran buenos administradores, vivían en buenas casas. El cierre o destrozo de sus comercios tras la Noche de los Cristales Rotos, eliminó competencia para otros comerciantes. El cierre de sus fábricas y empresas, lo mismo. Uno de los beneficiados, por ejemplo, fue Schindler, el de la famosa «lista», del que hablaré más tarde, y que se quedó con la fábrica de esmaltes de Cracovia.  Con mano de obra casi gratis (judíos de los campos) además. Si un obrero alemán (de pura cepa) cobraba 20 marcos, un polaco cobraba 10, mientras que un judío cobraba 5 que, por supuesto, no iba a parar a sus bolsillos, sino que el empresario pagaba directamente al gobierno. Cuando empezaron a ser deportados y muchos de ellos intentaron malvender sus propiedades, los abusos por parte de los compradores fueron infinitos. Muebles y demás bienes semovientes fueron adquiridos directamente por el gobierno nazi. Gracias a este expolio, el P.I.B. de Alemania subió un 7%. Lo que sacaron de los deportados y exterminados en los campos (dientes de oro, joyas, ropa y zapatos usados,  cepillos, objetos personales, el pelo rapado, incluso muletas) merecerá comentario aparte.
 
En su escalada antijudía, el 20 de Enero de 1.942 los jerarcas nazis planifican el exterminio. 1ª fase de la llamada Solución Final. En lo que se conoció como la Operación Reinhart, deciden crear en Polonia lo que fue el primer campo de exterminio: el de Treblinka. Las obras comenzaron en Mayo y finalizaron en Julio. El 22 de Julio de 1.942 comenzó la denominada Gran Acción de Realojamiento, destinada a irse llevando a los judíos del ghetto de Varsovia, quedando temporalmente excluidos aquellos que trabajaban en fábricas y talleres alemanes, o la policía judía que vigilaban dentro del ghetto. Para evitar las lógicas revueltas, nada de decirles que iban a ser exterminados. Se les comunicó que iban a ser deportados al Este, a campos de trabajo agrícolas.
 
El ghetto de Varsovia
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Dos mujeres en el ghetto de Varsovia. Mario nos aclaró: la de la izquierda, raquítica, tenía diez y seis años. La de la derecha parece su abuela, pero era su hermana mayor. Sólo tenía ventidós.
Comenzamos nuestro viaje visitando lo que fue el ghetto de Varsovia. Más tarde iríamos visitando el de Lublin, el de Cracovia y algún otro, aunque el de Varsovia fue el mayor establecido en toda Europa. En Varsovia aún quedan algunos trozos del muro, viviendas en pie, y numerosas placas donde lo detallan, además de la inestimable colección de fotos que Mario nos iba enseñando. Donde ya no hay muro, una traza en el suelo indicándolo. La orden partió el 9 de Septiembre de 1.939, con medidas tales como prohibición de utilizar transporte público, asistencia a parques y restaurantes y la obligación de ir identificados con un brazalete blanco con la estrella de David en azul cosido a sus ropa en lugar visible,  aunque la construcción y cerramiento del ghetto no concluyó hasta Septiembre de 1.940. Del total de habitantes de Varsovia: 1.400.000, 450.000 eran judíos. 
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Fragmento del muro que cercaba el ghetto, visitado por judíos
La orden era abandonar sus casas para vivir en el ghetto, un espacio reducido y delimitado de la ciudad, tan sólo el 2,4% de la superficie total, barrios viejos, cercado por 18 kilómetros de muro de ladrillo de tres metros, con cristales rotos en lo alto y rematado por alambre de espino, con 22 portones. Los no-judíos debieron abandonar sus casas dentro del ghetto pero les ofrecieron las mucho mejores casas de los judíos, sin duda salieron ganando. Nos explicaba Mario lo que constituyeron las cinco plagas de los judíos dentro del ghetto:
 
1/ hacinamiento: casi medio millón en un área, recordemos, equivalente al 2,4% de la ciudad. No solamente judíos de Varsovia, sino también de poblaciones cercanas, llegando a un máximo de 445.000 en Mayo de 1.941. Varias familias enteras se hacinaban en las casas asignadas. El promedio, eran siete personas por habitación. Por lo general no había letrinas en las casas, si acaso una por cada planta (similar a las antiguas corralas madrileñas). Con suerte, un lavabo. Fácil de entender las pésimas condiciones higiénicas.
 
2/ hambre: la ración oficial asignada por los nazis era de 184 calorías por día. Totalmente insuficiente. Para los polacos estaba fijada en 1.800 calorías diarias. Para los alemanes, 2.400. El hambre era una presencia constante y desesperante en sus vidas, como nos cuentan los supervivientes en sus memorias. Ante tan escasa ración, se crearon comedores para, al menos, repartir sopa a los más necesitados que no pudiesen obtener comida extra. Porque ante semejante escasez de comida, pronto se creó un mercado negro dentro del ghetto donde los que pudieron llevarse dinero o joyas lo cambiaban por un simple trozo de pan. Y desde fuera, se estableció un sistema de contrabando de comida en forma de paquetes que eran lanzados de noche por encima del muro, o bien por parte de los niños. Porque los niños fueron los «sustentadores de la familia». Gracias a su pequeño tamaño, se colaban por agujeros del muro o saltaban por encima, consiguiendo la tan necesaria comida que dentro escaseaba. Siempre, por supuesto, jugándose la vida: salir del ghetto sin la debida autorización demostrada con papeles estaba castigado con ejecución inmediata.
 
3/ frío: la temperatura en Varsovia puede bajar hasta 20º bajo cero. Faltos de carbón y de combustible, se quemaba lo que fuera (muebles, tablones, papeles) para intentar calentarse un poco. No hace falta explicar que el frío atroz propició la aparición de enfermedades, a los de por sí depauperados judíos del ghetto.
 
4/ enfermedades: además de pulmonías por el frío y raquitismo por la escasa alimentación, el principal problema fue el tifus. Enfermedad propagada por los piojos y por las chinches, imposibles de erradicar dadas las condiciones de hacinamiento y de insalubridad en el ghetto. La gente moría por las calles, quedando allí tirada, ante la indiferencia y la impotencia de los demás. Se calcula que, en lo que duró el ghetto, casi 100.000 judíos de los 450.000 que allí vivían, fallecieron a causa del hambre y de las enfermedades.
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5/ aislamiento: a nivel moral, el sentirse encerrados, abandonados, sin medios y sin esperanza, con un hambre contínua, propició una profunda depresión que condujo a frecuentes casos de suicidio. Arrancados de sus casas, sin otros trabajos que el que los nazis les obligaban a efectuar en sus fábricas y talleres, el sentimiento de desarraigo debió ser muy difícil de superar.
 
Quedan escasos metros de lo que fue el muro del ghetto, con placas conmemorativas o llenos de ofrendas de flores por los numerosos judíos de todo el mundo que lo visitan y que allí rezan sus kadish, en memoria de los ausentes. Actualmente está prohibido tocar ni un ladrillo, aunque algunos fueron llevados como testimonio a centros judíos en los Estados Unidos o algún museo en Varsovia. Pero en muchas zonas está marcado el contorno en el suelo junto a murales donde maquetas ilustran lo que fueron sus límites.
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Uno de los puntos a los que nos llevó Mario fue al Die Brücke: «el puente». Dentro del recinto cuadrado del ghetto penetraba una lengua de terreno «libre», debidamente vallada por el muro, ya que se levantaba al fondo una iglesia que los nazis respetaron. Incluso un tranvía circulaba hasta la iglesia. Para evitar el largo rodeo por un lado y por otro de la lengua de terreno, los nazis hicieron levantar un puente de madera que, desde  cada lado del muro, cruzaba por encima de la calle y de las vías del tranvía. No recuerdo si en la película El pianista, de Roman Polanski (judío polaco, por cierto) aparecen escenas de los judíos atravesando el puente.
Actualmente dos altos pivotes señalan el emplazamiento de los pilares del puente, mientras que en el suelo unas marcas señalan el trazado del muro. Para ilustrarlo aún mejor, nuestro inefable guía Mario nos mostró unas cuantas fotos, donde con la referencia de un edificio al fondo, todavía conservado, se veía el puente en construcción y luego en plena actividad, lleno de gente cruzando por encima a un lado y otro del terreno «libre», con los tranvías, algún coche y personas circulando por debajo. Mario nos comentaba que si los judíos estaban dentro del ghetto, invisibles para el resto de los varsovianos, en este punto del puente era imposible no verles simplemente desde el tranvía, negar su existencia.
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Un rincón de lo que fue el antiguo ghetto de Varsovia. En este patio se rodó una escena de la película El pianista

Españoles en Viet Nam. La guerra secreta.

Viet Nam 2

La guerra del Viet Nam desatada contra los Estados Unidos, junto con su precedente contra Francia – a la que se conoció como la guerra de Indochina- provocó un total aproximado de entre un millón y medio a seis millones de bajas. Determinó el mapa geopolítico del mundo en la segunda mitad del Siglo XX como consecuencia de la prolongación de la Guerra Fría, e involucró directamente a más de diez países. Pero poco se sabe de la participación de españoles en aquellas guerras, aunque se calculan en más de mil los que lucharon en tan lejanas tierras… Uno de ellos fue el legionario Ángel de Haro, al que tuve la oportunidad de conocer. Ángel murió hace pocos años pero las veces que nos veíamos le encantaba contarme historias que me ilustraron bastante lo que fue aquel conflicto, tan lejano para nosotros.

Millones de muertos

Ese amplio y nebuloso margen de bajas «de entre un millón y medio a seis millones» vino de la imposibilidad material de cuantificar con exactitud las bajas de los anónimos norvietnamitas, tanto los milicianos como la población civil. Más precisión encontramos en los censos facilitados por el bando opuesto: durante la guerra de Viet Nam murieron 58.159 soldados norteamericanos, más 1.700 desaparecidos y 303.000 heridos. Los que tuvieron el triste honor de encabezar la lista fueron el comandante Dale Buis y el sargento Chester Ovnard, durante los ataques a la base de Bien, aunque después les seguirían miles más. Entre soldados de ejércitos colaboradores, como survietnamitas, coreanos (del Sur), australianos, neozelandeses y thailandeses sumaron otras 225.000 bajas más. Por parte de Viet Nam del Norte las bajas calculadas, siempre con una relativa aproximación, ascendieron a más de 600.000 militares más 400.000 civiles, cerca de un millón de muertos. Por otra parte en la guerra de Indochina los franceses perdieron cerca de 93.000 soldados frente a 175.000 milicianos del Viet Minh mas unos 250.000 civiles muertos…

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Marines norteamericanos con prisionero norvietnamita

Viet Nam fue el primer conflicto televisado de la historia, lo que permitió la denuncia de los frecuentes abusos y violaciones contra la población civil. La conocida como batalla de My Lai desató un escándalo en los Estados Unidos, debido a la masacre que supuso por parte de los soldados norteamericanos en aquella localidad, donde sólo encontraron viejos, mujeres y niños, y reflejada pese a los desmentidos oficiales por la presencia de periodistas y reporteros gráficos. De hecho y a lo largo de toda la guerra del Viet Nam 278 soldados norteamericanos fueron condenados por sus propios tribunales, debido a las atrocidades cometidas. La excusa declarada por la intervención norteamericana para una guerra que se prolongaría desde 1.955 hasta 1.975 fue la de impedir la reunificación de ambos Viet Nam, norte y sur, bajo un gobierno comunista, reunificación que al final no consiguieron evitar. Pero la guerra del Viet Nam fue tan sólo la prolongación de la que los franceses mantuvieron en lo que se conoció en su momento como la guerra de Indochina.

Españoles bajo uniforme francés

Se calculan en más de mil los españoles que combatieron en Indochina a lo largo de los nueve años que duró la guerra con Francia. La inmensa mayoría soldados republicanos que, tras la derrota en la Guerra Civil y huídos a través de los Pirineos, acabaron confinados en los campos de refugiados del sur de Francia como Saint-Ciprien o Argelès-sur-Mer. El gobierno francés les ofreció dos opciones: ser devueltos a España (con la casi total seguridad de ser fusilados), o bien alistarse en el ejército francés y, en concreto, en la Legión Extranjera. Ante tales perspectivas se alistaron bajo bandera francesa unos 15.000 en total. Tras la experiencia bélica de tres años de lucha y ante la funesta posibilidad de ser entregados a Franco, muchos de ellos aceptaron. Posiblemente ya no sabían hacer otra cosa. La 2ª Guerra Mundial no tardó en desencadenarse y bastantes de ellos lucharon en el norte de África (unos 2.000 en Túnez contra el Africa Korps del general Rommel), en suelo francés o hasta en las lejanas Indochina o Narvik, en Noruega. 

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Milicianos republicanos en la batalla del Ebro

Parte acabaron tras largo periplo a las órdenes de Philippe Leclerc, conde de Hauteclocque, más conocido como el general Leclerc. Rebelde al gobierno colaboracionista de Pétain, partidario y a las órdenes del entonces en Londres general Charles De Gaulle, comenzó desde Chad en 1.943 una larga lucha que le llevó hasta la liberación de París. La Deuxième Division contaba con una compañía: «la Nueve», llamada así, en castellano, al estar integrada en su inmensa mayoría por 144 republicanos españoles. Leclerc se dirige al capitán Raymond Dronne, responsable de la Novena Compañía (la «Nueve») con estas palabras:

no hay que obedecer órdenes idiotas (por parte del Alto Mando norteamericano, en teoría coordinador del avance). Dronne, tome a sus hombres de la Novena y entre en París. Diga a los parisinos que toda nuestra división estará con ellos mañana…

La Nueve

Los españoles de «la nueve» en París, con su tanqueta Guadalajara

Y según testimonio personal de Dronne, que sabía apreciar a sus hombres y se había ganado su respeto, cuenta en sus Memorias:

…eran hombres muy valientes. Difíciles de mandar, orgullosos, temerarios. Con una experiencia inmediata de la guerra. Muchos de ellos atravesaban una crisis moral grave, como consecuencia de la guerra civil española…

Los de «La Nueve» son los primeros en entrar a París, el 25 de Agosto de 1.944, con sus tanquetas rotuladas con nombres de famosas batallas de nuestra Guerra Civil: Guadalajara, Belchite, Brunete, Teruel… Pero ésa es otra historia. Volvamos a Viet Nam.

Españoles en Viet Nam

Hay testimonios o citaciones de muchos españoles que lucharon en Viet Nam: Robert Pujol, José Cortés, Antonio Polanco… De entre ellos quizá destacar al Doctor Ripoll Fonte que, tras la guerra, se instalo como médico en la capital de Camboya haciéndose amigo del general camboyano Susten Fernández…como suena. Susten viajó a España en alguna ocasión asombrándose de la cantidad de Fernández que encuentra en España… De lo que se enteró más tarde es que, en el Siglo XVII, sus antepasados habían llegado desde Filipinas con la intención de conquistar el reino Jemer, sembrando su «exótico» apellido… Por mi parte, tuve la ocasión y el placer de conocer al amigo Ángel, de arrebatada historia y que cada vez que nos veíamos gustaba de contarme «batallitas» de su estancia en la Legión… o de lo que fue su experiencia en Dien Bien Phu.

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Legionarios españoles, los novios de la muerte

Ángel se había alistado a la Legión en España por razones que no vienen al caso. Cuando le faltaban pocos meses para licenciarse,  una mañana les formaron en el patio, donde les ordenaron despojarse de sus uniformes. En la Legión ni se cuestionaban las órdenes. Así que se quedaron en calzoncillos en el patio inmediatamente a la voz de ¡ar!. Ahora, dijo el oficial, pónganse esos otros… y señaló un montón que había apilados, allí al lado. Se los pusieron sin rechistar y, una vez puestos, mirándose con disimulo unos a otros murmuraron, oye, esto no es del ejército español…

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      Legionarios caídos tras la masacre de Edchera, en el antiguo Sahara Español1.958

Efectivamente: eran uniformes de la Legión Extranjera Francesa… Sin mayores explicaciones los metieron en aviones y al cabo de muchas horas llegaron, para su asombro, a un  lejano país del que seguramente ninguno de los legionarios ni siquiera había oído hablar. Faltaban aún unos cuantos años para que el nombre de Viet Nam se hiciera famoso. Pero, según me contaba mi amigo Ángel, nada más llegar muy pronto aprendieron otro nombre: Dien Bien Phu. Corría el año 1954.

Dien Bien Phu, la gran derrota

Tras nueve años de guerra en Indochina, y pese a algunas sonadas victorias del ejército francés, el tesón y la moral irreductibles de los guerrilleros del Viet Minh (más tarde conocido como Viet Cong) fueron cercando poco a poco a los franceses, hasta quedar reducidos en el valle de Diem Bien Phu, al norte del Viet Nam. Un amplio valle  de 16 por 9 kilómetros, lleno de arrozales y pequeñas aldeas, surcado por el río Nan Yun. Los franceses escogieron este amplio valle por cuestiones estratégicas: principalmente para cortar la comunicación entre Laos y China, y pensando que aquí serían invencibles. Agrupados en el valle, instalaron dos pistas de aterrizaje y ocho puntos fuertes, todos con nombres de mujer: Beatrice, Gabrielle, Claudine, Anne-Marie, Huguette, Dominique, Eliane e Isabelle … es lo que tienen los franceses, que para estas cosas se ponen románticos y quieren convencer a todo el mundo de que son muy seductores…

Los generales franceses  subestimaron a los norvietnamitas pensando que allí podrían defenderse bien, y que los guerrilleros serían incapaces de instalar artillería potente en el circo de montañas que lo rodeaban. Los soldados franceses se burlaban de aquellos hombrecillos, bajitos y canijos…Pero como la Historia nos enseña a menudo y como suele suceder, cuando un ejército regular se enfrenta a guerrilleros, siempre se creen mejores que ellos… y casi siempre se equivocan…

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Ho Chi Minh y el general Giap. Planeando acciones y satisfechos tras la victoria

Los norvietnamitas estaban bajo el mando de su líder Ho Chi Minh, conocido cariñosamente como «el tío Ho» por los suyos. Su verdadero nombre era Nguyen That Than. Lo de Ho Chi Minh era su nombre de guerra y significa «el que ilumina»… Formado en Francia y en la URSS, combatiente en China con Mao Tse Tung contra el derechista Kuomintang de Chiang Kai-Shek, y vencedor del ejército japonés que invadió Viet Nam durante la Segunda Guerra Mundial, a los que logró expulsar. En Diem Bien Phu, el ejército norvietnamita estuvo bajo las órdenes directas del general Vo Nguyen Giap que, con anterioridad, había sufrido una derrota contra los franceses, pero también una sonada victoria y, contra lo que pensaron los del Alto Mando francés, subieron prácticamente a pulso su artillería y abundante munición hasta la cresta de las montañas, cargándola a hombros, tirando con cuerdas de los cañones, escondiéndolos después  en refugios antiaéreos a salvo de los aviones enemigos, con los que castigaban continuamente al ejército francés en el valle. Cuenta Giap:

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Transportando munición y piezas hasta los refugios de la montaña

para el Estado Mayor francés era imposible que pudiéramos instalar artillería en las alturas que dominan la olla de Dien Bien Phu, pero desmontamos los cañones para transportarlos pieza por pieza… (y añade, irónico) …¡siguiendo su lógica formal, tenían razón!... Más adelante continúa: …¡nuestros pies son de hierro!…utilizamos millares de bicicletas fabricadas en Saint Étienne (en Francia) que modificamos para llevar cargas de 250 kg…

El ejército regular de Giap, conocido como el Chu Luc, consta de 50.000 hombres, a los que había que añadir artillería pesada china atendida por expertos chinos, cosa que los franceses desconocen. El ejército francés destacado en Dien Bien Phu consta de 13.000 hombres. En parte, ejército regular; en parte, la fuerza de choque de la Legión Extranjera y el resto, mercenarios argelinos, marroquíes, senegaleses y vietnamitas. Como soporte, 28 cañones, 28 morteros, 10 tanques ligeros M24 y 6 aviones, cazas Bearcat. Los españoles «invitados» a formar parte de la Legión Extranjera son englobados en el 2º Batallón Extranjero de Paracaidistas, bajo el mando del comandante Liensenfelt, en total, unos doscientos. Y entre ellos, mi amigo Ángel.

En lo que se denominó la Operación Castor, el 20 de Noviembre de 1.953 son lanzados 4.000 paracaidistas que toman el lugar en ese mismo día, sin encontrar resistencia. En los siguientes tres días se van sumando 9.000 hombres más. Durante casi dos meses la situación parece tranquila. Construyen las dos pistas de aterrizaje y los ocho campamentos con nombres de mujer. Pero la noche del 31 de Enero de 1.954 se desata el comienzo del fin. Desde la cresta de las montañas, desde sus escondites a salvo de la aviación, ante la incredulidad y la desesperación de los franceses, 200 cañones machacan los campamentos y las pistas de aviación. Cañones que, para colmo, están fuera del alcance de la artillería francesa. Para cuando el Alto Mando francés intenta una operación de apoyo a cargo de la R.C.P. (Regimiento de Cazadores Paracaidistas), son ferozmente rechazados por el Viet Minh con artillería antiaérea. Nuevo desconcierto para los franceses que no contaban con que los vietnamitas contaran con ese tipo de armamento. Durante pocas semanas Giap no arriesga a sus hombres, tan sólo deja que la artillería siembre la carga mortal de sus obuses.  

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Paracaidistas norteamericanos de la 101 División

En la madrugada del 12 de Marzo Giap se decide a lanzar su infantería, que conquista las posiciones Béatrice y Gabrielle y aniquila dos batallones de franceses. El comandante de artillería se suicida aquella misma noche aunque el Alto Mando decide no comunicarlo inmediatamente a la tropa por no desmoralizar. El Jefe de Estado Mayor, conde Hubert-Marie-Jean-Albert de Seguins-Pazzis, sufre una crisis nerviosa que le mantiene varias horas fuera de juego. Seis días más tarde, el 18 de Marzo, los vietnamitas han tomado el primer aeropuerto. Pocos días después, el segundo aeropuerto ya es suyo. El 28 de Marzo aterriza el último avión francés que resulta inmediatamente destruído. Inhabilitadas las pistas de aterrizaje, los suministros de munición y de materiales ya sólo se pueden hacer lanzándolos en paracaídas que, para desgracia de los franceses, suelen caer dentro de la zona controlada por el Viet Minh. Para colmo, a mediados de Abril hacen su aparición los monzones, imposibilitando cualquier ayuda desde el aire, además de convertir bunkers y trincheras en pozos y lodazales.

La moral de los franceses no puede estar más por los suelos. Su prioridad es aguantar como sea hasta que se celebre la Convención de Ginebra donde se pretende establecer la paz entre Francia y el Viet Nam, pero no les va a dar tiempo. Los mercenarios vietnamitas han desertado en masa, y otros dos mil desertores, magrebíes en su mayoría, han abandonado los campamentos y se esconden en cuevas a lo largo del río Nam Yum («las ratas del Nam Yum«, les llaman sus antiguos camaradas) de dónde sólo salen por la noche para robar comida. Entre los desertores también se contaron españoles, pero no para escapar, sino para unirse al enemigo. Desde el comienzo de la Guerra de Indochina, hacía ocho años, muchos de los soldados bajo uniforme francés, antiguos soldados republicanos y de fuertes convicciones comunistas, veían con mucha más simpatía a los vietnamitas de Ho Chi Minh que a los «imperialistas» franceses. De hecho Ho Chi Minh hizo algunas emisiones por la radio al ejército francés invitándoles a desertar y unirse a ellos, en las que algunas de las alocuciones se dirigía a los españoles y en español que, curiosamente, dominaba de forma casi perfecta. 

Angel de Haro y sus “caballeros legionarios” trasplantados a Viet Nam sufrieron junto al ejército francés el acoso norvietnamita, replegándose cada vez más, abandonando de uno en uno aquellos puntos fuertes con nombre de mujer, incapaces tan sólo de una débil resistencia. Ángel me contaba anécdotas como la de una oficial médico, de las pocas mujeres que había en Dien Bien Phu, que salía a recoger heridos con los camilleros bajo el fuego enemigo, disparando con la otra mano una pistola sin parar.

El general Giap describió de una forma muy oriental, hasta poética si se quiere ver así, los estragos que su táctica de guerra producía en los franceses:

será una pelea entre un elefante y un tigre. Si el tigre se queda quieto el elefante lo aplastará sin remedio, pero el tigre nunca se quedará quieto. Saltará sobre el lomo del elefante arrancándole grandes trozos de carne para esconderse después en la jungla. Así el elefante morirá desangrado. Será el lento desangrar del elefante caído… 

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Largas filas de prisioneros, custodiados por el Viet Minh

Por fin, diezmados, cercados y sin más opción, los franceses se rinden el 8 de Mayo de 1954. Hasta el último momento se lanzaron refuerzos de paracaidistas, pero no bastaban: fueron enviados 4.306 soldados en total para sustituir a las pérdidas, que ascendían a 5.500 bajas. De los 20.000 combatientes franceses de la guarnición se contabilizaron un total de 7.500 bajas entre muertos y heridos. Sólo los muertos, 2.293, entre fuerzas aerotransportadas y Legión Extranjera. Tras la rendición 11.721 fueron hechos prisioneros y enviados a campos de trabajo. De éstos sólo sobrevivieron 3.290. El resto murió en los campos, por hambre y enfermedades.

