Según un estudio oficial que el gobierno de los Estados Unidos hizo hace más de veinte años, el gato era el animal más rechazado, tras las serpientes y las arañas…ailurofobia, se llama esa figura. Y es verdad que para muchísimas personas los gatos siendo unos animales extraños, traicioneros, sigilosos, indomesticables… Los tiempos van cambiando y los gatos, poco a poco, se van haciendo cada vez más populares, perdiendo esa fama de animales «de los que no te puedes fiar»…Muchos de mis clientes con gato han descubierto, de repente y para su sorpresa un animal encantador, pero todavía son multitud los que no quieren verlos ni de lejos…como ellos dicen, es que yo no soy de gatos…
Si ésto sucede con los gatos en general, los gatos negros son especialmente «amenazadores», doblemente inquietantes. Asociados a la noche y al sigilo. Por esa misma razón, muy sugestivos. Pintores y escritores se han inspirado en ellos, y han tenido en la historia fuerte protagonismo.
En España y parte de Europa el gato negro se asocia con la mala suerte. En zonas de los Estados Unidos creen que un gato negro en casa condena a la soltería a las hijas casaderas. Y en varios países de Sudamérica, piensan que puede robar el afecto del otro cónyuge. Pero no todo es mala fama. En los países nórdicos se le considera un buen talismán. Los mahometanos creen que los yinns, los genios, intermediarios entre el cielo y la tierra, algo así como nuestros ángeles, toman forma de gatos, generalmente negros.
En Francia está aún extendida la creencia en el martagot, o gato brujo, que vive bajo la apariencia de un gato negro pero al que, si se le trata bien, proporciona riqueza a sus amos. Precisamente en París, entre la Rue de la Reine y la de Sant Denis hay una tienda, Au Chat Noir, flanqueada por sendas estatuas de gato en sus esquinas, y es fama que pasar por allí da buena suerte. Un antiguo egipcio diría que por ser símbolo de Isis y que, al ser dos, número femenino, la suerte es mayor.
Y hablando de los egipcios, gente muy gatófila, entre ellos los gatos negros alejaban el peligro de los venenos. En la Europa altomedieval se usó de forma menos delicada como medicamento: su piel se ponía sobre las quemaduras, y las cenizas obtenidas de quemar su cabeza se aplicaba sobre los ojos de los ciegos, en un intento de recuperar la visión. No todo eran curaciones: si un niño tragaba pelos de gato negro, ya no crecía más.
Pero la asociación pagana entre el gato negro y la diosa Isis, o su versión germánica Freya, resultó la perdición de miles de gatos cuando la Iglesia cristiana lo asimiló con el demonio, y no sólo entre las masas incultas: el papa Inocencio III, en 1208, declaró al gato, urbi et orbi, brazo de Satán. Pocos años después Gregorio IX, el 13 de Junio de 1233 publicó su Vox in Rama identificando los gatos negros con Lucifer.
Imagen de la diosa Freya con su gato
Santo Domingo, fundador de la orden de los dominicos, encargados de la Inquisición, hablaba siempre del demonio como de un gato negro. Y en la «guía de bolsillos» para inquisidores de la época, el Malleus maleficarum (Martillo de herejes) se afirma que los hijos de Satán toman forma de animales y, en especial, de gato negro.
Aproximadamente entre 1250 y 1750, en las actas de los procesos de brujería celebrados en Inglaterra se mencionan siempre, en las declaraciones de las pobres mujeres acusadas de brujas (y que generalmente acababan condenadas a morir en la hoguera) las «personificaciones» del demonio en forma de animal. Algunas eran tan pintorescas como moscas, abejas, ranas, cangrejos o vacas. Pero en más del 50% de los procesos, las acusadas aseguraban haber visto a Satán bajo la forma de un gato negro. Extraído de una de las actas por acusación de brujería, en Alemania, uno de los cargos fué…
…hablar amistosamente con el Demonio en forma de gato negro…
Sería motivo de risa si no fuera porque en este caso concreto se trataba de un acta real, y que la pobre mujer acusada, posiblemente murió en la hoguera por esta «diablura»…Con semejante propaganda no es de extrañar que proliferasen las hogueras por toda Europa. Como ejemplo de la barbarie medieval, bastan tres anécdotas:
-los Miércoles del gato, de la ciudad francesa de Metz, que comenzaron en el año 962, al sustituir una bruja condenada a la hoguera por un gato negro. Desde entonces y por Cuaresma, se quemaban encerrados en jaulas y barriles todos los gatos posibles, entre otras cosas para conjurar el baile de San Vito que, al parecer, hacía furor en la comarca.
-el Taigheirm, en Escocia, donde se quemaban lentamente y durante cuatro días, sin descanso, gato tras gato, en un acto público de desafío al diablo.
-y las Ceremonias del Fuego, que se han venido haciendo hasta 1905 varias veces al año, sobre todo el Día de San Juan, en Francia, echando gatos vivos a la hoguera.
