Muchos tendrán aún fresca en la memoria las imágenes de la violenta muerte del dictador libio Muamar El Gadafi, ejecutado a manos de sus captores, el 20 de Octubre del 2011.


Muchos tendrán aún fresca en la memoria las imágenes de la violenta muerte del dictador libio Muamar El Gadafi, ejecutado a manos de sus captores, el 20 de Octubre del 2011.
Soy el que está de frente…no, el de la «caja» no… el de las gafas y el bigote…mucho más jovencillo. 20 de Noviembre de 1975…el «veinte ene», o 20N, como se conoció, aunque hayan pasado más de cuarenta años y para muchos, sobre todo los nacidos después, sea una fecha tan remota -y confundible, casi- como el reinado de Carlos V.
La mili
Sí, todavía se hacía el servicio militar: la «mili», para el vulgo. Andaba yo en primero de carrera y como en aquel momento te mandaban fuera de tu región militar, el caso es que me apunté voluntario por aquello de quedarme en Madrid y no repetir curso…aunque al final acabé repitiendo de todas formas y me supuso, por el tema del voluntariado, tres meses más: quince, en vez de los doce meses que era la norma. Al menos, viví la experiencia.
Agonía y muerte de Franco
Aquel verano, el del año 1975, Franco andaba ya muy enfermo. Se ha escrito en abundancia sobre el largo proceso, el «equipo médico habitual», las operaciones de urgencia en el Palacio del Pardo y las famosas «diarreas en forma de melena»…En el cuartel seleccionaron a los más altos y a los más guapos (entre los que no estaba yo) pero nos hicieron practicar a todos casi cada día en el patio maniobras nuevas como el «paso lento» y cosas similares, de cara a un funeral. Nadie de nuestros superiores nos decía nada, pero todos lo veíamos claro.
La salud de Franco ya se veía muy comprometida, pero eran tiempos muy revueltos por lo duros, y más ante las dudas que se suscitaban sobre su sucesión. Ya había designado a Juan Carlos como futuro rey de España, con aquella frase de dejarlo todo «atado y bien atado», aunque a su muerte vendría la famosa Transición. A comienzos del mes de Noviembre el rey Hassan de Marruecos y aprovechando la agonía organizó la Marcha Verde, invadiendo la entonces colonia del Sahara Español, para quedarse. Aún tuvo las fuerzas, o la decisión, de firmar sus últimas condenas de muerte, mediante Consejo de Guerra y ejecutadas mediante fusilamiento a cinco jóvenes: tres del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista Patriota) y dos de ETA. Los pelotones estaban formados por diez policías y guardias civiles, todos voluntarios. Aquellos fusilamientos sucedieron un día de infausta memoria: el 27 de Septiembre de 1975.
En el cuartel y a muy poco del fallecimiento de Franco, faltaría menos de una semana, nos formaron a todos en el patio. El teniente nos aclaró ya para qué estábamos practicando el «paso lento». Y como el Ejército del Aire, en el que me encuadraba, tenía fama de ser un poco más aperturista que los de Tierra o la Marina, aún ofreció la oportunidad a aquellos seleccionados de que, si alguno no deseaba participar en las ceremonias del funeral, eran libres de decirlo…(y más puntos suspensivos)… Silencio absoluto, todos firmes como palos… No sé si alguno de ellos hubiese preferido no ir, pero no estaban las cosas como para «significarse»…
Continuó el teniente: y si alguno no seleccionado desea participar, que de un paso al frente…
Y ahí estuve yo, no sé si como un auténtico patriota, como un guerrero, como un héroe pero, serio e impasible el ademán como mandan los cánones, adelantándome a la fila con el pie izquierdo, como también mandan los cánones. Y, después de mí, dos o tres más. Debo aclarar a los que no me conozcan que yo, de franquista, de guerrero o de héroe no tengo un pelo. Más bien de antifranquista, con todo lo que el concepto engloba. Pero de siempre me ha apasionado la historia y pensé, y no me equivocaba, que iba a ser una experiencia única e inolvidable, y quise aprovechar la ocasión: voluntario para la «mili», y voluntario para el velatorio.
El día 20 de Noviembre había programada en la Facultad un examen de química. A las cinco de la madrugada sonó el teléfono: era mi difunto ex-suegro, simpatizante comunista, adicto a sintonizar por las noches -y con mucha discreción- emisoras clandestinas del «partido» (que en aquellos tiempos sólo se refería al Partido Comunista) como Radio Pirenaica, que acababa de enterarse y me avisaba. Se adelantó por diez minutos a otra llamada, esta vez del cuartel, reclamando mi presencia. Como ni tenía coche ni en aquella época había «buhos» (autobuses nocturnos), me fui andando hasta el cuartel.
El velatorio
En el cuartel nos organizaron. Nos iríamos enterando luego. Iban a ser tres turnos de ocho horas cada uno que deberíamos pasar en un cuartel de Infantería, cerca de la Plaza de España, próximo al Palacio de Oriente donde se desarrollaría el velatorio. De aquel cuartel saldríamos cada dos horas para colocarnos junto al féretro quince minutos. Una hora de descanso y otros quince, y así las dos horas. Luego a descansar al cuartel entre tanda y tanda. En principio iba a ser media hora de plantón junto al muerto, pero los legionarios se ponían tan, pero que tan tiesos, que a más de uno le dio una bajada de tensión que acabó con él en el suelo. No era plan. Nadie debía quitarle protagonismo al «Difunto».
Mi primer turno fue de noche. Nos sacaron del cuartel en un furgón. Desde mi cuartel en la Avenida de Portugal, lo que llamaban «La Casa de Campo» (ya que en tiempos y antes de reestructurar los límites de la Casa de Campo propiamente dicha estaba dentro de ésta) y hasta llegar al Palacio de Oriente, fuimos bordeando el río Manzanares para subir por la Cuesta de la Vega. Me asombró ver las larguísimas colas kilométricas que ya, desde el río, subían hasta el palacio. Podían ser las tres de la madrugada y a finales de Noviembre, y más junto al Manzanares, hacía un frío de muerte. Había, creo, tres colas más, éstas desde el centro de Madrid, pero en ésta es donde más frío debieron de pasar. Hombres, mujeres y niños. Dudo que todos fueran franquistas nostálgicos, pienso que muchos de ellos sólo querían asegurarse y verlo (en el fondo, como yo). Cuentan, y me lo creo, que se agotaron las botellas de cava en los comercios con las que miles de españoles celebraron, en la más estricta intimidad, la muerte del dictador.
El espectáculo
El ambiente en el cuartel era de soldados, policías y guardias civiles con cara de sueño, dejando pasar las horas entre turno y turno en la cantina, dormitando, bebiendo o jugando a las máquinas de pinball, cuando estaban libres, que no era nunca. El que tuviese a su cargo la cantina debió hacer el negocio del siglo. Pero el ambiente en el palacio era mucho más selecto: bullía de militares de alta graduación, engalanados con sus mejores uniformes, o de políticos, o de lo que se llamaba «grandes personalidades», nadie podía faltar a la cita, nadie podía excusarse de «presentar sus respetos» al difunto Caudillo.
Nos colocaron a cada lado del féretro: Tierra, Mar y Aire, Policía Armada (los «grises» en aquella época) y Guardia Civil. Como se puede ver en la foto, los fusiles con el cañón hacia abajo. Correajes de gala y cascos o gorras hacia atrás. Detrás nuestro, y haciendo sus turnos, los «altos mandos». Justo delante de nosotros, a dos metros escasos, el Difunto. Siempre fue bajito, pero me llamó la atención lo pequeñito que se había quedado. Por uno de los orificios de su nariz se veían aún las marcas de los tubos que le habían colocado para el oxígeno.
El espectáculo estuvo en la gente. Durante dos o, no recuerdo bien, tres días, un flujo ininterrumpido desfiló ante el féretro. La inmensa mayoría en silencio y sin apenas detenerse. Algunos dejaban flores. Otros y otras, como dicen los «de izquierdas», se paraban delante llorando, cayendo de rodillas, haciendo el saludo fascista brazo en alto, gritando ¡Arriba España! o soltando perlas como una señora: ¡Ay, Franquito, qué solos nos dejas!… Mi compi de velatorio y yo ya habíamos pactado no mirarnos a los ojos pasara lo que pasara, por si acaso, para evitar la terrible tentación de esbozar tan siquiera una sonrisa, lo que podía suponernos, como mínimo, calabozo y condena, ya no sé si incluso acabar ante un pelotón como los pobres desgraciados del FRAP. Aunque a veces, os lo aseguro, fue difícil aguantar.