Ángel tuvo suerte. Como él decía, al alistarse vendió su vida a la Legión por un sueldo ínfimo… pero salvó la vida. Ho Chi Minh había vuelto a ganar, lo que se llamó la Batalla de Indochina. Repetiría la victoria una vez más contra el poderoso ejército norteamericano, en lo que se llamaría la Guerra de Vietnam aunque no pudo llegar a verlo. Murió poco tiempo antes de la victoria, de tuberculosis, en una cueva donde se escondía cerca de Hanoi, el 2 de Septiembre de 1.969, a los 79 años de edad.

Franco y los Doce de la Fama

Mi amigo Manolo Navarro, al que conocí en Tombuctú, dueño de la productora La Nave de Tharsis, terminó hace poco un documental titulado: Go Cong. La guerra secreta de los españoles en Vietnam, que estuvo preparando pocos años atrásMe preguntó en su momento si no conocería alguien que hubiese luchado por allí. Justo, le dije, mi amigo Ángel, y le conté el episodio de Diem Bien Phu.

Mi sorpresa fue que, con lo locuaz que era Ángel habitualmente, se negó a aparecer ante una cámara contando sus experiencias en Vietnam. Ángel murió hace pocos  años pero con su hija elaboramos algunas teorías, como la de que hubiese un pacto de silencio ante aquellos hechos, posiblemente con la Legión Extranjera o el ejército francés. De hecho, el gobierno de París, en agradecimiento por los servicios de armas prestados bajo su uniforme, le ofreció la nacionalidad –que no aceptó- y trabajos de responsabilidad y confianza en factorías francesas de la aviación, donde trabajó varios años.

En el documental de mi amigo Manolo sale a relucir una historia, de las varias que se ocultaron bajo el franquismo. Ya en la Guerra del Vietnam con el gobierno norteamericano, el presidente Lyndon B. Johnson  solicitó colaboración militar en 1965 a varios países europeos en un intento de no aparecer él sólo como el agresor. Entre ellos pidió ayuda a España, con la seguridad de que con la amistad hispano-norteamericana y contando con el feroz anticomunismo de Franco, sin duda éste le apoyaría. La solicitud se hizo a través de la Free World Military Assistance Office.

La gran sorpresa fue la respuesta de Franco. En unos documentos recientemente desclasificados se puede ver una carta enviada al embajador español en Washington, Merry del Val, en la que se afirma que la carta ha sido redactada de puño y letra por el Caudillo, aunque más tarde corregida, con la orden de que le fuese entregada al presidente. Expone –resumo algo, pero el contenido es literal- un análisis certero y lleno de sentido común sobre la situación en varios puntos:

1º La guerra en la selva será un fracaso. La guerra de guerrillas será interminable.                 2º Una guerra prolongada sólo favorecerá a los chinos.                                                           3º Los americanos siempre serán considerados como extranjeros. Nunca aceptados por la población local.                                                                                                                            4º No es un asunto militar, sino un asunto político.                                                                  5º Los pueblos oprimidos y pobres siempre elegirán el comunismo porque es el único camino eficaz que se les deja.                                                                                                      6º No se pueden negar realidades presentes como el socialismo. El comunismo no desaparecerá del sudeste asiático por la fuerza de las armas.                                                   7º Hay soluciones. Todos los actores en conflicto aspiran a lo mismo: echar a los chinos.         8º A “Hochi Ing” (así llama Franco a Ho Chi Minh en la carta), por su historia y su empeño en echar a los japoneses primero, a los chinos después y a los franceses más tarde, hemos de confirmarle un mérito de patriota al que no puede dejar indiferente el aniquilamiento de su país. Dejando a un lado su carácter de duro adversario, podría ser el hombre de esta hora que el Vietnam necesita.

Asombra la indiscutible admiración que Franco procesaba a Ho Chi Minh, y aquí hay que reconocer la inteligencia militar de un hombre, con la experiencia de haber combatido a la guerrilla de los rifeños durante varios años.

Franco, pese a lo que esperaba el presidente Johnson, no envió destacamentos armados. A cambió envió un grupo de doce médicos militares, todos ellos voluntarios, a los que se conoció más tarde como Los 12 de la fama, y que estuvieron durante cinco años atendiendo al personal civil en el Hospital Español,  en la población de Go Cong, en el delta del Mekong, al sur de Vietnam.

Recuerdan algunos de aquellos médicos, entrevistados en el documental de mi amigo, el trabajo con la población local, entre los que estaban muy bien considerados, sobre todo al comprobar éstos la diferencia del trato hacia los vietnamitas por parte de aquellos médicos españoles que les atendían y el personal norteamericano, muy militarizado, que utilizaba sus propios hospitales generalmente para ellos solos.

De hecho Los Doce de la Fama solían estar escasos de medios y tuvieron que solicitarlos en repetidas ocasiones tanto al mando norteamericano como al gobierno español.  Atendían sobre todo enfermedades comunes, cirugías, pero también algún caso aislado por heridas de guerra entre las que, sospechan, hubo algún que otro guerrillero del Viet Cong, a los que cuidaron igual que a los demás. Los militares del Viet Cong eran conscientes y apreciaban la ayuda prestada a los civiles.

Según avanzaba la guerra y los guerrilleros del Viet Cong ganaban terreno, comenzaron a bombardear Go Cong y alguna bomba dañó parte del hospital. Aguantaron aún un tiempo, pero la presión se iba haciendo cada vez más fuerte. La guerra estaba llegando a su desenlace, y  al final fueron evacuados y devueltos a España.

El perro Paco. Un héroe y mártir castizo en el Madrid de 1882

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EL PERRO PACO

Corría el año de 1879, el día 4 de Octubre concretamente, festividad de San Francisco de Asís, cuando un caballero camina por la calle de Alcalá, rodeado de varios amigos. Este hombre era don Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya, grande de España, borbónico hasta las cachas y persona con gran futuro pues algunos años más tarde será alcalde de Madrid. Se dirigen hacia el Café de Fornos donde han decidido cenar. La Historia sin que él lo sepa ha decidido que sea el introductor de uno de los personajes más famoso de Madrid: el perro Paco.

Según las crónicas, un chucho de los muchos que deambulan por la calle, tirando a pequeño y de color negro con mancha blanca en el pecho. Se cuenta, aunque no está contrastado y quizá forme parte del mito, que Paco nació en Colmenar de Oreja. El perro se había acostumbrado, con ese don de gentes que le caracterizaba, a viajar en el pescante de los coches de posta que unían Colmenar de Oreja con Chinchón, hasta que un día le dio por ampliar sus horizontes y llegar hasta la capital. Aquella noche del 4 de Octubre de 1879 el perro se acercó a las perneras del señor marqués y, por esos azares de la vida, le cayó simpático. Sus destinos, para suerte del perro Paco, quedaron unidos.

El Café de Fornos

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El mencionado Café de Fornos se situaba donde actualmente hay un Starbuck, en el cruce de Alcalá con la calle de Nuestra Señora de los Peligros, antiguamente calle Angosta de los Peligros, para distinguirla de la calle Ancha de Peligros (para los madrileños, Peligros sin más).  Conviene señalar para jóvenes y viejos que Madrid, por aquel entonces, era un poco diferente a la actual. Para empezar, aún no existía la Gran Vía. Se construiría unas décadas después a costa de la demolición de más de dos mil viviendas, angostas y oscuras en un laberinto de callejas más oscuras y angostas todavía, en pleno fervor de saneamiento y modernización de la ciudad.

Las únicas calles amplias que mereciesen ese nombre eran las cuatro que confluyen en la Puerta del Sol: Arenal, Mayor, la Carrera de San Jerónimo y Alcalá, que acababa con tal nombre en lo que hoy es la Plaza de Cibeles y en aquellos tiempos cauce del arroyo de la Castellana, que discurría extramuros en dirección Norte-Sur, formando parte de la Cañada Real y en cuyos prados y descansaderos pacían los rebaños de merinas en su trashumancia. De su existencia quedan ecos, como el del Paseo de Recoletos, antiguamente Prado de los Recoletos Agustinos, o la Fuente Castellana que dio nombre al largo paseo bajo el que se soterra el arroyo y que se situaba en la actual Plaza de Emilio Castelar. Pero volvamos al Fornos y al perro Paco.

En la esquina entre Alcalá y Peligros, como decíamos, se encontraba el café de más postín del Madrid de entonces: el Fornos, llamado así por el apellido de su propietario, don Manuel. Que, por cierto, se pegaría un tiro en la cabeza en uno de sus reservados tal que en 1905. Pero aún faltaban algunos años. En el de 1879 con el que comenzaba esta crónica, se acababan de mudar desde su primitiva ubicación en la calle de Arlabán. El nuevo local se montó a todo lujo: muchas mesas de mármol, sillas de madera y divanes de terciopelo rojo. Grandes espejos, pinturas (de Plasencia, de Gomar y de Sala) por las paredes, reloj con dos esferas e incluso cubertería de plata que acabarían sustituyendo al ser ésta objeto de “coleccionismo” por parte de la selecta clientela.

Porque la clientela del Café de Fornos era de lo más selecto. Por la tarde iban a merendar los matrimonios burgueses. Según avanzaba la tarde, se instalaban en sus mesas políticos, militares, cómicos, intelectuales, toreros y demás gente de mal vivir. Se hicieron famosas las tertulias como la del escritor y comediógrafo Vital Aza y, sobre todo, la de don Felipe Ducazcal. Actor y empresario de teatro, fundador de El Heraldo de Madrid y amigo de don Amadeo de Saboya y de Alfonso XII. Con él se sentaban los cómicos Rafael Calvo y Antonio Vico, el tenor Julián Gayarre, los músicos Chueca y Chapí, el torero Frascuelo o el inventor Isaac Peral. Además del ya citado, el Marqués de Bogaraya, que comandaba el conocido como el Batallón del Aguardiente. El Café de Fornos no cerraba nunca. En los reservados del piso inferior se gestaron conspiraciones o, lo que era más habitual, citas galantes aprovechando la intimidad de los compartimentos.

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                                La tertulia de Vital Aza, en el Café de Fornos

El perro Paco entra en escena

Quiso la suerte que aquella noche el Marqués y aquel chucho se hiciesen amigos, y con semejante padrino entrase por pleno derecho al selecto Café de Fornos. El perro Paco (como fue bautizado por la festividad del día) dormía en las cocheras de los tranvías, por aquel entonces todavía tirados por mulas, sitas en la calle Fuencarral, que unían la Puerta del Sol con la glorieta de Cuatro Caminos. Cuando Paco se quería retirar rascaba la puerta de las cocheras que le eran franqueadas por el guarda. Paco era, nunca mejor dicho, un animal de costumbres, o todo un bohemio, como queráis llamarle. Ya famoso, nunca aceptó las muchísimas invitaciones para entrar en las casas de sus protectores.

Aquella noche en el Café de Fornos le arrimaron una silla y, como un comensal más, le pusieron un plato con carne asada que el perro, suponemos, engulló con delectación. Acabada la cena, pidió el Marqués una botella de champán. Y echándole unas gotas sobre su cabeza quedó bautizado como Paco, entrando en la leyenda. Para los parroquianos del Fornos invitar al perro Paco se convirtió en una costumbre. Paco se acercaba al Fornos, al que los camareros permitían pasar como personaje señalado que era. Siempre había alguien que le invitaba a un plato de carne que el perro, como había aprendido, comía subido en una silla. Como persona educada, esperaba a que su mecenas de turno se retirase acompañándole sin prisas hasta la puerta de su domicilio. Nos cuenta Natalio Rivas, por aquel entonces joven político y que asegura haberlo visto personalmente que, tras acompañarle, y rechazando toda invitación a entrar a la casa, se dirigía hasta su lugar de descanso, en las cocheras de la calle Fuencarral.

El perro Paco comenzó a frecuentar no sólo el Café de Fornos, sino el cercano teatro Apolo, nada que ver con el actual, y que estaba situado en el número 45 de la calle de Alcalá de Madrid, justo a la derecha de la iglesia de San José. Inaugurado el 23 de Marzo de 1873 tenía cabida para 1.200 espectadores, lo que le valió la popular denominación de la “catedral del género chico”. Y donde, por supuesto, le dejaban entrar. No había en Madrid portero o conserje que osase impedirle la entrada. Si había butaca libre, se sentaba. Y si el teatro estaba lleno siempre había espectadores que le hacían sitio. Una vez acabada la función y como costumbre adquirida por derecho, al Fornos, que ya habría algún amigo que le invitaría a cenar. Al poco otro de sus mecenas, don Felipe Ducazcal antes mencionado, le invitaba a desayunar a diario en el Café Suizo, situado en la acera de enfrente, en la esquina entre las calles de Alcalá y la de Sevilla. Con el bollo mañanero y su bistec nocturno del Fornos, Paco tenía la vida resuelta y bien resuelta. El can se había convertido en un icono de la época. Se escribieron canciones sobre él, los periodistas mencionaban su asistencia a los eventos como si se tratara de una celebrity más, e incluso se editó un periódico, El Perro Paco, donde se reflejaban las “opiniones” del chucho sobre política, arte, cultura, y todo lo debatible. Incluso se anunció una manzanilla de Sanlúcar bajo la denominación de El perro Paco, al precio de tres pesetas la botella.

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El perro Paco y los toros

 

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                                    La antigua plaza de toros. Al fondo, Madrid

Como madrileño de pro, Paco se aficionó a los toros. Por aquel entonces la plaza de Madrid se situaba entre lo que serían las calles Goya y Jorge Juan, de ahí la tradición actual de los toreros de vestirse en el Hotel Wellington, a un tiro de piedra de aquella localización. Los toros eran llevados a la plaza no en camión, que no los había, sino arreados a caballo desde las vegas de Aranjuez al mejor estilo campero cual auténticos cow-boys  del lejano Oeste y, ya en Madrid, por el paseo de las Delicias arriba, ganado bravo descendiente de la afamada ganadería sevillana de Veragua.

Los días de lidia los madrileños se acercaban a la plaza subiendo la calle Alcalá o, como se decía y se dice en el foro, por la “c’alcalá p’arriba”. Eran días de fiesta, ataviadas ellas con pañolón o mantillas, ellos con su mejor terno y claveles en la solapa. Los más pudientes en coches de caballos, algunos en tranvía, los más a pie. Y con ellos, el perro Paco. Ocupaba su localidad como uno más y, acabada la faena y muerto el toro, gustaba de saltar a la arena para pegar unos saltos, volviendo a la localidad cuando los clarines anunciaban el siguiente toro, lo cual era muy celebrado por los espectadores excepto algún purista, que siempre los hay, como don Mariano de Cavia, criticando en algunas de sus crónicas lo que consideraba indecoroso con la lidia.

La muerte del perro Paco

 Desde el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías lorquiano a la ¡Talavera, Talavera, qué triste suerte tu suerte!…por la muerte de Joselito El Gallo, el mundo taurino ha gustado lamentar con coplas y poemas la desgraciada muerte de sus héroes.  A toda una celebridad como el perro Paco, por desgracia, nadie supo cantarle.

La tarde del día 21 de Junio de 1882, festividad de San Luis Gonzaga, se celebraba en Madrid una becerrada “de las de convite”, del gremio de vinateros, en la que estaban anunciados Isidro Grané, Ernesto Jiménez, Enrique Gaire y José Rodríguez Miguel, más conocido en el mundillo taurino como Pepe el de los Galápagos, mote que debía al regentar una taberna en la calle de Hortaleza, frente a la fuente de los Galápagos. Todos ellos con la ayuda de Santos López, Pulguita, banderillero que formó parte de la cuadrilla de don Luis Mazzantini.

El último becerro de la tarde correspondió a Pepe el de los Galápagos, un ejemplar peligroso que demostró bravura y embestía con aviesas intenciones. El Pulguita no consiguió hacerse con él y menos aún El Galápagos. Como la faena se dilataba y el respetable se aburría, el perro Paco decidió saltar a la arena. Las crónicas se contradicen. No se aclaran si El Galápagos tropezó con él, o si Paco distraía en exceso al morlaco, pero el caso es que El Galápagos, nervioso,  lanzó un estocazo al chucho que le atravesó los ijares. Y allí se lió la marimorena. Mientras la plaza abucheaba al Galápagos por herir a uno de los personajes más queridos de Madrid, cerca de cien espectadores se arrojaron al ruedo, ignorando al becerro, con la intención de linchar al novillero, cosa que consiguió evitar la fuerza pública.

Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y a Paco no le faltaron amigos. El jefe de areneros, Pepe Chinchilla, tomándole en brazos lo condujo presto a la enfermería donde le hicieron unas curas de urgencia, aunque la cogida parecía grave. Se requirieron los servicios profesionales del veterinario don Ciriaco Baigorri que, viendo el mal estado del can, avisó a su colega don Francisco de Jaime y que a su vez convocó a un tercer veterinario, don Pedro Benito Aguado. Dice el refrán popular que…»un médico cura; dos, dudan; tres, muerte segura»… No dudamos de su competencia pero es cierto que Fleming tardaría aún sesenta años en inventar la penicilina, que el estoque del Galápagos había atravesado al pobre chucho de lado a lado y que posiblemente no había nada que hacer, pero el caso es que Paco falleció a los pocos días.

Otro amigo de los del Fornos de Paco, el torero Frascuelo, se hizo cargo del cuerpo y lo mandó disecar por el mejor taxidermista de Madrid, don Ángel Severini. Tras un breve periplo en un par de establecimientos, entre ellos una droguería sita en el 22 de la calle Desengaño (aunque las crónicas se contradicen si fue antes o después) el busto disecado del perro Paco acabó decorando una taberna taurina sita en el 89 de la calle de Alcalá, propiedad de aquel Pepe Chinchilla que lo condujo a la enfermería de la plaza. Podemos imaginarlo sin mucho esfuerzo, quizá flanqueado por sendas y serias cabezas de astados. No dudo de la buena intención del propietario, pero posiblemente también hubo en el lucimiento de los restos mortales del pobre Paco su poquito de lo que aún no se llamaba marketing, y podemos imaginar también los brindis que más de uno y más de dos, con los ojos húmedos no se sabe si por la emoción o por el vino, dedicaban a Paco levantando el vaso y recordando sus hazañas. Pero a Paco aún le faltaba un último viaje, y pasado el primer y lógico entusiasmo tampoco duró mucho tiempo en la taberna del Chinchilla. Acabó, anónimamente, enterrado en El Retiro.

Epílogo

La memoria de Paco entre los madrileños aún seguía viva pocos años después de su muerte. Hubo un personaje del que no he logrado encontrar el nombre aunque bien me hubiese gustado, que promovió una campaña para recaudar fondos y erigir una estatua al perro Paco. El caso es que, en muy poco tiempo y apelando al buen recuerdo del chucho, logró reunir la nada desdeñable cantidad de 2.900 pesetas de las de la época. Pero, si Paco era libre y bohemio, el recaudador demostró serlo todavía más. Según crónica de la época: …desapareció con el dinero y nunca más se supo de él…

El largo peregrinar de los manuscritos árabes. La Biblioteca de El Escorial y la Fundación Kati de Tombuctú. 2ª parte.

Manuscritos. El Monasterio en invierno

Quiero agradecer su cordial ayuda en lo referente al Fondo Árabe de la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial a su bibliotecario y antiguo prior, Don Jose Luis del Valle y, muy especialmente a una buena amiga, restauradora de cubiertas antiguas, por su abundante y valiosa información. Y en cuanto a lo que atañe a la Fundación Kati, a su depositario y conservador contra viento y marea Ismail Kati, siempre amable y de siempre interesante conversación, y a Manuel Alonso Navarro, al que conocí casualmente frente a la mezquita de Yingueraber cuando aún desconocía la existencia de los Kati, y junto al que emprendí una accidentada «huída» de Tombuctú, huída que significó el comienzo de una estupenda amistad. A todos, gracias.

1.- El destierro del toledano

2.- los antepasados de Ali Ben Ziyad y el rey visigodo Witiza

3.- El exilio

4.- El fin del viaje

5.- En familia

6.- La biblioteca Kati

7.- La triste vida de Muhamad Abana

8.- Ismail Diadié Haidara Kati y el Fondo Kati

9.- Las bibliotecas de Tombuctú

El destierro del toledano

Arde Toledo o, de momento, arde La Magdalena. Mudéjares y conversos se han rebelado ante la creciente presión de los cristianos viejos que han acabado con la situación de tolerancia a sus instituciones, hasta entonces respetadas. Estamos en el día 22 del mes de Julio del año 1.467. Diez y seis años antes, en 1.451, se promulgan una serie de medidas restrictivas contra judíos y musulmanes. Los judíos protestan y alegan que ya Juan II en 1.450 -volvería a hacerlo en 1.452- había revocado normas similares, aunque los episodios de asaltos a las juderías han sido casi una constante desde la toma de Toledo por Alfonso VI el 25 de Mayo de 1.085, apoyado por los judíos, por cierto. En principio los nobles toledanos aceptan, pero sólo en parte, y las restricciones aumentan: prohibición de andar de noche, salir a la calle durante las festividades cristianas o llevar señales distintivas en la ropa que les identifiquen, entre otras.

La Liga de Nobles ha destronado simbólicamente a Enrique IV de Castilla en la llamada Farsa de Ávila, el 5 de Julio de 1.465, coronando a su hermanastro Alfonso como Alfonso XII -aunque en su momento se le conoció como «El Inocente»- con tan sólo doce años. No les duraría mucho, murió a los catorce de edad. Los cristianos viejos comienzan a limpiar Castilla de todo aquello que llevase sangre judía, ya fueran judíos o conversos, así como a los mudéjares y musulmanes convertidos al cristianismo. Mudéjares y conversos (para los cristianos viejos son la misma cosa) sintiéndose cada vez más amenazados y fuertemente armados han cercado la catedral, matando a dos canónigos y algunos fieles. Cuando se aproximan refuerzos, los rebeldes montan barricadas en puertas y puentes, pero los cristianos consiguen escapar de la catedral y la respuesta de los rebeldes es pegar fuego al próximo barrio de La Magdalena donde mil seiscientas casas van a quedar arrasadas. Tras varios días de lucha el fuego es controlado y los rebeldes reducidos. El cabecilla converso Fernando de la Torre es ahorcado para general escarmiento en la Plaza de Santa Leocadia, mientras que su hermano Álvaro lo será en la Plaza del Seco. Durante varios días más otros conversos continuarán dando ejemplo con su ejecución. La antigua tolerancia queda cortada en seco, quedando tanto judíos, como mudéjares o conversos excluídos de todo cargo público.

En 1.460 un mudéjar principal, descendiente de visigodos conversos al Islam, Alí Ben Ziyad al-Quti, ejerce como juez y autoridad entre la comunidad musulmana. Las crónicas -o las memorias familiares, sería más exacto- nos cuentan que además de su patrimonio, contaba con negocios de hostelería y restauración, como diríamos ahora. Pero tras lo que quedará para la posteridad como «Los Fuegos de La Magdalena», su situación así como la de otros mudéjares empieza a ser muy complicada. Atrás quedan tiempos mejores, como cuando la Escuela de Traductores de Toledo, desde la toma por Alfonso VI hasta Fernando El Santo o hasta la muerte de su hijo Alfonso X, llamado El Sabio, cristaliza en el mundo del conocimiento la tan proverbial convivencia de las tres culturas.

El 22 Dhu’l-Qa’dah del año 872 de la Héjira -el 22 de Abril del 1.468 de la Era Cristiana- Alí Ben Ziyad fue autorizado a abandonar Toledo junto a un grupo de mudéjares y conversos, llevando consigo algunas propiedades: algo de dinero y, sobre todo, sus bienes más preciados entre los que se cuentan sus libros, unos 400 manuscritos escritos en hebreo, árabe y aljamiado -castellano escrito bajo caracteres árabes-, compendios de astronomía, matemáticas, medicina y filosofía, que Alí Ben Ziyad ha podido reunir con facilidad en una ciudad como Toledo, sede que fue de la Escuela de Traductores. La condición impuesta para poder marcharse es dejar en la ciudad en calidad de rehenes a sus familias. Durante su exilio les enviará cartas. Todos confían, ¡inshaláh!, que el exilio sea breve y volver a reunirse con ellos, tarde o temprano, cuando la situación mejore aunque en su interior sospechan que será difícil. Jamás volverá a verles.

