
![]() Apreciar las leyes de la física clásica es fácil: todos podemos comprobar en qué consiste la ley de la gravedad, basta con dejar caer algo. El formular su explicación vendrá después, pero el fenómeno ya está visto.
En la física cuántica el tema es muchísimo más complejo. Sólo expertos matemáticos y físicos, mentes superprivilegiadas, muy por encima del nivel normal (del mío, por supuesto) son capaces de deducir mediante fórmulas matemáticas la existencia de partículas, subpartículas, energías o extradimensiones inimaginables para una observación normal. Teóricas mientras no puedan comprobarse. Por éso, y aunque quizá no sea la mejor forma de definirla, me atrevo a meter la física cuántica en la categoría de los mitos.
El tema de las deducciones matemáticas para explicar fenómenos físicos no es nuevo. Ya en fecha tan temprana como 1718 el astrónomo, físico y matemático inglés Edmund Halley (el que dio nombre al cometa) describió las trayectorias regulares apreciables de las estrellas fijas en el firmamento. Pero una de ellas, la más brillante en el firmamento y de las más próximas a la Tierra, Sirio, de la constelación de Canis Major se les resistía: no tenía una trayectoria lineal sino que su camino hacía «eses»…
En 1844 el astrónomo y físico alemán Friedrich Bessel dedujo, mediante cálculos matemáticos, que a la trayectoria de Sirio le afectaba otro cuerpo celeste, no visible con los telescopios de la época debido al intenso brillo de Sirio, pero que estaba ahí, y a la que llamaron Sirio-B o «el cachorro». Efectivamente se trataba de una «enana blanca», de altísima densidad y gran poder gravitatorio, que no se pudo observar hasta 1862. Pero Sirio siguió dando mucho más de sí.
En 1995 dos astrónomos franceses plantearon la posibilidad de una tercera estrella en el sistema, Sirio-C, en teoría una «enana roja» (nada que ver con la política, son términos de la astronomía) de enorme poder gravitatorio. Pero en 2011 se descartó con absoluta seguridad la existencia de Sirio-C.
Pero Sirio siempre ha dado para muchos mitos, debido a su intenso brillo. Los antiguos griegos la hacían responsable de producir la rabia en los perros. Pero más allá, en África, existe un pueblo en los límites de Malí junto a Burkina Fasso, los dogones, pueblo de agricultores, de creencias animistas con una amplia mitología y muy observadores del cielo aunque, por supuesto, sin ningún tipo de instrumento, ni tan siquiera de los más primitivos. Tuve ocasión de viajar allí hace años y conocerlos. Los dogones controlan el ciclo de Sirio y cada 50 años celebran una fiesta en su honor. Pues bien, cuando mencionan a Sirio los dogones dicen textualmente: «caminan tres juntas aunque sólo veamos una», afirmaciones que asombraban a los occidentales.
Dos teorías para explicar su conocimiento: la primera, que los dogones ya tuvieron contacto con europeos desde los años 20 del pasado siglo y bien pudieron adquirir información de temas que les interesaban especialmente. La segunda, y aquí ya entran a saco los mitos, las leyendas, las supersticiones y todo lo mágico, es que los extraterrestres les visitaron y les transmitieron sus conocimientos. Cuestión de fe: el que se lo quiera creer, que se lo crea.
Pero ciñéndonos a la física cuántica, su propia cualidad de ciencia «que no se vé» le confiere un aura de misterio que ha alcanzado a grandes sectores de la población. Todos hemos oído hablar, a todos nos «suenan» los Agujeros Negros, los Quarks, la Teoría de las Cuerdas o el famoso Bosón de Higgs, aunque apenas nadie salvo los especialistas podrían definirlos con claridad. Aunque sean pura ciencia, son mitos. Y como tales mitos van ocupando su lugar en ese campo tan mítico (y perdonadme la redundancia) como es la ciencia-ficción, hoy llamada de anticipación.
Invaden el cine: películas futuristas como The Martian o Interstelar, en las que participaron en el equipo como asesores físicos de la Nasa, nos hablan de viajes a través de Agujeros Negros o de los Agujeros de Gusano, como el que coge el metro. Éstos últimos, por contarlo de forma fácil, serían atajos en el espacio-tiempo. Hasta ahora nadie los ha visto, son una elucubración matemática pero, como dicen los gallegos: «eu non creo nas bruxas, pero habelas haylas«.