En aquellos días se hicieron miles de fotos que aparecieron en toda la prensa. Las buscábamos para vernos y cuando encontrábamos algún compañero se las pasábamos. Pero la mejor foto, con diferencia, es con la que encabezo esta entrada, y en la que me honro en aparecer. Por el color y por el encuadre. Figuró en varias revistas. Figuraba también en la portada de la caja del video «oficial» del velatorio (aún no existían los DVDs…ni los teléfonos móviles, ni los ordenadores portátiles, eran otros tiempos). Pero, sobre todo, salió en el primer fascículo de una enciclopedia llamada La Historia se confiesa, de un historiador franquista, Ricardo de la Cierva, y que debió aprovechar la ocasión, ésa que pintan calva, para meter en el primer fascículo la muerte de Franco.
Lo compré, por supuesto. Pero cuando se la enseñé a mi madre, entusiasmada, debió agotar todos los de los quioscos del barrio para recortarla y enviársela a todos sus amigos y parientes (y tenía muchos). Aquello supuso sin duda el fin de mi aún no comenzada carrera política. Bien es verdad que durante un tiempo la llevé en la cartera para enseñársela a mucho nostálgico, respondiendo a sus emocionadas preguntas ante los cafés o cañas con que, agradecidos, me invitaban.
El Juicy Salif, del diseñador Philippe Starck
Arte Contemporáneo para escépticos: ¿talento o sólo mercado?
Pocas cosas son tan debatidas como el arte contemporáneo. Mientras que el «corpus» o el canon del arte clásico (pintura, escultura, literatura, música…) ha sobrevivido a siglos de aceptación gracias a su calidad y ha sido filtrado y seleccionado entre muchas otras obras -¿inferiores?- que han quedado en el olvido, el arte del siglo XX y XXI sigue despertando mucha controversia, dentro y fuera del mundillo especializado. Para muchos es puro mercado, especulación, e incluso para los muy críticos “pura mierda”. Y no les falta razón…
Pero no todo es tan simple. A finales del XIX se gestan en Viena, capital de la cultura europea, potentes movimientos transgresores, muy criticados en su momento por la sociedad más conservadora y ortodoxa, acostumbrada al arte figurativo, lo que se llamó el secesionismo. Estas nuevas corrientes, tan discutidas en su momento, son protagonizadas por artistas hoy cotizadísimos, como Gustav Klimt, Egon Shiele o Kandinsky.
Pero la cultura, como dijo Verdi en su ópera Rigoletto refiriéndose a la mujer: é móbile, qual piuma al vento, y a partir de Viena la cultura se iría con las maletas, recorriendo nuevas capitales: Berlín, París, Londres y Nueva York (o actualmente Shangay). Esa renovación del arte fue evolucionando durante todo el Siglo XX a través de movimientos tales como el fauvismo, el cubismo, el surrealismo, el constructivismo ruso y otros -ismos. Artistas consagrados como Picasso, Paul Klee, Juan Gris, Marc Chagall, Tapiès, Miró y otros muchos se formaron en esta “revolución” del arte.
Pero llegamos al momento actual, y es aquí donde surge la gran polémica. ¿Quién juzga, quién decide lo que es bueno o lo que es malo, lo que es Arte y lo que no?. ¿Qué hay de Arte (con mayúsculas), de mercado, de esnobismo, de moda…?. El diseñador francés Philippe Starck, auténtico guru del diseño, con millones de seguidores lo que le ha proporcionado millones de dólares de ganancias, autor desde cepillos de dientes a sillas, a exprimidores (es famosísimo su Juicy Salif en forma de cohete espacial) o al diseño de yates para multimillonarios rusos, entre otros, en una entrevista al magazine semanal del periódico alemán Die Zeit declaró en el año 2008:
…todo lo que he creado es absolutamente innecesario. El diseño, visto estructuralmente, está absolutamente desprovisto de utilidad. Una profesión útil sería la de astrónomo, biólogo o algo de ese tipo. El diseño realmente es nada… No necesitamos nada. Siempre poseemos demasiadas cosas… No necesitamos nada material. Si quieres hablar acerca de objetos, uno ciertamente necesita algo con qué producir fuego… Era un productor de materialidad y estoy avergonzado de este hecho…
Que ésto lo diga el diseñador del ya mencionado Juicy Salif, creado en 1990, del que hay versiones en oro o ediciones especiales (numeradas) destinadas a los coleccionistas de arte (la versión estándar se vende a más de cuarenta euros, se puede conseguir en Amazon), del que ha vendido millones de ejemplares y que podemos encontrar en la cocina de millones de caprichosos, satisfechos de su posesión, nos da una leve pista de cómo alguno de los propios creadores, en un momento de sinceridad, valoran su propia obra. Aunque no es lo normal. Los artistas suelen tener bastante alta su autoestima : viven de ello y deben promocionarse a costa de todo, de sus «competidores» sobre todo.
El lenguaje utilizado en el mundo del arte contemporáneo tampoco ayuda mucho a su comprensión por los neófitos. Al igual que los curas daban la misa en latín, para que nadie los entendiera, el argot del mundo del arte o metalenguaje se camufla con neologismos, como el mismo término metalenguaje en sí: ya no hay “estudios”, sino “espacios”. Ya no se habla de “exposiciones” sino de “instalaciones”, donde se exponen “obras”, que no cuadros ni esculturas y que, a su vez, han sido seleccionadas no ya por «críticos» si no por un «proceso curatorial» (anglicismo: no viene de «cura» sino de «curator»). Y cuando uno, con su buena fe lee las críticas «curatoriales» para intentar informarse, a veces cuesta trabajo saber a qué se refieren.
Quede bien claro que ni soy un experto ni un entendido, tan sólo un mero aficionado al arte que intenta disfrutar con su contemplación. Que intento entenderlo, aunque no siempre me lo ponen fácil. Sobre todo con el tema de las críticas. No puedo evitarlo. Visto lo leído me los imagino a veces esforzándose para soltar sus mensajes. Valgan como ejemplo algunas críticas recientes:
…adoptan un formato siempre fronterizo y tan complejo en vulnerabilidad, multiculturalismo, incertidumbre o nomadismo….
..trabaja con dar y quitar información, ofreciendo capas y capas de mensajes cifrados, recontextualiza el discurso del formato celuloide …
…trabajos magnéticos que exigen del espectador un examen atento, pues deberá desenvolverse en muy diferentes niveles de lectura…
…sucede como un viaje iniciático donde la forma es la excusa para ir más allá del ejercicio abstracto. Las piezas funcionan como nodos interconectados sin una dirección preestablecida. Esta libertad de asociación fomenta una experiencia intuitiva, accesible al espectador no iniciado en el arte contemporáneo, pero atento al reconocimiento de las historias que subyacen en las formas…
Latas de Mierda de artista, del italiano Piero Manzoni. Se vende en subastas a su peso en oro
Sinceramente: a mí me cuesta trabajo entenderlo bien. Pero no hay que ser tan crítico con las críticas. Al fin y al cabo los neologismos nos invaden. Por donde me muevo ya no veo tabernas: donde antes era un bar con tapas ahora son neotascas o gastrobares. Y hablando de gastronomía: se suele comparar a los cocineros modernos con artistas. Y me refiero a la nueva cocina (la nouvelle cuisine, en francés y en plan fino), no a la clásica, «la de toda la vida», aquella de las lentejas con chorizo, de los huevos fritos con morcilla o la de las patatas revolconas.