Los antepasados de Alí Ben Ziyad y el rey visigodo Witiza

…oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza… cuentan las crónicas. Algo debía de «cocerse» para tan negros augurios, y no andaban descarriados. Si el tema os interesa podéis profundizar algo más en la figura y las circunstancias de Witiza en la entrada de este blog titulada: De Toledo a Tombuctú y los descendientes de Witiza. Pero para entender de cómo la figura del mudéjar Alí Ben Ziyad surge en Toledo, os aclararé algunos datos.

Entre los nobles visigodos era costumbre escoger rey en asamblea. Con el tiempo se volvió una cuestión casi hereditaria, de padres a hijos, pero originalmente primaba la validez del candidato. Una cuestión que suscitó divisiones profundas entre ellos fue el enfrentamiento entre unitarios y trinitarios. La iglesia cristiana de los primeros siglos estaba dividida en múltiples sectas. Uno de los principales desacuerdos se basaba en la cristología, o la relación entre Jesús y Dios. Originalmente los visigodos practicaban el cristianismo basado en los principios del presbítero Arrio de Alejandría que sostenía la subordinación de Jesús respecto a Dios, lo que se definió en griego, la lengua culta de la época, como homoiusia (de diferente materia) para los arrianos. Dios sólo era lo que ahora llamamos Dios Padre, mientras que Jesús no compartía esa naturaleza divina.

La corriente oficial se había establecido en el Primer Concilio de Nicea, convocada por el emperador Constantino en el año 325, y sostenían que Dios Padre y Dios Hijo (Jesucristo) eran de la misma naturaleza, lo que llamaban la homousia (en griego, la consustancialidad). Una letra más, una letra menos, pero unos conceptos radicalmente enfrentados. Algo más tarde y en el Concilio de Constantinopla del año 381 convocado por el emperador Teodosio se añade la figura del Espíritu Santo, con lo que se constituye el dogma o «misterio» de la Santísima Trinidad. El denominarle «misterio» no fue a la ligera. Es una figura que, aunque hoy en día tengamos bastante asimilada en el subconsciente de la cultura cristiana, en su momento generó importantes debates teológicos y muchas controversias. Pero la poderosa iglesia de Roma con el apoyo del todavía fuerte Imperio Romano la acabó imponiendo. Sus partidarios comenzaron a llamarse los «trinitarios»-o católicos, de «universalidad»-  en oposición a los partidarios de Arrio, o «unitarios». Por diferentes motivos, los recién llegados y cristianizados visigodos eran arrianos y, por tanto, unitarios.

En España la Iglesia tiene su sede oficial en Toledo. Dependiente de la casa madre de Roma y trinitaria, por tanto. Aunque en sus comienzos la nobleza visigoda se encuadra bajo la creencia unitaria, el rey Recaredo en el año 589 convoca el Tercer Concilio de Toledo donde se impone la doctrina trinitaria. El objetivo puede que fuese la reconciliación entre la Iglesia y la monarquía, y el apoyo de parte de la nobleza hispanoromana. No sin fuerte oposición y focos de resistencia, Recaredo implanta la doctrina trinitaria que pasa a ser la oficial a todos los efectos.

Oficial…para las altas esferas. Si para los eclesiásticos más preparados debió ser arduo entender el «misterio», para las gentes de a pie, analfabetos en su inmensa mayoría, debía ser «cosa de los curas» que había que acatar como tantas otras bajo el riesgo de ser declarado hereje y morir bajo torturas, aunque nadie la entendiese, que tampoco se les pretendía discusiones teológicas, con acatar el dogma les bastaba. Fe, al fin y al cabo, significa creer ciegamente, con la proverbial e incombustible fe del carbonero, en lo que no se puede ver ni demostrar.
 
Tras más de cien años desde la conversión oficial de la aristocracia goda al catolicismo, Witiza da un golpe de timón y se declara partidario del unitarismo arriano. No podemos saber sus motivos, tan sólo especular. ¿Enfrentamientos con la Iglesia…convencimiento propio?…. Su decisión divide a los nobles visigodos: mientras unos vuelven al unitarismo arriano, otros siguen siendo partidarios del trinitarismo católico. Pero hay un hecho que resulta sospechoso. De los diez y ocho concilios de Toledo (desde el año 397 hasta el 702) se conservan las actas de todos…excepto del último, celebrado ya bajo el reinado de Witiza. ¿Perdido, destruído quizá…?. En los concilios se registraban tanto acontecimientos religiosos como las leyes promulgadas por el monarca de turno.
 
Aunque no podamos consultar las actas de ese último concilio, y cualquier especulación sobre su contenido está sujeto a la particular interpretación de numerosos autores, hay testimonios y comentarios que giran sobre él en los que, con una mezcla de escándalo y de asombro, se nos cuenta que, por ejemplo, Witiza autoriza el matrimonio de los sacerdotes y tolera la poligamia, amén de otras reformas «escandalosas» y que limitan el poder de la Iglesia. Es muy posible que Witiza regularice unas costumbres que se habían vuelto casi norma. La moral de la época no era la nuestra, y concubinatos (dentro de la iglesia) o poligamia (usual entre los judíos) no eran hechos aislados. 
 
Sea como sea y por estas u otras razones, efectivamente, «oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza»… De una forma que las crónicas reconocen como violenta, Witiza es encarcelado y desaparece del mapa. De su sucesor Don Rodrigo nos cuenta la historia su derrota a manos de los invasores musulmanes que, desde su foco original en Arabia, se van expandiendo y van dominando el Magreb hasta acabar desembarcando en Gibraltar. Las crónicas nos cuentan también que el gobernador de Ceuta y de la Hispania Tingitana, provincia española que comprendía la franja costera de lo que ahora es Marruecos, el conde Don Julian, solicita ayuda a los recién llegados para combatir a Rodrigo. ¿La causa?. Por una parte, por fidelidad debida al depuesto Witiza que le había nombrado gobernador. Y, por otra parte, el romancero cuenta que Rodrigo había violado o seducido a su hija, Florinda la Cava, por lo que Don Julian busca venganza para restablecer su honor. Como argumento de los abusos de Don Rodrigo cuenta el romancero con un toque muy fantasioso que cuando localizan a Rodrigo, ya derrotado y escondido en una cueva donde mora una enorme serpiente, ésta le está devorando y, en sus propias palabras, confiesa: …ya me come, ya me come, por do más pecado había…
 
Visigodos y musulmanes se enfrentan en la famosa batalla del río Guadalete (en otras crónicas el escenario será la laguna de La Janda, al pie del cerro donde se encarama el pueblo de Véjer de la Frontera), que se extendió entre el 19 y el 26 de Junio del año 711, en forma de escaramuzas o combates abiertos. Durante esa semana los enfrentamientos son constantes. Ya apunta el romancero:
… Las tropas de Don Rodrigo se desmayaban o huían cuando en la octava (el subrayado es mío) batalla sus enemigos vencían… 
Rodrigo, o Rodericus como también se le llama, ha acudido al sur a toda prisa para luchar contra los invasores, enredado como estaba en sofocar otra rebelión de los vascones, una más, dejando en el norte parte de sus tropas para asegurar la paz. En una de esas contiendas los partidarios y parientes de Witiza se largaron del campo de batalla con sus particulares mesnadas, dejando solo a Rodrigo, lo que condujo a su derrota. No fue sólo éso: a finales de ese mismo año Don Oppas, hermano de Witiza y obispo de Sevilla entrega la ciudad de Toledo sin combatir, completando su venganza.

En el libro La Revolución Islámica en Occidente su autor, Ignacio de Olagüe, sumamente documentado y obra de un erudito como sin duda lo fue -publicado por primera vez en París y en francés- argumenta que los primeros musulmanes que llegan a España y los pobladores hispanos con los que se encuentran, se entienden perfecta y pacíficamente. Ni imponen ni compiten por su religión. Los musulmanes luchan si acaso por desplazar del poder a la élite visigoda para ponerse ellos, pero el hecho es que la población les acepta sin ningún problema y numerosos nobles visigodos se islamizan y se integran con los recién llegados. Es una «conquista» que sorprende por lo rápida para la escasa fuerza de tan sólo siete mil soldados que cruzan el Estrecho, en barcos facilitados por el Conde Don Julián. Excepto alguna pequeña resistencia como la declarada en Mérida por los visigodos allí refugiados, o los focos en las montañas del norte, el país es dominado en un año y pico.

Hay otro hecho a tomar en cuenta: los musulmanes son unitarios (No hay más Dios que Alá, comienza la shahada,su declaración de fe), al igual que los judíos, para los que sólo hay un Yahvé. La masa de la población hispana posiblemente también. Y el sector visigodo como el que encabeza Witiza, se declara unitario. En cambio para los musulmanes, el trinitarismo de la Iglesia oficial y de Don Rodrigo y sus partidarios les resulta cuando menos extraño, y lo asimilan al politeísmo de los griegos. Para ellos, en absoluto respetable. El entendimiento es mucho más fácil con los unitarios, con los que se identifican

La visión, o la imagen que hoy día tenemos de los musulmanes como fanáticos intransigentes e intolerantes, dispuestos a la yihad (en árabe: el esfuerzo) o a reventarse con un cinturón de explosivos o a bordo de un avión, no tiene nada que ver con lo que debió ser la convivencia en la España de los Siglos VIII y IX. Según las actas de los diez y ocho Concilios de Toledo, desde los años 397 al 702, éste último misteriosamente perdido o eliminado, y que va detallando Olagüe uno tras otro, tanto musulmanes como judíos y cristianos eran indistinguibles por el aspecto y la vestimenta, y su religión se limitaba a un discreto ámbito doméstico. Según estas mismas actas, los matrimonios mixtos eran  frecuentes.

Witiza ha muerto encarcelado por Rodrigo. Su hijo Agila II y supuesto sucesor había combatido contra Don Rodrigo por el control de las provincias Tarraconense y Narbonense, y allí se queda. Su hijo mayor Alamundo -o Almundo- también se islamiza y adopta el apellido Quti: «el hijo del godo», al que se le concede el derecho a seguir con su patrimonio de «mil fincas» en el Guadiana Occidental. La hija de Alamundo, Sara, se casa en Sevilla con Isa ibn Muzahim al que ha conocido en Damasco donde acude a reclamar ante el sultán la propiedad de esas tierras que su tío y hermano de Alamundo, Ardabasto, le ha usurpado. Sus descendientes serán los Qutiya: «los hijos de la goda». Uno de sus descendientes directos, el cronista Abu Bakr Ibn al-Qutiya y autor del Ta’rij Iftitah Al-Andalus (Historia de la conquista de Al Andalus) nos cuenta aproximadamente en el año 900 que las campañas militares fueron escasas y poco importantes, al contrario de las políticas de pactos y relaciones. Los Quti han entrado en escena.

El exilio

Alí Ben Ziyad al-Quti al-Muttawakki (por su padre) al-Tolétuli al-Andalusí… así es como firma sus escritos cuando cruza el Estrecho: Alí Ben Ziyad el Godo, el Toledano, el Español… los nombres completos de los musulmanes parecen liosos pero nos dan información de su origen y su genealogía: el hijo de Muttawakk, el nieto de Ziyad…Un destino contra el que no puede luchar va alejando a Alí Ben Ziyad cada vez más de esa Toledo que, como él mismo cuenta en sus poemas, tanto añora. Desde Toledo marcha a Sevilla, que obra en poder de los cristianos desde que el 23 de Noviembre de 1.278 Fernando III la rindiera tras largo asedio, expulsando a sus moradores. Es parada corta, pues desde Sevilla parte hasta Granada donde un hombre de los conocimientos y la valía de Alí Ben Ziyad encuentra rápido acomodo en la corte nazarí. Pero la desgracia le persigue. Luchas de sucesión le hacen perder el favor del que disfruta y le obligan a marcharse -una partida más- de la ciudad.

Desde 1.464 hay treguas firmadas y respetadas entre Enrique IV de Castilla y Abú-l-Hasán de Granada. La situación es tranquila y Alí Ben Ziyad prospera. Enrique no quiere dispersar sus fuerzas inmerso como está en la lucha civil contra su hermanastra Isabel, la que tras su coronación será llamada «La Católica». Pero en 1.470 Abú-l-Hasán reinicia hostilidades y emprende fuertes razzias que alcanzan Castilla. El asustado obispo de Toledo advierte al propio monarca:

tan poderosamente y hazer las crueldades que se hazen, matando y quemando y destruyendo sus tierras; esto parece un mal irreparable según la forma nueva deste rey de Granada, y la entrada que aora hizo o do muy grandes tiempos que moros no llegaron… 

El motivo de las razzias es doble: el granadino sabe que Enrique IV no pasa por su mejor momento y, por otra parte, está estableciendo contactos con dos focos rebeldes que le están dando mucha -literalmente- guerra, en las ciudades de Málaga y Almería.

Siempre según sus propias anotaciones o por la crónica familiar de su futuro hijo africano, un hijo que aún ni se imagina, sabemos que Alí Ben Ziyad recala en Ceuta, bajo dominio portugués y mera escala hacia el Marruecos musulmán, aunque Ceuta es ciudad pacífica y más enfocada al comercio que a la guerra. Juan I de Portugal la gana a los benimerines el 21 de Agosto de 1.415, de forma fulminante y casi sorpresiva. 30 años antes los portugueses se han quitado de encima la amenaza de Castilla en la batalla de Aljubarrota y están imparables. Pero Ali Ben Ziyad pretende bajar más al sur.

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     El periplo de Alí Ben Ziyad, aunque no consta la parte del viaje por Egipto y Asia

Durante los dos años siguientes viaja de un lado a otro. Las diversas crónicas no coinciden o, mejor, no aseguran si realmente Alí Ben Ziyad llegó hasta El Cairo y La Meca, aunque para un un hombre como él es más que posible que aprovechara la «ocasión» brindada por su exilio y, como buen musulmán, peregrinara a La Meca para cumplir con el precepto del Hayy (pronúnciese «Hash»).  En algunos escritos donde se le menciona se antepone a su nombre el «Hayyi» que sólo pueden llevar los peregrinos, y los musulmanes con esas cosas no bromean. Sabemos que de Ceuta se encamina a Fez, capital del Islam en Marruecos. Sin duda visitó la medersa de la gran mezquita de Qarawiyyin, centro del conocimiento generado y adoptado desde el mundo grecorromano por el mundo musulmán y orgullo de sus habitantes, los fasis. Desde Fez parte a Marrakesh donde intentará en vano tras una breve estancia  volver a establecerse, pero los conflictos dinásticos le obligan, por su seguridad, a marcharse. Su opción es abandonar Marruecos donde ve que no tiene nada que hacer, donde incluso y en su condición de andalusí, de «extranjero», está mal visto en una corte llena de intrigas

El punto de partida es ahora Siyilmasa, antigua ciudad caravanera cuyos adobes vemos hoy desmoronados a las afueras de Rissani, al sur de Marruecos, testigos de su pasado esplendor. Siyilmasa, «la puerta del norte», donde llegaron durante mil años las caravanas procedentes de Bilat al-Sudan, «el país de los negros», cargadas de oro, marfil y esclavos, y que retornaban al sur atravesando el Sahara hasta ciudades como Ualata, Chinguetti, Uadan o la mítica Tombuctú, cargadas con sal, telas y otra valiosísima mercancía: manuscritos. Ali Ben Ziyad no podía adivinarlo desde Siyilmasa, pero su periplo acabaría justo al otro extremo, allá donde termina la ruta de las caravanas y los agotados comerciantes dan gracias a Alá por haberles librado de los bandidos, de la sed, de las tormentas de arena, del extravío y de la muerte.

Manuscritos. Corán de Ceuta

                                     Corán de Ceuta, escrito en caracteres cúficos

En Ceuta compra lo que constituye una de las joyas de su colección, un corán terminado el 13 de Noviembre del año 1.198 según consta, pieza almohade con sus cubiertas grabadas en oro y redactado en escritura cúfica. De entre los diferentes estilos de la caligrafía árabe como el nashí y ruq’a -de tipo cursivo- , el thuluth o el diwani, la cúfica es una letra ornamental -de trazos rectos y no tan recargada de curvas como la cursiva, usada para inscripciones en piedra pero también para todo lo solemne, y el Corán de Ceuta sin duda debió parecérselo a los almohades que lo encargaron. Este corán en concreto es el primero de una serie de tres, copiado uno tras el otro -recordemos: Guttemberg no ha nacido todavía y la imprenta tardará más de 300 años en aparecer- y del que se conocían los otros dos ejemplares, uno en El Cairo y el otro en la medersa de la gran mezquita de Kairuán, en Túnez, aunque actualmente en Estambul. De éste comprado en Ceuta se sabía la existencia pero se consideró perdido. No aparecerá hasta finales del Siglo XX. La familia lo ocultará para protegerlo.

En Siyilmasa berrean los camellos en los caravansares. Su descanso durará poco, barruntan partir cargados una vez más, girando el largo cuello y  viendo a sus camelleros ordenar las mercancías. Alí Ben Ziyad barrunta la cada vez más menguada esperanza del retorno. Su destino será atravesar el desierto suplicando a Alá, según su propio testimonio, para que le devuelva la felicidad perdida. Escribe en los márgenes de sus libros:

…salí de Toledo, tierra de los moros, camino del reino del sur, tierra de los negros, donde espero encontrar la paz… o también, lleno de dudas:

lloro mi país, lloro mis hijos, lloro mi tierra, lloro mi vida, lloro mi exilio, lloro la tierra de los godos…¡cómo dejar la tierra que tanto amé, el paraíso de este mundo!¿qué me espera en la tierra de los negros, tierra que no conozco?… 

Podemos fácilmente compadecerle, entender su desesperación. Es un exilado que añora su ciudad perdida, que escribe a su familia prisionera en Toledo, pero que aprovecha para ver, para conocer y para estudiar. Un alma inquieta como es la suya y entre tanta melancolía aún tiene tiempo para hacerse en los oasis del Tuat con otra de las que serán las joyas de su biblioteca particular, Kitab As Shifa, título completo Kitab As Shifa Bi Ta’rif Huquq Al-Mustafa, una biografía del Profeta que cambia el 22 de Julio del año 1.468  por 225 gramos de oro en polvo según anota minuciosamente en aljamiado (recordemos: castellano escrito en caracteres árabes), en las márgenes del manuscrito, costumbre que él y sus descendientes continuarán y gracias a las cuales nos van a ir informando de los muchos avatares en la vida de la familia Quti.

Los oasis del Tuat se encuentran en el centro del desierto argelino, a unos 540 km al sur de Siyilmasa y son parada obligada para las caravanas que atraviesan el Sahara. El viajero tangerino Ibn Battuta paró allí en 1.353 acompañando una caravana que conducía 600 esclavas entre otras «mercancías», haciendo escala a su regreso de Tombuctú camino de Siyilmasa, y describe los villorrios escalonados a lo largo del oasis como áridos a pesar del agua de sus pozos, donde ni siembran ni cosechan nada, y donde sus habitantes se alimentan de dátiles y de langostas:

éstas son abundantes entre ellos… se almacenan como se almacenan los dátiles y las utilizan para la comida, salen a cazarlas antes de la salida del sol porque en ese tiempo no vuelan a causa del frío… nutritivas son, sin duda, y como dice el refrán: a buen hambre no hay pan duro.

Manuscritos. Abraham Cresques

Detalle del Atlas Catalán de Abraham Cresques, 1.375, de la Escuela de Cartografía Mallorquina, actualmente en la Biblioteca Nacional de París. En la parte superior izquierda podemos ver la costa de Andalucía. Abajo, sentado en su trono y sosteniendo una gran pepita de oro, al mítico Mansa Musa, el hombre más rico del mundo de todos los tiempos.

La única riqueza natural del Tuat es el agua de los pozos. Caravanas como en la que viajó Ibn Battuta se detienen allí para rellenar sus odres y permitir abrevar a sus camellos, y donde los comerciantes aprovechan para intercambiar sus mercancías. Las principales: sal hacia el sur, oro hacia el norte. O manuscritos, como el Kitab As Shifa que compra Alí Ben Ziyad, entre otras cosas. Algunos comerciantes se instalan allí y entre ellos, los más activos, los judíos, que detentan el monopolio de la sal. Sus barrios en todo el Magreb son conocidos como mellah: la sal, cuya demanda en el País de los Negros, en el lejano Bilat al Sudan es tan fuerte que en algunos puntos se intercambia al mismo peso, sal por oro.

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Planchas de sal de las minas de Taudeni, a catorce días (en camello) al norte de Tombuctú, presente en todos los mercados del Sahel

Los judíos establecen colonias para controlar el comercio en cada estación de paso desde el norte hasta el sur y están perfectamente informados de la geografía del desierto. En ello les ayudan los cartógrafos -judíos, como la familia de Abraham Cresques- que, por encargo de los reyes de Aragón, trazan atlas de todo el Mediterráneo, vitales para la exploración y el comercio. En el conocido como Atlas Catalán figuran los oasis del Tuat y aparece un personaje coronado en el centro del borde inferior sosteniendo una gran pepita de oro en su mano derecha. Es el Kanka Musa (el «rey» Musa),o Mansa Musa, emperador del reino de Meli, el hombre más rico de todos los tiempos, al que se le ha calculado un patrimonio de 400.000 millones de dólares actuales y que, partiendo de Tombuctú, peregrinará a La Meca en el año 1.324 con tal cantidad de oro derrochado a lo largo de su viaje que durante diez años hará que baje la cotización del oro en El Cairo.

El fin del viaje

Siempre según sus crónicas, Alí Ben Ziyad continuó su viaje desde los oasis del Tuat hasta Chinguetti, al norte de Mauritania. Su destino inmediato era el de la ciudad caravanera de Walata aunque dieron un rodeo por Chinguetti, evitando el árido y peligroso desierto del Tagant, una travesía de unos catorce días sin un solo pozo de agua, donde las caravanas a veces perecían de sed. Cuentan los viajeros que, los que se atrevían a bajar directamente hasta Walata, adelantaban emisarios para que desde la ciudad, y a un punto distante dos o tres días antes de llegar, fuesen a buscarles con el agua que necesitaban y de la que habían agotado sus reservas. Pero el Tagant, dicen, es un desierto traidor lleno de yinns, de diablos que extravían a los mensajeros que se han atrevido a cruzarlo para que todos perezcan de sed.

Chinguetti es ciudad santa en Mauritania. Como casi todas las antiguas ciudades caravaneras, perdido su pasado esplendor, decrépita y comida por las arenas. Desde lejos se contempla el minarete de su mezquita, emblema de Mauritania, coronado por huevos de avestruz como símbolos preislámicos de la creación y de la vida. Hoy los peregrinos viajan a La Meca en avión, pero antaño se agrupaban junto a la mezquita todos los musulmanes piadosos que querían cumplir con el precepto del Hayy  -a pie, por supuesto- y protegerse mutuamente en tan largo y peligroso viaje. Aquellos que lo conseguían regresaban a sus pueblos anteponiendo a su nombre el Hayyi de peregrino, respetados en su comunidad y consultados en casos de conflicto.

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Alminar de la mezquita de Chinguetti construída con la técnica de la «piedra seca», sin argamasa, sistema utilizado desde Wadán hasta Walata

Desde Chinguetti y vía Tishit llegó hasta Walata, la antigua Biru fundada por los negros soninke, que compitió con Tombuctú como la «puerta del sur» en el comercio transahariano de las caravanas del oro y la sal, pero que acabó perdiendo posiciones al gozar Tombuctú de puerto sobre el río Níger, lo que le facilitaba el comercio, esta vez ya en barcas, bien hacia Gao por el Este, bien hacia Yenné -que ellos pronuncian Yéne- por el Oeste. Walata es otra ciudad antaño próspera y hoy semiderruída, aunque los descendientes de los antiguos comerciantes -y hoy empobrecidos- siguen anclados en su dignidad cual si de hidalgos castellanos se tratase.

