Una mirada nada nostálgica al pasado
Aparte de sus pasadas y escasas épocas de esplendor oficial, como en el Egipto de los faraones, el gato casi siempre ha tenido fama de animal arisco, traidor y asociado a la noche y a la lujuria. Desde Aristóteles al Conde de Buffon, pasando por los Padres de la Iglesia y los jueces de la Inquisición, multitud de sesudos varones le han reprochado ese carácter indomable y escandaloso. ¿Quién podía disfrutar de la compañía de un animal así, más que «personas nada fiables», como artistas, bohemios, mujeres independientes y solitarios de todo tipo?… De hecho hasta el refranero consagraba la proverbial fidelidad del perro y su carácter social frente al temperamento huraño del gato (aprovechando para meter la puyita machista):
El hombre y el perro en la plaza, el gato y la mujer en casa.
Todavía se tiende a considerar al gato como una mascota de «segunda división» frente al aceptado perro, y a la gente que tiene gatos como «algo rarita».
El gato de la portera
Los gatos de mi infancia eran animales totalmente ariscos, como el gato de la portera o la gata de la tienda de ultramarinos (¡qué palabra tan bonita!), que te bufaban sólo con mirarles y que huían si te acercabas a ellos. Hoy puedo saber que no estaban nada socializados, y que sus madres les habían parido en algún escondrijo inculcándoles esa sabia desconfianza ante el ser humano. No eran animales de compañía, cumplían su papel de cazadores de ratas y con éso bastaba. No es raro, pues, que los primeros -y escasos- gatos que atendí en mis comienzos como veterinario, allá por 1980, fuesen animales difíciles de manejar, a los que se llevaba a la consulta en caso de estricta necesidad. La medicina felina estaba en pañales.
Sé que voy a quedar ante las nuevas generaciones como el Abuelo Cebolleta (¿y quién será ese Abuelo Cebolleta?, se preguntarán) contando sus batallitas, pero mis primeros gatos a finales de los 70 (¡sí, del siglo pasado!, ¿pasa algo?) hacían pis sobre serrín o arena, en cajas de madera, porque no existían ni arenas especiales ni bandejas de plástico, ni tampoco piensos. Comían pescadilla hervida y despojos de casquería: bofe -pulmón-, pajarilla -bazo-, corazón… Obviamente, eran otros tiempos.
Las razones de un éxito imparable
Luego daré unos pocos números, no asustarse, pero la primera razón de su éxito en el mundo desarrollado es por sus innegables ventajas frente al perro: más pequeño, necesita menos espacio para vivir, menos ruidoso, tira menos pelo, ensucia menos y, muy importante, no hace falta sacarle para que haga sus necesidades. Salvo problemas de conducta de los que más tarde hablaré, el gato hace sus necesidades por instinto en su bandeja sanitaria, lo que nos permite asentarnos unos días con tal de dejarle suficiente comida y agua.
Y otra importante razón para su éxito: una vez aceptado como candidato a animal de compañía, el descubrir -no sin cierta sorpresa- su gran capacidad de dar y de recibir cariño. Todo un maestro en el arte de la seducción, cual Casanova felino.
Las fichas del dominó, o la pescadilla que se muerde la cola
Cualquiera de los dos símiles nos puede valer: o el «efecto dominó» en el que unas fichas van tirando a las demás, o el círculo de la pescadilla. Cuando los gatos se fueron popularizando como mascotas, se produjeron una serie de fenómenos que siguen en aumento: más gente tiene gatos, con lo que más gente conoce a gente que tiene gatos… Al haber más gatos, hay más información sobre ellos (publicaciones, libros, revistas, documentales, exposiciones), con lo que cada vez hay más conocimiento, que llega a más gente, que sabe más sobre gatos… Al conocerse más las razas, aumenta la demanda, con lo que se crían más gatos de raza, con lo que llegan a más gente, con lo que cada vez se ven más…
Dos, seis, diez, veinte, treinta razas…
Busto de gato egipcio
En términos de razas, no hace falta remontarse a treinta años atrás, en que los únicos que se conocían eran el Siamés y el Persa… Si hablamos de veinte años para acá, el número de razas presentes en exposiciones va, tímidamente, aumentando: comienzan a aparecer algún ejemplar de Sphinx, o de Bosque de Noruega, o de Rag-Doll… Pero de diez años para acá, más de treinta razas se adueñan de las exposiciones felinas. Y si el público no conocía algunas ni de nombre, o sólo por alguna fotografía, basta con acercarse a alguno de los certámenes que los diferentes clubs de criadores organizan cada pocos meses, podrán verles en directo y quizá encapricharse -o dejarse seducir, no olvidemos su capacidad de fascinación- de él y adquirirlo como su nueva mascota.
