Los veterinarios tendemos a veces al humor negro, por aquello de quitarle hierro a las situaciones más dramáticas, y no sé ni dónde ni quién bautizó hace tiempo como el Síndrome del Gato Paracaidista o, más familiarmente, Gato Paraca al conjunto de lesiones de los pobres gatos que (sin paracaídas), por una causa o por otra, se caen con más frecuencia de la que pensamos por las ventanas…
Como dice el refrán, es mejor prevenir que curar y, en el caso de los «gatos paracas» por desgracia hay veces en que la cura ya no es posible. Para muchísimas personas, siempre que hablo del tema, resulta sorprendente que unos animales como los gatos, presuntamente tan ágiles, puedan caerse desde una ventana. Pero el sorprendido fui yo al comprobar la alta incidencia de «paracas», muy por encima de lo que imaginaba.
La explicación es fácil: en las clínicas veterinarias habituales, con un horario normal de mañana y tarde y sin urgencias, vemos algún caso esporádico de «gato paraca», con una frecuencia quizá de un caso cada tres, cuatro o seis meses. Pero cuando, hace años, estuve trabajando en un centro de urgencias con horario nocturno, me encontré con el panorama desolador de atender «gatos paracas» prácticamente noche si y noche también.
Y no sólo éso porque, al fin y al cabo, a urgencias nos llevan los «paracas» sus propios dueños cuando se han dado cuenta de la caída sus propios dueños y han podido recuperarlos de la calle, caso que no siempre se da. Pero, ¿qué pasa con los que se caen sin que nadie se percate, o los que, una vez en la calle, heridos y asustados se despistan, corren a esconderse y es imposible localizarlos?.
El Ayuntamiento de Madrid, como otros muchos, tiene un servicio de recogida de animales extraviados que está atendido por veterinarios. Aunque tienen sus propias instalaciones, a menudo estos colegas nos acercaban algún paciente y me comentaban que, cada noche y sobre todo en verano, con las ventanas abiertas, recogían de la calle 3, 4, 6 o más «gatos paracas» a los que alguien ha visto y les habían dado el aviso. Insisto: los que se pueden coger, que no son todos. Por tanto, muchos, demasiados «gatos paracas».
La curiosidad mató al gato
Dice el refrán que «la curiosidad mató al gato»…y por desgracia ésto es cierto para muchos de estos gatos que, por despiste, por un resbalón (bordes de ventanas de cerámica o metal de los que no pueden agarrarse con las uñas) o por seguir atentamente el vuelo de una paloma, caen al vacío.
Los gatos, efectivamente, son muy ágiles, se equilibran con la cola y caen sobre sus cuatro patas. Una caída de 4 ó 5 metros, lo que equivale a un segundo piso, para un gato en buenas condiciones (sano, delgado, ágil) por lo general no suele suponer lesiones pero, según aumenta la altura incrementa la violencia del golpe, y hay que considerar factores de riesgo tales como el suelo al que caen (es diferente caer sobre cesped que sobre cemento) o los obstáculos que encuentren en su caída (tales como cuerdas de tender) y que les desequilibren o les hieran.
El surtido de lesiones, lo que constituye el «Síndrome del gato paracaidista» varía desde fracturas en patas, mandíbulas, dientes, paladar, derrames de tórax…y un largo y dramático etcétera. Por encima de un sexto piso las posibles lesiones son muy graves, llegando hasta la muerte. En todo caso, la recuperación de un «paraca» con varias de estas lesiones es larga y costosa. Por éso, mejor, no nos arriesguemos.
¿Qué hacer?. Redecora tu vida…y salva la de tu gato
No podemos tener las ventanas cerradas en todo momento y los gatos andan siempre muy atentos al menor descuido para asomarse. La mejor solución es instalar algún tipo de red, malla o mosquitera para impedir las caídas. No hace falta ser «el rey del bricolaje». Con cuatro listones de madera, a la medida del hueco de la ventana, y una malla de plástico o de metal, de las que encontramos un amplio surtido en las ferreterías, sujetas por grapas a los listones, podemos preparar un marco que, a su vez, podemos sujetar a la ventana con un par de escarpias y de hembrillas.
Las ventanas correderas, de metal o PVC, se pueden sustituir en verano por otras de la misma medida, pero sin cristal y con tela mosquitera. Otra opción es una tela mosquitera a medida, que se pueda enrrollar igual que las persianas. Para las terrazas hay otras opciones: por ejemplo, un amigo ha colocado malla del mismo tipo que la de las porterías de fútbol, sujetas por unos listones. A veces no es lo más estético…pero si estos remedios son eficaces, es preferible sacrificar algo la decoración, y no sacrificar al gato.
Un último apunte: se están popularizando las ventanas oscilo-batientes, ésas que no se abren sobre sus bisagras, sino que se inclinan hacia dentro de la casa. Pues bien, está ya descrito en tratados de medicina felina y estamos comenzando a ver casos de gatos atrapados en la rendija que dejan. El gato -otra vez con su mortal curiosidad- se intenta asomar, saca la cabeza y parte del cuerpo y, como no tiene dónde agarrarse, puede quedar encajado en la rendija, con medio cuerpo dentro y medio cuerpo fuera. Cuantos más esfuerzos haga por salir, más se encaja y le resulta imposible salir.
Dependiendo del tiempo que haya quedado atrapado, puede sufrir lesiones en órganos por falta de riego sanguíneo, junto a lesiones nerviosas por la compresión. Como precaución, no facilitarle muebles o repisas que le pongan fácil lo de asomarse. También se puede regular la apertura de la rendija e impedir que el gato se asome y, de esta manera, la ventana no se convertirá en una trampa mortal.
Ventilar, sí. Asomarse y cotillear, sí. Caerse o quedarse atrapado,. no.