Walata, como Tombuctú, vive de sus recuerdos, de cuando eran ricas ciudades dedicadas al intercambio en la época de las caravanas. En el ambiente y en las gentes queda un rastro de grandeza aunque ya no comercian, ya no hay maestros ni escuelas coránicas de las muchas que acogió. Como en cualquier población del mundo venida a menos, se palpa un clasismo exagerado y trasnochado. Hoy en día Walata es famosa por la decoración de sus casas, que realizan las mujeres metiendo sus manos en barro rojo y blanco y trazando geometrías llenas de simbolismo en patios y portadas, pero como ejemplo del complejo de superioridad de los herederos de los antiguamente ricos comerciantes, nos contaron allí que una mujer de la casta superior rechazó el trabajo de una haratin, descendiente de esclavos y la mejor decoradora del momento, indigna de poner sus sucias manos en tan digna vivienda…

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Para más información a los interesados en el origen y la técnica de la decoración en Walata podéis verlo en la entrada «Mauritania, entre ciudades perdidas y AlQaeda«

Otro ejemplo más antiguo: cuentan los actuales walatís con bastante sorna que hace años e indignados los ricos comerciantes, al parecer por una ofensa a su jefe, iban a enfrentarse en una batalla campal a la casta de los nemadis, cazadores seminómadas bastante rústicos (lo que ya es decir mucho en el desierto), moradores de una barriada aparte en las afueras de Walata. Pero al contemplar desde lo alto de la duna que habían escogido como campo de batalla a los nemadis, y considerar los comerciantes que podían ensuciarse sus babuchas de seda y sus ricos vestidos bordados al menor roce con aquellos bárbaros, dejaron la pelea para mejor momento y a los desharrapados nemadis allí plantados…

Desde Walata continúa su camino hacia el sur, cruzando lo que hoy es la frontera con Mali. Ganas dan de entonar el famoso poema de Rodrigo Caro: …Éstos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora, campos de soledad, mustio collado, fueron en tiempos Itálica famosa…  Aún dentro de territorio mauritano debió de pasar cerca de otro lugar en tiempos muy próspero pero, para cuando Alí Ben Ziyad pasa por allí, ni él ni nadie recuerdan su existencia: Kumbi Saleh, la que fue capital del extinto Reino de Ghana (nada que ver con el actual país del mismo nombre) desde el Siglo VII, ciudad que contó con treinta mil habitantes repartidos en dos zonas. Al norte, los comerciantes musulmanes con sus doce mezquitas. Al sur, el palacio real de Ghana con sus jardines y dependencias. En el año 1.076, cuatrocientos años antes del viaje de Alí Ben Ziyad, los guerreros almorávides de la tribu shanaya –los zenetes que mencionan los cristianos- al mando de Abu Bakr la arrasan hasta los cimientos.

Pisando quizá sin saber las piedras de Kumbi Saleh y, quizá sin saber que estaba llegando a lo que sería el término de su viaje, Alí Ben Ziyad se va acercando a la ciudad de Gumbu, conocida en su momento como «la ciudad de los sabios», hoy otro pequeño emplazamiento al norte de Mali, pero en aquel momento con medersa –universidad islámica- y asociado a ella, un gran comercio de libros. En Gumbu le esperan dos descubrimientos. Uno, el imperio de los shongay. El otro, una mujer: Khadiya Bint Abubacar Syla.

En familia

Los shongay comienzan a expandirse a partir de comienzos del Siglo XIV desde su región originaria de Gao, en las orillas del Níger, al este del actual Mali. Cuentan con el control y el dominio sobre el río Níger, para el que construyen una pequeña flota. Aprovechan la descomposición y debilidad del imperio Meli para ir ganándole terreno, aquel imperio del que fuera máxima autoridad el riquísimo Mansa Musa, el mismo que en 1.324 peregrinó a La Meca devaluando el precio del oro en El Cairo por todo el que derrochó. Pero como nos enseña repetidamente la historia, los grandes imperios acaban por caer, incapaces de abarcarlo todo. Los shongay apenas se han islamizado. Su emperador Sonni Ali Ber de hecho es animista y cuando conquista Tombuctú ignora e incluso persigue a los musulmanes. Su sobrino y sucesor, Muhammed I, el Askia, por el contrario, se ha convertido en un devoto musulmán. Cae Tombuctú en primer lugar y, más tarde, Yenné -que ellos, insisto, pronuncian Yéne, con acento llano y no en agudo como los franceses-. Desde Yéne y continuando hacia el norte y el oeste su reino incluirá entre otras zonas Gumbu, y en Gumbu se los va a encontrar Alí Ben Ziyad.

El imperio shongay se mantendrá con los altibajos, conspiraciones, derrocamientos y complots propios de todo imperio que en el mundo han sido, son y serán, desde los asirios a los chinos pasando por los romanos, por los incas…y los shongay, por supuesto. Su fin vendrá a manos de otro reinado, en este caso desde Marrakesh y de la mano de Yuder Pachá, capturado de niño por piratas berberiscos en las costas de Cuevas de Almanzora -en Almería- y que por su capacidad llegará a general del sultán. Aunque hay quien sostiene que Yuder Pachá era morisco -descendiente de musulmanes- las crónicas le describen como de tez clara y de ojos azules…además de pequeña estatura, lo que ya no es significativo. Yuder Pachá  comanda un ejército de más de siete mil hombres con los que durante dos meses y en dura travesía atraviesa el Sahara, perdiendo casi la mitad de sus efectivos. Los soldados de Yuder son en su mayoría moriscos procedentes de Al Ándalus y el ejército habla en castellano. Las listas del material están asimismo en castellano.

Cuando se enfrentan por fin al ejército de los shongay en la batalla de Tondibi en el año 1.591 -a las orillas del Níger, entre Gao y Tombuctú- son sólo cuatro mil contra cuarenta mil, pero van provistos de armas de fuego, lo que determinará su victoria sobre los shongay, armados tan sólo con lanzas y escudos de cuero, incapaces de detener las balas de los arcabuces. Los descendientes de estos moriscos se asentarán en Tombuctú como clase privilegiada, aunque se irán mestizando con las nativas y seguirán siendo conocidos en la ciudad como los «arma», aunque hoy día ellos mismos lo pronuncien un tanto deformado, algo así como «úrruma», por el nombre en español de las armas de fuego. El dominio marroquí se extenderá desde su conquista en 1.591 hasta 1.833, en que otros tomarán el relevo del poder. En este caso los peul -perdonad que me ponga pesado, aparece siempre escrito con la grafía francesa, pero en honor a la verdad ellos lo pronuncian píul-, pueblo de pastores seminómadas que se acaban de islamizar y avanzan con la fe y el arrojo de los neófitos. Pero me estoy adelantado mucho. Hemos dejado a Alí Ben Ziyad, recién llegado a Gurma, y estamos todavía en el año 1.471.

No sabemos porque nadie nos lo ha contado cómo era físicamente Alí Ben Ziyad. Sabemos que era descendiente de godos, de familia aristocrática y, seguramente, emparentadas siempre entre ellas como hace la nobleza para preservar su «pureza», sus propiedades y sus privilegios, familias nobles de origen visigodo, manteniendo un físico posiblemente nórdico. No será descabellado imaginarle de piel, ojos y cabellos claros, quizá incluso de buena estatura, un «buen mozo», como diríamos ahora. En Gurma su aspecto «exótico» para los africanos, sumado a su gran cultura de hombre de mundo, muy viajado y unido a sus conocimientos como ulema, doctor de la ley islámica, profesión que ya ejercía en la lejana Toledo, convierten al recién llegado en un personaje digno de interés. Para cuando Alí Ben Ziyad llega a Gurma el año 1.471 el emperador de los songhay, Sonni Ali Ber, que reinará desde el año 1.464 hasta 1.492 -morirá el año en que otros que ni conoce están descubriendo mundos nuevos que ni imagina- sigue expandiendo su reino. Ya domina Gurma y en 1.473 va a conquistar la ciudad de Yénne, famosa por su gran mezquita de estilo sudanés tras un largo asedio de varios meses. Igual que podemos imaginar el aspecto de Alí Ben Ziyad, podemos hacer un ejercicio de imaginación, y pensar cómo debió ser aquel primer encuentro entre el rey y el sabio, la atracción o la curiosidad que se despertaría entre Sonni Ali Ber y Alí Ben Ziyad.

Entre los admiradores y -sin duda- admiradoras de Alí Ben Ziyad no sólo blanco, sino con pinta de «sueco» se contó otra vital para la continuación de lo que será la dinastía Kati: la sobrina mayor del emperador, la princesa Kadiya Bint Abubacar Syla o, más abreviado familiarmente, Kadiya Syla. Un hombre de estado como Sonni Ali Ber y por muy animista que fuera debió pensar que no había que dejar escapar semejante «fichaje». Y qué mejor forma que meterle en la familia. Alí Ben Ziyad era un hombre todavía joven y, como se suele decir, «cayó de pie». Ni más ni menos que yerno del rey. No tenemos datos sobre la fecha de la boda, pero debió ser casi inmediata. Se acabaron las desgracias.

La biblioteca Kati

El emperador Sonni Ali Ber murió el año 1.492 y le sucedió su sobrino Muhammad I, el Askia, o el «usurpador», mote que se puso él mismo, y bajo cuyo apodo reina hasta el año 1.528. Muhammad es hermano menor de Kadiya Syla con lo que Ali Ben Ziyad pasa de yerno a cuñado del emperador, ganando puestos en la corte shongay. Pese a su indudable valía y su experiencia como jurista y como administrador no todo era fácil. En Tombuctú a los andalusíes emigrados y que acompañan a Ali Ben Ziyad les conocen despectivamente entre la casta de ricos comerciantes, anterior a la llegada de los shongay -reprimida por ellos y como tal, rencorosos con estos privilegiados recién llegados- como los laluyi, los «renegados», a los que acusan de estar emparentados con godos cristianos. Un poco por disimular es cuando cambian su apellido: de los al-Quti pasan a llamarse Kati. Un poco por apartarse de Tombuctú y de esa nobleza sometida y rencorosa, van gradualmente estableciéndose en Tindirma, localidad a la orilla del Níger, a unos 200 km río arriba.

No sabemos exactamente en qué fecha, pero tras la boda nació el primer hijo: Mahmud Kati. El primer Kati africano, y mestizo. Alí Ben Ziyad era godo, pero Kadiya Syla era negra, y ya se sabe cómo tira la genética hacia lo «oscuro».  Los sucesivos matrimonios de los Kati, así como sucedió con los «arma», se realizan con mujeres de la zona, de raza negra, y negra se vuelve la familia. El actual patriarca de la familia Kati, Ismael, personaje de gran afabilidad y sentido de humor y del que ya hablaré cuando toque, comenta riéndose  que en Tombuctú y sólo por sus orígenes andalusíes le catalogan como «blanco», cuando su piel -dice, señalándose el brazo- es negra como el carbón.

Cuando el riquísimo rey de los MeliMansa Musa, volvió de su famosa peregrinación a La Meca, además de depreciar el valor del oro en El Cairo se trajo consigo a la corte a otro personaje de los de la época: el poeta y arquitecto As Saheli (pronúnciese «Sájili» como dicen ellos), con la misión de construir y embellecer sus palacios.  Su nombre completo sería Abu Isaq Ibrahim As Saheli  Al-Garnati… Garnati: «el granadino», pues había nacido en Granada en 1.290, de familia de perfumistas árabes. Vivió el resto de su vida entre Gao y Tombuctú -donde murió el 13 de Octubre de 1.316- como arquitecto real, construyendo mezquitas con el característico estilo sudanés, y allí se casó y formó familia. Y comenta en sus Crónicas sahelianas, con un humor muy socarrón que, sus hijos…son negros como escarabajos… Una descendiente de As Saheli, Mariam, se casará con un KatiAlfa Mahmud Kati, biznieto de Alí Ben Ziyad y padre de Alfa Ibrahim del que luego hablaré. 

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Posando cual turista en la azotea de la mezquita de Yingueraber, en Tombuctú, de estilo sudanés, una de las primeras obras del arquitecto granadino Isaq As Saheli

Mahmud Kati fue el equivalente a ministro de Finanzas y de Justicia en la corte shongay, así como virrey en la parte occidental del imperio. En Tombuctú tuvo ocasión de conocer a un joven con el que hizo amistad: Hassan bin Muhammed al-Wazzani al-Fasi ( lo que traducido sería: Hassán, hijo de Mohammed el alamín de Fez), más conocido en Occidente como León el Africano. Hassán -o León- había nacido en Granada (¡otro «garnati»!) en 1.488 pero tras la toma por los Reyes Católicos se exilió con su familia a Fez, donde su padre había sido alamín -el encargado de controlar pesas y medidas-, donde estudió en la medersa de la gran mezquita de Karauín, y desde donde partió con su tío en un largo viaje diplomático desde el Magreb hasta Arabia, pasando por Kano (en Nigeria) y Tombuctú, donde conoció a Mahmud Kati. Con venticinco años fue capturado por nave cristiana en el mar, cerca de Creta, y llevado a Roma donde el Papa León X, asombrado por su inteligencia, le liberó en 1.520, le bautizó como León el Africano y donde, bajo su encargo, escribió -en italiano- un libro que marcó época, que se tradujo en toda Europa y que durante años fue la única fuente fiable de aquellos países lejanos: Descripción de África y de las cosas notables que ahí hay.

Como correspondía a su origen y posición Mahmud Kati fue un erudito, autor de textos de historia, de astronomía, derecho y medicina pero, por lo que ha llegado hasta nosotros, ha sido por ser el autor del Tarik Al-Fettash: la «Crónica del Viajero», compuesta en 1.489, donde narra eventos de su propia familia, los Kati, además de sucesos históricos como los hechos del imperio shongay desde su tío-abuelo Sonni Ali Ber hasta el año 1.599, la primera historia de África contada por un africano. Obviamente  Mahmud Kati no vivió tanto como hasta 1.599, aunque se nos dice que muere en 1.593. Se supone que la recopilación final la compuso su nieto Ibn al-Mukhtar sobre los textos originales de Mahmud Kati. 

De hecho el Tarik Al-Fettash es la única obra del Fondo Kati de la que existieron copias fuera del propio Fondo. Cuando los franceses conquistan Mali en 1.893 ya saben de la existencia de la biblioteca y en concreto de esta obra y de su autor por testimonios secundarios, aunque no disponen de ella por más que buscan infructuosamente los libros por ciudades y aldeas, con lo que acaban considerándola perdida… En 1.896 se publicó un artículo en Francia hablando de Mahmud Kati y de su importancia como historiador. Pero hubo que esperar hasta 1.911 para encontrar una copia (no he conseguido encontrar referencias sobre su localización), lo que supuso todo un descubrimiento. Ya en 1.914 se había traducido al francés, descrito y comentado y, años más tarde, auspiciada bajo la UNESCO. Pero quisiera destacar cómo tan sólo en la copia original del Fondo  Kati –y no en las demás- es donde se narran los eventos de los andalusíes, como si posteriormente hubiesen sido censuradas.

Mahmud Kati fué el verdadero creador del Fondo Kati. A los cuatrocientos manuscritos que su padre llevó consigo desde Toledo, a los que se fueron añadiendo los libros que tuvo tiempo y afición de comprar por el camino, tales como el Corán de Ceuta, o el Kittab As Shifa cambiado por polvo de oro en los oasis del Tuat, a esos manuscritos paternos suma la biblioteca de su familia materna, heredada por su tío el rey Askia, hermano de su madre, biblioteca que a su vez han ido reuniendo poco a poco. Entre los manuscritos del Fondo Kati consta una carta que el emperador Askia escribe al sultán de El Cairo solicitándole «libros de religión»… Con ambas bibliotecas, materna y paterna, se constituirá lo que conocemos como el Fondo Kati. Y es en muchos de esos libros, dada la escasez y la carestía del papel, donde los Kati, generación tras generación, irán escribiendo anotaciones en sus márgenes donde podemos reconstruir los avatares de la familia, desde bodas hasta contratos, desde los nacimientos de los hijos a los fallecimientos.

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Manuscrito con los márgenes repleto de anotaciones, lo que en castellano se llamarían las «glosas»

Los Kati se fueron sucediendo. Mientras dura el imperio shongay, de cuya familia imperial forman parte, va todo bien. Pero en 1.591 llegan atravesando el Sahara desde la lejana Marrakesh unas tropas que diezman al ejército con sus arcabuces y se instauran como nuevos amos. Obedeciendo las órdenes del sultán saquean Tombuctú y, entre otras cosas, se llevan 1.600 manuscritos de la medersa de la mezquita de Sankoré (que ellos pronuncian Sánkore, en esdrújulo, aunque nos haya llegado en su versión francesa), centro de estudios islámicos, que acabarán por esas cosas de la historia y las vueltas que da la vida en la Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial. En Tombuctú el idioma de la administración, ahora que están gobernados bajo el control de los moriscos, es el castellano, y así seguirá al menos durante un siglo. Cambian las tornas para los Kati. Se alejan de Tombuctú, se instalan definitivamente en Tindirma  y en Kirchamba –aldea escondida entre marismas a unos 50 km de Tombuctú- y «por si las moscas» deciden, por primera vez, esconder sus libros.

Manuscritos. Fundación Kati

El método es simple: la familia ha ido creciendo y las diferentes ramas se han ido integrando con la población y dispersado por pueblos y aldeas de la Curva del Níger, lo que ellos llaman «la joroba del camello». A lo largo de unos 500 o 600 kilómetros el río traza una gran curva, se dirige primero desde Segú hacia el noreste para descender después, dirección sureste hacia Gao, y más allá. Es territorio intrincado, no una simple orilla de río. A lo largo de toda esa curva hay zonas de marismas, islas interiores, lagos e incluso un delta interior, el lago Debo, que inunda los alrededores en la época de las crecidas. Algunos de los Kati siguen prestando servicio en la administración de Tombuctú  pero la mayoría son ya simples campesinos. A cada jefe de familia se le entregan lotes de manuscritos con instrucciones precisas para que los guarden: emparedados tras los muros de adobe, enterrados dentro de cofres en los campos de cultivo…Le pregunté una vez a Ismail, cuando nos contó la última dispersión de los manuscritos, que cuántos eran en su familia, a lo que me contestó -como siempre- riéndose: …unos mil, ¡lo normal en África!…

Podemos reconstruir con bastante fiabilidad la genealogía de los Kati, o al menos las líneas directas, gracias sobre todo a esas anotaciones que hemos comentado sobre los márgenes de los manuscritos, algunos de ellos cuajados de notas. Sin andarnos por las ramas… colaterales, me refiero, de la familia, de lo que no es lugar ni momento , sabemos o deducimos algo sobre la familia que Ali Ben Ziyad dejó en Toledo. No tenemos constancia del nombre de su mujer toledana pero sí el de un hijo: Musa. Y sabemos que Alí Ben Ziyad murió en Gumbu. Del hijo que tuvo con la princesa Khadiya Syla, Mahmud Kati (nombre completo: Alfa Kati Mahmud al-Andalusí al-Tuláytuli al-Wa’kori) sabemos que nació en Tombuctú y se nos dice que murió en un lugar llamado Arkiya, el 27 de Septiembre de 1.593 (mucho me parece, con 120 años, no se descartan errores). De su mujer no tenemos el nombre aunque sabemos que era hija de su tío, el emperador Askia, prima suya por tanto.  Sí que sabemos los nombres de sus cinco hijos (Ismail, Alí, Ibrahim, Yusuf y Al-Amín) de los que dos fallecen en Kirchamba, iniciada la diáspora tras la llegada de los «arma» a Tombuctú. Y, siguiendo la descendencia, vamos bajando: de uno de ellos, Alí, a Alfa Mahmud Kati, casado con Mariam – descendiente del arquitecto As Sáhili- ,  Alfa Ibrahim,  Abana,  Muhamad, Abd Al-Rahmán (por sobrenombre «Darhamán Sini-Kandi», nos dicen), Hamma, Yayé Diadié y, por último, Ismael Diadié Haidara Kati, «nuestro» Ismail, nacido el 15 de Marzo de 1.957 en Tombuctú, aunque eso ya no hace falta que conste en los manuscritos, con esa facultad de seducción de los nacidos bajo el signo de Piscis.

Retrocedemos un poquito. A finales de mil seiscientos las cosas parecen tranquilizarse y el patriarca de la familia, Mahmud Kati II, vuelve a reunir los manuscritos aunque a su muerte deciden dispersarlos de nuevo. No será la última vez. El hijo de Mahmud Kati:  Alfa Ibrahim  junto a su hijo Abana deciden volver a juntar los manuscritos, en cuyos márgenes comienzan a copiar y ya de manera sistemática textos en los márgenes sobre los andalusíes. Pese a tanta anotación no podemos dar por totalmente seguros los años. En 1.818 sabemos que el Seuk Amadú, de la etnia peul fulani, como también se los conoce, acaba de volver de La Meca, lleno de afán evangelizador digno de los actuales integristas, aplicando la sharía, la más estricta ley islámica allá por donde pasa. Ha reunido a su alrededor un ejército fiel de más de 10.000 hombres y desde su centro en  Hamdulalih  forma lo que se conoce como el imperio Mássina, que engloba la zona occidental de la Curva del Níger, dominando desde Ségu hasta Tombuctú, donde entra en 1.825 acabando con el dominio marroquí.

Los Kati que continúan viviendo en Tombuctú son muy mal vistos por los fulani, les consideran a la vez cristianos y judíos que mantienen ocultas sus creencias y, para colmo, se sabe que tienen manuscritos escritos en hebreo y en «cristiano» (se refieren a los aljamiados, escritos en castellano bajo caracteres árabes). Alfa Ibrahim es asesinado por los peul. Los Kati de Tombuctú, viendo las cosas francamente mal, deciden dispersarse por las aldeas de la Curva del Níger y olvidando sus antiguas ocupaciones administrativas o en la judicatura, van a disimular dedicándose a cultivar la tierra cual pacíficos labriegos. Algunos se llevarán sus libros. Su hijo Abana lamenta la dispersión de los manuscritos pero no puede entretenerse y con los que había conseguido reunir junto a su padre Alfa Ibrahim se marcha con su familia a Gundam, a unos 100 km. al este de Tombuctú, donde vive su suegro y amado maestro Ali Gao. Siempre les unirá un gran afecto, superior a la relación del maestro con el discípulo favorito que para él fue. Para Abana, que se ha quedado huérfano, Alí Gao será como un padre.

La triste vida de Muhamad Abana

A Abana le pudieron las circunstancias. Acaban de asesinar a su padre y la intolerancia de los peul le obliga a abandonar su ciudad. Se siente obligado por fidelidad al recuerdo de su padre a volver a reunir la biblioteca familiar, de la que se supone es depositario. Y, para colmo, tiene diferencias con su mujer. Ella, Arkia Alí-Gao, es prima lejana de su marido. Por aclarar digamos que su padre, Alí Gao, era sobrino-nieto del padre de Abana, pero en familias como los Kati son frecuentes los intentos por no dispersar en exceso la cohesión familiar. Según cuenta el propio Abana él ya había decidido recorrer el país, aprender de los maestros e intentar recuperar los dispersos manuscritos de la familia, decisión que es muy mal recibida por su mujer, apoyada por su madre y sus hermanas (¡vaya panorama para el pobre Abana!). Sigue contando que una noche hubo tan fuerte bronca que hasta acudieron, alarmados, los vecinos. Aquella misma noche se marchó para no volver.

Manuscritos. La Rihla de Abana

                  La Rihla de Abana, en su edición en castellano, de la Editorial Almuzara

Deja todo el fondo manuscrito bajo el cuidado de su mujer Arkia y se marcha, posiblemente ya no aguanta más presión.  Abana escribe un libro que podemos conseguir traducido, editado por la editorial Almuzara -en cuyo fondo abundan los de tema andalusí- y en el que nos describe su periplo, penas y pensamientos: la Rihla (pronúnciese Rij-la), que podemos traducir como el «viaje» o la «crónica».  El melancólico Abana comienza a recorrer pueblos y aldeas de la Curva del Níger hablando con unos y con otros. Tuvo tiempo para todo. Llegó hasta la lejana Chinguetti. Vivió temporadas con maestros sufís o astrólogos, estudió botánica y farmacopea. Incluso tuvo otros hijos con otras mujeres. Podemos definirlo como una mezcla de Quijote y de filósofo, siempre en la búsqueda del conocimiento, pero no olvida su tarea de compilador de la biblioteca. Negocia con parientes y con extraños la compra de manuscritos contándonos que los va cambiando por vacas o camellos, y todo lo que obtiene lo envía a la casa familiar. Su gran mérito sin duda es haber conseguido recopilar un total de dos mil manuscritos, incluso reescribir aquellos que se encuentran en mal estado y a los que hace llegar a Gundam, aunque él no los verá. A veces y vencido por la nostalgia decide volver con su familia pero, y así nos lo cuenta él mismo en la Rihla:  llegando a Gundam decide darse la vuelta en el último momento y encaminarse a Tindirma. Sin duda, un alma atormentada.