Nadie discute ni lo voy a hacer yo el altísimo nivel técnico de los cocineros. Dominan los ingredientes, las temperaturas y las combinaciones como auténticos sabios, como verdaderos alquimistas. Pero se empezó a experimentar, a buscar la novedad y la originalidad, y comenzaron a aparecer «nitrógenos», «esferificaciones», «tortillas deconstruídas» o «maridajes», mezclando cocinas orientales con las mediterráneas hasta un punto que sí, que rico sí que está, pero que a mí -y hablo personalmente- no me convencen. Es difícil encontrar unas sencillas croquetas, «como las que hacía mamá»…
Suelo leer revistas gastronómicas porque me gusta la cocina y me interesa la información, pero me sorprende a veces escuchar de algún famoso cocinero, por ejemplo, que «ha descubierto» (para el bien de la humanidad, le falta decir) algún secreto y desconocido ingrediente hasta ahora como pueden ser las crestas de gallina, o la casquería : los sesos, las mollejas -de cordero o de gallina-, los higaditos, las gallinejas o los entresijos. Ingredientes que siempre estuvieron ahí, y que siempre formaron parte de la cocina popular, de la cocina de las clases humildes sobre todo, razón por la cual estaban mal vistas. Pero ahora las rescatan del (para ellos) olvido, las preparan con gran alarde de imaginación y extrañas salsas y te las sirven en sus famosos y carísimos restaurantes con un mal disimulado orgullo.
Los cocineros-estrella tienen su público, sus fans, y es un mundo que mueve millones. Hay listas de espera que pueden suponer muchos meses. Serán unos artistas en lo suyo pero…¿me equivoco si veo en la cocina de vanguardia un mundo de esnobismo y de ofrecer lo nunca visto -como las crestas de gallina-, lo que la competencia no ofrece?. Que conste que lo he probado y que me ha gustado, no me importa reconocerlo, está muy bueno pero, la verdad, donde estén unas fabes con almejas, un pulpo a la gallega o una sopa de pescado, que se quiten las tortillas deconstruídas.
No quisiera parecer ni demasiado crítico, ni un escéptico. Para mi que, insisto, no soy un experto y solamente un mero espectador, el Arte (con mayúsculas) siempre me ha interesado, y procuro visitar las ferias y las galerías, cuando puedo. Pero me llama la atención que en el suplemento cultural de un conocido diario hay una sección donde se entrevista a un personaje del mundo de la cultura (pintor, cineasta, escritor, actor..) y donde siempre se les pregunta: ¿Entiende, le emociona el arte contemporáneo?… Algunos contestan que sí, que mucho. Otros que sólo en parte. Pero hay un porcentaje, nada despreciable, donde afirman que no, que les parece puro mercantilismo…¡Vaya, gracias a dios, no estoy solo!…
Este «cuadro»…¡perdón: obra!, expuesto…¡perdón: instalado! en un espacio que no es una pequeña galería alternativa, sino el muy serio Artium de Vitoria…¡perdón: Gasteiz!, definido por ellos mismos como Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo, me sugiere varias dudas:
-los comisarios…¡perdón: curatores! de la exposición…¡perdón: instalación!, ¿de verdad creen que «ésto» es una obra de arte digna de figurar en un museo?…
-el «artista», Pérez Hita, si tanto descree del arte, ¿por qué se presta a estos juegos y maniobras y accede a colgar sus obras en semejantes lupanares babilónicos?.
-y, sobre todo, si alguien va e, impactado por el mensaje, le ofrece darle una bonita suma de dinero por su obra, ¿Pérez Hita se negará cual el alma pura e incorruptible que parece ser, o lo cogerá rápidamente y agradecidísimo, porque seguro que come todos los días, echa combustible a su coche, se toma copas o paga hipoteca?…
Es indiscutible que hay miles de creadores generando cosas nuevas de gran calidad. El Arte Contemporáneo ya no se ciñe sólo a la pintura o la escultura: fotografía y vídeo y otras tecnologías se suman a la expresión artística. El Urban Art, arte de la calle, contempla hasta los graffittis, que no se pueden resumir en meras pintadas. El mejor ejemplo puede ser Banksy (recomendable la película Through the Gift Shop=salida por la tienda de regalos, declaración de principios del Urban Art), artista británico anónimo y muy cotizado cuyas imágenes transgresoras de ratas o policias hemos visto todos aunque no sepamos de quién son, y que forman parte del imaginario contestatario (¡uy, que me sale el metalenguaje!).
Pero todo se vende, y el arte no es una excepción. Si en las ferias de los pueblos se colocan los melones bien a la vista para que los compradores se los lleven, y en los mercadillos se cuelgan prendas de ropa e imitaciones de perfumes de marca para fomentar las compras, febrero es el mes de las ferias de arte en Madrid, coincidiendo hasta cuatro. ¿Es casual la coincidencia?. La más consolidada es ARCO (ARte COntemporáneo), creada en su momento y apoyada por el Ayuntamiento de Madrid para proyectar internacionalmente a los artistas de aquí. Otras ferias como FLECHA (Feria de Liberación de los Espacios Comerciales Hacia el Arte) o ArtMadrid buscan lo mismo: atraer a los coleccionistas extranjeros, con más nivel adquisitivo y vender, vender, vender, que el mercado del arte está muy flojo…Volvemos a la pregunta anterior: ¿quién decide lo que es bueno y lo que no?. Un mundillo de galeristas, críticos y asesores de arte, cada cual con sus propios criterios, orientan a los coleccionistas (en ARCO una sección, First Collector, asesoran a los que quieren empezar a comprar y no saben), para que nadie se vaya con las manos vacías.
La crisis ha sacudido fuerte a ese mercado de lujo como es el arte. Pero como dice un pintor y amigo japonés, con ese laconismo de los nipones: “no es pollo”…Efectivamente no nos podemos comer un cuadro en caso de apreturas. Pero sí es verdad que el arte, en todas sus variantes (artes visuales, artes gráficas, cine, música) genera el 4% del PIB español, y éso que a diferencia de otros países cercanos apenas recibe subvenciones (y menos ahora) y encima sigue castigado con un IVA del 21%.
Pero, ¡ay, amigos!, el arte siempre ha sido y será un “pollo espiritual”, y a mí, al menos, me deja el alma muy, pero que muy satisfecha. El eterno problema será distinguir entre lo que es mierda, por muy cotizada que esté, y lo que no lo es.
Todos los gatos, tanto los que viven en el exterior como los que viven dentro de casa, necesitan utilizar sus uñas, que son el arma con que les dota la naturaleza para desarrollar su instinto cazador. A veces estas uñas pueden suponer un problema para la convivencia con los humanos pero, para minimizar estos inconvenientes, se puede recurrir a la manicura, a la educación o a las fundas de silicona, evitando la deungulación.
El gato es un animal que ha evolucionado para ser un perfecto cazador. En aquellos ejemplares afortunados que tienen la posibilidad de acceder al exterior (los llamados out-door, que significa de puertas afuera), aunque sea el pequeño jardín de un adosado, los gatos van a ser felices explorando su territorio, acechando sigilosos a todo lo que se mueva, afilándose las garras en los árboles, dando rienda suelta a su instinto y a su necesidad de actividad física sin molestar a nadie.
El problema se da en los gatos caseros de interior, los llamados in-door (de puertas adentro), confinados toda su vida a un espacio cerrado pero que siguen necesitando la misma actividad que los out-door. Pese a su aspecto inofensivo de «felpudos-siempre-durmiendo», mantienen en lo más íntimo ese instinto y esas capacidades de predador, aunque ya no cacen, si acaso, más que las moscas en la ventana. La selección natural les ha dotado de rápidos reflejos, de un instinto que les pone rápidamente en guardia al menor imprevisto, de una necesidad de marcaje, y de unos instrumentos que son de lo más eficaz para su primitiva función de cazadores: sus afiladas garras.
Como saben muy bien todos los propietarios de gatos, en un momento dado de susto, hasta el animal más tranquilo puede sacar las uñas para defenderse…ya no atacar: éso sucedería en situaciones realmente graves, de mucha tensión. Y ellos pueden interpretar, con su peculiar lógica felina, que tienen que defenderse tal vez por algo tan simple como cogerle en brazos cuando él no quiere -los gatos son así: ellos deciden cuándo, cómo y con quién-, por meterle a la fuerza en su cesta, por despertarle en plena siesta o porque el otro gato de la casa quiere jugar y él, sencillamente, pasa de que le molesten.
Cualquiera de estas situaciones pueden motivarle a utilizar las garras, causando arañazos a veces bastante desagradables. Si a éso le añadimos la necesidad natural de marcar el territorio (él no puede saber si otro gato va a aparecer por casa en cualquier momento para usurparle la posesión de sus dominios), marcaje que, entre otras formas realizan arañando ciertas zonas con el consiguiente destrozo de tapicerías, alfombras o cortinas, pues es verdad que sus garras pueden llegar a producir problemas de convivencia. ¿Hay algún remedio, aparte de la opción drástica, que nos negamos a considerar, de desprendernos del gato?…pues sí, señores, podemos considerar por orden de preferencia, cuatro soluciones.