Hoy día hay más de 60 razas reconocidas por los clubes felinos…y siguen apareciendo, o «inventándose» otras nuevas. Es un mercado en expansión, algo así como el Big-Bang pero en felino…ignoro si a Stephen Hawking le gustan los gatos o le gustará esta comparación, pero ahí la dejo. Los aficionados a los animales en general y a los gatos en particular descubren un mundo nuevo en crecimiento. Muchos de estos aficionados que posiblemente ya han tenido o conocen al humilde -y estupendo- gato callejero, les puede apetecer ahora tener alguno de estos «nuevos gatos»…deslumbrantes, originales, sorprendentes, fascinantes…auténticos príncipes del mundo felino: leopardos en miniatura como el Bengalí, linces en pequeñito como el Maine Coon o el Bosque de Noruega, peludos como los Persas, sin pelo como el Sphinx, suaves y dulces como el Rag Doll, macizos como el Chartreux o el British, estilizados y de profundos ojos azules como el Siamés…
Un buen ejemplar de la raza Bengalí, el único gato híbrido entre gato común y un gato salvaje, el Felis bengalensis
La pregunta del millón es: ¿cuál escoger?. Deberíamos tener en cuenta varias cosas: el tiempo que podemos dedicarles en cuanto al cepillado del pelo, por ejemplo, en el caso de los Persas. O para dedicarles al juego, tan importante para su equilibrio físico y mental. Si queremos un gato tranquilón que va a estar todo el día dormitando en el sillón o bien un gato activo y juguetón. Dudas, dudas y más dudas…
Obviamente un gato no es un coche (ya estoy oyendo el coro de protestas) que podemos escoger según nuestros gustos y necesidades. Es un ser vivo con una serie de requerimientos que hay que atender. Aplaudo la decisión de tener un gato de raza. He tenido varios de pelo semilargo (Bosque de Noruega, Rag Doll y ahora un Siberiano) pero también he tenido, y tengo, callejeros de lo más «gitano». Sólo un consejo: no nos precipitemos. Podemos siempre pedir consejo a los especialistas, los disfrutaremos el doble.
De censos y estadísticas, o de cómo cada vez hay más gatos
No os preocupéis, no voy aburriros con números. Pero sí quisiera proporcionaros unos pocos datos para ejemplificar la importancia que el gato va adquiriendo. En los Estados Unidos y en Gran Bretaña, países con tradición de encuesta, desde los años 90 los gatos ya superan a los perros en número total: seis millones de gatos más que de perros en los Estados Unidos y más de un millón de diferencia en Gran Bretaña. Pero en el año 2005 ya hay más gatos que perros en prácticamente toda Europa Occidental.
En España aún hay más perros que gatos pero, según los datos obtenidos por censos y consumo de alimentos preparados, los gatos están aumentando a un ritmo superior al de los perros. Un ejemplo: en las clínicas veterinarias, un 20% (uno de cada cinco) de los perros tratados son menores de un año. Por el contrario, el 27% (más de uno de cada cuatro) de los gatos atendidos son menores de un año. De lo que se deduce que hay muchos más gatos jovencitos, lo que hará ir subiendo el porcentaje a favor de los felinos.
Gatitos «socializándose» con cobayas
Hablando de clínicas veterinarias: lo que hace 30 o incluso 20 años era un porcentaje del 5% de gatos sobre el total de la clientela, hoy día ronda entre el 40 y el 50% de la totalidad. Éso, hablando de clínicas de animales de compañía no especializadas. Porque en las «clínicas felinas» especializadas, que las hay, aunque de momento se cuenten en nuestro país con los dedos de una mano, el porcentaje alcanza el 100 por 100. La pionera, en 1994 fue Tot Cat, en Barcelona (Carrer d’Aribau, 103, tf. 933 235 444). La segunda, ya en Madrid, la clínica Gattos, sita en Paseo de Reina Cristina, 18. Tf. 915 040 651, que tuve el honor de fundar en 1995 con mi entonces socia, Marisa Palmero.
Aparejado a este aumento total del número de gatos va el del gato de raza. Una vez popularizado el gato común, y una vez popularizadas las diferentes razas, el censo en Europa Occidental de gatos con pedigrí alcanza el 5% del total. En España las diferentes fuentes ofrecen cifras confusas, posiblemente no llegue todavía ni al 1%, aunque crece poco a poco, lo mismo que antes había sobre todo perros mestizos, sin raza definida, y después se fueron imponiendo las diferentes razas, a gusto de cada uno.
Simba, un ejemplar de Bosque Siberiano. Parecería que se está riendo pero en realidad está haciendo el gesto del flehmen
Cada vez más gatos, y algunos de estos gatos son más caros, o de buena raza…lo que redunda a su vez en más preocupación y cuidados por parte de sus esforzados propietarios. Aunque me gustaría recalcar que los dueños del que llamamos el «gato común», en cualquiera de sus variantes, son igual de atentos, cuidadosos y cariñosos con sus mininos que aquellos que cuidan de un gato con pedigrí. La presencia o ausencia de árbol genealógico no redunda en absoluto en el grado de «amor» que se les presta.