Tras leer y releer los manuscritos de la familia, Abana, nos cuenta, tiene un sueño y es conocer aquel lejanísimo Al-Ándalus de donde proviene y que, en la distancia, idealiza. Para él, Al-Ándalus es un mito. Yo conocí Tombuctú en el año 2.003 y para entonces ya había muchísima más información, pero me contaron viajeros españoles que allá por mil novecientos noventa y tantos, cuando Ismail Kati comenzó con la debida cautela a desvelar el secreto de su «secreta» biblioteca y acompañado por «garnatis» de Granada, al hablar con descendientes de los «arma» y decirles que eran andaluces se les abrían unos ojos como platos…¡¡¡andaluces!!!, ¿de Al-Ándalus?….flipaban, me decían, porque para ellos Al-Ándalus era su tierra mítica de origen, pero que dudaban incluso para situarla en un mapa. Una cosa era Europa o Francia que conocían bien, incluso España pero…¡¡¡Al-Ándalus!!!…aquello era un mito perdido en los tiempos…

En un siglo en que muchos exploradores europeos quieren descubrir África, subvencionados por las Sociedades Geográficas que se fundan en Francia o Gran Bretaña con la obvia intención de primero descubrir para después colonizar y ampliar sus imperios en expansión, Abana se obsesiona con un viaje inverso, desde Tombuctú hasta Europa. El Atlas Catalán de Abraham Cresques y las narraciones que llegan a Europa a través de los comerciantes despiertan la codicia de todos por el oro y, en especial, por el mito -esta vez para los europeos- de Tombuctú, a la que se imaginan en la distancia pavimentada en oro. Mientras exploradores como el escocés Mungo Park o el inglés Gordon Laing se dejan la vida en el intento, otros como el francés René Caillié, el alemán Heinrich Barth o el malagueño Cristóbal Benitez vuelven para contarlo y para describir Tombuctú como una ciudad en completa decadencia. Pero la conquista se ha iniciado y cae en poder de los franceses en 1.893. Coincidiendo en el tiempo con aquellos intrépidos Abana desea conocer Al-Ándalus. Creemos que no lo consiguió. En todo caso se pierde totalmente su rastro, dejándonos la Rihla como recuerdo. Arkia le sobrevivió hasta 1.857, guardando fielmente los manuscritos y no sólo eso. Ya casi anciana, sin noticias de Abana desde hacía años y dándolo por muerto, buscó los hijos que éste había tenido con otras mujeres y se los llevó a vivir con ella, adoptándolos. Tanta fidelidad no valió de nada. A su muerte sus descendientes decidieron de nuevo dispersar los manuscritos.

Ismail Diadié Haidara Kati y el Fondo Kati

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     Ismail (a la izquierda) y uno de sus copistas, en los «buenos tiempos», en su casa de Tombuctú

En 1.952 la tía de Ismail Kati pensó que había llegado el momento de volver a reunir el fondo. Nos cuenta Ismail que su padre, Yayé Diadié, en un sueño parecido al de su abuelo Muhammad Abana, quiso conocer Al-Ándalus pero sólo llegó a contemplar desde Tánger las costas, tan cerca y tan lejos, de Tarifa.  A la muerte de su padre, en el año 1.982 y  con venticinco de edad, a Ismail le toca la tarea de hacerse cargo de la biblioteca familiar. Semejante empeño le supuso quince años. A veces solo o, en ocasiones, acompañado de su tía, aldea por aldea, visitando a los numerosos familiares depositarios de los manuscritos para tratar de convencerles, para negociar su rescate -con las cosas de comer no se juega y todos tenemos un precio-  y poder recuperar casi todos, aunque hubo excepciones y alguno queda por ahí. Podría parecernos excesivo, quince años, hoy que contamos con teléfonos móviles y con internet para comunicarnos, pero en África las cosas funcionan de otra manera y, ni en aquellos años había esos medios, e incluso ahora, en muchas aldeas, no disponen de ellos. Y además allí no hay prisa. En África las distancias son largas, los caminos incómodos y una vez que has llegado la visita no se solventa con un simple café con pastas. La visita puede prolongarse una semana o más, en las que se habla de todo, en las que se pregunta por todos, y en las que se negocia. El tiempo en las zonas rurales de la Curva del Níger, de Mali y de toda África parece haberse quedado detenido. Como contaba el propio Ismail en 1.988:

seguimos casándonos y bautizándonos como en tiempos de Yuder, y nuestros padres siguen entregándonos militarmente sus espadas en cuyas empuñaduras se lee Córdoba y Granada…

Muy poco a poco, se fueron reuniendo los manuscritos. Escritos en pergamino, sobre papel vitelado, protegidos por cubiertas de cuero, la mayoría estaban y están en muy mal estado. Como saben los que trabajan con ellos es material muy frágil. Tras todos los avatares sufridos con anterioridad y a partir de la muerte de Arkia, en 1.857, los manuscritos habían permanecido enterrados o emparedados tras adobe, sufriendo año tras año la humedad, las crecidas del Níger y las termitas, cuando no sirviendo de pasto para ratas. Los manuscritos fueron llegando a Tombuctú. Actualmente el Fondo Kati consta de 12.714 manuscritos, lo que no supone doce mil libros. Una gran parte de ellos son una simple hoja: cartas, contratos, hojas sueltas… y dentro de esos libros hay un total de 7.115 anotaciones en las páginas, lo que constituye la verdadera crónica de la familia, los «cotilleos» al margen -nunca mejor dicho- de los Kati.

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      «Paisaje» de Tombuctú: chozas de nómadas y paredes derruidas de adobe

Nos contaba Ismail entre las muchas anécdotas que suelta sin parar que, cuando a finales de los años 80 del pasado siglo y con casi todos los manuscritos reunidos en su casa, empezó a llover… Tombuctú está en el desierto pero, cuando en el desierto se pone a llover, llueve a raudales. Cuando caminas por la ciudad encuentras muchas casas derruídas. Construídas todas en adobe, el barato material de la zona, vuelven al barro del que están hechas por las esporádicas y copiosas tormentas. Las calles comenzaron a encharcarse, el agua comenzó a rodear la casa -de adobe- e Ismail entró en pánico….¡no puede ser, nos decía, que ahora esto se inunde y los manuscritos se pierdan!…pero para entender la importancia y el respeto de los habitantes de Tombuctú a lo que sabían -allí se sabe todo-  que Ismail había reunido, sin que nadie les dijese nada, sin haberles pedido nada, sin decir una palabra, todos los habitantes de Tombuctú, negros, moros, tuareg, shongay o bambara se dispusieron como un sólo hombre a apilar sacos de arena rodeando la casa para contener la riada y evitar la catástrofe… ¡qué lección de sabiduría y de solidaridad por parte de ésos que desde Europa contemplamos como moros o negros ignorantes y atrasados!… ¡qué gran lección!…

Las bibliotecas de Tombuctú

El Fondo Kati no es la única. Ciudad con un activo tráfico comercial desde siglos, con una universidad como la de la mezquita Sánkore, con una tradición  de más treinta centros de estudios islámicos, los valiosos manuscritos copiados allí o llegados desde el norte a lomo de camellos eran muy solicitados. En otras ciudades antaño prósperas como Chinguetti, Wadán o Walatta en Mauritania, o Gao, Yéne y Tombuctú en Mali, muchas familias de los antiguos comerciantes guardan con mimo sus viejos libros.

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            Una de las antiguas bibliotecas de Chinguetti, en Mauritania

Tan sólo en Tombuctú se conocen más de sesenta bibliotecas. Algunas no tienen más que unos pocos ejemplares. Otras como las del Fondo Kati tienen esos 12.714 que ya hemos mencionado. La conocida como Mamma Haidara consta de unos 9.000 y fue creada por Abdul Kader Haidara en memoria de su padre, Mamma Haidara, cadí, académico y gramático sobre un fondo creado en el Siglo XVI por su antepasado Mohamed El Mawlud, y al que Mamma Haidara añadió manuscritos comprados en Egipto y Sudán. Cabe comentar que como su apellido (Haidara) ya nos hace suponer están emparentados con Ismail, con el que han colaborado en ocasiones.

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                  Parte de los fondos de la biblioteca Mamma Haidara

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               Tratados de astronomía de la biblioteca Mamma Haidara

Mucho más rica en fondos, unos 20.000 manuscritos, es la biblioteca Ahmed Baba. Contiene manuscritos desde los Siglos XIV al XVI. La mayoría en árabe, pero también en turco y en hebreo, y algunos en lenguas locales como el shongay, tamashek (la lengua hablada por los tuareg, variante del bereber) y bamanankán (de los bambara, población mayoritaria al este de Mali). Una de sus «joyas» es el Tarik Al-Sudan, «Historia o Crónica del Sudán», escrita en 1.655 por Abd al-Sadi, erudito que trabajó en la administración para los «arma» de Tombuctú. El nombre dado a la biblioteca de Ahmed Baba es un homenaje a Abu Al-Abbas Ahmad Ibn Ahmad Al-Takruri Al-Massufi Al-Timbukti, más conocido -y más corto- como Ahmed Baba (Papá Ahmed, podríamos traducir), escritor y erudito shongay, decano que fue en la medersa de la mezquita de Sánkore.

Ahmed Baba se le ocurrió la «genial» idea de protestar cuando, conquistada Tombuctú por Yuder Pachá, los «arma» comenzaron a abusar de la población, saqueando y robando. Como respuesta fue deportado a Marruecos y de paso los 1.600 libros de que constaba la biblioteca de Sánkore desaparecieron, aunque sabemos lo que pasó con ellos: fueron detrás de Ahmed Baba hasta Marrakesh, a engrosar la colección particular del sultán. Más tarde su hijo, Muley Zaydán se los quiso llevar hasta Agadir, como ya he contado en la primera parte de esta entrada. Y desde allí, todos, o en parte, fueron capturados por la Armada Real española al interceptar el barco en que Jean Philippe de Castelane los quería llevar hasta Marsella. Acabaron, desde la biblioteca de Sánkore, en la del Monasterio de El Escorial.

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Entrada de la biblioteca de Ahmed Baba, y portada en su memoria en Tombuctú

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La Ahmed Baba se creó bajo la UNESCO en 1.973 bajo el nombre de Instituto Ahmed Baba de educación Superior e Investigación Islámica, y cuenta con patrocinio de Kuwait, lo que sin duda le permite disponer de grandes medios a la hora de cuidar y mantener sus instalaciones, y modernizar algo tan importante como es el microfilmado y la restauración de los manuscritos.

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Mali, Tombuctú, mezquita Sidi Yahia S.XV

La antigua puerta de la mezquita de Sidi Yahiha, del siglo XV, destruída por los yihadistas en el 2.013. 

Pero hay algo muy difícil de controlar, como es la barbarie. En 2.013 y bajo la ofensiva yihadista, una de las cosas de las que se preocuparon los combatientes de Ansar Al-Din  (Defensores de la Fe, podemos traducir) ayudados por AlQaeda del Magreb, fue la destrucción de bibliotecas. Y la de Ahmed Baba resultaba muy golosa. Tiranos y dictadores siempre le han tenido mucha manía a los libros, ejemplos hay demasiados por desgracia a lo largo de la historia: la de Alejandría, las quemas de libros por los nazis, el Índice de libros prohibidos de la Inquisición, la destrucción de la librería del califa Al-Hakam de Córdoba por Almanzor, las de El Cairo o la de Damasco…los musulmanes argumentaban siempre lo mismo: si repiten lo que ya dijo Alá son inútiles, si lo contradicen son pecado… Para su desgracia el papel y el fuego hacen muy buenas migas. Afortunadamente para el Fondo Kati y como dice Ismael, sin perder la sonrisa, …llevamos más de quinientos años escondiéndonos, tenemos experiencia… A eso se une el que, y es importante, la biblioteca de los Kati es algo familiar y, por tanto, visceralmente más defendible. Los yihadistas también se acercaron a ella pero consiguieron engañarles y ahora mismo los libros se encuentran, otra vez, escondidos en lugar seguro, en casas de amigos de plena confianza.

Cuando se destapó en 1.998 la existencia de la «biblioteca perdida» – como se la llamó en su momento- de Tombuctú la reacción internacional en los medios académicos fue enorme: de repente salían a la luz miles de manuscritos de gran valor económico y, sobre todo, intelectual. Se comparó a los manuscritos esenios de las cuevas del Qumrán, en el Mar Muerto, pero como dice Ismail aquellos son escritos sólo de temas teológicos y no pasan de pocos cientos. En los del Fondo Kati se cuentan por miles, y se tocan todos los temas. Todos querían acceder a ella, todos querían investigarla.

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Conocí a Ismail en el año 2.005, con ocasión de una pequeña exposición que se hizo en Sevilla sobre el Fondo Kati, gracias a la amistad con Manuel Alonso Navarro al que conocí, como digo en la introducción, frente a la mezquita de Yingueraber, una de las primeras construcciones de As Sáheli en Tombuctú. Manuel es íntimo de Ismail, y cuando le conocí venían precisamente rodando un documental para el que recorrieron los escenarios que recorrió hace más de quinientos años Alí Ben Ziyad en su exilio desde Toledo, documental titulado «Fondo Kati. Testigo del exilio ibérico en Tombuctú«. Pude ver en Sevilla y en privado el Corán de Ceuta junto con otras veinte piezas: un tratado de oftalmología, una página en tamashek (lengua tuareg), creo recordar un manuscrito hebreo… Me sentía sencillamente alucinado. Recuerdo que me temblaban los dedos de la emoción sólo de rozar aquellas páginas, de pensar en la historia que llevaban a cuestas. En la conferencia que dio Ismael por la tarde en su correctísimo español -este hombre lo habla todo: árabe, bambara, shongay, tamashek, francés, inglés, alemán, italiano…y todo bien- y donde me dejó alucinado por su memoria, la memoria de los africanos, la de la tradición oral, le pregunté -y corría el año 2.005, estaban las cosas tranquilas- si no le parecería más conveniente depositar los manuscritos en lugar seguro, incluso en alguna caja fuerte en Europa. Su respuesta fue la siguiente: …estos libros no son sólo unos libros, son la familia, son nuestra historia, y debo siempre tenerlos cerca...

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Más tarde me comentó que alguna universidad norteamericana le habían ofrecido muchísimo dinero si se los daba en depósito, a lo que se negó…e Ismail suele andar siempre muy corto de dinero. Pero me contó otra cosa que refleja aún más su decisión de no dividir la biblioteca, al costo que sea. Cuando se supo lo del Fondo Kati y los manuscritos que contenía, apareció un día en el aeropuerto de Tombuctú un avión privado, perteneciente a un jeque de los Emiratos del Golfo Pérsico, un multimillonario como sólo los jeques de los Emiratos pueden serlo. El jeque venía con la intención de llevarse el Corán de Ceuta. Le colocó delante un cheque en blanco y le dijo: pon lo que quieras…lo que quieras….e Ismail volvió a negarse. La biblioteca no se separa.

En 2.003 -yo no tuve ocasión de verlo- se inauguró la sede de la biblioteca, con fondos donados por la Universidad de Granada y la Junta de Andalucía. Ismail vive repartido entre Tombuctú y Granada. A finales del siglo pasado había contactado con intelectuales de Granada y de otros sitios (José Saramago, Angel Valente, Antonio Muñoz Molina, Goytisolo…) que le apoyaron con entusiasmo en la tarea. Hubo su parte de «hispánica chapuza» en la construcción del edificio. En primer lugar se construyó con bloques de hormigón, poco adecuados en cuanto al control de calor y humedad que tanto daño pueden hacer a un material tan sensible como los manuscritos. Para la instalación eléctrica se trajeron desde España unas tomas que no coincidían con las clavijas que se utilizan en Tombuctú…

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Ismail, como digo, viene a España con frecuencia. Cuando le conocí en el 2.005 tuve ocasión además de conocer algunas personas muy relacionadas con él. Entre otras, la pintora Irene López de Castro con la que he seguido manteniendo contacto y de la que me honro en poseer alguna de sus obras, en las que valoro -aparte de su calidad técnica- el cómo capta sobre todo los personajes y la luz de aquella región. Irene ha estado varias veces en Tombuctú disfrutando de su hospitalidad y la de su familia. En varias ocasiones han coincidido en exposiciones -en España- compartiendo ambos su visión, una visión que confluye: la pictórica de Irene y la poética de Ismail. Conozco el país, conozco a Ismail y conozco a Irene, son exposiciones que procuro no perderme.

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A raíz de la amenaza que supuso para el Fondo la ofensiva yihadista, en el año 2.012 el grupo asegurador DKV se ha hecho cargo del patrocinio en cuanto al mantenimiento de los manuscritos y los traslados, incluyendo los necesarios para Ismail. Se prevén traslados y exposiciones temporales -la idea siempre es retornar a Tombuctú…cuando buenamente se pueda-  en el Centro Cultural de San Marcos de Toledo, en los Claustros de Santo Domingo en Jerez y en el castillo de Guzmán el Bueno de Tarifa, con el apoyo de los respectivos ayuntamientos. Como dice Ismail con su habitual socarronería: …hasta ahora he conseguido entenderme con el  PP, con el PSOE, con la Junta de Andalucía y con Ciudadanos…sólo me falta hablar con Podemos…

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El largo peregrinar de los manuscritos árabes. La Biblioteca de El Escorial y la Fundación Kati de Tombuctú. 1ª parte.

Manuscritos. El Monasterio en invierno

Quiero agradecer su cordial ayuda en lo referente al Fondo Árabe de la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial a su bibliotecario y antiguo prior, Don Jose Luis del Valle y, muy especialmente, a una buena amiga y restauradora de cubiertas antiguas, por su abundante y valiosa información. Y en cuanto a lo que atañe a la Fundación Kati, a su depositario y conservador contra viento y marea Ismail Kati, por su amabilidad y de siempre interesante conversación, y a Manuel Alonso Navarro, al que conocí casualmente frente a la mezquita de Yingueraber cuando aún desconocía la existencia de los Kati, y junto al que emprendí una accidentada «huída» de Tombuctú, huída que significó el comienzo de una estupenda amistad. A todos, gracias…

1.- Una lucha dinástica más, y una traición

2.- Moriscos y corsarios

3.- Los libros de la librería del padre de Muley Zaydán

4.- los arábigos y los Plomos del Sacromonte

5.- El Fondo Árabe de la Biblioteca de San Lorenzo

6.- El incendio de la Biblioteca y otros desastres

7.- Un héroe afrancesado, Jose Antonio Conde

Una lucha dinástica más, y una traición.

Las menguadas tropas que aún le permanecían fieles se habían conseguido refugiar con el sultán en el puerto de Safi, junto a su reducido séquito, sus mujeres y las pertenencias que había conseguido llevar con él al abandonar Marrakesh. Derrotado en la última batalla por el general Abu Malib, cada vez más acosado por las fuerzas de su hermano Muley Xeque, al que se podía peligrosamente considerar ya casi como su sucesor, el sultán intentó una última jugada. Aún tenía bastante oro como para contratar un barco que le sacase de Safi y escapar de su ambicioso hermano. Temiendo traiciones entre los musulmanes ante la visible pérdida de su poder, negoció sin saberlo otra traición, esta vez con el capitán provenzal Jean Philippe de Castelane, su transporte hasta Agadir. Llegados a este puerto, el capitán reclamó el pago íntegro del flete antes de entregar la carga. Pero al no serle satisfecha la suma previamente acordada de tres mil ducados, aprovechó la noche para zarpar rumbo a Marsella llevándose consigo las pertenencias del derrocado Muley Zaydan, entre las que se encontraba la rica biblioteca de su padre, el anterior sultán de la dinastía saadí, Abu-l-Abbas Ahmad al-Mansur al-Dahabi, más conocido como Ahmad al-Mansur, en árabe: «el Victorioso», debido a ser el ganador de la batalla de Alcazarquivir, más conocida como la de los Tres Reyes. 

Sus victorias no se limitaron tan sólo a Marruecos. En el año de 1.590 envió una expedición que atravesó a pie el desierto del Sahara en una agotadora marcha de dos meses, que redujo el número de soldados casi a la mitad: de 7.000 a 4.000. Desde Marrakesh querían llegar hasta Tombuctú, atraído el sultán por la fama del oro y las riquezas. El cuerpo expedicionario superviviente de 4.000 soldados estaba integrado principalmente por moriscos llegados de España, hispanoparlantes por tanto, e incluso las listas de la intendencia aún las podemos consultar, y están en castellano. Los comandaba Yuder Pachá, capturado de niño por los berberiscos en Cuevas de Almanzora, en la costa de Almería, aunque criado y educado en Marrakesh.

En Noviembre  de aquel año y ya junto al río Níger se enfrentaron a un ejército de 40.000 guerreros shongay en la batalla de Tondibi, cerca de Gao, a los que derrotaron por la gran ventaja que les supuso el llevar armas de fuego, enfrentadas a las lanzas y escudos de cuero y paja de los shongay que, contra los arcabuzazos, no les valieron de nada. Desde entonces a los descendientes de aquellos moriscos que se asentaron en Tombuctú se les conoce como «armas» -«úrrumas» tal y como las pronuncian ahora-, por la palabra en castellano, del que conservan en su dialecto muchas otras. El dominio marroquí en Tombuctú y la Curva del Níger se extenderá hasta 1.833 pero hasta 1.618 al menos la lengua usada en la administración será el castellano.

Pero como los manuscritos árabes tienden a ser muy peregrinos, y aunque volveré a Tombuctú cuando toque hablar de los de la Fundación Kati, cabe aquí mencionar que tras la conquista de Tombuctú por las tropas comandadas por Yuder Pachá, parte del botín se hizo con 1.600 manuscritos árabes que figuraban en la medersa o universidad islámica de la mezquita de Sánkore (según pronuncian ellos). De Tombuctú viajaron a lomo de camello hasta Marrakesh, a la librería de Ahmad al-Mansur. Su hijo Muley Zaydán, con el que comenzamos esta crónica, y como veremos con más detalle y por los avatares de la guerra, se los llevó al puerto de Safi, de donde el francés Jean-Philippe de Castelane los transportó hasta Agadir. Y desde Agadir, con la intención de navegar hasta Marsella, fueron interceptados por la Armada Española yendo a dar ya no con sus huesos sino con sus lomos hasta la Biblioteca de San Lorenzo. Largo peregrinar, desde Tombuctú hasta El Escorial.

Moriscos y corsarios

Los barcos de la Armada Española solían patrullar frente a las cotas de Salé, intentando evitar la práctica del corso. Larache servía de base a los españoles al haber sido cedida a Felipe III por Muley Xeque, en agradecimiento o como pago por su apoyo frente a Muley Zaydán y, teniendo Larache en su poder, controlaban la costa que llamaban de la Mámora, por lo que Salé se convirtió en uno de los pocos puertos marroquíes en el Atlántico. Pero para los marroquíes disponer de Salé tampoco fue posible.

En 1609 se establecieron en Marruecos unos 40.000 moriscos, tras el decreto de expulsión dictado por Felipe III. La mayoría se establecieron en las ciudades del norte (Tetuán, Tánger, Xauen o Fez) pero 10.000 de ellos, por diferentes circunstancias que no vienen al caso, acabaron estableciéndose en Rabat y en Salé, a ambos lados del ancho estuario del río Bu Regreg. Rabat había sido fundada por el sultán almohade Yuqub al-Mansur (otro «victorioso») tras su victoria en la batalla de Alarcos, en 1195 contra el rey castellano Alfonso VIII. Aunque hoy día sea la capital marroquí, en 1.600 estaba en un estado ruinoso y prácticamente abandonada, apenas la habitaban un centenar de pobres viviendas.

Salé, en la orilla norte del Bu Regreg, por el contrario tenía una población estable de musulmanes y judíos sefarditas, expulsados de España por los Reyes Católicos tras la toma de Granada. El sultán pretendió establecer una base de corsarios, flota formada sobre todo por moriscos y controlada por un caid al que se pagaba el 10% de los botines. Pero en 1626 los moriscos mataron al caid y se declararon independientes. De aquellos moriscos, cerca de dos mil procedían de la localidad pacense de Hornachos que, debido a estar mejor organizados, se hicieron con el control de lo que se conoció como «La República de las Dos Orillas».

La República de los «hornacheros», como se les conocía más coloquialmente, se mantuvo hasta 1668. En sus mejores momentos contó con una flota de más de cuarenta barcos y sus fortificaciones estaban protegidas por 68 cañones que apuntaban al mar en previsión de ataques. Los hornacheros mantuvieron relaciones diplomáticas con Holanda e Inglaterra al convertirse en un activo centro comercial, aunque su actividad principal fue la piratería. Actuaban en el Estrecho de Gibraltar y en el Mediterráneo, aunque en sus correrías también capturaban barcos en el Atlántico, llegando en sus incursiones hasta la lejana Islandia.

La anécdota «sentimental» por parte de los hornacheros fue el intento de llegar a un acuerdo con Felipe IV, para lo cual hicieron llegar una larga carta al Duque de Medina-Sidonia en 1.631 en la que, entre otras cosas, proponían entregar la ciudad… por el gran amor que tienen a España, pues desde que salieron suspiran por ella… Proponían que se les dejase volver a Hornachos, indemnizar a los vecinos que hubiesen ocupado sus casas y tierras, entregar sus 68 cañones y sus barcos, que les respetaran haciendas y privilegios, demostrar su fe cristiana….pero las negociaciones no prosperaron y los hornacheros debieron seguir dedicándose al corso.