En el antiguo Japón los gatos negros eran la forma en que se ocultaban entre la gente unas hermosas mujeres vampiro, aprovechando para colarse en las casas, seducir y asesinar a los hombres. Y la tradición hebrea cuenta que Lilith fué la primera mujer de Adán, a la que Yahvé expulsó del Paraíso por rebelarse abandonando a Adán, y a la que castigó por desobediente transformándola en vampiro bajo la forma de gato negro, y que desde entonces se alimenta de la sangre de los recién nacidos. Por esa razón entre los judíos, y especialmente entre los sefarditas, nunca dejan gatos negros donde haya niños de pocos meses.
El gato negro fue un argumento de peso de la acusación en los procesos contra brujas, templarios, valdenses, albigenses y demás herejes. Asombra pensar cómo pueden quedar gatos todavía. Seguramente deben su supervivencia a su mayor virtud: ser los mejores matarratas que se ha inventado hasta la fecha.
Y, sin embargo, ese color negro que tan mala fama les ha dado, ha garantizado su socialización y su conquista de los medios urbanos. Me explico: el color negro se lo proporciona un pigmento negro, la melanina, la misma que nos permite ponernos morenos. Pero como precursor metabólico de la melanina hay otro compuesto que puede también dar origen a un neurotransmisor, la serotonina, responsable de los estados de agitación, alarma, estrés, agresividad o competencia.
Si el precursor metabólico se «decide» a formar melanina, formará menos serotonina. Por tanto, un gato negro, será menos competitivo con otros gatos. Digamos que no perderá tanto tiempo peleando con otros gatos, será más sociable y con más oportunidades para reproducirse. Y ésta es una de las razones por las que, en las colonias callejeras, abundan y predominan los gatos negros, menos peleones que, por ejemplo, los atigrados en rojo, mucho más tendentes a la territorialidad.
Gatos siguiendo a una «repartidora» de comida. Primer dato: son todos negros y, por tanto, menos competitivos, más sociables. Segundo dato: van todos con el rabo en alto, postura neoténica con la que están diciendo: soy como un cachorrito, no quiero peleas.
En esta foto que tomé hace tiempo en la calle podemos observar dos gatos: el de atrás, un macho atigrado en rojo controlando en «exclusiva» a la hembra y atento a la aparición de cualquier posible competidor. La hembra, negra, camina delante.
El casting de los gatos negros
Un anunció apareció en el diario Los Angeles Times: Hollywood en busca de un gato negro. Al anunció acudieron, el 27 de Noviembre de 1961, ni más ni menos que 152 propietarios de gatos negros, a probar suerte.
Se trataba de un casting para la película Tales of Terror, estrenada en el año 1962 y dirigida por Roger Corman, basada en tres cuentos de Edgar Alan Poe: Morella, La verdad sobre el caso del señor Valdemar y la que nos interesa: El gato negro. Las fotografías forman parte de un extenso reportaje que el fotógrafo Ralph Crane realizó para la revista Life.
Asombra ver las largas colas con esos 152 gatos negros, sujetos algunos por correas -otros iban en brazos- , pacientes y más tranquilos que sus dueños. Ya sabéis: la melanina… Al final la productora contrató uno más «profesional» y con experiencia en rodajes aunque seleccionó siete más de entre todos ellos como apoyo para algunas escenas.
El momento de las confesiones
Sólo contaros y como detalle personal que a lo largo de mi vida como propietario de gatos, he tenido varios de ellos de color negro. El de ahora se llama Lee. El anterior se llamaba Mandi (de Mandinga…por lo negro). La primera, y también negra, se llamaba Champi. Siempre han vivido con otro gato. Champi vivió con un siamés llamado Luis, con el que tuvo cinco gatitos. De los dos penúltimos, Mandi fue el compañero de Simba, un precioso Bosque de Noruega. Y los dos últimos y con los que convivo actualmente, Lee y su compañero Dersu (un Siberiano cariñosísimo e igual de bonito), que gentilmente me han «prestado» sus nombres para el blog: DersuLee.
Me gustan todos los gatos, pero los gatos negros tienen una estética que a mí, personalmente, me fascina. Que conste que es mi opinión, para gustos están los colores. Lo que sí puedo confirmar es su carácter. Llevo en la actualidad cuarenta años ya como veterinario, y he conocido gatos con caracteres muy variables. Pero podría asegurar que los gatos negros suelen ser animales, por lo general, tranquilos (aunque haya algunas excepciones como auténticos demonios). En concreto los míos son animales muy buenos. Jamás les he oído gruñir ni bufar ni les he visto pelearse, y si de algo me quejo es de lo pesados y «cariñosones» que se pueden poner.
Simba y Mandi en sus buenos tiempos
Y si tanto Mandi como Lee en su «negritud» y «vulgaridad» (entre comillas) fueron o son los compañeros de dos gatazos con pedigrí: Simba y Dersu, dos razas de pelo semilargo y de muy buen carácter, no significa que estén por debajo en el «escalafón» felino. Quise, y hablaré de sus ventajas, tener siempre gatos en número de dos. Pero como pude elegir, aproveché para tener un gato negro en casa. Y nunca me he arrepentido. No sé si serán una reencarnación del demonio. Lo que sí se, es que son los mejores compañeros.
Dersu y Lee