A más gatos, más necesidades y más investigación
Ya hace más de veinte años que estamos utilizando como referencia que las multinacionales relacionadas con el sector felino, sean laboratorios farmacéuticos o grandes empresas de alimentación, se fijaron astutamente en un pastel tan goloso como representa el gato en el mercado mundial. Y si, como dice la zarzuela: hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad…la medicina felina avanza a pasos de gigante.
Mencionaba poco antes el incremento del gato como paciente en las clínicas de animales de compañía. En el año 2000 se fundó por un grupo de entusiastas veterinarios GEMFE: Grupo de Especialistas en Medicina Felina, vinculado con ESFM: European Society Feline Medicine (creo que es fácil, pero lo traduzco: Sociedad Europea de Medicina Felina). Y son grupos en constante estudio y actividad, con intercambios de las últimas novedades.
Nuevas enfermedades y por qué se intrigan los laboratorios
Realmente no son nuevas, pero sí se investigan en la actualidad con mucha mayor eficacia, con lo que se detectan enfermedades antes casi desconocidas. El aumento en la cría de gatos de raza ha conducido, por la consanguinidad, a una serie de problemas ahora más frecuentes como la PKD: Poliquistosis Renal, más frecuente en los Persas, o la Displasia de Cadera en los Maine Coon, sólo por poner un par de ejemplos, aunque no sean los únicos ni las únicas razas en los que se presenta.
La detección de virus por modernas técnicas como el PCR (detección de antígenos) se utiliza de forma habitual cuando hace 20 años era impensable recurrir a ella. O tratamientos antes reservados casi en exclusividad para los seres humanos hoy se usan con éxito para tratar diferentes patologías, como sería el caso del Interferón, un estimulador de la inmunidad utilizados, por ejemplo, para la Hepatitis C o el Sida.
Como ejemplos de por qué se sorprenden los laboratorios sólo citar un par de casos: un laboratorio francés que comercializa el Interferón nos convocó hace pocos años a unos cuantos miembros de GEMFE (el grupo felino) para intercambiar experiencias porque, desde Francia, se habían extrañado al comprobar que España era el primer país consumidor de toda Europa, superando incluso el consumo de Japón, hasta entonces el mayor usuario del mundo. Cuando les contamos para qué lo utilizábamos estaban eufóricos, al darles ideas que ellos mismos antes no consideraban. O el caso de otro laboratorio, en este caso estadounidense, especializado en diagnóstico, al comprobar que España era un gran consumidor de reactivos felinos y, en concreto, los veterinarios de la Comunidad de Madrid, los únicos con más consumo de tiras reactivas felinas que de caninas.
Llegan las complicaciones
No todo iba a ser bueno. Las ventajas del gato como animal de compañía se reflejan sobre todo en los de vida urbana, los «gatos de apartamento», los que en la jerga denominamos como in-door (de puertas adentro), frente a los out-door (de puertas afuera, los que tienen posibilidad de salir al exterior). Estos gatos in-door o de interior, que ya no cazan más que las moscas de la ventana, la mayoría de los cuales jamás abandonan el apartamento, pueden vivir una vida cómoda y apacible, pero también pueden manifestar una serie de conductas que a los dueños les pueden resultar desagradables.
Encuesta U.S.A.: el 47% de los dueños de gato creen que su animal presenta conductas anormales.
La cuestión es que la mayoría de estas conductas son totalmente naturales…pero molestan cuando las realizan en el interior de un piso, y no en el exterior: maullidos, marcajes con orina o con las garras… El problema es que estas conductas consideradas como «anormales» son la causa principal de abandonos y de eutanasia. La vida más pasiva del gato de apartamento (ya no cazan, duermen mucho, se mueven poco) puede conducir al tipo de problemas como la obesidad, causa a su vez de diabetes, de artrosis, etc., o también a estereotipias u «obsesiones» como la bulimia o el acicalado compulsivo. Estos problemas de conducta son uno de los principales frentes abiertos en la clínica felina, y en cada congreso o publicación los temas de etología (de conducta) aparecen constantemente.
Epílogo
De proscrito y acompañante de «gente rara» a mascota de primera fila, apreciadísima y que genera a su alrededor un mercado multimillonario, el gato se nos ha colado en casa por la puerta de atrás y ya no hay quién lo saque…como gustan de contar los gatófilos: no fui yo, fue el gato el que me adoptó a mí…
Descubrirle merece la pena, pero compartir la vida con ellos, mucho más. Es una relación que, al contrario de la que tenemos con el perro, aún se está perfeccionando. Pero si hacemos el esfuerzo de entenderles mejor, nunca nos arrepentiremos. Desde que entraron en mi vida por casualidad, ya no la concibo sin ellos.