Corría el mes de Junio del año 1.612. Tres -hay quien dice cuatro- bajeles de la Armada Española gobernados por Pedro de Lara, lugarteniente del almirante Luis Fajardo que patrullaban cerca de Salé, apresaron al navío francés Nôtre-Dame-de-la-Garde, comandado por el capitán Jean-Philippe de Castelane. Castelane era cualquier cosa menos un comerciante. Había llegado a Safi con cartas de Luis XIII y del Duque de Guisa, y había sido el cónsul francés en 1.610, bajo el reinado de Enrique IV, con el fin de repatriar a sus compatriotas capturados. Hay quien aventura que se hubiera puesto en secreto de acuerdo con los españoles pero, ¿para qué, si su propósito seguramente y a todas luces sería el de hurtar las propiedades de Muley Zaydan y llevárselas a Marsella?…Conducido a Cádiz fue juzgado como pirata y, como tal, condenado a galeras. Y como suele suceder con los «agentes especiales» pillados en falta, Francia se desentendió de su pirata.

Los libros de la librería del padre de Mulay Zaydán

Muley Zaydán y contra todo pronóstico logró restablecer sus fuerzas, derrotar a su ambicioso hermano y regresar, victorioso, para poder descansar en sus añorados palacios de Marrakesh. Pero, aunque restablecido en el trono, no se olvidó de las pertenencias robadas arteramente por el ex-capitán y ahora galeote Jean-Philippe de Castelane y, muy especialmente, de la valiosa librería -como se la llamó en su tiempo- reunida por su padre, el sultán Ahmad al-Mansur, lo que consideró su mayor pérdida. Mulay Zaydán estaba perfectamente informado de que la librería obraba en estos momentos en poder de la Corona española, a donde dirigió en primer lugar sus quejas, por una parte, y sus reclamaciones. Pero la respuesta de Felipe III fue contundente: el botín no se había robado a Marruecos, sino capturado en barco francés y, por tanto, a Francia. Añadiendo que este botín…era contrabando, y contrabando de buena presa es contrabando… Las cosas claras.

Con posterioridad y bajo las salidas de códices del Fondo Árabe con «pasaporte legítimo» hubo alguna devolución al Reino de Marruecos. En 1.776 y ante una visita al Monasterio por parte de una delegación marroquí llegada para un Tratado de Paz y Comercio, siempre con el permiso del rey, le fueron regalados varios códices. Y en 1.880 el embajador Muhammad ibn Utman, llegado para restablecer las buenas relaciones entre España y Marruecos y en visita a la biblioteca seleccionó catorce códices, bajo el beneplácito de Carlos III. Hay que señalar que en la primera visita y para no tentar la suerte, se ocultaron los más valiosos de la librería de Mulay Zaydán, diciendo que se habían perdido durante el incendio de 1.671. Mentiras piadosas…los diplomáticos siempre han de ser así: cuando dicen tal vez, realmente están diciendo no…

Agotada la vía del pedir favores a Muley Zaydán le quedaba intentar la del rescate. Ofreció una elevada suma a Felipe III quien la rechazó, pidiendo a cambio la liberación de los cautivos cristianos que hubiese en Marruecos. Aunque como «el rey prudente» se conoció a su padre Felipe II, Felipe III anduvo igual de prudente y esperó antes de devolver nada a cambio de nada. Pasados dos años y dado que la petición no se cumplía, el rey solicitó un Dictamen del Consejo de Estado sobre el cual resolvió que dicha librería aráuiga se trasladase a la Real Biblioteca del Monasterio del Escorial, donde ingresó en 1.614.

No es de extrañar el empeño del sultán por recuperar la librería de su padre. Según Gurmendi, de quien hablaré a continuación, el número de manuscritos procedentes de la Biblioteca Real Marroquí de Marrakesh y con la marca de la dinastía sa’adí ascendía a cuatro mil, veinte o treinta menos, de los cuales más de quinientos y, siempre según el testimonio de Gurmendi, estaban desenquadernados. Sería excesivamente prolijo hacer relación de ellos, pero solo comentar que, excepto aquellos desenquadernados,  la mayoría estaban cuidadosamente provistos de tapas de piel ricamente labradas en relieve y con ribetes de oro, algunos incluso adornadas sus cubiertas con piedras preciosas. Tratados de leyes, de gramática, de medicina, de astronomía, de filosofía…y, por supuesto, algunos Coranes.

El más famoso, el llamado Corán de Mulay Zaydán, realizado según consta en el Folio 264 por encargo de su padre, el sultán Ahmad al-Mansur en la mezquita del Palacio al-Badi  de Marrakesh y terminado el 13 del mes Rabi’a del año 1.008 de la Héjira, 2 de Noviembre de 1.599 de nuestra era cristiana. Encuadernado con piel de cabra blanca, estampado en oro, cantos dorados así como los herrajes. Escritura de tipo mabsut: la reservada a la escritura del Corán. Los títulos de las suras, en cúfica oro sobre fondo azul….toda una joya. Sin duda a Mulay Zaydán le llevaban los demonios la desgracia de haberlo perdido. Sobre el original albergado en la Biblioteca de San Lorenzo se han hecho algunos pocos facsímiles por expertos según reproducción fiel -fidelísima como corresponde- , cuya cotización ronda los 3.700 euros.

Manuscritos. Coran de Mulay Zaydan

                                        Facsímil del Corán de Mulay Zaydán

Los arábigos y los Plomos del Sacromonte

Como se lee en la carta del rey al prior de San Lorenzo, fechada el 6 de mayo de 1.614, la entrega e instalación se hicieron bajo la supervisión de Francisco de Gurmendi, a quien le había sido entregada por el mismo Felipe III para que la ordenase…por sciencias y facultades…  El guipuzcoano Gurmendi servía en la corte de Felipe III en la… traducción e interpretación de las lenguas arábiga, turquesa y persiana… El conocimiento de tan inusuales lenguas le venía a Gurmendi por la circunstancia de haber sido discípulo de Diego de Urrea, de supuesto origen calabrés, capturado de niño por corsarios berberiscos y educado en Tremecén, Argelia, donde compartió enseñanzas con el entonces joven príncipe Muley Xeque -causante indirecto de la llegada de la librería de Mulay Zaydán al Monasterio-, y donde adquirió el dominio de la lengua árabe, así como de la… Turquesa, Persiana y Tártara… 

Diego de Urrea fue nombrado en 1593 a petición del entonces rey, Felipe II, profesor de lengua árabe en la Universidad de Alcalá. En 1.595 el rey exige -tal cual, poder real, sin opción- a… Arias Montano y al arávigo…, o sea, Urrea, que traduzcan los recién encontrados Plomos del Sacromonte y, un año más tarde, se les conmina a trasladarse a Granada… y no salgan della… –sigue quedando bien clara la voluntad real- para asistir a la traducción de dichos libros.

Benito Arias Montano fue otro de los arábigos y todo un personaje de la época. Nacido en la localidad pacense de Fregenal de la Sierra en 1.527, estudió varias disciplinas en las que destacó, y entre otras el estudio de latín, griego, árabe, hebreo y sirio. La Inquisición siempre le tuvo en el punto de mira por sus «desviaciones» en cuanto a la interpretación de la Biblia Vulgata y, posiblemente, se libró de morir en la hoguera gracias a la protección que siempre le dispensó Felipe II . Cabe añadir que Fregenal de la Sierra fue uno de los «puntos calientes» junto a la cercana Sevilla de lo que se llamó los «alumbrados», una especie de pre-protestantismo español y, como tal, perseguida con saña. Del mismo Fregenal y con cuatro años de diferencia era Cipriano de Valera, conocido de Arias Montano en su época de estudiantes en Sevilla y religioso en el monasterio de San Isidoro del Campo, muy próximo a las ruinas de Itálica. En el verano de 1.557 y sabiéndose vigilados de cerca por la Inquisición doce monjes, entre ellos Valera, consiguen huir a Ginebra y ser condenados «en ausencia». Otros cuarenta monjes no tuvieron tanta suerte: fueron quemados vivos, bajo la acusación de herejía.

El 18 de Marzo del año 1.588 se decide derribar la Torre Turpiana, el minarete de la antigua mezquita mayor de Granada. El hallazgo de una caja de plomo conteniendo restos humanos, una imagen de la Virgen y un pergamino manuscrito -con textos en árabe- detuvo la demolición. Se dieron para la traducción a dos notables de la ciudad, moriscos conversos, Miguel de Luna y su suegro Alonso del Castillo. En el pergamino constaba una profecía de San Juan sobre el fin del mundo que San Cecilio, arzobispo de Granada, había hecho ocultar para que no fuese profanado por los árabes. Pero el pergamino de la Torre Turpiana contaba algo más: cual mapa del tesoro daba vagas pistas sobre la localización de otros escritos portentosos ocultos en las proximidades de la ciudad.

Manuscritos. Torre Turpiana

                                            El manuscrito de la Torre Turpiana

Lo de los Plomos del Sacromonte es una de esas historias dignas y comentadas por su aura de misterio por entusiastas profesionales del esoterismo como Jiménez del Oso o Iker Jiménez en programas como Cuarto Milenio y similares. Los tales Plomos consistían en 21 libros formados por 223 planchas circulares de plomo … con extraños dibujos e inscripciones latinas y árabes… de factura morisca… salomónicos según comentaron en su momento, que habían sido halladas entre los años 1.595 y 1.599 a las afueras de Granada, en la colina de Valparaíso, desde entonces conocido como el Sacromonte. Para su traducción fue para lo que se «exigió» a arábigos como Benito Arias Montano y a Diego de Urrea ir a Granada y no salir hasta que no quedasen traducidos a satisfacción de la Corona.

Manuscritos. Plomos del Sacromonte

                                                   Los Plomos del Sacromonte

Como es de imaginar, semejante hallazgo levantó auténticas polvaredas. En su momento llegaron a ser interpretados como un Quinto Evangelio revelado por la Virgen -en árabe, éso sí- para ser divulgado en España. Hubo autores cristianos como el arzobispo Pedro Vaca de Castro que apostaron incondicionalmente por su autenticidad. Otros, como su traductor Benito Arias Montano, manifestaron serias dudas al respecto. La crítica filológica e histórica parece determinar que pudo ser obra de moriscos de alta posición en los años posteriores a la Rebelión de Las Alpujarras, y se sospechó de Miguel de Luna y Alonso Castillo, los traductores del pergamino de la Torre Turpiana, en un intento de conciliar el cristianismo «islámico» de los moriscos con el catolicismo castellano. En 1.682 fueron definitivamente declarados falsos y heréticos por el Papa Inocencio XI.

El Fondo Árabe de la Biblioteca de San Lorenzo

Felipe II, monarca debatido, mantuvo siempre gran preocupación por todo lo intelectual. Siendo todavía príncipe ordena comprar en Valencia, en 1.542 -a sus catorce años de edad-, un Corán a través de Gil Sánchez de Baeza: …un libro de alcorán que mandó su alteza comprar…(citado por Jose Luis Gonzalo Sánchez-Molero, La «Librería Rica» de Felipe II: estudio histórico y catalogación, en Archivo General de Simancas).  Desde 1.567 y siendo ya rey se reúne en el Monasterio un fondo bibliográfico que no para de crecer, comenzando por la librería particular del monarca. Y como parte importante, la del Fondo Árabe. Formado a base de compras por toda Europa, de copias de libros prestados, de adquisiciones a particulares, de donaciones como la del propio Arias Montano, entre ellos 19 libros Aráuigos. O la célebre biblioteca de Diego Hurtado de Mendoza, donada por disposición testamentaria según dice el mismo Mendoza poco antes de morir, el 14 de Agosto de 1.575, a Hernando de Briviesca, guardajoyas de Felipe II: …cuenta de lo que tenía hecho, que es haber dado a su Mg. sus libros y pinturas y antiguallas… El rey aceptó el legado condonando la elevada deuda que el antiguo embajador tenía con él, encargando a su secretario Antonio Gracián el reconocimiento y traslado de la biblioteca. De los 853 códices registrados, 268 corresponden a los Lingua arabica manuscripta.

A primeros de marzo del año 1.577 el rey Felipe II requiere a su «hombre de confianza» Benito Arias Montano para organizar la entonces joven Biblioteca, a lo que el arábigo  accede por fidelidad al rey aunque, según cronista, de la misma…malísima gana… con la que se encargó del asunto de los Plomos del Sacromonte.  En 1.579 ya es nombrado oficialmente como Librero Mayor de la Laurentina. Hombre sin duda puntilloso y responsable tuvo a su cargo la ardua tarea de poner inicialmente orden en semejante colección de legajos, tarea que le ocupó diez meses, ordenándolos por idiomas: lenguas vulgares -las habladas en Europa: castellano, francés, italiano, toscano, – junto a las obras en latín y griego, y las que constituirían el Fondo Árabe: en árabe, persa y hebreo, principalmente, y para dejar clara la propiedad el diseño de las cubiertas, en piel de becerro y con la parrilla, símbolo del martirio de San Lorenzo, estampada dentro de un óvalo en el centro de la tapa, con instrucciones a veces precisas del propio Felipe II.

Alonso del Castillo es otro personaje digno de comentario, y al que ya mencioné junto a su yerno Miguel de Luna en el extraño asunto del pergamino hallado en la Torre Turpiana y los Plomos del Sacromonte. Su padre, morisco principal, nació bajo el dominio nazarí y fue de los obligados a convertirse al cristianismo en 1.500, tras la toma de Granada por Los Reyes católicos en 1.492. Alonso se educó ya bajo el cristianismo como morisco asimilado. Estudió medicina en la Universidad de Granada donde aprendió además latín y griego, lenguas que dominó junto al castellano y al dialecto árabe-granadino. Con estos conocimientos el Concejo le encargó la traducción de las inscripciones árabes en el palacio de La Alhambra, de las que evitó traducir algunas para evitar su destrucción por su contenido religioso. En calidad de romançeador o informador, intervino en la represión de la revuelta morisca conocida como la Guerra de las Alpujarras. En 1.573 es llamado a la Corte para colaborar en la formación del Fondo Árabe de El Escorial, además de ser nombrado intérprete real como traductor de la correspondencia que Felipe II mantuvo con gobiernos árabes. Durante su estancia en El Escorial, obtuvo autorización real para atender a la numerosa clientela que solicitaba sus servicios atraída por el prestigio de …su ciencia médica arábiga y por su competencia en descifrar los manuscritos que la contenían…

Comenzaron a llegar los libros, en este caso los arávigos que, antes de nada, hay que numerar. Arias Montano hace una sucinta relación de 285  Libri Arabici en 1.579. El Licenciado Alonso del Castillo había concluído el 16 de Agosto de 1.583 un Catalogus CCLXI (de 261, para los que se les hayan olvidado los números en  latín) Manuscriptorum Arabicorum  según los fondos del Monasterio. En 1.598 -18 años después del inventario de Arias Montano-  Diego de Urrea, cumplida su tarea de traducir los Plomos, concluye el Índice de los libros arávigos detallando 499 entradas, aunque no incluye los 268 en Lingua arábica manuscripta adquiridos a raíz del testamento de Don Diego Hurtado de Mendoza. Obviamente, el Fondo va creciendo. Alonso del Castillo y siempre con permiso real había viajado ex profeso hasta Andalucía para realizar algunas compras. Acabada la Reconquista sin duda había un goloso mercado de libros arábigos, bien por necesidad de sus dueños, moriscos empobrecidos, bien por alejar la sombra de la sospecha de mantener el culto prohibido ante la siempre vigilante Inquisición.

Los estragos del Cardenal Cisneros, y unos cuantos libros menos

El 2 de Enero de 1492 se produce la caída de Granada. En aquellos momentos Cisneros era ya confesor de la reina Isabel la Católica. Se sabe muy poco de aquellos últimos años de la civilización nazarí, y es más que probable que este desconocimiento de deba en parte al gran estrago de sus manuscritos por Cisneros. Este acontecimiento se produjo no a raíz de la entrega de la ciudad a los Reyes Católicos, sino a finales de 1499, cuando Cisneros fue enviado expresamente a Granada para convertir al cristianismo a la ciudadanía musulmana. La represión fue tan fuerte que los granadinos se convertían en masa.

Julián Ribera, que nos habla, entre otras arábigo-hispanas, de las famosas bibliotecas granadinas, como la real de los Beni Alahmar, con sabios bibliotecarios al frente, las de particulares como Azzobaidi, Ben Faracún, Attazar o Ben Lope, asegura que…

…una de las quemas más famosas, con las que se empezó en la España cristiana la obra de destrucción, fue la que tuvo lugar en la plaza de Bibarrambla de la ciudad de Granada por orden del Cardenal Cisneros. Allí se abrasaron millares de preciosos códices de esmerada labor caligráfica y artística y, al decir del padre Alcolea, había muchos con cantoneras y manecillas de plata y oro, y bastantes perlas, apreciado todo en más de 10.000 ducados que algunos espectadores dieran en el acto si se los hubieran querido vender…

Pero, dice el mismo autor, esto no fue más que empezar: aún tuvo consecuencias más nefastas el decreto de doña Juana (1511) que ordenaba a los moriscos entregar a los justicias todos los libros escritos en lengua árabe para que, una vez examinados…

les fueran devueltos los de filosofía (que no tendrían, porque ellos mismos los habían quemado) y los de medicina e historia (de los que ya no tendrían muchos), y se quemasen los de su dañada ley y secta (que eran los más)… (Daniel Eisemberg, «Cisneros y la quema de los manuscritos granadinos», Journal of Hispanic Philology, 1992. Julián Ribera y Tarragó, «La enseñanza entre los musulmanes españoles. Bibliófilos y Bibliotecas en la España Musulmana». 1925)

En tiempos todavía de Arias Montano ingresan en la Biblioteca unos manuscritos árabes procedentes de los bienes de Isabel la Católica que se custodiaban en la Capilla Real de Granada. Alonso del Castillo fue el encargado en 1.573 de examinarlos previamente a su traslado a la Biblioteca, donde ingresaron en 1.591. Según la copia notarial  había…Onze libros chicos y grandes, enquadernados y desenquadernados, todos escriptos en arávigo…   En 1.582 y también desde Granada se habían enviado 32 cuerpos de manuscritos hasta entonces custodiados por la Inquisición. Aunque antes y después continuara la llegada de manuscritos árabes, el gran aporte sin duda fue el procedente ya citado de la captura por parte de la Real Armada de la librería de Muley Zaydán, aquellos cuatro mil…veinte o treinta menos… según la estimación del guipuzcoano Francisco de Gurmendi.

Manuscritos. utilidades de los animales

Libro de las utilidades de los animales, de Ibn al Durayhim al-Mawsili, de 1.354. Signatura nº 898 en manuscritos árabes, de la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo.

El incendio de la Biblioteca y otros percances

en muy breve rato se quemó la librería manuscrita, sin que remedios humanos bastasen para reprimir la actividad del fuego… (según el informe testimonial del archivero Fray Juan de Toledo).

Manuscritos. Incendio del Monasterio

        El incendio del Monasterio de 1.671, según cuadro en el Museo del Prado

Libros y fuego son peligrosa combinación, del que la historia nos cuenta numerosos ejemplos. Muchos por censura, otros por accidente. Incendios en el Monasterio hubo varios. En el primero de 1.579 ardió la llamada Torre de la Botica. En 1.731, 1.744, 1.763, 1.827 y 1.872 fueron reseñados otros, aunque parciales y pronto controlados. Pero el 7 de Junio de 1.671, cuentan que a las tres de la tarde, se declaró un incendio comenzado al parecer en una de las chimeneas del colegio situada en la parte norte. Brasas vivas en las buhardillas y un fuerte viento azuzaron un fuego en apariencia controlado, de forma que pese a los esfuerzos y en menos de tres horas habían desaparecido las cubiertas de la mitad del edificio que mira al norte. Del campanario de las torres que flanquean la entrada principal, se fundieron 38 de sus 40 campanas cuyo bronce, cuentan, corría como el agua por las escaleras y los muros. El entramado de viguería, la tablazón de ripias y pares, reseca madera directamente bajo la cubierta de pizarra que, bajo el sol del verano, quema sólo con tocarla contribuyó al desastre. El Vicario con gran piedad y supongo mirando hacia atrás de reojo por si había que salir corriendo, presentó ante las llamas el Santísimo Sacramento, incluso el velo milagroso de Santa Águeda, que en tiempos hubo contenido las lavas del Etna, pero el fuego debía ser ateo porque arreciaba cada vez más.

Visto que Dios no echaba una mano, gentes de todos los alrededores se afanaron durante horas entre el ahogo y el agotamiento. Su esfuerzo no fue en vano y gracias a ellos se salvó gran parte del edificio y de sus tesoros. Pero la librería resultó seriamente dañada y, en especial, los manuscritos árabes. Actualmente y desde el año 1.850 el Salón de Manuscritos se encuentra en la antigua ropería del Monasterio, con gruesos muros y bóvedas de piedra, lo que les protegió en el incendio de 1.872. En 1.671 la mayoría de los códices se guardaban en el Salón Alto y el Salón de Verano, en la planta alta, de altas bóvedas y con sus ventanales abiertos al Patio de Reyes, orientados al norte. El fuego se cebó en los viejos manuscritos. Sin extintores, sin los modernos medios anti incendios y entre la confusión del momento algunos se amontonaron, mojados, en rincones de alguna sala, en una espera que duró más de cincuenta años. Otros, y ante la desesperación…

… para salvarlos del incendio muchos de los códices árabes fueron arrojados por las ventanas, y son bastantes los que aún conservan las huellas del agua, mezclada en algún caso con tierra y arena. En tales operaciones de salvamento hubo códices que se desvencijaron, con la correspondiente dispersión de hojas. En la subsiguiente confusión, no siempre fueron debidamente reagrupadas las de uno mismo, al tiempo que de otros se conservaron solo algunas. De ellas resultó un mare magnum sin orden ni concierto, de hojas o cuadernos, que constituyeron esa massa damnata que Casiri dejó totalmente de lado en su catalogación… (Justel Calabozo, Legajos árabes de El Escorial, pag. 437).  

Braulio Justel Calabozo, catedrático de Lengua y Literatura Árabes en la Universidad de Cádiz desde 1984, fue uno de los arabistas que investigó modernamente el Fondo Árabe. Según sus cálculos y tras el desastre, de 3.974 manuscritos arávigos catalogados se perdieron 2.500, de los que quedan en la actualidad tan solo 1.939, árabes en su mayoría, aunque haya una parte en persa, turco o aljamiados. Ya Justel Calabozo nos da una idea del desbarajuste que sufrieron los manuscritos supervivientes en el intento desesperado por preservarlos del fuego. Si un libro moderno y bien cosido lo más seguro es que quedase desencuadernado al ser arrojado desde un tercer piso, podemos imaginar como quedarían los viejos manuscritos, formados en muchos casos por hojas apiladas dentro de un estuche, como las cartas de una baraja. Y de aquellos otros arrojados, amontonados y mojados en los rincones, la acción del agua sobre papel viejo solo pudo producir una pasta irreconocible, esa massa damnata que, según Justel Calabozo… Casiri dejó totalmente de lado en su catalogación…

El mencionado Miguel Casiri, nacido en Trípoli en 1.710, experto en árabe, sirio y arameo, y presbítero por el rito maronita, es llevado a El Escorial en 1.749 para organizar «los restos del naufragio» que llevaban más de cincuenta años en un estado de casi abandono, y para que descifre …si son tesoros o carbones lo que se guardan…. Emprende el encargo de la catalogación, empezando por los manuscritos que se hallaban recogidos en la Biblioteca Alta,…limpios y no olvidados, pero sin índices ni inventarios, como selva inculta que nadie se atreve a pasear… Al cabo de diez años Casiri había concluído prácticamente sus índices y catálogos de su Bibliotheca Arabico-Hispana, aunque consta que excluyó los códices sin encuadernar y los manuscritos desencuadernados. Pero a los manuscritos árabes aún les quedaban daños por sufrir.

han sido víctimas de varios incendios, y como si esto no fuera bastante, han sufrido mucho por el interés que por ellos se han tomado algunos bibliotecarios más celosos que discretos, quienes tuvieron la fatal idea de encuadernar de nuevo libros estropeados, que vistieron con encuadernaciones lujosas, a veces, y siempre funestas para los manuscritos, pues lo menos malo que resultó fue el que quedaran cortadas o inutilizadas las notas marginales por la cuchilla de sucesivos encuadernadores… (Francisco Codera, Informe, 1.898). Codera comprobó ya en 1.844 que muchos códices habían sido cosidos desordenadamente, hallando los folios faltos en legajos o encuadernados como parte de otros códices mezclando unos con otros o confundiendo, como se suele decir, «las churras con las merinas». Casi todas las evidencias señalan a Félix Rozanski, sacerdote polaco y bibliotecario del Monasterio entre los años 1.875 y 1.885. El celo de Rozanski como encuadernador fue notorio:

los dos mil árabes que encontré a mi llegada al Escorial en un estado muy deplorable desde el incendio de 1.671, algunos desgarrados, otros mitad en un manuscrito y otros mitad en otro, varios despues de haber recibido aguas, vueltos en una masa compacta y dura como madera, etc., han sido recompuestos, ordenados, despegados con cuidado, foliados, unos restaurados y otros de nuevo encuadernados en pasta negra, por mis cuidados, añadiendo unos 22 volúmenes que compuse de fragmentos y otros acumulados en los legajos…

Percances y pérdidas no faltaron. A veces, «despistados» al ser sacados -en una época en que había poco control- por investigadores, con el resultado de perderse su pista. Otras, en viajes a veces sin retorno a la Biblioteca Nacional, pese a la acreditada procedencia de la Biblioteca del Monasterio. Afortunadamente fueron más las recuperaciones que las pérdidas.

