Todos los gatos, tanto los que viven en el exterior como los que viven dentro de casa, necesitan utilizar sus uñas, que son el arma con que les dota la naturaleza para desarrollar su instinto cazador. A veces estas uñas pueden suponer un problema para la convivencia con los humanos pero, para minimizar estos inconvenientes, se puede recurrir a la manicura, a la educación o a las fundas de silicona, evitando la deungulación.
El gato es un animal que ha evolucionado para ser un perfecto cazador. En aquellos ejemplares afortunados que tienen la posibilidad de acceder al exterior (los llamados out-door, que significa de puertas afuera), aunque sea el pequeño jardín de un adosado, los gatos van a ser felices explorando su territorio, acechando sigilosos a todo lo que se mueva, afilándose las garras en los árboles, dando rienda suelta a su instinto y a su necesidad de actividad física sin molestar a nadie.
El problema se da en los gatos caseros de interior, los llamados in-door (de puertas adentro), confinados toda su vida a un espacio cerrado pero que siguen necesitando la misma actividad que los out-door. Pese a su aspecto inofensivo de «felpudos-siempre-durmiendo», mantienen en lo más íntimo ese instinto y esas capacidades de predador, aunque ya no cacen, si acaso, más que las moscas en la ventana. La selección natural les ha dotado de rápidos reflejos, de un instinto que les pone rápidamente en guardia al menor imprevisto, de una necesidad de marcaje, y de unos instrumentos que son de lo más eficaz para su primitiva función de cazadores: sus afiladas garras.
Como saben muy bien todos los propietarios de gatos, en un momento dado de susto, hasta el animal más tranquilo puede sacar las uñas para defenderse…ya no atacar: éso sucedería en situaciones realmente graves, de mucha tensión. Y ellos pueden interpretar, con su peculiar lógica felina, que tienen que defenderse tal vez por algo tan simple como cogerle en brazos cuando él no quiere -los gatos son así: ellos deciden cuándo, cómo y con quién-, por meterle a la fuerza en su cesta, por despertarle en plena siesta o porque el otro gato de la casa quiere jugar y él, sencillamente, pasa de que le molesten.
Cualquiera de estas situaciones pueden motivarle a utilizar las garras, causando arañazos a veces bastante desagradables. Si a éso le añadimos la necesidad natural de marcar el territorio (él no puede saber si otro gato va a aparecer por casa en cualquier momento para usurparle la posesión de sus dominios), marcaje que, entre otras formas realizan arañando ciertas zonas con el consiguiente destrozo de tapicerías, alfombras o cortinas, pues es verdad que sus garras pueden llegar a producir problemas de convivencia. ¿Hay algún remedio, aparte de la opción drástica, que nos negamos a considerar, de desprendernos del gato?…pues sí, señores, podemos considerar por orden de preferencia, cuatro soluciones.
La manicura
Las uñas de los gatos, al igual que las nuestras, son de crecimiento continuo. Y, al igual que las nuestras, pueden recortarse. Para un gato adulto o nervioso que no esté acostumbrado desde cachorro, quizá la maniobra no sea de su agrado aunque, con paciencia, y sin cortar necesariamente las diez uñas delanteras en la misma sesión, podemos conseguirlo. Lo ideal es acostumbrarle desde cachorrito. La técnica es sencilla. Con unas tijeritas especiales, tipo tenacilla o de guillotina (las rectas no valen), y presionando suavemente el dedo para que asome la garra, se corta el extremo más afilado, donde forma el gancho. Basta con quitar dos milímetros. Si se realiza la operación aproximadamente una vez al mes, las uñas ya no estarán tan afiladas.
La manicura es especialmente necesaria en aquellos gatos ya viejos que, por artrosis u otras razones, ya no se afilan las uñas…ni en el rascador, ni el el caro sofá de piel que tanto nos gusta. Pero como decía en el apartado anterior, las uñas son de crecimiento continuo y si ellos no las gastan, irán creciendo cada vez más hasta llegar a clavarse por el hecho de crecer curvadas, literalmente en sus propios dedos. Atiendo con frecuencia este tipo de pacientes seniles con uñas clavadas y cuyos propietarios me los traen a la consulta porque notan que se mueven con dificultad, o porque reaccionan con agresividad al intentar explorar sus patas. ¡Importante el cuidado y la revisión de las uñas en los gatos viejos!
La educación
Pero…(ya me parece estar escuchando el rumor de fondo)…¿pueden educarse los gatos?. Pues sí, señores, los gatos pueden educarse. La única salvedad es que la educación debe ser persuasiva y no coercitiva, es decir: no admiten los castigos físicos ni las imposiciones. Para ellos no somos, como en el caso de los perros, animales sociales y jerarquizados, el «jefe de la manada», «el macho Alfa», no. Somos sencillamente compañeros de apartamento. O sea, que de gritarles nada de nada y de pegarles aún menos: sólo conseguiríamos asustarles más. ¡Paciencia, señores, con los gatos hay que tener paciencia!.
