Voluntaria repartiendo comida a un grupo de amistosos gatos callejero
Gatos, gatos, y más gatos…
Allá donde puedan encontrar refugio, tranquilidad o comida, los gatos sin dueño se van instalando y, gracias a su capacidad reproductiva, en pocos meses las colonias crecen y crecen llegando, en situación favorable, a formar grupos de centenares de individuos. Para los gatos callejeros la situación no es ideal: son animales desnutridos al agotar sus recursos alimenticios, y la alta densidad favorece la aparición de enfermedades de todo tipo, con una alta mortalidad, especialmente en los más jóvenes.
En la mayoría de las ciudades, las colonias incontroladas de gatos se han convertido en un problema que muchos ayuntamientos no saben cómo resolver y que, en bastantes casos, acuciados por las quejas de los vecinos, molestos por los conciertos nocturnos en época de celo op por los malos olores, solventan de forma expeditiva y bastante poco humanitaria a base de venenos o métodos aún más drásticos.
Por citar un par de ejemplos: en pleno corazón de Madrid, en la Glorieta de Carlos V, más conocida como Atocha, y donde actualmente se ubica el Museo Reina Sofía, se emplazaba el Hospital de San Carlos. Al hallarse abandonado durante muchos años, encontró su «sitio» en sus jardines y naves una nutridísima colonia de gatos que hubo que desalojar de forma urgente cuando comenzaron las obras del museo. Al responsable de las obras o del desalojo no se le ocurrió mejor idea que utilizar perros, supongo que de caza o adiestrados para eliminar a tan molestos «okupas».
Pero en todas partes cuecen habas y el salvajismo no es patrimonio de los países mediterráneos: en un lugar tan civilizado como Suiza, hace pocos años los ediles de un municipio de cuyo nombre no quiero acordarme, abrumados por el incremento de los gatos callejeros, contrataron un ¡cazador! para eliminar a tiros a los felinos sin dueño conocido…
Pero los gatos siguen siendo los más eficaces matarratas que se hayan inventado jamás. La eliminación de las colonias callejeras suelen acarrear el rebrote de las plagas de roedores. Y, en el peor de los casos, cuando se necesita controlar su número no hace falta cazarles como a alimañas. Afortunadamente contamos con otros recursos más científicos y más humanitarios.
Control, control y más control. Los ejemplos de Roma o de Valencia
Aunque haya otras ciudades donde se aplique este sistema, me gusta ponerlas de ejemplo por su efectividad. En Roma las ratas son una plaga por la abundancia de restos arqueológicos y por el cauce del Tíber. Y hace muchos años que los romanos, subvencionados por su ayuntamiento, miman a sus gatos: al caer la tarde, multitud de hombres y de mujeres sacan a la calle bandejas con comida y leche que los mininos agradecen con la mejor de sus sonrisas, y con un aspecto lustroso y envidiable. ¡Es difícil ver un gato flaco en Roma!.
En pleno centro de Roma y a cinco minutos caminando desde el Foro, se encuentra la plaza de Largo Argentina donde, hace años, levantando el pavimento de la calle con ocasión de unas obras, encontraron los restos de unos templos que han dejado allí para su contemplación. Pues bien, en Largo Argentina, desde la que parten los tranvías hacia el castizo barrio del Trastévere, es famosa la colonia de gatos. Muy amistosos, y controlados por el ayuntamiento romano, que ha colocado carteles advirtiendo de la prohibición de abandonar otros gatos allí. Se trata de animales a los que se ha realizado el test de la Leucemia Felina, a los que se ha vacunado y a los que se ha esterilizado, haciendo una pequeña muesca en la oreja para saber qué animales están controlados y cuales no.
El ejemplo de Valencia es más próximo e igualmente admirable. Tuve el placer de estar con ellos hace pocos años (¡un abrazo para Ana, Josep, Mercedes y todos los demás!) y me asombró su eficacia. La activa Sociedad Valenciana Protectora de Animales y Plantas, además de conseguir del ayuntamiento la gestión de la perrera municipal, en sus diversas instalaciones recogen, operan, curan y dan en adopción -con seguimiento posterior- cada año a centenares de perros y de gatos, siguiendo con las colonias callejeras un protocolo similar al de Roma.