Manuscritos árabes. Códice árabe Medicina castellana S.XV

Medicina castellana, códice árabe S.XV. Actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid (con nº 5240 en Fondo Manuscritos) aunque consta como «Procedente de la Biblioteca del Escorial», lo que se advierte por la «marca de la casa»: parrilla grabada en el centro de la cubierta, símbolo de San Lorenzo

Un héroe afrancesado, Jose Antonio Conde

Decir «afrancesado» en España supone todavía hoy y en el sentido peyorativo de la palabra decir traidor, antipatriota y colaboracionista con el enemigo, esto es: el francés. No voy a entrar en la atracción que el ejemplo francés supuso para muchos españoles de la época, ansiosos de libertad, de ilustración y de modernidad, frente al absolutismo de la monarquía española, el atraso de la sociedad y el enorme lastre en muchos sentidos que suponía la religión. Entre tanto incendio, tanto celoso encuadernador y tanta pérdida por sustracción, que la hubo cuando el control de los fondos no era tan exhaustivo como afortunadamente es hoy, habría que destacar algún personaje que, como en las películas de héroes, decidió jugarse el tipo para salvar lo que él supo que estaba en peligro: el afrancesado Jose Antonio Conde.

El 20 de Agosto de 1.809 se ejecutaba la Real Orden de José I Bonaparte por la que se expulsaba a la comunidad jerónima de San Lorenzo y se confiscaban todos los bienes del Monasterio, que fueron enviados en carretones a Madrid. Para el traslado se comisionó al arabista Jose Antonio Conde, conservador de la Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial. Sabedor del riesgo de que fuesen sacados de España, los ocultó en una capilla del Convento de la Trinidad, lo que durante muchos años se llamó el «grupo extraviado». Seis años permanecieron ocultos hasta el fin de la guerra bajo montones de impresos en el Convento de la Trinidad, largos años en los que seguramente pudo afectarles la humedad, así como el trajín de los traslados en carretas tanto en su salida del Escorial como ya en 1.815, a su definitivo regreso.

Exilio más dilatado de más de cien años sufrieron los códices con los que Conde estaba trabajando en su casa cuando tuvo lugar la invasión napoleónica. Por su condición de afrancesado hubo de salir de España con ciertas prisas en 1.813. A su regreso y hasta su fallecimiento, en 1.820, los libros seguían en su casa, aunque a su muerte sus testamentarios hicieron un inventario de sus bienes, entre ellos la librería. Hubo una venta y dispersión de libros de Conde. Algunos propios, otros tomados en préstamo de la Biblioteca de San Lorenzo pero que quedaron en su casa al huir de España.

por razones no esclarecidas y circunstancias harto confusas los libros de Conde fueron a parar a Londres, donde el martes 6 de Junio de 1.824 abrió pública subasta de los mismos Mr. Evans el cual redactó a tal fin un sucinto catálogo… (Justel Calabozo)

Aunque no formase parte del Fondo Árabe, una de las joyas del Monasterio, con número de lote 1.169 en la subasta fue el manuscrito del Cancionero de Johan de Baena, recogido por el judino Johan Alfón de Baena -como consta en su título completo- hacia 1.445, para ofrecérselo como regalo a Juan II de Castilla. Otros ejemplares subastados procedentes de la librería de Jose Antonio Conde fueron 78 libros impresos y 112 manuscritos, entre los que se encontraban varios códices árabes escurialenses dados por desaparecidos desde la invasión napoleónica en los inventarios y catálogos posteriores a 1.809.  El Cancionero de Baena fue adquirido en la subasta de Mr. Evans por el librero londinense Thomas Thorpe, quien lo vendió al bibliófilo Richard Heber, a cuyo fallecimiento en 1.833, el mismo Mr. Evans lo subastó de nuevo detallando…. this extraordinary manuscript…one of the treasures…in the Royal Library of San Lorenzo in the Escurial…, siendo adquirido entonces por Léon Tèchener, librero y editor, para la Biblioteca Nacional de Francia donde se encuentra desde 1.836. Y allí sigue, sin atender a reclamaciones…destino similar al de la librería de Mulay Zaydán…

Manuscritos. cancionero Johan de Baena

Cancionero de Baena, del fondo de manuscritos del Monasterio y actualmente en París

Más suerte hubo con los códices árabes escurialenses subastados por Evans en 1.824. Los adquirió el anticuarista irlandés Edward King, vizconde de Kingsborough, para donarlos en ese mismo año a la recién fundada Société Asiatique de Paris que, más de un siglo después, los restituiría a su legítima dueña, la Biblioteca de El Escorial. En el mes de Julio de 1.948 se celebró en París el XXI Congreso Internacional de Orientalistas. La Société Asiatique  encargó con tal ocasión una nueva catalogación de los manuscritos árabes de su biblioteca observándose que varios de los donados por Edward King contenían información incontestable de su pertenencia a la Biblioteca del Monasterio y, algunos de ellos, la signatura y la marca antigua. El profesor Jean Sauvaget, miembro destacado de la Société Asiatique, se puso en contacto con su colega, Emilio García Gómez, director de Al-Andalus y participante en el Congreso. Juntos pudieron comprobar la procedencia e iniciaron las gestiones oportunas para el traslado a España y su tardío pero oportunísimo reingreso en la Biblioteca, que se realizó en 1.949. Final feliz.

Los molosos, antepasados de los mastines

moloso mastin español

Esta entrada del blog en realidad es un capítulo que, a su vez, forma parte de un trabajo aún pendiente de publicación sobre el mastín: El mastín español. Historia de un compañero, que presenté a un certamen convocado por la Real Sociedad Canina en 1998, y en la que tuve el honor de ganar el segundo premio, en su categoría de razas españolas.

El problema de clasificar

Como ya señaló el zoólogo y etólogo norteamericano John Paul Scott en su libro Genética y comportamiento social, la clasificación de las razas caninas refleja la cultura de los pueblos. Así, en Alemania, las primeras clasificaciones distinguían entre razas de trabajo y razas de guarda. En Gran Bretaña, entre deportivas y no deportivas. Clasificar, encontrar el lugar adecuado, no siempre ha sido fácil.

Cuentan las lenguas de doble filo que Karl von Linné, el gran naturalista sueco del S. XVIII, autor del libro Systema naturae (1798) e inventor de la nomenclatura binómica  (¡no os asustéis, no tiene nada que ver con la bomba atómica!) para nombrar y clasificar a los seres vivos con dos palabras: la primera, el género -siempre con mayúscula-; la segunda, la especie -con minúscula-, ejemplo fácil: Homo  (género) sapiens (especie)… Decía que Karl von Linné, que había clasificado y puesto nombre a miles de especies,

cuando encontraba un nuevo insecto y no sabía dónde clasificarle exactamente, lo depositaba discretamente en el suelo y lo aplastaba con el pie... (Oskar Otto Heinroth, La clasificación según taxones, 1922).

El naturalista romano Plinio el Viejo, muerto en el año 79 d.C. en la erupción del Vesubio (donde acudió con sus barcos para rescatar a las gentes en la playa y se intoxicó por las emanaciones del volcán), nos habla en su libro Historia Natural de los perros de Italia. Describe los mastines napolitanos y los canis melitae, los antepasados del actual Maltés, perritos falderos muy del agrado de las damas romanas de la época…antes igual que ahora.

Pero aunque no se refiera a los perros y ya citando a Plinio, este autor debía tener una extraña fijación con los elefantes. En su ya citada Historia Natural y en el libro VIII nos  cuenta que:

los elefantes, en ciertas épocas, rinden un misterioso culto a los astros…para continuar más adelante…los dragones atacan en verano a los elefantes: lo hacen para beberles toda la sangre que, como nadie ignora (?) es muy fría….

elefante y dragón

Grabado del conocido como Bestiario de Oxford, del Manuscrito Ashmole (siglo X),  de la Biblioteca Bodleiana (The «Bod», para los eruditos), en Oxford. En él se representa el mito del dragón bebiendo la sangre del elefante.

Como detalle pintoresco y ya metidos en el berenjenal, no puedo dejar de mencionar la clasificación más surrealista que he podido encontrar y que consta en la enciclopedia china Emporio celestial de conocimientos benévolos, recogida por el escritor argentino Jorge Luis Borges dentro de su libro Otras inquisiciones, en el ensayo El idioma analítico de John Wilkins (obispo y erudito inglés) y, dentro de este ensayo, atribuyendo su descubrimiento a Franz Kuhn, abogado alemán y un célebre traductor del chino. Según el inspirado clasificador, se dividen en:

a) pertenecientes al Emperador                                                                                                          b) embalsamados                                                                                                                                    c) amaestrados                                                                                                                                        d) lechones                                                                                                                                              e) sirenas                                                                                                                                                  f) fabulosos                                                                                                                                              g) perros sueltos                                                                                                                                      h) incluídos en esta clasificación                                                                                                        i) que se agitan como locos                                                                                                                  j) innumerables                                                                                                                                      k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello                                                                l) etcétera                                                                                                                                                  m) que acaban de romper el jarrón                                                                                                    n) que de lejos, parecen moscas

¿Curioso, no?. Lo bueno es que Borges, muy aficionado a fabular, se lo inventó. Al igual que Cervantes en El Quijote, mezcla cosas inventadas junto a otras totalmente ciertas. Mientras que John Wilkins y Franz Kuhn fueron personajes que existieron de verdad, la «clasificación» antes citada no lo es. Borges mezcla datos reales para apoyar sus «ficciones», construyendo una estructura literaria más sólida y consigue que al final nos las creamos, que parezca «de verdad». Hablando de lo movedizo que es el terreno de las clasificaciones, Borges escribió una reflexión que nos viene como anillo al dedo:

notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo…

Pero como nosotros no somos Borges y necesitamos poner un poquito de orden en este caos, vamos a ver cómo se fue organizando el tema de las razas. Me temo que vais a escuchar muy a menudo la temida palabra: «clasificación».

La clasificación de las razas caninas

Aparte de las menciones ya citadas a algunas razas hechas por Plinio el Viejo, el que sistematiza la clasificación y un poco anterior a él en el tiempo es Columela (nombre completo: Lucio Junio Moderato, lo de Columela era un sobrenombre), hispano-romano que vivió en Cádiz a comienzos de nuestra era. En su tratado de agricultura De re rustica («Los trabajos del campo», dividido en doce libros o capítulos), ordena a los perros en razas de pastor, de guarda y de caza. Su clasificación es la siguiente:

1.- venatrici o de caza, divididos a su vez en sagaces (rastreadores), celeres (perseguidores) y pugnaces (los que atacan y sujetan la presa. Evidentemente para la caza mayor).

2.- pastores (creo que no hace falta traducir).

3.- villatici (guardianes).

Y añade el interesante dato de la conveniencia de seleccionar los colores. Blanco para los pastores, y así poder distinguirlos de los lobos en los ataques nocturnos, o negro para los de guarda porque así dan más miedo, criterio que comparten los psicólogos actuales.

Juliana Berners, priora del convento de Sopwell, en Hertfordshire, Inglaterra, escribió el Libro de Saint Albans (1486) donde, en el segundo tomo dedicado a la caza, establece la primera clasificación moderna de razas caninas.

En 1576 el doctor John Keys, el médico de cámara de la reina Isabel I de Inglaterra, elabora una relación de las razas caninas de Gran Bretaña en su obra escrita en latín Canibus britannicus, y que firma como Ioannes Caius, latinizando su nombre como era la moda entonces entre los eruditos. Según cuenta él mismo, mantuvo correspondencia con un naturalista suizo, Conrad Gesner, autor de Historiae Animalium, que le animó a escribir su libro sobre las razas caninas británicas.

El clérigo naturalista inglés Edward Topsell no clasificó las razas pero sí incluyó láminas de perros en su bestiario The History of Fourfooted Beasts and Serpents (Historia de las bestias de cuatro patas y las serpientes), publicado en 1605. Topsell se cura en salud -por si acaso- diciendo que

no haría que el lector imaginase que he contado todo lo nunca dicho de estas bestias, sino solo lo que han dicho muchos… 

Así, Topsell, entre otras «perlas» dice, por ejemplo, que las comadrejas dan a luz por las orejas, que los elefantes adoran al Sol y a la Luna y quedan embarazados al masticar la mandrágora o que los ratones se reproducen no sólo copulando, sino que también la tierra los engendra…

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                                                 Ilustración del Bestiario de Edward Topsell

Pero los que marcan la pauta en la teoría clasificatoria son casi todos franceses. El naturalista Georges Louis Lecrerc, más conocido como el Conde de Buffon, en su Historia natural, general y particular (1775) clasificó unas treinta razas, atendiendo a la forma y porte de las orejas, según fuesen erguidas, caídas o parcialmente erguidas.

En 1790 el abate Pierre-Joseph de Bonnaterre publicó en varios volúmenes su Tableau Encyclopédique et Métodique des Trois Règnes de la Nature…aunque se conoce más resumido tan largo título como el Tableau  («la pizarra»). El Tableau contiene más de 400 ilustraciones de los animales conocidos y, dentro de ellos, ilustra y clasifica grupos de perros según razas o tamaños.

perros falderos de Bonnaterre0002molosos de Bonnaterre0002

                           Perros falderos y molosos, según Bonnaterre

Otro naturalista francés, Georges Cuvier, fue el primero en clasificar el reino animal desde el punto de vista estructural o morfológico que, no obstante, estaba completamente estructurado a su función. En su obra Reino animal distribuido a partir de su organización (cuatro tomos en su primera edición de 1817, que se ampliaron a cinco a partir de la segunda edición, ya en 1829), se basó en caracteres craneanos y en la relación cráneo-maxilar para establecer tres categorías: pastores procedentes del Perro de las Turberas, molosos y galgos.

En 1885 el veterinario militar Pierre Megnin estableció cinco tallas según la alzada: mayor de 65 cm., de 40 a 65, de 20 a 40, o menor de 20, y el pachón para las dos menores. Y establece según su estructura corporal, cuatro tipos o categorías: lupoides (pastores), bracoides (caza), molosoides (defensa) y graioides (galgos).

Poco más tarde otro veterinario, Charles Cornevin, profesor en la primera Facultad de Veterinaria de Europa, la de Lyon -fundada en 1763- y en su libro Tratado de Zootecnia Especial (1897), establece una clasificación basada en caracteres externos: talla, proporciones, pelaje y forma de las orejas. Como novedad añade a las cuatro razas de gatos descritas por Karl von Linné (Catus angorensis, C. hispanicus, C. domesticus y C. ceruleus) tres razas más.

El catedrático de Zootecnia y Sanidad en la nueva Facultad de Veterinaria de Alfort (París), Raoul Baron, propuso en 1878 que en todas las especies existe un prototipo. En el caso del perro, estaría entre los 25 y 30 kg. de peso, de perfil recto y de proporciones medias, a lo que llamó eumétrico. Como ejemplo, sería el Pastor Alemán. Todos los animales podían ser definidos mediante tres cifras, cada una del -1 al +1, siendo el prototipo ideal el 000.

1ª cifra: heterometría, de peso y forma.

2ª cifra: aloidismo, perfiles generales.

3ª cifra: anamorfosis, proporciones totales.

El interés por los perros seguía aumentando. Ya en el año 1859 se celebró la primera exposición canina, en Newcastle-on-Tyne, aunque en aquella ocasión sólo participaron Setters y Pointers. Por cierto: la primera exposición felina se celebró en 1871 en el palacio de Cristal de Londres, donde participaron 170 gatos, aunque hubo un precedente «gatuno», una exposición que se celebró en Winchester, en 1598.

Este incremento de la popularidad y la necesidad de establecer unos parámetros fijos, lo que se llamó estándar para cada raza en concreto, motivó la fundación en 1911 de la F.C.I., la Fédération Cynologique International, con sede en Thuin,  Bélgica, donde se clasifican las razas reconocidas -337 según mis datos-  oficialmente en diez grupos, según su aptitud o afinidad, según la clasificación propuesta por Villemont en 1970.

Sin entrar en los otros grupos, a los molosos corresponde el Grupo 2º, de perros de guarda, defensa y utilidad. Dentro de este grupo se distingue entre los molosos de montaña (tipo mastín), de pelo largo, y los de tipo dogo, de pelo corto.

Descripción y fenotipo

Según Pierre Megnin el adjetivo «molosoide» define a perros de …cabeza maciza, esferoidea y cuboidea, con orejas pequeñas y caídas, hocico corto, belfos largos y gruesos, cuerpo proporcionado de gran talla, así como cinco dedos en los pies traseros igual que en los delanteros…

Aunque actualmente se reconozcan de forma oficial más de sesenta razas de guarda, muchos de ellos han sido conseguidos mediante cruces experimentales (Dobermann, Bull Terrier, Pit Bull, Dogo argentino, Leonberger, etc.) y otros, sencillamente, no se ajustan a la definición de molosoide. En animales de tan antiguo origen no se puede pretender una pureza total, pero sin duda los molosos de hechuras más clásicas los encontramos en razas originarias de zonas aisladas o montañosas donde, como veremos, han podido evolucionar libres de todo contacto: mastín español, del Pirineo, del Tíbet, del Caucaso (Ovtcharka), Tatra, San Bernardo, Karabash, etc.

¿Hay molosos miniatura?

No todos los molosos son grandes perrazos. Sorprendería saber que dos de ellos, de los considerados falderos, tales como el Pekinés y el Carlino, pertenecen a la misma categoría que los mastines. El cómo estas dos razas llegaron a reducir hasta tal punto su tamaño tiene su explicación en la intervención, otra vez de la mano femenina, y esta vez oriental al seleccionar los perros para compañía entre los más pequeños, y cuanto más pequeños mejor.

La enanificación de razas es un paso más en la neotenización y lo que se busca es un aspecto lo más infantil posible. Es lo que se conoce como maternidad vicariante, podríamos decir como un sucedáneo de la maternidad. Como dice una amiga mía criadora de Carlinos: …es lo más parecido a tener en brazos un bebé , con esa mirada…

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Cachorro de Carlino, el de la cara de niño. Otro moloso enanificado: el Bull Dog Francés

Los llamados popularmente «perros falderos» no son un invento moderno. Existían ya en la antigüedad en sociedades altamente civilizadas: chinos, persas, griegos, romanos… Como vemos en sus ilustraciones o nos cuentan las crónicas, tenían ya sus perrillos sentados en el regazo de los mandarines o de las grandes damas. Popea, la mujer del emperador romano Nerón, tenía un Maltés al que situaba en las ceremonias oficiales por delante de Lépida, tía del emperador, lo que ocasionó una vez una disputa tan violenta que Lépida murió del disgusto.

El geógrafo y viajero griego Estrabón los cita en su Geografía (año 29 a.C.), que ha llegado hasta nuestros días casi intacta, reunida en 17 «libros» o capítulos, y donde además de recopilar todos los conocimientos geográficos de la época, hace una mención a estos perros:

existe un promontorio en la isla de Sicilia llamado Melita de donde se transportan muchos y graciosos perritos llamados canis melitae, los cuales son apreciados por las patricias como si fuesen alhajas…

Pero si la enanificación de las razas no es invención moderna, el actual protagonismo o utilidad de los perros como animales de compañía, ha favorecido la reducción en el tamaño sacando variedades «enanas» de varias razas, hasta hace muy poco de utilidad: Teckel, Schnauzer, Pinscher, Caniche, Yorkshire Terrier, Pomerania, etc.

Testimonios arqueológicos e históricos de los molosos. La caza y la guerra

El nombre de «moloso» proviene de la antigua región de Molosia, en el montañoso interior de la región del Epiro – en la actual Albania-, lo que daba nombre a sus habitantes: los molosos. Alrededor del año 400 a.C. un escultor desconocido erigió una estatua a Molossus, el perro de Olympia, hija de Pirro, rey de los epirotas. Precisamente en el Epiro, actualmente zona fronteriza entre Albania y Grecia -y en algún otro punto de los Balcanes- y hasta los años 50 vivieron de forma totalmente nómada, sin cultivar la tierra, una raza de pastores, los sarakatsani, dedicados exclusivamente a la cría de ovejas y al comercio de los quesos y la lana.

Perros similares a Molossus fueron utilizados desde la antigüedad en Grecia, Egipto y Asia Menor como fuerzas auxiliares en los ejércitos. Su fiereza y acometividad les hicieron tanto o más apreciados por sus cualidades como guardianes de casas y rebaños que como perros de presa en las cacerías, o como auxiliar en la batalla. Resultarán ser los mejores soldados, sin conocer el miedo, sin rendirse jamás.

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                                             Molosos asirios, usados para la guerra

Guerra y caza gozan del más alto prestigio y van unidos en la mentalidad batalladora de aquellas épocas, mentalidad que se prolongará hasta más allá de la Edad Media. En la Conquista de América, heredera del espíritu de frontera de la Reconquista, los fieros perros alanos lucharán junto a los exploradores.

mañoso en la caza, arte e sabiduría de guerrear y de vencer… (Alfonso X, Código de las Siete Partidas, escrito dentro de la 2ª Partida, Título 5, Ley 20).

no hay cosa que más se allegue con las maneras del caballero que ser montero o cazador… (Infante Don Juan Manuel -sobrino de Alfonso X- , Libro de la Caza, 1325).

Perros libro de monteria alfonso XI0001

     Libro de la Montería de Alfonso XI (1312-1350), donde aparecen los molosos

el caballero debe cabalgar, justar, correr lanzas, ir armado, tomar parte en torneos, esgrimir, cazar ciervos, osos, jabalíes, leones, y las demás cosas semejantes a éstas que son oficio de caballero; pues por todas estas cosas cosas se acostumbran los caballeros a los hechos de armas… (Ramón Llull, Libro de la Orden de caballería. 1275).

       betanzos sepulcro

Sepulcro con escenas de caza de la iglesia de Betanzos, soportado sobre dos figuras de piedra: un jabalí y un oso.

Hasta Cervantes nos deja su opinión: ….la caza es imagen de la guerra… (Don Quijote, 2ª parte, cap. XXXIIII …no, no me he equivocado: 4 como IIII.

Las más antiguas representaciones de molosos se encuentran en los frescos con que los egipcios decoraban casas y templos, con su habitual estilo realista, de gran naturalidad. La estela del faraón Intef II (2118-2069 a.C.) de la XIª dinastía es famosa al aparecer representados sus tres perros, cada uno con su nombre (en idioma no egipcio) y al lado, la traducción al egipcio.

Antef II

        Los perros de Intef II: Behekay (Gacela), Abaquer (Galgo) y Pehetes (Negro)

Abundan los bajorrelieves hititas, y asirios donde les vemos en la caza del león y del asno salvaje, o sujetos por traíllas a sus anchos collares y conducidos por los soldados: grandes perros de aspecto fiero, cabeza ancha, orejas caídas, cola enroscada y pelo corto.

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Palacio de Taklat-Palasar, 1150 a.C.

Molosos hititas

Relieve del periodo hitita de la caza del león, con perro

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Exvoto encontrado en Nísibis, Babilonia, con representación de un moloso, dedicado a «la diosa que atiende las oraciones»

molosos NíniveMolosos ninive la caza del asno

            En el palacio de Nínive son abundantes las representaciones de molosos

Los antiguos egipcios les pintaron en escenas de guerra: Tutankamon contra los nubios del Sudán (1.350 a.C.) o Ramsés II contra los hicsos en la batalla de Kadesh (1.300 a.C.), donde se ve a los molosos mordiendo a los enemigos y despejando el camino al faraón victorioso.

Molosos tutankamon nubios 20005        Tutankamon -nubios         

Perros de guerra representados en la llamada Caja Pintada, bajo el carro de Tutankamon. Museo de Antigüedades Egipcias del Cairo. Parecen similares pero no lo son. En el de arriba, contra los hititas. En el de abajo, contra los nubios del Sudán.

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Teja de arcilla esmaltada con cobalto. No es un Gran Danés arlequín, es un moloso egipcio.

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Mango tallado de marfil con imágenes de molosos de un cuchillo de silex del Periodo Geerzense (o cultura Naqada II), predinástico egipcio (3.500-3.200 a.C.), zona de El Fayum.

