No, ni soy Pocholo ni estoy en Ibiza. Soy yo otra vez, pero esta vez ya no estoy dentro del río, dispuesto a bautizarme por el rito hinduísta, antes del amanecer y bajo las bendiciones de un brahman (que cobrará la «voluntad» por sus rezos), con mi dothi, mi taparrabos reglamentario, sino fuera del agua, de picnic en una barca… Los barqueros nos decían que jamás vieron nada igual, ¡un picnic en el río!, ganándome el título de Santi Sahib, tomándome un té en su cuenquito de barro secado al sol que, en cuanto vacíe, tiraré al agua para que la arcilla vuelva a ella, sobre Ma Gangá, la Madre Ganges (en la India, los ríos son femeninos).
Al fondo, Kashi (=la luminosa, del sánscrito «kash«: luz) o Varanasi (entre los ríos Varuna y Assi), a la que los británicos, incapaces de pronunciar el nombre, rebautizaron como Benarés. Una de las siete ciudades santas de La India (Ayodhya, Mathura, Hardwar, Kashi, Ujjain, Dwarka y Kanchi) y, de entre ellas, la más sagrada. La protegida de Shiva, sobre cuyo tridente descansa, y representada en la media luna enganchada en su cabellera. La media luna que forma el Ganges fluyendo, el único tramo en el río, de sur a norte, hacia los Himalayas, morada del «Señor de las Montañas», dejando en la orilla izquierda a Benarés y a su derecha la «paramita» (=en sánscrito, la otra orilla), impura y por tanto, deshabitada: aquel que muera allí, se transmigrará, retrocediendo, en perro, cerdo, u otro animal impuro.
La paramita, la «otra orilla», la impura
Por el contrario, el que muere en Kashi, la ciudad protegida por Shiva, escuchará de éste, en un susurro al oído, un «taraka mantra» (=oración de tránsito), un mantra de conocimiento que le convertirá a su vez en la Conciencia Absoluta. Morir en Kashi es un privilegio para los hinduístas, porque simboliza la aspiración del hombre a la trascendencia, la «moksha«, la luz interior del espíritu. Shiva no sólo se ocupa de los muertos. Encargó a su mujer, Parvati, bajo su forma de Annapurna («la que da de comer») la manutención de los más necesitados de Kash: viudas, huérfanos, leprosos, mendigos… por mediación de cofradías especializadas en ayudar a los desvalidos. Bajo su advocación se reparte comida, mantas y ropa a diario.
Las grandes pilas de madera destinadas a las cremaciones
Para los que no han podido morir aquí, aún les queda una solución: ser incinerados. Los parientes del difunto los traen de lejos, amortajados, en las bacas de los coches y bajo los asientos de los trenes. Si en toda la India los «smashana«, los lugares de cremación, son impuros y alejados, atendidos por los «dom«, la casta de los intocables, en Kashi son sitios puros, a la vista de todos. Porque aquí, no lo olvidemos, Shiva les musitará al oído el taraka mantra dándoles la salvación. En cualquier momento se puede uno tropezar con un grupo de porteadores llevando sobre angarillas un cadaver cubierto con tela mientras van repitiendo: «Ram nam satya he!«= el nombre de Dios es la verdad.
Tras mi bautizo, en el Ganges
Tras de mí, en la barca, se puede ver el Ghat (la escalinata) de Manikarnika = «donde cayó el aro»… Se refiere al pendiente que perdió Shiva en su danza sobre el pozo sagrado que abrió Vishnu con su disco (el que gira en su índice) y que después llenó con su sudor al meditar, lleno de concentración, durante 7.000 años (no lo digo yo, lo dice la tradición hinduísta). El entusiasmo de Shiva al ver el esfuerzo de Vishnú le llevó a bailar, se le desprendió el aro…y ahí empezó todo.
Subiendo las escalinatas del Ghat hay un estanque sagrado, el que se supone llenó Vishnú con su sudor, el «Cakra-Puskarini Kunda» (Estanque del Círculo de Loto), y entre el estanque y las escalinatas, sobre una losa de marmol está el «Karana Paduka«: las simbólicas y santas huellas de los pies de Vishnú, donde se supone estuvo los 7.000 años de meditación y penitencia. En Benarés se dice que estas huellas son»el lugar más santo de la ciudad sagrada».
Las huellas de Buda
Manikarnika Ghat es el principal de los «pànch jala tirthas» (=los cinco lugares sagrados de la ribera;»tirthas«, en sanscrito=vados), los más sagrados entre los muchos de la ciudad, y es el principal lugar de cremación de Benarés y de toda la India, por lo que también se le conoce como Mahasmashana (=grandiosa tierra de cremación). Allí incineran a los muertos día y noche sin parar, en piras que enciende el hijo mayor del difunto, previamente rapado allí mismo por los barberos, contemplando como el cuerpo material se descompone al separarse los cinco elementos de los que está formado.
Pero antes de la pira, el cadaver será purificado, tras el lavado ritual en la Madre Ganga, la que todo lo lava, la que arrastra todos los pecados, y donde millones de peregrinos acuden de toda la India para éso, para purificarse. La Madre Ganga se encargará también de arrastrar, con su lentísima corriente, además de las «puyas» (las ofrendas de flores y velas en honor de Ma Gangá), los cuerpos de aquellos que, por puros, no necesitan ser incinerados: los recién nacidos, las embarazadas muertas antes de parir y los shadus o santones.
Yo no ví nada de ésto, pero sí vimos flotando algunas vacas muertas y saltar un par de delfines, que en el Ganges también los hay. A mí Benarés me gustó mucho y me produjo honda impresión. Celebran festivales multitudinarios casi todas las noches a la orilla del río entre cánticos, hogueras y el sonido repetitivo y rítmico de las campanas. La noche que fuimos a bautizarnos, nos encontramos con comitivas de adoradores de los diferentes dioses del amplio panteón hindú que se dirigían, cantando, a los respectivos templos. Es una ciudad bulliciosa, repleta de tiendas (de saris, de joyas, de tankas o de comida) y de vacas que limpian las calles de basura. Una ciudad para pasearla con calma, con la mente abierta, con sensibilidad pero sin sensiblería (o sea, sin ñoñerías eurocentristas).
Para acabar, un fragmento del Khasi Kanda (33.10), dentro del Skanda Purana:
«El Ganges, Shiva y Khasi: donde esta Trinidad está vigilante no es un milagro que ahí se encuentre la gracia que le conduce a uno a la bienaventuranza perfecta».