La teoría del Bing-Bang como origen del universo, la teoría de las Cuerdas como vehículos de energía, la teoría de «El Universo como un Todo», todo ello adobado y explicado mediante enrevesadas fórmulas matemáticas, estarán muy claras para las mentes preclaras, pero a mi me pierde, me marea y me confunde. Serán todas verdad, pero se me escapan.
En el extremo inverso e interrrelacionado con las mismas leyes gravitatorias y electromagnéticas que rigen el Universo, pasamos a las micropartículas. ¡Ay, lejos quedaron los tiempos en que el bueno de Demócrito, Heráclito o Parménides en su Grecia Clásica definieran el átomo como la cosa más pequeña e indivisible!. Hoy conocemos ya no sólo los núcleos (protón, neutrón) y electrones…ahora sabemos (o intuímos, o nos han sabido contar) que hay una subdivisión de éstos en micropartículas, tales como Quarks y Bosones, a su vez con cargas electromagnéticas en constante conflicto. Igual que Friedrich Bessel dedujo de la existencia de Sirio-B por la interferencia en la trayectoria de Sirio-A, los investigadores sospecharon de la existencia del Bosón de Higgs por las alteraciones en otras micropartículas.
Por intentar resumirlo de la forma más simple posible, el Bosón de Higgs impregna de masa a las partículas elementales, aunque carece de espín, carga eléctrica o color…términos que definen cualidades físicas cada una. Para rizar más el rizo con otro ejemplo: el Fotón es el responsable de la propagación de la luz…pero no existe en reposo, tan sólo en movimiento, y además explicado éste por la teoría ondulatoria…a vosotros no sé, pero yo me estoy mareando.
Teorizar la existencia del Bosón de Higgs fué fácil (para ellos, los sabios, por supuesto). Que era complicado capturarlo le hizo merecedor de nombres míticos (volvemos al mito) tales como «la partícula de Dios». Demostrarlo supuso la construcción del acelerador de partículas, en el CERN de Suiza, con el colisionador de Hadrones (resumiendo: los núcleos atómicos), tarea que llevó desde el 2008 hasta que en el 2012 se anunció a bombo y platillo, pero con un puntito de prudencia, se vé que aún no estaban totalmente seguros, la observación de una nueva partícula «consistente con el Bosón de Higgs». Lo cierto es que, hasta un año después, no se atrevieron a confirmarlo y aún así hay quien duda si el Bosón detectado no será el de Higgs, sino otro muy parecido…digo yo que ellos sabrán distinguirlos, yo creo que me vería incapaz. Lo que haya costado capturar al Bosón, entre la construcción del CERN y la numerosa plantilla de científicos que trabajan dentro, no me lo quiero ni imaginar.
¿Cómo no mezclar mitología con física moderna, si hasta sus investigadores ya lo hacen?… Uno de los pioneros en el mundo Quark, el neoyorkino Murray Gell-Mann, es un ejemplo de capacidad. Aprendió de forma autónoma cálculo infinitesimal a los seis años. Domina 16 ó 17 idiomas. Una de las formas de clasificación de las subpartículas recibió el nombre de «Óctuple Camino«, al igual que las enseñanzas budistas. Y hasta el nombre de las subpartículas tiene su tono humorístico, cuando no místico o mítico. Las dividen en seis tipos de»sabores» (según sus cualidades físicas) y en «generaciones» (tres, hasta ahora). Y los nombres adjudicados a ellas, tales como «encanto», «arriba», «abajo», «cima», «fondo» o «extraño»…Pero que nadie lo entienda como un juego de adolescentes. Tras todo este humor hay una deducción matemática, tremendamente compleja.
Hasta el nombre de Quark tiene su gracia. Gell-Mann pensó en llamarlo «pork» (cerdo), pero encontró un juego de palabras en la novela Finnegan´s Wake, del irlandés James Joyce, obra ya de por sí complicada. Quark sonaba como Cork (ciudad irlandesa) y que también significa corteza, o corcho. Y al tiempo es la onomatopeya del grito de la gaviota. Y como Quark se quedó.
A los profanos mucha ciencia moderna nos parece magia. El escritor y científico Arthur C. Clarke, conocido por ser el autor de la novela (después llevada al cine) «2001, una odisea del espacio» propugnó sus tres leyes, de las que la tercera dice así: Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. ¿Habrá todavía quien dude, sobre la mitología oculta en la física cuántica?
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