Se cuenta una anécdota sobre Alejandro Magno que, en el año 330 a.C., barrió desde Egipto hasta La India con su ejército de macedonios. Llevaba con él a su perro Periles, al parecer un moloso que le regalaron cuando tenía once años y que le salvó la vida -aunque al perro le costase la suya- mordiendo en el labio a un elefante en la batalla de Hidaspes, contra el rey Poros de La India, en el año 326 a.C. Y otra anécdota cuenta que un rey de Albania le regaló un gran moloso con fama de invencible. Alejandro le enfrentó a un jabalí y a un oso, pero el perro ni siquiera se levantó. Decepcionado y creyéndole cobarde le mandó matar pero el rey, al saberlo, le regaló otro advirtiéndole que su valor era tan grande que despreciaría cualquier enemigo que no fueran leones o elefantes.

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Grabado del S. XVIII con la figuración del enfrentamiento del legendario moloso regalado a Alejandro luchando contra un león, tras vencer al elefante

Los romanos emplearon para el circo sus molosos, los canis pugnaces, enfrentándolos a las fieras para diversión de la plebe. Y Julio Cesar en sus crónicas La Guerra de las Galias nos cuenta que, cuando desembarcó con sus legiones en las costas británicas, encontró junto a sus adversarios unos grandes perros amastinados, similares al actual Mastiff inglés.

Los molosos conquistan Europa. El mito del mastín del Tíbet

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Hay muchas teorías acerca de la aparición de los molosos en Europa y, como sucede cuando las cosas no están muy claras, se tiende a mitificar. Se ha propuesto a los fenicios y, sobre todo, a los romanos como introductores de las razas por los países que formaron parte del Imperio Romano. Y ya, mitificando, se cita casi siempre al mastín del Tibet como supuesto antecesor de todos los molosos.

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Cartel en la entrada del monasterio budista de Kopán, cerca de Katmandú, en Nepal. No se leer sánscrito pero seguro que debía poner algo así como «cuidado con el perro». Imagen de moloso.

Los iniciadores de esta teoría fueron sobre todo cinólogos suizos. En 1897, el inspector forestal superior Max Siber, de Winterthur, escribió el libro Der Tibetanhund (El mastín del Tibet, 1897), en el que describió al mastín del Tibet junto a otros molosos como el Boyero suizo, sugiriendo su ascendente. El profesor Bernhard Studer y, más tarde, el doctor B. Siegmund admitieron, no obstante, que el tipo dogo (el molosoide descrito por Megnin) se desarrolló en diferentes épocas y lugares, de diferentes razas.

Según Albert Heim, geólogo e investigador suizo, en 1850 y hablando del San Bernardo consideró tres hipótesis respecto a su origen:

1-la de Studer, que lo consideraba descendiente del Canis familiaris inostranzewi.

2- la de Siegmund, que pensaba que era un agigantamiento del perro de las turberas.

3- la de C. Keller y H. Kramer, que lo hacían descender del mastín del Tíbet

Es frecuente encontrar en la bibliografía sobre molosos la cita, repetida por unos y otros autores por lo magnífica, del viajero veneciano Marco Polo, que se supone conoció a este perro en sus viajes, y lo describió de forma un tanto sobrecogedora: …grande como un asno y con la voz potente como un león…

Sin embargo, en el libro donde narra su largo viaje, Il millione, traducido al castellano como Viajes (Ed. Austral, 7ª edición) no aparece la famosa cita. Marco Polo cuando habla del Tibet y de sus perros dice:

los indígenas son idólatrasTienen malas costumbres, crían grandes mastines muy recios para la lucha y para pelear con las fieras. Tienen muchas clases de perros…(Cap. CXVII).

Más adelante menciona otros perros diferentes:

del rey Canci, que reina en tramontana (describe el norte de Mongolia, lindando con Siberia)… Y sabed que la Rusia Mayor confina en el norte con esta provincia… Este rey no tiene ciudades ni fortalezas. Sus gentes se nutren de leche y de carne… Por causa del frío intenso viven en casas subterráneas… Existen allí también grandes osos blancos… Y este rey posee una región donde no pueden vivir los caballos, el hielo y el cieno son tan considerables que los caballos no pueden andar, por esta razón han hecho trineos sin ruedas, que van sobre el hielo y no se hunden en él. En estos trineos ponen pieles de osos y tiran de ellos los perros de los que os he hablado… Hay mesones donde el viajero se puede albergar. En éstos hay por lo menos cuarenta perros mastines grandes como pollinos (el subrayado es mío, Marco Polo no dice nada de su mítica «voz de león»), y son estos perros los que transportan los correos de un sitio a otro…(Cap. CCXVIII).

Marco Polo está describiendo una región ya metida en Siberia con osos polares, mucho hielo y perros que tiran de trineos… posiblemente a los que se refirió fue a una raza de perros nórdicos, y no al mastín del Tibet.

Diseminación y llegada a España. Las migraciones de los pueblos indoeuropeos

Se ha pretendido explicar su llegada a Europa central de la mano de los invasores que, procedentes de las estepas de Asia (hunos, ávaros, alanos y ostrogodos) irrumpieron desde el año 100 hasta el 900 de nuestra era. Pero esta teoría no explicaría por qué se encontraron en Suiza restos de un moloso parecido al mastín, hasta en los espolones dobles, del año 4.000 a.C.

Otros afirman que entraron a España con los fenicios, en sus viajes comerciales por el Mediterráneo. Sin descartar esta posibilidad, el cinólogo español Luis Esquiró y coincidiendo con las teorías de Studer, sugiere el origen multicéntrico de los molosos en diferentes lugares de Europa y Asia. La península ibérica sería uno de estos focos por su geografía aislada y la utilidad local de estos perros.

Pero podemos plantearnos una hipótesis aún más atractiva, que reúna el origen oriental y la adaptación hace miles de años, si nos remontamos a la expansión de los pueblos indoeuropeos, es decir, a los antepasados de (casi) todos nosotros.

Aproximadamente y a partir del año 5.000-4.500 a.C. se suceden consecutivas oleadas de aguerridos pastores nómadas y de agricultores con nuevas técnicas que, desde sus estepas del sur de Rusia y de Asia central, se irán extendiendo hasta cubrir una zona que abarca la casi totalidad de Europa, y desde Turquía hasta la India.

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En su largo periplo de miles de años, los llamados indoeuropeos o pueblos arios se diversificarán, mezclandose en algunos casos con otras culturas, dando origen a numerosos pueblos: castas superiores de la India, suecos, afganos, ingleses, persas, alemanes, catalanes o castellanos, de lenguas muy diferentes pero con un origen común.

Su espíritu conquistador y sus técnicas avanzadas hacen desaparecer las primitivas culturas agrícolas de Europa y dejan numerosos testimonios en los mitos de los héroes griegos e hindúes, o en sus choques con otras culturas ya presentes. Indoeuropeos son los Pueblos del Mar y los hititas que amenazan Egipto y, a cambio, les enseñan unas armas que, para aquellos tiempos, fueron tan revolucionarias como más adelante serán la pólvora y los misiles: el caballo, el carro de guerra y las armas de hierro. Parte de aquellos Pueblos del Mar son los filisteos que menciona la Biblia y de los que procede el nombre de Palestina.

Aunque con el tiempo se establecen, desarrollando culturas tan avanzadas como la griega y la romana, las primeras oleadas de invasores de las varias que se irán sucediendo (y las últimas: aquellos hunos, alanos y ostrogodos que acaban con el Imperio Romano) se organizan en tribus de pastores, en busca de hierba fresca para sus rebaños de ovejas, vacas y caballos. En su nomadeo, durante siglos y siglos, utilizarán perros para defender los campamentos y el ganado, perros que se irán moldeando en el duro clima de la estepa y de las montañas, siempre en guardia contra las manadas de lobos que acechan los rebaños, atentos al menor descuido para hacerse con una presa tan indefensa y apetecible como las ovejas.

Allí donde se establezcan las tribus, sus molosos irán diferenciándose en razas locales aunque manteniendo unas características comunes: instinto agresivo y desconfiado, gran tamaño, pelaje espeso y protector y, en algunas razas, colores claros para distinguirse de los lobos en la confusión de los ataques nocturnos, como ya sabiamente aconsejaban Columela y Plinio en sus tratados.

Podríamos preguntarnos por qué los pastores indoeuropeos «inventan» los mastines mientras que otros pueblos de pastores nómadas como los beduinos árabes o los judíos de la Biblia no poseen estos perros. La respuesta puede estar en el clima. Las razas grandes se producen en climas fríos como las estepas y montañas, escenario habitual de los mastines. La segunda explicación, y también asociada al clima, puede estar en el enemigo contra el que se ha seleccionado: el lobo.

En los desiertos y resecos páramos de Asia Menor y África los lobos son escasos y de pequeño tamaño: ... los lobos de Egipto son apenas más grandes que zorros... (Aristóteles, Historia Natural, Lib.VIII, c.28), al contrario de los grandes lobos que abundan en las estepas y montañas de Europa y Asia Central. En las zonas cálidas abundan los chacales, poco más peligrosos que los zorros, y si había predadores grandes eran en todo caso leones o leopardos, contra los que ni el más fiero mastín tiene nada que hacer.

Los celtíberos, pueblos de pastores

Entre los años 1.000 y 500 a.C. llegan a España las primeras avanzadillas de pueblos indoeuropeos, como los celtas, estableciéndose inicialmente en la meseta norte, muy escasamente poblada, al contrario que las zonas pobladas por iberos, en el este de la península. Queda sin ocupar el País Vasco, único reducto pre-indoeuropeo en Europa, junto con Laponia.

Julio Cesar en su libro Guerra de las Galias (Lib. I, cap. 51) narra que, estando cerca de Lérida, se acercó a su campamento un nutrido grupo de arqueros y jinetes galos en número de 6.000 que, junto con sus hijos, mujeres y esclavos, alcanzarían tal vez la cifra de 20.000. Habían cruzado los Pirineos buscando tierras donde asentarse. Para cuando los romanos entran en escena, año 200 a.C., encuentran en la meseta central una amalgama de pueblos celtíberos en diferente grado de desarrollo, es decir, de evolución desde el nomadeo a la agricultura.

Algunos de ellos, como los vacceos, distribuídos por lo que será la provincia de Valladolid y limítrofes, practican lo que se ha dado en llamar el «comunismo agrario»:

entre los vacceos la propiedad de la tierra es comunal. Cada año reparten la tierra cultivable en lotes familiares. La cosecha total era para la comunidad que la repartía según las necesidades. Al que se quedaba con alguna parte se le ejecutaba…(Diodoro de Sicilia, Bibliotheca Historica, Lib.V, cap. 34).

Pero casi todas las tribus: lusones, pelendones, titos y arévacos (los que defendieron Numancia) siguen siendo ganaderos y la abundancia de sus rebaños de ovejas, vacas y caballos sorprende a los cronistas romanos: … en cuanto a su alimentación, se sirven de todo tipo de carnes, que abundan entre ellos…(Diodoro, obra citada, Lib. V, cap. 34). Curiosa o casualmente, Castilla-León (antiguamente Castilla La Vieja) sigue siendo la Comunidad Autónoma donde el consumo de carne es más alto.

El griego Polibio, amigo personal del general romano Escipión y testigo presencial de la caída de Numancia, en su Historia General se asombra de que entre los celtíberos … la caza no se aprecia en nada, se la dan gratis a quienes compran alguna otra cosa…. Y se asombra porque los romanos son casi vegetarianos, raramente consumen carne y sólo en ocasiones especiales, comprando la carne -cara- de los animales sacrificados a los dioses o criando algún cerdo, si acaso …comedores de hierba… les llama irónicamente Plauto, autor de comedias de la época.

Como indicio de su gran actividad ganadera hay varios testimonios: las ciudades arevacas de Numancia y Termancia en el año 139 a.C. (seis años antes de su cerco y destrucción por Escipión, en el 133 a.C.) entregaron a los romanos como impuesto tres mil pieles de buey y ochocientos caballos. Apiano de Alejandría en su amplia y detallada Historia Romana y en su sección Sobre Iberia nos cuenta que …cuando el general Lúculo sitió la ciudad de Intercatia les exigió, a cambio de su indulgencia, cincuenta rehenes y diez mil sagum (túnica confeccionada con lana de oveja)… El mismo Apiano y hablando de Lúculo dice que recibió de Cauca (la actual Coca) rehenes, plata y fuerzas a caballo, pero que Pallantia (la actual Palencia) le ofreció dura resistencia con su caballería.

…(los lusitanos) crían unos caballos tan veloces que las yeguas son fecundadas por el viento Zéphirus… (Plinio, Historia Natural, Lib.VIII, cap. 166…¡otra vez Plinio con sus historias!).

Porque ésa es otra cuestión. Apiano y Polibio destacaron el valor y la feroz resistencia que les opusieron aquellas tribus. Polibio cuenta a los romanos:

extraordinaria fue la naturaleza de esta guerra, así como la duración de los enfrentamientos. En verdad, si alguien quiere imaginarse una guerra de fuego, que piense sólo en ésta…No sólo quitan la vida a los hombres, sino que abren en canal a los perros y destrozan a los animales…

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A la izquierda, guerrero ibero de una estela de Osuna, en el Museo Arqueológico Nacional. Se observa perfectamente la empuñadura característica de una falcata, la espada típica hispánica, en su mano derecha. A la derecha, guerreros celtíberos. Dibujo a partir de la iconografía de una vasija de Numancia

Son las Guerras Celtibéricas, que llegan a producir crisis políticas en Roma por su larga duración, más de veinte años, y su alto coste en hombres y en medios. En el año 152 a.C. la leva para reclutar hombres con destino a Hispania fue tan impopular que hubo de suspenderse la operación.

los celtíberos suministran para la lucha no sólo excelentes jinetes, sino también infantes que destacan por su valor y su alta capacidad de sufrimiento… (Diodoro de Sicilia, obra citada, Lib. V, cap. 33).

El general cartaginés Aníbal encontró en estas tribus magníficos mercenarios para sus ejércitos: …los hispanos ocupaban la vanguardia de Aníbal, las mejores tropas de todo el ejército… (Tito Livio, Ab Urbe condita –La fundación de la ciudad-, año 10 d.C.).

vinieron también los celtíberos. Honor es para ellos caer en la batalla… Los lusitanos son tropa terrible, hábiles en emboscadas, ágiles, ligeros y capaces de salir de peligros… (Silio Itálico, Punica, 80 d.C.).

Cuando Aníbal se dirige a Italia para atacar Roma, a punto de cruzar los Alpes, cuenta entre sus tropas con 8.000 hispanos de a pie y dos o tres mil jinetes celtíberos, aparte de sus 37 elefantes. Tras quince días de dura travesía y con el río Po ya a la vista los supervivientes, según Polibio …parecían una manada de fieras…

Aníbal, en vísperas de la batalla de Tesino (año 218 a.C.) contra Roma, arenga a sus tropas para infundirles valor y dirige este mensaje a la caballería celtíbera, mercenarios que forman sus fuerzas de choque:

… bastante habéis tenido que soportar hasta ahora apacentando ovejas en los pelados montes de Lusitania y Celtiberia, sin ver el fruto de tantas fatigas. Ya es hora que recibáis vuestra recompensa y logréis el premio de vuestros esfuerzos…

El clima de la meseta es duro, y para mantener su ganado necesitan conducirlo de un lado a otro, según las estaciones, para aprovechar los mejores pastos. Nuestros aguerridos tatarabuelos están inventando la trashumancia.

El mastín español. Razas y variedades

hay otros perros que llamamos mastines, que son tan grandes de cuerpo como los dichos alanos, fieros a la guarda del ganado. Tienen gran cuello y fuertes pechos. De medio cuerpo atrás son cenceños (enjutos), tienen mucha fuerza y ligereza, son muy valientes, pues en los desiertos montes siguen a los lobos, defendiendo el ganado y mano a mano pelean con ellos y los matan, en que se conoce su mucha valentía, pues rinden tan fieros animales… (Alonso Martínez de Espinar, Arte de Ballestería o Montería, 1644).

Pastoreo mastin 3

Ya tenemos al mastín entre nosotros. Donde alcanzará un protagonismo destacado será en la trashumancia y de ella hablaré en el apartado sobre la Mesta. En la península aparecen cuatro razas reconocidas, que fueron separándose en sus diferentes zonas de trabajo. Los mastines de Portugal: el Rafeiro do Alentejo y el Cao da Serra Estrela, son bastante similares al español, del que con toda probabilidad descienden, en el avance de la Reconquista.

Nuestros dos mastines, el español y el del Pirineo, se fueron diferenciando desde los comienzos al vivir en zonas aisladas y al quedar separados por la cordillera Ibérica. El trasiego de ganado y perros que podía darse por los contactos entre La Rioja y Navarra, quedó interrumpido tempranamente, al establecerse de forma definitiva la frontera entre los reinos independientes de Aragón y de Castilla por el Tratado de Almizra en 1244, entre Jaime II de Aragón y el infante Alfonso de Castilla, futuro Alfonso X, y que fijaron los límites entre ambos reinos al estar los dos en pleno proceso reconquistador. Al quedar marcadas las fronteras los contactos entre los pastores de ambos reinos serán nulos.

La trashumancia o, como se suele denominar más adecuadamente, la trasterminancia en Aragón se establece en un corto recorrido de pocos días, entre el somontano aragonés y los pastos pirenaicos. La distribución del mastín del Pirineo se centra en los valles que, de norte a sur, cruzan el Alto Aragón: Hecho, Ansó, Tena, y los lindantes del Roncal navarro y del valle de Arán.

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Mastín del Pirineo a la derecha. A su izquierda su vecino francés, el Montaña del Pirineo

La vida en la alta montaña favoreció el espeso pelaje y su típico manto blanco con algunas manchas oscuras, color que además de aislarlos del frío, evitaba la confusión con los lobos en los ataques nocturnos. Aunque a veces se confunda con su vecino del lado francés, el Montaña de los Pirineos, en este último el color blanco es total, y la cabeza algo más cónica.

El mastín español sigue siendo abundante en un amplio territorio que se corresponde con su antigua zona de trabajo, desde León y La Rioja hasta Extremadura y Sierra Morena. En tan extensos dominios y además del pastoreo se dedicó a la guarda de fincas, principal actividad hoy día. Se ha pretendido y es común, buscar razas en lo que no son simples variaciones en tamaño y pelajes. Por razones de clima, los ejemplares más corpulentos se dan en las montañas de la zona leonesa, mientras que los meridionales suelen ser más ligeros y con menos pelo.

Para aumentar la confusión se habla del «mastín ligero» en tierra de monterías, que no es otra cosa que el resultado de su cruce con podencos, a fin de hacerlo más veloz para su empleo en las rehalas. No hay mastín manchego, ni leonés, ni andaluz ni extremeño. Son todos la misma raza, el mismo mastín que, años atrás compartió el pan con los pastores, compañeros (del latín cum panis: el que comparte el pan) en los largos caminos de la Mesta.

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El más popular de los molosos: el San Bernardo. Y el Terranova, rescate de naúfragos.

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Otro moloso: el Ovtcharka o pastor del Caucaso.  Uno, en un chalet. El otro, en su ambiente

Un recuerdo para el alano

En España, además de los mastines, hubo otros dos molosos: el dogo español y el alano. Mientras que el mastín siguió siendo necesario, con Mesta o sin Mesta, los otros dos fueron perros ligados a la aristocracia, utilizados en las grandes cacerías o en la guerra, y fueron perdiendo su razón de ser conforme iban menguando los privilegios de la nobleza.

La primera descripción del dogo se la debemos a un autor ya citado, Alonso Martinez de Espinar, ballestero de Felipe IV en su libro Arte de ballestería o montería y se lo compara, precisamente, con el alano:…los dogos tienen las mismas señales que el alano, pero son más cortos y membrudos, tienen la cola más corta y con más pelo….

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Una imagen vale más que dos palabras. Dos niños y un dogo, de Francisco de Goya

El dogo se utilizó también como «perro de carnicero», para manejar el ganado vacuno en el campo o para sujetarle en los mataderos, de la misma forma en que se utilizan hoy en las fincas de ganado bravo los Boxers o «chatos». En los festejos populares se utilizó, en las corridas, para azuzarles contra los toros mansos, costumbre que se suplió más tarde con el uso de las banderillas de fuego. Goya en su Tauromaquia o Antonio Carnicero, coetáneo de Goya, retratan tal costumbre en los grabados de la época.

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Aguafuerte de Antonio Carnicero en su Tauromaquia, Sexta suerte (año 1787)

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Detalle de Patio de caballos de la plaza de toros de Madrid (1.856), de Manuel Rodriguez de la Parra Castellano, más conocido como Manuel Castellano. Con dos dogos

En el mismo libro ya citado de Alonso Martinez de Espinar, nos encontramos una descripción del alano un tanto sobrecogedora: …el hocico romo, la frente ancha y levantada, los ojos hundidos y sangrientos, de un mirar espantoso, el cuello corto y ancho… La fiereza del alano tuvo sobrada aplicación como acompañante de los soldados en la Reconquista y, más tarde, en la Conquista de América.

moloso presa canariomolosos alano español

El alano español, una raza recuperada          Presa canario, sangre de alano

Los cronistas de Indias, semejantes a sus colegas romanos en su afán por registrarlo todo, nos hablaron de los más famosos de aquellos perros que, junto a los expedicionarios, sembraron el pánico entre los indios. En sus crónicas citan algunos como «Amadís», «Turco» o «Calisto». Más conocido fue «Bruto», de Hernando de Soto, explorador de La Florida y aficionado a la montería de cazar indios con sus perros. O «Leoncico» y «Becerrico», de Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Océano Pacífico.

Balboa soltó a los alanos y arremetió a los indios animosamente y a pocas vueltas los hizo huir…huían los indios de miedo a los perros por lo que dijeron… (López de Gómara, en El descubrimiento de las Indias). El mismo cronista añade también que «Becerrico» ganaba más que un arcabucero, por su valor innegable como soldado.

Pero más famoso fue su hijo «Leoncico», al que el cronista González Fernández de Oviedo que le conoció personalmente, describe en su Historia General y Natural de las Indias (Lib. XXIX, cap. III) como …alano bermejo (leonado), de hocico negro, recio y doblado (macizo), con muchas heridas y señales de la guerra con los indios… 

Hizo ganar a su dueño más de mil pesos en oro, ya que participaba como uno más en los repartos de botín y esclavos que conseguían en sus incursiones. Según el cronista,

era tan temido de los indios que iban más seguros diez cristianos con él que veinte solos… Y si algún prisionero se fugaba, a la voz de …¡Ido es, búscale!…lo encontraba y devolvía al campamento sujetándole firme, pero sin apretar de la muñeca, o destrozándole a dentelladas si al pobre desgraciado se le ocurría resistirse…

Semejante personaje no podía acabar bien: murió envenenado, y ninguno de sus hijos alcanzó su categoría. Su dueño, por cierto, murió degollado por orden de su suegro. Se ve que en aquellos tiempos revueltos pocos morían de viejos…

Los alanos también fueron utilizados en su negro papel de verdugos, para «aperrear» o ejecutar a indios rebeldes o esclavos fugitivos, y para castigar lo que se conocía como «pecado nefando», algo al parecer frecuente entre los indios y que no era otra cosa que la homosexualidad. De hecho, las referencias a esta tendencia sexual son numerosas:

ajusticiamiento con perro

Detalle del llamado Manuscrito del aperreamiento (Biblioteca Nacional de París, manuscrito número 374), donde se ve la ejecución de un sacerdote y seis nobles de Cholula, con glosas en nahuatl, bajo la supervisión de Hernán Cortés. Suceso acaecido en el año 1523, aunque el dibujo se realizó en 1560.

ajusticiamiento con perros

Grabado del holandés Johann Theodor de Bry en su serie Grandes viajes, o América. 1590

...en el tiempo que así estaba entre éstos vi una diablura, y es que vi un hombre casado con otro y éstos eran unos hombres amarionados (sic), impotentes y andaban tapados como mujeres, y hacen el oficio de mujeres… (Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en Naufragios y Comentarios, cap. XXVI).

El alano, aunque desaparecido de España, se ha vuelto a recuperar mediante cruces, por los escasos descendientes que se mantuvieron aislados en la Sierra de las Encartaciones, en Guipuzcoa. Pero el alano dejó en Sudamérica un descendiente, el Fila brasilero. El Fila, del portugués «filar»: agarrar, sujetar…, se ha mantenido hasta hoy en Brasil gracias a la estructura casi feudal de las grandes plantaciones de café y caña de azúcar. Utilizado para guardar las mansiones y, hasta hace escasos años, para la misma función que su aguerrido antecesor: la caza del indio o del esclavo fugitivo.

moloso fila brasilero