¿Sienten dolor los gatos?

Los gatos, al igual que todos los animales, sienten dolor en mayor o menor grado. Pero su «inexpresividad» llega a confundirnos hasta el punto de hacernos pensar que son más insensibles de lo que en realidad son.

Los seres humanos, como animales sociales que somos, tendemos a ser bastante quejicas, poco sufridores, y nos gusta exteriorizar nuestro dolor e incluso contar a todo aquel que quiera escucharnos -incluso a los que no- con detalle nuestras molestias o nuestras operaciones. Con esta forma de comunicación buscamos el consuelo y el apoyo de nuestros semejantes. Bajando un poco en la escala zoológica, los perros, iguales de sociales que nosotros, tienden también a expresar su dolor con quejidos o posturas. Es muy fácil «entender» a un perro cuando llora o cuando pone «carita de pena». Al fin y al cabo busca lo mismo que nosotros: la protección de la manada, de su «familia».

Los gatos son otra cosa y en situaciones de enfermedad sacan su instinto de animal solitario. Al contrario que los perros o los humanos, un gato no busca consuelo porque un solitario no tiene  a quién pedírselo. Es más: se cuida muy mucho de que ningún otro animal, felino o no, se de cuenta de que está en inferioridad de condiciones. Quejarse sólo daría pistas a sus enemigos y competidores de los que, en situaciones de debilidad, tal vez no pueda defenderse, y sólo suscitaría el riesgo de una agresión.

Excepto en los casos de un dolor brusco y agudo (como cuando les pisamos la cola accidentalmente, por ejemplo), los felinos tienden a «sufrir en silencio» sus males, al estilo de lo que popularmente se dice de las madres o de las hemorroides. Se esconden, se quedan quietos y encogidos, y esperan a que su enfermedad se resuelva sola o avance, inexorablemente, pero nunca se quejan.

Esta peculiar forma de reacción nos ha llevado a pensar, equivocadamente, que los gatos son unos «tíos duros» o unos monjes zen, a los que el dolor no afecta tanto como a nosotros. Pero sí que les afecta, y podríamos decir, como la Dirección General de Tráfico cuando aconseja cómo socorrer a las víctimas de un accidente, que «el que más se queja no es precisamente el que peor está».

Ante este hermetismo se plantea un problema: ¿cómo pueden los propietarios sospechar si a su gato le duele algo, y cómo podemos ayudarles a resolverlo?. Es una cuestión importante, tanto por «humanidad-gatidad» (ayudémosle a que no sufra), como porque muchos problemas de conducta de los felinos (eliminación inadecuada, crisis de agresividad. anorexia) están producidos, precisamente, por este dolor silencioso y falsamente inaparente.

Indicios de que un gato siente dolor

Cambios de actitud y posturas: sus propietarios observan que ya no juega, no corre, no se sube a los sitios altos. Cuando duerme ya no adopta esa postura tan envidiable de estirarse relajadamente, sino que se queda encogido. Tiende a esconderse, a veces apenas sale ni para comer u orinar.

Anorexia: por un dolor generalizado (artrosis, cirugía reciente) que le hace sentirse incómodo, o por lesiones en la boca (úlceras en la lengua, gingivitis, faucitis…) que le impiden tragar o masticar aunque tenga hambre. Se acerca al comedero, pero no toca la comida.

Agresividad: la ansiedad producida por el dolor o incluso el temor a que le rocen o le cogan, desencadena una agresividad «defensiva».

Problemas de eliminación: el gato orina o defeca fuera de su bandeja. Bien porque tiene artrosis que le dificulta el acceso o la postura adecuada para una cosa aparentemente tan sencilla como es «agacharse y apretar», o bien porque padece cistitis/enteritis/inflamación de las glándulas anales. Algo en teoría tan fácil como es hacer sus necesidades se convierte en un acto que les hace «ver las estrellas». Al asociar el dolor a la bandeja, prefieren intentarlo en otro lado.