La manicura
Las uñas de los gatos, al igual que las nuestras, son de crecimiento continuo. Y, al igual que las nuestras, pueden recortarse. Para un gato adulto o nervioso que no esté acostumbrado desde cachorro, quizá la maniobra no sea de su agrado aunque, con paciencia, y sin cortar necesariamente las diez uñas delanteras en la misma sesión, podemos conseguirlo. Lo ideal es acostumbrarle desde cachorrito. La técnica es sencilla. Con unas tijeritas especiales, tipo tenacilla o de guillotina (las rectas no valen), y presionando suavemente el dedo para que asome la garra, se corta el extremo más afilado, donde forma el gancho. Basta con quitar dos milímetros. Si se realiza la operación aproximadamente una vez al mes, las uñas ya no estarán tan afiladas.
La manicura es especialmente necesaria en aquellos gatos ya viejos que, por artrosis u otras razones, ya no se afilan las uñas…ni en el rascador, ni el el caro sofá de piel que tanto nos gusta. Pero como decía en el apartado anterior, las uñas son de crecimiento continuo y si ellos no las gastan, irán creciendo cada vez más hasta llegar a clavarse por el hecho de crecer curvadas, literalmente en sus propios dedos. Atiendo con frecuencia este tipo de pacientes seniles con uñas clavadas y cuyos propietarios me los traen a la consulta porque notan que se mueven con dificultad, o porque reaccionan con agresividad al intentar explorar sus patas. ¡Importante el cuidado y la revisión de las uñas en los gatos viejos!
La educación
Pero…(ya me parece estar escuchando el rumor de fondo)…¿pueden educarse los gatos?. Pues sí, señores, los gatos pueden educarse. La única salvedad es que la educación debe ser persuasiva y no coercitiva, es decir: no admiten los castigos físicos ni las imposiciones. Para ellos no somos, como en el caso de los perros, animales sociales y jerarquizados, el «jefe de la manada», «el macho Alfa», no. Somos sencillamente compañeros de apartamento. O sea, que de gritarles nada de nada y de pegarles aún menos: sólo conseguiríamos asustarles más. ¡Paciencia, señores, con los gatos hay que tener paciencia!.
A veces dan ganas, pero éste no es el mejor método. Calma y paciencia
En el caso de las molestias producidas por el uso del marcaje con las uñas en los sofás (ese carísimo sofá de piel que tanto les atrae), puede bastar con cubrirlos con una manta o un plástico que los haga menos «interesantes». Incluso en los puntos de rascado se pueden colocar objetos que se caigan haciendo ruido, como una sencilla botella de plástico vacía, por ejemplo, que les asuste y les disuada de seguir utilizando esas zonas. Aplicar olores de cítricos como zumo de limón diluído, o pulverizar finamente (no hace falta empapar) con algún ambientador con olor a cítrico, se ha demostrado eficaz en la mayoría de los casos. Y, como alternativa, colocar al lado un rascador.
Los rascadores
Hay un surtido infinito en el comercio: horizontales, verticales (los más atractivos), con un piso (o con dos, o con tres), con una caja hueca donde les gusta guarecerse, etc. Lo principal es ofrecer una superficie o un poste forrados con moqueta, con cuerda de pita u otro elemento áspero, en el que les encanta clavar y afilarse las garras.
Lo más recomendable es acostumbrarles (sí: educarles) desde pequeñitos. Arrimarles al poste y rascar nosotros primero con nuestras propias uñas, haciendo ruido. Como son tan curiosos se fijarán mucho. Y después con una de sus patitas frotando sobre el rascador. Otro de los consejos que suele resultar muy útil es frotar el rascador con cat-nip, con la «hierba gatera», cuyo olor les resulta sumamente atractivo y que podemos encontrar en las tiendas especializadas.
La hierba gatera
No confundir con esas bandejitas con semillas de gramíneas que, al humedecerlas, crecen y comen para purgarse. El cat-nip o «hierba gatera» es una especie de la familia de las Labiadas (vamos a ponernos un poquito profundos), científicamente llamada Nepeta cataria, pariente de la lavanda, de la menta y de la valeriana, que produce una sustancia llamada nepetalactona.
Lo curioso de esa sustancia es que, en más de un 50% de los gatos mayores de 4 ó 5 meses, estimula en el cerebro de los gatos el mismo centro nervioso que, en nosotros, estimula el tetrahidrocannabinol, el THC, el principio activo de la marihuana. Nota bene: en los gatos el efecto de la nepetalactona es pasajero y no produce adicción (ni en nosotros tampoco, que conste). Pero, mientras les dura, es gracioso ver cómo se frotan, mordisquean y arañan allí donde lo hayamos aplicado. De hecho, muchos juguetes para gatos llevan esta sustancia para estimularles a usarlos, e incluso algunos rascadores incorporan una bolsita con hojitas secas, como las del te, y siempre es una buena ayuda para animarles a usar el rascador.
Las fundas de silicona
No es fácil encontrarlas en España, pero se pueden conseguir. A mí me las trajeron de los Estados Unidos. Los kits constan de 20 ó 30 funditas, con un tubo de pegamento instantáneo, tipo Superglue. El uso es sencillísimo: primero se cortan las uñas lo más posible, se aplica una gotita de pegamento dentro de la funda y se colocan sobre la uña. Debido al crecimiento de éstas, duran aproximadamente un mes, pero se pueden reutilizar. Y como son de colores…¡quedan monísimos!.
La deungulación
La deungulación es una operación que algunos dueños desesperados solicitan como solución ante los problemas que les causan gatos muy nerviosos, intolerantes (casos de bebés que se acercan gateando y les molestan con la respuesta agresiva del gato y el riesgo de lesiones serias), o destrozadores compulsivos de tapicerías, reacios a utilizar un rascador.
Nuestra obligación como veterinarios es informar: es una operación que, aún realizada con las debidas condiciones, es bastante traumática. Consiste en la extirpación de la primera falange (donde se inserta la uña) en los diez dedos de ambas patas delanteras. Absolutamente desaconsejada en gatos out-door que quedan literalmente desarmados ante los riesgos de tener que defenderse de perros u otros gatos. Además, tenemos que informar de que, como hemos visto, existen otras opciones posibles para evitar esas molestias.
Está prohibida en numerosos países. En España, en concreto, está prohibida en Cataluña por la Ley de Protección Animal, en el apartado E de su artículo 5 y, en breve, se irá extendiendo la prohibición a otras autonomías. Además, las asociaciones nacionales de veterinarios tales como AVEPA o, dentro de ésta, el grupo de especialistas en medicina felina: GEMFE, la desaconsejan totalmente.
Como información complementaria, para los que gustáis de navegar por internet, os recomiendo dos páginas muy interesantes. La primera, hojas de información del Feline Advisory Bureau sobre por qué arañan los gatos y cómo evitar que lo hagan en lugares indeseados:
http://www.fabcats.org/gemfe/articulos/Aranando%20y%20afilando%20las%20unas%20en%20casa.html
La segunda, traducción al español del artículo Por qué los gatos necesitan las uñas: www.migato.com
Por último, recordad que el rascado es una actividad totalmente normal en el gato: no es que nos esté «castigando» ni que sea un diablillo. Es necesario para ellos, se sentirán mejor física y psicológicamente. Como siempre, sólo tenemos que procurar entenderles y facilitarles el uso de sus garras. Éso sí, procurando que vivamos todos juntos y sin problemas.
El hostigamiento cristiano. Repoblación y destrucción
Si bien, desde los Siglos VIII al X la frontera se mantuvo inamovible gracias al campamento del Balat Humait, no es menos cierto que para la guarnición allí destacada no fue precisamente un destino cómodo y reposado. Las incursiones árabes, las temidas aceifas que desde aquí partían, tuvieron su réplica en el bando cristiano desde los primeros años de la invasión musulmana. La movilidad de las tropas a caballo, de uno u otro bando, que podían aparecer en cualquier momento, transformaron la vida de los lugareños en un perpetuo sobresalto.