A veces dan ganas, pero éste no es el mejor método. Calma y paciencia
En el caso de las molestias producidas por el uso del marcaje con las uñas en los sofás (ese carísimo sofá de piel que tanto les atrae), puede bastar con cubrirlos con una manta o un plástico que los haga menos «interesantes». Incluso en los puntos de rascado se pueden colocar objetos que se caigan haciendo ruido, como una sencilla botella de plástico vacía, por ejemplo, que les asuste y les disuada de seguir utilizando esas zonas. Aplicar olores de cítricos como zumo de limón diluído, o pulverizar finamente (no hace falta empapar) con algún ambientador con olor a cítrico, se ha demostrado eficaz en la mayoría de los casos. Y, como alternativa, colocar al lado un rascador.
Los rascadores
Hay un surtido infinito en el comercio: horizontales, verticales (los más atractivos), con un piso (o con dos, o con tres), con una caja hueca donde les gusta guarecerse, etc. Lo principal es ofrecer una superficie o un poste forrados con moqueta, con cuerda de pita u otro elemento áspero, en el que les encanta clavar y afilarse las garras.
Lo más recomendable es acostumbrarles (sí: educarles) desde pequeñitos. Arrimarles al poste y rascar nosotros primero con nuestras propias uñas, haciendo ruido. Como son tan curiosos se fijarán mucho. Y después con una de sus patitas frotando sobre el rascador. Otro de los consejos que suele resultar muy útil es frotar el rascador con cat-nip, con la «hierba gatera», cuyo olor les resulta sumamente atractivo y que podemos encontrar en las tiendas especializadas.
La hierba gatera
No confundir con esas bandejitas con semillas de gramíneas que, al humedecerlas, crecen y comen para purgarse. El cat-nip o «hierba gatera» es una especie de la familia de las Labiadas (vamos a ponernos un poquito profundos), científicamente llamada Nepeta cataria, pariente de la lavanda, de la menta y de la valeriana, que produce una sustancia llamada nepetalactona.
Lo curioso de esa sustancia es que, en más de un 50% de los gatos mayores de 4 ó 5 meses, estimula en el cerebro de los gatos el mismo centro nervioso que, en nosotros, estimula el tetrahidrocannabinol, el THC, el principio activo de la marihuana. Nota bene: en los gatos el efecto de la nepetalactona es pasajero y no produce adicción (ni en nosotros tampoco, que conste). Pero, mientras les dura, es gracioso ver cómo se frotan, mordisquean y arañan allí donde lo hayamos aplicado. De hecho, muchos juguetes para gatos llevan esta sustancia para estimularles a usarlos, e incluso algunos rascadores incorporan una bolsita con hojitas secas, como las del te, y siempre es una buena ayuda para animarles a usar el rascador.
Las fundas de silicona
No es fácil encontrarlas en España, pero se pueden conseguir. A mí me las trajeron de los Estados Unidos. Los kits constan de 20 ó 30 funditas, con un tubo de pegamento instantáneo, tipo Superglue. El uso es sencillísimo: primero se cortan las uñas lo más posible, se aplica una gotita de pegamento dentro de la funda y se colocan sobre la uña. Debido al crecimiento de éstas, duran aproximadamente un mes, pero se pueden reutilizar. Y como son de colores…¡quedan monísimos!.
La deungulación
La deungulación es una operación que algunos dueños desesperados solicitan como solución ante los problemas que les causan gatos muy nerviosos, intolerantes (casos de bebés que se acercan gateando y les molestan con la respuesta agresiva del gato y el riesgo de lesiones serias), o destrozadores compulsivos de tapicerías, reacios a utilizar un rascador.
Nuestra obligación como veterinarios es informar: es una operación que, aún realizada con las debidas condiciones, es bastante traumática. Consiste en la extirpación de la primera falange (donde se inserta la uña) en los diez dedos de ambas patas delanteras. Absolutamente desaconsejada en gatos out-door que quedan literalmente desarmados ante los riesgos de tener que defenderse de perros u otros gatos. Además, tenemos que informar de que, como hemos visto, existen otras opciones posibles para evitar esas molestias.
Está prohibida en numerosos países. En España, en concreto, está prohibida en Cataluña por la Ley de Protección Animal, en el apartado E de su artículo 5 y, en breve, se irá extendiendo la prohibición a otras autonomías. Además, las asociaciones nacionales de veterinarios tales como AVEPA o, dentro de ésta, el grupo de especialistas en medicina felina: GEMFE, la desaconsejan totalmente.
Como información complementaria, para los que gustáis de navegar por internet, os recomiendo dos páginas muy interesantes. La primera, hojas de información del Feline Advisory Bureau sobre por qué arañan los gatos y cómo evitar que lo hagan en lugares indeseados:
http://www.fabcats.org/gemfe/articulos/Aranando%20y%20afilando%20las%20unas%20en%20casa.html
La segunda, traducción al español del artículo Por qué los gatos necesitan las uñas: www.migato.com
Por último, recordad que el rascado es una actividad totalmente normal en el gato: no es que nos esté «castigando» ni que sea un diablillo. Es necesario para ellos, se sentirán mejor física y psicológicamente. Como siempre, sólo tenemos que procurar entenderles y facilitarles el uso de sus garras. Éso sí, procurando que vivamos todos juntos y sin problemas.