Causas que producen dolor en los gatos

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Problemas bucales: en dientes, lengua, encías, faringe, fauces… Son frecuentes incluso en animales jóvenes. Otra causa son cuerpos extraños (agujas enhebradas con hilo que ingieren al jugar, anzuelos, etc.). A menudo se acompañan de babeo y mal olor, y pueden impedirle el acicalado al no poder lamerse, lo que ocasiona pegotes de pelo en el dorso o acúmulo de caspa.

Artrosis: los gatos alcanzan edades que hace veinte años eran inimaginables. Hoy día no son nada raros los pacientes con quince, diez y ocho años o más. Y con los años, llegan los achaques. A partir de los nueve o diez años de vida la mayoría de los gatos han desarrollado artrosis: en la columna o en las articulaciones de las extremidades. Al igual que las personas mayores, a los gatos ancianitos les duele todo. Ésta es una causa importante de agresividad y problemas de eliminación.

Abcesos: provocados en su mayoría por peleas. Los colmillos de los gatos son muy finos y los orificios por mordedura cierran en pocas horas…pero la saliva que ha penetrado ha vehiculado gérmenes que, en pocos días, ha formado un abceso bajo la piel. Lo normal es que en una semana, aproximadamente, ese abceso fistuliza y se vacía pero mientras se está formando duele, y mucho. Cubiertos por el pelo, los propietarios no suelen advertirlos.

Enfermedad de la vejiga/intestino/glándulas anales: con molestias al orinar y defecar lo que suele conducir a los problemas de eliminación: hacer sus necesidades fuera de la bandeja. Una causa frecuente y debida al estrés es la llamada cistitis idiopática. Idiopático es un término que los médicos atribuyen a enfermedades por causa desconocida. En este caso los veterinarios sí conocemos la causa: el estrés. Y dado que los gatos se estresan con facilidad por multitud de factores, el gato con cistitis idiopática sufre grandes molestias al orinar lo que conduce a que lo hagan fuera de su bandeja habitual, e incluso a la aparición de sangre en la orina. Lo mismo que en las personas nerviosas puede desencadenarse una gastritis, en los gatos puede producirse una cistitis.

Cirugía: desde la extracción de un diente a la más complicada traumatología, pasando por las habituales esterilizaciones en machos y en hembras. Toda cirugía produce dolor y precisan analgésicos. Parece absurdo recalcarlo pero todavía hoy descuidamos a menudo esta faceta postoperatoria.

Consecuencias del dolor

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El dolor en los gatos va más allá de sufrir las molestias. En su caso se traduce además en problemas de comportamiento y de convivencia o, incluso las más graves, como la anorexia, que puede conducir a la debilidad, la deshidratación y la muerte del animal.

Pongámonos en su lugar, practiquemos la empatía: ¿nos gustaría estar sufriendo durante meses o años un terrible dolor de muelas, verdad que no?. Pues a ellos tampoco, seamos solidarios. La historia de la medicina es la historia de la lucha contra el dolor.

Hoy en día, afortunadamente para todos -y en especial para los gatos- contamos con fármacos muy eficaces para controlar el dolor y, lo que es más interesante, fáciles de administrar. Los sufridos propietarios ya no pueden excusarse en que hay que luchar para introducirles una pastilla por el gaznate.

Como comprenderéis no voy a detallar marcas comerciales ni dosis: ésta es una competencia exclusiva de vuestro veterinario. En lo que sí me gustaría insistir es en lo que no hay que hacer: caer en la tentación de darles nuestros remedios habituales. Y es muy importante no cansarse de insistir e informar a los propietarios, y más especialmente en el caso de los gatos, con un metabolismo y un hígado muy especial, de que no acudan a los clásicos remedios caseros. Jamás hay que darles aspirina, paracetamol, ibuprofeno, voltarén y tantos productos muy usados por nosotros, pero que para los gatos pueden resultar tóxicos.

 

 

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