Para hacerse una idea, basta recordar a un personaje de la época del que ya hemos adelantado algo: Ben Abí Amir, más conocido como Almanzor (del árabe Al Mansur = el Victorioso). De familia yemení, nacido en Algeciras, supo escalar puestos en la corte de Córdoba hasta llegar a hombre de confianza -y posiblemente amante- de la sultana Subh, vasconavarra, haciéndose con el mando militar. Los cronistas árabes quizá exageran cuando le atribuyen cincuenta campañas pero no andarían muy lejos si consideramos que llevaba a cabo una o dos razzias al año, y estuvo en activo desde los años 977 hasta el 1008, muriendo, como se suele decir, «con las botas puestas».
La inseguridad de pueblos y ciudades, unido a las aldeas arrasadas, produjo el fenómeno de los despoblados, o tierras de nadie, en los territorios más próximos a la frontera, expuestos a los ataques y difíciles de defender. Una amplia franja de terreno que abarcaba del Tajo a Guadarrama en la zona árabe y, en territorio cristiano, del Sistema Central hasta el río Duero.
Alfonso I el Católico (739-766) decidió despoblar el sur del Duero y hacer de esta tierra de nadie un desierto protector donde los musulmanes no pudiesen obtener rehenes, botín ni ganado con el que aprovisionarse. Para ello aprovechó la hambruna y la peste que una larga sequía, del año 750 al 755, produjo en los colonos bereberes de la meseta norte. Alfonso bajó de sus montañas exterminando a los que quedaban pero, como carecía de fuerzas para dominar la zona, se llevó a los cristianos que encontró para repoblar al norte del Duero, quedando el río como frontera real:
…en el año 852 de la Era Hispánica (año 814 de la era cristiana) salieron de Malacoria los foramontanos y vinieron a Castilla (Anales castellanos).
Alfonso II el Casto, facilita que los foramontanos (siervos de Cantabria) bajen de las montañas como colonos libres a Castilla a los que se adjudican tierras. La mentalidad de «propietarios de la tierra» castellanos frente a la de siervos en el reino de León es la principal causa de la mentalidad conservadora actual -y su tendencia política-. Nada como ser dueño de tu tierra para querer que nada cambie.
Esta colonización provoca las iras del Emirato de Córdoba, que lanza aceifas devastadoras, pero el proceso es imparable. La relación de reyes, repoblaciones y destrucciones sería larga. Como ejemplo basten los de León: repoblada el año 845, destruída el 846, vuelta a repoblar el 856; los de Burgos: destruída en 860, repoblada el 884; o los de Sepúlveda: arrasada el 746, repoblada el 940 y vuelta a arrasar por Almanzor el año 984.
Los cristianos tampoco se quedaron cortos a la hora de atacar y destruir. El bien amurallado castillo de Madrid, peligrosamente próximo a la frontera, sufrió frecuentes asedios, como el de Ramiro II de León, en 931, que derribó parte de sus murallas, o el de Fernando I el Magno, rey de Castilla y León que, en 1074, volvió a destruir sus recios muros.
El Siglo XI es testigo de la progresiva debilidad del Califato de Córdoba. Una vez muerto Almanzor y arrasada Córdoba por los bereberes (musulmanes, sí, pero enfrentados a los árabes) el territorio bajo el control de Córdoba se descompone en numerosos reinos de taifas, en constante lucha entre sí, ocasión que los cristianos aprovechan para aumentar la frecuencia de sus razzias.
La Chronica Adefonsis Imperatoris (Crónica del emperador Alfonso) menciona con mal disimulado orgullo algunas de estas incursiones. Pero si las huestes de reyes y nobles, más fuertes, asedian las ricas ciudades de Al Ándalus, codiciosos de oro y plata, las milicias concejiles, paramilitares, encuadradas por campesinos armados, se dedican al abigeato. Más cuatreros que guerreros, buscan sobre todo ganado que llevarse a sus tierras.
Estas razzias cristianas no siempre tenían un final feliz. El riesgo de ser alcanzados por la caballería que salía en pos de los ladrones era alto, entorpecidos en su fuga por la lentitud de los rebaños. Un «comando» que regresaba, feliz, a Salamanca con rico botín de oro, plata y ganado obtenido en Badajoz, fué sorprendido y derrotado por las tropas que en su busca mandó Yusuf Ben Tasufin, emir almorávide.
Sahib al-Sala, cronista árabe, cuenta que los musulmanes rescataron en Ávila un botín de, nada menos, 50.000 ovejas y 200 vacas. O, para terminar, la crónica conocida como el Anónimo de Madrid nos cuenta que, en 1117, un destacamento de ochenta cristianos procedentes de Talavera, fueron sorprendidos a la vuelta de una razzia por los almohades, rescatando un botín de ovejas y vacas, y esclavizando a los cristianos.
La conquista de la Marca Norte. Madrid empieza a repoblarse.
La tranquilidad llegó a la región con el gran empuje que a la Reconquista dio Alfonso VI el Bravo (1072-1109), rey de León y ahora también de Castilla a la muerte de su hermano Sancho. Para hacer memoria, Sancho fue el gran amigo del Cid Campeador. Muerto Sancho en el asedio de Zamora por la traición de Bellido Dolfos, al coronarse Alfonso como rey de Castilla dicen la leyenda y las crónicas que el Cid, en plena ceremonia, le hizo jurar que no tuvo arte ni parte en la muerte de su hermano… Alfonso juró, pero al Cid le valió el destierro. Exactamente no fue así, al parecer se trató más bien de unos líos con los impuestos que el Cid debía recaudar al rey musulmán de Sevilla, vasallo de Castilla, pero así es como nos lo han hecho llegar.
Alfonso era un gran guerrero, pero era aún mejor como político. Capitula con los habitantes de Toledo y entra en la capital de la Marca Norte sin necesidad de batallar, el 25 de Mayo del año 1085. Pero antes ya le rendían vasallaje ciudades como Badajoz, Sevilla, Málaga, Granada y Valencia, y además el rey cristiano de Navarra. Repuebla, ya definitivamente, Segovia, Ávila, Salamanca, Arévalo y Sepúlveda, que recobrarán la tranquilidad perdida. De esta época proceden nombres de pueblos avileños y segovianos tales como Martinmuñoz, Garcihernández u Hortunpascual, que corresponden a los firmantes de diplomas concedidos por Alfonso VI a sus repobladores.
Madrid ha caído o, mejor, ha capitulado, dos años antes. En Madrid Alfonso reconoce a judíos y musulmanes el derecho a mantener residencia y religión. Pero para favorecer la llegada de colonos cristianos se autoriza a éstos el aprovechamiento de los bosques y pastos hasta la Sierra, hasta los límites de Lozoya y El Berrueco, según puntualiza Alfonso VII en 1152. El Madrid cristiano resistió con éxito un asedio en 1110 por parte de los almorávides, los mismos fanáticos monjes guerreros contra los que lucha el Cid en Valencia, y que dieron nombre al Campo del Moro donde acamparon, al pie del Alcázar, pero la ciudad va prosperando al punto de alcanzar la inusitada, para la época, población de doce mil habitantes en el año 1090. Y es el aprovechamiento de los recursos lo que acaba por generar fuertes tensiones entre las ciudades de Madrid y de Segovia.
La guerra entre Madrid y Segovia
Entre los Siglos XII y XIII se sucedieron a un lado y otro de la Sierra de Guadarrama, como si de una película del oeste se tratase, robos de ganado, asaltos a aldeas y muertes. ¿La causa?: conflictos pastoriles.
La Sierra de Guadarrama era un territorio casi desierto. Tan sólo existían un par de poblaciones: Robledo de Chavela y Valdemorillo, que han logrado sobrevivir discretamente entre bosques y peñascos, demasiado pequeñas para ser tenidas en cuenta aunque, en el caso de Valdemorillo, su existencia se remonta a celtíberos, romanos y visigodos, en la cercana Titultia, cruce de vías romanas que atravesaban la península. En tiempos de Felipe II se mencionan enterramientos visigodos en Valdemorillo:
…esqueletos de hombres muy grandes enterrados como al presente entierran a los cristianos… (Relaciones histórico geográficas).
Los pastores segovianos apacientan a sus rebaños en ambas faldas de la Sierra. Y, según Segovia crece y sus rebaños aumentan, necesitan más tierras de pastoreo, chocando con la expansión que, desde Madrid, sube hacia el norte. No es un problema exclusivo de la Sierra de Guadarrama. En toda Castilla los pleitos entre concejos (seglares) o contra cabildos (de la Iglesia) se multiplican. El propio Cid Campeador actuó como juez en un pleito suscitado entre el Monasterio de Cardeña y el Concejo de Orbaneja, en Burgos. En el caso de Segovia, la ciudad goza de especial protección en forma de fueros y privilegios por parte de Alfonso VIII, debido a su riqueza pecuaria y a su incipiente industria pañera.