Mi hija Maya con los amistosos gatos controlados de Largo Argentina, en Roma
Pasos a seguir para el control de gatos callejeros
Contar con el respaldo del ayuntamiento de Roma está muy bien, pero la iniciativa privada ha sido siempre fundamental en la protección animal, y un primer paso es el de todas aquellas personas que, en la medida de sus posibilidades, cuidan a los gatos sin dueño.
Desde simples particulares a albergues o centros de adopción, hay varios pasos que podemos dar, desde el más fácil de procurarles alimento al del control efectivo de colonias, donde se incluyen test, vacunas y cirugía. Es preferible contar con el apoyo de entidades de protección que nos faciliten jaulas-trampa y, desde luego, con veterinarios (¡que los hay, y muchos!) dispuestos a ganar poco o nada, aportando su granito de arena en el tema de los test, las vacunas o la cirugía. En todo caso, lo mejor es lo posible.
Si sólo podemos darles de comer, siempre es preferible la comida seca (los piensos) que los restos de comida casera, que generan malos olores, atraen insectos y pueden provocar las quejas de algunos vecinos ya de por sí anti-gato. Cuando, hace años, trabajaba en una clínica en frente del madrileño Parque del Retiro, había un grupo de mujeres (casi siempre son mujeres aunque también hay hombres de buen corazón entregados a estas tareas) con las que colaborábamos que se tenían repartido el parque para cuidar las diversas colonias de gatos allí establecidas. Personas con pocos recursos de por si, obtenían de varios restaurantes de la zona los restos de comida sobrantes con los que alimentaban a los gatos. No dejaba de tener un punto de heroico la abnegación de estas mujeres, esforzándose por alimentar a los gatos, de los que, además, llevaban un control exhaustivo.
Los pasos correctos
Captura con jaulas trampa: son muy eficaces, aunque difíciles de conseguir. Algunas entidades de protección pueden prestárnoslas, llegado el caso. Se «ceban» con comida a la que hayamos acostumbrado a los animales y que, una vez dentro, ya no puedan salir. Lo normal es que el que entró una vez ya no se acerque más, pero nos cuentan los voluntarios que más de un gato y más de dos, como ya saben que dentro hay comida rica, entran una y otra vez dejándose capturar con tal de comerse el premio.
Test de Leucemia-Felina e Inmunodeficiencia: son dos graves enfermedades víricas, de evolución a menudo mortal y de fácil contagio en las colonias callejeras.Es un test combinado para ambas enfermedades, rápido y que se realiza con el gato previamente sedado, bastando para hacerlo con un par de gotitas de sangre. Lo normal es que si dan positivos se les eutanasie, por dos motivos: uno, por el riesgo de contagio a otros gatos. Y dos: porque no suelen tardar en desarrollar la enfermedad y morir.
Vacunación contra la Leucemia Felina: actualmente existe tan sólo vacuna contra la Leucemis Felina, aún no la hay contra la Inmunodeficiencia. En aquellos gatos que hayan dado negativo a ambos test se les aplica el mismo día de la cirugía antes de ser devueltos a la calle, quedando protegidos ante la enfermedad.
Esterilización: tanto en machos como en hembras, para evitar por un lado los problemas de comportamiento: celos, peleas, maullidos; por otro lado futuras enfermedades como las infecciones de matriz o los tumores de mama y, muy importante en los gatos callejeros, el nacimiento de más y más camadas, destinadas al hambre y a la enfermedad.
Marcas visibles que se suelen hacer en una de las orejas, cortando la punta o haciendo una muesca. De esta forma sabremos, ya de lejos, si el gato/gata en cuestión está ya controlado o no.
¿Dejar en la calle o adoptar?
Se preguntarán muchos de ustedes por qué, una vez realizado este protocolo, no damos en adopción a estos gatos… Muchos de ellos, pese a ser callejeros, manifiestan una dulzura de carácter que posibilita el buscarles un dueño y un hogar. En estos casos, por supuestom que se los mantiene en los albergues hasta que se les pueda colocar con alguien responsable, será el mejor futuro que les podamos proporcionar.
Pero en otros casos los gatos callejeros, por múltiples circunstancias, no están en absoluto socializados con los seres humanos y sería materialmente imposible acostumbrarles a vivir en una casa: son animales «asilvestrados», pero que en su colonia cumplen un estupendo papel como controlador de plagas. Su lugar es la calle, y al menos volverán vacunados y esterilizados. Si además podemos facilitarles algo tan importante como es la comida, su vida va a ser bastante más digna de lo que era antes.
En Munich, con proteccionista felina