Como precursor de la fundación de la Mesta, poderoso sindicato de pastores que regulará más adelante Alfonso X el Sabio, Alfonso VIII elabora el Documento de las cañadas (830, tomo III) en el 1208, donde delimita las vías del pastoreo, antecedente de las cañadas reales. Pero es en el documento 686, en el año 1200, donde concede a Segovia el privilegio para que sus ganados pasten por todo el reino sin pagar montazgos (impuestos locales). Madrid llega a quedar constreñida a las tierras que rodean a la villa.
Excepto poblaciones como Robledo o Valdemorillo, con el avance de la Reconquista surgen en la ladera sur de la Sierra de Guadarrama, en el lado madrileño, pequeños núcleos campesinos dispersos: aldeas como Fuentelámparas, La Fresneda, Valmayor o Navalquejigo…cuyos pobladores, por cierto, serán expulsados cuando Felipe II construye el Monasterio de El Escorial y cierra todos sus contornos con una muralla de 45 km de largo, lo que se llamará la Pared Real.
La duda es si estas aldeas se fundaron por madrileños o segovianos. Sí que sabemos, por ejemplo, que Guadarrama fue fundada y poblada por segovianos, gracias al acta de fundación firmado por Alfonso X el sabio en 1260. En cambio Galapagar pleiteó por el uso de sus pastos, alegando que el núcleo original de su población, Santa María del Retamar, fue fundada por un madrileño. Aún en el año 1239, la villa de Madrid planteó ante el rey una querella contra Segovia.
PostData: los dos mapas reproducidos pertenecen al Atlas Histórico de la Península Ibérica, Vol. I (y último, no hubo más), con el subtítulo: Desde Tartessos hasta la muerte de Alfonso VIII (1214). Esta serie de 56 mapas se publicaron, como suplemento, del boletín El Miliario Extravagante, entre 1993 y 1999. Su autor, ya fallecido, Gonzalo Arias, y al que tuve el placer de conocer personalmente, fue todo un personaje. Le dedico una entrada en este blog
La época medieval en la Sierra de Guadarrama es una etapa poco conocida, tanto por la escasez de documentos históricos fiables como por el hecho de que, al tratarse de una zona fronteriza, estuvo muy escasamente poblada hasta ya avanzada la Reconquista, careciendo del esplendor de las ciudades monumentales, avatares históricos, romances y crónicas que sí tuvieron Castilla y León, por un lado, o Al Ándalus, por otro. Pero los escasos testimonios que han llegado a nuestras manos nos cuentan que aquella lejana época fue de todo, menos aburrida.
Tierra de frontera
Tiempos épicos, de incursiones guerreras, de castillos en tierra de nadie, con la guarnición siempre alerta ante la inminencia de un ataque… Viejos pueblos escondidos entre bosques y peñascos, ignorados y al margen de la historia, o pueblos nuevos fundados ante la necesidad de poblar y defender las tierras recién conquistadas y que, una vez eliminado el enemigo común, habituados a la lucha, guerrearon entre sí…
Si miramos el actual paisaje de la sierra, resulta difícil imaginar tiempos tan turbulentos, de espadas y armaduras, de castillos asediados, donde sólo podemos ver ahora chalets adosados, carreteras y coches, muchos coches. Pero no está tan lejana aquella época -solo basta mirar y usar un poco la imaginación- en que, en vez de motores, se oyeron los gritos, relinchos y el retumbar del suelo bajo los cascos de los caballos.
Antecedentes históricos
Los primeros pobladores conocidos de la Sierra de Guadarrama se remontan a diez mil años atrás: cazadores nómadas, atraídos por la abundante caza de la región y que dejaron numerosos restos de su presencia en forma de campamentos estacionales e instrumentos de piedra: puntas de flecha, rascadores, hachas…
La presencia humana en la sierra es contínua, aunque las primeras descripciones se las debemos a los cronistas que acompañaron a los legionarios de Roma: Estrabón, Apiano, Polibio, y que nos hablaron de los diferentes pueblos que encontraron en su avance por la meseta. Y en esta zona concreta que nos ocupa, de los carpetanos, pueblo celtíbero dedicado sobre todo al cuidado de numerosos rebaños de vacas, ovejas y caballos. El clima de la sierra y de su templada vertiente sur favorece unos pastos excelentes para el ganado, que sorprenden a los romanos por su abundancia y a los árabes por su calidad:
…en cuanto a su alimentación, se sirven de todo tipo de carnes, que abundan entre ellos… (Diodoro de Sicilia, Libro V, capítulo 34)
…en esta sierra hay mucho ganado vacuno y ovino con el que trafican los ganaderos para aprovisionar todas las comarcas. No hay ninguna vaca ni oveja flaca, antes bien, todo lo contrario, están bien cebadas y gordas. Por éso corre un refrán por toda España aludiendo a la bondad de las vacas y ovejas serranas… (Al Idrisi, geógrafo árabe, año 1100).
La presencia árabe
Es un error muy difundido hablar de los 800 años de presencia árabe en España (781 años, exactamente). Ésto se puede aplicar, si acaso, a Almería, Granada y Málaga. En Andalucía Occidental o Murcia, la cifra se rebajaría a 250 años, y en Toledo, Madrid o Zaragoza a 120 ó 130 años como máximo. Sí que hubo incursiones o expediciones hasta Galicia, Cataluña y el sur de Francia, pero apenas hubo ocupación al norte del Ebro o del Duero, encontrando siempre tenaz resistencia por parte de los visigodos.
Hacia el año 740 llegaron de Oriente tropas sirias para sofocar los ataques de los vándalos del norte de África y los visigodos de España. Éstos, desde Galicia, León y Extremadura se agruparon cerca de Toledo, amenazando la ciudad, aunque serían derrotados por la coalición árabe-siria.
Los sirios fueron asentados con sus familias, de acuerdo con el régimen de la hospitalidad romana, vigente en la España visigoda, recibiendo dos tercios de las propiedades donde se instalaron, tanto en tierras como en ganado y esclavos, con la condición de prestar ayuda militar a los emires de Córdoba. A partir del año 743 las provincias ocupadas por los sirios recibieron el nombre de «provincias militarizadas», porque en cada una de ellas estaba acantonada un ejército sirio, cuyo régimen militar estaba calcado de la milicia romana o bizantina, ocupando la zona que se extiende hoy desde Cartagena al Algarve.
Éste fue el territorio realmente ocupado por los árabes desde mediados del Siglo VIII hasta el Siglo XI, porque hay que distinguir entre ocupación efectiva de un territorio enemigo, al de las incursiones esporádicas con el objetivo de destruir cosechas o capturar botín y prisioneros.
La Marca Norte
Los territorios al norte del Guadiana pertenecientes a Al Ándalus y sin guarnición militar fija, se regían por las capitulaciones con estatutos especiales, gozando de un régimen de autonomía local y, en muchos casos, el reconocimiento de la autoridad de Córdoba sería más formal que real. Esta situación tan especial produjo frecuentes conflictos con ciudades tan importantes como Mérida, Zaragoza y, especialmente, la levantisca Toledo, contra la que menudearon expediciones de castigo en los años 797, 807 y 814 (esta última, con incendio de la ciudad incluído), o la «Jornada del Foso», en la que 700 notables de la ciudad fueron decapitados como escarmiento a su rebeldía.
Toledo, Talavera y Guadalajara constituyen las tres plazas fuertes que defienden la Marca Norte de los cristianos, siempre amenazando desde el otro lado de las sierras. Entre el Tajo y el Guadiana, un territorio controlado que sirve como colchón de protección para la población estable y las prósperas ciudades de Al Ándalus: Jaén, Sevilla, Córdoba, Almería, Murcia… Y entre el Tajo y la Sierra de Guadarrama, la «tierra de nadie», casi despoblada, difícil de defender ante las frecuentes incursiones de «infieles», y donde el dominio musulmán sólo se reconoce en un puñado de plazas fuertes, castillos que sufren una y otra vez asedios por parte de los cristianos, o desde las que parten aceifas, expediciones de castigo, contra Castilla.
Son fortalezas como las de Atienza, Talamanca del Jarama, Alcalá de Henares, Castejón, el muy fortificado Madrid, Peñahora, Calatalifa o, más al norte, Medinaceli, comparado por un cronista árabe a un:
…espolón contra Castilla y un nudo en la garganta de los infieles…
Pero es en plena Sierra de Guadarrama donde se encuentra la primera línea de fuego, la frontera, el último campamento tras el cual ya sólo hay tierra cristiana: el Fagg Humaid o Puerto de Humaid, identificado también como Balat Humaid (Camino de Humaid), el Balatomé mencionado en las fuentes cristianas:
…se exime de todo pecho (impuesto) a las alberguerías de los puertos de Valathomé, Fuenfría e de Manzanares e de Malangosto… (Carta de Alfonso X El Sabio, fechada el 26 de Junio de 1273).
Las fuentes árabes confirman que la frontera siempre estuvo ahí, desde el Siglo VIII al X. Se llegaba a él subiendo el curso del río Guadarrama, hasta la altura de Tablada, camino del Puerto del León (o de Los Leones, llamado así por el frente mantenido aunque, esta vez, en la Guerra Civil), paso natural entre ambas Castillas. Pero que a los árabes no les asustaba cruzar la montaña, lo demuestra la misma existencia del Puerto y, sobre todo, el frecuente uso del mismo para dirigir desde allí sus aceifas por territorio cristiano:
-Abderramán I, casi recién llegado, huído de Damasco para restaurar la dinastía Omeya en Córdoba, cruzó el Puerto el año 755 para atacar Segovia.
-Abderramán II organizó una expedición de castigo contra Castilla por la ayuda prestada a los rebeldes toledanos, el mes de Julio del año 838. Partiendo de Toledo, subió el curso del río Guadarrama hasta llegar al Balatomé. En el año 840 repitió la expedición, llegando hasta Galicia.
-En el año 943, Abderramán III invitó a un príncipe idrisí, norteafricano, que quería participar en una aceifa, y le aseguró que sería regiamente atendido en cada uno de los treinta campamentos reales, desde el primero en Algeciras, hasta el de Humaid, en el confín de la frontera.
-o el más famoso, el caudillo militar Almanzor (del árabe Al Mansur = el Victorioso), azote de cristianos durante más de treinta años, que utilizó este paso en varias ocasiones, en alguna de sus temidas razzias, en las que llegó a destruir Barcelona o a saquear Compostela, llevándose las campanas de la catedral a lomos de cristianos hasta Córdoba para utilizarlas como lámparas de aceite en la Mezquita. Como ejemplos y en un par de ocasiones, el 23 de Mayo del año 977 y partiendo de Madrid, cruzó el Puerto para conquistar y saquear Cuellar. O en el año 989, al menos, volvió a pasar otra vez, camino de León.
-por último y para no extenderme demasiado, citar la expedición de Al Mamún, que en el año 1072 atacó Segovia, destruyendo parte del acueducto, reconstruído siglos más tarde por Isabel La Católica en 1484.
La guarnición de estos puestos avanzados, no exentos de peligro, también fue especial. Además de pequeños destacamentos regulares, se recurría a un sistema de claros antecedentes romanos: tropas fronterizas auxiliares, contratadas entre la población local, con sueldo y parte en el botín obtenido en las aceifas.
Pero otro sistema paralelo consistía en la concentración de ascetas y jóvenes novicios, monjes guerreros que, durante el Ramadán y otras épocas, se acercaban a la frontera para consagrarse al ayuno, la oración, el estudio y la yihad (del árabe: el esfuerzo), la guerra santa. A Toledo, sede de estudios coránicos, acudían jóvenes llegados de todas partes, incluso de Oriente, y desde allí se repartían como ribat o combatientes por la fe, desde Medinaceli hasta Coria, por todos los castillos, allá donde su presencia fuera necesaria.
PostData: los dos mapas reproducidos pertenecen al Atlas Histórico de la Península Ibérica, Vol. I (y último, no hubo más), con el subtítulo: Desde Tartessos hasta la muerte de Alfonso VIII (1214). Esta serie de 56 mapas se publicaron, como suplemento, del boletín El Miliario Extravagante, entre 1993 y 1999. Su autor, ya fallecido, Gonzalo Arias, y al que tuve el placer de conocer personalmente, fue todo un personaje. Le dedico una entrada en este blog.
Ésta es una historia absolutamente verídica. Os pongo en antecedentes.
Momias de gato
Los gatos en Egipto
Las enciclopedias atribuyen al Egipto de los faraones el honor de haber «domesticado» (luego aclararé lo de entre paréntesis) al gato en algún momento entre la VI y la XII dinastías, aproximadamente 2.000 años antes de Cristo. El primer hallazgo achacable, por su anatomía ya definida, al Felis catus como tal, se encontró en un enterramiento en Mostagedda, en el Alto Egipto, en zonas de tumbas donde comenzó el proceso de las primeras momificaciones.
Es conocido por casi todos que en el Antiguo Egipto el gato era un animal sagrado, dedicado a la diosa Bast, o Bastet. La importancia del gato en una economía agrícola como la egipcia estaba clara: hoy, como ayer, su principal función era la de cazadores de roedores, principal plaga de los cultivos y de los depósitos de cereales.
Figura egipcia de bronce, de gata amamantando a sus cachorros
El antepasado salvaje del gato doméstico: el Felis lybica
El agriotipo o antepasado salvaje del gato doméstico, del Felis catus como tal, es el gato salvaje norteafricano: el Felis lybica. Hay unas cuantas especies de gatos silvestres en el Viejo Continente, con una distribución que a veces se superpone, de un tamaño similar e incluso con una capa parecida: el gato montés europeo (Felis sylvestris), el norteafricano (Felis lybica), el de patas negras (Felis nigripes), etc. Ocupan todo tipo de biotopos, desde bosques cerrados a zonas esteparias, e incluso el desierto.
A parte de discusiones que no vienen al caso entre biólogos sobre si son especies diferentes, o meras subespecies dentro de la Felis sylvestris, lo que sí parece claro es que el gato salvaje norteafricano es el verdadero precursor de nuestro gato doméstico, y ello por unas cuantos motivos, siendo el principal su buen carácter, su predisposición o su facilidad para convivir con los seres humanos.
Por una parte, se han hecho varios intentos de domesticar al gato montés europeo, el Felis sylvestris, pero incluso criando camadas desde muy pequeños, manifiestan siempre un carácter sumamente asustadizo, cuando no claramente agresivo. En cambio, del norteafricano (Felis lybica), hay numeroso testimonios de que en las aldeas de los nativos de su zona de distribución (Oriente Medio y África hasta la zona central), tal y como se ha descrito entre los azande del Sudán, los gatos norteafricanos deambulan tranquilamente entre las chozas, siendo respetados por su cualidad de ser unos excelentes cazadores de ratones.No viven «con» ellos, viven «entre» ellos, pero todos salen beneficiados.
Dos naturalistas nos han legado su testimonio personal al respecto: el botánico y explorador alemán Schweinfurth (en 1868) y, un siglo más tarde, el zoologo sudafricano Reay Smithers. Ambos vivieron durante varios meses en una aldea azande haciendo trabajos de campo. Al cabo de pocas semanas, estaban desesperados: los ratones habían invadido su choza comiéndose, no sólo su comida, sino sus libros, sus papeles, su ropa, sus ejemplares recolectados, todo. Hasta que los nativos les aconsejaron: Coge un gatito muy pequeño y tenle contigo hasta que se tranquilice. Así lo hicieron: el gatito intentó escaparse durante unos días pero se acostumbró enseguida a la compañía del hombre, comenzó a cazar y sus problemas con los ratones desaparecieron de raíz.
Respecto a Egipto, hay historias como la de los persas, narradas por Polieno (general macedonio al que se achaca a veces que estaba…más interesado por la fantasía que por la exactitud histórica…) en su obra Estratagemas, y en la que nos cuenta que los ejércitos del rey aqueménida Cambises II, al asediar en el año 525 a.C. la ciudad de Pelusio, se escudaron tras gatos para que los egipcios no les lanzaran flechas, por miedo a matarlos. O la que cuenta Diodoro de Sicilia acerca del asesinato en el año 60 a.C. de un romano que, accidentalmente, atropelló a un gato con su carro, siendo muerto por un soldado egipcio. O las historias que nos cuenta nuestro viejo amigo Heródoto, sobre el luto que guardaban las familias durante los 70 días que duraba la momificación (depilación de las cejas de los propietarios en señal de duelo incluídas) cuando se moría el gato de casa.
Mencionaba hace unas líneas el ejemplo de la ciudad de Bubastis, situada en el este del Delta del Nilo, y consagrada a la diosa Bast o Bastet, con cabeza de gato. Heródoto la visitó en el año 450 a.C. diciendo en sus Historias que era…un placer para los ojos…, y en la que se celebraba entre los meses de Abril y Mayo una gran fiesta anual, donde acudían más de 700.000 personas… Según cuenta, esas fiestas comenzaban con música y vino y acababan siendo, como diríamos hoy, un «desmadre», con las mujeres desnudas paseando y bailando por las calles.
Los peregrinos que acudían a Bubastis solían llevarse a sus hogares momias de gatos, para proteger su hogar. Pero en ésto, como en todo, hubo su cara y su cruz: la cara, la devoción por los gatos. La cruz, que para atender la alta demanda de momias de gato, los sacerdotes de Bubastis los criaban hasta que a la edad de cuatro a seis meses les sacrificaban partiéndoles el cuello, como los análisis de las momias mediante radiografías han podido demostrar. ¡El negocio es el negocio, y de algo hay qué vivir!, podrían haber alegado los sacerdotes…
El «negocio» con los gatos no se ciñó con las ventas de las momias por parte de los sacerdotes. En 1.888 y durante unas excavaciones cerca de Bubastis se encontró un cementerio felino que contenía la cantidad aproximada de 80.000 momias de gato. Como tampoco se trataba de estatuas ni grandes restos arqueológicos un comerciante inglés no tuvo problemas para llevárselos a Gran Bretaña: un total de 19 toneladas, con la idea de pulverizarlos y, mezclados con el suelo, formar un buen fertilizante. Quiso la fortuna, o quizá la diosa Bastet estuvo al quite, que los campesinos ingleses no aceptasen de buen grado semejante abono, y el avispado comerciante tuvo que malvenderlo, a muy bajo precio.
Como último apunte, cuando Napoleón -al que no le gustaban nada los gatos- se entrevistó con un sultán otomano, mantuvo durante toda la entrevista un gato sobre su regazo, sabiendo que al sultán sí le gustaban y así le iba a caer más simpático…¡el negocio es el negocio!…
Fue cuestión de tiempo que hombres y gatos fueran adaptándose. Anteriormente a los huesos (ya diferenciados anatómicamente) de Felis catus hallados en Mostagedda, se encontraron restos de Felis lybica en unos de los estratos de la ciudad de Jericó, datados en unos 6.000 años antes de Cristo. La duda surge al pensar si pudieron corresponder a «animales de compañía», adaptados a la convivencia con los humanos, o bien pudieran ser restos de animales cazados y utilizados como alimento, ya que Jericó está dentro de la zona de distribución del Felis lybica en libertad.
El primer «minino» de la historia
La revolución en la datación felina vino de la mano de los descubrimientos efectuados en el año 2004 por Jean-Denis Vigne, arqueólogo del Museo de Historia Natural de Paris, en el yacimiento de Silurokambos, al sur de la isla de Chipre, yacimiento que venía siendo excavado desde 1992, y al que se ha datado con una antigüedad de 9.500 años. Esta isla situada al este del Mediterráneo fue colonizada, hace aproximadamente 10.000 años, por agricultores neolíticos procedentes, al parecer, de la costa de Turquía. Llevaron consigo sus animales de los que, hasta entonces, no había restos arqueológicos en la isla: perros, vacas, cabras y cerdos. Y, como se comprobó en el 2004, gatos o, al menos, un gato.
Se encontró un enterramiento de un hombre joven, unos treinta años aproximadamente, posiblemente perteneciente a una casta superior,acompañado de hachas pulidas de piedra, herramientas de silex y conchas marinas y, a su lado, cuidadosamente enterrado a cuarenta centímetros, el esqueleto de un Felis lybica intacto, de ocho meses de edad, como se observa en el recuadro de la parte inferior.
El hallazgo en cuestión evidencia muchas cosas: en primer lugar, en Chipre no hay restos anteriores ni de Felis lybica ni del Felis sylvestris, el gato montés europeo. Luego aquel gatito había sido llevado a Chipre intencionadamente en los barcos de los pobladores neolíticos, o quizá había nacido allí, hijo de una gata anterior, igualmente «importada». En segundo lugar, los restos del gato están intactos: no hay sospecha -como en los de Jericó- que pudiese haber servido de alimento. Y, en tercer lugar, su posición tan cercana al esqueleto del hombre, sugiere que era un animal con cierto componente afectivo, incluso que pudo haber sido sacrificado para hacer compañía a su dueño en el más allá. El primer minino de la historia.
Yo no podía saberlo pero, al día siguiente, primer día de la primavera, cayó una tormenta en El Escorial mientras que en Madrid, por la tarde, se arremolinaban los papeles en las bocas del metro.
En cambio este día, último del invierno, el sol quiso hacerse notar y nos engañó a todos, haciéndonos creer que el mal tiempo ya había terminado.
¿Lo ves, a que parece mentira?… El espectáculo de aquella multitud de narcisos, brillando bajo el sol, cubriendo toda la ladera, surgidos como por sorpresa tras el tapial de piedras volvió, un año más, a tranquilizarme. Si en mi vida todo tendía, otra vez, a cambiar, allí estaban ellos, fieles y puntuales a nuestra cita primaveral, aparentando ignorarnos pero atentos a cada uno de nuestros pasos.
Los perros correteaban de mata en mata, alegres como críos, disfrutando de cada olor, metiéndose en cada barrizal. Y allí estaba yo, fiel y puntual, respondiendo a la llamada que me decía: no te preocupes por tus mudanzas, volverás cada año y aquí nos encontraremos…
Buscamos una praderita más o menos llana, más o menos libre de ortigas, para tumbarnos, para comer con apetito los bocadillos que preparé por la mañana en casa, y para disfrutar de la soledad de aquel desierto lleno de flores.
Sobraban las camisetas -sobraba todo, en realidad- y nos las quitamos, y entre aquel sol cuasi post-invernal y los bocatas nos fuimos quedando medio dormidos, buscando un mínimo contacto tranquilizador, de caderas rozándose, de una mano sobre una pierna…
Parecía mentira que a dos o tres kilómetros escasos grupos de ciclistas domingueros luciesen sus maillots y sus cascos aerodinámicos sobre el asfalto. Parecía mentira que a dos o tres kilómetros, domingueros tortilleros llenasen el pinar sin perder de vista sus coches. Y, por supuesto, en San Lorenzo de El Escorial, otros muchos domingueros aún más asfálticos y menos tortilleros abarrotaban calles, plazas, bares y restaurantes con cara de satisfacción, convencidos de lo bien que estaban disfrutando aquel domingo tan radiante, último día del invierno, engañados -como todos- por el sol.
Pero para nosotros fue la soledad del valle, para nosotros fue el calor del sol sobre la piel y, para nosotros, sólo para nosotros, se había llenado aquel campo de narcisos.
Aún tuvimos tiempo antes de volver para cortar unas flores -no se notaba: había miles- con que recordar los colores de aquel día. Aún tuvimos tiempo para arrepentirnos a tiempo y no saltar, desnudos sobre una roca, a las heladas aguas de una poza. Y aún tuvieron tiempo los perros para ladrar, entusiasmados, detrás de las vacas.
Cuando cayó el sol y, de mala gana, comenzamos el regreso, me volví un momento para despedirme de las flores. Aparentaban ignorarnos pero seguían, cabizbajas y atentas, nuestros pasos. Sé que no tengo motivos, pero me sentí un poquito defraudado. En el fondo esperaba que, al menos, una de ellas me hubiese mirado, burlona, directamente a los ojos como diciendo, ¿nos vemos, no?.
El último recurso: ¡o te la tomas o…!
Nota del autor (del blog): esta entrada, lo aclaro, no es mía, pero como hace tiempo que me llegó por internet y me pareció siempre muy graciosa, la pongo como entrada en Cosas de gatos. El humor nunca está de más.
Instrucciones: